Filosofía en español 
Filosofía en español

Fernando de CeballosLa Falsa Filosofía, o el Ateísmo, Deísmo, Materialismo… crimen de Estado 1  2  3  4  5  6 7

Tomo 1Parte primera del AparatoArtículo I

Disertación histórico-crítica, donde se exponen y examinan el origen, Jefes, carácter, y progresos de los Deístas, Libertinos, Espíritus-fuertes, Incrédulos o Ateístas, y los comprendidos bajo el nombre de Filósofos.


Núm. I. Destreza de los bellos Espíritus en comenzar sus libros, y la razón de Gerardo Vossio.

Los que hoy se llaman bellos Espíritus, y escriben para agradar, o para engañar, ponen a sus obras fachadas magníficas, y entradas risueñas. Gerardo Juan Vossio notó con Tertuliano la razón de este uso,{1} y su alusión a una costumbre antigua de las Naciones. Sobre las puertas de sus casas, especialmente donde se exponían al público géneros de venta, colocaban los Gentiles a uno de sus Genios o Lares, o algún Buitre, u otro atractivo que detuviese a los que pasaban, y excitase su curiosidad de ver lo que se vendía dentro.

En las obras literarias se deja muchas veces prevenir el juicio del lector más fastidioso en favor de la obra, si desde que asoma a su entrada halla algunas gracias dispuestas para recibirle, e irle regando el camino con las flores, y más bellas ideas que ha cultivado el autor del libro. Desde la primera vista hace juicio que entra a morar en las delicias, y a gozar la suave conversación de la sabiduría.

II. Otra razón fundada en buena arquitectura.

Yo hallo otra razón a este uso en la bella arquitectura, a quien imita la elocuencia, y con quien tiene inteligencias secretas y sabias. Unas calles de árboles bien tiradas; fuentes compartidas a trechos, que a un tiempo murmuran y ríen; estatuas juntamente elegantes y mudas; eras, o cuadros de yerbas o de flores, con otros naturales agrados que dan el campo y la soledad; todo derrama alegría sobre el que entra, y le dice al oído, que va a gozar de una casa de placer. Correspondientes encantos tiene la Retórica para preocupar al lector, y decirle que entra a una obra, donde verá entrelazado lo dulce con lo útil; donde oirá a Fedro{2} disertar de lo Bello, o de su περικαλον con Sócrates; y a Horacio en los jardines de Prenesto, apostando a dar en sus versos mejores lecciones que Crisipo. ¡De cuántas fuerzas se rehace el espíritu con estas esperanzas, para entrar a leer con curiosidad y con sed!

Por más necesaria que sea esta destreza en un siglo donde se han relajado todos los nervios y fuerzas del espíritu humano; y flojos los brazos yace sobre el camino de lo Bello y del Buen gusto: donde es más profundo que nunca el fastidio a la verdad; y cuando a sabiendas se bebe el mortal error, como sea grato; yo con todo eso tomo aquí la empresa de hacer entrar al interior de un desierto árido y lleno de horror.

III. Se presenta el sujeto de esta obra.

Mi suerte es una tierra sin agua y sin amenidad. Por más que rodee, es preciso atravesar el país de los Gigantes, y condenarme desde luego a las bestias, por entre quienes es preciso hacerme camino. O hablando más propiamente tengo que romper el muro,{3} y manifestar dentro del templo las abominaciones de los Deístas, Ateístas, e Impíos de nuestro tiempo. El atrio de esta obra debe ser conforme a su interior visión. No puedo olvidar la descripción de un Profeta; y es lo primero, que disgustará a muchos; pero yo escribo contra Impíos: ¿y quién los conoció mejor? Ezequiel gemía los males de su Iglesia; fue conducido a ella; entra por medio de su atrio; ve primeramente levantado a la puerta aquilonar el ídolo{4} del Zelo, atravesado en la misma entrada. Tras de este espantajo vio en el interior las abominaciones que describe, y son los proyectos de nuestros Impíos. Allí demuestra sus caracteres disformes, ya de animales que andan, y ya que arrastran; aunque siempre de bestias: las impiedades que en su fondo oculta Samaria, e Israel, o esta parte que ha hecho cisma de la Iglesia Católica.

Mi primer oficio es hacer conocer el sujeto de quien hablo. En alzando el hermoso velo de humanidad, de bien público, de patriotismo, y otras voces semejantes, haré ver las asechanzas, las máximás sanguinarias y sediciosas, las rebeliones, las sorpresas, y todo el espíritu de facción que soplan para incendiar a la patria, hasta reducirla a cenizas. Se les ve trabajar para arruinar las Monarquías, pisar la Corona de los Príncipes, las cervices de las Potestades legítimas, y trastornar los principios de todo Gobierno. En alzándoles la máscara de un exterior barnizado de Filosofía, virtud, y policía, notaréis su verdadera moral, y los misterios secretos en que se inician contra la vida, honra, e interés de cada ciudadano, y de toda la sociedad.

Finalmente tendremos la pena de ver esto que en lo escondido y en su retrete proyectan contra el Rey, y contra el vasallo; contra el grande, y contra el pequeño; y especialmente contra el débil, contra el inocente, y contra el pobre, que (aquí se dice mejor) donde quiera yace.

