José Campillo Rodríguez, Discurso de apertura del curso 1866 a 1867 en la Universidad de Oviedo
«...señalando un peligro que sin duda existe en algunas tendencias de los estudios filosóficos modernos.»
 
 

Discurso
que
en la solemne apertura del Curso Académico
de 1866 a 1867
en la
Universidad de Oviedo
leerá
 
D. José Campillo,
Doctor
en la facultad de Filosofía y Letras y
catedrático numerario de Historia Universal en la misma.

 
 
Oviedo:
Imp. y lit. de Brid, Regadera y Compañía.
1866.

 
Ilmo. Señor:

Sería bastante menos difícil la de suyo pesada tarea de la enseñanza universitaria, si a los penosos deberes del magisterio no agregara la para mí indeclinable necesidad de llevar la voz del por tantos títulos respetable claustro, en estos solemnes momentos.

Y esta que ya por su misma pesadumbre es muy superior carga para mis débiles fuerzas, aumenta por las circunstancias de personas, tiempo y lugar que concurren a hacer más embarazosa mi actual situación. Sentiría que apreciarais estas palabras como dictadas por una mal enseñada modestia que va en busca de forzadas lisonjas, de inmerecidas alabanzas. Son la expresión genuina y sincera del respeto que me inspiráis vosotros, oh sabios doctores, encanecidos en la interpretación del derecho y enseñanza de la justicia, en exponer las relaciones de la criatura con el Criador, en las sublimes enseñanzas de la teología, las leyes de la naturaleza, las admirables aplicaciones de las matemáticas, las eruditas y bellas manifestaciones del genio en la literatura y bellas artes, que tan buena representación [4] tienen entre vosotros. Además sin esfuerzo comprenderéis que se debilite mi voz al tenerla que levantar desde esta cátedra honrada y enaltecida con los inspirados acentos del extenso catálogo de hombres distinguidos a quienes desde ella habéis escuchado. Tan natural es esto, que sería en mí una verdadera profanación dirigiros la palabra desde este sitio, si, como lo sabéis, no fuera en cumplimiento de un estricto deber reglamentario.

Toda vez que por él habrá de ocupar, si bien por brevísimo tiempo, vuestra ilustrada atención, que me dispensareis de seguro con la benevolencia de que tantas pruebas me tenéis dadas, permitidme un recuerdo penoso, pero que se convierte en consolador al examinar su desenlace. Vosotros que tanto amáis a la ciencia y a la ilustración que consigo lleva, que, como yo tanto cariño profesáis a los centros literarios en general, y a este en particular, porque tenéis de él tan bellos recuerdos, tan ilustres tradiciones, sufristeis un día hondo pesar en vuestra alma, viendo cuán inminente era el peligro de su desaparición. Causas que no es del caso examinar parecía que así lo exigían, y circunstancias funestamente imperiosas lo hacían inevitable. En tan difícil situación, cuando apurados todos los recursos, ya no aparecía remedio a tamaña desgracia, vosotros, como hombres de fe, confiabais en que la Providencia alejaría de nosotros y de la provincia todo el gran desastre que en el orden moral e intelectual envolvía la supresión de nuestra querida Universidad, y vuestra recta fe no se engañó. Todos los hijos ilustres de Asturias, que tenían valor por sus elevadas posiciones, unidos como un solo hombre, apartaron la segur que sobre nuestras cabezas pendía y salvaron a nuestra respetable escuela. Honra y prez a tan insignes patricios.

Sus nombres, merecen figurar entre los de quienes como Campomanes, Toreno y Jovellanos han merecido bien de su provincia.

Pagado este merecido tributo de gratitud a los que con singular abnegación dispensaron un beneficio a su país, que [5] este les pagará con su eterno reconocimiento, es tiempo ya de que fijemos la atención en lo que debe ser hoy objeto preferente de nuestra solicitud.

Desde este momento solemne en que los padres al desprenderse de las tiernas prendas de su cariño delegan en nosotros con relación a sus hijos muchas de las atribuciones que a ellos por naturaleza y ley competen, empiezan para nosotros los graves deberes que a esta intelectual y moral paternidad van anejos. Viene por tanto esta ceremonia a sancionar los lazos de amor y respeto de los discípulo para con los maestros y los de la paternal cariñosa solicitud de estos para con aquellos; vínculos que se hacen eternos al perpetuarse en la sincera y cordial amistad que de ellos nace entre los que discípulos y maestros ayer, son hoy, o serán mañana leales y queridos compañeros.

