Blas Zambrano 1874-1938 Artículos, relatos y otros escritos

Juventud {1}
Nuevos Horizontes, 1916

 

En el momento de salir a la luz de la existencia concreta y al aire de la pública curiosidad esta primera creación intelectual de vuestro espíritu colectivo, os deseo, alumnos de la Normal de Segovia, la mayor de las bienandanzas: que toda vuestra vida –la de cada uno de vosotros– sea siempre juventud. En cuanto a vuestra Asociación y vuestro periódico, como ha de estar constituida aquella y redactado éste por estudiantes, jóvenes serán de por vida, pese a los años que se sucedan desde su respectiva fundación.

—¿Toda la vida, decís, acaso, puede uno ser joven? –Sí, toda la vida. ¿Qué mayor juventud, aunque los cabellos sean blancos, que un espíritu vigoroso, emprendedor e inegoísta?

Y cuando lleguéis a ser viejos por la edad, si tal dicha de eterna juventud lográis, serán los blancos cabellos que ornen vuestras sienes, la corona rendida por el tiempo al esfuerzo del espíritu... ¿por vencer en las luchas de la vida? No, por conservarse sano, ágil, limpio y generoso: que más que antigua es la máxima que ordena vencerse a sí propio como la condición indispensable para vencer resistencias exteriores. La victoria sobre lo exterior, cuando es justa –y las injustas no habéis de procurarlas– es una consecuencia de la disciplina, de la aptitud, de la fuerza desarrolladas en las luchas interiores por el propio mejoramiento.

Y no precisamente «vencerse a sí mismo» en el sentido ascético, sin que sea mi intención ahora contrariar esta tendencia, que tal vez pueda coincidir con la que os señalo. Pero yo digo «vencerse a sí mismo» en el sentido de curarse las heridas y de evitar las enfermedades, que la vida, que los demás puedan determinar en nuestra alma, pretendiendo hacerla vieja: que no es la vejez del espíritu un resultado del ejercicio espontáneo de sus energías, sino imposición sobre nuestra receptividad de la vejez de afuera. Hasta los consejos dictados por el cariño y las máximas que pretenden encarnar la razón, tienden a hacernos viejos desde que empezamos a ser niños conscientes; es decir, que desde que alborea en nosotros la razón, quieren que posea ésta, no la fuerza radiante del mediodía, sino la luz discreta, inofensiva y melancólica del atardecer... ¡tan próximo al morir de la noche!

Sed siempre jóvenes. No se requiere, a mi juicio, para ello, sino emplear las energías de la juventud en la conservación de sí mismas; no precisamente por no usarlas sino por usarlas siempre del mismo modo. Más claro, crear hábitos indestructibles de juventud, que pueden reducirse a los siguientes:

Hábitos de trabajo: vosotros, que estudiáis, pensad en ser estudiantes eternos.

Hábitos de generosidad, si no por los beneficiarios, por vosotros mismos, ya que el primer beneficiado por una obra generosa es el dispensador de la obra.

Hábitos de veracidad y de sinceridad, suceda lo que quiera.

Hábitos de alegría. Quien se acostumbra, por urbanidad, no más, a manifestarse contento, llega a estarlo de veras y a no prescindir casi nunca de tan simpática manifestación.

Hábitos de altruismo en sus diversas manifestaciones.

¿Que la sociedad, en conjunto, y la generalidad de los hombres es egoísta?

Que lo sean. El más egoísta de este mundo sería aquel que no tuviere egoísmo alguno. Ni mártir podría ser, porque no habría forma de martirizar a quien no apreciaría, ni aun siquiera sentiría el propio dolor.

Y como lo primero que se necesita para dedicarse a cuidar una cosa es amarla, amad vuestra juventud; estad de ella satisfechos, como lo está la mujer hermosa y discreta de su hermosura, y el hombre de saber y de talento de su ciencia y el rico, que sabe serlo, de su riqueza. Y tanto vosotros como estos tres; porque la juventud es belleza, por lo menos interior, y es la más alta riqueza, la riqueza de la vida y es... además, talento: sabedlo. No creáis a los viejos cuando proclaman la superioridad de su «experiencia»; que este nombre suele ser careta de la rutina y tapujo de la falta de plasticidad cerebral.

Una inteligencia dormida sobre lo que aprendió «in illo tempore», es como un árbol que no absorbe los elementos nutritivos aunque se mantenga enhiesto por la inercia de todo lo que vive, lo cual no es desplazado, aun estando ya muerto, sino a impulsos de los últimos agentes destructores: un cadáver no es un verdadero muerto, y eso suelen ser las inteligencias de muchos viejos: cadáveres que reproducen ideas.

Vuestra juventud, además, debéis aprovecharla en función de patriotismo, de hijos de una nación, cuyo mal es el exceso de esa «experiencia detestable».

Todo individuo o colectividad, así sea una nación que se niega a cambiar de ideas, de rumbos, de orientaciones; que se niega a experimentar más, a título de que ya experimentó bastante, no puede presentar los resultados de aquella su experiencia, cualesquiera que ellos fuesen, al respeto del presente y del porvenir, ya que nada hay definitivo en la vida; porque la vida es esencialmente un dinamismo.

Sed jóvenes para España. La misión de la juventud actual es, al contrario, de la cumplida por la juventud que presenció el desastre de fines del pasado siglo, ser una juventud afirmativa.

Aquella juventud tuvo que ser, por razón de los tiempos, esencialmente demoledora, iconoclasta hasta la exageración, así como la anterior había sido excesivamente práctica, es decir, poco joven; y excesivamente declamadora y optimista, la forjadora de nuestra pequeña revolución.

La actual juventud, que presencia momentos tristísimos, los cuales parecen dedicados a colmar las más hondas medidas del más desolado pesimismo con hechos de un horror insuperable, ha de ponerse al servicio de la reacción vital que el instinto de permanencia de la humanidad, no sólo como humanidad-especie, sino como humanidad-civilización, ha de provocar por doquiera, al concluirse la gran guerra.

Debéis poneros a tono, con el acorde formidable, que, al hacerse la paz, resonará por todos los ámbitos del mundo en pro de la continuidad de la cultura.

Y para que España sirva a esta obra suprema, ha de dejar de ser una nación vieja.

Siendo jóvenes vosotros, esto es, los jóvenes de España, durante mucho tiempo, es como España dejará de ser vieja.

¡Dios os haga jóvenes!

¡Dios salve a España!


{1} Me ha sido imposible encontrar esta revista, seguramente editada por alumnos de la Normal de Segovia en cuyo primer número debió aparecer este artículo. (N. del E.)

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  Edición de José Luis Mora
Badajoz 1998, páginas 208-211