IV. Diversas clases de impíos, que describe Ezequiel, y vemos hoy.

Unos, mientras que llaman superstición a la Religión Católica, y vuelven las espaldas a el altar, se convierten a las fábulas, y hacen subir el vapor de su incienso{5} y de su respeto a lo que encuentran de bello en el Paganismo.

Otros muchos (de ambos sexos) se ven sentados en los espectáculos, y lloran allí la muerte de Adonis,{6} o los fines trágicos de personajes fingidos.

Otros, mientras dan sus espaldas contra el templo del Señor, fijan sus atenciones en el Oriente,{7} y adoran en todo el ascendiente del Sol.

Pero entretanto todos son Espíritus-fuertes, porque mientras desprecian la ira divina,{8} se aplican un ramo de flores a las narices, y disertan de lo pulcro. Esta indolencia es la mayor de las mayores abominaciones; pero sin embargo todos aquellos pronuncian universalmente esta sentencia, que es el idioma de los Deístas: Non videt Dominus nos: dereliquit Dominus terram.

Habiendo de desmontar en esta obra toda esta selva, y hacer conocer una por una sus espinas y máximás sangrientas, ¿como podré engañar a nadie, prometiéndole en el principio ideas de placer y de paz? Yo rompo un campo duro, y cerrado aún; y es mi mayor trabajo tener que dar a ver y a roer lo más pobre de mi suerte en los principios.

Quisiera librarme de esta necesidad; ¿pero cómo podré hablar del Deísta y de otros enemigos comunes, exhortando a que los eviten y exterminen, sin dar antes la idea de ellos? ¿Cómo clamaré a todos los Reyes y Potestades legítimas; finalmente a todos los Gobiernos y sociedades humanas, para que se prevengan contra los crueles y horrorosos atentados de una gente, que es rebelde y tumultuante por los principios de su doctrina, si primero no les doy las señales de sus personas y la idea de sus principios? Me dirían, si hiciera menos, que finjo al enemigo a quien hiero. Debo pues, según todas las buenas leyes del método, dar primero en este Aparato las ideas que se tienen, y que yo he podido formar de los sujetos de quienes hablo en toda la obra.

Artículo primero
Breve Historia, de los Deístas, o Teístas.

V. Noción de los nombres de Deísta, Teísta, y Ateísta.

El nombre de Deísta es nuevo, insolente, y cuasi bárbaro en toda la Europa: aun más nuevo es en nuestra España, que era una tierra afortunada y santa, cuando ni ésta ni otra mala bestia atravesaba por ella. Con todo eso disgusta ya a sus mismos profesores; y fastidiados de un título de cuatro días, comienzan a llamarse con el nombre de Teístas. Una y otra voz significan lo mismo; conviene a saber: una raza de gente que conocen naturalmente la existencia de un Dios, sea el que se fuere, negada toda otra verdad. En esto solamente pretenden distinguirse los Teístas de los Ateístas: aunque en realidad de verdad hallaremos después, que son unos mismos.

VI. Obscuridad de sus principios.

Los principios de los Deístas, o sus orígenes, no son menos tenebrosos y obscuros. No consta mejor hasta hoy de su profesión y doctrina. Si me es lícito darles desde luego la descripción que ha de resultar de cuanto dijéremos después, los definiremos por una casta de impíos, que no tienen otro espíritu ni otro Dios que el orgullo y la vana complacencia de sus almas, con el placer y deleitaciones del cuerpo. A este ídolo han votado sacrificar el trastorno de la Religión, la ruina de la sociedad, y el incendio del gran templo. Esto les merecía que no se hiciese alguna memoria de su nombre; pero como sus insultos están solo resueltos y aun por ejecutar, hay necesidad de que se dé alguna idea de ellos, para que se les evite.

§. I.
Se exponen los juicios de algunos Autores.
VII. Se refieren diversas opiniones. Primera, ¿si salen de los Socinianos?

Apenas ha un siglo que se empezó a oír en el mundo este nombre; pero de sus padres aun no se ha oído cosa que pueda satisfacernos. Expondré con todo eso las opiniones de algunos, y después añadiré mis conjeturas. Los que mejor atinan con su vil extracción, se la dan entre los Socinianos. “El Deísmo (dice un Anónimo juicioso) no empezó hasta el siglo decimosexto. Aun entonces no se producía bajo esta idea odiosa. El Socinianismo fue quien le allanó los caminos.{9} A los principios se tendría horror de un Filósofo que osase negar a Jesucristo. Socino sin negarle, y al parecer sin abrogar los misterios, quitaba con todo eso la clave de la Religión. Desde que quiso renovar con el Arrianismo una tropa de otros errores, se venía a los ojos, que la Religión, convertida por él en Filosofía, quedaría bien presto reducida a una Religión puramente natural: y que por un nuevo progreso, inseparable del error, este Deísmo sin principios debería necesariamente degenerar en una secta filosófica. De allí el verdadero Deísmo, después el Materialismo, y el Ateísmo. A esto se reduce la historia abreviada de este monstruo moderno.”

VIII. Este juicio aun es informe.

Este juicio, aunque fundado, parecerá muy vago y general, para hacer la historia abreviada de los Deístas. Las razones en que se funda son aun más generales; y prueban no solamente que los Socinianos, sino también, y mejor que los Pseudo-reformados, han sido los padres de los Deístas. Pero de esto se dirá después.