Pero hasta que llega este momento en que cambian la posición del escolar, y la consideración del maestro debe este enseñar a aquel la verdad, dirigirla al bien, y apartarle del mal, en especial del que encubierto bajo la capa del bien, o ataviado con las galas de una mentida belleza, más fácilmente cautiva. Si los encargados de la enseñanza no hiciéramos esto, si en la edad en que el corazón de la juventud, es, al decir de Horacio, como cera para amoldarse al vicio, no la dirigiéramos al bien, al que tan sólo se va por el camino de la virtud, grande sería nuestra responsabilidad, y justa y legítima la execración que para nosotros tendrían los padres de familia y la sociedad entera, cuyas esperanzas defraudaríamos, inficionando e inutilizando por lo mismo los tiernos vástagos llamados a darle lozanía.

Por no contaminarme con este que yo llamo crimen social cometido por el maestro que de tal modo obrara, aunque estoy bien cierto, y de poderlo decir me alegro, que ninguno así hay entre nosotros, voy a dar una satisfacción a mi conciencia, para aquietar también otras, señalando un peligro que sin duda existe en algunas tendencias de los estudios filosóficos modernos. [6]

Es sin dada condición que el hombre no puede eludir, obtener el escaso bien que haya de disfrutar en el mundo, mediante el trabajo, la lucha y contrariedad a que le conduce la desarmonía que se nota entre sus aptitudes y tendencias, y que tan satisfactoriamente se explica en nuestras creencias por una primera defección. No es sólo para obtener el alimento del cuerpo para lo que el hombre ha de experimentar sudor en el rostro; también su espíritu ha de luchar y sufrir, si ha de conseguir la ciencia, que es el alimento del alma. Y así lo hace y ha hecho siempre. Por el primer trabajo ha obtenido las satisfacciones que, por citar un ejemplo, resultan del gradual mejoramiento que supone el albergarse en la gruta de nieve del miserable esquimal, o habitar los suntuosos palacios que a la comodidad, u otros deseos ha erigido la industria de los pueblos civilizados.

Por el segundo, el espíritu se ha elevado desde la vida de sentimiento de ciertas verdades relativas a Dios, al hombre y al mundo, y sus mutuas relaciones, a un conocimiento reflexivo y propio de las fundamentales, y a una exposición racional y sistemática de muchas; y allí donde él no ha podido llegar, ha venido en su apoyo la fe para que las posea todas. No tienen otro objeto los sistemas filosóficos de la India y la oposición de tendencias y distinta exposición que se nota entre el mimansa, santoya y niaya; lo propio se nota entre los períodos Fo-Hi Lao-Tseu y Confucio de los Chinos, y las tendencias del dualismo persa. En Grecia se manifiesta el mismo esfuerzo, que llega desde las modestas especulaciones de Tales y Demócrito a las elevadísimas elucubraciones de Sócrates y Platón.

Igual sucede en Roma, y mucho más en los pueblos modernos. Esto demuestra que son legítimos los esfuerzos que hace el espíritu para comprender la causa y modo del mundo, por mas que en muchas ocasiones sean muy ilegítimos los medios de deducción y con frecuencia detestables las últimas consecuencias, que se han derivado más de la pasión y la fantasía, que de las inspiraciones de una recta razón. [7]

