Filosofía en español 
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Teodoro Elmore Letts

Dos palabras

Chocano insultó vilmente a mi hermano Edwin Elmore, por teléfono, diciéndole que era hijo del «traidor de Arica». Motivo determinante de esta actitud incalificable fue un artículo que mi hermano mandó a La Crónica, que este periódico no publicó, y de cuyo contenido se enteró Chocano en la redacción. Véase si en este escrito se encuentran los «insultos soeces» a que se refiere Chocano.

Mi hermano no pudo ni contestar el insulto telefónico, porque Chocano le colgó inmediatamente el fono. Escribió entonces la carta abierta que llevaba a El Comercio, presentándose pocos instantes después Chocano en la misma imprenta. Mi hermano al verle lo agredió a puñadas. Chocano, sin intentar defenderse, no obstante su notoria corpulencia, sacó un revólver, y cuando ya Edwin se había retirado a tres metros de distancia con las manos en alto, tratando de esquivar el tiro, Chocano apuntó y disparó. [74] La declaración de testigos presenciales, entre ellos el doctor Antonio Miró Quesada, director de El Comercio, ha permitido reconstruir la escena.

La premeditación del crimen ha quedado perfectamente comprobada con la monstruosa carta que Chocano envió por correo expreso a las cuatro de la tarde, una hora antes del crimen, carta escrita de puño y letra de Chocano, que éste ha reconocido en su contenido y firma y que fue recibida por la esposa de Edwin en el mismo momento en que se le daba la noticia de que su esposo estaba herido. –Chocano llevaba un enorme revólver en el bolsillo, no obstante de que iba de visita donde el Presidente de la República (según dice) vestido con terno de jaquet.

La vil calumnia de Arica, que repite varias veces en su carta el criminal, quedó perfectamente esclarecida en su época con muchos testimonios y documentos concluyentes, entre ellos los del anexo número 4, y sólo gente muy ruin puede recordar esa infamia cuarenta años después, cuando la víctima, mi padre, don Teodoro Elmore, ha muerto rodeado de la aureola de sus esfuerzos patrióticos condensados en infinidad de instituciones y publicaciones, y del cariño de todos los que recibieron sus lecciones en el Colegio de Guadalupe, en la Escuela de Ingenieros [75] y en la Facultad de Ciencias, después de más de veinte años de que los tacneños de la Voz del Sur le pidieron su retrato para establecer una galería de peruanos ilustres, y cuando el Estado le ha reconocido, aunque no remunerado, sus valiosos servicios y la sociedad lo ha tenido en su aprecio.

Después del crimen, Chocano persiste en su obra de difamación. Secundado por gentes infames, redacta en su alojamiento del Hospital Militar, alterando datos y documentos, nuevos relatos calumniosos contra la inmaculada memoria del padre de su víctima. Preparo, por mi parte, una publicación completa y documentada acerca de la conducta ejemplar y heroica de mi padre en Arica.

Como al presentarse en el proceso criminal el artículo de La Crónica no ha podido descubrirse en él nada injurioso, el autor del crimen ha hecho referencias a injurias vertidas en una conferencia transmitida por radio. Léase esa conferencia y se constará que tampoco ahí hubo tales injurias. El director artístico de la estación A. O. X., señor Antonio Garland Sánchez, ha declarado asimismo que sólo hubo crítica ideológica.

También le ha hecho el criminal a Edwin la imputación calumniosa de «derrotismo». Esta es otra infamia. Edwin colaboró siempre con nuestro [76] padre en sus empeños y publicaciones patrióticas. Sólo que no hizo de su patriotismo una industria.

Es cuanto conviene decir por el momento para que se aprecie la enormidad del delito. Puesto el criminal en manos de la justicia me abstengo de mayores comentarios y calificativos. Me limito a lo estrictamente indispensable en defensa de la memoria de mi hermano y de mi padre. Hay que esperar solamente que la acción de la justicia será inexorable.

T. Elmore Letts

Lima, noviembre de 1925


Poetas y bufones. Polémica Vasconcelos-Chocano. El asesinato de Edwin Elmore
Agencia Mundial de Librería, Madrid 1926, páginas 73-76.