IX. Opinión de Sianda, que da por origen a Gregorio Pauli.

Otros, sin salir de entre los Socinianos, quieren acercarse más particularmente a su origen. Los Deístas, dice el Padre Sianda,{10} que también se llaman Trinitaríos y Neacianos, o nuevos Arríanos, nacieron en Polonia de la secta de los Luteranos el año 1564. Fue su Jefe un tal Gregorio Pauli, Ministro Luterano en Cracovia, hombre tan desenfrenado y fanático, que elevándose sobre sus Patriarcas, se jactaba de tener mejores revelaciones y más estrechos coloquios con sus Angeles o Genios, que eran los diablos, que Calvino y Lutero. El solo decía, que estaba destinado para matar al Anticristo. Compuso un emblema donde se veía un templo, en cuya cumbre estaba pintado Lutero derribando su bóveda: Calvino se veía batiendo los muros: y el buen Gregorio se ponía a sí mismo demoliendo los cimientos. Esta medalla o empresa se explicaba con este lema: Non omnia Deus Lutero dedit: plura Calvino; mihi & meis majora. De modo, que según la agitada fantasía de este fanático, Dios daba a esta gente los dones de disipar su Iglesia. Pero habiendo dado estas gracias a sus Patriarcas con medida, a él le había constituido disipador, y no más; aunque sin medida, ni respeto alguno.

X. La entrada de éste en Francia, y sus aserciones en León.

Una tropa de estos, no ya albañiles, o edificadores, sino derribadores, se destacó para Francia, dos años después, en el de 1566. Sin duda que los Calvinistas y demás Pseudo-reformados, que ya se empleaban en la ruina de aquella Monarquía, y turbaban todas las cosas, les darían buen pasaporte a los nuevos Arríanos o Deístas. Estos se hubieron de tomar tanto lugar en León, que pudieron publicar unos asertos, donde la impiedad estaba bien manifiesta; pero fuera de esto era difícil adivinar lo que en dichos asertos afirmaban: porque se reducen a cuatro paradojas acerca del misterio de la Santísima Trinidad, más difíciles de entender que este mismo misterio; pues aunque éste es incomprehensible por su sublimidad, las paradojas asertas son ininteligibles por su repugnancia. Las expresaremos en la disertación que trata especialmente de los misterios imposibles que creen los que no creen nuestros misterios sublimes.

XI. Distínguese el Deísmo en tres estados. Su cabeza en el segundo estado.

Hasta aquí solo se ha dicho lo que hace a los Deístas en su primer estado. Se les da otro segundo y más reciente. De estos segundos Deístas se hace autor a un Caballero Ingles, llamado Herberto. Vivió éste hacia la mitad del siglo pasado. Compuso un libro en que defendía, que solo se debía creer la existencia de un Dios, la inmortalidad del alma, y después de esta vida los premios reservados para los buenos, y los suplicios a que serán destinados los malos. Estas dos clases de Deístas las distingue el citado Sianda, y los Continuadores del Diccionario Histórico.{11}

XII. Opinión de Moreri sobre el origen de ambos estados.

El juicio de éstos, acerca de el origen de los Deístas, es poco diferente del que acabamos de referir. Pondremos sus palabras, pues son breves: “Deístas, llamados, por otro nombre Trinitarios, o Arríanos nuevos, son unos ciertos herejes del siglo XVI quienes decían que el Hijo y el Espíritu-Santo no tenían la misma esencia que Dios Padre. Gregorio Pauli de Cracovia fue, según Genebrardo, autor de esta secta el año de 1530. El día de hoy se entienden por Deístas ciertos Incrédulos difundidos por todas las sectas del Cristianismo, que creen hay un Dios, una providencia, la inmortalidad del alma, recompensas y penas, después de la muerte, a la virtud y al vicio; pero no creen los demás misterios de la Religión Cristiana, ni tampoco los de otra cualquiera religión que sea. Se acusó a un señor Inglés, llamado Herberto, Conde de Cerbury, de haber defendido esta opinión en sus libros a mediado del siglo XVII.”

Aunque Moreri o sus Continuadores viesen al Deísmo en sus días reducido al estado en que acaban de describirlo; ¿pero cuándo se detuvieron los Impíos en algún grado medio, habiendo otro ínfimo en donde precipitarse? Una vez arrojados fuera de la firme columna de la verdad, ¿quién los podrá detener en medio del abismo por donde caen? De este abismo van a dar en otro por el peso de su mismo error hasta perderse en el Ateísmo, que es el caos, cuya existencia se parece a la de el caos que antecedió al universo físico.

