Filosofía en español 
Filosofía en español

portada

Nicolás Marín Negueruela

La verdad sobre Méjico
o antecedentes históricos, origen,
desarrollo y vicisitudes de la

Persecución religiosa en Méjico
facta, non verba

Imp. Chile, Morandé 767 • Santiago [de Chile] • 1928
Segunda edición [en realidad, reencuadernación de la impresa en Chile]
Barcelona • Tipografía Católica Casals
Librería - Casa Editorial • Caspe, 108 - Apartado 778
[ viii + 368 páginas + 4 hojas de láminas ]

Presbítero católico, Nicolás Marín de Negueruela era profesor de la Universidad Católica de Santiago de Chile cuando su rector, Monseñor Carlos Casanueva, le sugiere escribir esta obra de candente actualidad para la Revista Universitaria de esa institución, impresa en Chile en 1928, y reencuadernada como segunda edición en Barcelona. En los años treinta desarrolla su labor en España, y en 1946 era profesor de Enseñanza Religiosa en la Escuela Especial de Ingenieros Navales y en la Escuela Especial de Ingenieros de Montes, y capellán de la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid. Conocido sobre todo por sus Lecciones de Apologética, que se tradujeron al inglés, polaco y portugués (Casals, Barcelona 1925, 2 vols; segunda edición refundida en 1927 en Chile, con prologo de Martín Rücker Sotomayor, Obispo de Chillán; 6ª edición, Madrid 1944: “Profesor de Teología y Apologética y del Consejo Superior de Investigaciones Científicas”; 10ª Barcelona 1960, 2 vols.). Otras obras: ¿Por qué soy católico?, o Apologética elemental (Casals, Barcelona 1929, 192 págs.; 5ª Lib. Internacional, San Sebastián 1939; 8ª 1942, Casals, Barcelona, 311 págs.; 11ª ed., Casals, Barcelona 1962, 320 págs.); Dios y el Hombre, o Introducción a la Apologética (Chile 1929) (5ª ed., Madrid 1948, 322 págs.); Con la razón y la fe, o Problemas apologéticos (1933) (4ª ed., Barcelona 1954, 358 págs.); Compendio de Apologética (6ª edición, Barcelona 1941; 8ª Barcelona 1963, 158 págs.).

 

Índice

Dedicatoria, 1

A guisa de prólogo, 2

Sumario. I. ¿Hay persecución religiosa en Méjico? – II. Concepto de persecución. – III. Persecución religiosa. – IV. La Iglesia Católica. – V. Formas de persecución religiosa contra la Iglesia Católica. – VI. Conducta de Méjico con la Iglesia Católica. – VII. El por qué de este opúsculo, 2-8

Sección I
Antecedentes históricos: Obra de la Iglesia Católica en Méjico

Capítulo I. Méjico Virreinal (1521-1821)

Sumario. I. Descubrimiento y conquista de Méjico. – II. Gobierno de la Nueva España. – III. Leyes de Indias. – IV. Conversión al Catolicismo: misiones y misioneros. – V. Fruto de las misiones mejicanas. – VI. Testimonios en favor de las misiones católicas en Méjico. – VII. Acción cultural de los jesuitas. – VIII. Aparición de la Virgen de Guadalupe. – IX. Otros santuarios: devociones populares. – X. Episcopado: figuras salientes. – XI. Flores de santidad. – XII. Universidades, colegios y escuelas. – XIII. Lingüistas e historiadores. – XIV. Beneficencia. – XV. Descubridores y marinos. – XVI. Arquitectura y obras públicas. – XVII. La Imprenta. – XVIII. La Inquisición. – XIX. Agricultura. – XX. Civilización mejicana virreinal. – XXI. Condición de la Iglesia Católica en esta época. – XXII. Conclusión: influjo de la Iglesia Católica en la civilización de Méjico, 9-58

Capítulo II. Méjico independiente (1821-1914)

Sumario. I. Independencia de Méjico. – II. Gobierno independiente. – III. Partidos políticos. – IV. Primeras Constituciones. – V. Usurpación de bienes eclesiásticos. – VI. Efectos desastrosos de la desamortización. Malestar social producido por la desamortización. – VIII. Segundo Imperio. – IX. Dictadura de Porfirio Díaz. – X. Obra del General Díaz. – XI. La jerarquía eclesiástica. – XII. Obras católicas. – XIII. Comunidades religiosas. – XIV. La cuestión social. – XV. Derrumbe de la dictadura de Díaz. – XVI. Relaciones entre la Iglesia y Estado, 59-85

Sección II
La persecución religiosa

Capítulo I. La revolución de Carranza (1913-1917)

Sumario. I. Gobierno de Madero. – II. Presidencia de Huerta. –  III. La Iglesia Católica es acusada de complicidad. – IV. Juicio acerca de la administración de Huerta. – V. Revolución de Carranza. – VI. Persecución religiosa. – VII. A través de la República. – VIII. En Saltillo. – IX. En Guadalajara. – X. En la capital. – XI. Divisiones entre los revolucionarios. – XII. Responsabilidades de Carranza. – XIII. Características de la revolución, 86-110

Capítulo II. La Constitución de 1917

Sumario. I. Hacia una nueva Constitución. – II. Artículos de la Constitución de Querétaro contrarios a la Iglesia Católica. – III. Persecución de la Iglesia Católica decretada por la Constitución. – IV. Crítica de la Constitución. – V. La tumba de la libertad. – VI. Latrocinio sin careta. – VII. La Constitución de 1917 es impopular. – VIII. Habla un distinguido jurisconsulto. – IX. Tendencias socialistas. – X. Contrastes: Constituciones de los Estados Unidos de América y de Alemania, 111-131

Capítulo III. El conflicto (1917-1925)

Sumario. I. Protestas contra la Constitución. – II. El artículo 130. – III. Carranza retrocede. – IV. Presidencia de Obregón. – V. Expulsión del Delegado Apostólico. – VI. Congreso Nacional Eucarístico. – VII. Elección de Calles, 132-150

Capítulo IV. La persecución (1925-1928)

Sumario. I. El cisma. – II. Entrevista al Arzobispo de Méjico. – III. Expulsión de sacerdotes extranjeros. – IV. Limitación de sacerdotes mejicanos. – V. Reglamentación de la enseñanza particular. – VI. Brillante mensaje de las religiosas de enseñanza. – VII. Clausura de colegios de religiosas: a caza de monjas. – VIII. Protesta del Episcopado. – IX. 85% de analfabetos. – X. Expulsión de Mons. Cimino y Mons. Caruana, Delegados Apostólicos. – XI. Los Pastores defienden a su grey y denuncian a los lobos. – XII. Reforma del Código Penal o Ley Calles. – XIII. Nueva protesta del Episcopado. – XIV. ¿Por qué el Episcopado no acepta el registro de sacerdotes? – XV. El Comité Episcopal ante el Presidente. – XVI. El Comité Episcopal ante el Congreso. – XVII. Discusión en la Cámara de Diputados. – XVIII. Un aplastante plebiscito. – XIX. Reglamentación del art. 130 de la Constitución. – XX. Vejaciones del Clero. – XXI. Como en las Catacumbas. – XXII. Ultrajes a los Obispos. – XXIII. El Obispo de Tacámbaro. – XXIV. El Obispo de Huejutla. – XXV. El asalto al tren de Guadalajara y la expulsión de los Obispos. – XXVI. Sacerdocio heroico. – XXVII. Calumnias, profanaciones y sacrilegios. – XXVIII. Calles desconfía de sus servidores. – XXIX. Fervor religioso: la fiesta de Cristo Rey, 151-241

Capítulo V. La defensa

Sumario. I. Acción social católica. – II. Liga Nacional de Defensa Religiosa. – III. Bloqueo económico. – IV. Efectos del bloqueo. – V. La mujer mejicana. – VI. Lirios en el muladar. – VII. El Ejército libertador. – VIII. Manifiesto del Gobierno Nacional Libertador. – IX. Ante la muerte. – X. Pastoral del Arzobispo de Durango. – XI. Aprobación del Episcopado. – XII. Progresos del Ejército Libertador. – XIII. La oración, 242-263

Capítulo VI. Los mártires

Sumario. I. A morir por Cristo Rey. – II. Semana roja. – III. Batiendo la palma del martirio. – IV. El mártir de Puebla. – V. Los Mártires de Momax. – VI. Los jóvenes congregantes Joaquín de Silva y Manuel Melgarejo. – VII. Niño mutilado por Cristo. – VIII. Los cinco mártires de Parras. – IX. El Cruzado Eucarístico. – X. Los mártires de León. – XI. El periodista mártir. XII. Sangre sacerdotal. – XIII. Cuadro de honor. – XIV. Un párroco heroico. – XV. Mártir del sigilo sacramental. XVI.  Un santo Misionero. – XVII. Sacerdote y amigo heroico. – XVIII. Un jesuita y compañeros mártires, 264-306

Capítulo VII. Aliados del verdugo

Sumario. I. El odio a la Iglesia Católica. – II. Socialismo y bolshevismo. – III. La Confederación Regional Obrera Mejicana. – IV. La Masonería. – V. El Protestantismo. – VI. La Crom contra el Protestantismo, 307-320

Capítulo VIII. El gran culpable

Sumario. I. El público norteamericano. – II. Presidentes de los Estados Unidos de América. – III. Wilson. – IV. Crítica de Mr. Root. – V. Harding. – VI. Coolidge. – VII. El silencio yanqui, 321-342

Capítulo IX. Amigos de las víctimas

Sumario. I. El Papa. – II. El Episcopado Católico. – III. El Episcopado norteamericano. IV. El mundo católico. – V. Silencio de los gobiernos civilizados: honrosa excepción. – VI. En las Cámaras de Estados Unidos de América, Brasil, Perú y Chile. – VII. Los verdaderos liberales mejicanos. – VIII. Seminario Mejicano en España, 343-360

Capítulo X. Fracaso de la revolución

Sumario. I. Despoblación de Méjico. – II. Falta de capitales. – III. Miseria pública. – IV. La guerra yanqui, 361-366

Última hora, 365

Conclusión, 367

Mapas

Mapa de la República de Méjico, 82

Desmembración de la Nueva España, 83

Fotograbados

La verdad sobre la persecución religiosa en Méjico

Dedicatoria

A mis inolvidables discípulos y amigos, de la República mejicana, que han sabido defender valientemente la realeza de Jesucristo, dedico estas líneas conmemorativas de sus luchas y triunfos.

Me dirijo a los que todavía viven, cuyo heroísmo admiro; me encomiendo a los que han sellado con la muerte su confesión cristiana. Rueguen ellos al Señor que se apiade de los perseguidos, dándoles hasta el fin valor, y de los perseguidores, haciéndoles reconocer y enmendar sus yerros para que otra vez vuelva Méjico a la paz y vivan el Estado y la Iglesia Católica en franca y benévola cooperación al progreso material y moral del pueblo mejicano.

A guisa de prólogo

Sumario. I. ¿Hay persecución religiosa en Méjico? – II. Concepto de persecución. – III. Persecución religiosa. – IV. La Iglesia Católica. – V. Formas de persecución religiosa contra la Iglesia Católica. – VI. Conducta de Méjico con la Iglesia Católica. – VII. El por qué de este opúsculo, 2-8

I. ¿Hay persecución religiosa en Méjico?

De una parte el Presidente de Méjico, Plutarco Elías Calles, y sus agentes diplomáticos en el extranjero nos están repitiendo sin cesar y en todos los tonos que en Méjico no hay persecución religiosa de cultos ni de fieles; que lo que hay es solamente rebeldía obstinada de los católicos y principalmente del Clero, a los preceptos de la Constitución de 1917, vigente en aquel país. Más aún: el Ministro de Méjico en Madrid, el poeta y médico Enrique González y Martínez, ha declarado que en Méjico ni siquiera existe problema religioso.

Pero de otro lado, por cartas particulares, por la prensa independiente mejicana y extranjera, hasta por los periódicos oficiales de Méjico o afectos al Gobierno de Calles, sabemos que diariamente se perpetúan asesinatos, robos y violaciones en las personas de sacerdotes o de simples fieles sin formarles siquiera el más sumario proceso; que muchos son expulsados del país sin habérseles probado pretexto alguno para el extrañamiento. El Episcopado mejicano ha denunciado a la faz del mundo la persecución brutal y feroz de que son víctimas las católicos; el Papa lo ha repetido varias veces en encíclicas y alocuciones consistoriales; el Episcopado de los demás países, particularmente el español y el norteamericano, protestan contra tamañas crueldades llevadas a cabo impunemente por el gobierno de Calles.

¿Quién dice, pues, la verdad? ¿Hay o no hay persecución religiosa en Méjico? ¿Los católicos son simplemente unos fanáticos, desobedientes a la ley o defienden sus legítimos derechos, conculcados por el gobierno mejicano? ¿Quién miente: el Papa o el Presidente de Méjico? Para responder estas preguntas, importa precisar bien los conceptos.

II. Concepto de persecución

Persecución significa el empleo de la fuerza material en contra de una persona o de una colectividad. El gendarme, el guardia civil, el carabinero hacen uso de sus armas para alcanzar al ratero, al salteador, al contrabandista; lo persiguen. Podemos hacer uso de la fuerza, impidiendo a una persona el legítimo uso de sus derechos. El encarcelado, que no puede pasearse públicamente, sufre persecución, aunque por lo demás esté muy bien atendido en su prisión y nada le falte.

La persecución podrá ser justa o injusta, según haya o no derecho para ejercitarla; será sangrienta o mortal cuando la pena inferida ocasione derramamiento de sangre o la misma muerte del perseguido.

III. Persecución religiosa

Claro es en vista de lo dicho que persecución religiosa es el empleo de la fuerza material para aplastar a una religión. Siendo el Catolicismo una religión, y la única religión revelada, diremos que en éste o en aquel país existe persecución religiosa cuando la Iglesia Católica se ve maltratada en sus fieles o en su jerarquía, cuando se recurre a la fuerza bruta para estorbarle o dificultarle el ejercicio de sus derechos; cuando la misma fuerza material quiere darle una forma o adaptación contraria a su fundación, constitución y caracterización divinas.

IV. La Iglesia Católica

La Iglesia Católica: 1° es una sociedad religiosa, exterior, visible, instituida por Jesucristo para perpetuar en la tierra a través de todos los tiempos y espacios los frutos de su redención. Dijo Jesucristo resucitado a los Apóstoles: “Dada me ha sido toda potestad en el cielo y en la tierra. Por tanto, id y enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo: enseñándolas que guarden todas las cosas que os he dado: y he aquí yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt., XXVIII, 18-20). “Id por todo el mundo; predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, se salvará; mas el que no creyere, será condenado” (Mc., XVI, 15-16). Luego, todo hombre está obligado a recibir de los Apóstoles y de sus sucesores las verdades que ha de creer: “Enseñad a todas las gentes”; los mandamientos que ha de observar: “Enseñándoles que guarden todas las cosas...”, los sacramentos, que le comuniquen la gracia; de los sacramentos menciona el texto el primero de ellos, el bautismo: “Bautizándolas en el nombre...”

