Filosofía en español 
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Portada Congreso Cinematografía

 
Hacia un Congreso Hispanoamericano de Cinematografía

Exposición, juicios y adhesiones formuladas con relación a la propuesta de D. Fernando Viola aprobada en el II Congreso Nacional del Comercio Español de Ultramar

Mundo Literario · Madrid, 1930

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[ Opúsculo de 48 páginas más cubiertas, de 120×180 mm ]

[cubierta] “Hacia un Congreso Hispanoamericano de Cinematografía | Exposición, juicios y adhesiones formuladas con relación a la propuesta de D. Fernando Viola aprobada en el II Congreso Nacional del Comercio Español de Ultramar | Mundo Literario | Madrid, 1930”. [1] portada = cubierta. [2] “Es propiedad. Queda hecho el depósito que prescribe la ley”. [3] Nota de Mundo Literario. [4] “Para todo lo relacionado con el Congreso Hispanoamericano de Cinematografía pueden dirigirse a la Secretaría general del mismo, calle del Barco, número 2, segundo. Madrid.” [5-10] “Exposición” - “Bases” - “Comité organizador”. [11-22] “Antecedentes del Congreso” - J. Francos Rodríguez: “Esfuerzo necesario. La lengua española y el iberoamericanismo” - “Conferencia dada por radio el día 18 de marzo de 1930, en la que D. Fernando Viola…”. [23-40] “Opiniones expuestas acerca de las ventajas y oportunidad del Congreso, por ilustres representantes del Cuerpo diplomático de Hispanoamérica acreditados en Madrid”. [41-48] “Otras valiosas opiniones”. [contracubierta] “Hijos de T. Minuesa. Juanelo, 19, Madrid.”


[ Nota de Mundo Literario ]

Mundo Literario se enorgullece de tener en su historia el alto honor de editar este folleto, que condensa la hermosa idea de don Fernando Viola, y para la que quiere los más amplios horizontes de América y España.

Mundo Literario ruega encarecidamente a todos los intelectuales de habla española presten su fervorosa adhesión y enorme poder a un desarrollo amplio de nuestra cultura, que tendrá en el cinema la más alta cátedra, por la cual podrá llegar a grandes masas la verdadera comprensión del hispanoamericanismo práctico, que la actual generación debe establecer sobre las bases inconmovibles que han de gobernar decididamente en el mundo: Economía y Arte.

Mundo Literario

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Exposición

El mundo futuro será del país que disponga del cetro del Cinema. Comprendiéndolo así, Rusia y Norteamérica utilizan las nuevas armas del celuloide para conquistar a la nueva Humanidad, toda hecha de masas y colectividades, que necesitan de instrumentos colectivos y de mayorías. No se ha conocido otro medio de difusión tan formidable y decisivo como el que, representan las pantallas cinematográficas, catecismos de una nueva moral y de una psicología que penetra fácilmente en las muchedumbres, infundiéndolas creencias y hábitos distintos a los peculiares de cada pueblo.

Diversos motivos impiden la influencia de la producción soviética fuera de Rusia; pero la norteamericana ha conquistado los mercados del Planeta. En especial, los países de cultura española son los únicos que se dejan penetrar sin resistencia. (Todos los países civilizados oponen a la invasión yanqui una producción nacional considerable. Todos, menos España y América.) La influencia del cine estadounidense mudo era ya muy importante. Los usos y costumbres registrados en los films influían en alto grado sobre los países de Hispanoamérica. En cualquier pueblo de España o de las Repúblicas americanas se ha hecho popular el Broadway, los ranchos del Far West y las bodas protestantes. Se desconoce, en cambio, la Castellana madrileña o la Avenida de Mayo bonaerense, el cortijo andaluz y el rito matrimonial respectivo. La fama de Tom Mix ha eclipsado a la de Hernán Cortés, y Douglas Fairbanks es más popular que el Cid Campeador. Hollywood ha llegado a ser la meta de las ilusiones juveniles de la raza. El cinema y el “jazz-band” transformaron radicalmente la psicología de la nueva generación hispánica.

Pero la influencia del cine mudo ha sido decisivamente subrayada por la innovación del film parlante. No bastaba la norteamericanización en lo que respecta al modo de ver y sentir la vida actual. Se pretende que la lengua inglesa sea hablada por todos: la sajonización de los pueblos. Convertirnos en colonias feudatarias. Hispanoamérica, la raza del Cid, Cervantes, Bolívar y San Martín, tiene imprescindible necesidad de resistir a esa fuerza arrolladora, de no dejarse morir invadida por el protestantismo, el desenfreno imperialista y las leyes puritanas del país de los rascacielos. De no ver impasible la desaparición de nuestra hermosa lengua, que resonó un día en todos los ámbitos de la Tierra como un clarín de triunfo, avasallada por el inglés gangoso del pueblo de Monroe. Y la única resistencia que cabe ha de ser desarrollada con armas iguales. Oponiendo al cine el cine. Creando una producción y una industria cinematográfica de igual o aproximada potencia que la norteamericana. En el orgullo de la indiscutible supremacía tiene el poderoso cinema yanqui su lado vulnerable. En su misma intención de imponer el idioma inglés. El desconocimiento del lenguaje le cierra automáticamente las puertas de gran número de mercados y le aísla de la comprensión de las masas. El film parlante español tiene un inmenso mercado, y su advenimiento es cada día más próximo y necesario.

La atención mundial –nerviosamente– se concentra en torno a la futura producción española, concediéndola, de antemano, un significado dentro del Cinema, análogo al de nuestro Arte y Literatura en el Arte y la Literatura universal. Como algo vigoroso y lleno de hondo sentido realista y humano.

Las pantallas, que hoy pronuncian el inglés, deben hablar español. Es una cuestión de vida o muerte para la Raza que descubrió América. Que amplió hasta el infinito las posibilidades de la Humanidad.

Y como, además, la producción cinematográfica no es solamente una empresa romántica, sino que ofrece perspectivas ilimitadas de saneado negocio, nada se opone a que las actividades de los pueblos de habla española se encaucen en un sendero de competencia y franca lucha con las opulentas Empresas norteamericanas.

Con el mínimo esfuerzo, por no carecer de elemento alguno comparable a los utilizados en los Estados Unidos, la industria cinematográfica hispanoamericana puede llegar en plazo breve a enseñorearse de los principales mercados del Mundo.

Estas razones nos mueven a impulsar –con el mayor ardimiento– la celebración de un Congreso Hispanoamericano de Cinematografía, en el que puedan establecerse las bases de una colaboración económico-artística entre España y las Repúblicas hermanas de América y crear una industria de producción de películas mudas y parlantes que pregonen por el Planeta los usos, costumbres e idioma de los países de cultura española, con arreglo a las siguientes bases de discusión, ampliadas por las sugeridas en el transcurso del Congreso:

Bases

I. Protección de los Gobiernos de cada país a la industria nacional cinematográfica respectiva. Fundamentos generales en que habrá de apoyarse la petición proteccionista.

II. Intercambio entre España y las Repúblicas centro y sudamericanas de Noticiarios y Actualidades mudas y parlantes; de bandas documentales, turísticas y educativas.