XIII. Tercer estado de los Deístas, poco diferentes de los Ateístas.

Los Deístas han venido por estos derrumbaderos a un tercer estado (si puede llamarse así): y, a excepción del nombre, apenas se distinguen de los llamados Ateístas. En este grado se dicen Deístas{12} todos aquellos que viven sin alguna ley; sin piedad, aun natural; sin religión. Aunque no nieguen la idea de un Dios; pero le niegan la providencia sobre las cosas humanas, también le niegan algún culto determinado; quieren que cada uno le honre según su capricho, sin otra regla, ni ceremonia, ni ofrendas, ni por alguna forma establecida. En este ultimo estado son llamados Deístas, o Libertinos, o Indiferentes, o Filósofos. Todas estas voces son sinónimas{13} respecto de unos mismos sujetos, aunque a cada una corresponda su idea o significado diverso; o para darme a entender mejor, significan muchas impiedades diferentes, que convienen a un mismo sujeto. Los Deístas son aquel monstruo, a quien con mil nombres convienen también mil artes de dañar.

Deístas, porque no niegan la existencia de un Dios. Libertinos porque todo les es arbitrario, así respecto de Dios, como respecto de las leyes humanas y de todos los hombres. Indiferentes, porque lo mismo aprecian esta secta que aquella, despreciándolas todas cuando no les convienen. Filósofos, porque todo lo quieren juzgar por su Filosofía, sin admitir otra luz soberana, ni otra esfera sobrenatural. También se llaman por esto Naturalistas, cuando admiten la necesidad de una religión natural.{14}

XIV. Lo que constituye este tercer estado según Wolfio.

Wolfio, demasiadamente exacto en definir todas estas voces, y en discernir las ideas que les corresponden, hace hoy diferencia propia de los Deístas, el conceder un Dios; pero sin providencia de las cosas humanas.{15} De modo, que considerando todavía diferentes familias de Deístas, que reduce a cuatro hipótesis; en todas excluye el artículo de la providencia. A estas cuatro hipótesis diferentes, con la precisión a que las reduce Wolfio, me pareció ajustar todas las consideraciones que doy en el libro primero, para hacer conocer los absurdos y contradicciones de la Ateología y Metafísica de los Deístas.

XV. En tal estado ignoran su origen ellos mismos.

¿Quién dirá el origen y padres de los Deístas en este ultimo estado? Paréceme que solo podrá historiarlo el que acierte primero con los autores de la nada y del caos. Pregúntesele a ellos mismos su historia; pídaseles razón de su estado, de su establecimiento, o de su doctrina. ¿Se creerá que ellos mismos ignoran lo que se acaba de decir de ellos? Nadie se persuadirá a tanto. Discurrirán, como discurre uno que los considera, que “éstos que abrazaron el Deísmo, deben saber antes{16} en lo que consiste, y cuál es la profesión de fe de los Deístas. Pero ve aquí (añade) sobre lo que no estamos todavía instruidos: porque no hay dos entre todos ellos, que convengan en la misma creencia. ¿Qué digo dos? Entre cuantos libros se han escrito para enseñar el Deísmo, no hay siquiera uno donde se enseñe constantemente un mismo dogma.”

Con efecto sentirá un insuperable trabajo el que intentare darles una historia seguida, y aun tomarles las señas. Sus errores saben a cuantas sectas hubo en el mundo. Por esta causa se les puede entroncar con todas; pero por otros muchos capítulos, en que discordan, no se les podrá atar con ningunos otros sectarios.

XVI. Ambiciosa opinión de Voltaire.

Sus libros son unas colecciones o rapsodias de errores comunes contra comunes, un montón de implicaciones, repugnancias y disparates sin orden, ni atadura. Yo no sé si por esto dice un predicador del Deísmo “que la suya es una religión derramada, y trascendental a todas las religiones. Es un metal, prosigue, que se incorpora con los demás, y sus venas se extienden por bajo de tierra a todo el mundo. Esta mina se ve más al descubierto en la China: en todas las demás partes está oculta, y el secreto solo está en poder de los Adeptos. Esta religión es mucho mejor que todas las sectas que están fuera de nuestra Iglesia; porque todas estas sectas son falsas, y la ley natural es la verdadera. Así el Deísmo es el recto juicio, que aun no se halla instruido con la revelación; y las otras religiones son la santa razón pervertida por la superstición.”{17}

XVII. Por ella misma se deshonran.

Esta idea de una liga o escoria que se mezcla con todos los metales y moneda corriente, con pérdida de su ley y pureza, no ha sido mal inventada para significar la naturaleza y carácter del Deísmo. Quiere decir, que este es un fermento o levadura de impiedad, que amenaza hoy corromper a todos los hombres. No es inconsiguiente a esto lo que dice él mismo, ponderando los progresos que hacen hoy los Deístas: por todas partes los imagina difundidos: “sea en la Magistratura, sea en la Iglesia, sea junto al trono, sea sobre el trono mismo, sea en la literatura, que está toda inundada de ellos, sea en las Academias.”

Sin hacer caso de esta amplificación tan exorbitante que hace Voltaire del Deísmo, y de cuya verdad nadie hará mucho caso, es de notar que entre tantos ordenes de personas no haga memoria de la Tropa, efecto de la poca reflexión con que escribe y habla. Esta porción, una de las más nobles del Estado, es la que con menos temeridad puede sospecharse manchada con el Deísmo por muchos de sus miembros. Esto no debe desacreditar ni a la profesión militar, ni a innumerables que la componen, adornados de una piedad sólida, y de una instrucción amenísima. El Marqués Carracioli, Coronel que fue en servicio del Rey de Polonia, Elector de Saxonia, basta hoy para hacer el honor de la literatura y de las armás. De Oficiales de nuestra Nación (donde no se sufre aquella sospecha) pudiera citar algunos, aunque no hayan escrito tanto como Carracioli. Yo respeto esta ilustre profesión, y mi conjetura no procede en otro espíritu que en el mismo con que el citado Coronel la había hecho antes. Esto le dio muchas veces ocasión de hablar con tanto celo y piedad contra el Deísmo, y alguna vez para sus camaradas y otros Oficiales petimetres, donde lo da por un error de moda.