Y esta obligación es gravísima, tan grave que sin su cumplimiento nadie puede salvarse: “El que creyere y fuere bautizado, se salvará; el que no creyere se condenará”.

2° El mismo texto nos dice que en la Iglesia hay autoridad sagrada con triple facultad de enseñar, gobernar a los fieles y santificarlos con la administración de los Sacramentos. Esta autoridad fue dada a los Apóstoles y a sus legítimos sucesores, los Obispos. Sobre Pastores y ovejas, sobre Obispos y fieles hay un Supremo Pastor, Pedro, a quien y a sus sucesores, los Pontífices Romanos, dio Jesucristo el primado de jurisdicción (Mt., XVI, 13-19, Ju. XXI, 15-17).

3° Despréndese también de lo apuntado que dentro del plan de Jesucristo, la Iglesia Católica es una sociedad :

a) Obligatoria para salvarse: “Quien creyere y fuere bautizado...”, de modo que como escribía San Cipriano: “No puede tener a Dios por Padre quien no tiene a la Iglesia por Madre” (De Unitate Ecclesiae, 6).

b) Perfecta e independiente de la sociedad civil: “Como el Padre me envió, yo os envío a vosotros” (Ju., XX, 21). “Dada me ha sido...” y el poder de Jesucristo fue enteramente independiente de todo poder civil. La Iglesia además tiene por fin un bien completo en su género, cual es la santificación sobrenatural de los hombres; para alcanzar ese fin cuenta con medios propios, sin necesitar de la ayuda del Estado civil.

c) Visible: pues son visibles, los vínculos sociales de la Iglesia Católica: autoridad, profesión de fe y sacramentos.

d) Indefectible: La Iglesia es el reino mesiánico de Jesucristo, reino de todos los siglos y jamás morirá: “Las puertas del infierno –la muerte o los poderes del infierno– no prevalecerán contra ella” (Mt., XVI, 18). Y este reino ha de perpetuarse, según el programa fijado por su divino fundador e invisible Monarca.

V. Formas de la persecución religiosa contra la Iglesia Católica

Aplicando las anteriores enseñanzas, decimos que persiguen a la Iglesia Católica los Estados civiles cuando, prevaliéndose de la fuerza material que tienen en sus manos, pretenden:

1° Entrometerse en el gobierno de la Iglesia, nombrar sus Obispos y limitar el número de sus sacerdotes.

2° Legislar acerca de los sacramentos o predicación de la fe.

3° Arrebatar a la Iglesia los medios materiales necesarios para el desarrollo y cumplimiento de su fin, como los templos, seminarios, universidades, &c.

4° Imponer a los sacerdotes o religiosos obligaciones civiles incompatibles con su estado eclesiástico, como el servicio militar, el matrimonio, la rendición de cuentas eclesiásticas, &c.

5° Formar Iglesias Nacionales, separadas de la subordinación y vigilancia del Papa; impedir la libre comunicación de todos los fieles con el Pontífice Romano; expulsar del territorio nacional a los representantes pontificios, &c.

En todos estos casos la fuerza material del Estado aplicada contra la Iglesia Católica es verdadera persecución religiosa. Podrá suceder que por espíritu de tolerancia o por no incurrir en malquerencia con otros países no se lleven estos abusos del poder civil hasta la vejación sangrienta; pero el Cesarismo eclesiástico, aunque se revista de modales cultos, ya sea el galicanismo de Luis XIV de Francia, ya el regalismo covachuelista de Carlos III de España; ya la intrusión descomedida de José II de Austria, será siempre persecutorio de la Iglesia: será abusivo, destructor de la legítima libertad religiosa, constituirá una tiranía.

VI. Conducta de Méjico con la Iglesia Católica

Para apreciar imparcialmente la conducta del Gobierno mejicano con la Iglesia Católica, dividimos nuestro estudio en dos secciones: 1ª Antecedentes históricos, que nos muestran la conducta de la Iglesia en la época virreinal y la preparación de la actual persecución religiosa en la época independiente. 2ª Persecución religiosa sangrienta, en que exponemos el curso de la persecución comenzada sangrientamente a mediados de 1914 y llevada a su más crudo rigor desde Agosto de 1926.

VII. El por qué de este opúsculo

Defiriendo a una invitación del Rector de la Universidad Católica de Santiago de Chile, Monseñor Carlos Casanueva, escribí para la Revista Universitaria de aquella ciudad sud-americana este estudio. El contribuyó a orientar la opinión pública sobre el verdadero alcance de la política persecutoria desarrollada por los últimos gobiernos mejicanos. En vista de la aceptación con que fueron leídos mis artículos he decidido publicarlos en volumen aparte bajo el título: La Verdad sobre la Persecución Religiosa en Méjico. Confío en que los espíritus imparciales, después de leer este trabajo, apreciarán la labor civilizadora desplegada en Méjico por la Iglesia Católica y la insensatez y falta de patriotismo que campean en las medidas de persecución urgidas y extremadas por el gobierno del Presidente Plutarco Elías Calles.

Capítulo VII. Aliados del Verdugo

Sumario. I. El odio a la Iglesia Católica. – II. Socialismo y bolshevismo. – III. La Confederación Regional Obrera Mejicana. – IV. La Masonería. – V. El Protestantismo. – VI. La CROM contra el Protestantismo.

I. El odio a la Iglesia Católica

Se repite el fenómeno. Las sectas separadas de la comunión católica, las falsas religiones, todas las asociaciones enemigas de la verdadera Iglesia de Jesucristo podrán estar entre sí divididas por odios irreconciliables; pero en tratándose de ir contra el Catolicismo todas se unen. El error y el vicio aúnan sus esfuerzos y hacen causa común contra la Iglesia Católica. La persecución religiosa en Méjico no podrá por ende no hallar en ellos poderosos auxiliares: a todos conmueve un solo propósito: el odio a la Iglesia Católica.

II. Socialismo y bolshevismo

Las dos instituciones han facilitado a maravilla los medios más eficaces al desarrollo de la persecución religiosa.

La Confederación Americana del Trabajo, y en especial su presidente Samuel Gompers, prestó apoyo decidido a la Revolución de Carranza y urgió a Wilson para que reconociera a este último como Jefe del Gobierno Mejicano: ella intervino activamente en pro de la candidatura de Obregón a la Presidencia en 1920; ella secundó la campaña electoral de Elías Calles. Gompers había dicho: “Sé que Calles es amante de la libertad y de la humanidad”. Agradecido Elías, invitó a los delegados de la Confederación y centenares fueron llevados a Méjico y declarados huéspedes de honor del nuevo Presidente.

El bolshevismo ruso se ha propagado en Méjico en los últimos años. El Comisario de Relaciones del Soviet había dicho en la sesión de 4 de Marzo de 1925: “Méjico nos da la cómoda base política para el desarrollo de nuestras futuras relaciones en América”, palabras que fueron confirmadas por Estanislao Pestkowski, Ministro del Soviet Ruso en Méjico. A la salida de éste, fue recibida con toda pompa, el 25 de Diciembre de 1925, la flamante embajadora Alejandra Kollontay, que en su discurso de presentación no tuvo empacho en confesar: “No hay en todo el mundo dos países entre los que exista tanta afinidad, como el Méjico moderno y la nueva Rusia”. Y adviértase que ni Estados Unidos ni Cuba permitieron el desembarco en sus puertos de la Alejandra, expulsada de otras legaciones por su conducta inmoral y libidinosa.

III. La Confederación Regional Obrera Mejicana (C. R. O. M.)

Es el puntal más fuerte de la tiranía mejicana. El 29 de Noviembre de 1924 contraía con ella Calles los siguientes compromisos, dos días antes de posesionarse de la Presidencia:

1° Respetar todos los movimientos de la CROM, con tal que se hagan de acuerdo con la autoridad.

2° Dar todas las facilidades para la organización de la CROM y ayudar a sus gastos.

Disolver gradualmente el ejército nacional, dentro de un año después de haber tomado posesión de la Presidencia, y reemplazarlo por los batallones formados por los sindicalistas de la CROM.

Aceptar el Estado Mayor que le designe la CROM, la cual tomará a su cargo el organizar el nuevo ejército proletario y dará a conocer a la Secretaría de Guerra, cuando lo estime oportuno, los nombramientos.

5° Mediar con los Gobiernos de los Estados para arreglar las diferencias que surjan entre ellos y la CROM y para sofocar todo intento hecho por otros contra este pacto.

6° Al crear su Gabinete, nombrar Secretario de Industria, Comercio y Trabajo a Luis N. Morones. Morones es el fundador de la CROM.

La CROM se comprometía por su parte, entre otras cosas, “a sostener todos los acuerdos, disposiciones y decretos del Gobierno de Calles”.

Más tarde, en 10 de Julio de 1925, Calles celebró nuevos compromisos con la CROM, en vista de las dificultades serias que creaba a la estabilidad de su gobierno la disolución del Ejército nacional.

Nacida la persecución religiosa, la CROM ha tomado a su cargo la defensa de Calles, acometiendo a garrotazos a los propagandistas del bloqueo económico y sirviéndole de espía para identificar a los miembros de la Liga Nacional de Defensa Religiosa, y denunciar sus empresas, que son después confiscadas y administradas por ella.

Sirvan de ejemplo de las actividades de la CROM los acuerdos tomados en la junta de 23 de Abril de 1927.

1°- Armar a todos los miembros de la Federación de Sindicatos que demuestren filiación liberal, para ejercer la acción directa contra todos los sacerdotes católicos y conocidos rezanderos.

2°- Llevar a todos los sacerdotes católicos en los trenes exploradores, para que sean los primeros que mueran.

3°- Formar batallones rojos con los miembros de la Confederación General del Trabajo.

4°- Incautar por todos los medios los bienes de los sacerdotes católicos y de los Caballeros de Colón.

5°- Vigilar a todos los clericales en todos sus movimientos y acciones, así sean damas, y dejarlos quietos.

6°- Denunciar a todos los mochos (así llaman a los católicos) que sean empleados de gobierno y sindicalizarlos para aplicarles inmediatamente la acción directa.

7°- Buscar disturbios para el cierre de todos los templos y tomar cinco de éstos para hacerlos centros de obreros.

8°- Lanzar un manifiesto de que la C. R. O. M. no está contra la Iglesia Católica.

Ordenada y aprobada para sus efectos el día 23 del presente en la Federación de Sindicatos.

IV. La Masonería

Es un secreto a voces que la Masonería ha sido el brazo derecho de los revolucionarios y perseguidores mejicanos. La Tribuna, diario anticatólico de Roma, decía en su edición de 12 de Agosto de 1926: “La Masonería internacional es responsable de la persecución religiosa en Méjico. La Masonería internacional ha llevado a cabo por completo en Méjico la ejecución de su programa”.

La Masonería ha hallado en Elías Calles un fiel instrumento de su odio satánico a la Iglesia Católica y lo ha condecorado con la medalla Al mérito. Il Corriere d'Italia escribía con este motivo:

“El Consejo Supremo del rito escocés otorgó al General Calles la medalla de mérito. La entrega se verificó con toda solemnidad en la sala verde del Palacio Nacional. D. Luis Manuel Rojas, presidente de la gran organización masónica, dijo al General mientras le imponía la insignia: ‘La digna orden que tengo el honor de presidir, jamás ha conferido hasta ahora esta altísima distinción honorífica; pero el extraordinario mérito, que habéis demostrado como Presidente de la República, es evidente a los ojos nuestros como a los extraños, porque en breve período habéis hecho frente a serios, urgentes y peligrosos problemas, en mayor número que los acometidos por otros estadistas que os han precedido en el Poder ejecutivo durante el curso de nuestra agitada historia. Nosotros daremos solemnemente cuenta a los demás Consejos Supremos del mundo civil y a los demás Cuerpos masónicos, con los que estamos en amistosas relaciones, de este acto solemne que quiere ser público reconocimiento del hecho, que tiene nuestro aplauso y está de acuerdo con nuestras aspiraciones patrióticas’.”

Y añadía el citado periódico:

“El señor Calles puede estar satisfecho. Ha lanzado a su país a la más violenta agitación interior; lo está arrojando a un espantoso desastre económico; ha quitado al pueblo numerosísimos organismos de instrucción y educación; se dispone a arrebatarle las iglesias y el culto. En compensación ha obtenido el aplauso de todos los Cuerpos masónicos del mundo y la medalla de mérito de sus entrañables conciudadanos del rito mejicano... esto es, escocés” (Il Corriere d'Italia, Roma, Agosto 1926.)

V. El Protestantismo

Desde 1869 trabaja el Protestantismo por desviar a Méjico de sus creencias católicas. El fruto obtenido ha sido muy escaso; pero la propaganda protestante no cesa, sostenida, por las donaciones copiosas de los multimillonarios protestantes de los Estados Unidos. Rockefeller, Carnegie, Frick y otros han contribuido con bastantes millones, especialmente los dos primeros. Las sectas que han hecho más prosélitos han sido la metodista, la bautista y la presbiteriana. La primera, conocida por su odio a la Iglesia Católica, no ha vacilado en acudir a la calumnia como medio de propaganda y ya en la revolución de Carranza fueron tan descaradas y mentirosas sus difamaciones del Clero Católico que hasta los mismos protestantes imparciales de Estados Unidos, encabezados por el Dr. Gladden, manifestaron su disconformidad con tan bajos procedimientos de la secta. Recuérdese el dicho de Roosevelt: “Para la penetración pacífica de Méjico es necesario antes descatolizarlo”. Turn these people from their past: apartad a estas gentes de su pasado: ha repetido el Metodismo en multitud de opúsculos y hojas volantes, repartidas, entre el pueblo.

En 1919 tenían en Méjico los Metodistas 62 escuelas, 103 capillas y 143 predicadores con un gran Seminario en El Paso (Tejas) en que recogen a hijos de mejicanos emigrados para prepararlos a la carrera de ministros de culto protestante.

Otra de las instituciones protestantes, que se ha extendido Méjico y demás países hispano-americanos es la Asociación de Jóvenes Cristianos. Con el pretexto de ser una sociedad cultural y de deporte, que respeta todas las creencias, han ingresado en ella varios jóvenes católicos de la clase media que pronto han vuelto la espalda a la fe de sus mayores. El Gobierno de Calles la subvenciona con 100.000 pesos mejicanos. Excusado será decir que en la actual persecución religiosa los protestantes mejicanos gozan de todas las franquicias: con ellos no rezan prohibiciones de la Constitución ni los molestan las sanciones de Calles. Escribía en 20 de Febrero de 1926 The New York Herald:

Toda la acción del Gobierno va contra la Iglesia Católica.”

Los anglicanos y varios protestantes con sus centros misioneros gozan de plena libertad bajo la protección de Moisés Sáenz, hermano del Ministro de Relaciones y un formidable cabecilla de toda acción protestante en Méjico.