III. Conseguir de los Estados la imposición obligatoria a las Casas y representaciones norteamericanas de Noticiarios sonoros y mudos hispanoamericanos, como también de bandas documentales sobre la vida y costumbres más típicas de todos los países de cultura española, para evitar el absurdo falseamiento de que se nos hace víctima en tal aspecto.

IV. Acuerdo de represalias generales contra la Casa extranjera editora de cualquier film que se juzgue lesivo para los intereses de los pueblos de habla española, que ofenda y ataque sus creencias y que falsifique sus costumbres y su historia.

V. Impedir el incremento de la producción sonora en español realizada en estudios extranjeros, preferentemente en Hollywood por estar fuera del control y censura que conviene. Lograr que en Norteamérica no se produzcan talkies en español; siempre mediatizados por las peculiares maneras que tienen los yanquis de concebir y desarrollar los asuntos de ambiente hispano.

VI. Creación de Comités en España y América encargados de fomentar y exhibir el Cinema cultural y educativo que se juzgue necesario para la defensa de nuestros intereses.

VII. Procurar la fusión de Entidades capitalistas hispanoamericanas y lograr la creación de una Empresa.

VIII. Crear Institutos de Enseñanzas Cinematográficas en Madrid, La Habana, México y Buenos Aires, patrocinados y controlados por los Gobiernos respectivos.

IX. Estudiar la fórmula conveniente para que el Estado obligue a las Empresas de Cinemas a incluir en el metraje total de la temporada un tanto por ciento de producción nacional. Preferentemente en forma de Noticiarios y films documentales y turísticos.

X. Inclusión en el Congreso de representantes del mundo sefardí o judeo español.

XI. Estudio completo de los derechos de Aduanas en todos los países concurrentes al Congreso para unificarlos en lo posible, y posibilidad de derogación de dichos derechos para películas producidas en países de habla hispana.

XII. Corrección del idioma en los títulos de las películas.

Comité organizador

El Comité encargado de realizar el Congreso Hispanoamericano de Cinematografía ha quedado constituido en la siguiente forma:

Presidente:
Excmo. Sr. D. José Francos Rodríguez.

Secretario:
Don Fernando Viola y Sánchez.

Vocales:
Don Fernando G. Mantilla.
Don Pablo Abril de Vivero.
Don Manuel Viola y Sánchez.
Don Antonio Barbero.
Don Francisco Burgos Lecea.
Don José Val del Omar.
Don Rodolfo Gil (Gil Benumeya).
Don José L. Benito.
Sr. Marqués de Navarrés.

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Antecedentes del Congreso

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Esfuerzo necesario

La lengua española y el iberoamericanismo{1}

Hace poco tiempo que un orador cultísimo y autorizado, D. Augusto Barcia, afirmó, coincidiendo con pareceres generales, la conveniencia de mantener en España comunidad mundial con los pueblos americanos, a los cuales nos ligan identidades de lengua, sentimientos y costumbres. Se persigue, en efecto, con afán vivo tal propósito, y de él dan señales continuas y expresivas pormenores que merecen reflexión, estudio, análisis independientes y, sobre todo, acciones enérgicas; por eso nos parecen muy bien los propósitos encaminados a celebrar Congresos, Juntas o sencillas reuniones donde se concierten con los españoles representantes de las veinte naciones que entraron en la cultura universal por la puerta que nosotros les franqueamos. En 1900, antes de empezar el siglo XX, reunióse en Madrid una Asamblea de tal índole, aurora del espléndido día contemplado en los actuales. De ella guardamos gratísima y ejemplar memoria.

Figuraron en el Congreso de entonces: por la Argentina, Pelegrini, ex presidente de la República, y Emilio Mitre, director de La Nación, de Buenos Aires; por Chile, Alberto Blest; por Méjico, Justo Sierra, Manuel Iturbe y Francisco Icaza; por Perú, Alejandro Deustua y Eduardo Lemoke; por Guatemala, José María Carrera; por Colombia, Julio Bethancour; por Ecuador, Leónidas Pallarés; por El Salvador, Pérez Triana; por el Paraguay, Eusebio Machain, tomando además parte en las tareas de tan destacada reunión Rubén Darío, Héctor Varela, Julio Calcaño y Alonso Criado. La muerte se llevó, en gran parte, a quienes hace treinta y un años nos honraron con su visita, iniciando el período actual, donde continúan siendo esperanzas algunos propósitos merecedores de positiva efectividad.

Por lo mismo, me ilusionan cuantas Asambleas se conciertan sólidamente, y supe con alegría que, entre otras disposiciones acertadísimas, se propuso en el II Congreso Nacional del Comercio Español, reunido en Sevilla, convocar a un Certamen hispanoamericano de cinematografía, aduciendo algunas razones para demostrar su necesidad. Una amplia política –se decía– ha de practicarse entre los países de abolengo hispánico y su antigua metrópoli, y no será completa, a pesar de los esfuerzos que se realicen en su apoyo, si no se incluye un estudio que suprima casi en absoluto el impuesto de entrada a las películas hispanoamericanas en España, y a las de ésta en las diferentes Repúblicas filiales. Si entre todos no se forman Empresas potentes capaces de desarrollar en los países mencionados entidades comerciales de producción, distribución e intercambio de películas, que puedan ser un poderoso tope, tan poderoso como la competencia norteamericana, a la que tiene que contrarrestar por completo si ha de lograrse un éxito feliz, quedaremos en trance difícil y de consecuencias endiosas.

Creí muy interesante el tema, y, convencido de su trascendente utilidad, me atrevo a formular mi voto en pro de tal idea, mirando sólo a cuanto se refiere al idioma, contra el que constantemente se dirigen muchos ataques. Aunque se mirase tan sólo a los intereses materiales, urgiría vigilar, atender cuanto atañe al cinematógrafo, de poder difundido por todo el mundo y cuya significación se acrecienta día por día en cuantos pasan. Además basta sólo tener en cuenta lo concerniente a la lengua castellana para apoyar lo que requiere su defensa, empleando procedimientos puestos en nuestras manos y cuya oportunidad y urgencia son indiscutibles.

“Donde decae el idioma decae el espíritu nacional”, afirmó Valera. “La lengua –dijo Olózaga– es la historia de la Patria, el testimonio vivo de las naciones que le han poblado, la preponderancia de ciertas razas, las modificaciones hechas por otras, el depósito de las tradiciones de todas ellas, el tesoro de las ideas acumuladas por ellas.” Pueden multiplicarse testimonios excelsos como los apuntados para convenir en la precisión de precaver al idioma español de cuantos peligros le acosan. Ese fue el punto culminante que nos empujó a los que vimos con simpatía la propuesta del Sr. Viola, pero se pueden añadir otras varias consideraciones, aplaudiendo la iniciativa de reunir un Congreso cinematográfico, al cual concurran quienes tienen por lengua la española, y además los que se sientan ligados a ella por devoción inquebrantable, robustecida por afanes manifiestos con el fin de borrarla.

Además, la Asamblea proyectada atendería a cuantas inquietudes provoca el cinematógrafo, examinando también el aspecto económico de la cuestión, pidiendo el contacto íntimo de España con naciones de origen hispánico, para conseguir, según advertimos reiteradamente desde estas columnas, estrechamiento inaplazable entre pueblos llamados a formar un círculo de naciones unidas. En la agitación presente, dominadora en absoluto de todos los ánimos, interesa mucho lo relacionado con el cinematógrafo. Con rapidez va ganando el cine la atención pública; somos infinitos los que antes mirábamos indiferentemente sus avances; pero en la actualidad reconocemos su absorbente influjo, el desmedido y avasallador poder de su fuerza, por lo cual creemos muy puesto en razón que se concierten elementos afines para disfrutar de las ventajas obtenidas por su desarrollo.

