Filosofía en español 
Filosofía en español

Emeterio Valverde Téllez (1864-1948) · Crítica filosófica o Estudio bibliográfico y crítico de las obras de Filosofía escritas, traducidas o publicadas en México desde el siglo XVI hasta nuestros días (1904)


Capítulo XIX

Noticias acerca de algunos otros positivistas mexicanos. Obras, extractos, traducciones o reimpresiones. Crítica

I
Dos opúsculos

ANTES de empezar la materia propia de este capítulo, y sólo para completar los apuntes bibliográficos relativos al Lic. D. Ignacio Ramírez (el Nigromante), y al General Don Manuel Márquez de León, ambos libres pensadores, vamos a indicar los opúsculos siguientes:

1º. Libros | rudimental y progresivo para la enseñanza primaria, | por el Sr. Lic. D. Ignacio Ramírez, | Edición hecha expresamente para las escuelas del Estado de Chihuahua, por disposición del Gobernador del mismo, el Sr. General D. Carlos Pacheco. | México. | Oficina tipográfica de la Secretaría de Fomento{141} | Calle de San Andrés núm., 15. | 1884.

2º. Don Benito Juárez a la luz de la verdad, | por el General Manuel Márquez de León. | México. | Imp. en la 2ª de San Lorenzo 16 y 17. | 1885. Este folleto es en extremo curioso, mas, como contiene cargos denigrantes al [266] Benemérito, el Gobierno impidió su circulación; así lo hemos oído decir. Prueba que el pueblo mexicano ha sido víctima de una colosal mistificación.

II
Obra de Don Manuel Flores sobre pedagogía

No conocemos más que tres tratados formales de pedagogía escritos en México, aparte de los incontables artículos que a diario se publican en los periódicos, acerca del vital asunto de la enseñanza. Tales tratados versan sobre la filosofía de la educación, por eso nos referimos a ellos en esta obra.

El primero es: Tratado elemental de Pedagogía | por Manuel Flores, Profesor del ramo en la Escuela Normal y en la Secundaria de Niñas de la Capital. | (Segunda edición.) | México, Oficina tip. de la Secretaría de Fomento | Calle de San Andrés núm. 15. | 1887.

Este libro está escrito en sentido positivista: en general lo que contiene de observación y experiencia es digno de leerse; pero en lo demás adolece del exclusivismo sistemático de su escuela. Los Sres. Vigil y de la Peña han demostrado científicamente, que el positivismo tiene límites irracionales como doctrina y como método. La escuela denominada ahora con el nombre de metafísica, y condenada a priori por los sistemas modernos, es completa y consecuente; comprende en su estudio al mundo, al hombre, a Dios, los efectos y las causas, el cuerpo y el alma, los fenómenos sensibles, los de conciencia, los accidentes, propiedades y naturaleza de las cosas, la inducción y deducción lógicas, el orden moral fundado en la misma naturaleza del ser racional; todo, en fin, lo que en Filosofía admite demostración científica; pero establece una distinción objetiva y formal entre la Filosofía [267] como Filosofía y las demás ciencias. Descendamos a algunos detalles.

En la pág. 43, dice el autor: «Podemos, pues, asignar a la Educación los tres períodos clásicos que todas nuestras nociones han ido sucesivamente recorriendo: los períodos teológico, metafísico y positivo.» Con perdón de nuestros lectores, la ley de los tres períodos no pasa de ser más que un clásico disparate, y mayor si cabe en el caso concreto en que nos ocupamos; porque se ve positivamente que la noción que el autor del Tratado elemental de Pedagogía tiene de la Teología y de la Metafísica no ha llegado aún al período positivo, no corresponde a la realidad: y si no, véase el fárrago de falsos testimonios que sigue:

«Pasemos por alto el primero (el período teológico) porque bajo él, sólo la educación religiosa fue formulada de una manera sistemática.»

«La metafísica concede a la materia y al espíritu leyes y propiedades que hacen posibles los métodos de Educación, puesto que establece principios fijos, que con toda confianza se pueden poner en juego, para lograr inevitablemente resultados previstos de antemano. Pero la metafísica tiene por carácter imponer a lo objetivo las leyes de lo subjetivo: según ella, el espíritu domina a la materia; esta última no puede separarse de las leyes de aquél; y la verdad, no es más que «la conformidad de las cosas con nuestro pensamiento», es decir, precisamente lo contrario de lo que debe ser. De aquí que los métodos educativos de origen metafísico se preocupen exclusivamente del espíritu con detrimento del cuerpo; que descuidando las nociones que da la observación, se empeñen en desarrollar el espíritu por sí mismo, sin el auxilio de los sentidos; de aquí que toda la educación consista en inculcar las teorías del silogismo, y en obligar a raciocinar exclusivamente con él, formando interminables cadenas, y creyendo que la clave de todos los secretos de la [268] naturaleza está contenida en la barbara celarent, &c. Si su ciencia, su arte y su moral son a priori, ¿qué de extraño será que sus procedimientos de educación lo sean también?»

Se necesita la paciencia de Job para leer con serenidad esas vulgarísimas calumnias contra la gran escuela que desde Sócrates, el divino Platón y el Estagirita hasta nuestros días con los neoescolásticos, ha producido genios y ha civilizado al mundo. Contra hechos no hay argumentos.

El párrafo en cuestión revela ignorancia de la historia de la Filosofía, y en especial de la metafísica: dícese allí que «la metafísica tiene por carácter imponer a lo objetivo las leyes de lo subjetivo.» No, el carácter de la metafísica está en el estudio científico y racional de la íntima naturaleza de las cosas adonde no alcanza la experiencia y observación sensible; pero el procedimiento es rigurosamente científico; porque va de lo conocido a lo desconocido; observa, y esto le sirve de punto de partida de la inducción o deducción legítimas: en lo que se observa no dice ni puede decir otra cosa que, así es porque así se observa; en lo que pasa los límites de la experiencia sensible o del inmediato testimonio de la conciencia dice, así tiene que ser, porque así lo deduce la recta razón: que mucho, si las mismas leyes generales de la naturaleza no se ven bajo el concepto de generales, sino que se formulan, se inducen, después de una observación suficiente y constante.

2. «Según ella (la metafísica), el espíritu domina a la materia; esta última no puede separarse de las leyes de aquél.» Si por esa sujeción se entiende la armonía entre el orden subjetivo y objetivo, por manera que si no existe es, o porque la observación o la deducción han sido deficientes y haya que rectificarlas; nada encontramos de monstruoso en el procedimiento. Si se entiende que a todo el mundo real lleve el hombre la escudriñadora mirada de su inteligencia, y el soberano poder de la voluntad, con tal que lo haga con [269] arreglo indeclinable a la lógica, a la moral y a las demás ciencias, está en su derecho. Si se entiende que a la recta razón ilustrada por la fe y auxiliada de la gracia debe subordinarse el cuerpo con sus apetitos, ¿habrá algo que objetar?

3. «La verdad no es más que 'la conformidad de las cosas con nuestro pensamiento': es decir, precisamente lo contrario de lo que debe ser.» Sin pedantería, y con la mayor ingenuidad, decimos que hemos leído algunos grandes metafísicos: de los antiguos, a San Agustín, Boecio, Santo Tomás, Suárez, Silvestre Mauro, Fr. Juan de Santo Tomás y Belarmino; de los modernos, a los principales restauradores de la escolástica en el siglo pasado: Balmes, Prisco, González, Palmieri, Liberatore y otros, y juramos no haber hallado nunca el absurdo que a la escuela metafísica atribuye el Dr. Flores, de que la verdad es la conformidad de las cosas con nuestro pensamiento; y como si el diferente tipo no bastase, ¡agrega comillas! En el período teológico por excelencia, diez y seis siglos antes que apareciese el presuntuoso y demoledor positivismo, dio San Agustín la única definición de verdad, que ha venido repitiendo de siglo en siglo la escuela genuinamente metafísica, que es por la que respondemos. ¿Habrá leído el Dr. Flores El Criterio por Balmes? Ahí está el siguiente parrafito: «Verum est id quod est (la verdad es lo que es), dice San Agustín (Lib. 2. Solil. cap. 5). Puede distinguirse entre la verdad de la cosa y la verdad del entendimiento: la primera, que es la cosa misma, se podrá llamar objetiva; la segunda, que es la conformidad del entendimiento con la cosa, se apellidará formal o subjetiva. El oro es metal, independientemente de nuestro conocimiento; he aquí una verdad objetiva. El entendimiento conoce que el oro es metal, he aquí una verdad formal o subjetiva.»{142}

4. «De aquí que los métodos educativos de origen metafísico, se preocupen exclusivamente del espíritu con [270] detrimento del cuerpo.» De seguro que si alguna educación es de origen metafísico, es la que se ha impartido y se imparte en los seminarios y en las comunidades religiosas, donde las haya; pero en las más austeras instituciones cristianas se procura realizar el antiguo mens sana in corpore sano, se da tiempo al estudio, a la oración, al descanso y al ejercicio corporal. La escuela moderna atrofia el carácter moral. Sería curioso un estudio comparado de los trabajos intelectuales, y de la longevidad en las escuelas metafísicas y positivistas.

5. «Que descuidando las nociones que da la observación, se empeñen en desarrollar el espíritu por sí mismo, sin el auxilio de los sentidos.» De Aristóteles, padre de la escuela metafísica, son estas palabras tan expresivas y radicales: nihil est in intellectu quod prius non fuerit in sensu. La escuela ha visto en los sentidos nada menos que un criterio de verdad; luego ha considerado el auxilio de los sentidos como absolutamente indispensable para el desarrollo del espíritu.

6. «De aquí que toda la educación consista en inculcar las teorías del silogismo y en obligar a raciocinar exclusivamente con él, formando interminables cadenas, y creyendo que la clave de todos los secretos de la naturaleza está contenida en la barbara celarent &c....»

Estos conceptos degeneraron en sandeces que no merecen el honor de la refutación.

El Sr. Flores ha llegado a ser ¡Director de la Escuela Nacional Preparatoria!

En la página 61 y siguientes se esfuerza en demostrar la existencia de un nuevo sentido, el sentido muscular, del cual nos ocuparemos al hacer la crítica del Tratado elemental de Pedagogía del Dr. D. Luis E. Ruiz.

III
Un libro de Spencer

La Educación intelectual, moral y física, | por Herberto Spencer. | Edición del «Diario del Hogar». | México. | Tip. lit. de Filomeno Mata. | San Andrés y Betlemitas (esquina) 1891.

A este propósito recomendamos la lectura de las Observaciones sobre la Educación intelectual, moral y física de Herbert Spencer, por Dª. Concepción Arenal, que van incluidas en el tomo undécimo de sus obras completas, edición de Madrid, 1896. En punto de educación, la insigne escritora es una autoridad valiosísima.

IV
Traducción de una obra de W. Stanley Jevons

Lecciones elementales de Lógica deductiva e inductiva | con gran copia de preguntas y de ejemplos, y con un vocabulario de términos lógicos, | por W. Stanley Jevons, Doctor en leyes y letras, miembro de la Sociedad Real de Londres y profesor de Lógica en el Colegio de Owen. | Traducidas y adicionadas por Eduardo Prado, | México. | Oficina tip. de la Secretaría de Fomento. | Calle de San Andrés núm. 15. | 1893.

Las adiciones a que se refiere el traductor van al fin bajo este rubro: Apéndice a las Lecciones elementales de Lógica de W. Stanley Jevons, | Escrito por Eduardo Prado. Trátase en el apéndice: 1º., de la Definición y esfera de la Lógica: 2º., del significado y clasificaciones de las proposiciones: 3º., de la oposición de las proposiciones: 4º., de la causalidad en el mundo fenomenal: 5º., de la clasificación de los sofismas [272] de Stuart Mill. En este último punto es elogiado y aun copiado por el Sr. Parra en su Nuevo Sistema de Lógica.

Ha escrito también el Sr. Prado sobre la Determinación de los conocimientos que son del dominio de la inferencia. Este trabajo, que no conocemos, se publicó en los Anales de la Asociación metodófila Gabino Barreda,{143} Anales que tampoco hemos llegado a ver.

También corre en el público la Economía Política, por W. Stanley Jevons, impresa en México por la Casa Editorial de Herrero Hermanos.

V
«Conferencias científicas»

El programa oficial de enseñanza y educación en toda la República Mexicana, se basa en el positivismo, sistema enteramente laico por principio, y cuya moral es impía y utilitaria. Por lo común, aunque en las escuelas del Gobierno no se estudia la Religión ni la Filosofía cristiana, no se pierde ocasión de zaherirlas, ridiculizarlas o negarlas.

Después de la Escuela Nacional Preparatoria y de los Institutos de los Estados, existen las Escuelas Normales, cuyo objeto es uniformar la enseñanza en todo el país; pero siempre bajo el mismo sistema. Para formarnos juicio sobre las ideas filosóficas que en estas escuelas se inculcan, bastará leer las revistas escolares y las colecciones de Conferencias; sean, por ejemplo, las Conferencias Científicas de las alumnas de la Escuela Normal para Profesoras, | en el período del (aquí se expresan las fechas). | México | Oficina tip. de la Secretaría de Fomento. | Calle de San Andrés núm. 15. | Avenida Oriente 51.

Se han dado a luz varios volúmenes, de los cuales sólo dos [273] tenemos en nuestra biblioteca, uno impreso en 1894 y que abarca el período de 3 de Junio a 29 de Julio de 1893; otro, publicado en 1896 correspondiente a 1895.

Del primer tomo son de orden filosófico las disertaciones siguientes: a) Importancia de la Lógica aplicando principalmente el método deductivo, por la Srita. Josefina Ochoa: b) Ideas generales acerca de las bellas artes y su relación con la literatura, por la Srita. María M. Morales: en obsequio de la verdad, este es un hermoso discurso, y nos parece el trabajo más interesante del volumen; contiene profundas y atinadas observaciones acerca de la belleza, así como de lo sublime en su naturaleza y en su expresión por medio del arte. c) La instrucción obligatoria en su relación con la libertad individual y la sociología, por la Srita. Rosa Pizarro Suárez: nótase en este discurso una mezcla incoherente de ideales espiritualistas y positivistas. d) Los sentidos en la serie animal, por la Srita. María C. Mendoza; hay de particular en este discurso, que cuenta la oradora un sentido externo más, sobre y contra lo que ha sostenido la conciencia de todas las generaciones, que han poblado la diminuta redondez de la tierra en el corto espacio de seis mil años.

Comprende el segundo volumen, entre otros discursos de carácter puramente científico, los siguientes que se refieren a asuntos filosóficos: a) Algunas leyes fundamentales del espíritu, por la Srita. María M. Rosales: habla de la asociación y generalización de las ideas. Es digna de notarse, además, la conferencia de la Srita. Francisca Fernández, sobre las b) Ideas generales acerca de la elocuencia, pues, en aquel medio, compuesto de gentes más o menos despreocupadas, tuvo la Srita. Fernández el suficiente valor civil para exclamar con tanta naturalidad como convicción y justicia: «¡Ninguna filosofía, ninguna ciencia, ningún sentimiento puro y noble, podrá negar esa sublimidad, esa soberana grandeza, esa excelencia divina, ese raudal fecundísimo de luz infinita [274] que la religión de Cristo nos presenta! Religión sublime, cuya verdad revelada desde el ignominioso patíbulo, pudo, por la elocuencia de la palabra y el ejemplo, regenerar al mundo y permanecer fija e inmutable en el centro de la civilización, como el eterno sol de la naturaleza y el espíritu.»

VI
D. Julio S. Hernández

Álbum pedagógico y escolar. | Colección de conferencias científicas sobre diversas materias, dadas en la Escuela Normal de México; artículos pedagógicos sobre educación, disciplina, metodología y organización escolar; discursos, pensamientos, &c., | por Julio S. Hernández, profesor normalista y autor de varias obras científicas y pedagógicas, | México, Oficina Tip. de la Secretaría de Fomento. | Calle de San Andrés núm. 15. | 1896.

Primicia honrosa de la Escuela Normal de Puebla fundada en 1879, el Sr. Julio S. Hernández, fue director de varias escuelas hasta 1887, año en que pasó a radicarse en Ixmiquilpan, Estado de Hidalgo, viniendo al fin a esta Capital en 1890. Este señor Profesor no carece de ingenio y de cultura; por eso es más sensible el extravío de sus ideas en puntos sobremanera trascendentales; hase consagrado al novilísimo ejercicio de la pedagogía con verdadera vocación y decidido empeño; ha sido laborioso e infatigable en la obra de la escuela; quizá se le deba no pequeña parte del vuelo que ha tomado últimamente la instrucción primaria en la República, y en premio de sus afanes, ha llegado a ser Inspector de las Escuelas Nacionales Primarias en el Distrito Federal.

En el libro a que nos referimos existen conferencias y artículos que suponen delicada y paciente observación y [275] sólidos conocimientos en las ciencias naturales. ¡Pero en Filosofía!... alardea de encontrarse ya en el último período de su evolución, descendente, diremos, hacia el positivismo; por lo cual declina ahora la responsabilidad de sus antiguas opiniones, determinadas por medios muy diversos; aquellos escritos no fueron frutos sazonados, sino prematuros, extemporáneos: «Los errores de que adolecen son de la época y el medio en que hacía mis estudios, y por consiguiente, ni mis maestros ni yo, somos de ellos solidarios.» (¡!){144} ¿Qué garantía ofrece un escritor así? ¿No podremos con justicia temer, que los escritos actuales adolezcan de nuevos errores, que se deban a la época y medio en que ha continuado sus estudios, sin que nadie sea de tales errores solidario? ¿O es ya infalible por haber llegado a la última etapa? «Por eso, añade en otro lugar, hay en mi libro tan encontradas opiniones; unas veces se verán en él los restos teológicos de mi infancia (el caso es sacar a relucir los tres estados); en la mayor parte de mis escritos dominarán tendencias metafísicas, y en algunos, muy pocos por cierto, se notará la transición al período positivo, siendo, sin duda, los más recientes y los que servirán de introducción para continuar mis investigaciones sucesivas, sobre la difícil ciencia y complicado arte de la educación del hombre.»{145}

Si bien se mira, tal evolución operada en el Sr. Hernández, concretándonos al terreno exclusivamente filosófico, no fue en orden a la conquista de nuevas verdades, sino a la torpe y apriorística eliminación de ideas teológicas y metafísicas, hasta llegar al último extremo positivista de los Artículos pedagógicos editados en el año de 1903. Fundados temores nos autorizan a hacer punto omiso de las afirmaciones del Álbum, que irán desapareciendo en el avance evolutivo, a medida que continúe el embotamiento del recto [276] sentido moral; no obstante, señalaremos siquiera la sinrazón de algunas de sus negaciones lanzadas contra la Filosofía cristiana.

Los primeros pasos del Sr. Hernández fueron hacia el krausismo{146} y luego hacia el positivismo;{147} pero habrá que sudar para entender el orden lógico de esa transición, si no es que todo es natural, cuando la nave de la inteligencia se abandona a todo viento de doctrina.

En un tiempo daba cabida en sus teorías pedagógicas a una religión racionalista y sui generis: «queremos la religión ideal, iluminada con los resplandores de la razón y aceptada por las modernas doctrinas»:{148} «elevando su espíritu, por medio de la ciencia, que, es, a no dudarlo, la oración más sublime del verdadero creyente;»{149} ahora, conforme a las doctrinas de su última evolución, se dejará de esas teologías, y la sublime oración, bajo el respecto de oración, morirá en sus labios.

Cuando se refiere al catolicismo, que es nuestra sagrada y adorable Religión, se produce como impío, siendo sus frases brutalmente agresivas e insultantes, sin duda para dar a sus educandos clase objetiva de civilidad, y para honrar la grata memoria del instituto que le formó; véanse las páginas 345, 346, 358 y 361 del Álbum.

Duro es decirlo, y nos pesa de antemano; pero según las frases del escritor, o no entiende, o maliciosamente oculta saber, que nosotros los católicos proclamamos y profesamos, que deben creerse con fe divina sola y únicamente las verdades reveladas; que en el acto de la fe prescindimos de la evidencia humana, y nos apoyamos sólo en la autoridad de Dios y de su Iglesia: que no obstante eso, puede haber y hay de hecho ciencia o demostración científica en todo el [277] rigor de la palabra, de todas y cada una de las verdades que creemos, llegando, por lo menos, a probar la evidente credibilidad de los dogmas que estén sobre la razón. No es leal el positivismo cuando rechaza apriorísticamente los dogmas católicos, y los hace aparecer como proposiciones caprichosas, refractarias a la demostración; por eso la teoría de los tres períodos es un embuste.

Fuera de dichas materias, en que nos sujetamos gustosa e incondicionalmente al infalible magisterio de la Santa Iglesia, quedamos con la más amplia, justa y soberana libertad para el estudio de la Filosofía, de las ciencias y de las artes: la prueba palmaria de esto es, todo lo que la civilización ha debido y debe al catolicismo; hablamos de la civilización en cualquiera de sus genuinas manifestaciones; la historia de veinte siglos responde por nosotros.

Niega el Sr. Hernández que sea demostrable la existencia de Dios, fundado nomás que en este pobrísimo argumento: «podrá, dice, haber un principio superior a Dios y que esté fuera de Él y nos sirva de argumento? Imposible.» A lo cual respondemos con remitir al lector a la Summa Theologica del Ángel de las Escuelas, p. I, q. II, arts. II y III, y a la Summa contra gentiles, l. I, caps. XII y XIII.{150} Además, enseña la Lógica, que una demostración a posteriori, o que procede del efecto a la causa, es tan concluyente como una a priori, por el enlace ontológico de las cosas y lógico de las proposiciones. Por último: nada hay superior [278] o primero que Dios: distingo, en el orden ontológico, concedo; en el orden lógico, o sea según nuestro imperfecto modo de conocer, niego. En realidad los accidentes y propiedades no son primero que las substancias, y, sin embargo, vale la ilación de aquellos a esta.

Nuestro sabio positivista, hablando ex cathedra y bajo su voluble palabra, puesto que va pasando por los diversos estados comtianos, declara que: «de hoy para siempre no existen los milagros, los fenómenos sobrenaturales, los espectros, las causas ocultas; todo sucumbe y desaparece a la luz de la antorcha que sirve de faro a la investigación y a la crítica.»{151} «Los milagros y los dogmas sobrenaturales se hunden cada vez más en los abismos de la tradición, desaparecen y se alejan a medida que la inteligencia humana penetra mejor en las profundidades de la ciencia.»{152} ¿Para qué detenernos a demostrar una vez más la incontrastable verdad de nuestros dogmas, y la posibilidad y existencia del milagro? El día que el positivismo responda con sólidos argumentos, y refute victoriosamente a todo Santo Tomás y a todos nuestros grandes teólogos, y apologistas, y filósofos, entonces volveremos a oír al Sr. Hernández.