Doscientos centros de enseñanza metodística han continuado sus trabajos sin hallar ningún tropiezo. Al Rdo. Creigliton, Obispo episcopaliano en Méjico, le ha sido confirmada oficialmente la seguridad de que puede estar tranquilo, porque ni en su persona ni en su culto se le molestará.

El Seminario Evangelista de Méjico, dirigido por norteamericanos, ha continuado sus clases con alumnos mejicanos que se preparan para ministros.

La Iglesia de la Unión Evangelista, asimismo de norteamericanos, tampoco ha sido molestada.

El Obispo Jorge Miller, gerente general de las actividades de la Iglesia Metodista en Méjico y Centro América, escribe: “Yo no me he preocupado por investigar cuál es el estado de mis súbditos en Méjico, porque no temo ningún acontecimiento contra la propaganda metodista, que sea de naturaleza antirreligiosa o antimisionera”.

El Secretario general de la propaganda protestante comunicaba al New York Times con fecha 1° de Abril de 1927 un incidente sucedido durante su visita al Presidente Calles:

“Acababa de escuchar yo la amenaza de una denuncia hecha por un funcionario local del interior de Méjico contra la propiedad de una escuela que poseían unos misioneros norteamericanos. Calles contestó que no sabía nada de tal denuncia; pero, si las autoridades locales la habían hecho, estaban evidentemente equivocadas, y se daría, en este caso, una decisión en contra de esas autoridades.”

En Abril de 1926 salió de Estados Unidos para Méjico la misión de buena voluntad, que informara al Gobierno yanqui sobre la naturaleza y caracteres de la persecución religiosa. Al frente de esa misión, en que entraban protestantes de toda secta y matiz, iba un judío rumano, rabioso enemigo del Catolicismo, Roberto Habermann. Vino la comisión a Méjico; entrevistó con Calles y con el Ministro de Industria y Comercio, Morones; se solazó en suculentos y opíparos banquetes; y en Agosto del mismo año emitió su informe, afirmando que en Méjico no existía persecución religiosa y calumniando a los católicos y Clero mejicanos. Y el Presidente Coolidge y el Secretario Kellog aceptaron esa información a sabiendas de su evidente parcialidad.

La estadística general del Protestantismo mejicano comprende: 960 misioneros, de los que son extranjeros 280; 272 iglesias y capillas; 298 locales destinados temporalmente al culto; 32.499 fieles y 378 escuelas dominicales con 23.988 concurrentes. Sostienen los Protestantes, a través de la República, 14 escuelas infantiles con 326 alumnos; 147 escuelas elementales con 11.312; 17 escuelas superiores con 574; 3 escuelas industriales con 201; 3 escuelas normales de mujeres con 208; 5 Seminarios teológicos y bíblicos con 95; y 1 Escuela de enfermeras con 11.

Para insinuarse arteramente en el pueblo sencillo, el Protestantismo tiene organizadas misiones médicas con 15 médicos y 58 enfermeras que en 6 hospitales han atendido 23.167 enfermos; hay además 2 orfanatorios con 32 niñas. (Datos tomados de World Missionary Atlas, Nueva York, 1925, publicado por el Institute of Social and Religious Research, de Nueva York.)

VI. La CROM contra el Protestantismo

Aprovechándose de la persecución religiosa y de la falta de clero católico, que descubra sus miras traicioneras, el Protestantismo se viene insinuando de tal modo en las clases media y popular que hasta la misma CROM, por un resto de patriotismo, ha tenido que dar la voz de alarma.

En el mes de Agosto de 1927 se reunió en la capital la 8ª Convención General. En la Comisión de Educación discutióse el día 23 esta tesis:

“La Convención resuelve, además, que debe desarrollarse una acción enérgica por la C. R. O. M., tendiente a proteger los caracteres propios de la nacionalidad mejicana contra la tendencia imperialista extranjera que, con apariencia de factores culturales o espirituales, pretende introducirse en nuestro medio, desnaturalizando así la personalidad de nuestro pueblo.”

Y al explicarse este punto se decía en el dictamen aprobado por unanimidad:

“Hay otro aspecto de este imperialismo espiritual, tan funesto y tan terrible como el mismo imperialismo económico, que trata de explotar la crisis religiosa existente en nuestro país, presentándose con el aspecto de factor coadyuvante de la actitud asumida por el Ejecutivo Federal frente al Clero católico; pero no es en el fondo sino UNA VERDADERA AVANZADA DEL IMPERIALISMO ECONÓMICO Y POLÍTICO DEL PAÍS VECINO: nos referimos a la PROPAGANDA PROTESTANTE... El Protestantismo... en realidad nos rebaja, nos desnaturaliza, nos vuelve hipócritas de corazón, mediocres de entendimiento y torpes en la lucha; y, por encima de estos prejuicios menores, nos hace volver los ojos insensiblemente hacia el país sajón, que nos atisba desde el Norte, que es realmente hacia donde va el protestante, hacia donde lo guía con maña y talento el Imperialismo capitalista.”

El Lic. Lombardo Toledano decía así defendiendo el dictamen entre ovaciones delirantes:

“Lo que urge es formular cuanto antes la verdadera Constitución moral del pueblo mejicano. No sólo el protestantismo trata de introducirse en Méjico, sino también otros aspectos que tienen la careta de movimientos espirituales, para desnaturalizar a este país, para quitarle su personalidad; y dicen que el Gobierno, la CROM y el pueblo mejicano son protestantes. No es éste el único instante en que el clero protestante ha querido aprovechar la ocasión para hacer su propaganda aquí. Las logias masónicas también lo pretendieron desde que llegó el primer ministro norteamericano, J. R. Poinsett, que en su programa traía el propósito de ahogar los destinos del pueblo mejicano a raíz de la Independencia...

“Por fortuna EL ESPÍRITU ESPAÑOL Y EL INDÍGENA QUE FORMAN LA MÉDULA DE NUESTRO PUEBLO, SE OPUSIERON A ESTA CONQUISTA ESPIRITUAL. Ahora pretende el protestantismo aprovecharse de este conflicto político y económico. Protestamos contra el protestantismo. No somos protestantes. No lo podemos aceptar, como no podemos aceptar el budismo ni el catolicismo, sino como asuntos privados de la conciencia...

“Que sepa el Protestantismo que no le abriremos las puertas de Méjico, y que se las cerraremos como al cura católico. No estamos de acuerdo con su programa disfrazado de amor...

“El Protestantismo es religión fría, y yo añadiría, inútil; es hija de los pueblos nórdicos y no puede enraizar en el corazón cálido de los que llevamos sangre de españoles y de indios. Es el imperialismo con disfraz espiritual, y al que debemos considerar desde dos aspectos: el de cultura y el de la balanza económica e industrial. Lo mismo se conquista a un país haciéndolo sumiso económicamente, que espiritualmente. Dice el Dictamen que es tan peligroso perder el petróleo como perder también el espíritu; y yo agregaría que podemos perder el petróleo, pero no el espíritu. Porque, cuando la personalidad humana se defiende, no se le puede doblegar; y no debemos perder nuestro espíritu gastándonos, desnaturalizándonos... y EL PROTESTANTISMO QUIERE DESGASTARNOS, DESNATURALIZARNOS; ES UNA FORMA DEL IMPERIALISMO...” (Revista Católica de El Paso, 2 Octubre de 1927.)

Muy cuerdamente Excelsior comentaba el Jueves 25, con el sugestivo epígrafe de “Una avanzada del Imperialismo yanqui”:

Tiene razón el señor Lombardo Toledano, por más que en ocasiones, se contradice abiertamente. El protestantismo es una de las armas poderosas que esgrime contra Méjico el imperialismo yanqui. Esto lo sabemos y podríamos demostrarlo plenamente. De aquí que la “ofensiva” protestante se haya intensificado desde que existe la persecución oficial contra los católicos, porque el imperialismo norteamericano sabe que la Iglesia Católica es quizá el obstáculo más fuerte contra la “desmejicanización” de nuestro pueblo, como que éste se alimentó a los pechos de aquélla, como que llevamos en el recuerdo, en la tradición y en lo más hondo de nuestro ser, ideas siempre asociadas, ideas inseparables a las creencias de los antepasados.

En tanto que el catolicismo conserva nuestras características de mejicanos (y esto no se escapa a la cultura del señor Lombardo, que no lo dijo expresamente en su discurso por un resabio de anticlericalismo impropio de su talento); en tanto que la Iglesia Católica afirma nuestra personalidad mejicana, el protestantismo la desvirtúa, la corrompe, la desvanece, descastándonos con hipocresía, con perfidia que deja ver las intenciones imperialistas del monstruo que nos acecha detrás de una propaganda que reparte Biblias y dinero con profusión, pero que nada dice a nuestro espíritu y a nuestra raza.

No queremos, no podemos ser protestantes, dice el señor Lombardo Toledano, y tiene razón. No lo seremos, a pesar de los obispos de aquella religión que ocupan puestos públicos contra el texto de leyes expresas; no lo seremos jamás, a pesar del poderío del imperialismo norteamericano, que se llevará el petróleo e intentará repetir la infamia del 47, pero que no podrá substituir en nuestras conciencias la idea católica por la idea protestante. Sin embargo, alguna religión ha de darse al pueblo, y si se le quiere conservar mejicano, esa religión tiene que ser la suya, la que le pertenece por herencia, la que hace cuatro siglos favoreció la fusión de la raza indígena y la raza española, la que, para decirlo de una vez, fue el cimiento de nuestra nacionalidad y garantía de la patria libre.

Hace ya algunos años, el famoso orador español don Emilio Castelar pronunciaba uno de sus más célebres discursos en el Parlamento de su país. Discutíase, precisamente como ahora aquí en Méjico, acerca de asuntos religiosos, y ofrecióse al examen del tribuno, como ahora aquí también, el protestantismo. Y entonces don Emilio, antes español que sectario, antes patriota que demagogo, reconcentrando lo más noble y grande de su inteligencia y de su corazón en un sentimiento que en todos los hombres palpita desde la cuna hasta el sepulcro, dijo estas magníficas, estas elocuentes palabras que debieron servir al señor Lombardo Toledano como epílogo de su discurso: “Yo, señores diputados, no pertenezco al mundo de la teología y de la fe; pertenezco, creo pertenecer, al mundo de la filosofía y de la razón. Pero si alguna vez hubiera de volver al mundo de que partí, no abrazaría ciertamente la religión protestante, cuyo hielo seca mi alma, seca mi corazón y seca mi conciencia; esa religión protestante, eterna enemiga de mi patria, de mi raza y de mi historia; volvería al hermoso altar que me inspiró los más grandes sentimientos; volvería a postrarme de hinojos ante la Virgen Santa que serenó con sus sonrisas mis primeras canciones; volvería a empaparme en el aroma del incienso, en la nota del órgano, en la luz cernida por los vidrios de colores y reflejada en las doradas alas de los ángeles, eternos compañeros del alma en su infancia; y al morir, señores diputados, al morir le pediría un asilo a la Cruz bajo cuyos sagrados brazos se extiende el lugar que más amo y más venero sobre la faz de la tierra: ¡la tumba de mi madre!” (Excelsior, diario de Méjico, 25 Agosto de 1927.)

Para penetrar bien todo el alcance lógico del discurso de Excelsior, sépase que el Ministro de Relaciones, Aarón Sáenz, es metodista y su hermano, Moisés, Subsecretario del Ministerio de Educación, es Obispo metodista.

Capítulo VIII. El gran culpable

Sumario. I. El público norteamericano. – II. Presidentes de los Estados Unidos de América. – III. Wilson. – IV. Crítica de Mr. Root. – V. Harding. – VI. Coolidge. – VII. El silencio yanqui.

I. El público norteamericano

Hablando de la actitud del público norteamericano para con Méjico se expresa así W. Parsons: “La actitud del público para con Méjico es un curioso conglomerado de extrema indiferencia, vaga inquietud, ignorancia profunda, impulsiva simpatía, manifiesta hostilidad y extremo cinismo” (“The attitude of the public toward México is a curious compound of utter indifferencie, vague disquiet, profound ignorance, impulsive sympathy, unveiled hostility and extreme cynicism”, América, Nueva York. 25, Junio, 1927.)

Reconocemos la brillante actuación a favor de los católicos mejicanos del Episcopado norteamericano, especialmente de los Arzobispos de Baltimore, San Francisco y San Antonio; de la Conferencia Nacional de Prosperidad Católica; de los Caballeros de Colón; del diputado Mr. John Boylan secundado por el Senador Mr. Gallivan; de todos los católicos en fin que se han apresurado a secundar la acción de sus Obispos en defensa de la libertad y de su fe bárbaramente ultrajadas en Méjico. ¿Qué ha hecho el Gobierno de la Casa Blanca ante las exposiciones repetidas? Cerrarse en su fanatismo; escuchar las proposiciones de los usureros de Wall Street, empeñados en que continúe el caos, para así apoderarse tranquilamente del pobre país mejicano sin derramar una gota de sangre; prometer dar a conocer extraoficialmente dichas protestas al Embajador mejicano, dejar indefensos a los ciudadanos norteamericanos maltratados en Méjico, porque eran católicos. Amargamente lo confiesa el Arzobispo de Baltimore:

“He gastado casi dos años en pedir justicia al Estado para mis conciudadanos, que dos veces han sido víctimas de injustas diferencias a causa de su religión, y no ciertamente de parte de oficiales mejicanos, sino de fanáticos empleados de nuestro Gobierno. He llegado a la conclusión de que lo mismo habría ganado buscando nieve en el Miami el 4 de Julio” (Mons. Curley, Mexican Tyranny and the Catholic Church, en Baltimore Catholic Review, Abril, 1926).

¿Qué otra cosa podía esperarse de un público en que, si los católicos suman unos 20 millones, la gran mayoría de la nación, unos 100 millones, no tiene más dios que Plutón, el dólar; ni más ambición que adueñarse de todas las fuentes de riqueza de los países hispano-americanos, encubriendo sus designios con la Doctrina de Monroe, ya tristemente conocida de las víctimas? Santo Domingo, Haití, Nicaragua, Panamá, Colombia, Perú y Chile podrían comentar amargamente el famoso principio de derecho internacional americano.

II. Presidentes de los Estados Unidos de América

Desde el comienzo de la revolución de Carranza hasta la fecha son tres los Presidentes que han tenido en la mano los destinos de los Estados Unidos de América:

Woodrow Wilson, de 1913 a 1920; Warren G. Harding, de 1921 a 1923, en que murió; y desde esa fecha hasta hoy, Calvino Coolidge. Y los tres, protestantes y masones, se han complacido en apoyar la revolución y la persecución religiosa. Veamos cómo.

III. Wilson

Concretaremos los hechos, que muestran al desnudo la hipocresía, el doble juego asumido por el Presidente Woodrow Wilson.

1° En Febrero de 1913 notificó Victoriano Huerta a todas las potencias su elevación a la Presidencia de Méjico. Todas, menos cinco, contestaron, reconociendo así implícitamente al Presidente interino. Wilson no contestó y excitó a los gobiernos de Cuba, Brasil, Argentina y Chile a seguir su ejemplo.