XVIII. Opinión de Helvecio, que hace Deístas a los Mahometanos.

De parte de algunos Deístas se nota bien la ambición por hacer gente y meter a todo el mundo en su partido. El Autor del libro de l’Sprit tiene sus pretensiones a emparentar con los Mahometanos, haciéndolos Deístas. “Los Turcos, dice,{18} admiten en su religión el dogma de la necesidad, principio destructivo de toda religión. En vista de esto pueden ser mirados como Deístas.”

XIX. Opinión del Abad Pluche.

El piadoso autor del Espectáculo anda liberal en concederles esta parentela. Los Mahometanos,{19} dice, que se pueden considerar como sectarios de un Deísmo acomodado, creo que no se ajustarían unos con otros, si los Deístas se acercaran a tratar con los Mahometanos. Nada parecería a éstos más contrario a su secta que la tolerancia de los Deístas. En su superstición no podría disimularse la suma impiedad con que los Deístas desprecian toda sombra de culto, de ofrendas, de peregrinaciones, o caravanas por causa de religión, y otras obligaciones bárbaras que impone la ley de Mahoma. Esta no parecería tampoco a los Deístas un Deísmo acomodado: la circuncisión, la abstinencia perpetua de ciertas bebidas y manjares, y la esclavitud en que viven en aquella ley, bajo un gobierno despótico, serían bastantes causas para hacerlos renegar de tal Deísmo acomodado. Su libertinaje, su independencia de toda ley, y de toda potestad, son caracteres bien contrarios a la idolatría y servidumbre de los Mahometanos.

XX. ¿Por qué solicitando a los Mahometanos, no admiten a los Maniqueos?

Extraño que gustando estos bellos Deístas de hacerse cofrades de los Mahometanos, repugnen tanto el ser hermanos de los Maniqueos. Esta segunda confraternidad les cuadra mejor, como haré ver en una de las disertaciones del libro primero. Al menos estos Deístas, dichos Dualistas, porque dan dos principios de las cosas, uno en Dios, otro en el mismo mundo, que fingen coeterno y conocido de Dios; pero independiente de su providencia, tienen bien marcado el sello del Maniqueismo. Pero los Deístas, o Maniqueos de hoy, parece que se han dejado preocupar de un cierto horror y vergüenza en admitir por Patriarca a un brujo Persiano: como si Mahoma fuera menos bárbaro y asqueroso que Maniqueo. Quizá los llevará a despreciar este segundo, y a estimar al primero de la diferencia de fortunas que tocó a estos dos impostores. El uno se hizo Jefe de muchos pueblos bárbaros que le creyeron Profeta; y Maniqueo jamás pudo salir del profundo de su miseria, y al fin murió desollado, por haber perdido la apuesta en uno de sus pronósticos. Los Deístas de hoy presumen mucho de sí para no enojarse al darles una extracción tan vil y obscura.

XXI. Opinión del autor del Examen importante.

Con el mismo prurito y ambición de ganarse antigüedad, y meter en su liga a grandes personajes, han imaginado vadear el diluvio, y penetrar hasta los siglos primeros. Por confesión de los Cristianos, dice el escritor del Examen importante,{20} el Deísmo ha sido la Religión del género humano desde los tiempos de Seth, de Enoch, de Noé, &c.

XXII. Su vanidad en darse por Jefes a Seth, Enoch, &c.

Ve aquí como se jactan los Deístas, soñando unos árboles genealógicos más pomposos que el de Nabuco. Esta ha sido manía ordinaria de todos los herejes: su soberbia les hace componer unos nobiliarios más extravagantes que todos los romances y libros caballerescos, que dichosamente se han desterrado: ellos se hacen los antiguos de días, el alfa y omega. ¿Pero donde habrán tomado a los Cristianos esta confesión que les hace Deístas a los Patriarcas antediluvianos, como Seth, Enoch, Noé, y los demás? ¿Hay cosa más contraria a su impiedad y corrupción, que la piedad e inocencia del Santo Noé? Este fue el único de todos los hombres antediluvianos que conservó en su familia y en el arca la centella que había quedado en el mundo de la Religión verdadera, y era el Padre y el Sacerdote de una Iglesia doméstica. Siempre anduvo en la presencia de Dios y en su temor santo. Cuando salió del arca, su primer ejercicio fue el del culto. Esto mismo se halla en los demás Patriarcas que le precedieron. ¿Por donde convienen éstos con los Deístas?

XXIII. Nada tienen más contrario que aquellos Patriarcas.

¿No ven que Abel, Seth, y los demás hacían ofrendas a Dios? ¿Que le consagraban las primicias de sus frutos? ¿Que celebraban sacrificios? ¿Que dieron ocasión a las diferencias entre Abel y Caín? Pues todo esto, que es la verdad de las Escrituras, y lo que confiesan los Cristianos, no puede hacer a aquellos Patriarcas Deístas, pues que estos aborrecen las ofrendas con que dicen que se arruinan las casas; más bien los llamarán Supersticiosos, o religiosos, que es para los Deístas la misma cosa.