Se trata de encauzar elementos espirituales de gran alcance, y con especialidad de lo relativo al idioma, y notamos por los primeros síntomas la existencia del propósito para lograr con blandura y sencillez el destronamiento del idioma español, que conserva y crea la fraternidad entre quienes por su fortuna lo usan.

Bastan los motivos indicados con el fin de apoyar la propuesta de D. Fernando Viola, y dirigida a los comerciantes hispanoamericanos reunidos en Sevilla. Se necesita vivir de prisa en los actuales tiempos, y es condición indispensable prever contingencias de lo por venir. Por eso, cuantos por capacidad, gusto y aficiones intervengan en la cinematografía piensen en lo que pueden significar sus cambios progresivos, teniendo a la vista, eso sí, como necesaria, la compenetración e inteligencia de cuantos países hablan español. Sus primeros movimientos advertirán a cuantos no los esperan que nos opondremos al despojo, del cual hay señales en renglones escritos y en voces transmitidas; que no han de encontrarnos insensibles o mal dispuestos cuando se exterioricen. Aunque sólo hubiese la razón de amparar la lengua castellana, ésta sólo justificaría el esfuerzo demandado para organizar un Congreso hispanoamericano de cinematografía.

J. Francos Rodríguez.

{1} Artículo de D. José Francos Rodríguez, publicado en ABC el día 29 de enero de 1930.

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Conferencia dada por radio el día 18 de marzo de 1930, en la que D. Fernando Viola, autor del propósito, explica cómo nació en él la idea del Congreso Hispanoamericano de Cinematografía, y las perspectivas que ofrece su celebración

Señores radioyentes: Hace mucho tiempo concebí la idea, aunque en forma embrionaria, de que el cinema español saliera de su estado de postración e inactividad mediante un esfuerzo gigantesco que nos pusiera, internacionalmente, en contacto con los grandes públicos, y de modo especial con los que forman nuestra raza. Pero contenía mis anhelos ante el análisis del asunto, que había estudiado pacientemente, porque me presentaba un cúmulo enorme de dificultades en ese camino si alguna vez me decidía a recorrerlo.

A la terminación de la gran guerra el cine norteamericano se apodera de los mercados mundiales y da fin a las influencias suecas, francesas e italianas que se acusaban en el cine español. Embargado con mi idea, para ver si cristalizaba, en 1927 recogí mis observaciones en un trabajo que abarcaba todos los aspectos del cine –sin olvidar el educativo y escolar–, y con él me fui al Gobierno del general Primo de Rivera, solicitando la creación de un Patronato de Cinematografía española para los siguientes fines:

1.º Para lograr, en lo posible, sin fiscalizaciones ni trabas de ninguna índole, una industria cinematográfica española con organización de conjunto; algo así como una racionalización de la industria, dicho sea a grandes rasgos.

2.º Para organizar un cine escolar.

3.º Para la censura.

4.º Para crear las diferentes industrias complementarias.

5.º Para editar películas-noticiarios de actualidades españolas.

6.º Para acometer la exportación de películas españolas, estableciendo intercambios con el extranjero, pero especialmente con las Repúblicas americanas de nuestro origen.

7.º Para establecer cordiales relaciones con entidades análogas que funcionaran en el extranjero.

8.º Para organizar en breve plazo un Congreso Hispanoamericano de Cinematografía con motivo de la Exposición Ibero-Americana de Sevilla; y

9.º Para crear un Archivo Cinematográfico Nacional y establecer Cinematecas.

No pretendo explicar el alcance y la trascendencia de ninguno de estos puntos porque ello haría muy larga esta conferencia, y no debo abusar de la amabilidad de los señores radioyentes, a más de que estos extremos pueden constituir temas muy interesantes para otras conferencias. De lo que solamente trataré es del que sugiere el número octavo; esto es, del Congreso Hispanoamericano de Cinematografía.

Se pedía la celebración del mismo en la fecha de la Exposición de Sevilla para aprovechar el momento y la estancia en España de muchos elementos comerciales de Hispanoamérica interesados ya en esta industria. Quería yo que, en caso de autorizarse, se procediera por el Patronato a la redacción de un programa-índice y que fuera remitido a todas las naciones interesadas para su estudio y ampliación, si fuese preciso.

En este Congreso, por la especial representación oficial con que acudirían las distintas naciones que tienen como vínculo nuestro idioma y una misma cultura, se podrían tomar acuerdos parecidos a los del Congreso Postal Hispano-Americano y el de la CIANA, pues en el Postal se consiguió para las cartas de nación a nación igual franqueo que para el interior de cada país, y en el de la CIANA que se unificara la legislación sobre los problemas que plantea la aviación.

Los acuerdos del Congreso podrían hacerse, a mi ver, sobre la base de cambiar, en proporción a la importancia de cada país, noticias cinematográficas que podrían constituir en muy poco tiempo un formidable bloque de propaganda hispanoamericana en todo el mundo. Podría estudiarse también una forma para llevar a la práctica grandiosos films sobre la Historia de América que terminaran de una vez y para siempre con la leyenda negra de nuestra colonización, en la que tan interesados debemos estar todos los que tenemos nuestras raíces culturales en esta vieja España; sin perjuicio de mostrar, con todo el realismo y crudeza necesario, cómo es la colonización que se quiere hacer en algunos países de allende el Océano por pueblos que, alardeando de Libertad, se olvidan del innegable e indiscutible derecho que tienen todas las naciones a regirse por las normas y leyes que establezcan, sin presiones extranjeras de ninguna clase.

Esto era, en principio, lo relativo al Congreso Hispanoamericano, y justo es decir que el Gobierno de la Dictadura, que disfrutó de tan amplios poderes, nada hizo sobre este particular, quizás por no merecerle interés una industria que en los Estados Unidos ocupa el segundo lugar por su importancia y el tercero en el orden mundial, según dijo en reciente conferencia el ilustre escritor Blanco Fombona. Lo único que hizo fue autorizar al Patronato de Turismo a enviar unas películas de propaganda de las Exposiciones de Sevilla y Barcelona, que en estos días precisamente se exhiben, en forma casi privada, en Alemania y en algunas Repúblicas hispanoamericanas, según noticias de Prensa que todos hemos leído. Es decir, que se exhiben en una época que ya no es de actualidad: cuando la Exposición Universal de Barcelona solamente es Nacional, y la de Sevilla está próxima a clausurarse...

Hizo también otra cosa la Dictadura o pretendió hacer, sea dicho en honor de la verdad; y fue el Consorcio Cinematográfico, del que no se ha vuelto a hablar.