2° Aunque Wilson no reconoció expresamente al Presidente Huerta, mantuvo en Méjico a su Embajador; éste oficialmente felicitó a Huerta por su subida a la Presidencia y sólo fue retirado cinco meses más tarde. Después, así Wilson como Huerta tuvieron sus respectivos Encargados de Negocios que solamente recibieron los pasaportes, después de ocupada Veracruz por la Escuadra Norteamericana en Abril de 1914.

3° Una cosa es desconocer el gobierno de un país extranjero y otra el emplear la influencia, las armas y el dinero para derribarlo. Lo primero podía entrar dentro de las facultades del Presidente de los Estados Unidos; lo segundo era mezclarse en los asuntos interiores de una nación independiente, era atacar su soberanía y precisamente esto es lo que ejecutó Wilson en la cuestión mejicana. Empeñado en arrojar del poder a Victoriano Huerta, no reparó en apelar a los medios más tortuosos e indignos para lograr su objetivo.

4° Wilson despachó a Veracruz, Tampico y a otros puertos mejicanos buques de guerra americanos que se estacionaron indefinidamente en aguas mejicanas. Avisados los Estados Unidos por Huerta de que la Constitución Mejicana permitía a los buques de guerra extranjeros permanecer solamente durante un mes en sus aguas jurisdiccionales, Wilson no hizo caso alguno de la notificación. ¿Había acaso necesidad de esta intervención? Ninguna. Huerta protegía las propiedades y personas norteamericanas; los daños sufridos por éstas tuvieron lugar únicamente en las regiones ocupadas por los constitucionalistas, amparados por Wilson.

5° En Agosto de 1913, llegó a Méjico Mr. John Lind, con la estupenda misión de invitar a Huerta a que abandonase su cargo y a que celebrase elecciones generales de Presidente, con la condición expresa de no presentarse como candidato. Solamente así el Gobierno de Washington ayudaría al de Méjico en la colocación de sus empréstitos.

6° Al salir a la luz pública las exigencias de Wilson, Huerta, que hasta entonces era mirado por muchos como un vulgar usurpador del poder, fue aceptado por todos, militares y civiles, que, heridos en su patriotismo, preferían soportarlo antes que someterse a las estúpidas imposiciones de Wilson.

7° El 14 de Marzo de 1912, el Congreso de la Unión Estadounidense aprobó la siguiente ley, llamada del embargo: “Siempre que, a juicio del Presidente, algún país americano atraviese por revoluciones intestinas, promovidas con el uso de armas o municiones de guerra llevadas de los Estados Unidos; y una vez proclamados estos hechos, será ilícita la exportación de dichos artículos de guerra de cualquier lugar de los Estados Unidos a ese país, si no es con las limitaciones y excepciones fijadas por el Presidente”.

En su virtud, queda a discreción del Presidente de los Estados Unidos permitir, limitar o prohibir la exportación a Méjico de armas o municiones de guerra: tiene así en sus manos un medio indirecto, pero eficacísimo, para evitar las revoluciones mejicanas, cuyos jefes se surten de armamentos, principalmente en el mercado yanqui.

Promulgada la ley del embargo, Mr. Taft la aplicó con éxito contra el cabecilla Pascual Orozco, rebelado contra el Gobierno de Madero. Pero Wilson, que tanto alardeó de pacifismo durante la gran guerra europea, siguió aquí un procedimiento diverso. Levantados contra Huerta, Carranza y Villa, Wilson levantó el embargo y los revolucionarios pudieron así equipar un formidable ejército que combatiera a Huerta. Bien sabía Wilson que los jefes carrancistas, especialmente Villa, pagaban esos artículos de guerra con los productos de sus rapiñas y confiscaciones, practicadas en gran escala sobre mejicanos y extranjeros; pero en su obsesión de derrotar a Huerta, creyó lícitos los más vergonzosos procedimientos, que sembraron de sangre, lágrimas, lujuria y cadáveres el suelo mejicano y cuyas víctimas fueron muchas veces los mismos norteamericanos.

8° El Gobierno de Francia, inducido por Wilson, impidió que los banqueros de aquella nación pagaran los dos tercios todavía pendientes del empréstito mejicano. Huerta se vió entonces obligado a suspender el pago de los intereses de la deuda interior y exterior de Méjico con incalculables perjuicios para muchísimas personas de Europa, que habían colocado sus ahorros en la adquisición de los bonos mejicanos, reputados hasta entonces como inversión fructífera y segura.

9° Sitiada Tampico por las fuerzas carrancistas, proclamóse en la ciudad y puerto la ley marcial; por lo mismo, nadie podía entrar ni salir sin expreso permiso del comandante de la plaza. En esto, una lancha del acorazado yanqui Dolphin se acercó al muelle y los hombres que la tripulaban desembarcaron sin presentar el permiso requerido; fueron por ello arrestados por el Oficial de Guardia mejicano, en cumplimiento de la ordenanza. Conducidos a los cuarteles militares, fueron pocos minutos después puestos en libertad y el Comandante de la plaza dio amplias satisfacciones al Almirante Mayo, comodoro de la escuadra norteamericana. Exigió éste que la bandera de Estados Unidos fuera saludada con 21 cañonazos, a lo que no se creyó autorizado el Comandante mejicano, sin consultar antes a Huerta. Huerta repitió al Encargado de Negocios yanqui las mismas excusas y accedió al pedido del Almirante Mayo, confirmado por Wilson, con la condición de que también la bandera mejicana fuera saludada con 21 cañonazos del buque insignia yanqui. Insistía además Huerta en que ambos gobiernos firmaran un protocolo relativo a los saludos de las dos banderas. Fue llevado el incidente a las Cámaras de Washington y antes de que se hubieran pronunciado sobre la resolución que se adoptaría para conservar limpia la honra de la bandera yanqui, “insultada y deshonrada por los grasientos mejicanos” (Fueron las palabras pronunciadas por algunos congresales de Washington, que pueden leerse en Congressional Record, 22 Abril, 1914), fue ocupada la ciudad de Veracruz, muriendo en el asalto diecinueve marinos yanquis, siendo heridos más de 70 y pereciendo más de cien mejicanos. Y mientras Wilson justificaba ante el Congreso su actitud en defensa de la bandera norteamericana, otra era la realidad. El fin de la ocupación de Veracruz fue ayudar a Carranza, impidiendo el desembarco del material de guerra que traía para Huerta el vapor alemán Ipiranga: era, como confesó el Secretario Lane, “mostrar a Méjico que persistíamos en nuestra demanda de que Huerta se marchara” (Entrevista en el New York World, 16 de Julio, 1916). Pero el Ipiranga enfiló proa para Puerto Méjico y allí desembarcó tranquilamente su carga.

10° Evacuada Tampico por las tropas federales y ocupada por Carranza, la Escuadra yanqui favoreció la entrada del vapor Antilla, que traía armamento para los constitucionalistas. Los dos cañoneros mejicanos enviados por Huerta para impedir el desembarco, tuvieron que retirarse.

11° Reunidos en Niágara Falls los representantes de Argentina, Brasil y Chile junto con los enviados de Huerta y de Wilson, desde el principio se traslució claramente el propósito del último; nada le importaba ya el incidente de Tampico: “el Gobierno Americano desea solamente la segura pacificación de Méjico. La aspiración del Presidente es terminar la guerra y restablecer la paz y el gobierno constitucional: este fin sólo puede ser obtenido, consultando el justo deseo de los constitucionalistas, que no sólo están en mayoría numérica, sino que son la fuerza dominante en el país” (Palabras de la Delegación de Wilson, 19 de Julio 1914). Los delegados de Méjico, ante la oposición de Wilson al gobierno de Huerta, propusieron la renuncia de éste en manos de cualquiera persona que hubiera sido neutral en la lucha entre federales y constitucionalistas; pero se cerraron los delegados yanquis: el presidente provisional había de ser persona grata a los constitucionalistas.

12° Caído Huerta, se hizo cargo transitoriamente del gobierno el Lic. Carvajal, Presidente de la Corte Suprema, que se había mantenido lejos de las luchas civiles. Comprendiendo que era inútil oponerse a las fuerzas combinadas de Wilson y de Carranza, invitó a éste a tomar posesión pacífica de la capital, sin más condición que la de respetar la vida, libertad y bienes de sus habitantes. Carranza insistió en una rendición incondicional. Entonces Carvajal, protegida por fuertes contingentes de tropas y por la simpatía de la gente honrada que miraba con horror los crímenes de los constitucionalistas, pensó en la resistencia; pero desistió de su proyecto al saber la decisión de Wilson. El hombre, que se consideró a sí mismo como el defensor de los oprimidos y el servidor de la humanidad, exigía la rendición a Carranza sin ninguna condición. Carvajal salió de Méjico y pocos días después las hordas de Carranza entraban en la capital, y se entregaban al saqueo más desenfrenado. Obregón dirigía el pillaje.

13° Divididos los constitucionalistas entre los partidarios de Villa, que exigía el cumplimiento del programa de la Revolución con la vuelta al régimen constitucional; y los de Carranza que pretendía continuar como Primer Jefe con poderes ilimitados, Wilson envió a Méjico a su agente confidencial, Mr. Pablo Fuller. Fuller dio la razón a Villa y calificó a Carranza de una completa nulidad (an impossibility), dominada por la ambición del mando. Pues bien: rotas las hostilidades entre villistas y carranzistas, a pesar del informe de Fuller, Wilson, que alardeaba de amor al pueblo mejicano, que sabía los horrores cometidos por las gavillas revolucionarias, en lugar de continuar la ocupación de Veracruz que habría entonces salvado por lo menos la vida y el honor de muchos mejicanos y extranjeros, ordenó evacuar la ciudad y entregarla a Carranza, que pudo así rehacerse y proseguir la lucha.

14° Una vez confirmado en el poder. Carranza se declaró primer jefe con facultades omnímodas para legislar: una de ellas era convocar el Congreso, cuando le pareciese, para que ratificara o enmendara sus decretos militares. Las dictaduras de Santa Anna y Huerta eran juegos de niños. Pues Wilson, que había dicho: “Lo que Méjico necesita es un gobierno constitucional; mi deseo es el restablecimiento del gobierno constitucional, porque de ninguna otra manera pueden nuestros vecinos trabajar y desarrollarse en paz y libertad” (Palabras de Wilson en sus Mensajes al Congreso de 27 Agosto y 2 Diciembre de 1913; 20 y 23 de Abril de 1924; declaraciones a The Saturday Evening Post, de Nueva York, de 23 de Mayo de 1914; Conferencia de Niágara Falls, 18 Junio 1914. Aviso a Villa y Carranza, 2 Junio y 14 de Agosto 1915), reconoció al Gobierno de Carranza en 19 de Octubre de 1915: la carta escrita por el Secretario de Estado y dirigida al Agente confidencial de Carranza es no sólo cortés sino cariñosa. (Todos los anteriores datos están extractados del opúsculo The Mexican Policy of President Woodrow Wilson as it appears to a Mexican by Manuel Calero, Secretary of Foreign Relations, and later Ambassador to the United States. New York, 1916.)

Tres años y medio más tarde, Wilson ante la Representación Mejicana en Washington no tuvo empacho en confesar su complicidad en la revolución carrancista. El 9 de Mayo de 1919 decía a los representantes de Carranza:

“Mi propia política y mi conducta personal con respecto a Méjico fue basada siempre en el principio, seguido fielmente por este Gobierno, de que la solución de los asuntos interiores de ese país no nos incumbía a los norteamericanos y que no teníamos ningún derecho a mezclarnos en ellos ni a intervenir en modo alguno en los asuntos de política mejicana.

“Nuestras relaciones pudieron en cierto momento tomar una fase que pudo seros difícil de comprender. Cuando enviamos tropas a Méjico, sólo teníamos sincero deseo de ayudaros para desembarazaros de un hombre que hacía imposible todo arreglo de vuestros asuntos; pero no queríamos emplear nuestras tropas en ninguna otra cosa, y esperábamos que, al ayudaros y retirar nuestras fuerzas, después os daríamos prueba patente de la sinceridad de nuestro Gobierno y de las seguridades que habíamos dado a vuestro Gobierno por mediación del Presidente Carranza” (El Siglo Futuro, Madrid, 1° de Mayo de 1919).

Sobraba, pues, razón al Episcopado Norteamericano cuando decía en 1917:

“El Gobierno actual de Méjico debe su existencia al de los Estados Unidos. No puede dudarse que el propósito, que en todo esto se tiene, es extirpar del pueblo su antigua fe. Sin  el apoyo moral de los Estados Unidos esta tiránica farsa de gobierno libre no existiría” (Protesta del Episcopado de los Estados Unidos contra la Constitución de 1917).

IV. Crítica de Mr. Root

Wilson presentaba otra vez su candidatura a la Presidencia. En la convención republicana del Estado de Nueva York, tenida el 15 de Febrero de 1916, Mr. Elihú Root tuvo frases vehementes, con que desenmascaró la hipocresía de Wilson y condenó sus pérfidos procederes. Léanse si no estos párrafos:

“La revolución estalló y la guerra facciosa estaba madura. Ha habido americanos asesinados, la propiedad americana se ha destruido injustificadamente, las vidas y haciendas de todos los americanos en Méjico estaban en peligro.

Tal era la situación cuando el señor Wilson fue Presidente en Marzo de 1913. Su deber era claro. Consistía, primero, en usar de sus facultades como Presidente para asegurar protección a las vidas y haciendas de los americanos en Méjico y para requerir la puntual observancia de las reglas legales y de las estipulaciones de los tratados en beneficio de los Estados Unidos y sus ciudadanos. Consistía, después, como cabeza de una potencia extranjera, en respetar la independencia de Méjico, en apartarse de toda intervención en sus asuntos internos, de toda tentativa de dominio, salvo el caso de que la justificara la ley de las naciones para la protección de los derechos americanos.

El Presidente de los Estados Unidos no quiso observar ninguno de esos deberes. Los abandonó deliberadamente, y siguió una inconsistente finalidad del todo distinta. Intervino en Méjico para ayudar, en lucha civil, a una facción contra otra. Emprendió el echar abajo a Huerta para poner en su lugar a Carranza. Huerta estaba en la posesión. Pretendía ser el Presidente Constitucional de Méjico. Tuerto o derecho, bien o mal, estaba en el puesto. Era, ciertamente, el Presidente de facto de Méjico. Desde el norte, Carranza y un grupo de cabecillas independientes trabajaban por arrebatarle a Huerta el poder. El Presidente Wilson hizo causa común con ellos, al privarlo de aquel poder. En Agosto de 1913, por conducto del señor John Lind, presentó a Huerta una nota que no era en sustancia sino una demanda para que Huerta se retirara permanentemente del Gobierno de Méjico. Cuando Huerta rehusó, el poder de los Estados Unidos se destinó a derribarlo. Indújose a naciones extranjeras a que negaran a su administración los empréstitos necesarios para establecer el orden y reparar los estragos de la guerra. Las armas y municiones, que a Huerta se le retiraron, fueron liberalmente suministradas a las fuerzas del norte. Por último, el Presidente envió nuestro ejército y nuestra armada a que invadieran Méjico, y capturaran su principal puerto marítimo de Veracruz; y conservó éste y estranguló el comercio mejicano hasta que no cayó Huerta.