Al hablar del origen del lenguaje, supone de nuevo y falsamente, que las verdades reveladas excluyen la demostración,{153} lo cual es calumnioso. En la página 333 confunde nociones tan elementales como de ser, facultad y operación.

Las furiosas y destempladas declamaciones contra la Iglesia Católica, que campean en un párrafo que lleva por rubro Estudios sociales y en otros discursos patrióticos, corresponden ya a la extrema evolución, estado, período o voltereta.

Pertenece, sin duda, a la postrera evolución el opúsculo llamado Nociones de Instrucción Cívica del infatigable [279] Profesor Normalista D. Julio, y para que quien ose negarlo salga de su error, lea: «Se conocen tres formas de Gobierno principales: 1º., (¿con qué nombre concertarán esos ordinales?) LA MONARQUÍA, que consiste en que la autoridad la ejerce una sola persona. 2º., LA REPÚBLICA, en que dicho poder está ejercido por varias personas. 3º., LA ANARQUÍA (¡¡¡!!!) que significa la carencia de Gobierno, o mejor dicho, una sociedad sujeta al desorden y en que todos los individuos se disputan el poder.» Vuelva el amable lector a pasar sus ojos sobre tan cortas líneas, y no sabrá qué admirar más, si la propiedad y concierto de las palabras, si la ciencia jurídica, si la precisión en definir, o sobre todo, la forma de Gobierno contada entre las principales, la que se llama ANARQUÍA y significa la carencia de Gobierno; forma de Gobierno que es carencia de Gobierno. Eso es ya haber llegado al período positivamente patológico.{154}

En la página 38 se dice que: Se entiende por DERECHO el CONJUNTO de condiciones dependientes de la voluntad de los demás, y que son indispensables para nuestro desarrollo físico, intelectual y moral. Recomendamos esta definición al eminente evolucionista Sr. Lic. D. Jacinto Pallares para su Curso completo de Derecho Mexicano.

En el número 59 hay esta ilación lógica eminentemente positivista: El derecho de la LIBERTAD resulta de la facultad que todos tenemos de practicar voluntariamente actos buenos, obedeciendo siempre las inspiraciones de nuestra conciencia, y sin que nadie nos obligue a contrariarla; por eso la Constitución, respetando ese derecho, consigna las siguientes garantías... La ley, en consecuencia, no reconoce órdenes monásticas, ni puede permitir su establecimiento, cualquiera que sea la denominación u objeto con que pretendan erigirse.{155} Si pretendéis conciliar la definición general de derecho con [280] esta particular de derecho de la libertad, os perderéis en un laberinto.

En el número 60 dice: El derecho de la sociabilidad resulta de nuestra propia imperfección o insuficiencia para bastarnos así mismos. (sic.) Para bastarnos así mismos. Es mucho para ser un simple lapsus calami.

Con tales elementos, con ese oro molido, con esa leche y miel que se propina a los inocentes niños, para que mañana, transformados en hombres, libres de todo yugo opresor, (como el de la gramática, la lógica y el derecho), emancipados completamente de añejas preocupaciones sabrán cumplir severamente sus deberes civiles y políticos, y sin que ninguna coacción, por poderosa que sea, venga a destruir sus propósitos, ni a ceder (?) tan fácilmente por unas cuantas monedas sus derechos imprescriptibles e inalienables de hombre o de ciudadano; con eso, decimos, ya se explica que la abolición de tal enseñanza en la escuela sería un crimen de verdadera traición a nuestra Patria.

Nos hemos referido a las Nociones de Instrucción Cívica, impresas en 1893, por E. D. Orozco, Escalerillas núm. 13. La Tipografía La Ilustración de México, Seminario núm. 8, hizo una cuarta (¡!) edición en que el autor enmendó el mayúsculo disparate de llamar forma de gobierno a la anarquía, reformó el número 37, aumentó el 74, distribuyó el libro en capítulos con sus correspondientes epígrafes y cuestionarios, y agregó un apéndice de Moral altruista, como es de moderna usanza. Ahora es Instrucción Cívica; en el forro se ve un catálogo de las obras del autor, detallando sus Conferencias científicas a los niños.

Ha escrito el Sr. Hernández muchas obras didácticas, de cuyo mérito científico toca juzgar los pedagogos, y en especial a los matemáticos. Las obras son: a) Lectura y escritura simultáneas; b) Escritura y lectura; c) Silabario popular; d) Programa de Lengua Nacional; e) Colección [281] de láminas para descripción de estampas; f) Lecciones de cosas; g) Conferencias científicas a los niños; h) Cuarto año escolar; i) Primero, Segundo, Tercero y Cuarto año de Aritmética; j) Aritmética elemental; l) Aritmética superior; ll) Ejercicios y problemas de Aritmética, Libros 1º, 2º, 3º y 4º; m) Programa de Aritmética; n) Geometría intuitiva; ñ) Sistema métrico decimal; o) Cuarto año escolar. Esta lista la hemos tomado de la hoja de anuncio que precede a los p) Artículos pedagógicos. En el Álbum pedagógico se anunciaron también; q) Guía metodológica, para la fácil aplicación del método de lectura de D. Carlos A. Carrillo: r) Primer Libro Nacional de Lectura. En 1896 preparaba unas Nociones de Álgebra y un Curso elemental de Pedagogía Teórica. Ahora, en el corriente año, tiene Soluciones y Metodología positiva.

Que aquel morboso estado de espíritu irreligioso se haya hecho crónico, y aún se haya recrudecido, pruébanlo algunos pasajes de la obra recientemente salida a luz: Artículos pedagógicos de Julio S. Hernández, | Inspector de las Escuelas Nacionales Primarias en el Distrito Federal, y autor de varias obras científicas y pedagógicas. | México, | Librería de Educación, Gallegos Hno. Sucr. | Tercera Avenida del Cinco de Mayo núm. 4. | 1903.

Desde luego, en el artículo primero entona el panegírico de la escuela católica, confirmando así lo que dejamos asentado. «La primera solución, dice, establece como objeto único de la Escuela la preparación del hombre para la vida futura, para la vida de ultratumba, para llevarnos a la mansión eterna de los elegidos. Como fin la supresión completa de nuestra individualidad física, intelectual y moral, para aceptar incondicionalmente los mandatos del director espiritual, con el pasivismo que muestran los seres inconscientes. Como medios, la fe religiosa intolerante y ciega, la renuncia a la vida terrestre y una rígida disciplina que nos impida la [282] realización de todo acto natural, espontáneo o libre.»{156} Educados, por dicha nuestra, en una escuela eminentemente teológica, esencialmente clerical, podemos hablar de este asunto como testigos y con conocimiento de causa. El programa de esta escuela es amplio, inmenso, comprende a todo el hombre en su desarrollo físico, intelectual y moral, y es consecuente, lógico, armónico en su objeto, en su fin, en sus medios. Nuestra escuela sabe y profesa, en conformidad con la más alta Filosofía, que el hombre consta de cuerpo y alma; que esta es espiritual e inmortal, y que, además de esta vida transitoria, hay otra que no tendrá fin; en consecuencia, de algún modo debe subordinarse la vida presente a la futura. Sabe y profesa que el católico es miembro de la Iglesia y de la sociedad civil, que, por tanto, debe dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios; respetar a sus superiores, porque toda autoridad proviene de Dios; amar a todos los hombres como a hermanos. Sabe y profesa que hay dos órdenes de verdades; porque de estas, unas son divinamente reveladas, y otras adquiridas con las solas luces de la razón; que no hay ni puede haber contradicción entre unas y otras; que los dogmas son demostrables y de hecho se demuestran en la Teología; que tales dogmas son victoriosamente defendidos por la apologética contra toda suerte de enemigos. Sabe y profesa que dentro de la ley de Dios el hombre es libre, libérrimo, que puede elegir el estado que quiera, dedicarse a cualquiera profesión, oficio y ocupación honesta; cultivar todas y cada una de las ciencias, todas y cada una de las artes liberales y mecánicas. De hecho el catolicismo ha contado siempre, y cuenta ahora, y en todo el mundo, con hombres sapientísimos en todas materias: esto es histórico, innegable. Es, pues, el parrafito transcrito, una declamación que nos abstenemos de calificar. [283]

«Transformar (al niño) en hombre que se convierta después en futuro ciudadano.»..., (?){157} después en futuro.

«Voy a bosquejar grandes rasgos los medios de que debe disponer la Escuela moderna para realizar el ideal de la educación humana»; reduce esos medios a tres: ciencia, arte, industria, y termina el artículo con estas palabras: «En resumen, la escuela ha de prepararnos para la vida; ha de darnos aptitud por medio de la ciencia, creándonos poder y facultades, y, sobre todo, dándonos saber; ha de darnos preceptos útiles y prácticos para poder hacer o ejecutar por medio del arte, y, por último, ha de darnos la facultad de inventar y crear por medio de la industria, y con todo ese conjunto, obtendremos el mejor de los patrimonios: la salud, el trabajo, el dinero y, como ideal supremo, la felicidad.»{158} Es patente la tendencia materialista de este párrafo: la escuela es deficientísima si a esos medios se limita: la escuela debe educar al hombre: el hombre tiene entendimiento y voluntad; la ciencia es insuficiente para educar la voluntad; esta se educa por medio de la moral, y la moral sin Religión es un imposible bajo todos aspectos.{159}

En el artículo segundo (pág. 17) el Sr. Hernández se expresa así: «Todo programa de estudios que abarque la vida humana entera, debe comenzar con nociones matemáticas y concluir con nociones lógicas. Así está constituida el alma del hombre; pretender organizarla de otro modo, es destruir su transparencia, obscureciéndola con los misterios de la teología o empañándola con las brumas [284] asfixiantes de la metafísica.» Como quien dice que la educación se ha de limitar a la ciencia positiva y materialista, que en la escuela no debe ni mencionarse siquiera a Dios, ni las causas supremas de las cosas; porque esto, obscurece, empaña y asfixia el alma humana. En el artículo tercero, vuelve al tema de vociferar contra el dogma en un apóstrofe a los padres de familia, lo cual constituye una elocuente y positiva respuesta a un parrafito de la célebre carta que el Lic. D. Justo Sierra, Subsecretario de Instrucción Pública, dirigió al Sr. Ingeniero D. Miguel F. Martínez, Director general de Instrucción primaria... «hay la cima de Dios; no lo niego. Pero para llegar allí no se oponen las alas que nosotros damos, al contrario; para llegar allí precisa la fe; y desde este instante la escuela tiene que dejar intacta su acción a la familia, al sacerdote, a la Iglesia, sea cual fuere. La escuela no puede dictar su deber a los padres; le basta cumplir con no estorbarles cumplirlo.»{160} ¿Quién tiene razón? Quizá ninguno: no el primero; porque siendo pedagogo laico y neutro anatematiza apriorísticamente el dogma: no el segundo, porque supone una enseñanza sin filosofía, o una filosofía de la enseñanza que deje intacta la cuestión religiosa, todo lo cual es teórica y prácticamente falso.

Nuestros actuales pedagogos, a juzgar por el artículo sexto, (Las fiestas escolares), están por la supresión de los premios en las escuelas substituyéndolos por fiestecitas teatrales; parece que las razones en que se apoyan son dos principalmente, a saber, conservar cierta igualdad, y evitar se desarrollen en los niños pasiones innobles. La igualdad empero es imposible; porque las inclinaciones, las aptitudes, la diferente aplicación &c. siempre producirán diversos resultados a la faz de todos; esto mismo prueba que suprimir los [285] premios es inconducente: además, ¿por qué no se ha de procurar una noble emulación?{161}

El artículo octavo cuyo asunto es «fuerza y materia», expone sucintamente las hipótesis relativas a la constitución de los cuerpos; describe las teorías atómica, dinámica y atómico-dinámica; pero ni menciona siquiera la teoría aristotélica, que gozó de gran boga por muchos siglos y resucita ahora con el neotomismo, eso sí, es ocasión para que en tono magistral y dogmático en el sentido positivista, asiente proposiciones absolutas que no llegarían a probar ni todos los pedagogos juntos; la infinidad del espacio; la infinidad del tiempo; la eternidad de la materia y la metamorfosis o evolución de los átomos hasta constituir al hombre inteligente, libre y social.{162}

En el artículo decimotercero al ocuparse del estudio de la historia, trae este párrafo: «El hombre se dirige hacia el bien, ejecuta actos de conciencia, reconoce deberes que cumplir en su vida individual y social; nacen instituciones religiosas al principio bárbaras y salvajes, moralizadoras después, déspotas más tarde, pero casi siempre destructoras del espíritu de libertad y tolerancia; paralelamente a la actividad religiosa se desenvuelven las instituciones de beneficencia más positivas y más prácticas que las primeras, pero frecuentemente basadas en el culto y en las creencias, que no en las convicciones nacidas de una moral independiente y pura.»{163} Por lo que pueda aludir a la Religión católica, conviene aclarar que al catolicismo se debe la más noble y genuina idea de la libertad humana; él ha sostenido a todo trance los fueros de esa libertad, cuyos héroes son los incontables mártires de todos los siglos; él ennobleció a la mujer, él abolió la esclavitud, y él en cuanto ha podido viene oponiéndose al [286] desenfreno del libertinaje. ¿Que ha sido intolerante? Tiene que serlo con el error y con el vicio; y luego, ¿cómo tirar esa piedra aquí, donde se ha hostilizado bárbaramente al catolicismo, donde «el Estado, o sea la representación genuina del derecho y la justicia»{164} pisoteó el derecho de propiedad y otros altísimos derechos? En cuanto a la beneficencia, el catolicismo no cede la palma de bienhechor de la humanidad, a ninguna institución que haya existido o exista sobre la tierra: su divino modelo es Jesucristo, que apura hasta las heces el cáliz del dolor por el bien del hombre; su móvil es la caridad, el más noble, puro y sublime de los sentimientos, y la mayor de todas las virtudes. La moral independiente, es decir, un absurdo designado impropiamente con el nombre de moral, cacarea su altruismo y su filantropía que son, como alguien ha dicho, la moneda falsa de la caridad.

El artículo decimocuarto contiene las mismas ideas que hemos venido refutando, y termina con frases blasfemas contra la fe católica.{165} El decimoquinto es una arenga pedantesca «escrita y pronunciada por el autor con motivo de la promulgación de la ley de Instrucción obligatoria en México, el año de 1892»;{166} ahí se asegura que la constitución mexicana es «la más sabia del mundo,» hipérbole tan monstruosa como la constitución misma; puesto que es una constitución contradictoria, impía, reformable, reformada y sobre todo, tan oportuna (?) que ni un solo día se ha practicado. Un poco adelante dice: ya no habrá tampoco esa criminal coacción del fraile que viola las conciencias, imponiendo sus errores al inexperto que cae en sus ardides: ¡bien!, tales palabras honran una vez más a la Escuela Normal de Puebla, son esencialmente educatoriales, prueban la neutralidad de la escuela laica, sirven de ornato retórico a la carta aquella de [287] Don Justo Sierra y son, en fin, una prueba de gratitud a Fr. Pedro de Gante, a Fr. Bartolomé de las Casas a Motolinía y sus innumerables imitadores, que han venido luchando contra la barbarie azteca y contra la barbarie jacobina.

En el artículo decimoctavo se decide a aceptar la famosa teoría de Don Francisco Bulnes sobre «la raza del trigo, la raza del maíz y la raza del arroz.» En el decimonono hace duras e injustas alusiones a la Iglesia católica. En el vigésimo primero aparece como ateo. En otros artículos siguientes es de admirar el criterio histórico del Sr. Hernández, que no es otro que la profesión de los principios, de los errores y de la vehemencia jacobina. En el vigésimo séptimo llega a decir que, «la religión de los aztecas era muy parecida a la que hoy podríamos llamar la idolatría cristiana que profesa con pasión nuestro pueblo.»(¡!)

Con vocación más clara y con más idoneidad para el cálculo que para la Filosofía, acaba de sacar de los tórculos su: Metodología de la Aritmética en la Escuela Primaria | Obra escrita para servir de consulta y de guía a los Maestros de la República Mexicana, | Por el Profesor Normalista Julio S. Hernández, | Inspector técnico de las Escuelas Primarias de la Ciudad de México y autor de varias obras científicas y pedagógicas. | México Oficina Tip. de la Secretaría de Fomento... 1904. Ha empezado a publicar un periódico pedagógico.

Ya de los programas así generales como particulares de educación y enseñanza implantados en México, tendremos ocasión de hablar en la obra que proyectamos; porque es necesario, no solo volver por la honra de la escuela católica, sino señalar racionalmente las deficiencias de la escuela laica, gratuita y obligatoria, o sea de los males gratuitos y obligatorios de la escuela laica. Al lado del Sr. Hernández debemos colocar al Sr. Profesor D. Enrique C. Rébsamen, fundador de la Escuela Normal de Veracruz, Director de la Enseñanza Normal en México, muerto hace pocos meses. [288] Escribió, según referencias de La nueva faz de la Evolución del Método los tratados siguientes: Metodología General, Antropología Pedagógica; Guía metódica para la enseñanza de la Escritura y Lectura. Guardarémosle también su lugar en nuestros Estudios sobre la Pedagógica en México.

VII
El Lic. D. Ezequiel S. Chávez y Lavista

El Popular, diario liberal de esta Ciudad, en 20 de Junio de 1903, publicó algunos datos biográficos del Sr. Chávez, y nos apresuramos a recoger los siguientes: Nació en Aguascalientes, a 19 de Septiembre de 1868; estudió las primeras letras bajo la dirección de D. Celso Bernal; vino a México, donde continuó sus estudios primarios, teniendo por profesor a D. Estanislao Pérez Valiente, e ingresando después en el establecimiento de D. Emilio Baz; en 1880 se matriculó en la Escuela Nacional Preparatoria; a su tiempo pasó a la Escuela de Jurisprudencia; en 6 de Febrero de 1891 se recibió de Abogado; ha enseñado en la Preparatoria Historia General y Patria, Geografía, Matemáticas y Filosofía, y en la de Comercio ha dado lecciones de español y de Historia; en 1896 fue electo diputado; y ha desempeñado importantes cargos en el Ministerio de Instrucción Pública.

Ha enseñado en la Escuela Nacional Preparatoria dos asignaturas de suma importancia y trascendencia, que son, Lógica y Psicología; pero en una y otra materia ha tenido que ceñirse al plan de estudios informado por el positivismo. Si mal no recordamos, fundóse la clase de Psicología en 1893, siendo al principio orales las lecciones; por lo cual dos años después un grupo de sus discípulos quiso reunir apuntes y publicarlos, y aún hemos oído decir, que en efecto se dieron a luz algunas tesis. [289]

Además de varios artículos de polémica filosófica que el Sr. Chávez ha publicado en la Revista de Instrucción Pública Mexicana, existen de él los trabajos siguientes:

1º. Síntesis de los principios de Moral de Herbert Spencer. | México. | Oficina tip. de la Secretaría de Fomento. | Calle de San Andrés núm. 15. (Avenida Oriente 51.) 1894.

De este libro se han hecho varias ediciones. Lo que el autor hizo y lo que de propio caudal puso en la obra, consta por estas palabras: «La índole de mi trabajo me ha impedido manifestar; respecto de cada uno de los asuntos tratados en el presente libro, mis opiniones personales, y esta circunstancia hace que yo no tenga en esta labor otra misión que la que consiste en presentar, en una forma muy breve, los pensamientos capitales del que, con justicia, es considerado como el jefe de los filósofos evolucionistas.»{167}

Para el Sr. Chávez el trabajo de dicho jefe es un «armonioso sistema que tiene por fin contribuir la vida completa y feliz de todos.» Sin embargo, nosotros, los rancios escolásticos, es lo que menos hallamos en el libro. Entendemos que un armonioso sistema digno de ese nombre, ha de partir de principios ciertos y fijos; ha de proceder con lógica inquebrantable, y tratándose de moral, debe conducir fines eminentemente buenos: sucede lo contrario en la moral spenceriana, no aparece el concepto absoluto del bien y del mal, sino cierta voluble relatividad, que debe necesariamente acompañar a toda moral utilitaria y egoísta, por más que a cada paso suene la palabra altruismo. Según esa moral, por otra parte, parece que el hombre virtuoso no goza del premio de la virtud, puesto que este será un porvenir ideal, es decir, para la humanidad futura, de la cual no forma parte positiva: la salud corporal, la familia, la sociedad terrestre, son el todo, el medio y el fin. [290]

Repetiremos lo que a su propósito decía Dª. Concepción Arenal: que «el libro de Spencer nos parece exageradamente evolucionista, naturalista y egoísta (o utilitario)»; y que «contiene reglas, que podrán llamarse de prudencia, cálculos que podrán calificarse de útiles, máximas que podrán ser tenidas por provechosas; máximas, cálculos y reglas que es posible que coincidan alguna o muchas veces con la moral, pero que no son la moral, ni lo serían aunque coincidiesen siempre, porque hay que distinguir las circunstancias, aunque sean inseparables de un fenómeno y sus consecuencias, aunque sean inevitables, de su raíz, de su esencia.»{168}

La moral de Spencer más parece higiene que moral. Por más que el jefe evolucionista, su sintitetizador y los moralistas todos del positivismo, quieran cerrar voluntariamente los ojos, jamás en rigor filosófico podrán negar, ni menos destruir, ni siquiera prescindir de la existencia, espiritualidad e inmortalidad del alma; de la existencia, sabiduría, [291] providencia y justicia de Dios: la moral independiente es un castillo en el aire, es un absurdo.

Cuando consideramos los torcidos caminos por donde se impele a la inexperta juventud, y cuando pasamos la vista por los sectarios y deficientes libros que se ponen en sus manos, no podemos menos que lamentar el gravísimo perjuicio que se le hace, y la criminal responsabilidad de los sostenedores del ateísmo oficial.

2º Para el curso de Lógica, casi siempre ha servido de texto en la Escuela Nacional Preparatoria la obra de John Stuart Mill; mas, atendiendo a que esta es voluminosa y no corto el recargo de estudios, era indispensable compendiarla, así lo ha hecho el Sr. Chávez en el Resumen sintético del sistema de Lógica de John Stuart Mill, con notas complementarias, | por el Lic. Ezequiel A. Chávez, Profesor de Lógica en la Escuela N. Preparatoria, | Librería de la Vda. de Ch. Bouret. | 1897.