De esto último son buena prueba los sistemas filosóficos así antiguos como modernos, que proponiéndose por objeto dar una explicación racional del origen del hombre y del mundo y sus mutuas relaciones, así como de las que le unen con Dios, concluyen por negar a este, o confundirle torpemente con la naturaleza, o reducirle a un ser puramente ideal, sin realidad y por consiguiente sin eficacia, como no sea que este sagrado nombre les sirva para encubrir el fondo de impiedad y negación que encierran sus insensatas especulaciones. Porque es preciso confesarlo, aunque con profundo pesar: hay, y por desgracia en nuestro país se encuentra en boga, algún sistema filosófico, que no atreviéndose a arrostrar la justa odiosidad que en todo corazón no pervertido excita la palabra ateísmo, de tal modo usa y abusa del nombre santo de Dios, que parece que intenta como gastarlo en fuerza de repetirle y aplicarle a todo menos al verdadero Dios, haciendo lo mismo con sus adorables atributos. Algún sistema que no teniendo valor para defender sin ambages el desacreditado panteísmo místico o idealista de los indios, o el materialista de Espinosa, ha inventado la extraña palabra panenteísmo, síntesis de lo que cree acerca de Dios y del mundo. Como la novedad suele tan fácilmente hallar simpatías en las almas inexpertas, y este execrable sistema no carece de alguna, ya que no en el fondo, en la extraña manera de exposición, yo me creo obligado por un deber de conciencia a dar la voz de alerta a la juventud estudiosa, y a cuantos tienen una afición especial a los estudios filosóficos, diciendo y demostrando que el germanismo moderno, que con el exótico nombre de panenteísmo se trata en mal hora de propagar en alguna escuela, es en la forma de exposición panteísmo puro, y en su fondo y últimas consecuencias ateísmo o nihilismo religioso, por cuanto si algo hay divino para él, es la nada.

Es verdad que este absurdo contenido se envuelve en extravagantes fórmulas, que así atormentan al entendimiento para comprenderlas, como destrozan el lenguaje para expresarlas; y que merced a este extraño modo de oscurecer lo [8] claro, y de presentar como novedad lo que es viejísimo error, consigue cautivar algunos ánimos, no sé si diga sencillos o exaltados, por todo lo que bajo una u otra forma combate al solidísimo edificio contra el que son impotentes hasta las potestades mismas del infierno, cuyas puertas no han de prevalecer contra aquel. Pero no por eso deja de ser verdad que el germanismo panenteísta es anticatólico; más aún, anticristiano, porque es panteísta y ateo, a más de ser absurdo en su exposición científica.

La naturaleza y condiciones de este trabajo no me permiten exponer la deducción lógica de tan extrañas teorías; pero no puedo prescindir de anticipar algunos recuerdos históricos, que preparan y justifican la protesta que contra el moderno panenteísmo es llegado el caso de hacer, contestando así a los que con poca justicia acusan a toda una facultad de propagar y defender tales errores, porque algunos de sus individuos, aunque pocos, patrocinen más o menos semejante sistema.

Una exageración del método de Bacon produjo el materialismo filosófico representado en Inglaterra y Francia por los sistemas sensualistas de Locke y Condillac, que tuvieron su última expresión en un drama sangriento que conmovió al mundo civilizado, y cuyas consecuencias están muy lejos de haber sido todas deducidas aún. Contra el fiero sensualismo de Locke y Condillac luchó con escaso fruto el idealismo de Malebranche y Leibnitz, precursores del de Kant, que hace vigorosos esfuerzos por destruir el sensualismo, consiguiéndolo en gran parte. Pero al negar realidad a los juicios sintéticos a priori, echó las bases del idealismo de Reinhold, que tuvo su absoluto desarrollo en Fichte, dando lugar a las diferentes fórmulas de panteísmo idealista que representan el sistema de lo absoluto de Schelling, la trascendental filosofía del yo de Hegel, y en su última evolución el panenteísmo de Federico Krausse.