El Gobierno de los Estados Unidos intervino en Méjico para dominar en los asuntos de aquel país independiente y para imponer la voluntad del Presidente americano, empleando la amenaza, la presión económica y la fuerza de las armas. ¿Con qué derecho o por cuál agravio se procedió a esa intervención? No para asegurar el respeto a los derechos americanos; no para proteger las vidas y propiedades de nuestros ciudadanos; no para defender la ley de las naciones; no para obligar a la observancia de las leyes de humanidad. Al contrario, el poder de Huerta era el único en Méjico a que podía apelarse para lograr protección de la propiedad y de la vida. Era el único que de veras protegía por igual a los americanos, a los europeos y a los mejicanos. Donde únicamente prevalecían el orden y una paz comparativa, era en el territorio regido por Huerta. Aquel por el cual extendíase el poder armado de Carranza, de Villa y de sus respectivos asociados, era teatro de los crímenes más espantosos.

Bandas de ladrones saqueaban el país con una licencia desenfrenada. Los americanos, lo mismo que los mejicanos, se hallaban a su merced, y se asesinaba a los americanos y se ultrajaba a las americanas impunemente. Con la incalificable destrucción de las industrias que les proporcionaban el sustento, a miles de ellos se redujo a la indigencia. La sola manera de proteger la propiedad contra el incendio y el latrocinio, consistía en el pago de rescates y cohechos. No había autoridad que pudiese o quisiese proteger o castigar. Era tan claro como la luz, que las condiciones por medio de las cuales, igual Carranza que Villa, conservaban a sus partidarios y seguidores, eran la licencia y la oportunidad sin restricciones de estuprar, asesinar y robar.

Para sacar del poder a Huerta, todavía el Gobierno de los Estados Unidos ignoró, perdonó el asesinato de americanos, la violación de americanas, la destrucción de propiedad americana, el insulto a funcionarios americanos, la profanación de la bandera americana, y por sí mismo se alió a los hombres culpables de tamañas ofensas. ¿Por qué? El propio Presidente nos lo ha dicho. Porque juzgaba que Huerta era un usurpador; porque estimaba que las clases populares de Méjico debían gozar de una mayor participación en el Gobierno y en el usufructo de las tierras, y creía que Carranza y Villa las darían entrambas cosas. Todos tenemos que simpatizar con sentimientos semejantes, aunque nada hay más peligroso que un sentimiento equivocado. De todos los hombres del mundo, el que dispone de menos libertad para erigirse en juez motu propio, y conocer de los títulos de un pretendiente a la Presidencia de Méjico o reformar las leyes agrarias de Méjico, es el que ostente la investidura de poder ejecutivo de los Estados Unidos de América”.

“Repetidas veces las tropas de Carranza y de Villa habían detenido y aprisionado a funcionarios consulares americanos, habían arrancado banderas americanas de los consulados y arrastrándolas por el lodo con indescriptibles indignidades. Las pruebas estaban en nuestras manos, y no se hacía caso de ellas. Muchas ocasiones, soldados de los Estados Unidos, uniformados y de servicio, habían sido heridos o muertos al través de la frontera por disparos de los soldados de Carranza y de Villa. Más de cincuenta de aquéllos habían sido muertos en tal forma, y no se hizo caso de ello. Después de la captura de Veracruz, nada volvió a saberse de la exigencia de un saludo a la bandera.

Nadie que piense, en Méjico, cree que la controversia sobre el saludo fue la causa real de la captura de Veracruz. ¿Hay alguien entre nosotros que dude que la causa aducida no fue sino un pretexto, y la verdadera el derribar a Huerta?

El pueblo de Méjico, que había visto a su ciudad inocente capturada por la fuerza por las armas, sacrificados trescientos de los suyos, violado su suelo, un pabellón extranjero ondeando sobre su mejor puerto por motivos que presentía falsos de toda falsedad, se desvió hasta imputarnos un propósito más siniestro todavía: que los Estados Unidos intentaban asegurar su predominio en Méjico. Y cuando las tropas americanas se marcharon, creyó que por miedo se había abandonado aquel propósito.

Con la ocupación de Veracruz, el poder moral de los Estados Unidos en Méjico llegó a su término. Por lo que hicimos a Méjico, fuimos odiados entonces y seguimos siéndolo hoy; y hoy y entonces hemos sido menospreciados a consecuencia de lo irresoluto y débil de nuestra acción para proteger las vidas y los derechos de nuestros ciudadanos. No hay bandera ni ciudadanía menos honradas en Méjico que las nuestras. Por eso afirmo que lo de Méjico nos significa un fracaso.

Aunque parezca increíble, Huerta fue desposeído con la ayuda del Gobierno americano, sin garantías ningunas por parte de los hombres que había que poner en su lugar; y así han continuado el homicidio, el incendio y el rapto. Después de la caída de Huerta y del retiro de la expedición a Veracruz, el Presidente Wilson anunció que nadie tenía derecho a intervenir en los asuntos de Méjico; que Méjico era el único autorizado a arreglarse por sí mismo. Rechaza toda responsabilidad por lo que allá ocurre y conténtase con una política de “espera vigilante”. Pero ¿quién que interviene en una riña y ayuda a algunos de los contendientes y destruye a los otros, puede luego absolverse a sí propio de las responsabilidades por los resultados?...

Por la muerte y los ultrajes, por la ruina y los sufrimientos de nuestros hermanos, por el odio y menosprecio hacia nuestro país, y por el deshonor de nuestro nombre, en aquella tierra, la administración en Washington comparte las responsabilidades de las bestias humanas con quienes hiciera causa común”.

V. Harding

Los Gobiernos de Méjico, que han sucedido a Carranza, llámanse a sí mismos Revolucionarios. Son engendros de la Revolución; no de una revolución noble, sana, de ideas, que mire al mejoramiento de un pueblo, sino de la revolución brutal, que se complace en encumbrar al caudillo, por medio del abuso de la fuerza. Para juzgar la conducta de Harding y de Coolidge con el Gobierno revolucionario de Méjico, antes que formular juicio propio, preferimos a Mons. Miguel J. Curley, Arzobispo de Baltimore. Dice así el insigne Primado de la Iglesia norteamericana:

“No ha habido gobierno en los Estados Unidos que no mirase durante los doce últimos años la cuestión mejicana sino con los ojos de los intereses financieros. Gobierno tras Gobierno se ha dejado llevar mansamente y ha venido a hacer la voluntad de quienes estaban interesados en el petróleo y en los minerales de Méjico. Los que han sido enviados a Méjico para investigar, los que han tenido entrada en nuestro departamento de Estado, eran todos hombres que miraban la cosa desde el punto de vista de lucros, concesiones, favores, legales o ilegales

El Presidente Harding fue elegido el 12 de Junio de 1922 y tuvo por Secretario a Mr. Coolidge.

El Senador Mr. Lodge levantó la voz: El fracaso miserable y sin remedio de los demócratas en el negocio de Méjico ha continuado durante 7 años. Ha llegado el tiempo de poner fin a esa situación mejicana, que es una vergüenza para Estados Unidos y un desdoro para nuestra civilización. Si debemos tomar parte en la pacificación del mundo, comencemos aquí mismo, cerca de casa, en Méjico. En 1921 el Gobierno de Harding se puso a arreglar nuestras relaciones con Méjico. Durante los años 1921-1922 las grandes compañías petroleras trataban con el Gobierno por medio de Mr. Alberto B. Fall. En 1921 tuvo lugar en Nueva York una reunión de los banqueros que más tenían que ver con la deuda exterior de Méjico, y el General de la Huerta, Ministro de Hacienda en el Gabinete de Obregón. A los banqueros les interesaban las compañías petroleras, a las compañías petroleras los banqueros... A principio de verano de 1922 salía de Nueva York una notabilísima expedición para Méjico. Las entrevistas con Obregón, de la Huerta y Calles fueron largas, pero no satisfactorias. Los hombres de la gran expedición tenían sólo un interés: el dinero. Estaban interesados en el petróleo, porque el petróleo significa dinero. Con tal que alcanzasen concesiones para hacer dinero, nada les importaba lo demás.

Entonces vino la armonía. Obregón y Calles pidieron tres cosas a las Compañías petroleras:

1° El pago de los impuestos de un año o más por adelantado, pues necesitaban algún dinero, más o menos 5 millones de dólares. 2° Los apoderados de las Compañías petroleras han de prometer ayudar a los banqueros en la emisión de las acciones. 3° Deben obtener el reconocimiento de Méjico por los Estados Unidos. Estas condiciones fueron admitidas sin ningún reparo e inmediatamente procedieron a pagar la suma de los impuestos a la nación mejicana. En cuanto al reconocimiento pusieron pequeñas dificultades, puesto que había intereses de por medio.

A pesar de las dificultades fue madurando el proyecto durante el verano de 1922. Hubo intercambio de notas, y Carlos B. Warren y Juan B. Payne, enviados especiales, salieron para Méjico. Los dos eran hombres relacionados con los intereses del petróleo. Su informe estuvo concluido poco tiempo después de la muerte de Harding. El 23 de Septiembre de 1923 el Presidente Coolidge reconocía a Obregón.” (Mons. Curley, Mexican Tyranny and the catholic church en Baltimore Catholic Review, Abril 1926).

VI. Coolidge

Harding murió antes de terminar su periodo presidencial; sucedióle Mr. Calvino Coolidge. En la cuestión mejicana Coolidge ha continuado la política de sus dos inmediatos antecesores. Damos otra vez la palabra a Mons. Curley:

“En 1924, antes que terminara el régimen de Obregón, un caudillo mejicano (de la Huerta) procuró salvar a los mejicanos del bolchevismo, latrocinios y persecuciones de los hombres de la ralea de Obregón y Calles.

Pero nuestra propia administración de Washington intervino en el año 1924, enviando armamento americano de todas clases para conservar en el poder a Obregón, y aún más, para asegurar en la sucesión al candidato preferido de Obregón, Plutarco Elías Calles. Nuestra administración impidió, pues, del modo más eficaz la salvación del pueblo mejicano, cuando prohibió la venta de armas a los jefes del movimiento mejicano.

Obregón acabó su oficio poco después que su Gobierno había sido sostenido por Washington, y Calles subió al poder.

Cualquiera que conozca las circunstancias de Méjico sabe perfectamente que Calles no fue elegido por el pueblo mejicano y que no representa al pueblo mejicano. Calles es un bolchevique de marca mayor y no se cuidó para nada de ocultar su bolcheviquismo en sus discursos de 1925. ¿Podremos preguntar a las autoridades de Washington si conocían el carácter de este hombre? Si lo conocían, francamente no entendemos cómo pueden entusiasmarse con él. No podemos entender la declaración hecha por Puig Casauranc, Ministro de Instrucción Pública en el Gabinete de Calles, de que el Presidente Coolidge había enviado un mensaje de especial amistad a Calles y su Gobierno.

Algunos de nuestros escritores sin principios hablan de prudencia para paliar con este nombre su cobardía. Nos dicen que dejemos a los católicos mejicanos hacerse justicia por sí mismos en sus agravios. “No digáis que dos y dos son cuatro, no sea que vayáis a herir los sentimientos de alguno”. Precisamente esta actitud cobarde es la que ha perpetuado nuestra propia debilidad. Como norteamericanos y como católicos, tenemos el derecho y el deber de clamar contra la persecución religiosa de Méjico. Nosotros, los norteamericanos, somos sumamente responsables de tales sucesos...

¿Estamos pidiendo al Gobierno norteamericano que intervenga en Méjico? No. Muy al contrario, pedimos a las autoridades de Washington que acaben tal intervención. Carranza y Obregón gobernaron a Méjico en virtud de la aprobación de Washington. Fueron sostenidos en el poder por Washington. Siempre que se ha hecho algún esfuerzo para sacudir el régimen bolchevique, nuestro Gobierno se enfada. Calles está ahora en el poder y continúa su persecución contra la Iglesia, porque sabe que está de acuerdo con Washington. Las ametralladoras que se volvieron contra el clero y el pueblo de San Luis Potosí, hace unas cuantas semanas, eran ametralladoras norteamericanas. Los rifles que hace dos semanas se usaron en la ciudad de Méjico contra las damas, en la profanación de la Iglesia de la Sagrada Familia, procedían de nuestro país. Nosotros, mediante nuestro Gobierno, armamos a los bandidos asalariados de Calles. Nosotros le sostenemos y rehusamos positivamente permitir al pueblo mejicano aprovecharse de la proximidad de nuestra frontera para levantarse eficazmente contra sus perseguidores. Estamos amigablemente unidos con Calles, y esta amistad, aunque sea solamente diplomática, es bastante para sostenerle donde está y para alentarle en su nefanda empresa de destruir aun la idea de Dios en el corazón de millones de niños mejicanos.

Si Washington quisiera únicamente dejar sólo a Méjico e interrumpiera la desleal ayuda al presente régimen bolchevique, Calles y su pandilla no durarían ni un mes. El señor Téllez, Embajador mejicano en Washington, que de una manera constante y desvergonzada está negando la existencia de la persecución religiosa en su patria, tendría que volver a su antiguo trabajo del mostrador. La espantosa Constitución de 1917 acabaría, y la paz volvería a florecer una vez más en Méjico.

Nosotros y sólo nosotros somos los responsables de los sucesos ocurridos allí durante los doce últimos años por el descuido e intervención de nuestro Gobierno, y estamos ahora convertidos en el hazmerreír del puñado de bandidos; son hábiles. Envían a Puig Casauranc para que sea festejado en la Casa Blanca, y después regresará complaciéndose en el feliz éxito de su viaje y se creerá con razón suficiente para decir a los mejicanos: “Ya lo había yo dicho: el Tío Sam está con nosotros; podemos continuar nuestra obra de destrucción del Catolicismo”. Un lunch en la Casa Blanca es una verdadera satisfacción para los secuaces de Marx en la ciudad de Méjico.” (Mons. Curley, l.c.)