«Convencido, dice el Sr. Chávez, de la excelencia de la obra de John Stuart Mill, y de que, integrándola con notas, y sintetizándola, podría hacerla más fácilmente conocida, he emprendido la doble labor que ya indiqué; he tratado de hacer clara la exposición de las doctrinas referentes a las proposiciones y a los silogismos, sirviéndome de esquemas gráficos, que me han sido muy útiles, en mi práctica, como profesor de Lógica en la Escuela Nacional Preparatoria, y he intentado, además, presentar algunas investigaciones originales, que, a mi juicio, llenan vacíos considerables, como pasa con el relativo a la falta de un criterio para distinguir el término mayor y el menor en los silogismos... Investigaciones igualmente originales, consignadas también en forma de notas, corrigen concepciones erróneas referentes a los modos silogísticos y completan, a mi entender, la teoría respectiva, así como la referente a las conversiones.»{169} [292]

No es nuestro animo juzgar aquí la lógica del filósofo inglés, nos limitamos a lo que es el trabajo del Sr. Chávez; será imposible olvidar la regla de la cantidad de los términos de las proposiciones, cuando se han grabado en la imaginación las líneas que los representan de un modo tan sencillo.{170} Aunque el invento no es nuevo.

La regla para conocer el término mayor y menor de un silogismo es, según todos los autores, que el mayor es el predicado de la conclusión y el menor es el sujeto de la misma; pero el Sr. Chávez quiere dar un criterio que presida a la colocación de los términos en la conclusión, cuando es distinta la extensión de uno y otro, y da esta regla: siempre que los términos que no figuren como término medio, estén el uno distribuido y el otro no distribuido, colóquese el no distribuido como sujeto de la conclusión.{171} Sabemos que esta regla fue vigorosamente impugnada por el Dr. Flores en un periódico pedagógico.

Son igualmente apreciables las notas relativas a los modos del silogismo y a la conversión de las proposiciones.

3º. Elementos de Psicología por Edward Bradford Titchener. | Traducidos del inglés por el Lic. Ezequiel A. Chávez, profesor de Psicología en la Escuela Nacional Preparatoria. | México. | Imprenta de Francisco Díaz de León. | Cinco de Mayo y Callejón de Sta. Clara. | 1902.

Esta traducción salió de la prensa por entregas; en sus páginas encontramos una teoría que revela un positivismo extremista, que llega a negar la substanciabilidad del alma quizá porque no es objeto de experimentación u observación inmediata: «Es cierto que pensamientos, recuerdos, imaginaciones y sentimientos, son partes del espíritu. Es cierto, además, en un sentido, que ellos «van adelante dentro de» nosotros; pero el psicólogo no considera cierto que ellos [293] sean «hechos por» el espíritu, o sean los «productos» del espíritu, que el espíritu sea alguna cosa separada de ellos. Cree que ellos son el espíritu; que el espíritu es justamente la suma de ellos todos, de tal modo, que cuando dice «espíritu» está usando simplemente una especie de frase taquigráfica en vez de esta: «todos mis pensamientos y sentimientos.»{172} ¿Cómo se pueda sostener esa peregrina opinión contra el testimonio de la conciencia, contra el consentimiento común de la humanidad, contra la legítima deducción del acto a la potencia y de la potencia al sujeto, y contra la unidad de sujeto en la vida intelectual y moral? No lo sabemos.

Es absolutamente indispensable un criterio filosófico y sano por todo extremo, para elegir los libros que deben ponerse como textos en manos de los jóvenes estudiantes; pues los directores y maestros cargan con la responsabilidad del porvenir de esas almas.

La psicología ha adelantado muchísimo con el auxilio de la biología celular, de la anatomía y de la fisiología, sobre todo de la histología; pero el positivismo no la deja pasar de los fenómenos. Por su parte los filósofos católicos, particularmente en el Instituto Superior de Filosofía de Lovaina, han hecho y siguen haciendo preciosos estudios, para conciliar la Filosofía cristiana con los descubrimientos modernos: algunas obras corren ya en el público con aplauso, aún de los positivistas del viejo mundo, véanse entre otras: a) Los orígenes de la Psicología contemporánea por Mons. D. Mercier: b) Psicología, dos vols. por el mismo autor: c) Estudios biológicos, por el P. Zacarías Martínez Núñez, Agustino: d) Cuestiones de Psicología contemporánea, por el P. Marcelino Arnáiz, Agustino también, profesores los dos últimos en el Real Colegio del Escorial: e) Psycología &c. por el P. Estanislao De Backer, profesor en la Universidad de Lovaina.

Hemos dicho que tratamos de escribir un libro de crítica [294] sobre la pedagogía mexicana, e insistimos en el propósito, persuadidos como estamos, de la positiva trascendencia de todos los problemas que se refieren a la enseñanza y educación de la juventud. La enseñanza oficial es sectaria, a pesar de todas las protestas en contrario; no obedece todavía a planes rigurosamente científicos y que nada dejaran que desear: llama desde luego la atención el recargo indiscreto de materias; el amor exagerado a toda novedad; la protección a los libros liberales, aunque sean malos; la proscripción de libros católicos, aunque sean buenos, y la desatentada aplicación de nuevos métodos. En punto a moral, no se diga, vamos de mal en peor, y sin esperanza de remedio, quizá hasta que la misma abundancia del mal imponga el bien. Sin embargo, empiezan a oírse amargas quejas, y la estadística y la sociología del país vendrán a abrirnos los ojos.

En estos momentos han puesto el grito en el cielo algunos periódicos liberales; porque el Sr. Lic. D. Manuel Regino Gutiérrez, Director de la Escuela Normal de Jalapa, tuvo el suficiente valor civil, para publicar un libro con el título de La Nueva Faz de la Evolución, en el cual critica las ideas pedagógicas de los Sres. D. J. Sierra, D. E. Rébsamen y D. M. Flores. El Sr. Gutiérrez prueba que la moral atea es un disparate; mas, por toda contestación recibió únicamente violentísimos ataques personales y amenazas de destitución. De todas maneras queda en pie su tesis y su lealtad. En otro lugar nos ocuparemos más extensamente de dicha obra.

Otro pedagogo veracruzano D. Benito Fentanes, de Cosamaloapan, hace paladinas confesiones sobre la bancarrota de la escuela laica en cuanto a la Moral. Celebramos de corazón estos momentos de lucidez, y felicitamos a los hombres honrados que así hablan conforme a la verdad.{173}

En la Revista Positiva ha publicado el Sr. Chávez: [295]

4º. Ensayo sobre los rasgos distintivos de la sensibilidad como factor del carácter mexicano. Memoria presentada en la sesión del 13 de Diciembre de 1900 (al Concurso Científico Nacional), por el Lic. Ezequiel A. Chávez, delegado de la Sociedad Positivista de México. La materia de suyo es digna de estudio y se la trata aquí con alguna novedad. Para ser oportuna y eficaz la legislación de un pueblo, debe basarse, o debe tener muy en cuenta la índole nacional. El autor supone en la nación tres grupos principales, el indio, el mestizo vulgar y el mestizo superior: al caracterizar la sensibilidad general de cada grupo, sigue el orden de «nacimiento del fenómeno, su caracterización, su permanencia, sus efectos y término.»

5º. Discurso pronunciado en honor de Augusto Comte, en la velada que organizó la Sociedad Positivista de México, la noche del 5 de Septiembre de 1901. Habló de la influencia que los positivistas atribuyen a las ideas del filósofo de Montpellier en el pensamiento contemporáneo, considerándolas en lo que concierne a la ciencia, al agnosticismo sistemático de todo lo suprasensible, y a la grotesca religión de la humanidad, sintetizada «en las dos sílabas supremas Amor», el cual comprende aún a los animales domésticos «débiles hermanos inferiores.» ¡Vaya un tierno y fraternal amor!

6º. Discurso pronunciado por su autor la noche del 13 de Febrero de 1903, en la velada que organizó el «Liceo Altamirano», para honrar la memoria del eminente literato Ignacio M. Altamirano.

VIII
Los Sres. Ingenieros D. Juan Mateos y D. Agustín Aragón

En nuestra biblioteca particular tenemos un ejemplar de las Cartas relativas a la lucha por la existencia, | escritas [296] por los Ingenieros Juan Mateos y Agustín Aragón. | México. | Oficina Tip. de la Secretaría de Fomento. | Calle de San Andrés núm. 15. | 1896.

El Sr. Aragón, según él mismo lo confiesa, es «positivista de la escuela de Augusto Comte»:{174} hemos oído afirmar que se gloría de ser entre sus colegas de escuela filosófica, «el único positivista ortodoxo», o que conserva íntegramente las doctrinas del Cours de Politique Positive; fue discípulo del Dr. D. Porfirio Parra; para recibirse de Ingeniero escribió; Examen de algunas de las consecuencias del Cálculo de las Probabilidades bajo el punto de vista lógico, | Tesis presentada por Agustín Aragón en su examen de Ingeniero Geógrafo, | México. | Terrazas, Imp. S. José de Gracia, 5. | (14 Avenida Oriente núm. 900). | 1893. Escribió un folleto rotulado: Apreciación positiva de la lucha por la existencia. No hemos visto este opúsculo; pero sabemos que tuvo por objeto: «Señalar la falsedad de los fundamentos que a esa lucha han dado Darwin y sus adeptos; dar a saber que el evolucionista-filósofo H. Spencer, que substituyó la frase lucha por la vida por las palabras persistencia del más apto, no evitó el escollo de que huía, y dejó la cuestión en el mismo terreno en que Darwin la había dejado, el de las metáforas; e indicar de paso fundándose en los recientes estudios de Spencer, que poco o nada se ha avanzado en lo que al origen de las especies se refiere, desde el punto de vista filosófico, en el lapso de tiempo transcurrido de la época de Lamarck a nuestros días.»{175} Tal opúsculo dio ocasión a D. Juan Mateos, para escribir una Carta en la cual quiso probar, que la lucha es un hecho innegable y que, supuesto el hecho, puede formularse la famosa ley de la persistencia del más apto. A la expresada Carta contestó el Sr. Aragón con otra para defender sus primeros asertos. [297]

Dejando a Darwin la gloria que en justicia le corresponda; pues somos partidarios del principio de que la defensa de la verdad no necesita de ridículas exageraciones, antes éstas la desacreditan; concediendo con Quatrefages y Nadaillac, que el famoso transformista haya sido pacientísimo investigador y hombre «de profundo saber y de ingenio maravilloso», convenimos con el mismo Nadaillac en que Darwin fue apriorístico y «temerario, al establecer sin pruebas directas una ley general;»{176} por tanto, trátase de una cuestión de las que se llaman de subiecto non supponente; porque prius est esse, quam taliter esse.

En efecto, creemos no desaprobarán nuestros lectores que transcribamos aquí el juicio crítico que, con reposo y apoyándose en sólidos razonamientos, emite acerca del darwinismo el autor citado: «hay que repetir, dice, que ninguno de los hechos actualmente conocidos prueba la transformación de una especie en otra, háyase verificado esta transformación lentamente por una serie de modificaciones ligeras, acumuladas durante larga serie de generaciones, como Darwin quería; háyase verificado bruscamente, como creen otros naturalistas. El profesor Perrier, evolucionista entusiasta, declara lealmente que nunca se ha obtenido por la experiencia el paso de una forma a otra, ni se ha observado en la naturaleza, y Blanchard, sabio académico de ciencias, exclama, sin que nadie le replique: «Enseñadnos una vez sola el ejemplo de la transformación de una especie.» Inmensa ambición, querer encerrar al Universo en el molde de una fórmula, se ha dicho profundamente; hay que buscar hechos, y no pararse en perpetuas hipótesis.

«No, ni la selección natural, ni la lucha por la vida, factores ambos invocados con tanta confianza por la nueva escuela, pueden explicar el origen de las especies; son a lo [298] sumo agentes de adaptación destinados a ponerlas en armonía con el medio que las rodea, y si la influencia de ese medio puede producir cambios fisiológicos, ninguno de los hechos conocidos hasta aquí autoriza a creer que esos cambios alcancen a las formas orgánicas, y menos aún, que las especies animales y vegetales se hayan perfeccionado y caracterizado gradualmente.»{177}

«En resumen, los factores que invoca con tan ciega confianza la escuela transformista, la lucha por la vida, el medio, la selección natural y el tiempo, son del todo insuficientes para explicar la derivación de los tipos, y con ella el origen de las especies. No nos enseña nada respecto a la formación primera de los órganos, ni a los caracteres que el Dr. Topinard llama indiferentes, esto es, los que no producen ninguna ventaja para el individuo ni para la especie. Subsisten, por lo tanto, las objeciones con toda su fuerza. Hemos preguntado: ¿en dónde, cuándo y porqué se perdió la fecundidad que caracteriza a los individuos procedentes de antepasados comunes? ¿Cómo es posible que el orden y la armonía, tales como resaltan en todas partes, pudiesen reinaren la naturaleza, hallándose sometidos los seres a transformaciones incesantes? Hemos mostrado, finalmente, por mucho que retrocedamos, especies claramente caracterizadas y entre las que han sobrevivido numerosas que son semejantes a las que viven a nuestro alrededor actualmente. Entre ellas las hay muy anteriores a los tiempos históricos, otras que precedieron al cuaternario, y otras que datan del cretáceo; ni el tiempo, ni el medio, han ejercido acción apreciable en las mismas. Mientras no se refuten esas objeciones y no se nos faciliten las pruebas que pedimos, se hace imposible para toda persona formal, el admitir las doctrinas promulgadas con tan vivo ardimiento por la nueva escuela.»{178} [299]

En cuanto al ilustre abolengo símico de Darwin y de sus secuaces, observa Nadaillac después de un verdadero derroche de erudición: «el Dr. Topinard trata en una de sus mejores obras, de establecer un tránsito gradual de los cráneos de los animales al cráneo humano; del hormiguero al canguro, de este al corzo, cerdo, conejo, erizo, zorra, monos, antropoides y finalmente al hombre. Se puede, nadie lo niega, descubrir en los cráneos y órganos cerebrales series que procedan por graduaciones sucesivas; pero, ¿qué prueban esos curiosos y bien estudiados tránsitos y gradaciones? Una ley de continuidad y nada más, contesta muy oportunamente el Sr. Kirwan.

«Tocante al fondo mismo del asunto, no conocemos mejor refutación que la que tomamos del citado Sr. Topinard. Tiene este el mérito tan grande como singular, de que siendo partidario convencido de la descendencia animal del hombre, dice lealmente las objeciones que es dable presentar a la hipótesis que con persistencia defiende. ¿Qué importa, por ejemplo, la forma de los cráneos, ni su serie progresiva o regresiva, cuando el volumen del cerebro humano es casi triple del de los antropoides mejor dotados? Todo cede ante la supremacía del órgano que gobierna al organismo entero. El volumen del cerebro es de inmensas consecuencias para las facultades intelectuales, y por lo tanto, para las costumbres y género de vida; separa bruscamente al hombre de los antropoides. No menos se separa el hombre de ellos por la pelvis. Sus miembros presentan diferencias que no existen más que en él, y difícilmente se imagina contraste tan singular como el de la mano posterior del antropoide con el pie del hombre; no existe ningún intermedio entre ellos. Sólo el hombre se mantiene de pie, y todo en él se adapta a esta función. La marcha vertical es un atributo esencial de la humanidad, dice Vogt, atributo que le distingue de todos los demás mamíferos.»{179} [300]

Al terminar el capítulo VI el Marqués de Nadaillac se expresa así: «Hemos resumido de la manera posible con los actuales descubrimientos, los primeros tiempos de la presencia del hombre en el globo. Hemos indicado lo que era y lo que podía; al terminar este capítulo, y dirigiéndonos a los lectores que aciertan a colocarse por cima de las prevenciones de escuela, preguntamos: ¿no existe una solución de continuidad, que nada, absolutamente nada, hace desaparecer entre el animal dominado tan sólo por sus apetitos, que satisface de modo uniforme e invariable, incapaz de cualquiera otro cuidado ni sensación, y el hombre que, a más de las necesidades materiales, comprende las morales; que para ocurrir a las primeras, fabrica armas, utensilios e instrumentos de toda suerte, enciende y conserva el fuego, doma los animales, haciéndolos servidores suyos; preocúpase también con pensamientos más elevados; posee nociones de derecho y de justicia; sabe que sobre él hay un Dios poderoso y Criador y espera en otra vida, después de la que tan rápidamente transcurre para él? Preguntamos otra vez a los lectores de buena fe: ¿verdad que nos vemos conducidos forzosamente a la conclusión del ilustre sabio inglés Sir R. Owen? El hombre en la tierra es el único representante de su orden.»{180}

El traductor de la obra de Nadaillac tuvo la feliz idea de agregar como apéndice un capítulo de L'évolution et la vie de Dionisio Cochin, y a fe que el capítulo es sobremanera interesante; nosotros copiaremos sólo la conclusión: «La filosofía positiva, exagerando y falseando los datos experimentales, y jactándose de haber hecho que llegue la ciencia a su más alto grado de generalidad, trata de explicar por una misma causa los fenómenos que vemos o de que tenemos conciencia; quiere presentarnos el universo mineral, viviente e intelectual como una especie de gran ser animado por una fuerza única, que produce por los mismos [301] procedimientos y en virtud de las mismas leyes, cristales y plantas, hombres y sociedades. Hemos procurado separar las partes de ese conjunto, interrumpir esa continuidad, cortar ese ser en varios trozos. No acertamos a comprender la evolución del mundo mineral sin la creación de una materia ponderable, ni la evolución del mundo vivo sin la creación de un primer germen.

«Estaríamos prontos a añadir, si llegáramos a estudiar alguna vez el tercer problema, que tampoco acertaríamos a concebir la evolución del mundo moral sin la creación de un alma inteligente y sensible: materia ponderable, germen vivo y alma inteligente: tres elementos que en nuestro universo fueron objeto de tres creaciones especiales y no pueden derivar unos de otros; se nos parecen como mundos asociados, pero distintos, como una especie de trinidad en la naturaleza criada. Cada uno de esos tres mundos está sometido a leyes particulares que la experiencia y la observación dan a conocer. Así, cuando primitivamente crió Dios la materia ponderable, desgarróse la nebulosa, formáronse los globos celestes y se enfriaron y condensaron, dibujando sus orbitas invariables a través del espacio, obedeciendo a las leyes generales de la atracción, y persistencia de las fuerzas. Así también cuando Dios crió la vida, habría concedido a los vivientes según Lamarck y Darwin, la propiedad general de plegarse a las condiciones de su existencia, de modelarse en cierto modo según el medio, de legar a sus descendientes los cambios verificados en ellos mismos; y especies, tipos, y apariencias de la vida habríanse sucedido, levantándose a cada generación los más fuertes y hermosos sobre los cadáveres de los que cabría llamar, puesto que la herencia es la ley general, desheredados.

«Por último, al crear las almas, dioles Dios una ley moral: ley propia para asegurar nuestra dicha, ley evidente para nuestra razón, a la cual puede sin embargo someterse o no nuestra voluntad. [302]

«Concebimos por consiguiente, tres mundos distintos, si se nos pregunta: ¿creéis en la creación especial?, contestaremos: imposible no conceder orígenes diferentes a la materia, a la vida y al alma, porque no concebimos ni cómo la materia procedería de la nada, ni cómo la vida procedería de la materia, ni cómo, en fin, el alma y el pensamiento procederían de la vida. No podemos comprender el mundo sin tres intervenciones de la Causa primera, sin tres creaciones especiales, y no acertamos a concebir una evolución sola y universal.»{181}

Expone luego Cochin y se inclina a aceptar el sistema de la evolución especial, o sea dentro de cada mundo el de la materia, el de la vida y el de la inteligencia. «Pero cuanto más se demuestre la evolución especial, más notaréis que se derrumba el gran sistema y os sentiréis inclinados a rechazarlo. Por ejemplo, la evolución especial del mundo viviente se deriva de la ley de herencia; penetraos de esta ley y advertiréis que con ella se levanta una barrera entre el mundo vivo y el material, sujetos a leyes de orden muy vario. Análogamente, si lográis concebir el progreso de la cultura intelectual en los hombres y la marcha hacia adelante de las razas civilizadas, su evolución, os alejaréis muchísimo del mundo mineral y es seguro que la mecánica y la química no ocuparán sitio alguno en vuestros razonamientos.

«Elevaos a la concepción más alta de cada uno de los tres mundos: vistos desde arriba, aún os parecerá más profundo el abismo que los separa...

«Creemos en la materia, en la vida y en la inteligencia; creemos que va contra la ciencia positiva quien trate de encerrar las tres ideas dentro de una misma concepción, imaginando para los tres órdenes de fenómenos una evolución, y sometiendo los tres mundos a una sola y misma ley. La única exclusa que tienen los inventores de la evolución [303] universal consiste en que, dada la necesidad de investigaciones filosóficas inherente a nuestra condición, y el empeño de ciertas personas por no salirse del límite de los llamados estudios positivos, imponíase fatalmente el sistema en la historia del entendimiento humano. Se quiso ir más allá de la ciencia sin apartarse por esto de ella; al forzarla y corregirla obligósela a mentir»{182}.

Nos hemos detenido un poco en este punto; porque el sistema evolucionista en sentido darwiniano, desarrollado por la habilísima pluma de H. Spencer, que goza de gran prestigio en la escuela positivista, va enseñoreándose cada vez más de los entendimientos, ya no por demostración científica de la cual, como hemos visto, está aún muy lejos, sino por pura repetición mecánica, alucinando la credulidad del vulgo, y abusando del candor de los niños.

IX
La «Revista Positiva»

De más importancia son los trabajos que el Sr. Ingeniero D. Agustín Aragón ha emprendido para ensanchar los dominios de su escuela.

El 1º de Enero de 1901 comenzó el Sr. Ingeniero Aragón a publicar la Revista Positiva, científica, filosófica, social y política. – Órgano del Positivismo. – México D.F. 5ª de Carpio 2.817. En ese periódico hase dado cariñosa preferencia a los escritos del Dr. Barreda y del maestro Parra, como hemos visto; se han insertado además trabajos sociológicos de otros mexicanos, traducciones del francés y del inglés, y aun algo que han remitido los correligionarios positivistas de otras naciones del continente. De esto último, lo principal es un extenso tratado sobre la Religión de la Humanidad, [304] por el comtista chileno D. Juan Enrique Lagarrigue, quien se ha consagrado en cuerpo y alma a ejercer y propagar el culto de la humanidad.

Del Sr. Ingeniero E. J. Molera se publicaron los escritos siguientes: a) El Homestead. – b) El filósofo John Fiske, o sea, breve noticia del estado de la Filosofía en los Estados Unidos del Norte. – c) La tribu india de Cupa y la reclamación al gobierno de México de la Iglesia Católica de Alta California.