De Enos dice también la Escritura,{21} que comenzó a invocar el nombre de Dios; esto es: que aquel Patriarca prescribió algunas santas fórmulas o reglas, para que sus hijos, y demás hombres religiosos, supiesen dedicar a Dios sus alabanzas y votos. Esto no puede ser acepto a los Deístas que tienen estas alabanzas por lisonjas indignas de la Divinidad. Conque, por lo que hace a los citados Patriarcas, nada se ve en ellos que sea del gusto y aprobación de los Deístas.

XXIV. Se les da el placer de ser antediluvianos.

Aunque mi genio no me inclina a tejer conjeturas delgadas como las telas de la araña, y subir por ellas hasta el huevo o principio; sin embargo este ultimo Historiador de los Deístas me ha traído a un puesto ventajoso, donde se pueda especular todo el curso, y descendencia de esta mala secta. No dirán que por hacerlos odiosos tomo yo la carrera desde tan alto: ellos mismos me han puesto más-allá del diluvio, y entre las primeras generaciones. No se quejen, pues, si les rompiere en los ojos los huevos de Áspides que hallo puestos entre los primeros impíos, y de donde han salido estas generaciones de Víboras que lo roen hoy todo con una mordedura amarguísima.

§. II.
Conjetura para tejer la historia del origen, y progresos de los Deístas en su tercero estado.

Si es carácter de los Deístas, considerados en su tercer estado, negar e impugnar la providencia divina, no tiene mucha dificultad el creer que proceden de los primeros hombres; no de los que ellos señalan, sino de los que callan. Caín, y su descendencia, con la raza de los Gigantes, merecen ser sus Patriarcas,

XXV. Su Jefe es Caín.

Caín es el primero de quien se escribe, que acusó la providencia de Dios, disputó contra su ultimo juicio, y negó los premios y suplicios a que destinará los buenos, y malos. Así hablan los más de los Intérpretes, fundados en la autoridad del Targo Jerosolymitano, que lo refiere así. También da fundamento el verso 13 del capítulo 4 que dice: Mayor es mi iniquidad, que toda venia y equidad: donde habla Caín con injuria de los atributos divinos. Algunos Intérpretes{22} dan motivo a decir, que esta es una murmuración blasfema contra la justicia y providencia de Dios, porque le afligía con mayor pena que merecía su culpa, y podía tolerar con sus fuerzas; como si dijera: mayor es mi suplicio, que lo que puedo llevar. Toman aquí la iniquidad o el pecado, no por la culpa, sino por la pena. No carece esto de fundamento; pues algunas veces se toma en la Escritura la malicia por el trabajo, como donde dice: Bástale al día su malicia{23}.

XXVI. Caín negó la providencia, y enseñó la impiedad, y el arte de robar.

De tal huevo nacieron tales Cuervos. Caín fue padre, y juntamente maestro de sus hijos en toda impiedad. Josefo{24} dice, que cayendo de vicios en vicios, juntaba a los más delincuentes y osados de los nacidos, y les daba lecciones de enriquecerse con las cosas y trabajos de los otros. Si los Deístas repararan bien en la raza de Caín, quizá se unieran a ella de mejor gana que a los otros Patriarcas santos, porque en la raza de los pecadores hallarían muchos genios inventores. Allí parece que nacieron y florecieron las artes; pero artes, que o nacían del vicio, o llevaban a él, como observaremos en otro lugar. En Caín tienen el inventor del arte de robar o de conquistar, que muchas veces es lo mismo. De aquí nació la Táctica. Consta que Caín edificó la primera Ciudad, y la llamó Hanucta, del nombre de su hijo Enoch{25}. Allí se fortificó, así para defenderse y huir de quien no le perseguía, como para salir a hacer sus corsos y robos.

XXVII. Sus hijos inventores de las artes.

Los hijos de los Santos vivían con más simplicidad y confianza: no los juntaba el recinto de algún muro, sino el amor fraternal: cada uno dormía seguro bajo su higuera. Tras de Enoch vino Jabél su nieto: éste fue el inventor de los tabernáculos o pabellones, donde los pastores habitasen con más comodidad{26}. Parece que éste dio la forma de vivir que conservan muchos pueblos vagantes de los Scitas, y Árabes. Lamec, su padre, había inventado la poligamia, a que inclinan tanto los Deístas con el pretexto de la población. Por eso Tertuliano le acusa de haber sido el reformador de la forma que el mismo Criador dio al matrimonio.{27}

De Lamec nació también Tubal-Caín: éste fue el inventor de los Fundidores y Metalúrgicos: enseñó a estimar los metales, y a reducirlos al uso, y lujo de la vida.{28} De Jabél nació Tubal, que fue inventor de los órganos, y enseñó a los hombres a cantar al son de la cítara. En todas estas invenciones tienen los Deístas mucho, que les agrade. Aquí tienen la Arquitectura, la Táctica, la Física, la Música, la población. Por fin aquellos pueden ser mirados como los primeros maestros de las delicias y del gusto.