VII. El silencio yanqui

El Arzobispo de San Antonio, Tejas, Mons. Arturo J. Drossaerts, dice a propósito del silencio de Estados Unidos ante la persecución mejicana:

“Toda Europa se muestra horrorizada ante las crueldades inauditas de esos lobos del cristianismo. Tanta sangre derramada, la interminable lista de asesinatos y bárbaras ejecuciones que recuerda la negra historia de aquellos monstruos antiguos Nerón y Diocleciano, levantan en todas las clases sociales de Europa un grito de horror y de espanto. Allí miran con asombro la actitud fría de los Estados Unidos, que no revela ni un gesto de indignación ante la espantosa hecatombe de un pueblo. No pocos diarios europeos recuerdan cómo 30 años hace la prensa de Estados Unidos se indignaba y condenaba como a un monstruo infernal al General Weyler enviado por España a sofocar la revolución de Cuba. Todo lo que hizo Weyler fue nada en comparación de los asesinatos perpetrados por los Nerones de Méjico; sin embargo, ¿quién ha visto una palabra de indignación ni de protesta?... Las cosas en Méjico van de mal en peor. El país parece un desierto empapado con la sangre de los que se atreven a adorar a Dios o a oponerse a los planes de Calles y Obregón. Toda Europa ora por Méjico. Oremos también nosotros para que Dios tenga piedad de Méjico y ponga fin a esa orgía de sangre y de odio” (Pastoral del Arzobispo de San Antonio de Tejas, Mons. Drossaerts, Noviembre 1927).

El 12 de Diciembre de 1927, entrevistado el Cardenal O'Connel, Arzobispo de Boston, tuvo el valor de hacer esta franca y enérgica declaración, transmitida por la Prensa Unida:

“Como ciudadano, debo manifestar mi protesta y deplorar este comunismo desenfrenado que insulta la religión en las mismas puertas de nuestro país. Y lo más triste es que ni una sola vez, al parecer, se ha dejado oír en las altas esferas que nuestro Gobierno, atravesando el Río Grande, vaya a ejercer su influencia en Méjico para que se suspenda esta caza de mejicanos, perfectamente inocentes, cuyo único crimen es su determinación de servir a Dios. ¿Cuál es la verdadera causa que explica este silencio? Naturalmente, tenemos algunas razones para creer que existen influencias que están muy lejos de ser inspiradas en móviles de altruismo y altura de miras. No tengo deseo alguno de continuar en este tema; pero es necesario declarar que la oscura sombra proyectada por la triste situación de Méjico no nos deja ser enteramente felices; es imposible sentirse sereno y contento cuando suenan en nuestros oídos los gritos de los cristianos hostilizados hasta la muerte en la más brutal de las persecuciones.”

Capítulo IX. Amigos de las víctimas

Sumario. I. El Papa. – II. El Episcopado Católico. – III. El Episcopado norteamericano. IV. El mundo católico. – V. Silencio de los gobiernos civilizados: honrosa excepción. – VI. En las Cámaras de Estados Unidos de América, Brasil, Perú y Chile. – VII. Los verdaderos liberales mejicanos. – VIII. Seminario Mejicano en España.

I. El Papa

El Supremo Pastor no ha abandonado ni un solo instante a las pobrecitas ovejas, perseguidas y sacrificadas por el sectarismo del Gobierno mejicano. El 2 de Febrero de 1926 dirigía Pío XI una carta paternal de aliento al Episcopado mejicano; el 14 de Junio confortaba nuevamente a Prelados y fieles; el 2 de Julio encargaba hacer en todo el mundo católico rogativas públicas por Méjico y ésa era una de las intenciones papales, porque rogaran todos los católicos en el Jubileo del Año Santo, extendido a todo el mundo en 1926.

En 18 de Noviembre de ese mismo año publicaba la Encíclica Iniquis afflictisque, en que, dirigiéndose a todo el Episcopado católico, mostraba los horrores de la persecución sufrida por la Iglesia en Méjico y su heroica conducta.

El 3 de Enero se dignó recibir en audiencia a varios jóvenes mejicanos idos a Roma para celebrar el centenario de la canonización de San Luis Gonzaga; al despedirlos después de veinte minutos de mutuas expansiones les repitió con devota convicción: “Tenéis también una Madre: la Virgen de Guadalupe. Ella os ayudará siempre”.

II. El Episcopado Católico

Siguiendo el ejemplo del Santo Padre, los Obispos de todo el mundo se han apresurado a despertar el celo caritativo de sus fieles en favor del católico pueblo mejicano.

El Episcopado español dirigió en 3 de Mayo de 1926 a los Obispos y fieles de Méjico una carta colectiva “para presentarles juntamente con nuestra enérgica protesta por los incalificables atentados con que son públicamente escarnecidos, el testimonio de nuestras vivas simpatías y admiración por el ánimo valiente y esforzado con que saben soportarlo”.

El anciano, santo y sabio Arzobispo de Santiago de Chile, D. Crescente Errázuriz, en nombre propio y de su clero, envió el 1° de Agosto de 1926 al Arzobispo de Méjico el cablegrama siguiente:

“No prevalecerá el infierno contra la Iglesia, dice la Eterna Verdad y lo ve el mundo en el trascurso de veinte siglos. No perecerá la Iglesia, por más que sean perseguidos sus defensores, a los cuales dice también nuestro Señor: Dichosos los que padecen persecución por la justicia.”

III. El Episcopado norteamericano

El Episcopado católico de los Estados Unidos marcha a la vanguardia de la cruzada universal en defensa de los católicos oprimidos en Méjico. El 15 de Septiembre de 1926 se reunió en la Universidad Católica de Washington y envió al Clero y fieles de Méjico un cariñoso saludo de simpatía que termina con estas hermosas palabras: “Con la bendición de Dios estaremos con vosotros hasta el fin, hasta el triunfo”. Comisionaron al Obispo de Oklahoma, Mons. Kelley, para que en unión de otros dos Obispos escribiera una Pastoral colectiva, que refutara las afirmaciones calumniosas del Gobierno de Méjico y demostrara que la Iglesia Católica es y ha sido la verdadera civilizadora del pueblo mejicano. La pastoral fue firmada por todo el Episcopado estadounidense y se publicó el 12 de Diciembre de 1926. La edición inglesa fue de dos millones de ejemplares, no contadas las traducciones al castellano, francés y otras lenguas.

Al año siguiente, 1927, y en los días 14 y 15 de Septiembre tuvo lugar la Convención anual del Episcopado, con asistencia de 54 Arzobispos y Obispos y de 4 Cardenales. Pocos días antes, el 1° del mismo mes, el Presidente Calles, sin asomo de vergüenza osó decir en el mensaje de reapertura del Cóngreso:

“El conflicto religioso ocasionado por la rebelión del clero  ha terminado, prácticamente, y la resistencia fútil del clero católico ha demostrado palpablemente que el pueblo mejicano es indiferente en cuanto al culto religioso.”

Pues bien: ante la augusta asamblea de Obispos Católicos congregada en Washington, el Arzobispo de San Francisco de California y Presidente del Comité Administrativo de la National Catholic Welfare Conference (Conferencia Nacional de Bienestar Católico), Mons. Eward J. Hanna, pronunció el siguiente discurso, en respuesta al mensaje que Calles había leído pocos días antes en el Congreso:

“La persecución religiosa en Méjico continúa horrorizando al mundo civilizado. Al dar amplia publicidad a su reciente mensaje, el Presidente Calles apela de nuevo a la opinión del mundo en defensa de su administración.

Como Obispo americano que tiene exactas fuentes de información referentes a Méjico, estoy en situación de afirmar que no es posible, para nadie que esté plenamente impuesto de la situación, aceptar la interpretación del Presidente Calles sobre las condiciones religiosas que hoy existen en Méjico.

Refiriéndose a la situación religiosa, el señor Calles hace afirmaciones que están en extraña divergencia con los hechos públicos y notorios.

Dice, por ejemplo: que el conflicto religioso en Méjico toca a su fin; que el decreto del 31 de Julio de 1926 está siendo obedecido; que en el breve espacio de un año el pueblo de Méjico se ha puesto frío para con la religión y permanece indiferente ante la clausura de las iglesias.

Después de una campaña que ha durado 15 meses, durante la cual todos los sospechosos de oposición al Decreto han sido inhumanamente suprimidos, los oficiales del Ejército Federal y los agentes del señor Calles han sido incapaces de dominar el movimiento armado en defensa de la libertad y de la justicia. Este movimiento se ha extendido ahora prácticamente a todos los Estados de Méjico densamente poblados y de cultura desarrollada.

En los mismos momentos en que el señor Calles estaba preparando esta afirmación, 22 Arzobispos y Obispos mejicanos, centenares de sacerdotes mejicanos y millares de laicos, hombres y mujeres, estaban sufriendo en el destierro porque rehusaban aceptar el programa antirreligioso del señor Calles. Otros centenares languidecen en pestilentes colonias penales y en malsanas celdas subterráneas de inmundas prisiones.

Los mártires que han sacrificado sus vidas en Puebla, en Zamora, en León, en Guadalajara, en Durango, en Michoacán, en Jalisco y en mil aldeas de Méjico; los centenares de sacerdotes que perseguidos por espías y asesinos, a riesgo de sus vidas, permanecen todavía fieles a los deberes de su ministerio sacerdotal; los miles de católicos hombres y mujeres que lo arriesgan todo para asistir a servicios religiosos ocultos; los hogares que han sido violados y escudriñados, la propiedad que ha sido confiscada, las vidas que han sido sacrificadas, todo esto en violación de la ley, aún de la ley mejicana; las mujeres que, por ser católicas, han sido entregadas a la lujuria de malvados y cobardes; éstas y otras mil son las pruebas con que el pueblo de Méjico se defiende contra el cargo de que él haya olvidado sus tradiciones religiosas y abandonado la defensa de la libertad y de la justicia.

La víspera misma del día en que el señor Calles leyera su mensaje, sus agentes en Toluca, a pocas millas de la ciudad de Méjico, condenaron a muerte y ejecutaron, en las más salvajes condiciones, a un gran número de ciudadanos mejicanos por la razón única de su fe católica.

El señor Calles declara que su decreto del último año, no es más que el restablecimiento del Art. 130 de la Constitución de 1917. No da respuesta alguna a aquellos que niegan la validez del Art. 130, por ser incompatible con otras disposiciones de la misma Constitución.

No responde a los millones de ciudadanos mejicanos que, en petición al Congreso, han intentado, por medios legales, obtener la enmienda de ese artículo que ellos demuestran ser tiránico y arbitrario, una violación de los derechos naturales que todo conjunto de leyes está obligado, a respetar, porque son la herencia inalienable que el hombre ha recibido de su Creador.

El señor Calles no da respuesta alguna a estos cargos, formulados por eminentes jurisconsultos de Méjico; de que su Decreto es una violación, aún del Art. 130; que ha puesto una limitación arbitraria e incierta a la libertad de prensa y de reunión; que ha sometido las ceremonias y actos del culto a restricciones no justificadas por una razonable interpretación de la Constitución, extendiendo los supuestos derechos de propiedad del Estado hasta incluir mobiliario, ornamentos, vasos sagrados, hasta los candeleros de los altares y todo cuanto se usa en las iglesias, abriendo así el camino a la confiscación, no sólo de los edificios anexos a las iglesias, sino también de los que son propiedad privada, violando de esta manera la santidad del Hogar.

El señor Calles afirma que ha procedido al reforzamiento del Decreto con estricta justicia.

Triste era en realidad el estado a que la justicia estaba reducida, cuando los jueces, a través de todo Méjico, recibieron instrucciones referentes a los casos que pudiera provocar el Decreto de no iniciar ningún proceso de defensa previsto por las leyes de Méjico.

Hay registrados veintenas de casos en que los católicos han querido defenderse ante las Cortes, y no hay registrada ni un solo caso en que las Cortes hayan consentido prosperar a estas defensas.

Una vez más el señor Calles hace responsable al Clero de la oposición armada. Él ha tenido mucho tiempo para probar este cargo. El mismo Calles dejó establecido en una ocasión que la suspensión del culto en las iglesias no constituía rebelión, porque el Clero estaba ejerciendo el derecho que, por las leyes de Méjico, tenía de no ejercer su profesión. La suspensión del culto en Méjico no era, por tanto, un acto de insubordinación. Ella no emanaba del orgullo ni de la ambición. No era político. Era el triste cumplimiento de un deber que los Obispos y sacerdotes y el pueblo católico de Méjico tenía de evitar en su país la realización de un programa por medio del cual la Iglesia, finalmente, sería rebajada al nivel de esclava del Estado, y los actos del culto convertidos en odiosos crímenes.

Méjico está desgarrado por un conflicto más profundo que una resistencia armada. La autoridad, en manos de hombres crueles y sin escrúpulos, se está empleando en arrancar de cuajo, tradiciones profundas, arraigadas en el corazón del pueblo.

Ese pueblo, desarmado, privado de sus más sagradas libertades, de sus derechos de libre palabra, de sus derechos de reunión, de su derecho de petición, aún de sus derechos de elegir en libre elección su propio Gobierno; llevado a la desesperación por la imposición de decretos que en su conciencia no puede aceptar, ese pueblo está en áspera e irremediable oposición al señor Calles.

Es un conflicto que emerge de la conciencia de los hombres. Ejecuciones, confiscaciones, supresiones, por crueles que sean, no han conseguido, en todo el curso de la historia, dominar tales conflictos.

La Justicia, el respeto a los derechos naturales del hombre son el único remedio.

Y el pueblo de Méjico, Obispos, sacerdotes y laicos, concederían, sin duda alguna, con verdadera alegría, su leal apoyo a cualquier gobierno que se los garantizara” (Información enviada de Washington, por Mr. William F. Montavon, a nombre de la National Catholic Welfare Conference).

IV. El mundo católico

Todo el mundo católico se ha estremecido ante la catástrofe religiosa de Méjico. De todas partes han sonado valientes protestas contra el tirano, que quiere encadenar las conciencias. Los Caballeros de Colón, de Estados Unidos de América; la Federación Nacional Católica de Francia, presidida por el General de Castelnau; la Juventud Católica Internacional reunida en Bonn (Alemania) en Junio de 1926, entre otras muchísimas asociaciones mundiales, han condenado la opresión callista.

La España católica desde el primer anuncio de la persecución ha estado al lado de las víctimas: Zaragoza, Barcelona, Valencia, Sevilla, Toledo, Vitoria, Huesca, Tarragona, Málaga han elevado sendos mensajes de cálida adhesión a los católicos perseguidos y de protesta ante el Gobierno de S. M. C., para que, como decía la exposición enviada por Barcelona, “interponga su poderoso valimiento con el Gobierno de la nación mejicana, interesándose para que cese cuanto antes el estado de persecución contra nuestros hermanos de religión y raza”.

En América del Sur, la Asociación de Estudiantes y Jóvenes Católicos dirigió el 1° de Agosto de 1926 un llamamiento a las Juventudes Católicas de América invitando “a toda la juventud, a todos los hombres libres de América a hacer llegar ante el General Calles la voz de la indignación sudamericana”. Y respondieron solidarizándose con la asociación chilena las Juventudes Católicas de Argentina, Brasil, Colombia, Ecuador, Uruguay, Bolivia y Venezuela.