El racionalismo armónico de Krausse, o panenteísmo como él mismo le llama, ha venido a realizar las previsiones de nuestro ilustre compatricio Balmes, cuando al escribir [9] su Filosofía Fundamental decía en el prólogo, «me ha impulsado a publicarla el deseo de contribuir a que los estudios filosóficos tomen en España mayor amplitud que la que en el día tienen, y de prevenir, en cuanto alcancen mis débiles fuerzas un grave peligro que nos amenaza, el de introducírsenos una filosofía plagada de errores trascendentales». El gran genio de la filosofía cristiana, el coloso de la razón católica, como algunos le llaman, comprendió bien que la novedad de la forma de las teorías del Filósofo de Koenisberg, que ya en su tiempo eran de moda en filosofía, las llevarían a querer sentar sus errores como ciencia. Tal parece ser la misión y propósito del Kraussismo, al que sientan perfectamente las siguientes palabras de Balmes sobre la filosofía de Kant «es preciso guardarnos de que los errores que se han extendido por moda, se arraiguen por principios». Y esto es ciertísimo: el Kraussismo es una filosofía plagada de errores fundamentales, que introducida por moda en nuestro país, trata de obtener carta de naturaleza como una más sublime ciencia. ¿Qué errores en efecto más trascendentales, que los relativos a Dios y sus atributos, al origen y destino del hombre, y origen del mundo, y naturaleza de los seres? Pues todas estas ideas están invertidas en esta mal llamada filosofía. Dios según ella no es un ser personal distinto y superior al mundo, y causa libre de él, sino la idea abstracta de ser, que despojada de todo atributo, ni existe ni puede existir; en este sistema no hay creación, porque causar es contener, y lo causante y causado son de una misma naturaleza, de modo que el mundo es Dios y eterno como él, y Dios el mundo limitado como este; la infinidad e inmensidad de Dios se reducen a ser un todo superior comprensivo de los diferentes todos que bajo y en él subsisten; por eso no sólo Dios es infinito, sino que lo son todos los seres en el sentido de ser cada uno de por sí un todo completo: pero como a la vez cada ser individual esta limitado por lo que no es, todos bajo este concepto son no sólo finitos, sino infinitamente finitos; contradicción de términos inaudita hasta que el Kraussismo la ha convertido [10] en fórmula sacramental. El destino del hombre no es cumplir en esta vida la ley de Dios para recibir el premio en la otra: el hombre según la moderna algarabía germánica, debe realizar sin cesar su naturaleza y completar su personalidad hasta convertirse en Dios en su último desarrollo, viniendo así a legitimar la loca aspiración de un pontífice de esta escuela, que al despedirse un día de sus alumnos, pronunció estas impías palabras: «mañana haremos a Dios». Los seres no han sido creados por Dios de la nada, sino son partes de la misma divinidad que los contiene formalmente, como la fuente contiene el arroyo que de ella sale, de modo que todos los seres son de naturaleza divina, y divinos los llama esta desatentada escuela. Pero no basta indicar algunos de los absurdos que profesa el Kraussismo: yo quiero demostrároslos con las palabras mismas de los doctores de esta desdichada escuela, para que no aparezcan como declamaciones, lo que no han sido más que ligeros pero verídicos anuncios de algunos de sus errores. Para ello prestadme por poco tiempo vuestra benévola atención, mientras expongo algunos de los conceptos fundamentales de esta escuela, ya que un análisis y exposición completa no caben en los límites de un discurso. Antes me habéis de permitir unas ligerísimas indicaciones sobre el origen y modo de su propagación. Más de cincuenta años iban pasados desde que Krausse había escrito sus Lecturas sobre el sistema de la Filosofía, La Filosofía de la historia, y varios opúsculos en que se completa la exposición de su mal encubierto panteísmo, y ni en Alemania, ni en Bélgica, donde ya le enseñaba Ahrens, ni en el resto de Europa llamaba la atención, hasta que a la corte de Luis Felipe se le ocurrió para su daño llamar a este a Francia, para explicar un curso de filosofía, que le dio a conocer, en cuya época se inició en sus doctrinas nuestro compatricio Balmes, que tan bien las refuta en su filosofía elemental. Después otro profesor de la universidad libre de Bruselas, Tiberghuien publicó otro curso de Filosofía en París bajo el mismo plan e idea, que empezó desde entonces a tener algunos aunque no muchos [11] prosélitos. De la bondad de este sistema puede juzgarse por los medios que para propagarlo emplean sus doctores. No le exponen de una manera clara y a la luz del día, ni buscan la discusión de sus principios para que brille más su verdad: cual los reptiles venenosos aman la oscuridad, y sólo por una misteriosa iniciación admiten a la enseñanza a aquellos que consideran más dispuestos a recibirla; siendo de notar que esta disposición es mayor cuanto más se va perdiéndo la fe en las doctrinas católicas, como demuestra el siguiente hecho. No hace más de tres años se inició en esta escuela un joven doctor, en quien las creencias cristianas estaban sostenidas por aprovechados estudios teológicos que había hecho. Al poco tiempo un amigo le preguntaba cómo estaba respecto a fe, y le contestó: «por hoy ni soy católico ni Kraussista, permanezco indiferente y en situación expectante». No mucho después, yo le vi celebrar con entusiasmo la que él llamaba la más luminosa y sublime explicación de un doctor Kraussista sobre el concepto muerte, ¿Queréis saber cuál era en resumen la explicación que tanto entusiasmo le causara? Pues fue, yo se lo oí con horror, que el maestro había demostrado con toda claridad, «que la muerte del hombre es como la del perro», «mors hominis sicut mors canis» son las mismas palabras que él pronunció. El que antes era indiferente, venía de escuchar una de esas lecciones secretas de la sibila del Kraussismo español.