Como el tiempo transcurría y la aparición del cine sonoro, en vez de aclararlo, enturbiaba el problema cinematográfico español, me decidí a solicitar que esta cuestión del cine constituyera una de las ponencias del II Congreso del Comercio Español en Ultramar, y en él presenté una proposición encaminada a ese objeto. En mis entrevistas con los españoles avecindados en América me reafirmé de la importancia del asunto, y en la discusión a que dio lugar en el salón de sesiones obtuve el fácil, pero señalado triunfo, de que mi propuesta se recogiera como una de las conclusiones del Congreso. Es decir, triunfaba la petición del Congreso Hispanoamericano de Cinematografía, llamado a desarrollar una amplia política de aproximación, así como triunfaba también la idea de que se estudiara la manera de suprimir el impuesto de entrada a las películas hispanoamericanas en España y a las de ésta en las diferentes Repúblicas, y la de implantar Empresas potentes, capaces de desarrollar en todas los países mencionados agrupaciones comerciales de producción, distribución e intercambio de películas que pudieran ser poderoso tope (tan poderoso como la industria norteamericana reclama) para contraponer en el orden material una pujanza y obtener las ventajas que nos da nuestro acervo espiritual. Asimismo se reconoció que España no podrá ofrecer a los mercados mundiales películas de gran espectáculo y envergadura mientras no tenga el apoyo de Hispanoamérica; como tampoco lo podrá hacer ésta si sus películas –que existen– son impedidas de llegar a nosotros por las organizaciones yanquis.

¿Alcanzáis a ver el completo panorama que se presenta ante vuestra vista, señores radioyentes, con enunciar solamente estos acuerdos? ¿No vislumbráis, en ciernes, una Confederación Hispanoamericana de Cinematografía?

Con estas bases comenzaron mis visitas, una vez terminado el Congreso, a los señores Embajadores y Ministros americanos acreditados en Madrid, y no puedo por menos de hacer un altísimo elogio de todos ellos, sin excepción, por sus exquisitas atenciones y porque al dar su uniformidad al citado Congreso en valiosas cartas que poseo han excitado mi fervor por la idea.

México, Ecuador, Panamá, Perú, Cuba, El Salvador, Dominicana, Colombia, Guatemala, Uruguay, Argentina, Chile y Venezuela, representadas por los excelentísimos señores González Martínez, Crespo Ordóñez, Lasso de la Vega, Leguía, García Kohly, Peralta, Cestero, Vélez, Traumann, Fernández Medina, García-Mansilla, Rodríguez Mendoza y Urbaneja, son nombres bien conocidos en nuestro pueblo por sus constantes trabajos de toda índole para estrechar las relaciones de sus respectivos países con su antigua metrópoli, como lo pregonan multitud de hechos, no olvidando el altísimo y ejemplar que han plasmado de forma magnífica y espléndida en la Exposición de Sevilla, donando los edificios construidos para establecer en ellos escuelas y centros donde han de desarrollarse en el futuro grandes enseñanzas que aumentarán en lo posible nuestro conocimiento y nuestra cultura.

También he visitado a los principales escritores españoles e hispanoamericanos, que también han ofrecido darme su opinión sobre este asunto.

Al hablar de escritores, quiero hacer un distingo especial para el ilustre ex Ministro y Presidente de la Asociación de la Prensa, D. José Francos Rodríguez, que desde mi primer visita me abrió sus brazos y su casa y bajo su sabio consejo me tonifiqué para seguir adelante en mi empresa. Y otro para el Sr. Marqués de Guad-el-Jelú –iniciador del cine educativo en España–, quien mucho antes de ser Ministro de Trabajo en el gabinete Berenguer me envió su adhesión fervorosa y sus luminarias en asunto tan complejo como el cine, por pertenecer, como todos sabéis, al Instituto Internacional de Cinematografía de Roma, que está constituido bajo el manto poderoso de la Sociedad de Naciones.

Y dejo en último lugar a la Prensa, que en distintas ocasiones, por medio de sus órganos más importantes de circulación, ABC, El Sol, Informaciones, El Debate, El Imparcial, El Liberal, Heraldo, La Nación y La Libertad, así como los de Cataluña y Revistas de toda España, acogieron en sus columnas esta inquietud mía, que felizmente se está contagiando a todos. A todos menos a uno, que ya sentía todos los entusiasmos que la idea reclama, que es este famoso “speaker” cinematográfico de Unión Radio, Fernando G. Mantilla, crítico entusiasta y hombre de gran corazón, consistente inteligencia constructora, en quien adivino, y quiera Dios no me equivoque, un formidable conductor de masas; masas enormes, extendidas en ámbitos inmensos, formadas por esos millares de radioyentes, a las que envío con un saludo mi inmensa gratitud.

Gracias a ellos, a vosotros, este proyecto de Congreso Hispanoamericano de Cinematografía podrá adquirir la conciencia española que necesita, en unión de la que se forme allende los mares, con un folleto que se ha de repartir gratuitamente en toda la Prensa hispanoamericana. Y cuando llegue el momento, ese feliz momento en que todas las pantallas del mundo hablen español, nadie podrá decir que fui yo el creador, el organizador de tan grandioso elemento de difusión para toda la labor que realicen los pueblos de nuestra estirpe, sino que todos pusimos en él nuestras manos, rompiendo las cadenas de la odiosa tiranía que padecemos, para que resplandezca como astro de primera magnitud, como eje del mundo, esta amada cultura hispánica a que todos nos debemos.

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Opiniones expuestas acerca de las ventajas y oportunidad del Congreso, por ilustres representantes del Cuerpo diplomático de Hispanoamérica acreditados en Madrid

[ 1 ]

Es indudable que las recientes aplicaciones industriales del film sonoro, que se perfecciona cada día, nos plantean de inmediato un nuevo y palpitante problema de propaganda: el del idioma.

El cinematógrafo ha invadido de tal suerte nuestras costumbres, que sostiene ya por doquier una formidable y victoriosa competencia ideológica con el teatro, el libro, la revista y el periódico.

La necesidad de un Congreso cinematográfico hispanoamericano, donde todas las cuestiones de orden ético, artístico, económico y científico sean contempladas, y discutidas con amplio criterio práctico por expertos sociólogos y técnicos de marca, se impone con urgencia, sin perjuicio de encarar serenamente la posibilidad y conveniencia de crear y defender intereses recíprocos, concertando inteligencias con las Empresas establecidas, todo ello como imperativo impostergable si queremos salvar aún en este valioso campo nuestras características sociales y culturales.

Febrero, 1930.

Daniel García-Mansilla,
Embajador de la Argentina.

[ 2 ]

Me adhiero con todo entusiasmo al interesante programa presentado por usted al Congreso Nacional del Comercio Español de Ultramar.

Llevado a la práctica, será de grandísima utilidad, ampliando la propaganda y el necesario conocimiento mutuo de nuestros países al campo ilimitado de la cinematografía. Será la visión directa y objetiva de lo español y lo hispanoamericano.

Le felicito por la iniciativa y me pongo a las órdenes de ella en las actividades políticas a que, después de veinticinco años de vida diplomática, voy a entregarme en mi país.

17 marzo 1930.

Emilio Rodríguez Mendoza,
Embajador de Chile.

[ 3 ]

He leído con la mayor atención el programa elaborado por usted y presentado ante el Congreso Nacional del Comercio Español de Ultramar, en orden a la necesidad de crear “la Confederación Hispanoamericana de Cinematografía”.

Personalmente, estimo, como en extremo, lógicas e interesantes las consideraciones que usted emite, y la política de aproximación cinematográfica entre los países de habla española me parece imponerse como una necesidad en los momentos en que la creación del cine parlante y del cine sonoro plantea, en forma imprescindible, la cuestión del idioma, de vital importancia para nosotros.