V. Silencio de los Gobiernos civilizados: honrosa excepción

De todos los jefes de Estado, uno solo ha protestado: los demás han guardado silencio. Varios escritores contemporáneos señalan el hecho: ninguno se atreve a decir la causa. Ella es manifiesta a todo espíritu observador. La Doctrina Monroe reconocida en los mismos estatutos de la Liga de las Naciones, cierra a toda potencia extraña la intervención en América: el Tío Sam no quiere abandonar el papel de tutor de las naciones hispano-americanas. Contando, pues, con la benevolencia del Gobierno de Washington, saben Calles y Obregón que están bien amparados. ¿A qué, pues, conduciría la protesta de una nación europea, de España, Alemania, por ejemplo? Sería infructuosa y contraproducente. Los tiranuelos, encaramados en el Palacio Nacional de Méjico, se mofarán de protestas, que por ahora no pueden los cañones sancionar. Y tomarán como timbre de valor y patriotismo haber despreciado las insinuaciones oficiales de los Gobiernos extranjeros. La tiranía religiosa durará en Méjico, todo el tiempo y en la forma que quieran los Estados Unidos de América: y a éstos, en su mayoría inmensa enemigos del Catolicismo o prácticamente sin religión, les conviene la descatolización de Méjico para conquistarlo pacíficamente.

Semioficialmente, el Presidente del Senado de Colombia, en el discurso leído en la transmisión del mando presidencial, y el Jornal do Comercio, órgano oficioso del Gobierno brasileño, reprobaron la conducta de cierto gobierno que hostiliza los sentimientos religiosos de su pueblo.

El único gobernante que oficialmente ha tomado la defensa de los perseguidos ha sido el Presidente del Perú, Don Augusto B. Leguía.

El día 3 de Agosto de 1926 dirigía por cable este respetuoso y digno mensaje:

“Excmo. Sr. Plutarco Elías Calles, Presidente de Méjico:

Con hondo pesar contemplo, bajo la influencia de sentimientos fraternales, el conflicto religioso que se desata en ese hermoso país, gemelo del Perú; y sólo movido por esos sentimientos, exponiéndome tal vez a que sean mal interpretados, pero seguro de cumplir un alto deber de latino-americanismo, me permito rogar a Vuecencia que haga inclinar su voluntad en el sentido de restablecer la armonía con la Iglesia, poniendo así término al entredicho existente, a fin de evitar las calamidades que en su inevitable desenvolvimiento traerá para vuestro pueblo, y que serán mucho peores que las de la guerra.

Dios, que ve mi espíritu, sabe que sólo hago llegar mi voz ante Vuecencia, sin más móvil que el de contribuir a que desaparezcan las causas que, a mi juicio, han puesto verdadero duelo e inexpresable congoja en el corazón de los verdaderos católicos. — Augusto B. Leguía, Presidente del Perú.”

Calles contestó en tono despectivo y blasfemo. Después de acusar recibo, continúa así:

“Ante todo se debe tomar el mensaje de V. E. como la expresión meramente personal, que nada puede significar inmiscuir el poder extranjero en asuntos exclusivamente de la competencia doméstica del país. Y debo expresar a V. E. que es evidente que en este caso no ha recibido informes exactos...”

Aquí calumnia al Clero, echándole la culpa de todos los males que Méjico ha padecido en todas las épocas, y volviendo al estribillo de siempre: que él no hace más qué cumplir la ley. Y concluye con estas blasfemias:

“Si Dios es la suprema significación de la bondad de los individuos y de las naciones, no creo que esta vez está de parte de quienes hace más de un siglo han desatado sobre Méjico calamidades interiores, invasiones e intrigas internacionales, y la intranquilidad en las conciencias. La Constitución de Méjico no es una ley especial, sino un código general y fundamental que estoy obligado y decidido a hacer respetar, sin temor a entredichos ni castigos sobrenaturales. — P. Elías Calles.”

VI. En las Cámaras de Estados Unidos de América, Brasil, Perú y Chile

La conjuración del silencio no ha logrado acallar toda protesta contra las violencias sufridas por los católicos mejicanos. En los mismos recintos de las Cámaras legislativas de Estados Unidos, Brasil, Perú y Chile han hallado ecos de conmiseración de los oprimidos.

El día 15 de Diciembre de 1927, en la Cámara de Representantes de Washington, Mr. Donnery, representante demócrata de Massachussets, condenó el despotismo de Calles y lo acusó de efectuar una vasta propaganda en los Estados Unidos para conseguir el apoyo de las leyes referentes a la Iglesia, que fueron calificadas por Mr. Donnery como “un desafío a nuestras propias instituciones libres”.

En Brasil, el diputado federal por la capital, señor Salles, hijo, pronunció en la Cámara de Diputados el siguiente discurso:

“En este instante no es el diputado quien habla, sino el ciudadano que se coloca por encima de todo orden de consideraciones y se sobrepone a su propio mandato para dirigirse a un auditorio mucho más amplio que el que se reduce a estas bancas y mucho más numeroso del que limitan las fronteras del país, puesto que se dirige a toda la humanidad. Personalmente responsable de mis actos y de mis palabras cedo a los impulsos de mis sentimientos para levantar mi protesta contra las escenas de incalificable violencia que se vienen realizando impunemente en la generosa tierra americana. Ya habréis comprendido, señores, que es a Méjico al país que me refiero.

“La soberanía de la nación no está ni puede estar al arbitrio de un Gobierno partidario; no ataco al bravo pueblo mejicano, sino que me levanto contra el despotismo de su Gobierno. Pero, aunque así no fuese, todavía levantaría mis protestas, porque por encima de la soberanía de las naciones hay otra a la que nos debemos todos los ciudadanos de todas las razas y de todos los pueblos cultos: el respeto a las cosas sagradas, que es la soberanía de los sentimientos de fraternidad humana, sublimados en el crisol de la civilización y es ese incomparable patrimonio de cultura moral y de cultura jurídica que los siglos y la civilización han acumulado generosamente para nuestra felicidad, lo que el Gobierno faccioso de Méjico está malbaratando en una verdadera crisis alucinatoria que despierta el más justo repudio de la justicia humana.”

Luego el orador hizo otra serie de consideraciones y añadió:

“¿Por qué callar nuestro profundo disgusto contra los excesos y violencias de un Gobierno que se muestra ansioso de ejecutar a sus adversarios que no son individuos salidos del anonimato por una acusación del crimen común, sino figuras representativas de una sociedad en la que lograron ascender hasta las más elevadas posiciones y cuyos fusilamientos sumarios son anunciados en los mismos telegramas en que se da cuenta de su captura?"

El señor Salles terminó diciendo:

“Entiendo que el despotismo es tan considerable en Rusia como en Méjico, cuyo pueblo glorioso bien merece en su infortunio una expresión de solidaridad humana. Protesto, pues, en nombre de la libertad americana, en nombre de la generalidad de la raza latina y en nombre de la civilización de la humanidad.

En Perú, el 4 de Agosto de 1927, el diputado Luna Cartland condenó en las Cámaras de Lima la persecución del clero católico en Méjico. El diputado García hizo suyas las declaraciones de Luna y pidió que se estamparan en el diario de sesiones.

El 14 de Diciembre de 1927 y censurando el proyecto de elevar a Embajada la representación de Chile en Méjico, declaró el diputado liberal Ismael Edwards Matte:

“No puedo en los momentos actuales darle mi voto afirmativo a un mensaje que tiende a elevar a Embajada la representación nuestra en Méjico, porque me haría el efecto de tender la mano a quien la tuviera ensangrentada.

El mismo día que nuestra Comisión de Relaciones discutía e informaba este proyecto, todos los diarios de Santiago publicaban la noticia de que, a consecuencia de los últimos sucesos políticos de Méjico, habían sido fusilados 25 generales mejicanos. Yo no sé cuánto vale un general mejicano; pero, por poco que ellos valgan, juzgo muy grande el valor de 25 generales para ser inmolados en los azares de una lucha política.

Y es así que, aunque yo por mi parte deseara vehementemente que se estrecharan los vínculos que deberían unir y que no siempre unen a los pueblos de una misma habla en América, siento decir que ante la sangre que se ha derramado en Méjico al peso de brutales persecuciones, lamento expresar, repito, que no siento que mi espíritu solidarice con el Gobierno mejicano de hoy...

Para mí, la verdad del Gobierno mejicano actual es una incógnita; y yo, como diputado chileno, no puedo aceptar que Chile tienda la mano a una incógnita, que no aparece hoy día con una túnica alba, sino que, por el contrario, con una túnica grandemente salpicada con sangre generosa... El Presidente Calles, en el día, es uno de los más poderosos terratenientes de la República mejicana y no creo que sea la exteriorización de la democracia de un pueblo hermano, que su Presidente disponga de un vagón regio, como el recién fabricado de que dispone el Presidente de Méjico...

Insisto en decir... que anhelo que se estrechen más y más las relaciones con el pueblo hermano de Méjico, hermano en la raza y en el idioma. Pero no acepto confraternizar con un

Gobierno que basa en la sangre su fuerza. Los sucesos dolorosos, que recientemente ha hecho conocer la prensa, del fusilamiento de Diputados, Senadores, generales y militares no son, a mi juicio, motivos que pueden hacer aconsejables ni agradables los abrazos con el Gobierno de Méjico. Vuelvo a decir que, a mi juicio, entre los pueblos el elevar una Legación a Embajada equivale al estrechamiento de la mano entre dos hombres; y, en mi concepto, estrechar en los momentos actuales la mano del Gobierno de Méjico hace correr el peligro al Gobierno de Chile de retirar la suya ensangrentaba” (Diario de Sesiones, 14 de Diciembre de 1927, págs. 319-321, Santiago de Chile).

(Tomamos de United Press, 3 de Enero de 1928: En el Canadá, Mr. Charles Marcil presentará en la próxima reunión del Parlamento una moción en la que pedirá se cancelen las patentes al Cónsul mejicano en Toronto, a fin de suspender las relaciones que existen entre el Canadá y Méjico, hasta que “cese en Méjico la política de persecución a los católicos romanos”.)

VII. Los verdaderos liberales mejicanos

Alardea el Presidente Calles de que cuenta con la mayoría de la nación, que aprueba su política sectaria. Aparece la falsedad de semejante afirmación, con sólo pasar revista a la opinión sensata del país. Los parásitos del presupuesto, los ricos de última hora que han comprado a un precio irrisorio los bienes eclesiásticos nacionalizados hallarán loable la política que consagra semejantes desafueros; pero los verdaderos mejicanos, que sienten el amor de la patria, no pueden menos de protestar contra un gobierno que, en vez de reconstituir el país desolado por diecisiete años de luchas fratricidas, atiza la desunión y encona los ánimos desavenidos. Los mismos liberales avanzados no han vacilado en desafiar las iras del tirano y señalar la ruta desastrosa que ha emprendido.

Eminentes jurisconsultos, honra del foro mejicano, que se llaman Jorge Vera Estañol, Emilio Rabasa, Antonio Caso, Carlos Pereyra, Manuel Calero, Toribio Esquivel, Querido Moheno, Nemesio García Naranjo, Rodolfo Reyes han desaprobado la política sectaria de Calles y Obregón; los dos diarios de más circulación en la República, El Universal y Excelsior han repetido innúmeras veces su protesta. Citaremos sólo a tres escritores de fama mundial.

Dice así José Vasconcelos, antiguo Ministro de Educación:

“Mi programa educador no ha sido continuado por el Gobierno actual. El desarrollo intelectual de las masas iniciado por mí era un “movimiento nacionalista de arte” y se interrumpió cuando las venganzas políticas expulsaron de la Secretaría de Educación Pública a quienes lo habían organizado, sustituyéndolos por maestros inexpertos que representan la propaganda protestante norteamericana. Los jefes del protestantismo yanqui son ahora los jefes de la educación primaria y de esta manera estamos cayendo en un hibridismo característico en el cual chocan los temperamentos contradictorios. La instrucción pública mejicana está ahora en manos de incapaces o traidores a los intereses de la raza que prostituyen la escuela primaria.” (Artículo de 29 de Junio de 1926.)

Francisco Bulnes, escritor y político liberal que hizo siempre gala de incredulidad en materias religiosas, estigmatiza la tiranía gubernamental:

Ni el General Calles ni el Gobierno tienen derecho a proclamarse liberales. En el orden moral y espiritual, la primera de las libertades es la de conciencia y es imposible que exista prohibiendo sus ineludibles consecuencias, que son la libertad de enseñar y la libertad de aprender. Y la revolución  ha prohibido la enseñanza religiosa aún en las escuelas particulares, primarias, secundarias o superiores. Conforme a este artículo, las diversas religiones mal declaradas libres en Méjico, no pueden establecer seminarios, ni otra clase de establecimientos docentes necesarios para formar sacerdotes.

Hay más libertad de conciencia en Turquía que en Méjico, y también mejores facultades mentales, porque en Méjico hay libertad de conciencia para atacar las religiones, pero no para defenderlas ni para luchar por su prosperidad. Llamarse liberales después de un artículo tan oprobioso para la civilización como el 3° constitucional, es igual a proclamarse refinado artista después de haber arrojado el contenido de un tintero en la cara de la “Fornarina” de Rafael. Tan deshonroso espectáculo, para nuestra cultura, lo debemos a que uno de los efectos de la Revolución ha sido el triunfo del rancio jacobinismo sobre el liberalismo elevado” (Artículo de 10 de Noviembre de 1926).

El Lic. Eduardo Pallarés, liberal no católico, antiguo profesor de la Facultad de Leyes y distinguido abogado, concluye:

“La moral constitucional exige el respeto a las instituciones; y mientras en la República mejicana los católicos figuren en el censo por millonadas, la religión católica será una institución social y debe ser respetada dentro del mismo rigorismo de los preceptos legales. Desconocer la importancia, el peso de esa institución, es colocarse fuera de la realidad social o hacer obra jacobina.

Por eso cuando el artículo 130 constitucional da jurisdicción al Ejecutivo sobre los templos, semejante precepto debe interpretarse en términos de vida nacional, tomando en cuenta los ideales de una indiscutible mayoría. Pretender que esa ley concede facultades omnímodas y arbitrarias, con respecto a la apertura y clausura de los templos, es instituir francamente la tiranía religiosa, pues en un momento dado podría el Ejecutivo ordenar el cierre de todas las iglesias de la República para hacer imposible el culto católico. Nada más contrario al espíritu de las Leyes de Reforma que semejante interpretación. Aquellas proclaman la independencia absoluta de la Iglesia y del Estado y de admitirse la que impugnamos, la Iglesia se convierte en esclava del Gobierno. El Estado laico toma parte en las contiendas religiosas para apoyar a un grupo en detrimento de otro, y por ende ejerce una autoridad en materia de fe que las Leyes de Reforma explícitamente condenan.”

VIII. Seminario mejicano en España

El activo propagandista español Pbro. Antonio Sanz Cerrada lanzó a la publicidad en Mayo de 1927 el proyecto de fundar en España un Seminario, en que pudieran cultivarse las vocaciones sacerdotales de Méjico. La idea fue aplaudida por los Episcopados Español y Mejicano. El difunto Cardenal Primado “prometió todo su apoyo para obra tan cristiana y tan digna de España”. El Arzobispo de Morelia la califica de verdaderamente providencial y un distinguido matrimonio, los esposos Ruiz-Ballesteros de Paredes, han ofrecido generosamente una quinta con casa espaciosa, capilla y espaciosa huerta que poseen en Gijón (Asturias). Otras personas se comprometen a costear una o varias becas del futuro Seminario.