Juzgad ahora si la filosofía que así se enseña, y que cual los malhechores ama la oscuridad y no se atreve a presentar en público, y tales efectos produce respecto a la fe, deberá ser rechazada por quien halle consuelo en las creencias católicas.

Pero no basta esto: yo he acusado al racionalismo germánico moderno de panteísta y aun ateo, y quiero demostrarlo fundado de esta acusación con palabras de sus mismos y más genuinos expositores, que lo son sin duda Krausse y sus aventajados discípulos Ahrens y Tiberghuien, catedráticos ambos de la universidad libre de Bruselas, y el que ha tenido la poco envidiable gloria de haberlo introducido en [12] España. Oid sino cómo se expresa Krausse en su Filosofía de la historia respecto de Dios: «El pensamiento de un ser infinito y absoluto, dice, es también el de un ser que es todo lo que es o existe; por que si pudiera pensarse en alguna cosa que no fuese el ser infinito y absoluto, este ser no sería absoluto, ni infinito, ni infinito absoluto, ni absoluto infinito. No sería absoluto, por que no sería todo ser, o el ser de toda cosa, como quiera que habría algo fuera de él, aunque este algo estuviese en relación con él. Pues aquel objeto fuera del cual hay otro, no es todo... Por la misma razón dicho ser no sería infinito, sino finito, porque estaría limitado por el ser que se pensara fuera de él. Por tanto el pensamiento de un ser infinito y absoluto, supone necesariamente que este ser uno e infinito, es todo lo que existe, que es el ser de cada uno de los seres finitos, que están en él, y la esencia de sus esencias». Ya veis que según estas palabras no hay más esencia que la del ser infinito que contiene a los demás seres, y es la esencia de sus esencias. Y no creáis que aquí se dice que el ser infinito contiene todos los demás seres y es esencia de sus esencias, porque es causa de ellos, y por que tiene la virtud de producir de una manera mucho más eminente todos sus efectos, como enseña la filosofía católica; no es eso: los seres y el mundo son según este sistema determinaciones interiores de la misma esencia de Dios, y parte de esta misma. Oidlo sino de boca de Ahrens, de Tiberghuien, y del corifeo de Kraussismo en España. El primero en su Curso de filosofía dice expresamente estas palabras: «Dios en cuanto espíritu es pensamiento, sentimiento y voluntad; en cuanto naturaleza, es la luz, el calor, la atracción &. &.; pero Dios es más aún, es la unidad e identidad del pensamiento y de la luz». Su imitador y expositor en España se expresa así en su Sistema de la Filosofía: «Nosotros tenemos la palabra Dios para significar el ser por todo concepto de ser, el ser de toda y absoluta realidad. La idea primera de existencia sólo la tenemos y concebimos de Dios, el real absoluto, y no abstractamente fuera o sobre Dios, y esta existencia contiene todos los modos de [13] existir (como una existencia contentiva, no exclusiva).» Fuera del ser Dios nada queda que ser, ni lo pensamos. Estas palabras expresan exactamente el mismo principio en que funda Espinosa en panteísmo, a saber, «que fuera de Dios no puede pensarse sustancia ninguna». Y como si no estuviera expresado con bastante claridad este pensamiento, el Kraussista español añade (en la página 424) «Dios es el todo de todos los seres particulares, el totalmente todo, absolutamente todo». Pero aún es más explícito y claro en las fórmulas panteístas Tiberghuien. En el Compendio de Filosofía moral (pág. 48) dice, «L' Etre un, infini et absolu á tous égards, ne peut donc être concu que comme étant en même temps tout ce qui est, tout être, toute propriété ou toute essence. Il est donc logiquement impossible, ou il est contradictoire, de former dans l’esprit la notion de Dieu, sans affirmer en même temps, comme contenu de cette notion, que Dieu est aussi tout ce qui est.» Parecía que ya no se podía expresar con más claridad y desenfado el panteísmo, y sin embargo el discípulo predilecto de Krausse en lo que él titula Doctrina del mundo (pág. 58-59) a vuelta de protestas de que el mundo es distinto de Dios, hace la siguiente declaración: «Como es imposible concebir nada fuera de Dios, sin negar el ser uno, infinito, y absoluto, el mando no puede menos de existir en Dios. La esencia del mundo está pues contenida en la esencia divina, o en la esencia una y entera»... Y para excluir hasta la posibilidad de que esto se entienda de una manera virtual y eminente, que es como Dios contiene todas las cosas según la filosofía cristiana, Tiberghuien, tomándolo de su maestro Krausse asegura que el mundo y todo cuanto existe son determinaciones interiores de la esencia misma de Dios. Así lo dice terminantemente en la parte de su Compendio de Filosofía Moral, que titula Doctrina del mundo (pág. 59): «La oposición que existe entre Dios y el mundo, dice, es una oposición subordinativa, como la de lo infinito, y lo infinito del todo y la parte, no una oposición coordinativa, como la de dos géneros diferentes, o de dos partes comparadas entre sí. El mundo pues, no es [14] otro para Dios, puesto al lado de Dios, ni fuera de Dios, sino una determinación interior de la esencia divina. El mundo pues no es opuesto a la esencia entera, sino que está en la esencia divina... De donde se sigue Dios no solamente es la razón del mundo, puesto que le contiene, sino que es además la causa del mundo, y de todos los seres, en tanto que los determina según su propia esencia, que es la esencia una y entera.» Es imposible expresar de una manera más clara los principios del panteísmo, que consiste en no admitir más que una sola esencia, o sustancia, y no se concibe que el que tales conceptos expresa diga que «la verdadera doctrina de Dios no es el panteísmo, la divinización de todas las cosas, la confusión de Dios con el mundo, del ser infinito con los seres finitos, puesto que el mundo bajo alguna relación no es Dios». Cierto, que no es esta la verdadera doctrina de Dios; pero ¿lo puede afirmar Tiberghuien sin contradecirse, y sin demostrar que no tiene el valor de sus convicciones? ¿Es por ventura divisible la esencia simplicísima de Dios, para que el mundo pueda ser «parte de la esencia divina» como afirma Tiberghuien, para que así pueda decir que «el mundo bajo alguna relación no es Dios»? Si bajo alguna relación el mundo no es Dios, bajo otras sí lo es, y así lo afirman los modernos panenteístas, contra las leyes del sentido común y los más obvios principios de la Metafísica, que establecen que «una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo». Sólo anulando este principio, o haciendo compuesta la esencia divina podría ser cierto que el mundo bajo alguna relación es Dios, aunque no lo sea bajo otras. Semejante absurdo además de estar en contradicción con la recta razón pugna con la doctrina católica, que enseña que la esencia de Dios es una, simple, e indivisible.