XXVIII. De aquella raza nació el lujo.

De las hijas de aquéllos se piensa también que fueron las inventoras de las modas y de todo lo bello.{29} Tertuliano, y S. Cipriano{30} ponen allí el principio del culto, y adorno de las mujeres. Con estas artes aumentaron, o hicieron aquella hermosura que pinta la Escritura, y fue escándalo a los hijos de los Santos. De aquí nacieron los Gigantes; esto es: unos hombres potentes y famosos en su siglo{31}: hombres soberbios, robustos, y ricos, que comenzaron a hacer guerra al Cielo, despreciando y provocando a Dios.

XXIX. Los Gigantes fueron unos famosos impíos.

Todos los pensamientos de su corazón{32} estaban atentos a obrar lo malo en todo tiempo que se les proporcionase; corrompieron todos los caminos de la carne, e inundaron a toda la tierra de su iniquidad.{33} Si Dios fuera capaz de dolor{34} y penitencia, hubiera sido penetrado su corazón al ver que había hecho al hombre. Sin negar que estos Gigantes lo fuesen en la estatura, y en la prolongación de su vida, lo eran aun más en su soberbia e impiedad. Por la palabra Hebrea Nephilim, que los Setenta, y la Vulgata traducen en esta palabra Gigantes, Aquila traduce Irruentes, y Símaco Violentos; porque no tenían más ley, ni más religión que su fuerza, y su apetito; ningún temor de Dios, ningún respeto al Cielo y a los hombres: se burlaban de la Divinidad.

XXX. Los que fingen que hicieron guerra a Jove, o Jeova.

De aquí han podido algunos opinar{35}, que nacieron a los Poetas las ideas de los Gitanes, hijos robustos de la tierra, que declararon guerra a Jove, o Jeova; y las otras fábulas de los Centauros, hijos de las nubes. La expresión Griega Yioi Nephelon, que significa hijos de las nubes, es poco diferente de la voz Hebrea Nephilim.

XXXI. De Job se prueba su desprecio de la providencia.

Todo esto concuerda con el texto sagrado, que hace a los Gigantes causa del Diluvio.{36} El libro de Job lo confirma, y adelanta cual fue la principal impiedad con que los Gigantes precipitaron sobre la tierra a las nubes. Este es el pensamiento de Elifáz en el cap. 22, donde imaginando que Job sentía mal de la providencia, le habla así: “En la fortaleza de tu brazo poseías la tierra, y cual un potentísimo la dominabas… por tanto te han cercado los lazos, y te conturba un miedo repentino. ¿Juzgabas que no verías las tinieblas, ni serías oprimido por el ímpetu de las aguas que inundan? ¿Eres de aquellos que dicen: qué sabe Dios de nuestras vidas? Las nubes le hacen un retrete escondido, ni considera nuestras cosas; él se anda por los intermundos, o quiciales del Cielo. ¿Por ventura quieres tú conservar las trazas de los siglos pasados, que dejaron impresas los varones inicuos? ¿Aquellos que fueron arrebatados antes de tiempo, y cuyo fundamento trastornó el Diluvio? Aquellos que decían a Dios: id lejos de nosotros: y lo imaginaban al Omnipotente como si pudiera alguna cosa.”

XXXII. El Ateísmo y el Deísmo dominaron antes del Diluvio, después la idolatría.

Ve aquí el impío dogma que prevaleció entre aquellos hombres soberbios y carnales antediluvianos. Esto es muy conforme a la sentencia común, que no pone el principio de la idolatría antes del Diluvio, sino en su lugar la impiedad, y el desprecio de las cosas divinas: en una palabra, el Ateísmo de corazón, o el deseo de que no hubiese Dios; y el Deísmo, que se finge un Dios sin providencia de las cosas humanas, y sin algún cuidado de los vivos, y muertos. Esta impiedad volvió a renacer en el corazón de los hombres después del Diluvio, cuando ellos se desenfrenaron otra vez, y se abandonaron a toda la codicia de su carne, y de su corazón.

XXXIII. La raza de Can despertó la impiedad de Caín.

Por la razón de Caín suscitó Chan, y Chanaan su hijo otra no menos carnal e impía. A éstos llama Job en el mismo lugar{37} las reliquias de los antediluvianos. Por esto añade, que merecieron un segundo diluvio de fuego, que devoró a sus Ciudades. Habla aquí bien claramente de los Sodomitas. Nota el mismo libro en esto cuan profundas raíces había echado en el corazón humano aquel antiguo error, que aun el Diluvio no lo acabó de extinguir, ni lavar; porque había como penetrado a la naturaleza.

XXXIV. Se confirma por los mismos Deístas modernos.

En este sentido se puede permitir lo que dicen ciertos Deístas modernos, hablando del Diluvio, que era más fácil a Dios anegar y destruir la especie humana, que mudar su{38} corazón: aunque no se les debe disimular, que en esta expresión hay algún vicio de Deísmo, y de aquella impiedad de los Gigantes, que pensaban del Omnipotente como si nada pudiera{39}. Para Dios tan fácil es absolutamente un posible como otro: nada se le resiste; tan fácil se le hace el decir a un Paralítico{40}: Levántate, y anda, como decir a un pecador, aunque sea como Caín: Tus pecados te son perdonados.