Del Sr. G. L. de Llergo figuran en la Revista, un Discurso leído por su autor en la velada conmemorativa del 84 aniversario del natalicio del ilustre positivista mexicano Gabino Barreda; la traducción de un discurso escrito en francés por el Sr. Aragón, y un elogio del Lic. D. Protasio Tagle.

Para la historia de la instrucción positivista en México, debe tenerse presente el Discurso Inaugural, escrito por el Licenciado D. J. Ignacio Rivas en honor del Sr. Lic. D. Tomds Aznar Barbachano, para la velada fúnebre que dedicó a su memoria el Instituto campechano el día 29 de Septiembre de 1902. Aznar fue para el referido Instituto con siete años de anticipación, lo que Barreda para la Escuela Nacional Preparatoria.

Mencionaremos también al Sr. Lic. D. Atenedoro Monroy, quien elaboró una prolija disertación sobre el Valor estético de las obras de la escuela decadentista: ensayo crítico premiado en los Juegos Florales de Puebla, y una larga poesía A Barreda, leída en la inauguración de su estatua en Puebla a 28 de Mayo de 1903. Ya se sabe que en ocasiones semejantes la poesía corre peligro de degenerar en pedantesca y de ser, como lo fue en esta vez, pretexto para renegar de la Teología con estereotipadas declamaciones, tan odiosas como los extravagantes delirios del decadentismo: [305]

«el negro abismo
de intolerante y ciego fanatismo.
...
y arrancaban verdades las más puras
por entre las obscuras
fangosas teologías del pasado.»

Tan feliz, tan oportuno pareció al inspirado vate el epíteto fangosas que, pocos renglones adelante, adorna con él otro verso. No faltaron ¡imposible! los lazos de la Metafísica, la hoguera del Santo Tribunal, &c.

El Sr. Ingeniero D. Valentín Gama dio publicidad en la Revista a unas Consideraciones sobre la enseñanza preparatoria; prescindiendo de algunas inexactitudes históricas, en lo principal del artículo señala algunos positivos defectos.

Haciendo punto omiso del Nuevo Calendario de los grandes hombres, así como de otras versiones a nuestro idioma y de trabajos literarios ajenos al positivismo, pasemos ya a ocuparnos en los escritos del Sr. Aragón, editor y redactor en jefe de la Revista Positiva.

El Sr. Ingeniero Aragón es ultra-positivista, profesa con más que religiosa veneración las doctrinas de Augusto Comte y se muestra intransigente, irreconciliable, exaltado contra la Teología y la Metafísica, cuyos defectos, cuya inutilidad, cuya ruina tienen que salir forzosamente en casi todos sus artículos y discursos de escuela.

1º. Pacotillas, novela mexicana del Dr. Porfirio Parra. Es un juicio crítico y encomiástico de la obra literaria de su amado maestro.

2º. Comentario al Discurso pronunciado por el Sr. Lic. José Y. Limantour, Secretario de Hacienda, en la ceremonia de clausura del Congreso Científico Nacional.

3º. El Sr. Dr. D. Gabino Barreda. – Discurso leído ante su tumba en el cementerio de Dolores, el 10 de Marzo de 1901. «Sin solución de continuidad», como en 1903 decía el Señor [306] Aragón, año tras año desde 1898 han ido los discípulos del Dr. Barreda a llorar y ensalzar a su maestro y patriarca.

En el exordio expresa sus ideas acerca del porvenir del hombre: «Cuatro lustros completos se cumplen en este día, desde aquel doloroso en que nuestro gran apóstol dejó de ser teatro del doble y continuo movimiento de asimilación y desasimilación, para ser incorporado perdurablemente al gran fetiche, a la tierra.» En cuanto a la vida postrimera del ser humano, consiste en «alcanzar subjetivamente la supervivencia en el seno de la humanidad.»

4º. Discurso pronunciado por su autor en la celebración del 47º aniversario de la fundación de la E. N. de Agricultura y Veterinaria, verificada el día 22 de Febrero de 1901.

5º. Nota del editor, a la carta del Dr. Barreda a D. Mariano Riva Palacio. Escribió también otra Nota a los artículos de D. Gabino sobre la Instrucción Pública.

6º. Essai sur l'histoire du Positivisme au Mexique: le Dr. Gabino Barreda, par Agustín Aragón, avec preface de M. Pierre Laffitte. Este Ensayo fue redactado a instancias de M. Emile Antoine, uno de los más fervientes propagandistas del positivismo.

7º. Discurso leído en la fiesta de inauguración del Teatro de los Héroes en Chihuahua, la noche del día 9 de Septiembre de 1901. En este discurso proclama dogmáticamente que: «La vida futura sólo tiene dos elementos irreducibles, a saber: los sucesores y las obras ligadas a los restos y al nombre del ser desaparecido. Pero la personalidad desaparece tarde o temprano por la doble incorporación del cuerpo a la tierra y de la obra a la Humanidad, único gran ser colectivo que nunca muere.»

8º. Traducción de Lo esencial en el Positivismo, especie de credo positivista de E. S. Beesly. Sigue una nota del Sr. Aragón en que hace profesión de los artículos ahí citados. Llama la atención el aplomo con que contradice a la [307] historia, asegurando que «nada ha sido tan contrario al espíritu de la Religión cristiana, como el conocimiento de la ciencia positiva:» da por cosa juzgada «la irremediable ruina de las religiones reveladas.» Mas, como esto no ha de ser obra de un día, añade: «Por lo que atañe a la vida privada, no cabe la menor duda de que las religiones reveladas están llamadas a prestar todavía grandes servicios, a pesar de su irremediable y creciente decadencia. La desaparición de ellas será efectiva cuando las haya reemplazado la Religión de la Humanidad.» ¿Cuándo llegará ese cuando?

9º. Alocución leída en la apertura de las sesiones en México del «American Institute of Mining Engineers.» Nada hay de notable, si no es que dice a los yankees que aquí, en vez de ponernos bajo el auxilio celestial, «nos ponemos bajo la égida de la ciencia e invocamos el espíritu internacional.» Gracias a Dios la nación en masa, la verdadera nación mexicana es católica, e invoca el auxilio divino en todas sus empresas.

10º. El Islam. Traducción de un artículo escrito por un positivista turco, es probablemente aquel que honró con su asistencia el banquete del Café Voltaire. Lo curioso del caso es, que el artículo tiene por objeto defender la religión islamita y, no obstante, el Sr. Aragón dice en una nota: «Nuestro querido y distinguido correligionario turco Ahmed Riza.»

11º. Bibliografía. Dos artículos bibliográficos, en uno habla de las obras del Dr. Ingram, de Dublín.

12º. La Asociación de estudios sociales «Gabino Barreda» de Tampico. Repite aquí sus ideas ateístas y humanitaristas. Con esta ocasión se publicó en la Revista, tomado del Boletín de la Sociedad el discurso del Presidente, Lic. D. Ricardo López Parra, discurso que en resumen contiene los mismos requiebros a la ciencia, los mismos loores a la humanidad, las mismas blasfemias contra la Religión, que son como el tema obligado de todo discurso positivista. [308]

13º. La Filosofía Rusa contemporánea por Ossip-Lourié. Traducción.

14º. El Sr. Dr. D. Gabino Barreda. Alocución leída ante su tumba el 10 de Marzo de 1902. Nueva afirmación de la supervivencia subjetiva.

15º. Alocución leída en la velada que organizó la Sociedad de Ingenieros y Arquitectos de México en honor del Sr. Ingeniero D. Manuel María Contreras.

16º. Causas de nuestra escasa producción literaria y medios de combatirlas. En una nota se dice: «este trabajo fue escrito para figurar en el certamen de los juegos florales, organizado este año por los alumnos de la Escuela N. de Jurisprudencia. En la primera parte, de carácter abstracto, fundo la ley del progreso social cuyo enunciado doy en los siguientes términos: allí donde la prosperidad material, resultado de la industria, está mas ampliamente distribuida, allí es mayor el progreso del hombre, intelectual, moral y social.» Esta ley no abarca todo el progreso del cual la prosperidad material no es más que uno de los factores principales, y es incapaz de suplir los otros. Véase Balmes La Civilización. Señala el Sr. Aragón como causas de la escasa producción literaria, la actividad material de nuestra época, y la preocupación por los medios de subsistencia. Sin negar a esas causas algún influjo, la verdad es que casi todos los grandes literatos han sido pobres y que hay otras causas más poderosas, y son el materialismo que invade a la juventud y la supresión de los estudios clásicos.

17º. Juárez. México, 5 de Julio de 1902. La ocasión no puede ser más propicia para encaramar hasta las nubes la Reforma y poner a la Iglesia cual digan dueñas. «La religión teológica, dice, ya no satisface a muchos, en parte por ser una religión que no se funda en la observación paciente de los fenómenos, sino en signos sobrenaturales y milagrosos, y en parte también, porque es un sistema de creencias [309] de igualdad inmortal en otro mundo y no de desigualdad modificable en este.» Si los signos sobrenaturales y milagrosos son hechos innegables, atestiguados por la historia, vistos en cierto modo por nuestros propios ojos, ¿por qué no ha de satisfacer la Religión? Y satisface, en efecto, a una enorme cantidad de millones de católicos, que cuentan entre sus filas a hombres sapientísimos que viven consagrados a la observación paciente de los fenómenos, como lo hicieran Descartes y Pasteur. La igualdad de los humanos es modificable según el cultivo de las virtudes y según la correspondencia a la gracia: en el mismo cielo, difert stella ab stella, siquiera gocen los bienaventurados todos la misma felicidad substancial que es la posesión de Dios, en quien se abisman por conocimiento y por amor.

18º. Discurso del Sr. Agustín Aragón, como representante de la Comisión Mexicana que patrocinó la erección de la estatua de Augusto Comte, y en nombre de la Sociedad Positivista de México, 18 de Mayo de 1902. El discurso original fue escrito en francés, leído por el Dr. Cancalón, y vertido al castellano por el Sr. Ingeniero D. G. L. de Llergo.

Es un ramillete de elogios a Comte y su sistema, a Juárez y a Barreda, e integrado con una utópica descripción de la prosperidad de México, visto todo a través de la opinión; porque «nada es tan cierto, repetiremos con el Sr. Aragón, como el verso de Campoamor, que por ser tan conocido ya va olvidándose: Todo es según el color | del cristal con que se mira. (Influencia social de la lectura de novelas).

Aquí supimos que fueron 600 los contribuyentes mexicanos para el monumento a Comte.

19º. La Segunda Conferencia Pan-Americana.

20º. Papel de la poesía en el periodo industrial. Precede a guisa de exordio una breve exposición en sentido positivista de las funciones de la naturaleza humana, y de las leyes de la evolución mental, práctica y sentimental. Las diferentes [310] épocas de la historia han tenido su poesía conforme al modo de ser de la humanidad: el momento actual debe tenerla en consonancia con su propio régimen, aquí entra el criterio de partido: «que intelectualmente procede de la ciencia, prácticamente se caracteriza por la industria y afectivamente va a la Humanidad.» Supone, como en otros escritos, a la Religión en definitiva derrota, y al mundo entero en brazos del positivismo triunfante, el cual ve con hosca mirada los más arduos y trascendentales problemas, «la razón renuncia a buscar la causa primera y a señalar la causa final»: sentando sus reales nomás que en el campo fenoménico, satisfecho con sus métodos, «ya no ha menester ni de los milagros ni de la ayuda divina... la doctrina teológica de la gracia, la metafísica del libre albedrío, estorban.» Blasfemias que bastan y sobran para demostrar que, como Barreda, el articulista es agnóstico y apriorista en asuntos de Teología y Metafísica; que como Barreda, sueña en los portentos de su sistema y, si es enemigo del milagro, es en cambio amigo de las profecías: como Barreda cierra los ojos ante la gigantesca anomalía de la paz armada en todas las naciones, ante la guerra cruel que el monstruoso militarismo hace a la prosperidad de los pueblos, y exclama con infantil candor: «El nuevo régimen se caracteriza por la paz y la industria. Los jefes militares desaparecen y les substituyen los industriales, cuya función será más importante que la de sus predecesores.» Por lo demás, podemos esperar sentados que la Religión sucumba, como han esperado muchos desde hace la friolera de dos mil años; podemos esperar que el positivismo con sus negaciones o con su abstención sistemática acerca de lo absoluto, y en cuanto al culto supersticioso y fanático de la humanidad, se entronice y gobierne a las sociedades. Si en los grandes errores religiosos y de todo género, como supone el Sr. Aragón, se han inspirado inmortales poetas, nada extraño sería que la poesía prestase sus [311] alas al positivismo para ensalzarlo aun en lo mismo que tenga de falso y de iluso.

21º. Discurso leído en la Sociedad «Ignacio Ramírez» el 19 de Agosto de 1902. El orador considera al Nigromante como «el lazo de unión entre nuestros demoledores propiamente dichos y nuestros grandes constructores»: que como ateo y demócrata que era, quiso «reorganizar sin Dios ni rey»; que, en sentir de su panegirista, reorganizó «como hombre público y como publicista.» Halla dos hechos culminantes en la labor del ministro Ramírez: 1º haber apoyado a Barreda. 2º haber abolido el internado en los colegios nacionales. La conveniencia de lo segundo es sobre manera discutible. Per accidens, dado el sesgo que en punto a moral debían tomar las cosas, fue quizá necesario suprimir el internado; pero en abstracto, se presta el punto a muchos comentarios; pues los pobres y sencillos estudiantes que en lo general vienen de fuera al mare magnum de la Capital, como Pacotillas y compañía, se ven rodeados de mil y mil distracciones para los estudios, no crían hábitos de disciplina moral, y corren seguramente más peligros de naufragar en la vorágine de los vicios.

Idénticas observaciones hacemos al capítulo sobre el Internado de la obra La Instrucción Pública en México por D. José Díaz Covarrubias, inserto en el número 23 de la Revista, no menos que al párrafo que con sus correspondientes tiros al clericalismo, le dedica el Sr. Aragón en el expresado número.

22º. La estadística.

23º. Nuevo Sistema de Lógica. Trata de presentar ante los abonados a la Revista Positiva, unos capítulos de la obra del Dr. Parra, encomia al autor como a maestro, y lo titula jefe del positivismo en México. Promete «consagrar la obra un estudio de análisis y parangonarla con las obras maestras de la materia.» Hace hincapié en «la simple alusión a la enorme brecha (?) que el Nominalismo abrió en la escuela católica:» [312] la alusión es esta: «El Nominalismo fue un poderoso instrumento de crítica, más temible al dogma católico que la herejía luterana.» Lo cierto es, que el grosero error de Roscelín nada tuvo de poderoso instrumento de crítica, menos aún de temible al dogma católico, ni de comparable al protestantismo.

24º. La Conferencia Pan-Americana, por el Profesor Beesly. Traducción.

25º. La Sociedad Positivista de Centro-América. En la fundación de dicha Sociedad, el Sr. Aragón ve con su cristal, un medio de acercamiento intelectual y moral de las naciones latino-americanas; porque tal y tan indispensable acercamiento no ha de ser por la Teología, tampoco por la metafísica, sino sólo y exclusivamente por el positivismo. ¡Bravo!

26º. El Positivismo. Al comenzar el tomo III de la Revista hace el editor un resumen del objeto, fin y método del sistema positivista. En ese mismo número se inicia la publicación de un Nuevo Calendario de los grandes hombres. Biografía de los 558 personajes de todos los tiempos y de todas las naciones, que figuran en el Calendario Positivista de Augusto Comte.

27º. La agresión de Inglaterra y Alemania a Venezuela. ¿De qué os maravilláis?, es una prueba inconcusa de lo escrito en el Papel de la poesía &c., de «que el nuevo régimen se caracteriza por la paz y por la industria.»

28º. Pierre Lafitte. Discurso leído en la Sociedad Positivista de México, en la velada organizada por dicha Sociedad para conmemorar la muerte de Pierre Lafitte, director que fue del Positivismo y sucesor y continuador de Augusto Comte. El objeto del discurso no es otro que el de la velada; glorificar a Laffitte como vulgarizador del positivismo, al efecto expone el orador a grandes rasgos los temas que Laffitte trató en sus obras: lo relativo a la historia de la humanidad tiene mucho de construcción convencional y apriorística. [313]

29º. Alocución leída en la reapertura de la Sociedad de estudiantes «Ignacio Ramírez.» Discurre sobre la manera de ejercitar con provecho las facultades intelectuales que es, sistematizar todo el saber por medio de la Filosofía, y leer con método y sin fatiga. Para inculcar a la juventud lo primero, no deja de entonar su eterna cantinela, la que está siempre más cerca de sus labios, en los puntos de su pluma, a saber, la ciega y monomaníaca aversión a la Teología; «la síntesis teológica recurriendo a lo sobrenatural, a lo indemostrable»; «lo intangible y lo sagrado no puede recibir las modificaciones que justifiquen el progreso de las ciencias»; «la síntesis teológica corresponde a la época de la ignorancia del hombre de las leyes científicas que gobiernan el mundo.»

En cuanto al cántico de gloria a los sabios, ¿para qué enseñar a la juventud la blasfemia? ¿No es mejor dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César? Elogiemos enhorabuena a los astrónomos inmortales que han hallado las notas del ritmo gigantesco de la creación; pero unámonos a ellos que en general fueron piadosos y digamos: ¡los cielos narran la gloria de Dios!

30º. El Sr. Dr. D. Gabino Barreda. Alocución leída ante su tumba en el cementerio de Dolores, el Martes 10 de Marzo de 1903. Cita primero un párrafo del Canciller F. Bacón acerca de la muerte: sigue el exordio donde brota la frase necesaria: «perdida la fe teológica de otra vida continuación de la terrestre.» No, por fortuna, la humanidad no la ha perdido, sino que la conserva con amor. Habla después, del ascendiente moral e intelectual de Barreda en la familia, en la escuela, en la política y aún en sus enemigos.

31º. Necrología. Emile Antoine. Relata los principales trabajos de Antoine en pro de la causa positivista. Antoine fue amigo personal de Parra y de Aragón, a indicaciones suyas se debe el Essai de que hablamos en el núm. 6º; promovió en París una conmemoración del Dr. Barreda; [314] «escribió y publicó en la Revue Occidentale un ensayo de 60 páginas sobre el positivismo en México.»

32º. Influencia social y moral de la lectura de novelas en la juventud. Cree, en resumen, que «para los hombres en general como para los jóvenes en particular, la lectura de las novelas puede dar margen a una verdadera gimnasia de los sentimientos, ya altruistas, ya egoístas. La novela puede conducir a una perfección moral superior por la actividad de la emoción sana, y por la intensidad de esa emoción.» ¡Cuánto y cuánto puede decirse sobre este punto!; asombra la fabulosa multiplicación de la novela corruptora, a donde acude la juventud ávida de emociones a perder la inocencia y... el alma.

33º. El Comité occidental positivista. El sucesor de Laffitte en la dirección general del positivismo, trataba de fundar un Comité e invitaba a los positivistas mexicanos: estos aceptaron bajo las condiciones de independencia y concurso.

34º. La inauguración de la estatua del Dr. Barreda en la Ciudad de Puebla. El Sr. Aragón escribió la crónica de la solemnidad a que el rubro se refiere; llevó la palabra por el Comité Occidental; el Sr. Parra habló como representante de los positivistas mexicanos; el Gobernador dijo un discursito de circunstancias; se leyó una poesía del Lic. D. Atenedoro Monroy; D. Francisco L. Casián peroró en nombre del Colegio del Estado, y por fin se dio lectura a la solicitud de que Barreda fuese declarado Benemérito, primero del Estado, y después, de la Nación. Todas esas alocuciones son del cuño corriente positivista.

35º. León XIII. Si por hábito, el Sr. Aragón suele lanzar ex cathedra positiva sus furibundos anatemas contra la Teología, en esta vez tenía que ser a fortiori. Asegura que si el gran Pontífice León XIII descendió a la tumba admirado y sentido por el mundo entero, se debe, no «a un ascendiente nuevo de la Religión, sino al prestigio personal del [315] Papa difunto», ¡claro está! y aquí encaja la estereotipia; no lo primero, «porque es acentuada e irremediable la decadencia del catolicismo», «la restauración de la Teología es un fenómeno irrealizable»: si lo segundo, porque fue tolerante, de espíritu amplio y sin preocupaciones &c. (?)

Hay además en la Revista una sección titulada Párrafos, escrita por nuestro furibundo positivista.

Hemos llegado al núm. 34 de la Revista. Ha tomado parte en las discusiones sobre textos y plan de estudios: no ha mucho, el 18 de Junio del presente año fue invitado Aragón, para pronunciar el discurso inaugural en la primera sesión pública de la Asociación del Colegio Militar; pero ni la presencia del primer magistrado, ni el carácter de la Sociedad restañaron la vena jacobina del orador: tales extremos denuncian miras muy estrechas.

X
El licenciado D. Juan N. Cordero

1. Rasgos generales tomados de una autobiografía

Nació el Sr. Cordero en esta Ciudad de México a 20 de Agosto de 1851, fueron sus padres, el Sr. Lic. D. José M. Cordero y la Sra. D.ª María de Jesús Altamirano. A los diez años de edad quedó huérfano de madre. Bastante adelantado ya en la instrucción primaria, ingresó al Colegio de D. Juan Lafont, sabio profesor de origen francés, quien tomó especialísimo empeño en la educación literaria y científica del joven Cordero: correspondió este a los afanes del maestro; por eso a fines de 1865 presentó en el Colegio de San Ildefonso, un lucido examen del quinto año de los entonces llamados de Liceo, «lo que dio por resultado que el Sr. Ministro, Lic. D. Francisco Artigas le decretase un premio extraordinario, que recibiría en la distribución oficial de [316] premios, (caso único en los anales del establecimiento), y además le adjudicase una beca de las llamadas de Torres.»

En 1867 entró al Colegio de San Ildefonso a cursar el sexto año de Liceo. Al año siguiente, no sin algún trastorno en su carrera, tuvo que sujetarse al plan de estudios ideado por el Dr. Barreda al erigir la Escuela N. Preparatoria. En el curso de 1869 empezó a estudiar Derecho en la Escuela N. de Jurisprudencia; doblando, como suele decirse, los años a fuerza de aplicación; ya en 1872 «se examinó de sexto año de Leyes y sufrió los exámenes profesionales llamados de Academia, Noche triste y de Colegio, quedando titulado el 30 de Diciembre.»

Aun antes de terminar su carrera, se inició en la del jacobinismo, escribiendo en La Ilustración Espírita artículos vehementes contra nuestra Religión. Sólo la proverbial miseria humana explica tales nubes en alma de tan clara inteligencia; pagó su tributo al medio ambiente de aquella época de volcánicas pasiones; pero era imposible que perseverase en la más disímbola, contradictoria y hasta ridícula faz del liberalismo. Una discusión sostenida entre espiritas y positivistas; dice el Sr. Cordero, le hizo estudiar más a fondo el positivismo y decidirse a abrazar esta escuela, no como «sistema religioso y social y que confunde la abstención y la duda con la negación empírica», sino «como método de investigación y fuente de sano criterio.»