Formulo votos fervientes por que su iniciativa alcance el resultado que se anhela.

15 noviembre 1930.

Carlos Morla Lynch,
Encargado de Negocios de Chile.

[ 4 ]

Con la atención que el caso merece me he impuesto del programa que usted creyó conveniente presentar al Congreso del Comercio de Ultramar, y que tiene por principal objeto la convocatoria de un Congreso Iberoamericano de Cinematografía.

Ante el auge del cine sonoro, se plantea ahora la necesidad de defender el idioma y extenderlo de suerte que los países de habla española no pueden mirar con indiferencia el movimiento de este arte cinematográfico, que cada día toma mayores proporciones. Yo creo, por tanto, que la idea de usted es conveniente y oportuna.

Además, la reunión del Congreso en cuestión contribuirá a hacer más íntimas y cordiales las relaciones entre España y los países iberoamericanos, y será un nuevo esfuerzo para consolidar los lazos de la unión, de la industria y del trabajo entre los mismos pueblos hermanos.

Felicito a usted por su hermosa idea, y esperó verla realizada con buen suceso.

3 enero 1930

Jorge Vélez,
Ministro de Colombia.

[ 5 ]

La celebración de un Congreso hispanoamericano de cinematografía me parece de un extraordinario interés. La fuerza de difusión y propaganda del cinematógrafo en nuestro tiempo es tan enorme, que puede compararse a la de la Prensa, y en algún aspecto la supera: en el alcance de su radio de acción. Es decir, que un periódico extiende su influencia a una ciudad, a una región, a una nación a lo sumo, con lectores siempre limitados en el extranjero, y una película de gran éxito se exhibe en el mundo entero. La más violenta entre las fuerzas que han cambiado modernamente el ritmo de la vida es la del cine. Los Estados Unidos han impuesto al mundo una ideología, una manera especial de vivir con la difusión enorme de sus films. La transformación ahora del llamado arte mudo en arte también hablado, ¿representará la definitiva hegemonía del idioma inglés sobre el público universal, o, por el contrario, hará que cada pueblo tenga con su idioma su cine propio, dejando de influir en él avasalladoramente, por su superioridad, un cine extraño?

Si por el enorme poder de difusión y propaganda que el cine representa, siempre sería de gran interés la celebración de ese Congreso de cinematografía hispanoamericano, para procurar aprovechar esa fuerza en servicio de los ideales de la raza, en estos momentos, en que tan trascendental problema se plantea en su desenvolvimiento, ha de ser de una oportunidad excepcional.

Mario García Kohly,
Embajador de Cuba.

[ 6 ]

El cinematógrafo es factor poderoso para el mutuo conocimiento de los pueblos iberoamericanos. Por tanto, ha de ser bien venida la Conferencia internacional que ajuste los intereses de ellos en la industria cinematográfica y la desarrolle y encauce para que sean más íntimas y fructuosas las relaciones iberoamericanas.

Tulio M. Cestero,
Ministro de la República Dominicana.

[ 7 ]

Diríase que el tema del hispanoamericanismo y sus orientaciones por ver de encauzarlo y afirmarlo se han agudizado con vehemencia en los tiempos que corren. Congresos, Conferencias, Misiones culturales, Certámenes internacionales, inteligencias de Cancillerías: todo un amplio y diverso programa de acción y pensamiento realizándose o intentando realizarse en el campo de la Historia, la Sociología, la Literatura, la Geografía o el Comercio para captación y enlace de afinidades espirituales o de materiales intereses que nos son comunes a españoles y americanos.

Y no es que el lema esté de moda así porque sí, cual fruto de veleidad colectiva de los hombres que marcan el pensamiento directriz de los dos pueblos, sino que él se impone merced al reclamo y acicate de un hondo, pero aun confuso sentimiento, que alienta en la conciencia de ellos mismos y que los fuerza a entenderse y compenetrarse para vivir bajo el sino de su raza.

Por ello pláceme consagrar atenta meditación y franco aplauso al proyecto del Sr. Viola de aunar esfuerzos aquí y allá para la celebración de un Congreso de cinematografía hispanoamericana. En verdad, era llegada la hora de que se hablase de empeño semejante; pues planteada como está para las generaciones presentes el imperativo del anhelo hispanoamericanista, y advertidos, por otro lado, los múltiples medios en juego que tienden en el momento actual a lograr su efectiva realización, era inexcusable no se contara con el cinematógrafo como uno de los medios que a la par del libro, la conferencia, el barco o el aeroplano, el emigrante o la mercancía –vasos comunicantes de nuestras dos civilizaciones– haya de servir, acaso en cierto sentido con mayor eficacia que aquéllos, para la difusión y adentramiento recíprocos del alma mater de los dos pueblos: España y América.

Porque, a mi entender, el día que se lograra implantar una industria cinematográfica propiamente hispanoamericana –a la manera como hoy contamos con tal Casa editora, tal Centro de cultura, tales Tratados de comercio–, industria que supone consorcio de capitales propios e instalación de grandes talleres operatorios en España y algunos países americanos; entonces, digo, la causa que hoy nos ocupa y preocupa contaría con un nuevo y formidable colaborador, a buen seguro el más diligente y convincente de todos: el cine hispanoamericano; lo cual vale decir una luminosa, tenaz y expansiva predicación y enseñanza de lo que somos unos y otros como pueblos, como cultura, como civilización.

Y por ahí seguramente es por donde se aceleraría el proceso de la fraternidad consciente y perdurable de la comunidad hispana; pues al encarecer, en estas líneas que escribo, los posibles beneficios de aquella cinematografía genuinamente indoespañola, no me refiero tan sólo a la que tendría por base y finalidad utilitarias el artificio literario y escénico de episodios que llevarían a la vida de la pantalla el estupendo folklore costumbrístico y leyendático, tanto español como americano –acerbo inagotable que bien fundamente la existencia de una industria propia–, sino a aquella otra que constituye su más elevado y trascendente aspecto: la cinematografía puesta al servicio de la Ciencia y la Civilización en su más lato sentido, así para fines pedagógicos como científicos, tanto para divulgar el progreso de las ciencias exactas, de las realizaciones de la ingeniería, los procesos de la agricultura, las riquezas de la geología, como para exaltar los valores de la raza, los coeficientes de cultura en hombres, ideas e instituciones; cinematografía aquella que, siéndole dado totalizar en sus rayos todo el cosmos y el subcosmos de un pueblo, de una raza, ¡cuán bien contribuiría a facilitar la obra de galvanización de la familia hispana, aparte de enaltecerla y prestigiarla en el ámbito universal! Porque el cine, dígase lo que se quiera, representa una de las conquistas más trascendentales de la civilización moderna, y es acaso uno de los elementos que más profundamente han influido para modelarla y esparcirla: alcanza a todo y a todos, y al condensar en sus ondas el substráctum y la visión panorámica del mundo se difunde y esparce por dondequiera y barre las tinieblas de los más apartados rincones del Globo, acreciendo y limitando a la vez la extensión del planeta, ora ante el ojo maravillado del patagón o la tarda pupila del esquimal, que se abisman en la contemplación de lejanos mundos insospechados, o ante la mirada desaprensiva del europeo, en quien el cine desflora, como en un abanico de luz, el vario destino de la vida.