Sin embargo esta escuela rechaza el dictado de panteísta, llamándose panenteísta, como si en esto hubiera alguna variación esencial. Pero no la hay: Panenteísmo quiere decir «todo un solo Dios, o todo en Dios». En este último sentido lo entiende la escuela germánica, que llama a Dios el [15] continente universal; pero a la vez diciendo que lo causante y causado son de una misma naturaleza, y que el mundo es de la esencia misma de Dios, y por otra parte que Dios es el real absoluto, la esencia una y entera, el totalmente todo, cae por completo en un panteísmo místico como el de los indios, a quienes parece haber imitado, ya que no copiado. Por que si se exceptúa la palabra panenteísmo, y que el germánico racionalista dice Dios, o el Ser, y los indios Bracm, la fórmula de exposición apenas varía nada entra unos y otros; siendo de notar que la aparición de estas famosas teorías coincide precisamente con la de las traducciones de los Vedas hechas modernamente. Oid cómo se expresa el Ezour Vedam, o antiguo comentario de los Vedas, y veréis si es fundado lo que acabo de decir. «Bracm, dicen los Vedas, es quien es: se revela en la alegría y en la felicidad. El mundo es su nombre y su imagen. Sólo él existe realmente: en sí lo comprende todo, y de todos los fenómenos es causa. No conoce los límites del tiempo ni del espacio; no parece: es alma del mundo y de todo ser en particular. Este universo es Bracm, emana de Bracm, subsiste en Bracm, y volverá a Bracm... Bracm es la forma de la ciencia, y la forma de los mundos infinitos. En él todos los mundos no constituyen más que uno solo, pues todos existen por su voluntad; voluntad innata en todas las cosas, que se manifiesta en la creación, en la destrucción, en el movimiento, y en la forma del tiempo y del espacio». Ahora bien si en vez de alma del mundo decimos esencia del mundo, en lo que no hay variación esencial, ¿qué diferencia hay entre la proposición de los Vedas «Bracm es el alma del mundo y de todos los seres en particular», y esta otra de Krausse y Tiberghien «Dios es la esencia del mundo y de todos los seres» o de esta otra, «Dios es el todo de todos los seres particulares», con que expresa al mismo pensamiento el Kraussista español?