Al triunfar el plan de Tuxtepec fundó, «asociado del Licenciado Joaquín Calero y del Coronel Antonio Ramos, el diario La Libertad.»

D. Ignacio Ramírez le nombró Juez del séptimo Juzgado Menor de la Capital; fue también Secretario de un Juzgado Correccional. Patrocinó contra viento y marea a la Sra. Laura Mantecón de González, en un célebre litigio que esta sostuvo contra su marido el General D. Manuel González, Presidente que fue de la República. [317]

En 1888, en unión de los Sres. Rafael Reyes Spíndola y Emilio Rabasa, fundó el diario El Universal. A fines del mismo año fue llamado por D. Delfín Sánchez, para encargarse de los negocios del Ferrocarril Interoceánico, por cuyo motivo permaneció tres años en Puebla.

El Sr. Cordero conoce el arte de la pintura escultura; pero con más vocación, ahínco y fruto se ha consagrado, desde 1884, al estudio científico y filosófico de la Música, y no sólo ha encontrado defectos de que adolece la enseñanza rutinaria del bello arte, sino que ha propuesto medios adecuados para corregirlos. Es, por tanto, el filósofo mexicano de la música; ha descendido hasta los fundamentos aplicándola los principios de la pedagogía con verdadera originalidad, que brilla en todos sus escritos de carácter científico. Se ocupó de la Melodía y de la Armonía en sendos tratados; luego, de la Estética teórica y aplicada «qué fue bien acogida y más tarde adoptada como obra de texto en el Conservatorio Nacional, por propuesta honrosa del Maestro Gustavo Campa.»

Sostuvo una polémica contra el Lic. D. Ezequiel Chávez sobre el plan de estudios; sin embargo, a instancias del mismo Sr. Chávez en 1900 ingresó al Conservatorio a dar la clase de Pedagogía, para la cual escribió el texto que pronto describiremos. A mediados del mismo año empezó a dar la cátedra de Estética y de Historia Crítica y Filosófica de la Música, supliendo al Maestro Campa.

Más tarde, lealmente convencido el Sr. Cordero de la importancia de su sistema de enseñanza musical, quiso dar un golpe decisivo, y, «bajo los auspicios de la Sociedad Positivista y dedicadas al cuerpo de profesores del Conservatorio, dispuso tres conferencias públicas en las cuales expuso, demostró y aplicó Las leyes fundamentales que rigen todas las manifestaciones del Arte de la Música.» De tal empresa no sacó el Sr. Cordero más que amarga decepción; o no se [318] le entendió, o maliciosamente se le hizo la guerra, o, si su sistema no era aceptable, ¿por qué nadie descendió al terreno de la discusión? En seguida se retiró del Conservatorio, y se limitó «a sus estudios filosóficos y sociales colaborando en el periódico semanario La República, editado por los Señores Licenciados Julio Guerrero y Antonio Horcasitas, con estudios sociales y de legislación, proponiendo las diferencias y discordancias entre las leyes y la organización social, y sus remedios.»

Con cierto aire de melancolía, termina el Sr. Cordero su Autobiografía con estas palabras: «No sé por qué rumbos me lleven las circunstancias, en lo que de vida me quede, que no será mucho.

«No han faltado quienes atribuyan a versatilidad e inconstancia, el cambio en mis aficiones y producciones, que no ha sido más que el fruto natural y obligado de circunstancias extrañas a mi voluntad. Espero que las explicaciones que aquí asiento dejarán la verdad en su punto y me librarán de aquel injusto cargo.

«Sin ambiciones personales y definitivamente enganchado en las filas de la Escuela Positiva, trabajo para mis semejantes sin esperanza de retribución en vida, y sin ilusión para las glorias póstumas, que no creo haya ocasión de saborear. Pongo a contribución mis humildes facultades para llenar la única misión que como real y positiva reconozco en el hombre; ser útil a sus semejantes y a sí mismo.» Esta es una especie de profesión definitiva; sin embargo, su sed de verdad, su buen sentido, las mismas decepciones de la vida humana, nos hacen esperar que alguna vez gravite hacia el centro católico y llegue a decir con el Genio de Hipona: Feciti nos Domine ad Te, et inquietum est cor nostrum donec requiescat in Te, entonces, sin dejar de amar las ciencias y las artes, sin dejar de ser útil a sus semejantes y a sí mismo, vivirá alentado de dulcísima esperanza, y lo verá todo como [319] un medio de ser eterna y personalmente feliz en el cielo. Se lo deseamos de todo corazón.

La Autobiografía que conocemos lleva la fecha de Abril 22 de 1902.

2. Obra del Sr. Lic. Cordero

Como profanos que somos en el arte de la Música, nos limitaremos únicamente a enunciar las obras técnicas.

1º. Origen del Sistema Diatónico. | Breves consideraciones filosóficas, por Juan N. Cordero («Campanone»). | México. | Oficina Tip. de la Secretaría de Fomento. | Calle de San Andrés núm. 15. | 1896.

Propónese el autor en este interesante opúsculo: «Analizar los verdaderos caracteres del sistema diatónico y su estricta significación; penetrar en los procedimientos que debieron engendrarlo, y probar que el sistema cromático es el primitivo y de él se origina el diatónico, al revés de lo que generalmente se afirma y enseña.» Y continúa diciendo: «he aquí el objeto de este pequeño trabajo, del cual en otros posteriores tomaré base, para demostrar cuán perniciosa influencia ha tenido ese falso concepto en el desarrollo científico de la música moderna, y cuánto y cuán innecesariamente ha embrollado la enseñanza.» – «Tiempo es ya de relegar al olvido enseñanzas rutinarias que no cuentan con apoyo razonable, y lanzarnos en busca de verdades inamovibles que ofrezcan a la música un sólido cimiento científico, en substitución del legendario y anecdótico, que a manera de arena movediza tiene hoy por insegura base.» (página 8).

El opúsculo es pequeño en volumen, pero el trabajo que supone es inmenso; apoyado en el modo de obrar de la naturaleza concluye; «que el diatonismo es la duplicación del intervalo cromático en todos los grados de la escala, exceptuando el 3º y 7º. Es pues, una sucesión de semitonos dobles o tonos y semitonos. La unidad es el semitono. El tono es [320] ya un compuesto, un producto, una combinación y no un elemento simple ni natural, y tampoco metafísica combinación, como lo es la suma de dos unidades o su duplicación.» (página 20.) «Escala diatónica no quiere decir escala que contiene tonos y semitonos, sino escala que liga de dos en dos o alternando los tonos o tónicas de las escalas primitivas.» (página 29). «Tono no es como se enseña: la distancia entre dos sonidos. como DO y RE; y semitono, la distancia de uno de esos sonidos al intermedio representado por un sostenido o un bemol, sino que llamaremos tono, la serie de siete intervalos cromáticos sucesivos, o sea la distancia entre un sonido y su quinto en el orden diatónico ascendente.» (pág. 44).

3. «Estética teórica y aplicada»

«La Estética es la ciencia que enseña a reconocer y apreciar lo bello», ha dicho el Sr. Cordero, es ciencia de principios, es una rama de la Filosofía y no la de menor importancia.

Obra de grande aliento, por lo que respecta a las múltiples y atinadas observaciones, hechas sobre la belleza musical en los diversos géneros del arte, es esta de que vamos ocupándonos. Su portada dice: Juan N. Cordero. | «La Música Razonada.» | Vol. V.{183} | Estética teórica y aplicada. | México. | Tip. y Lit. «La Europea», de J. Aguilar Vera y Comp. (S. en C.) | Calle de Santa Isabel núm. 9. | 1897.{184} Precede una carta dedicatoria, «A la Sra. Doña Carmen Romero Rubio de Díaz.»

Cada autor puede dar sus trabajos la extensión que quiera, y puede colocarse en el punto de vista que el recto fin o la recta razón sugiera; pero quizá el plan del Sr. Cordero [321] saque a la estética de los límites rigurosamente científicos; porque prescinde sistemáticamente de la metafísica de lo bello, y se reduce a lo relativo y verificable por los sentidos. Queramos o no, el por qué de la belleza, está más allá de lo sensible; la belleza misma sensible se conoce por el entendimiento; sobre la belleza material está la suprasensible que las obras de arte apenas revelan, ¡qué sentimientos!, ¡qué alma la del artista!

Se declara ecléctico (pág. V), pero en realidad es positivista, aunque sin las negaciones sistemáticas que, como él mismo ha dicho, le repugnan. «Mi sistema (permítaseme el posesivo) dice, está exclusivamente basado en la observación, y como tal, está por una parte al alcance de todas las inteligencias, y por otra, menos sujeto a errores de aplicación. Por lo demás, no pugna ni con las conclusiones de la ciencia ni con los dogmas de la creencia; no excluye ni la belleza moral ni la física, y sin embargo, no refiere ni una ni otra a ideales metafísicos, difíciles o imposibles de concebir.» (página VII).

No estamos conformes con lo que asienta en la página 4, censurando la escuela metafísica. La idea metafísica de la belleza no es sólo de orden moral: la moral no es patrimonio de un grupo determinado de creyentes; hay por lo menos una moral filosófica o cierto conjunto de verdades morales, que son la base de la responsabilidad humana y el fundamento de la familia y de la sociedad.{185} Además, no es imposible hacer entender a cualquiera inteligencia ideas metafísicas, cuando se habla en castellano, y cuando el escritor tiene las eximias dotes que nos complacemos en reconocer en el Sr. Cordero.

A pesar de sus salvedades, nos parece demasiado positivista aquello de que: La estética tiene su dominio en las regiones de la forma exclusivamente y su criterio es puramente [322] material (pág. 7). La belleza de la forma supone la belleza de la idea, no es más que el reflejo de otra belleza; la conciencia nos hace conocer otro mundo bellísimo, entendiendo por conciencia el simple testimonio interno de los actos del alma, &c.

Los caracteres o signos reveladores de la belleza, según el autor, son los siguientes: magnitud, proporción, simetría, flexibilidad, variedad en la unidad, potencia o vigor, soltura, color o colorido y armonía (pág. 15). Esto no debe entenderse sólo en un sentido propio y directo, sino en sentido metafórico y reflejo. Así en la palabra: «la intensidad, es el equivalente de la magnitud; la entonación, del colorido; la duración del vigor; la naturaleza del órgano, o sea el timbre, corresponde a la flexibilidad; y la conformidad entre los sonidos en conjunto y el sentimiento que se quiera expresar, viene a substituir a la armonía» (pág. 23). La Música debe reunir también esos caracteres si ha de ser bella; para que veamos el plan que sigue en la aplicación de su criterio transcribiremos sus palabras:

«Invirtiendo el orden de esos factores, procederemos del conjunto a los componentes, agrupándolos convenientemente, y nos propondremos exclusivamente, comparando las impresiones que natural y ordinariamente producen en el ánimo las diversas formas, cuáles sean las más apropiadas y aceptables para sus respectivos objetos, y para sugerir al auditorio la idea que el compositor se proponga expresar.

«Comenzaremos, pues, por la armonía. No la armonía en el sentido técnico y como corrección de los acordes que acompañen la melodía, sino la conveniencia general entre los diversos elementos de la composición.

«Asegurados de esa perfecta conveniencia examinaremos el colorido, esto es, la oportuna combinación de timbres en los instrumentos que han de ejecutar una composición.

«Después del colorido examinaremos el vigor, esto es, la [323] energía de los instrumentos que han de suministrar la sonoridad.

«En seguida examinaremos la variedad en la unidad, esto es, la diversidad de formas melódicas y armónicas que hayan de emplearse en la expresión de la idea, siempre dentro de la unidad de plan o de carácter que haya de afectar la composición en conjunto.

«Después examinaremos la flexibilidad, o sea la soltura en los movimientos melódicos y en las modulaciones o cambios de tono, llamadas a remedar las inflexiones de la palabra o de la forma, y por consiguiente, de la idea.

«A su vez examinaremos la simetría, esto es, la repetición metódica, ya sucesiva, ya alterna, de los dibujos melódicos, considerados como incisos del discurso musical o partes similares del conjunto.

«A continuación examinaremos la proporción, esto es, las condiciones de duración general del trozo, duración de sus diversos períodos, distribución de cada tiempo en los episodios respectivos, y relación entre el valor general de cada episodio y los fragmentos o formas secundarias que lo compongan.

«Finalmente, consideraremos la magnitud, esto es, la masa de instrumentos que hayan de ejecutar la composición, y determinar su grado de sonoridad.» (págs. 35 y siguientes.)

Después divide su trabajo tratando sucesivamente de las formas genéricas, formas específicas y formas típicas (página 71). Las genéricas corresponden a las tres grandes «manifestaciones de la existencia humana: la vida íntima, la vida pública y la vida religiosa.»

En todo lo restante hace oportunísimas observaciones y, fuera de una que otra inexactitud de detalle, entiende con perfección lo que ha de ser la música religiosa, adelantándose a desear la reforma que en días pasados ha decretado el Pontífice reinante con su ya célebre Motu proprio. [324]

Se ve que el libro salió a luz con la festinación que las circunstancias exigieron, y por eso hasta el estilo se resiente de cierto desaliño y pobreza, quedando lejos de igualar a los Principios de Pedagogía.

4. «La música razonada»

Deseoso el Sr. Cordero de hallar la razón científica de todo lo que se refiere a la Música, al paso que iba tropezando con leyes empíricas o reglas sin trabazón ni fundamento, antes bien, no pocas veces contradictorias y siempre deficientes, se puso a meditar hasta encontrar en la naturaleza misma de la Música las verdaderas leyes que la rigen, y que facilitan inmensamente su enseñanza. Ya hablamos de las conferencias en que quiso el Sr. Cordero dar conocer su sistema, y del éxito indiferente y frío que obtuvo; por eso se apresuró a publicar el interesante opúsculo: La Música Razonada. | Sucinta exposición y demostración de las Leyes Fundamentales que rigen todas las manifestaciones del arte de la Música. | México. | Tipografía Económica, Medinas número 7. | 1900.

El noble fin que se propone, la buena fe que le guía, la oportunidad que aprovecha para lanzar a la pública luz su opúsculo, revélanse en las siguientes palabras: «Substituir a la autoridad magistral y empírica la autoridad de la razón y de la prueba; desentenderse del mecanismo práctico y servil demostrado por una experiencia trunca, para perseguir las últimas consecuencias del fenómeno, y trocar en propósito de arte la modulación reducida muchas veces por estrechez de reglas a un procedimiento de patrón o de vaciado, o cuando más a una adivinación del Genio, nada o poco susceptible de imitación, será siempre en Música un gran paso dado adelante, y una conquista que ni la mala fe o la ignorancia podrán desmentir, ni la buena fe y el honrado conocimiento querrán desdeñar. [325]

«Un solo peligro correrá mi ensayo: el de que haya yo sido y, continúe siendo víctima de una alucinación o de un extravío de la razón, que pongan en mis ojos una venda que me impida descubrir el error; pero ese peligro desaparecerá tan luego como cualquiera me señale una excepción a la aplicación de las leyes que pretendo haber descubierto y no creado. Por eso las pongo a discusión y prueba, seguro de que cuando menos merecerán los honores del examen.

«Era mi patriótica ilusión dar a conocer esta parte de mis estudios en más amplia forma, y con todas sus aplicaciones, en los dos primeros libros de una obra que tengo concluida; pero las dificultades materiales con que tropiezo, y el justificado temor de que la muerte me sorprenda sin haber dado a conocer lo que juzgo un descubrimiento útil, y que más que por mí, me causa interés por la Patria en que nací, me han decidido a condensar en un trabajo de menos costo y desarrollo, a lo menos las Leyes Fundamentales del sistema, para que conste que en este pobre país, tan calumniado a veces, tuvo alguien, cuyo nombre importa poco, la fortuna de formular y descubrir leyes que han existido siempre, como ha existido siempre la electricidad, pero que nadie, hasta hoy, ha formulado, a lo menos que yo sepa, y para que las privilegiadas inteligencias con que México cuenta en el profesorado y entre los que a la Música se dedican, saquen del humilde trabajo mío los óptimos frutos a que se presta, como todo lo que descansa en Leyes fijas, y es una obra de naturaleza y no un engendro caprichoso de la fantasía.» (Págs. 14 y 15).

Dejamos enteramente el juicio de esta obra a los inteligentes en el arte musical. Los maestros mexicanos deben estudiar muy en serio el punto, tanto más cuanto que de veras puede tratarse de una gloria nacional.

La Introducción al opúsculo lleva la fecha de Diciembre 8 de 1900. [326]

5. «Principios generales de pedagogía»

Los opúsculos que tan imperfectamente hemos descrito, así como no pocos artículos científicos de crítica o de polémica, que el Sr. Cordero ha publicado por la prensa relativos a la música, que en especial ha concentrado sus aficiones, lo acreditan de hombre inteligente, estudioso y versado en toda clase de erudición: esto nos confirma en el vehemente y sincero deseo que tenemos de que se arroje resueltamente en brazos del catolicismo, pues, según observa Bacón, poca ciencia aparta de la Religión; mucha, conduce a ella.

Falta nos ocupemos del principal trabajo literario que ha brotado de la pluma del Sr. Cordero.

Principios generales de Pedagogía | y sus aplicaciones a la enseñanza de la Música. | Volumen I y II. | Obra de texto en el Conservatorio Nacional de Música y Declamación. | Editada bajo los auspicios de la Secretaría de Instrucción Pública. | México, | Tipografía de «El Tiempo», Cerca de Santo Domingo 4. | 1902.

Por tal obra su apreciable autor merece prominente puesto entre los filósofos y pedagogos mexicanos. Como pedagogo especialmente le hallamos muy superior a los aficionados que conocemos y que, a nuestro parecer, no pasan de medio copistas y medio declamadores sistemáticos. A reserva de tratar con más detenimiento de este libro, cuando le llegue su turno en la Historia de la Pedagogía en México, cuyo plan estamos madurando, adelantaremos algunas observaciones de Crítica filosófica.

La obra corresponde a su nombre; es, en efecto, una obra de principios, que supone profundo, paciente, delicado y fino análisis. En el primer volumen estudia el autor y explica con meridiana claridad el origen y proceso de las ideas, comenzando desde la percepción sensible de los objetos del mundo externo, siguiendo por los elementos y fenómenos [327] más simples del mundo psicológico, hasta terminar con las más sublimes generalizaciones que constituyen la ciencia humana. Se ocupa también de las relaciones que median entre las ideas, las palabras y demás expresiones del pensamiento; pero todo en sentido filosófico y observando paso por paso el procedimiento de la naturaleza, para deducir y formular las leyes que presidir deben y de hecho presiden al cultivo de las diversas facultades sensibles, intelectuales y morales del hombre, y preparar así la eficaz consecución de los fines que la pedagogía se propone.

Entre los escritores mexicanos de pedagogía y Filosofía, nadie como el Sr. Cordero y el Sr. Dr. D. Porfirio Parra manejan con más destreza y oportunidad el ejemplo y la comparación, que suelen ser excelentes recursos para que en la cátedra y en las obras didácticas, se hagan llanas y asequibles las verdades más abstrusas.

No obstante su profesión de fe positivista, en realidad aparece como ecléctico en la apreciación de las escuelas filosóficas, y en el término medio que pretende adoptar entre la metafísica y el positivismo: es probable que después de 1902 se haya operado en el Sr. Cordero una evolución que autorice para colocarle al lado del Sr. Manterola, de quien hablaremos adelante. En efecto, veamos dos párrafos de los Principios generales de Pedagogía: «La enseñanza metafísica sola, podía formar filósofos ilusos y visionarios; la enseñanza materialista podía formar sabios escépticos; solamente la enseñanza ecléctica y mixta puede producir sabios filósofos.» (vol. I pág. 65). Excusado es repetir, que nosotros entendemos por metafísica una verdadera ciencia fundada en la observación y en legítimas deducciones; por tanto, los ilusos y visionarios, como tales, ni son filósofos ni son metafísicos. Y luego en otro lugar dice: «Solamente después de una lucha reñida entre ambos exclusivismos, e inspirada en los desengaños experimentados por los sectarios de [328] ambas Escuelas, surgió una tercera Escuela ecléctica y prudente, que dando acceso a todos los procedimientos o métodos propiamente dichos, los empleó alternativa o promiscuamente, según el caso, adecuándolos al propósito o fin propuesto: los sentidos para la materia y el entendimiento para las abstracciones; la experimentación para las ciencias físicas y la observación para las morales; la inducción y la deducción como métodos complementarios del razonamiento.»{186} No creemos que aluda a la Filosofía cristiana, pues sus genuinos representantes no han reprobado los sentidos, sino el sensualismo; no la materia, sino el materialismo; no la experimentación, sino las negaciones positivistas; no la inducción, sino el exclusivismo a que algunos quisieron reducir el método inductivo.

El libro reúne los caracteres de una obra didáctica; define, divide, explica con claridad y precisión y el estilo es fácil, decente y armonioso, muy superior al de los otros opúsculos.

Ahora descendiendo a las ideas en concreto, vamos a emitir algunas observaciones conforme al criterio que nos ha guiado en nuestras obras.

Desde luego el Sr. Cordero, no sabemos si por rendir pleito homenaje al positivismo, o por ajustarse servilmente a los programas vigentes de enseñanza, contrarios a la Constitución de 57, como lo han demostrado varias veces los escritores católicos, y lo han reconocido con plausible lealtad algunos pedagogos que han servido al Gobierno, como el Sr. D. Manuel R. Gutiérrez, Director que fue de la Escuela Normal Primaria de Jalapa; el caso es que hace punto omiso del fin ultraterreno del hombre, limitando la trascendencia de la educación a que el hombre sea feliz sobre la tierra, y a que cada uno contribuya a mejorar las condiciones de la humanidad. Pero no basta, es despreciar un medio eminentemente [329] educativo, es dejar sin alas las más nobles aspiraciones del alma; queda por llenar un vacío inmenso del espíritu inmortal que nos anima, porque se impone, queramos o no, esta pregunta pavorosa y necesaria, ¿y después? Incide en el error común de esa escuela de juzgar la antigua educación católica como rutinaria, apriorística, dogmática y autoritaria (vol. I págs. 16 y 17); pero, por más que se diga, lo cierto es que fuera de las augustas verdades de la Religión creídas con fe divina, en todo lo demás los católicos han gozado y gozamos de omnímoda libertad científica dentro de la Iglesia; y que el progreso actual no es exclusivo de la generación presente, ni de sólo los positivistas, sino que supone como premisas necesarias las benéficas labores de generaciones pasadas, y cuenta con el eficaz concurso de la civilización cristiana.