¡Qué de cosas y emociones nuevas unirían a españoles y americanos merced a una corriente cinematográfica inspirada en sus propios solares y bajo la advocación de sus peculiares destinos!

El proyecto es arduo y de gran aliento. Pero no olvide el Sr. Viola que vivimos el siglo de los grandes ideales, pero también de las grandes realizaciones. Ello hace que proceda y se aplauda sin reservas la tentativa de un Congreso hispanoamericano de cinematografía.

Ricardo Crespo Ordóñez,
Ministro del Ecuador.

[ 8 ]

Todo aquello que pueda contribuir al acercamiento o a la defensa de los intereses –indiscutiblemente comunes– de los pueblos de habla española debe ser acogido con entusiasmo por los dirigentes, políticos o espirituales, de España y de las naciones que fundó en América. La revolución producida por el cine sonoro es una circunstancia feliz que debemos aprovechar sobre la marcha, ya que por el momento los países que tan a la cabeza en dicha industria no se hallan en condiciones de producir películas habladas en español, y somos cien millones, o más, los que en el mundo nos expresamos en la lengua de Castilla.

Creo, pues, muy oportuna la idea de convocar un Congreso iberoamericano de cinematografía, lo más pronto posible, y contribuir a su mayor éxito cuantos podamos prestar ayuda en una u otra forma.

José María Peralta,
Ministro de El Salvador.

[ 9 ]

En el II Congreso Nacional del Comercio Español en Ultramar, y a propuesta del Sr. Viola, se trató de la conveniencia de convocar a un Congreso Hispanoamericano de Cinematografía.

Este propósito cuenta con la más viva simpatía del Cuerpo Consular Americano de esta Corte, ya que en su programa figura como elemento esencial de propaganda el arte cinematográfico. Entre los elementos de la técnica moderna que sirven para cortar las distancias, figuran no sólo los modernos medios de locomoción aérea y la radio, sino también el cinematógrafo.

El Cuerpo Consular Americano, que se preocupa en estrechar las relaciones económicas de los países americanos con España, desea la divulgación intensa, por medio del cinematógrafo, de todo cuanto se relaciona con la vida industrial y comercial y con lo que significa progreso en los países americanos. Puesto a la vista del público de una manera clara y agradable el desarrollo de los cultivos de los principales productos que se exportan para Europa, con una estadística visible en cuanto se refiere a los embarques a diferentes países y bajo diferentes banderas; viéndose en la pantalla la actividad en el campo, las faenas de recolección y embalaje; en fin, todo cuanto pueda ilustrar el pueblo, se despertará el interés, se aprenderá lo que por escrito nunca se puede infiltrar del mismo modo en las masas, y aprenderán los importadores tantas cosas que hoy ignoran. Esta enseñanza será un colaborador formidable para todo lo que significa estrechar relaciones, y hábilmente explotado puede servir de propaganda a empresas que quieran conseguir nuevos mercados.

A su vez, debe demostrar la pantalla en América no sólo el enorme progreso de España en el orden del turismo, sino reflejar también, al igual que lo hará de América, la vida y actividad de la agricultura, industria, comercio y navegación españolas.

En este sentido aplaudo la iniciativa del señor Viola de celebrar un Congreso Hispanoamericano de Cinematografía, porque confío que el intercambio de ideas y la reunión de las personas interesadas en esta industria producirá la campaña beneficiosa a los intereses hispanoamericanos.

Madrid, 21 de noviembre de 1929.

Enrique Traumann,
Decano Presidente del Cuerpo Consular Americano de esta Corte.

[ 10 ]

El Sr. D. Fernando Viola se ha servido explicarme el propósito que le anima respecto a la organización de un Congreso hispanoamericano de cinematografía, en el que puedan tener amplio debate y encauzamiento todas las inquietudes cinematográficas, tanto de las Repúblicas americanas como de España. La importancia cada vez mayor que ha adquirido el cinematógrafo en la estructura social del mundo moderno y las realizaciones plásticas con que ha conseguido ligar, en círculos de influencia civilizadora innegable, los matices de las más diversas razas y los tonos de las nacionalidades más originales, justifican por sí solas el interés que la iniciativa de un Congreso hispanoamericano de cinematografía debe suscitar, y ha suscitado ya por fortuna, en los países de habla española. Es a ellos, en efecto, a quienes se presenta con una urgencia más inmediata el problema de conocerse profundamente entre sí, evitando de este modo incurrir en las deformaciones de estilo y de fondo que el criterio unilateral de la cinematografía de origen sajón ha propagado, acaso involuntariamente. Como la literatura, como el comercio, como el idioma, el cinematógrafo es una de las grandes fuerzas de conciliación y de entendimiento mutuo de que disponemos. Orientarla en el sentido de una mayor amistad internacional es, por consiguiente, un propósito digno, en, sí mismo, del más sincero elogio y de la más cordial adhesión.

18 enero 1930

Enrique González Martínez,
Ministro de Méjico.

[ 11 ]

La palabra es indudablemente instrumento poderoso para la realización de las mayores empresas. Ella calma o solivianta las pasiones, arrastrando unos pueblos contra otros o deteniéndolos en sus furores; levanta o destruye imperios; echa por tierra las más arraigadas teorías, al mismo tiempo que incuba, da vida y propaga nuevos credos y doctrinas; erige altares a la Libertad o la encadena a los pies de los tiranos. La tribuna, el libro y el periódico, sus armas favoritas, constituyen fuerzas formidables que ningún ejército que no sepa esgrimirlas con acierto puede combatirlas, ni mucho menos vencerlas. Tal nos dice la historia del hombre desde los tiempos primitivos.

En los que ahora corren, la palabra adquiere un nuevo campo de acción no menos formidable que aquéllos: la pantalla. La labor que ésta realiza está al alcance de todos, incluso el niño, el analfabeto, el sordomudo y el imbécil. Nada más gráfico, más ameno e instructivo que las escenas que se desarrollan en la pantalla. Ya se trate de la simple exhibición de monumentos. productos agrícolas, industriales o artísticos; ora del proceso de los fenómenos de la naturaleza, del trabajo del hombre, de las costumbres de los animales; o bien de las evoluciones del cerebro o de las palpitaciones del corazón, ella nos da la reproducción más fiel y completa. Desde la cómoda butaca del salón o la modesta banca de la galería podemos presenciar y darnos cuenta exacta, por módico estipendio, así de los acontecimientos más trascendentales que ocurren en el mundo, como de las creaciones del arte y de la fantasía.

Y para que la ilusión de la realidad sea más cabal y completa, el cine sonoro y parlante viene a perfeccionarla, constituyendo así el medio más fácil y eficaz para el mutuo conocimiento y el consiguiente acercamiento de los pueblos más apartados del Globo.

¿Por qué no aprovecharlo los hispanoamericanos, como lo hacen las otras razas, para su fusión definitiva? Una inteligencia entre ellos para acordar el intercambio de ese nuevo eslabón de la cadena humana se impone a cuantos de veras se preocupan por que el hispanoamericanismo abandone la teoría y el lirismo y entre de lleno a ocupar sitio en el campo de los hechos consumados. La Confederación Hispanoamericana puede ayudarnos a realizar el milagro.