Capítulo X. Fracaso de la revolución

Sumario. I. Despoblación de Méjico. – II. Falta de capitales. – III. Miseria pública. – IV. La guerra yanqui.

I. Despoblación de Méjico

El primer efecto acarreado por la revolución primero y luego por la persecución religiosa es la despoblación del país. Se calcula en cerca de millón y medio el número de mejicanos que se han refugiado en los Estados Unidos de América. Solamente en el mes de Junio de 1927 pasaron por la oficina de inmigración de Laredo (Tejas) 40.136 mejicanos; del 1 al 31 de Julio salieron de Méjico por la frontera de Nogales 16.000 mejicanos, braceros o pequeños propietarios, que vendieron sus bienes antes de salir al extranjero. Añadamos el número de muertos, ora en combate o guerrilla, ora en las epidemias que han azotado al país y que nacieron de la miseria y hambre producidas por la revolución y se verá la razón del descenso de población. En 1910 el censo oficial daba 15.160.369 habitantes; el de 1921, 14.234.799. Esto es, cerca de un millón menos, cuando, según las leyes de demografía, que a cada diez años asignan un 30% de aumento de población, el censo de 1921 había de haberse elevado a unos veintidós millones.

II. Falta de capitales

A Méjico le conviene dar seguridades al capital extranjero para que halle en las riquezas e industrias de su rico suelo una inversión fructuosa y segura. Para ello es indispensable la tranquilidad pública. La revolución y después la persecución religiosa, lejos de dar aliciente al capital de fuera, han determinado una salida progresiva de capitales en busca de horizontes más prósperos y seguros.

III. Miseria pública

Las tierras son propiedad de la nación, a tenor del artículo 27 de la Constitución. Creyeron los constituyentes de Querétaro que con sólo desmembrar los grandes latifundios, quedaba resuelta la cuestión social. La Comisión agraria había fraccionado hasta principios de 1922, 1.497 haciendas, y las entregó a pequeños propietarios, faltos de preparación, de espíritu de trabajo y de elementos para la explotación fructífera de sus nuevas propiedades. Cundió entre los antiguos propietarios el desaliento cuando vieron que las fincas repartidas eran casi siempre de personas no gratas a los revolucionarios, que los terrenos no se justipreciaban, ni eran sus dueños indemnizados con arreglo a justicia y que en cambio a la vez acaparaban para sí los revolucionarios propiedades inmensas.

De aquí nació el descenso de la producción agrícola. Vaya un dato. En 1910 la producción de maíz, base de la alimentación del pueblo mejicano, fue de 2.059.242 toneladas; en 1922, de 1.733.905.

En 1910, el maíz producido no sólo abastecía la población, sino que daba buen margen a la exportación; en 1924 hubieron de importarse 19.200 toneladas y en 1926, 67.200. La importación de artículos de primera necesidad fue en el último año por valor de 80 millones de pesos.

Calles y sus adláteres para salvar la situación económica han entrado a saco en los bienes eclesiásticos. Calculan éstos en 100 millones de pesos y ya llevan vendidos hasta 26 millones. A pesar de todo disminuyen las entradas, la producción ha descendido un 60% y los impuestos, que en 1910 correspondían a $9.00 por habitante, han subido en este año a $30.00.

Las fábricas de tejidos se han ido cerrando y las minas han reducido su explotación. La industria petrolera languidece. La East Company cesó de perforar el 15 de Agosto de 1927; la East Coast, la Mexican Gulf Oil Co., la Huasteca Petroleum y la Mexican Sinclair han disminuido sus trabajos. De Tampico salen cada día para los campos petroleros de Tejas, Colombia y Venezuela maquinarias y tanques para petróleo.

Con razón los antireeleccionistas dan al aire sus quejas envueltas en aquella endecha sentimental y popular Las cuatro milpas:

Cuatro milpas tan sólo han quedado
de aquel rancho que era mío, ¡ay!;
de aquella casita
tan blanca y bonita
no quedan ni escombros
ni alegría…
¡qué agonía!

El Obispo de Huejutla ha descrito la situación económica de Méjico, labrada por los gobiernos perseguidores:

“Nuestras riquezas han sido dilapidadas por los modernos Epulones, a quienes no bastan sus pingües rentas para hartarse de placeres en bacanales y orgias. Nuestro crédito es nulo; nuestra industria está muerta; la agricultura ya no nos da el sustento necesario, y por todos los campos de la Patria se agita gigantesco y terrible el espectro del hambre” (Mensaje al mundo civilizado, 12 de Julio, 1927).

IV. La garra yanqui

Deseoso Obregón de obtener el reconocimiento de los Estados Unidos, se echó en brazos del intervencionista empedernido Mr. Herast, cuya labor periodística, por más de diez años, consistió en denigrar a Méjico, calificándolo como “guarida de bandidos, asesinos y ladrones”.

Sabido es que Mr. Hearst posee en el Estado de Chihuahua un latifundio de más de 500 mil hectáreas, y en otras regiones de la República como Sinaloa, Colima y Campeche, ha puesto su marca indeleble, obteniendo cuantiosas propiedades.

Mr. Harry Chandler, de los Ángeles, California, posee en la faja fronteriza y gran parte del litoral de la Baja California una extensión de 300 mil hectáreas de terreno; el Dr. Pearson, la hacienda de Las Palomas con 300 mil hectáreas; la Cattle and Land Co., unas 700 mil; &c., &c.

Los falsos convenios firmados por Obregón para obtener el reconocimiento de la Casa Blanca constituyen dentro del derecho internacional el más perfecto título de propiedad, que ampara y protege los intereses norteamericanos contra los despojos que autoriza la Constitución de Querétaro, la cual, desde aquel momento sólo está hecha para aplicarse a los propietarios mejicanos.

Como natural consecuencia de esta iniquidad que no tiene más objeto que asegurar la sucesión presidencial, los Sindicatos y compañías norteamericanas que con voracidad insaciable se han lanzado a la adquisición legal e ilegal de terrenos nacionales, representan un número abrumador. Un caso: La Compañía Woolwine Line adquirió a un precio irrisorio un millón de hectáreas de ricas tierras, diseminadas en los Estados de Yucatán, Campeche, Tabasco y Territorio de Quintana Roo; y que, según los más reputados geólogos, poseen los yacimientos petrolíferos más ricos del mundo.

La explotación petrolífera ha producido en Méjico:

Años
19011.64310.3452.069
1910577.4553.634.080726.816
19155.229.48032.910.50813.164.203
192130.746.834193.397.587365.873.635
192518.364.817115.514.700299.268.632

Última hora

Las Cámaras federales y las Legislaturas de los Estados, serviles instrumentos del déspota, han borrado de la Constitución el principio de no reelección y han ampliado a seis años el período presidencial.

Calles ha movido todos los resortes electorales a favor de Obregón; pero, a pesar de todo, la candidatura de este no es popular. El General Francisco Serrano se lanzó a disputársela; el éxito de sus primeros ensayos fue enorme: tremolaba una bandera, en que prometía la libertad religiosa. Era inevitable el fracaso de Obregón. ¿Qué hace entonces Calles? El 2 de Octubre de 1927 manda asesinar a Serrano, a su Secretario Monteverde y a los principales propagandistas de su causa: las víctimas son antes torturadas y robadas. Y siguieron las ejecuciones y asesinatos de los principales antireeleccionistas. De la Huerta moría en Nogales y  Gómez era fusilado en Teocelo.

El redactor jefe de Excelsior, José Elguero, fue expulsado de Méjico porque en un editorial reprodujo las palabras de Obregón: “No hay ningún General en el ejército mejicano, que resista una oferta de $50.000”. El mismo Elguero, poseído aún del más hondo pánico, declaró el 20 de Octubre en San Antonio Tejas al corresponsal de The New York Times varios detalles espeluznantes de estos vergonzosos asesinatos, concluyendo con esta terminante afirmación:

“Como mejicano, me duele decirlo; pero declaro que no puede haber paz en Méjico, ni porvenir para el pueblo, ni esperanza para nadie, mientras el Gobierno de Washington persista en mantener a Calles contra los deseos del pueblo.

Los Estados Unidos están perdiendo sus amigos entre el pueblo mejicano, que directamente censuran a Washington por la elección y permanencia en el poder del más cruel, del más sanguinario Presidente que se haya conocido jamás en la historia de la América Latina” (The Washington Post, de Nueva York, 6, 8 y 16 de Octubre de 1927; The New York Times, de Nueva York. 21 de Octubre de 1927).

Las agencias cablegráficas transmitieron en los últimos meses la noticia de un posible arreglo entre el Gobierno perseguidor y el Episcopado Mejicano; fundado, no en la derogación efectiva de las leyes persecutorias, sino en algún modus vivendi de acomodo o tolerancia. La noticia desalentó a los valerosos católicos mejicanos: no se resignaban a que un epílogo tan pobre cerrara la magnánima epopeya, que están escribiendo con la sangre y el destierro. A disipar esos temores acude solícita la voz del Episcopado.

El Arzobispo de Durango, Iltmo. Sr. González, desde Roma alienta a sus diocesanos y les dice en nombre de la Comisión episcopal:

“¿Creéis que, después de tanta sangre y de tantas lágrimas, de tantos heroísmos y de tantos sacrificios, íbamos a ser nosotros los que cerráramos las puertas a la plena victoria de Cristo? Si tal hiciéramos, nuestros mártires y nuestros héroes se levantarían de sus tumbas para reclamar el despilfarro de su sangre gloriosa…

¡No, y mil veces no! Nuestra fe de católicos, nuestro deber de Prelados; nuestra dignidad, el respeto que debemos a las víctimas, el puesto que hemos conquistado ante el mundo; y finalmente, la conciencia que tenemos de nuestra fuerza moral y espiritual, que centuplica nuestra misma fuerza física, todo, nos hace repetir día por día, momento por momento, las palabras de la Carta Pastoral Colectiva: “trabajaremos por que ese decreto y los artículos antirreligiosos de la Constitución sean reformados, y no cejaremos hasta verlo conseguido”.

Nuestro “Non possumus” se mantiene en pie, y se mantendrá hasta el fin; pues, ayudados de la gracia de Dios, estamos dispuestos a morir en el destierro antes que dar un paso atrás en la actitud que hemos asumido. Ya no estamos dispuestos a confiar ni en disimulos ni en promesas. Tenemos en mucho la libertad de la Iglesia, la paz de Méjico, y aun el bienestar temporal de nuestros hijos para hacerlos depender de unos hombres que tantas veces nos han engañado y que no han sabido cumplir ni siquiera los compromisos firmados por su Cancillería” (Pastoral de 7 de Octubre de 1927, publicada por la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, Jefatura Local de Puebla, nº 55, Noviembre de 1927).

Conclusión

En la portada del libro estampamos este lema: FACTA, NON VERBA; hechos y no hueras palabras. Y hemos referido hechos, que a todo pensador imparcial sugerirán las siguientes conclusiones:

1ª La Iglesia Católica fue la verdadera civilizadora del pueblo mejicano en los siglos XVI, XVII, XVIII y primera mitad del XIX. Luego es abiertamente falsa la afirmación hecha por el actual Gobierno mejicano de que la Iglesia Católica “en los siglos de su dominación absoluta sobre la nación mejicana no había hecho nada para modernizarla, no había emprendido la más pequeña acción por el mejoramiento de la suerte del pueblo” (Circular del Ministro de Relaciones Exteriores de Méjico, reproducida en L'Osservatore Romano, 11 de Agosto 1926).

2ª Desde mediados del siglo XIX hasta estos momentos existe en Méjico la persecución religiosa.

3ª Con la revolución de Carranza se abrió en Méjico la era de la persecución de la Iglesia Católica, llevada a cabo en una forma brutal y sangrienta. Esta persecución no ha cesado; continúa todavía. Pero el Gobierno mejicano y sus representantes consulares y diplomáticos carecen de valor para confesarse responsables y afirman descaradamente que no existe persecución. El Ministro de Méjico en Buenos Aires respondió así a la Juventud Argentina: “Puedo asegurar a ustedes, y yo no miento nunca, que en Méjico existe una plena libertad de pensamiento; y una prueba más de que las leyes puestas en vigor no son antirreligiosas, se ve en la protección que imparten al Clero mejicano”.

4ª El responsable principal de esta terrible hecatombe es el Gobierno de Washington.

5ª La única voz oficial que se ha dejado oír serena y enérgica, ha sido la del representante de Jesucristo, el Papa. Él ha condenado abiertamente la tiranía mejicana y ha consolado a las indefensas víctimas.

Digna es también de mención la honrosa iniciativa del Presidente del Perú, Excmo. Sr. Leguía.

Creemos que, después de pasado atentamente este libro, todos sus lectores suscribirán la afirmación del orador romano: “Sobran las palabras, donde abundan los testimonios de los hechos: Ubi rerum testimonia adsunt, non opus est verbis” (Cicerón, In Salust.)

35.060. - Imp. Chile, Morandé 767 - Santiago - 1928


[Fotograbados] La Virgen de Guadalupe (Copia de una fotografía sacada del original en 1922. (V. pág. 29-30). – Interior de la Basílica de Guadalupe (V. pág. 30). – Catedral de Méjico. Comenzada en 1573 y abierta al culto en 1656 (V. pág. 45). – Catedral de Puebla de los Ángeles. Comenzada en 1580, la dejó casi concluida el Vble. Palafox, Obispo de Puebla, a mediados del siglo XVII. (V. pág. 46). – Obispos desterrados el 21 de Abril de 1927. De izquierda a derecha sentados: Arzobispo de Morelia, Ilmo. Sr. Dr. D. Leopoldo Ruiz y Flores; Arzobispo de Méjico, Ilmo. Sr. Dr. D. José Mora del Río; Obispo de Aguascalientes, Ilmo. Sr. Dr. D. Ignacio Valdespino. De pie, de izquierda a derecha: Obispo de Cuernavaca, Ilmo. Sr. Dr. D. Francisco Uranga; Obispo de Saltillo, Ilmo. Sr. Dr. D. Jesús Echevarría; Obispo de Chiapas, Ilmo. Sr. Dr. D. Gerardo Anaya. (V. págs. 221-225). – Cuatro de los Mártires de León. Congregantes Marianos. El Sumo Pontífice Pío XI puso de su puño y letra en la fotografía original las palabras: Et palmae in manibus eorum gloria Christi… Sanguis martyrum semen. Pius PP. XI (V. págs. 283-287). – La esposa y dos hijitos del Mártir, Lic. Anacleto González Flores (V. págs. 287-293). – Los Mártires Joaquín de Silva y Manuel Melgarejo (V. págs. 278-281). – El P. Andrés Solá, C. M. F. Dando la 1.ª Comunión. Copia de la fotografía que sirvió de pretexto a su martirio (V. págs. 299-301).