Como quiera que a la Filosofía Escolástica se la desprecie por sistema, hase hecho de moda hablar de ella por meras referencias, lo cual es injusto; por eso deseamos se conozca a fondo y se estudie esa benemérita Escuela. Se la condena bajo el nombre ya despectivo de metafísica, y a la metafísica se le atribuyen enormes disparates. Volvamos por el honor de la Escolástica. «Pretende, dice el autor de los Principios generales de Pedagogía, sujetar a las leyes del razonamiento y a los grillos del silogismo aun las mismas formas corpóreas: el procedimiento de esa escuela que llamaremos metafísica, es este: 'debe ser, luego es; su existencia no repugna, luego existe'.» (Vol. I pág. 63). Por lo que tales palabras pudieran referirse a la Escolástica, escuela metafísica, decimos, que el silogismo es una forma lógica del razonamiento con fundamento científico; que usado con método y oportunidad, facilita la discusión y evita los sofismas a que se presta la charlatanería moderna. Sobre el silogismo ha dicho el Dr. D. Porfirio Parra, nada sospechoso de metafísico y, después del Sr. Barreda, el más conspicuo corifeo del positivismo en México, lo siguiente: «Entre los lógicos del [330] presente siglo unos lo han desdeñado sin razón{187}, Mill lo ha rehabilitado, y Hamilton, Boole y otros reformadores de la Lógica, no han logrado alterar en su esencia este prodigio de la humana razón. El silogismo es el único ejemplo que nos presenta la historia de las ciencias de una teoría llevada hasta su perfección por los antiguos, es decir, por el insigne Aristóteles, y a la que los siglos siguientes no han podido agregar nada esencial.» (Nuevo Sistema de Lógica inductiva y deductiva, 1ª edic., vol. I, págs. 236 y 237), y sobre su utilidad ha escrito páginas admirables al fin de su Logología, que oportunamente hemos citado.

Sostienen los escolásticos como principio metafísico innegable que, lo que debe ser con necesidad absoluta, intrínseca, esencial, tiene que ser, por lo menos hipotéticamente, o sea bajo las condiciones supuestas: así, aunque ignoremos cuál sea la causa, dado un efecto, aquella tiene que existir o haber existido; en ese raciocinio se apoya la ineludible deducción fundamental cartesiana, yo pienso, luego soy.

En cuanto a la deducción aquella: «Su existencia no repugna, luego existe»; la Escolástica no prohíja tamaño disparate, ella asegura que, ab actu ad posse valet consequutio, sed non e contra, y al propio tiempo que admite que el número de los posibles es infinito, asegura con fundamento que hay algunos que jamás por jamás se realizarán.{188} Nuestra Metafísica supone, asegura, proclama la existencia del mundo externo, es decir, de causas y efectos del orden físico.

Es el primero que encontramos entre nuestros modernos pedagogos que quiera, por lo menos, «hacer limitadas y tendenciosas la instrucción y educación preparatorias y no generales ni enciclopédicas.» (Vol. I, pág. 186). La instrucción primaria es como para acumular el material, y para poner [331] al alumno en ocasiones diferentes de revelar sus naturales aptitudes; la preparatoria se encamina por su naturaleza a fin más concreto.

Para el Sr. Cordero, «El criterio regulador de la voluntad humana no es más que un balance de placer y de pena. Si la pena supera, triunfará la Resistencia; si supera el placer, triunfará el Estímulo.» (Vol. I, pág. 214). La voluntad, «es la resultante de una serie de estímulos contrapesados por resistencias.» (Vol. II, pág. 36). No puede menos de verse aquí cierta especie de determinismo rudo y fatal que ahoga a la libertad humana, es decir, a la fuente de la responsabilidad moral. Son incalculables las absurdas consecuencias que de tal teoría emanan, si se la entiende como suenan las palabras.

Al ocuparse del propósito de la educación en la tercera parte de la obra, no divide adecuadamente las escuelas; ni juzga con justeza, como él suele decir, a la escuela espiritualista, pues le atribuye exclusivamente tendencias místicas y sistemático menosprecio de la materia. Tocamos este punto, por lo que pueda aludir a la escuela católica, y porque caben algunas observaciones. 1ª. Desde luego, hay que sentar como doctrina católica y no menos filosófica, la necesidad de subordinar el cuerpo al espíritu y los fines próximos al fin ultimo.

2º. Hay que distinguir entre el método pedagógico cristiano y la dirección mística de las almas. El método pedagógico de la Iglesia en sus universidades, en los colegios que fielmente se someten a su inspección, y aún en los estudiantados de las ordenes monásticas, permite, protege, y manda cuando conviene el estudio y la instrucción en todos los ramos del saber humano, sin más cortapisa que evitar lo que directa o indirectamente se oponga a la fe o a las buenas costumbres; porque eso ni sería ciencia ni virtud. La Iglesia quiere la educación de todas las facultades y el ejercicio de todas las virtudes: su lema es: mens sana in corpore sano. [332] Ha tenido siempre en cuenta, por principios altamente pedagógicos que la alimentación, la distracción y el descanso sean proporcionados al consumo por el trabajo intelectual. Apelamos al Ratio Studiorum de los jesuitas, y a los reglamentos de las escuelas superiores o universidades que datan de la edad media: en todos se alternan el estudio y las clases con la recreación y el esparcimiento; en todos, a los cursos académicos siguen las vacaciones, durante las cuales iban los alumnos a sus propias casas, o se les llevaba al campo, o se les retenía en el mismo colegio; pero con ocupaciones más suaves y ligeras, sin perder de vista que el descanso no consiste en la ociosidad, sino en variar de ocupación. Así es, que el decantado detrimento de la materia en la escuela católica es pura fantasía y ridícula vulgaridad.

En la dirección espiritual de las almas, conforme con el Evangelio enseña la Iglesia que hay dos caminos para la consecución de nuestro ultimo fin; uno ordinario, otro extraordinario, ambos claramente definidos en aquel célebre pasaje de la historia evangélica, a saber: dice un joven al Divino Maestro: «qué bien haré para conseguir la vida eterna?... si quieres entrar a la vida, le respondió, guarda los mandamientos... si quieres ser perfecto, ve, vende cuanto tienes, y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo: y ven, y sígueme.» (Mat. c. XIX, v. 16 y siguientes). Además, elige de cada uno la virtud según el estado y las condiciones especiales y aún individuales de cada persona: una cosa es el celibato, otra el matrimonio; una la vida en el mundo, otra la del claustro.

Dominar las pasiones con sólo las fuerzas humanas, por sólo un método laico educativo, sin el auxilio de la gracia y de la mortificación cristiana, es imposible: los paganos lo han reconocido y consignado con amargura, y nos lo persuade la experiencia del mundo, y nos lo testifica la propia conciencia; para obtener el expresado auxilio, para expiación [333] de nuestras miserias, para preservarnos de caídas o recaídas, para sujetar en fin el cuerpo a santa y saludable servidumbre, se aconseja o se manda, según y hasta donde convenga, la oportuna y medicinal penitencia.

La ascética tan estigmatizada por las muelles costumbres de los mundanos, tiene, a pesar de su severo aspecto, un gran fin social, que contribuye mucho y eficazmente a la felicidad buscada por la famosa solidaridad humana. En efecto, tiende a poner coto a la corriente sensualista que en forma de teatro, de novela, de lujo, &c., &c., se desborda sobre la sociedad, socava sus cimientos, la debilita y la amenaza de total ruina. Según la ascética cristiana no todos han de hacer voto de pobreza, castidad y obediencia; pero todos han de ser pobres de corazón, castos según su estado, y obedientes a las autoridades legítimamente constituidas; todos se han de sustraer a los desórdenes de las pasiones. Por eso nunca será suficientemente comprendida ni elogiada, la trascendencia civilizadora del sublime pensamiento del Serafín de Asís, al instituir su maravillosa Orden Tercera.{189}

Es falso de toda falsedad que el espiritualismo cristiano dé muerte a la materia, podría retorcerse victoriosamente el argumento; podríamos repetir las palabras del Salvador: no sólo de pan vive el hombre; la vida de los mayores santos es el más solemne mentís a los denigradores del misticismo y de la penitencia. Los nombres de San Francisco de Asís, de San Ignacio de Loyola y de San Vicente de Paul, y de sus respectivos discípulos, deben esculpirse en el grandioso edificio de la civilización.{190} Es un hecho histórico, que las austeridades del claustro no han impedido a infinidad de monjes vivir muchos años y escribir obras inmortales. Además, mientras no haya espíritu de mortificación, de sacrificio, de [334] caridad, el decantado altruismo, la sonante filantropía y la orgullosa solidaridad, no pasan de ser vanas palabras, para convencerse de ello basta visitar las leproserías, y en general, los asilos de la desgracia y el crimen.

En la tercera parte trata del arte en general, y luego de las artes objetivas y subjetivas, para concretarse al fin a la música. Estudia desde el más simple sonido hasta las más complicadas combinaciones, su origen, su naturaleza, sus efectos, y define la música. El arte de combinar rítmicamente los sonidos, conforme a sus relaciones acústicas y con un propósito estético (vol. II pág. 39). El párrafo V de esta parte, vol. II pág. 65 es interesantísimo.

Nos parece que en la idea general del resumen o base de los conocimientos humanos, coincide el Sr. Cordero con el Ilmo. Sr. Munguía. «Esas tres ciencias (las matemáticas, la lógica y la historia) descansan a su vez en dos más amplias y fundamentales, en las que pueden resumirse todos los conocimientos humanos, en la doble faz de especulación y aplicación o expresión a que los reduje ya en la parte teórica de esta obra; esas dos ciencias son: la Filosofía que en su sentido lato y genuino comprende toda investigación encaminada a enriquecer el conocimiento, y la Filología que, también tomada en un sentido lato, comprende todas las formas expresivas, que no son sino auxiliares, complemento o ampliación del lenguaje, intérprete de nuestras emociones.» (volumen II págs. 91 y 92). Como se ve, parece un párrafo tomado de El Pensamiento y su Enunciación. Pero lo singular es, que por esa misma latitud las conceptúa como que «no son materia de enseñanza», y que «no caben en plan alguno educativo» (ibidem). Quizá tenga razón, porque así entendida la Filosofía es la Rerum divinarum et humanarum, causarumque quibus hae res continentur, sciencia, del Orador Romano; es la enciclopedia más vasta, y entonces, ni talento, ni tiempo, ni maestro, ni texto tenemos, pues no se han [335] unificado aún todos los conocimientos. Sin embargo, es la Filosofía, como lo hemos repetido, una ciencia formalmente distinta de las demás, y en consecuencia, puede enseñarse y debe figurar en los planes educativos.

La aplicación de sus principios pedagógicos a la música, es sobremanera interesante; abunda en muy juiciosas observaciones, y critica a cada paso los defectos de que adolece la enseñanza del arte bello por excelencia.

El último párrafo en que señala las «cualidades que debe tener un Profesor», debieran sabérselo de memoria todos los que se consagran al sublime sacerdocio de la enseñanza: una idea, empero, hallamos exagerada, la que se refiere a la absoluta relatividad de los conocimientos, lo cual nos recuerda otra vez al Sr. Manterola.

6. Otras obras

Ha publicado además el Sr. Cordero algún otro folleto que no conocemos.

En la advertencia preliminar de los Principios generales dice: «Téngase por tanto este libro como un simple y desconfiado ensayo, que si el tiempo me alcanza espero mejorar, rectificar y completar más tarde, con alguna probabilidad de acierto.» Después en el vol. II pág. 146, dice: «Por eso vacilé en exponer algunas de estas observaciones, que ampliamente desarrollo en tratados especiales que aun no he podido editar.»

Hemos visto el primer volumen de una novela en cuya portada se lee: Juan N. Cordero. | «Inri.» | Novela de costumbres. | Primera parte. | La triple alianza. | México. | Tipografía de «El Tiempo.» | Cerca de Santo Domingo. Núm. 4. | 1898.

Corrió de molde en la Revista Positiva un artículo del Sr. Cordero sobre el esclarecido compositor Verdi, y un Elogio poético de Augusto Comte. El poeta no concibió el elogio [336] sin el insulto. No decimos esto porque se trate de la clase a que tenemos la honra de pertenecer, acostumbrada desde sus orígenes a ser el blanco de innobles desahogos, sino por que la poesía mancha sus propias alas con el cieno que intenta arrojar al rostro del enemigo.

«Fue más largo y reñido su combate
para salvar benévolo y piadoso
a todo un mundo ciego, y engañado
por un grupo fanático ambicioso.
...
Doblada la cerviz, gastado el brío,
y adormecida la razón augusta,
sometido del fraile al poderío,
hubo un tiempo en que el pueblo maniatado
y en la ignorancia vil encenegado,
besaba humilde la mordente fusta
con que, arrogante, el rostro le azotaba
el REY, con quien el fraile se asociaba.»

Cosa graciosa: en el mismo número de la Revista, quizá en la misma velada, lo que el Sr. Cordero atribuye a Comte, ya el Sr. Parra lo daba por terminado merced al formidable ariete del criticismo y de la revolución francesa, antes del advenimiento del presuntuoso filósofo de Montpellier, a quien tocó edificar (?) sobre los escombros del pasado. Cada cabeza es un mundo.

A juzgar por esa medio rimada prosa, el estudioso y profundo expositor de la Pedagogía y Estética musicales, no respira en su elemento cuando forja elogios poéticos. La composición fue fechada en 5 de Septiembre de 1902.

XI
Otro libro de H. Spencer

Herbert Spencer. | Los Antiguos Mexicanos. | Traducción por Daniel y Genaro García. | México. – Oficina Tipográfica de la Secretaría de Fomento. | Calle de San Andrés núm. 15. (Avenida Oriente 51). 1896.

Este libro «en cuya producción colaboró tan empeñosamente Richard Sheppig que quebrantó de un modo serio su salud, forma parte de la Sociología Descriptiva de Herbert Spencer.»{191}

D. Genaro García es compilador de un centón histórico de cuanto se ha escrito contra la España conquistadora, véase: Carácter de la Conquista española en América y en México. | Tip. de la Secretaría de Fomento. | 1901. Subscripto con las iniciales P. M. apareció un juicioso artículo en el núm. 9 de la Revista Positiva, ahí, bajo el rubro de Bibliografía, se desenvuelven los siguientes conceptos: «Como resumen y recopilación de los testigos del contra en el proceso histórico de la conquista española en América, la obra del Sr. García es digna de todo elogio: de hoy más quienes quieran conocer este lado de la cuestión, no necesitan sino ocurrir a ella. Como obra histórica, es incompleta y falsa; que no es buen testigo el que no dice toda la verdad, por más que no diga sino la verdad, ni buen juez quien no oye sino de un lado, ni buen historiador quien no pesa y mide y aquilata acuciosamente todo lo que puede haber producido los acontecimientos en cuyo relato se ocupa.»

XII
Colecta para un monumento a Comte

En El Tiempo, diario católico de esta capital, núm. 4.711, correspondiente al martes 6 de Junio de 1899 leímos, que [338] había circulado en la ciudad una invitación subscripta por los más ardientes positivistas, para recoger donativos, a fin de levantar en París un monumento al padre del positivismo. Entre las firmas figuraban la del Sr. Fernández Leal y la del Sr. Limantour, Ministros del Presidente D. Porfirio Díaz; hacíanse más que hiperbólicos elogios del autor del Cours de Philosophie Positive.

Uno de los invitados, el Sr. D. Ignacio Mariscal, Ministro de Relaciones, publicó en el expresado periódico, una muy enérgica a la vez que fundada protesta contra la invitación, presentando sobre todo las excentricidades, o locuras de Comte, así en sus costumbres como en sus escritos, quedando, por tanto, muy lejos; pero muy lejos de merecer los honores de un monumento y más aún de monumento internacional.

XIII
El Dr. D. Luis E. Ruiz

Algo hemos dicho ya de este señor en nuestras Apuntaciones sobre la Filosofía en México: ahora tenemos que agregar lo siguiente; nació el Sr. Ruiz en la ilustre Villa de Alvarado, Estado de Veracruz: ha sido Profesor de ciencias en la Escuela Nacional Secundaria de Niñas, 21 de Febrero de 1878: en 1880 publicó sus Nociones de ciencias físicas y naturales: fue dos veces Vicepresidente de la Academia de Profesores creada en México por el Ministro Lic. D. Protasio Tagle: Profesor de clases públicas de Pedagogía, 1º de Septiembre de 1880, debían darse semanalmente dos lecciones en la Escuela Preparatoria y dos en la Nacional Secundaria de Niñas: fue miembro del Congreso Higiénico Pedagógico, 21 de Enero de 1882: Presidente de la Academia de Pedagogía para el profesorado municipal, 5 de Mayo de 1882: a 11 de Septiembre del mismo año, fue nombrado en comisión con el Dr. D. Manuel Flores y D. Guillermo Prieto, [339] para formar un proyecto de Reglamento para los establecimientos escolares municipales. «En 26 de Marzo de 1884, el Ayuntamiento expidió una convocatoria para proveer de libros de texto a las escuelas municipales; con tal motivo, el Dr. Ruiz presentó un Libro de Lectura, que obtuvo el premio y se le adoptó como texto: fue Secretario del primer Congreso de Instrucción, 1º de Diciembre de 1889; ídem del segundo Congreso, 1º de Diciembre de 1890: en este mismo año publicó sus Nociones de Lógica, de las cuales nos hemos ocupado ya: fue Regidor de Instrucción pública en 1895: en 13 de Agosto del referido año, proponía al H. Ayuntamiento serios y radicales proyectos de reforma para las escuelas primarias; pero, aunque fueron aprobados, «no se llevaron a la práctica, porque el 1º de Julio del siguiente año, pasaron las escuelas todas a depender del Supremo Gobierno Federal:» en 1º de Julio de 1896, fue nombrado Director General de Instrucción Primaria, puesto que ocupó hasta que vino a substituirle el Señor Ingeniero D. Miguel F. Martínez.{192}

Además de los referidos escritos débese a la pluma del Dr. Ruiz el: Tratado Elemental de Pedagogía, por el Dr. Luis E. Ruiz, | Director General de Instrucción Primaria. | «La escuela es el secreto de la prosperidad y engrandecimiento de los pueblos nacientes». Rivadavia. | México Oficina Tip. de la Secretaría de Fomento. (Calle de San Andrés núm. 15). (Avenida Oriente 51). | 1900.

En esta obra se ve que su autor había leído más de una vez y muy atentamente el libro del Dr. Flores. El fin que el Sr. Director se propuso fue, nada menos que concurrir a la Exposición Universal de París exhibiendo en tan famoso certamen, «las doctrinas pedagógicas y los métodos de enseñanza en que se funda y apoya la Escuela Primaria Oficial, [340] tanto del Distrito, como de los Territorios Federales» y además, «enseñar, modificar y uniformar nuestro sistema docente.» No hemos sabido qué suerte cupiera a la obra, si obtuviera o no algún gran premio, o si diera nuevas luces a la pedagogía francesa.

Lo original del libro está indicado por el propio autor cuando dice: «La originalidad que por lo tanto puede caber en este libro, que no pasa de ser un pálido reflejo de las doctrinas y sistemas de los grandes pedagogos nacionales y extranjeros, solo estriba en la selección de aquéllas y estos (¿de los pedagogos?), y en el modo de clasificarlos y adoptarlos metódicamente, y según las condiciones positivas de nuestro medio social y de nuestras circunstancias escolares, pudiendo así, aspirar tal vez, a constituir un código pedagógico de enseñanza nacional.» Cita con notable frecuencia el Tratado Elemental de Pedagogía del Dr. D. Manuel Flores, 2ª edición, año 1897, pero ¿no será la de 1887 de la cual hemos hablado? En la portada se dice que es segunda edición.

1. Efectivamente, todas las ciencias, más o menos según su naturaleza, contribuyen o contribuir deben a formar o perfeccionar la ciencia y el arte de la enseñanza; pero la Fisiología y la Psicología, preferidas por el Dr. Ruiz,{193} no muestran más que el sujeto de la enseñanza; sin la Ideología, la Lógica y la Moral sería imposible precisar el objeto formal de la misma Pedagogía.

2. El objeto de este científico arte es: «perfeccionar artificial y deliberadamente las facultades humanas, e inculcar conocimientos evocables a voluntad»,{194} y principios y reglas de conducta moral, ¿no es verdad?

3. Para evidenciar la importancia de la Pedagogía, enumera el autor las necesidades humanas que debe remediar y dice: «Todas las necesidades humanas se han dividido en [341] dos grupos: necesidades de conservación y necesidades de progreso; siendo las primeras las que una vez satisfechas, hacen posible la continuación de la vida; y las segundas, las que cumplidas alcanzan la comodidad de la existencia.»{195} Bien sabemos que la escuela en que milita el autor descuida y hasta desprecia por sistema, cuanto se refiere a la Religión, y, en consecuencia, para él la educación y las necesidades de progreso tienen por último término la «comodidad de la existencia»: un epicúreo no se expresara de otro modo. Los católicos, aún sin traspasar los lindes de la Filosofía y apoyándonos en las mismas observaciones psicológicas, creemos firmemente y demostramos, que no sólo de pan vive el hombre; sabemos que toda aspiración y comodidad de la vida se subordina, y aún sacrificarse debe, si necesario fuese, en aras de otra eminentemente trascendental; la inmortalidad personal y feliz. Si con la Filosofía en la mano, y con irrefutables argumentos se prueba, que estamos dotados de alma espiritual e inmortal, que venimos de Dios y vamos a Dios, ¿será justo el industrioso esmero que se pone para hacer punto omiso de la Religión y limitarse a vivir «cómodamente», a procurar la robustez del cuerpo y a practicar una moral utilitaria y egoísta, aunque se alardee de altruismo y de filantropía? Conviene advertir que nos colocamos aquí en la región elevada de los principios; pues por otra parte, supuestas las circunstancias actuales del gobierno y de las leyes, es preferible que en la escuela oficial no se toquen puntos tan delicados y sublimes: ¿qué se conseguiría sino que los profanase la ignorancia, el error, el temor servil o el respeto humano?

4. «Ha sido el rasgo característico de la Escuela antigua, que ha visto en la acumulación de conocimientos el único objeto de toda enseñanza.»{196} No, mil veces no, y apelamos a la [342] historia de las ciencias y de las artes. Para la generalidad de las gentes cualquiera tiempo pasado fue mejor; mas para ciertos espíritus locamente alucinados por el brillo de las cosas actuales, no hay en el pasado sino materia de censura. Toda la ciencia moderna tiene sus cimientos, todo el progreso de que justamente se gloría nuestra edad, supone sus antecedentes filosóficos en los siglos pasados: los sabios se asimilaban los conocimientos de sus antecesores, llegando algunos a ser portentos de erudición, y se ejercitaban a la vez en discurrir de propia cuenta, para acrecentar el caudal de la humanidad.