Para llegar a ella, nada más práctico y positivo que la celebración de un Congreso de tal carácter, en el que se estudien, discutan y acuerden los medios de realizarla. Y ningún, centro más apropiado para su sede que Madrid, en cuyo seno actúan todos los valores de la raza.

Marzo, 1930.

M. Lasso de la Vega,
E. E. y Ministro Plenipotenciario de la República de Panamá.

[ 12 ]

Me parece muy interesante la idea del Sr. Viola de citar a la comunidad hispánica para la organización de un Congreso cinematográfico. Son muchas las razones que podrían aducirse para sostener esta afirmación. La época por que atravesamos marcha a una velocidad tal, que requiere la utilización de cuantos elementos sean indispensables para la defensa y sostenimiento de las cualidades esenciales de los pueblos. España y los países hispanoamericanos, con ligeras diferencias de matiz, tienen la misma alma, la misma vida y el mismo idioma.

A pesar de ello, no hay esa férrea trabazón a que se aspira constantemente dentro de las relaciones, cordialísimas, que unen a españoles y americanos. Y esa trabazón, para que sea más estrecha y eficaz, sólo exige, a mi entender, un mayor conocimiento. Este conocimiento podría efectuarse hoy rápidamente porque jamás se dispuso de medios tan prácticos de contacto. Y entre éstos corresponde el primer término, por su universalidad, al cinematógrafo que presenta a ojos extraños, en plena vida y vibración, los países, sus procesos históricos, políticos, sociales; su desarrollo, prosperidad, costumbres, &c., en forma objetiva insuperable.

No son sólo estos aspectos los que ofrecería un consorcio cinematográfico destinado a filmar cuadros que pusieran de relieve las grandezas de orden material y moral de nuestra raza. Pero de esta vida y sensible exhibición de hechos y costumbres, de empresas y afanes, se derivan ya múltiples e inapreciables enseñanzas.

El campo es tan amplio, y podría ser de tal fertilidad, que es imposible recorrerlo en unas cuantas líneas. Sólo he querido subrayar la potencia de empresa semejante. Y a que se inicie, a que se lleve a cabo el Congreso proyectado, creo que estamos obligados a colaborar cuantos poseemos una fe robusta en nuestros destinos.

Eduardo S. Leguía,
Ministro del Perú.

[ 13 ]

El Sr. Fernando Viola viene trabajando empeñosamente por que se llegue a reunir un Congreso o Conferencia de cinematografía con carácter hispanoamericano. Este carácter parece más justificado en el momento actual en que se trata de dar vida a la nueva forma del cine hablado y cantado.

Si se me preguntara mi opinión sobre la cinematografía en su aspecto social, tendría que expresarme en forma muy amarga y seguramente contraria a la gran mayoría de las gentes; pero como solamente se me pide parecer sobre la conveniencia de un Congreso o Conferencia que estudie los problemas que esta industria nueva ha planteado y plantea a todos los pueblos, no vacilo en decir que puede ser de gran conveniencia, sobre todo si en el programa se trata, al lado del aspecto económico, el otro que acabo de mencionar.

En general, los Congresos tienden a hacerse universales, y no siempre este carácter asegura su resultado práctico. Entre un Congreso de cinematografía universal y uno simplemente o limitadamente hispanoamericano, prefiero el último. Creo que muchas cuestiones de las que van a tratarse afectan igualmente a todos nuestros pueblos. Alguna diferencia habrá en cuanto a los intereses de la producción; pero en esto mismo, la circunstancia de que exista como el campo inmediato y más seguro, después del nacional, el de los países de raza y lengua afines, para toda expansión que en cierto sentido se dirige al espíritu y a la lengua, indica la importancia de circunscribir la iniciativa dentro de los límites que señala el Sr. Viola con la designación de “hispanoamericano”.

Deseo que la idea de este Congreso se convierta en realidad y que sus resultados sean correspondientes a la importancia del asunto y de los intereses económicos y sociales a que afecta.

Enero, 1930.

Benjamín Fernández Medina,
Ministro del Uruguay.

[ 14 ]

Muy laudable y provechosa es la idea de celebrar un Congreso Hispanoamericano de Cinematografía, porque los acuerdos que en él se tomaran contribuirían, a no dudarlo, al mejor conocimiento entre sí de los pueblos del mismo origen. Nadie desconoce hoy la influencia poderosa del cinematógrafo en las costumbres; pero no debemos olvidar que sirve también de instrumento para determinar afectos o antipatías en los espíritus sencillos, que miran la película como una enseñanza orientadora.

Al aplaudir, pues, la iniciativa del Sr. Viola Sánchez, deseo que muy pronto se convierta en realidad con la convocatoria del mencionado Congreso.

Alberto Urbaneja,
Ministro Plenipotenciario de Venezuela.

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Otras valiosas opiniones

[ 15 ]

Mi convicción de que la importancia social del cine es extraordinaria llévame audazmente a asegurar que siendo el proyecto de una inteligencia hispanoamericana base de un aparente programa máximo, constituye para mí sólo un, aspecto o finalidad de una buena y posible política del cine, en que España tiene el deber de colaborar.

El cine no puede ni debe manejarse como una función política más. Es un instrumento pedagógico social formidable, que debe responder a realidades, a creaciones, a posibilidades, si se quiere; pero reflejando sinceramente un propósito serio de acción. Ningún elemento mejor que éste para, manejado discretamente, contribuir a establecer entre España, Portugal y las naciones de Iberoamérica un nexo cultural evocativo, pero al propio tiempo estimulador de acción; crónica gráfica de historia y aproximación sentimental; pero también, y sobre todo, palanca de pueblos amigos que justifiquen su demanda de un mayor puesto al sol en el mundo civilizado.

Oportunísima la idea de tratar el asunto en un Congreso iberoamericano; pero Congreso cinematográfico en el procedimiento, que se valorice por síntesis ideales y de realización; que dé a la técnica tanta o más importancia que a un discreto elemento lírico; que reúna realizadores y sea cooperación de espíritus sin prejuicios de ningún género; sin lugares comunes ni palabras vanas; sin actitudes defensivas ni agresivas. Hispanoamérica debe tener aspiraciones cinematográficas, como las debe tener culturales en todo orden, con el propósito generoso de colaborar dignamente en toda labor de civilización universal.

En mi modesta esfera de acción, ayudaré con todo entusiasmo a la celebración de ese Congreso, deseando que cuantos participen en el mismo se inspiren en un ideal de política cinematográfica práctica y estén persuadidos de que, siendo inmensa la obra que se puede realizar, requiere, por lo mismo, un esfuerzo gigantesco para no descubrir mediterráneos, ni divulgar por las pantallas del mundo lamentables fracasos de política hispanoamericana, que importa no volver a engendrar.

Seguro estoy de que los hispanoamericanos que patrocinen la idea serán hombres de su tiempo, de amplias concepciones espirituales, y conscientes de que el cine puede hacer mucho bien, pero puede también hacer mucho daño.

Voto a favor de los realizadores de una película hispanoamericana que sea símbolo argumental de un bloque de pueblos de rico abolengo, pero de recia cultura contemporánea puesta al servicio de la Humanidad actual.

15 enero 1930.{1}

El Marqués De Guad-El-Jelú

{1} Esta opinión es anterior a su nombramiento de Ministro de Trabajo en el gabinete Berenguer.