Y si la fórmula de los Vedas es panteística, como nadie lo niega, ¿cómo puede no serlo la de los Krausistas, siendo idéntica en el contenido? Por eso acuden en vano al [16] subterfugio de llamar a su sistema panenteísmo. Examinado en el fondo, es panteísmo puro.

Y aún es más, por que la palabra panenteísmo no es otra cosa que un velo para encubrir el desconsolador ateísmo que profesa esta escuela. Si se pregunta a un Kraussista, si real y verdaderamente existe Dios, escuchad lo que contesta, son palabras de Tiberghuien que se hace a sí mismo esta pregunta (Esquisse de Filosophie morale, pág. 49): «Este pensamiento el Ser, o Dios, ¿tiene un valor objetivo? Existe realmente en sí como lo pensamos, ¿o no tiene más existencia que como pensado en nuestro espíritu? Esto es lo que no podemos demostrar, por que yo no puedo salir de mí mismo para verificar su valor». Como veis la contestación es poco satisfactoria. Hasta aquí ha sido cierto que «las obras del firmamento anuncian la mano de Dios», y que «invisibilia Dei per ea quae facta sunt, intellecta conspiciuntur, necnon, ut concipi possit». En la moderna filosofía de Krausse todo ha cambiado. Siendo indemostrable la existencia de Dios, esta, dicen, sólo puede constarnos por intuición, así es que Krausse y sus discípulos no dudan en decir que la conciencia científica conoce a Dios intuitivamente. Pero como esto es completamente falso, por que nuestra conciencia nos dice que no vemos a Dios en su propia esencia, que el verle facie ad faciem es nuestra suprema esperanza para la otra vida, resulta que no constándonos según esta escuela la existencia de Dios por la vía discursiva, y siendo falso por otra parte que nos conste por intuición inmediata, dicha existencia de manera ninguna nos consta, lo cual, como se ve es una manera indirecta de negarla, ocultando sin embargo el llamarse ateo, que es el nombre que corresponde a este sistema.

Donde con más claridad resalta el ateísmo de esta escuela, es al examinar lo que al fin entiende por Dios. Kant su primer inspirador, desarrollando las diferentes formas que encontró en su yo, llegó hasta la idea de Dios que halló en su propio espíritu, reduciéndola por tanto a una exigencia de la razón especulativa, que necesita de esta idea [17] para dar unidad sistemática a sus discursos, pero sin pretender, por que según él no se puede demostrar, que la realidad de las cosas esté conforme con ellos.

Por el mismo procedimiento, empezando Fichte por suyo, que no es el que cada cual afirma de sí mismo, sino un yo trascendental formado por la conciencia científica, un yo separado por la abstracción de toda cosa, y aun de todo pensamiento, dice que en él sólo hay una actividad pura sin objeto a que referirse. Entrando luego en acción se puso a sí mismo, y después puso al no yo, esto es, a todas las existencias reales y posibles, y por último puso, que aquí equivale a creo, el Dios de su sistema. Como se ve en él Dios no es el ser que existe por sí, sino la última posición del yo. Pero como esto es pura fantasmagoría, por que nuestro yo real nada crea, que no haría poco con comprender lo creado, resulta que el Dios de Fichte es un puro ente de razón sin existencia real. En el propio absurdo cae Schelling, sin más diferencia que llamar lo absoluto, a lo que llama Fichte yo particular. De estos sistemas, y en especial del de Schelling, decía Hegel, su discípulo y continuador, que era puramente poético, pero que no tenía más realidad que la poesía. Mas Hegel a su vez viene a parar a iguales consecuencias. Llamó idea a lo absoluto de Schelling, y desarrollo dialéctico a la evolución perpetua y progresiva de esta idea, que siendo un término medio entre el ser y la nada, empieza espontáneamente su desarrollo, y desenvolviendo su idea, crea desde el átomo hasta el hombre donde dice yo: aquí empieza una nueva serie de evoluciones históricas, de que sale la humanidad cada vez más perfecta en todas las esferas de su vida, hasta que llegue al ideal de su perfección, que es cuando se convertirá en Dios o, como dice Hegel, «Dios será hecho en la humanidad mediante este progreso continuo en el fin de los tiempos». ¿Necesitaré decir que este no es el Dios personal, ser eterno, omnipotente, criador del cielo y de la tierra?