5. «La filosofía ha puesto fuera de duda que el único criterio válido, tanto para el conocimiento como para la acción, está constituido por la observación y la experiencia.»{197} Tal es el criterio positivista que va directamente contra la Teología y contra la metafísica. Por fortuna, no la filosofía positiva, sino la verdadera Filosofía, ha puesto fuera de toda duda, que el verdadero criterio filosófico y válido consiste en la recta y escrupulosa aplicación de las reglas de la lógica, así en el análisis como en la síntesis; así en la observación y experiencia directas, como en los razonamientos inductivos o deductivos que sobre ellas se basen.

6. «Las facultades se perfeccionan sólo por el ejercicio.» Si esto ha de ser un principio pedagógico, es incompleto, porque al ejercicio debe preceder y presidir una dirección racional, pues esta perfecciona y hasta suple el ejercicio.

7. Nuestro estimable pedagogo, siguiendo a Jaccoud y al Dr. Flores, añade a los cinco sentidos externos uno sexto llamado sentido muscular. «El sentido muscular, según Jaccoud, da a conocer la existencia y grado de la contracción muscular. En consecuencia, las nociones de resistencia, peso, forma, magnitud, posición, reposo, movimiento, &c., &c., [343] son dadas por este sentido.»{198} Lamenais discurría sobre la posibilidad de otro sentido además de los cinco; Balmes emite también su respetable opinión.

En este punto hay alguna confusión: D. Gabino Barreda llama a dicho sentido tacto muscular. El Lic. D. Juan N. Cordero dice en una Nota de su Estética teórica y aplicada, pág. 18: «No considero el sentido muscular, porque lo juzgo una manifestación o dependencia del tacto, y además, porque tratándose de sonidos, pueden considerarse unidos ambos.» El Dr. Mercier, lo hace común a todos los sentidos.

El Sr. Dr. Parra, como veremos en su lugar, es quien ha tratado con mejor acierto de lo que debe llamarse sensación y no sentido muscular.

8. En la parte relativa a la Educación de las facultades intelectuales, tampoco estamos conformes con el antiguo Director General de Instrucción Primaria.

Procede a clasificar los actos de las facultades especulativas (la inteligencia); si para esto consultara sencillamente al sentido íntimo, aún sin necesidad de citar al eminente filósofo (?) de Montpellier, hallara sin duda que tales actos se reducen a percepción, juicio y raciocinio; pero ese pobre criterio ha sido declarado nulo y de ningún valor, y, no hay que hacer caso ni del único criterio válido, aquel del número 5 de este artículo, sino de la voluntad soberana de un inteligente escritor. Como el parrafito es clásico, no querernos privar a nuestros amables lectores del placer de verlo por sus propios ojos reproducido al pie de la letra; dice así: dividiremos, como lo quiere el inteligente Dr. Flores, en seis las facultades u operaciones intelectuales: Percepción, Atención, Memoria, Imaginación, Raciocinio y Abstracción.{199} ¡Dios excelso! ¿cómo andarán las escuelas, pues anda así la filosofía de la [344] enseñanza? ¿Qué habrán dicho en París? No, que también allí se han escrito disparates. Facultades u operaciones intelectuales no son lo mismo: facultades son las propiedades o potencias que obran o con las cuales obra el sujeto: operaciones, son los actos de las facultades. Una cosa se divide filosóficamente, no como quiera fulano o zutano, sino como lo exijan la naturaleza, propiedades y relaciones de la misma cosa. Inteligentísimo revela ser quien posee tales ideas acerca de la más noble de nuestras facultades. La percepción, juicio y raciocinio son propiamente las operaciones intelectuales. La atención es un esfuerzo mental, es la concentración de las fuerzas del entendimiento en un objeto; la abstracción consiste en considerar una cosa prescindiendo de las demás, cierta abstracción acompaña a todo acto intelectual, hay otra que es facticia: se ve, pues, que la atención y la abstracción vienen a ser en realidad, modos de las operaciones. La memoria es el mismo entendimiento en cuanto que retiene y recuerda los conocimientos adquiridos; hay también memoria sensitiva. Por fin, la imaginación, no es facultad intelectual, sino uno de los sentidos internos.

9. Una obra que iba a ser exhibida en la Exposición Universal de París, para que los visitantes se formasen idea de los adelantos pedagógicos de nuestra patria; una obra que, según la mente de su autor, ha de servir de guía al profesorado nacional, tenía que haber sido muy profundamente pensada, para no poner en ridículo al país y para que los mentores de la niñez contaran con una verdadera filosofía de la enseñanza. No es así, por eso causa tristeza leer la parte teórica del libro en que nos ocupamos. En el ultimo párrafo de la página 28 dícese: «que en toda operación intelectual se realizan simultáneamente dos hechos... El primero no es otro que el ejercicio efectuado por los órganos que ejecutan dicha operación intelectual.» La verdad es que la inteligencia es servida por las facultades inferiores, dependientes a su [345] vez de sus respectivos órganos; pero ella en sí es independiente de la materia para obrar, es espiritual. «El segundo, continúa, la acumulación de un conocimiento. Al primer fenómeno psíquico se llama educación intelectual y al resultado del segundo, instrucción.» Francamente, no alcanzamos a comprender por qué al acto de entender debamos llamarle educación intelectual. Tal nombre corresponde a la disciplina teórico-práctica que regule los actos del entendimiento, o mejor, la aplicación de las reglas a la facultad a fin de perfeccionarla. La práctica de la lógica es por excelencia la educación intelectual. ¡Siquiera fuese el autor consecuente consigo mismo!, mas a renglón seguido asienta: «la educación intelectual no es tan fácil de percibir a primera vista, puesto que consiste esencialmente en la suprema aptitud para resolver los problemas que se presenten.» Dejamos al discreto lector el comentario.

10. En el asunto importantísimo de la moral, el Tratado elemental de Pedagogía, no sólo es deficiente, sino nocivo: léase la pág. 54, no la transcribimos por no perder más tiempo. No podrá jamás el Dr. Ruiz, ni asociado a todos los pedagogos del mundo habidos y por haber, negar racionalmente, la espiritualidad e inmortalidad del alma y la necesidad de premios y de castigos después de la muerte. Lo de las «ideas progresistas» y de «que las supersticiones, los errores y las preocupaciones día a día pierden terreno, dejando expedita la marcha del hombre y de la humanidad hacia un estado mejor», son alusiones gastadísimas y huecas palabras. Todos los bienes que se deben a la verdadera «doctrina democrática, la mejor constitución del hogar y de la familia con la monogamia, y la firmeza de la tranquilidad pública con la total abolición de la esclavitud», y otros innumerables, hijos son exclusivamente del catolicismo y a pesar de la revolución; pueden admirarse las pruebas racionales e históricas de esta verdad, en la monumental obra del [346] insigne sacerdote Dr. D. Jaime Balmes, El Protestantismo comparado con el Catolicismo, en sus relaciones con la civilización europea. Fue escrito contra el genio audaz de M. Guizot; pero Guizot no tuvo que replicar, ni replicó nadie en España, Francia, Italia, Alemania, Inglaterra, aunque el célebre libro se publicó en casi todas las lenguas de Europa.

11. En la pág. 57 asegura el Dr. Ruiz que, «precisamente y según se ha observado en las clases sociales inferiores... es más frecuente y más grande la desmoralización.» Estudiando atentamente las estadísticas comparadas de la ilustración atea y del crimen, se ve que hay entre ellas cierta terrible proporción, con las circunstancias agravantes de que, las clases así ilustradas, emplean más astucia en su inmoralidad, y disponen de más recursos para la impunidad. Cabe también advertir, que en las clases sociales superiores, los vicios visten otro traje, se designan con otro nombre, se juzgan con otras leyes. En resumen, a medida que cualquiera clase social se aparta del cristianismo, se hace en ella «más frecuente y más grande la desmoralización.»

12. Finalmente, en la pág. 132 se lee: «Desprendida de toda idea religiosa u ontológica, la moral es el arte científico que dirige nuestra conducta a la consecución de nuestro propio bien y el bien de los demás.» Por huir sistemáticamente de la Religión, no menos que por acatar leyes absurdas, se asientan tamaños desatinos, como truncar monstruosamente la moral, y privarla nada menos que de su única razón de ser, de su base inconmovible, Dios.

La casa Herrero Hermanos, de esta ciudad, anuncia una edición del Tratado de Pedagogía; de las Nociones de Ciencias Físicas, y de los Elementos de Historia Natural. Hay en fin, unas Nociones elementales de Higiene; y aun nos parece haber visto un tratado más vasto de dicha materia, y otros libritos elementales por el Dr. Ruiz. [347]

XIV
El General D. Alberto Escobar

Una rama de la Filosofía actual, es la sociología, ciencia importantísima que requiere vasta instrucción y recto, muy recto criterio. Todas las ciencias dan su tributo directa o indirectamente a la sociología, pues todas y cada una contribuyen a explicar algunos fenómenos de la organización, funcionamiento, progreso o decadencia de esta o aquella sociedad. Pero se necesita sano criterio, para no alucinarse con cualquiera dato aislado; para no enredarse con la falacia de non causa pro causa; para no trastornar el orden social, queriendo modificarlo según las ilusiones de partido.

Al establecerse en la Escuela Nacional Preparatoria el curso de Sociología General, fue designado como profesor el General D. Alberto Escobar, y se le previno diese la clase siguiendo el sistema de conferencias. Ahora bien, para que los padres de familia y la sociedad toda, vean lo que se les enseña a los jóvenes educandos, imprimió dicho Señor sus: Apuntes para un curso de Sociología General. (México. | Imprenta de Eduardo Dublán. | Callejón de Cincuenta y Siete núm. 7. | 1901). Hacemos punto omiso de los defectos gramaticales de ese opúsculo, como emplear el pronombre indeterminado cualquiera, en plural con singular hasta seis veces en tan pocas páginas; porque son peccata minuta, y nuestro objeto no es precisamente juzgar del valor literario de las obras que vamos examinando, sino determinar la importancia científica que les corresponda, desde el punto de vista de la Filosofía cristiana, y según nuestro humilde y leal entender.

El libro en el fondo, es positivamente fatalista y ateo; lo cual es una anomalía si ha de servir el folleto de semitexto a los alumnos de una escuela liberal. Y es que no hay un [348] criterio superior y fijo que presida a la enseñanza oficial; lo que importa es que autores y libros blasfemen contra la Religión; por lo demás, es indiferente que este ensalce hasta el absurdo el poder de la libertad humana, y que aquél la niegue rotundamente.

1. Acerca del libre albedrío, se expresa así el Sr. Escobar: «siendo todavía generalmente admitida la teoría del Libre Albedrío, no puede concederse por sus partidarios, el que aquella, la voluntad, sea materia de previsión. – El Libre Albedrío, tal como lo acabamos de dar a entender, sería el único fenómeno en la naturaleza que estuviera desprovisto de causa, lo que seguramente no se atreverán a sostener sus partidarios; quedando, en consecuencia, reducido el problema, a sostener la dificultad de investigar con certeza los antecedentes o móviles de la voluntad.»{200} No sólo la Religión apoyada en la fe, también la Filosofía basada en la conciencia individual y social, así como en el consentimiento común de la humanidad, proclaman la existencia del libre albedrío, esta es la razón de la soberanía del hombre; toda moral, toda legislación descansan sobre la libertad. La libertad consiste en un atributo de la voluntad por el cual, supuestos todos los requisitos para obrar, puede, no obstante, hacerlo o no hacerlo. Cábele a la Iglesia la gloria inmarcesible de haber sido siempre la defensora de la idea genuina de libertad; son testigos sus millones de mártires, sonlo sus concilios y sus teólogos, que lucharon contra el protestantismo. La Filosofía cristiana supone el influjo de la Primera Causa; la Religión profesa, prueba y defiende la necesidad y existencia de la gracia. El libre albedrío debe considerarse in actu primo, como dicen los escolásticos e in actu secundo: in actu primo, es la potencia de obrar o no obrar: in actu secundo, es el ejercicio de la potencia, la determinación, coadyuvando o resistiendo a la luz de la idea, del bien y del [349] deber, a la luz y al impulso de la gracia. Puede el hombre prever conjeturalmente los actos libres, teniendo en cuenta multitud de circunstancias; pero con certidumbre absoluta, nunca; porque a pesar de todas las circunstancias dichas, todavía se yergue la posibilidad del acto contrario.

2. «Lo bueno y lo malo son siempre relativos.»{201} No siempre. Lo bueno y lo malo, moralmente hablando, puede considerarse objetiva o subjetivamente. En el primer sentido hay actos de bondad o maldad intrínseca y absoluta, y actos de bondad o maldad relativa. En el segundo sentido también los hay, siquiera sea hipotéticamente; aunque per accidens el campo de lo relativo es más extenso, porque hay que tener en cuenta la ignorancia, el error y la malicia.

3. «Una multitud de personas hay que no conciben el progreso sin la intervención del gobierno, ni la moral sin la Religión, cosas todas que la observación juiciosa e imparcial, nos hacen ver como posibles y reales en muchas sociedades. La preocupación, hasta hace poco casi universal, que nos hacía ver al hombre como un ser distinto de los demás en la creación, ha contribuido enormemente a retardar el progreso en la ciencia que estudiamos.»{202} El progreso social, científico, artístico y moral, para que sea eficaz y uniforme, necesita del poder regulador de la autoridad; en consecuencia, no se habla de pasos aislados en el progreso humano. Tampoco se trata de todo lo que se arroga el nombre de moral sin serlo, ni de este o aquel precepto practicado aún por tribus bárbaras; nosotros nos referimos a una moral propiamente dicha, a la ética, a una ciencia verdadera, sistema formal de principios y consecuencias, que ordene las acciones humanas al bien. Esta ciencia no podría menos de ser filosófica y, por tanto, no podría suprimir la idea de Dios sin negarse a sí misma. Las últimas palabras del párrafo [350] transcrito, son otra prueba del fatalismo que informa los Apuntes.

4. «La biología nos demuestra la existencia de fenómenos en los cuales causas pequeñas pueden producir efectos grandes y fuera de proporción con aquéllas.»{203} No hay que perder de vista que la vida procede de un principio superior a la simple materia; que en la eficiencia de una causa entran otros elementos que la agrandan y la integran; así una chispa produce un terrible incendio; pero es que forma concausa la combustibilidad de los objetos incendiados.

5. «Esta consideración nos da la razón de por qué las grandes civilizaciones se han desarrollado de preferencia en los países cálidos y secos, como pasó con el Egipto, el antiguo Imperio Azteca, el de los Incas en el Perú, &c.»{204} No discutiremos sobre la proposición general; negamos sí las particulares que se refieren al Egipto regado constantemente con las inundaciones del Nilo, y al Imperio Azteca asentado sobre los lagos del Valle de México.

6. «Ahora bien: la Estratigrafía, la Paleontología y la Arqueología señalan al hombre una existencia sobre la tierra que no baja de ciento cincuenta mil años.»{205} Esto lo ponemos sólo como prueba de credulidad en lo que la ciencia está aún muy lejos de saber.

7. «La inteligencia no es un don que el hombre haya recibido al venir al mundo, sino un producto de la evolución de su sistema nervioso superior, evolución que se ha verificado con enorme lentitud; pero que, como todo instrumento o útil que se ha logrado perfeccionar, es un elemento de progreso a la vez que un resultado de él.»{206} No recordamos haber tropezado con espíritu más sereno y resuelto, para salvar el abismo que separa la inteligencia del resto de los seres. [351]

8. Antes de leer la pág. 53, en que el Señor General habla de la inferioridad de la mujer y de la simple utilidad de la monogamia, quisiéramos se pasase la vista por las preciosas obras La mujer del porvenir, La mujer de su casa, de D.ª Concepción Arenal; La Mujer, de D. Severo Catalina y por los capítulos que Balmes consagra a este asunto en El Protestantismo comparado con el Catolicismo. ¿Serán vanas esas páginas?

9. Para el Sr. Escobar, «el único derecho que realmente merece el nombre de natural, es el derecho del más fuerte, y todo derecho es, como lo ha dicho con razón un sociólogo moderno, la sanción de una desigualdad.»{207} A ser ciertas tales proposiciones, vendría por tierra la noción filosófica del derecho, se la subvertiría desde su base.

10. El artículo intitulado, Gobierno religioso,{208} contiene varios errores contrarios a la Religión católica, a la Filosofía y a la historia; más bien dicho, es la negación más radical, absoluta y blasfema que puede darse de la Religión.

Insistimos en lamentarnos del triste estado de los espíritus que se han arrojado en brazos del positivismo; según sus palabras la ciencia es y debe ser todo, y, sin embargo, en orden a la metafísica y a la Religión dan de mano a la ciencia, y se constituyen eco vulgar e inconsciente de hipótesis absurdas. Estas ideas se transmiten a la juventud y se extienden cada vez más; pero el gobierno no calcula, ni menos pone coto, a los estragos que tarde o temprano comprometerán la misma felicidad de la patria.

Del Señor Escobar hemos visto también otra obra, cuya portada dice así: Manual de Higiene Militar | por el General de Brigada Alberto Escobar, | de las facultades de Ingenieros y Medicina de México, Profesor de Sociología en la Escuela Nacional Preparatoria. | Segunda Edición. | [352] México. Oficina Tip. de la Secretaría de Fomento. | Calle de San Andrés nº 15. (Avenida Oriente 51). 1897.

Recordamos haber leído en El País, número correspondiente al lunes 26 de Enero de 1903, que en la entonces última sesión de la Sociedad de Geografía y Estadística, había dado lectura el Señor Licenciado Roberto Esteva Ruiz, a su estudio denominado «Los hechos sociales en la ciencia moderna.» Parece que dicho estudio es una crítica en que se designan las verdades demostradas, no menos que los puntos falsos o débiles de la sociología spenceriana. El trabajo así entendido debe ser sobremanera interesante.

XV
El señor Enrique O. Aragón

El joven Aragón contará apenas veintidós años de edad; desde el momento en que se le ve, cautiva por lo ameno de su conversación y por la finura de su trato; se revela desde luego su bellísimo corazón enamorado de sus padres, de sus maestros y de sus libros. Las primeras espigas que ha recogido en el campo de las ciencias, se encuentran en su ensayo: La Psicología, | por Enrique O. Aragón, Alumno de la Escuela Nacional de Medicina. | México. Imprenta y Encuadernación de Müller Hnos. Avenida Juárez 816. | 1902.

El juicio que del opúsculo se formó el Lic. D. Ezequiel A. Chávez es como sigue: «Los capítulos de Psicología que este libro forman han sido en el pensamiento y en el propósito de su joven autor, más bien una obra de emoción que una obra de ciencia.

«Habiendo empezado a recorrer las infinitas sendas de estudio, y con la conciencia de que apenas se encuentra al principio de ellas, ha reunido algunos recuerdos de una de las ciencias que más vivamente lo interesaron, que mejor [353] supieron llamar al secreto de sus tendencias intelectuales, y se ha propuesto compaginar esos recuerdos, primero, por el placer de contemplar de nuevo ideas que con justicia siempre han provocado su atención, y después, por el gusto de ofrecer las primicias de su labor intelectual a algunos seres a quienes ha dedicado ferviente cariño.

«Significa esto, que al publicar este libro su autor, entiende no entregarlo a todos; por eso ha hecho una edición de pocos ejemplares, solamente para los que en él vean, al recibirlo como un presente, una muestra de cariño, una flor de amistad, cuyas páginas se arrancaron al libro de apuntes de un estudiante.

«Si otro fin se hubiera propuesto el autor de este volumen, antes de publicarlo habría acaudalado mayor número de informaciones, y habría puesto así su obra en consonancia con el progreso de la ciencia que le sirve de objeto; pero su deseo era revivir algunos de los recuerdos de sus primeras adquisiciones en el vasto dominio de la Psicología, y demostrar la virtud de su cariño.»{209}

Esto en cuanto al fin y objeto del libro; ahora, con respecto al libro mismo, tenemos que añadir que está escrito en un sentido netamente positivista, llevando el análisis hasta la más extrema minuciosidad, al paso que se muestra la abstención sistemática de toda palabra trascendental; puros fenómenos, asociación de fenómenos, combinación de fenómenos; pero nada substancial, nada absoluto, nada metafísico, como quien sabe la existencia de un abismo devorador y huye tenazmente de sus fauces. La fisiología, la histología, aparecen como razón de ser de los efectos psíquicos más elevados; el conocimiento, la atención y la abstracción son explicados por el funcionamiento de las neuronas de Ramón y Cajal. ¿Quién preside esos actos sorprendentes, quién [354] guía, quién gobierna?, eso no se sabe.{210} El pensamiento está en relación con el calor cerebral, más aún, es transformación de tal calor.{211}

De cuando en cuando en ese cúmulo de observaciones microscópicas brilla la luz del sentido común: «El alma que había sido colocada algún tiempo en la glándula pineal, no tiene sitio.»{212} Los principales escolásticos la ponen toda en todo el cuerpo y toda en cada una de sus partes, como único principio de la vida intelectual, sensitiva y vegetativa en el hombre. «Se da el nombre de inteligencia, dice en otra parte, a la fuerza que analiza las sensaciones simples y diferentes que recibe el organismo, pero aquí el resultado no efectuándose fatalmente, sino regido por una fuerza superior.» «Actos que se refieren al yo pensante.»{213}

Por materia entiende con Spencer «una serie de posiciones resistentes», la fuerza misma. Posiciones resistentes o fuerzas, ¿son la materia o de la materia?

«Los movimientos espontáneos no existen, pues el instinto y los actos de inteligencia son el resultado de acciones sucesivas almacenadas.»{214} Hay, sin embargo, acciones imperadas, así como también ejerce el alma funciones ulteriores a la percepción de las especies sensibles, como cuando en un largo razonamiento procede de conclusión en conclusión.

«Se ha hecho la observación de que individuos que viven en climas cálidos, son indolentes...»{215} No lo cree así el Señor General Escobar, a no ser que la indolencia engendre la civilización: volvemos a la rudis indigestaque moles de la Escuela.

Los demás capítulos son todos dignos de tomarse en consideración, por las muchas observaciones que encierran; [355] pero al mismo tiempo hay que leerlos con discreción, dando el valor que merezcan los hechos aislados, y apreciando las consecuencias según su enlace lógico.