[ 16 ]

Los numerosos artículos que, en periódicos de España e Hispanoamérica, he publicado en pro del cinematógrafo y mi contribución a éste con algunas de mis obras, han sido inspirados por el ideal de una cinematografía que represente el espíritu hispánico de las dos riberas del Atlántico. Imagínese usted la simpatía con que acojo su proyecto –en vías de ejecución– de un Congreso de cinematografía hispanoamericano.

Considéreme adherido al mismo, y reciba los aplausos anticipados, pues estoy seguro del triunfo de su iniciativa.

Alberto Insúa

[ 17 ]

La idea de celebrar el primer Congreso hispanoamericano de cinematografía es altamente plausible. La realización del cinema parlante abre horizontes dilatados para pensar en una colaboración y crear el cine de habla española, que cada día se reclama con más imperiosidad.

Todos tenemos el deber de alentar una idea que lleva en germen la realización de una obra de la que todos los pueblos hispánicos obtendrán un provecho mutuo.

Don Fernando Viola debe encontrar el apoyo oficial y particular para esta labor, que es capital en la cinematografía hispanoamericana.

César A. Naveda

[ 18 ]

No sé cuál puede ser el mejor procedimiento para lograr el propósito que persigue Fernando Viola de que, tanto los hispanoamericanos como nosotros, tengamos un arte y una industria para la pantalla. Pero si sé, porque he tenido ocasión de observarlo fuera de aquí, que como no prestemos mucha atención a ese propósito, sólo tendremos compenetración hispanoamericana –con lo que éste concepto debe dar de sí– para los discursos oficiales y para los postres de los banquetes.

Francisco Cimadevilla

[ 19 ]

El Congreso hispanoamericano de cinematografía podría traernos, si en él se hacía mucho y se hablaba poco, el más verdadero y eficaz intercambio de mensajes, y de ideas para nuestro comercio espiritual y... para el otro comercio, que no debemos desdeñar. Además, fomentaría y fusionaría los sentimientos barriendo los prejuicios que las películas de asunto spanish han ido dejando en todo el mundo, gracias a las cuales va resultando el tipo de origen hispano, en particular el nacido en América, un ser de torva y complicada psicología al que sólo se le puede adjudicar el papel de traidor en la comedia humana que nos obligan a representar.

Joaquín Aristigueta,
Redactor del Diario Español, de la Habana.

[ 20 ]

No soy muy optimista, respecto a la eficacia de los Congresos, en ningún orden de actividades. Mas sea por el régimen parlamentario, sea por el absolutista, juzgo muy urgente preocuparse por la cinematografía hispanoamericana, en la creencia de que en lo por venir las naciones que dominen el mercado cinematográfico serán dueñas del mundo.

Jacinto Benavente

[ 21 ]

Voto en pro de la idea de mi paisano y condiscípulo Fernando Viola, pues todo lo que sea organizar en serio los ramos de las actividades necesarias –el cine, una de ellas– me parece muy bien; si me aprietan un poco, encantador, especialmente en este momento humano de la desorganización organizada.

F. Burgos Lecea

[ 22 ]

Desde luego, adherido, y con todo entusiasmo, a la idea de celebrar un Congreso hispanoamericano de cinematografía, pues urge tratar y resolver satisfactoriamente el problema de los talkies allá en la América de habla castellana y aquí en España.

Federico García Sanchíz

[ 23 ]

En España la industria cinematográfica brilla por su ausencia. Solamente contamos con el esfuerzo aislado e intermitente de algunos aficionados, repletos de optimismo, pero dolorosamente escasos de medios materiales. Conocidos son los deplorables fiascos de nuestras contadas películas, sin artistas especializados, ni laboratorios modernos, ni operadores técnicos, ni argumentistas inspirados. Y, no obstante, pese a tanto fracaso, el asunto es negocio. Y podría ser un espléndido negocio de exportación y una hermosa cruzada espiritual, singularmente de hispanoamericanismo.

El II Congreso Nacional del Comercio Español en Ultramar, celebrado en Sevilla en octubre del año último, dándose cuenta de la importancia de esta cuestión, aprobó una conclusión –de acuerdo con la oportunísima propuesta formulada por el congresista y ponente D. Fernando Viola–, en el sentido de considerar muy recomendable y urgente la reunión de un Congreso Hispanoamericano de Cinematografía, en el que pudiesen tener amplio debate y encauzamiento todas las inquietudes cinematográficas, tanto españolas como hispanoamericanas, necesitadas ambas de una compenetración de ideales, que sirva para el mejor conocimiento recíproco de los valores de España y de aquellos países por medio de películas, ya sean éstas de argumentos o simplemente de informaciones y noticias.

Es muy plausible la orientación apuntada en dicho Congreso, es decir: interesar en el tema a españoles e hispanoamericanos al unísono; entre otros motivos, porque es la ruta más despejada hacia el éxito. En el propio Congreso, el ilustre ex ministro Sr. Goicoechea –refiriéndose a otro problema de Ultramar, el de las comunicaciones marítimas, nervio de todas nuestras posibilidades exportativas–, aludió, con la elocuencia y precisión que le caracterizan, a la única buena política que pueden emprender los débiles para contrarrestar la absorbente de los colosos, política que condensó en una sola palabra: unión. La unión entre España y las Repúblicas hispano americanas es muy aconsejable en el caso del cinema, ya que se trata de independizarse de la hegemonía de los Estados Unidos en la producción de películas y talkies.

España ha reunido, desde el primer momento, condiciones ventajosísimas para explotar esta industria. Nuestra nación tiene, entre otros factores favorables, sus glorias históricas, sus tesoros artísticos, sus tradiciones y costumbres; bellezas naturales, cielo y sol espléndidos. No nos faltan tampoco artistas de buena madera y algunos tenemos refulgiendo en Cinelandia. A estas circunstancias favorables desde que se inventó la cinematografía hay que agregar ahora el amplio horizonte del cine sonoro. ¡La universalidad del idioma castellano, nuestro rico folklore y nuestro inagotable filón musical, incorporados a la cinematografía!

“El cinema ejerce hoy –escribe Cambó en su libro Las Dictaduras–, no sólo en las ciudades, sino también en los pueblecitos más humildes, una influencia ya beneficiosa, ya funesta, y crea problemas de inmensa magnitud, que los Poderes públicos habrán de afrontar: un invento que parecía un juguete para divertir a los niños, se está convirtiendo en un instrumento de propaganda de ideas, de costumbres, de modas, que supera a todo cuanto se hubiese podido imaginar. El predominio que en la producción del film tienen los Estados Unidos, Alemania y Rusia, proporciona a estos tres países un arma de invasión espiritual, que puede ser más eficaz y más terrible que todas las armas de guerra.”

Muy autorizado y evidente el juicio, en él me amparo para afirmar que ni económica ni patrióticamente puede admitirse el ausentismo de España en este punto tan trascendental del cinema español, tan hondo como el del libro español.

No nos riamos infantilmente al oír el castellano de circo que se importa por nuestras Aduanas. Apliquemos el remedio varonilmente. ¡Cervantes, Bolívar y Mercurio nos lo agradecerán!

M. Danés Barceló,
Director de La Exportación Industrial.

[ Transcripción íntegra del texto contenido en el original impreso sobre 48 páginas. ]