Ahora bien: visto lo que estas escuelas entienden por Dios, sabéis ya lo que entienden los Kraussistas, que no [18] hacen mas que comentar a Hegel. Ved sino lo que dice Krausse en sus lecciones: «En la admisión del principio, estoy de acuerdo con Schelling y Hegel... Lo que en el sistema de estos se llama, no con exactitud, intuición intelectual, yo lo llamo conocimiento de Dios, visión del ser.» (Inder annahme der Gunderkesiutniss, stimme iclimit Scheling, un Hegel so wie mit iiberein. Das was in den beiden ersteren Sistemen intelectuel Auschanurg nicht passend genannt wurde, neume ich die Erkenut misse Gottes, de Schanung Gottes, oder die Wessenschaung). Ved ahora lo que es este Ser, cuya visión o intuición es para Krausse el principio de la ciencia. (Lecciones, pág. 168): «El Ser es pensado de suerte que fuera de él nada existe y es pensado, como él su fundamento absoluto de Razón, Naturaleza y Humanidad. Fuera del ser infinito y absoluto no puede ser pensada ni aun la cosa más mínima». De modo que resulta que Dios es para Krausse todo lo que es; concepto panteísta que destruye la idea misma de Dios.

Sus discípulos son aún más explícitos: Ahrens (Curso de Filosofía, tomo III, pág. 168) llama a Dios «la universalidad de la existencia o el todo completo y absoluto»; Tiberghien repite la misma idea diciendo, (Esquisse, pág. 48): «No podemos pensar al Ser uno y entero, sin pensarle como siendo la existencia infinita y absoluta». Ahora para apreciar esta existencia infinita y absoluta, esta universalidad de la existencia, como dice Ahrens, oid a un discípulo de Hegel, resumiendo la fórmula del panteísmo de su maestro, que es también la de Krausse: «Sin los individuos que realizan la existencia universal, esta no es más que una mera abstracción.» Ahí veis lo que es en último término el Dios de este sistema, una pura abstracción, la nada. Con razón decía Laforet: «El Dios de Tiberghien no es más que una abstracción quimérica, una palabra vacía de sentido, y nada más; y así su panteísmo, visto de cerca, es ateísmo puro.» De este sistema podemos afirmar lo que del de Vacherot, decía el ilustre Gratry: «Tu doctrina es el ateísmo más la [19] mentira, porque pronuncias el nombre de Dios, y bajo este nombre sólo expresas la nada.»

He llegado al término de mi propósito, que era señalar el peligro que existe en algunas tendencias de los estudios filosóficos modernos.

Jóvenes alumnos, vosotros de quienes es el porvenir de la patria, cuya gloria científica estáis llamados a conservar y aumentar; cuando con el corazón abierto a la esperanza, y con el generoso afán de grandes empresas, a que os impulsa vuestra propia lozana vitalidad, os lancéis en el difícil camino de la ciencia, hacedlo con fe, porque la poca filosofía mata tanto como la mucha ilustra y fortalece el alma; pero no os olvidéis de que el principio de la sabiduría es el temor y por consiguiente, la creencia en Dios. Vosotros, queridos alumnos, que al despediros de vuestros amados padres habéis cada cual oído de sus labios esta religiosa recomendación: «se buen cristiano», y que al apartaros de vuestras tiernas madres, las dejáis en oración, pidiendo a Dios que os sea propicio y os ayude; tened bien presente que el racionalismo germánico de la escuela de Krausse aleja a Dios del mundo, secando en el corazón del hombre hasta el germen de la fe y de la esperanza.

He dicho.

 
Transcripción, respetando la grafía de los nombres, del opúsculo de 19 páginas, cuya reproducción en fotocopia nos ha sido facilitada amablemente por la Biblioteca Pública de Albacete, que lo conserva como documento A.378-UNI.7.mem.(7) (olim 43-1-21).

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