Conviene advertir que en este libro la Religión aparece sólo como uno de tantos fenómenos psíquicos, de origen meramente natural, lo cual es contrario a la tesis católica.

Ojalá que el apreciable autor de La Psicología, llegue a persuadirse de la necesidad de la Religión como lastre, para que la nave de su inteligencia recorra segura los vastos mares de las ciencias filosóficas, lo deseamos sinceramente y de todo corazón. Ha leído lo suficiente el Sr. Aragón para comprender la exactitud de estas palabras de un sabio católico: «Los hombres de hoy apenas tienen tiempo para pensar, porque lo necesitan todo para escribir; mejor dicho, hoy pensamos escribiendo, y así la mayor parte de los libros que salen a luz parecen borradores inconexos de verdades y mentiras, de aciertos y desaciertos, y a veces de bellezas y de absurdos; puede asegurarse que hoy el mundo científico va y vuelve, corre y se fatiga, anda y desanda, no como quien busca un término fijo y codiciado, sino como quien busca algo que ha perdido y no encuentra: lo que busca el mundo científico es precisamente la verdad: y no ha de encontrarla ínterin no traiga en su auxilio la luz esplendorosa de la fe.»{216} Y en otro lugar: «Es preciso distinguir entre el hombre de ciencia y el hombre sabio: el cerebro de un hombre sin fe católica puede ser un gran depósito de ciencia: la facultad de aprender es independiente de la obligación de creer; pero la idea de sabio lleva consigo la idea de un conocimiento perfecto, la continencia del espíritu en los justos límites de la razón ilustrada por la luz de lo alto, la humildad de corazón, la rectitud en el juicio y la firmeza en la verdad.»{217}

Para recibir el título de Doctor en Medicina sustentó el [356] joven Aragón sus exámenes de ley los días 11 y 12 de Abril del corriente año de 1904. – (El País).

XVI
Otro escritor positivista

En la obra del Sr. Manterola intitulada, Ensayo sobre una clasificación de las ciencias, y de la cual oportunamente trataremos, dícese: «Esta explicación de aquella voz (conocer una cosa) está conforme con la que ha dado en el sentido filosófico, un ilustrado positivista, amigo nuestro, el Sr. Telesforo García, en un opúsculo que intituló: Polémica Filosófica.»{218}

El Sr. García es español de origen, positivista de ideas, ha sido llamado por su correligionario D. Juan N. Cordero: el vigoroso paladín hispano-mexicano de las ideas modernas. Escribió en la Revista Positiva:

1. Las doctrinas de D. Gabino Barreda y la integración de la patria mexicana. Tan fervoroso devoto del Dr. Barreda se exhibe el articulista, que para terminar exclama: «Honremos una vez más la memoria del sabio insigne, pronunciando su nombre descubierta la cabeza e hincando la rodilla.»

2. La Raza. | Patria, raza y humanidad e ibero-americanismo. Artículo de sociología, de corte positivista. «Yo no conozco placer igual, dice en su entusiasmo humanitarista, al que experimento al representar digámoslo así, una sección importante del alma humana: identificándome con ella, absorbiéndome en ella, formando algo como el ser del ser y vida de la vida de semejante hermosa, grande, bien sentada y bien determinada personalidad, al lado de la cual mi individuo parece átomo perdido en el vertiginoso [357] movimiento de la naturaleza, sin que nada lo distinga ni lo caracterice, como cosa que en sí valga la pena de tenerse en cuenta.»

3. Pan-americanismo.

4. Monroísmo – Arbitrage – Unidad en la variedad.

XVII
Propaganda positivista

Sería imposible reducir a trama histórica los innumerables artículos de periódico, y discursos de circunstancias en que, dándose sus autores ínfulas de positivistas han pretendido elogiar a la ciencia con ridículas exageraciones, y deprimir a la Religión y a la Filosofía cristiana con andanadas de injurias. Es este el único modo que han hallado mil y mil cerebros vacíos o anémicos para aparentar lo que no son y están muy lejos de ser, sabios. En este mare magnum hemos ido escogiendo algunos ejemplares, que seguramente bastan para conocer por inducción el estado de las ideas filosóficas en México bajo el régimen liberal.

Hace poco tiempo leíamos en El País{219} la noticia de que, el Sr. Profesor D. Juan B. Garza había inaugurado en Toluca unas conferencias de Filosofía e historia. A juzgar por el discurso inaugural, no se trata sino de insulsas declamaciones que ofenden al buen sentido, y pugnan contra el espíritu de las leyes y la neutralidad de la escuela. No hay que olvidar estos datos. El Sr. Garza enseña en el Instituto Literario. Las conferencias se inauguraron en el Salón de recepciones del Palacio del Poder Ejecutivo. Presidió la reunión el Sr. Gobernador del Estado. Publicó el discurso y la reseña nada menos que la Gaceta del Gobierno. Quo supposito, unusquisque in suo sensu abundet. [358]

XVIII
Don Antonio Revilla

Con este motivo, (las conferencias positivistas sobre Filosofía e historia iniciadas en Enero del corriente año, por D. Juan B. Garza Diputado a la Legislatura del Estado de México y Profesor del Instituto Literario de Toluca), desde el 29 de Marzo del presente año, empezaron a salir en El Tiempo unos artículos filosóficos escritos, según sabemos, por el Sr. D. Antonio Revilla.

El Positivismo y los ideales religiosos

I. Evidencia el autor cómo el positivismo es antifilosófico al clausurar por sistema la puerta de lo suprasensible, es decir, de la metafísica, de la moral, de la Religión, a título de ser entidades que no se hallan por el análisis inmediato de la materia, de sus movimientos, funciones y leyes.

Transcribe las blasfemias con que plugo al Sr. Garza inaugurar sus conferencias; pues el conferencista, armado de punta en blanco y con toda la bravura de un Quijote del positivismo, arremetió contra el catolicismo diciendo de quien le profesa, que «es un degenerado, poseído de delirio místico, que depone su voluntad, su razón y su conciencia a los pies de un dogma cualquiera»: que el positivismo «combate a esa moral deprimente que hace del mundo la obra del pecado, que aconseja la renunciación de la vida, que hace amar la muerte y consistir el bien sumo en las privaciones, la pena y el infortunio.» Insultos tan directos, emitidos por un diputado, profesor del Instituto, en el recinto del Palacio y aplaudidos por los funcionarios públicos, constituyen una cínica violación de las leyes, por eso el articulista de El Tiempo [359] llama a esa falta, «inconstitucionalidad legal que debió reprimirse con severidad.»

II. Examinando de cerca el sistema encuentra el autor que: «Las doctrinas del positivismo no son una innovación, sino que fueron conocidas muchos siglos antes de que el filósofo satírico y prevaricador estadista Bacón de Verulamio, se hubiese desatado en intemperancias contra la Escolástica, y contra los excesos de sus ergotismos y de sus metafísicas personificaciones.»{220}

Es cierto que John Stuart Mill formuló definitivamente los cánones de la inducción; pero ni es el inventor de ese procedimiento lógico, ni careció en absoluto de antecedentes históricos. En efecto, así la inferencia inductiva como la deductiva son actos naturales, espontáneos de la razón humana; Aristóteles conoció, empleó con éxito e intentó reglamentar la inducción. Observaremos aquí que no estamos conformes con el Sr. Parra y con el articulista de El Tiempo, en suponer que la inducción nos es común con los animales, no, la inferencia es esencialmente racional, lo que vemos en los animales es el instinto cognoscitivo que no se levanta sobre la sensibilidad interna.

«Creemos, pues, continúa diciendo, que la gloria que los discípulos de Mill atribuyen a su maestro sería más legítima, si no se diesen a creer y hacer creer a los demás, que él haya sido el creador de la lógica inductiva, por una especie de milagroso esfuerzo de su genio, y sin haber aprovechado una sola idea de los egregios pensadores que le precedieron en la historia secular de la Filosofía. Prescindiendo de que Newton en su tratado de Regulae Philosophandi y John Herschell en sus estudios sobre Filosofía natural dejaron delineados los trazos fundamentales de la teoría inductiva, nadie puede desconocer que esta fue sucesivamente perfeccionándose por las meditaciones de Gersón, Erasmo, Ramus, [360] Luis Vives, Bacón de Verulamio, Leibniz, Descartes, Feijoo, &c., &c. Hay que reconocer a estos verdaderos precursores del positivismo moderno, que asentaron los sólidos principios de la Filosofía, sin atreverse a proclamar jamás, como lo hacen sus legatarios de hoy en día, que el límite del conocimiento fuese la sensibilidad y que donde ésta termina sus obtusas percepciones, el espíritu humano se halla sin poder para adquirir nuevas y fundamentales verdades, como son las que se refieren al orden intelectual puro. No, mil veces no: Mill, a pesar de su selecta inteligencia, no fue ni pudo ser más que un continuador.»

III. La gloria de que se ha querido rodear a Bacón de Verulamio, de haber protestado contra el abuso de la falsa deducción, y de haber proclamado el empleo del método experimental, corresponde a su homónimo Rogerio Bacón, gran sabio y humilde fraile franciscano del siglo XIII, aunque tampoco le hayan faltado insignes predecesores.

«Fray Rogerio no sólo fue un sagaz experimentador, como lo prueban sus numerosos y útiles descubrimientos, sino que también fue un metodólogo docente, es decir, que enseñó a los demás el recto criterio de verdad que debe presidir a la exploración de la naturaleza. Ya dejamos apuntada su máxima fundamental acerca del cultivo de una asidua experiencia. –Duo tamen sunt modi cognoscendi, scilicet, per argumentum et per experientiam. Sine experientia nihil sufficienter sciri potest. Argumentum concludit, sed non certificat neque semovet dubitationem, ut quiescat animus in intuitu veritatis, nisi eam invenit vi experientiae.– Concibió, además, un vasto plan de reforma de los estudios universitarios, &c.» Apoyado en el estudio de la naturaleza, prenunció el descubrimiento del telescopio, del microscopio y la aplicación que del vapor había de hacer la mecánica. Rogerio fue también original en el análisis que hizo de las falacias, «clasificando los sofismas o motivos de error en cuatro[361] grupos: la sumisión ciega a las opiniones humanas, la esclavitud de las costumbres, la condescendencia con las pasiones del vulgo, y el temor de descubrir la propia ignorancia.»

IV. Es innegable la eficacia del método experimental en el progreso de las ciencias; pero ni es nueva la eficacia, ni nuevo el método; el hombre desde sus orígenes tuvo por maestra a la experiencia. La ciencia tiene una historia que llena todos los siglos; los más sorprendentes descubrimientos eran ya la admiración del mundo cuando vino Stuart Mill, bastante tarde por cierto, a determinar las leyes que práctica y acertadamente observaran los sabios en sus investigaciones sobre la naturaleza.

Después de nombrar a algunos sabios de primer orden inmortalizados por sus descubrimientos, añade: «Y hay que anotarlo: todos los inventores y descubridores mencionados, que han ensanchado ilimitadamente los horizontes de la ciencia, fueron hijos de la Iglesia Católica, y en sus exúberos senos recibieron la lactancia intelectual. No fue óbice para impedir su penetrante mirada, que esta vagara en las esferas insondables del misticismo. Muy al contrario, la ciencia en ellos era como un incienso de adoración, el escrutinio de la naturaleza los llevaba a un concepto más claro de la omnipotencia de su Autor. Aceptaban de buen grado lo desconocido, impenetrable a la obscura indagación humana, pero de ninguna manera lo llamaban incognoscible, es decir, exorbitante para las facultades de la inteligencia, ni se entregaban a negaciones explícitas de la vida supra-sensible, limitando lo existente a las percepciones de la sensibilidad.»

En este punto, como observa muy bien el Sr. Revilla, los positivistas han llegado a tal extremo, que niegan la substancialidad del objeto y del sujeto, explicando la persistencia del primero con «una simple posibilidad de modalidades mentales.» Para sostener tan monstruoso disparate, [362] envuelven el asunto en espesa niebla de palabras: cita a Parra, descendiente de Comte por línea recta, y jefe del positivismo mexicano.

V. No soplan mejores vientos al sujeto. Si el objeto es «una posibilidad permanente de sensaciones,» el alma substancial, espiritual e inmortal, en opinión de Berkeley, Mill, Bain y del corifeo de nuestros positivistas actuales, no es más que una quimera teológico-metafísica. «El yo, dice el Sr. Parra, no es más que la posibilidad permanente de estados de conciencia: fuera de los sentimientos, de los pensamientos, de las voliciones, el yo desaparece en totalidad.» Nos encontramos, pues, con la más absurda relatividad, en pleno fenomenismo, en fenomenismo tan original que carece de objeto y de sujeto. ¿A qué consecuencias científicas y morales pudieran conducirnos semejantes descubrimientos?

VI. Desde luego han preparado el camino que lleva al ateísmo. «Después de estas formidables negaciones de los positivistas, viene la más estupenda, la de la Causa primera, la de la Divinidad.» No habiendo más medio de cognoscibilidad que la oposición fenomenal, yendo de contraste en contraste, llega el Sr. Parra en su Nuevo Sistema de Lógica a la más elevada generalización positivista, Universo, Naturaleza, Universalidad de las cosas, mas aquí se le desvanece, se le pierde la realidad del conocimiento, «este nombre no puede ser conocimiento real, porque no hay, frente a lo que el denota, otra realidad que oponerle.» A lo cual responde el Sr. Revilla: «Por un simple esfuerzo de inferencia que la inteligencia humana ha hecho en todos los tiempos y lugares, ese contraste último, más allá del cual es imposible prolongar la serie de contrastes, queda lógicamente establecido entre lo Creado y lo Increado, entre lo Contingente y lo Necesario, entre el Universo y Dios.»

Hace, finalmente, el articulista algunas indicaciones sobre [363] las ideas de tiempo y eternidad, de espacio e inmensidad, de causa segunda y primera, y aduce unas hermosas y solemnes palabras de Alberto el Grande, y otras de Pascal que parece haber copiado de San Buenaventura.

Tal es, en resumen, el juicio filosófico del Sr. Revilla sobre el positivismo.

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{141} Casi todos los libros de filosofía positiva y pedagogía se han publicado en esta misma Imprenta, siendo Ministro de Justicia e Instrucción Pública el Sr. Lic. D. Joaquín Baranda.

{142} El Criterio, Nota al cap. I.

{143} Cartas relativas a la lucha por la existencia, | escritas por los Ingenieros Juan Mateos, y Agustín Aragón. | México 1896, pág. 23.

{144} Álbum pedagógico escolar, pág. 144.

{145} Álbum, pág. 419.

{146} Álbum, pág. 284.

{147} Ibidem, pág. 284.

{148} Ibidem, pág. 122.

{149} Ibidem, pág. 134.

{150} Ojala que los gratuitos denigradores del dogma y de la Teología, leyesen la Summa en que no hay un artículo que no sea demostrado; con gusto reproducimos aquí unas bellísimas palabras de nuestro inolvidable maestro Dr. D. Domingo de Barínaga y Rementería, Prebendado de la Catedral de México. «¿Dónde hay un hombre más discutidor que nuestro Santo? ¿Un ingenio más brillante? ¿Un sabio más universal? ¿Un filósofo más profundo? ¿Un lógico más poderoso? ¿Un entendimiento más creador? ¿Un enciclopedista más perfecto? Todos esos problemas pavorosos que traen agitado al mundo, y aterrados a los espíritus más valientes, los encontraréis resueltos en la Suma Teológica, bien en alguno de los 2.652 artículos que son otras tantas defensas de la verdad, o bien en algunas de las respuestas dadas a más de 15.000 argumentos que cortan la cerviz a otros tantos errores y a los que de ellos pueden derivarse.» (Panegírico pronunciado por su autor en el Sagrario Metropolitano a 7 de Marzo de 1881. Inédito.)

{151} Álbum Pedagógico, pág. 91.

{152} Ibidem, pág. 361.

{153} Ibidem, pág. 329.

{154} Pág. 9 de la edición de 1893. Imprenta de E. D. Orozco.

{155} Ibidem, pág. 42.

{156} Artículos pedagógicos, pág. 9.

{157} Artículos pedagógicos, pág. 11.

{158} Ibidem, págs. 14 y 15.

{159} Todos estos puntos se encuentran racional y sólidamente tratados en la magnífica obra Juicio crítico sobre la educación antigua y la moderna, | por el P. Pablo Hernández, Sacerdote de la Compañía de Jesús. | Segunda edición. | Madrid, 1888. Véase un artículo que publicó El Tiempo, diario católico de esta Capital, en el número correspondiente al 9 de Julio de 1897, y que circuló después con profusión en una hoja suelta. A esta pregunta: ¿Qué es la enseñanza sin Religión?, responden haciendo preciosas confesiones, Víctor Hugo, Diderot, Thiers, Guizot, Jules Simon y otros varios nada sospechosos a los racionalistas.

{160} Esta carta de D. Justo Sierra amerita capítulo especial en una Crítica de la Instrucción Pública en México que preparamos.

{161} Artículos Pedagógicos, pág. 99 y siguientes.

{162} Ibidem, pág. 129 y siguientes.

{163} Ibidem, pág. 177.

{164} Ibidem, pág. 197.

{165} Ibidem, pág. 185.

{166} Artículos Pedagógicos.

{167} Síntesis de Moral, pág. 7.

{168} Observaciones sobre La Educación física, intelectual y moral, de Herbert Spencer. 1882.

A propósito de moral filosófica, el Catálogo de la Biblioteca Nacional menciona las siguientes obras o ediciones mexicanas:

1. Seneca L. Anneus. | Seneca Christianus, seu praecepta mora insigniora, quae extant in Lucii Annaei Senecae epistolis, in ordinem congesta et faciliori usui accommodata. | Mexici. | 1796. | Per Marianum Zunniga et Ontiverium, 1 vol. 8º pta.

2. Heineccius Jo. Gottlieb. | Elementa Philosophiae moralis, iursique naturae. | Angelop. 1826. | Typ. National. 2 vols, 8º.

3. La Bruyère. | Los Caracteres. Traducción al castellano por N. P. Fernández. | México, 1838. | Librería de Galván.

4. Pizarro Nicolás. | Catecismo de Moral. | México. | 1868. | Imp. J. Fuentes y Comp. 1 vol. | 8º pta. El «Catecismo Político Constitucional» fue condenado en Roma a 2 de Septiembre de 1868.

5. Dragoneti Jacinto. | Economía de la vida humana, o sea, colección de máximas morales relativas a las obligaciones del hombre, seguida de otra colección de piezas escogidas en prosa y verso, &c. Edición publicada por Mariano Galván Rivera. | México. | 1870. | Imp. de la Viuda de Murguía e Hijos, 1 vol. 16º pasta.

6. Contreras Manuel. | Elementos de Moral. | 5ª edición. | México. | 1881. | Aguilar e Hijos, 1 vol. 8º pta.

7. Wilson Baronesa de. | Las Perlas del corazón. | Deber y aspiraciones de la mujer en su vida íntima y social. | Sexta edición, México, 1883. | Imprenta de I. Paz. | 1 vol. 4º pta.

8. Moreno Antonio de P. | Cartas a María. | Edición de «La Voz de México.» | 1885. | Tip. de Barbedillo y Comp., 1 vol. 4º pta.

9. Arenas Gamaliel. | Ligeras nociones sobre Moral universal. | Primera edición. | Puebla 1886. | Imp. de Ignacio Moneda. | 1 vol. 4º rúst.

{169} Resumen sintético, &c., pág. 5.

{170} Ibidem, pág. 63.

{171} Resumen sintético, pág. 34.

{172} Elementos de Psicología, pág. 17.

{173} Véase El País, 12, 25 y 26 de Agosto de 1903 y El Imparcial del 20 y 27 del mismo mes y año.

{174} Cartas &c., pág. 23.

{175} Ibidem, pág. 16.

{176} El Marqués de Nadaillac. | El Problema de la Vida. | Versión castellana de Rafael Álvarez Sereix. Madrid 1893.

{177} El Problema de la vida, pág. 25.

{178} Ibidem, pág. 46.

{179} El Problema de la vida, pág. 206.

{180} El Problema de la vida, pág. 219.

{181} El Problema de la vida, pág. 174.

{182} El Problema de la vida, pág. 277 y sig.

{183} Creemos que corresponden al orden en que definitivamente quedarán las obras cuando acabe de editarlas.

{184} Después se incendió esta Imprenta y perecieron algunos manuscritos, entre otros el de «La Ciudad de México» por el Dr. J. M. Marroquí: por fortuna había un borrador.

{185} Ya varias veces nos hemos ocupado de la famosa moral independiente y de su valor científico.

{186} Principios generales de pedagogía, pág. 152.

{187} Por lo mismo no hay que llamarlos lógicos, y cuente V. entre ellos al pedagogo D. Julio S. Hernández.

{188} El P. Palmieri, sabio jesuita, escolástico metafísico por los cuatro costados, da las reglas relativas a la posibilidad. Vol. I, pág. 80.

{189} Léanse las elocuentes páginas que a tan bella institución dedica la insigne escritora Doña Emilia Pardo Bazán en su San Francisco de Asís.

{190} Léanse las hermosas conferencias del P. Félix: El Progreso por el Cristianismo.

{191} Los Antiguos Mexicanos, pág. 7.

{192} Vénse esparcidos estos datos en la parte histórica del Tratado Elemental de Pedagogía, no hemos hecho más que recogerlos.

{193} Tratado Elemental de Pedagogía, pág. 9.

{194} Ibidem, pág. 10.

{195} Tratado Elemental de Pedagogía, pág. 10.

{196} Ibidem, pág. 16.

{197} Tratado Elemental de Pedagogía, pág. 16.

{198} Tratado Elemental de Pedagogía, pág. 27.

{199} Ibidem, pág. 38.

{200} Apuntes, &c... págs. 5 y 6.

{201} Apuntes... pág. 8.

{202} Ibidem, pág. 8.

{203} Apuntes,... pág. 10.

{204} Ibidem, pág. 14.

{205} Ibidem, pág. 19.

{206} Ibidem, pág. 29.

{207} Apuntes,... pág. 69.

{208} Ibidem, pág. 74 y siguientes hasta la 83.

{209} La Psicología..., págs. I y II.

{210} La Psicología, págs. 13 y 14.

{211} Ibidem, pág. 20.

{212} Ibidem, pág. 25.

{213} Ibidem, pág. 27.

{214} Ibidem, pág. 32.

{215} Ibidem, pág. 35.

{216} La Verdad del Progreso. | Madrid, 1877. | pág. 292, por D. Severo Catalina.

{217} Ibidem, pág. 294.

{218} Ensayo sobre una clasificación de las ciencias, pág. 176.

{219} Viernes 18 de Marzo de 1904.

{220} No sabemos a qué llamará el autor metafísicas personificaciones de la escolástica.