XXXV. Los Sodomitas semejantes a los Gigantes. Conformidad de Virgilio con Job.

Algunos Poetas hablaron tan precisamente de estos dos diluvios, o castigos, por agua y por fuego, que no se puede desear más claridad. Virgilio parece que copió este versillo: (Æneyd. 6. v. 742.)

............aliis sub gurgite vasto
Infectum eluitur scelus, aut exuritur igni.

Parece, digo, que copió este versillo sobre las palabras de Job citado: Et reliquias eorum devoravit ignis. Todos hablan de los Gigantes antediluvianos bajo la figura de unos grandes delincuentes, que gimen bajo las aguas del abismo. Es más cierto que las Naciones tomarían estas noticias de boca de sus fundadores, y de entre ellas las recogerían los Poetas. El libro de Job no pudo imitar a éstos; porque aun en las sentencias que rebajan más su antigüedad, le queda bastante para haber antecedido a los Poetas que se conocen.

XXXVI. En tiempo de Job era condenado el Deísmo.

Resulta de lo dicho, que en tiempo de Job era bien conocido el error de los Impíos, o Deístas, que admiten el articulo de un Dios sin alguna providencia del universo. Algunos creen a Job, y al libro de su historia{41} no mucho después de Abraham, descendiente de Nacor: otros lo hacen quinto nieto suyo por Esaú{42}. Prescindimos de la antigüedad de su libro: porque, o sea que se haya escrito antes de Moisés, y aun por el mismo Elifáz, uno de los Amigos que le importunaron; ya que se haya escrito en los tiempos de David, y Salomón, o en cualquier tiempo, los sentimientos y sentencias que en él se refieren, deben ser siempre las mismas que hasta los tiempos de Job eran sabidas: de otro modo se atribuirían a Job,y a sus Amigos, dichos, que no pronunciaron.

XXXVII. Y en el tiempo de Moisés.

En los días de Moisés duraba en las Naciones esta impiedad. Si este Patriarca ha sido el que escribió el Psalmo 93, no queda duda que entonces era conocido, e impugnado el Deísmo: porque todo este Psalmo es un discurso, donde con razones eficacísimas son combatidos los que negaban la providencia divina, y daban el gobierno del mundo a una fatal necesidad. Estos se deberían llamar Deístas fatalistas. En el Psalmo se empieza por afirmar la libertad con que Dios hace todas las cosas: El Dios de las venganzas obró libremente: después prosigue afirmando los juicios de Dios sobre los hombres; y viene a detenerse sobre los impíos que cantaban, y hablaban maldades, gloriándose en su libertinaje: refiere las violencias que cometían contra los fieles, contra las viudas, pupilos, peregrinos, diciendo al mismo tiempo: Dios no puede ver ni saber de estas cosas. Desde aquí los arguye con razones urgentísimas; los trata de necios y de indoctos; y hace ver el artículo de la providencia con unos argumentos tan eficaces, que debieran desengañar a los Deístas, y preservar a los Israelitas de aquel error a que, según algunos{43}, querían ladearse. Aunque este Psalmo no sea de Moisés, hay otros documentos{44} que dan señales de este error en su tiempo.

XXXVIII. Y en el de David.

En los tiempos de David duraba la misma Impiedad. Aunque no hubiera otro documento, que los muchos Psalmos{45} que compuso contra ella, bastaría para poder juzgar de lo sentido que estaba su ánimo contra aquel error. El Psalmo 13 parece que no tiene otra mira más que disiparlo. XXXIX. San Atanasio mira como un remedio para el Deísmo el Salmo 13. Allí se pinta a los Deístas, y Ateístas con las imágenes más horribles, y se combate con tanto espíritu a los enemigos de la providencia, que San Atanasio lo da al Conde Marcelino como un antídoto con que puede precaverse de este veneno, cuando tenga necesidad de tratar con los que sentían mal de la providencia. Yo lo he dado explicado al fin de la Disertación de los viajes, para que los viajeros Católicos hagan el mismo uso de él contra el Deísmo. Los versos donde se dice de ellos: Un sepulcro abierto es su garganta; revolvían su lengua con dolo; corría el veneno de los Áspides debajo de sus labios; su boca aparece llena de maldición, y de hiel; sus pies son veloces para correr a los homicidios,y a las turbaciones sangrientas; ni conocieron el camino de la paz. Esta descripción, con ser más breve, dice contra los Deístas cuanto un moderno ha expresado, para pintarlos bajo el enigma de una nación feroz, que llama de los Cacovacs.

XL. Este Deísmo se siente en el siglo de Salomón.

En tiempo de Salomón los hallamos retratados con colores no menos vivos. El Eclesiastés propone sus impiedades y dudas malignas, con tal precisión, que algunos de hoy no hacen más que tomarlas de allí, para explicarlas; ni quieren pasar adelante, en donde el Espíritu Santo disipa sus blasfemias: “Yo dije en mi corazón (así habla el Eclesiastés en persona de los Deístas, y Materialistas) esto que me parecía de los hijos de los hombres; conviene a saber: que Dios trata de probarlos, y de hacerlos ciertos de que son semejantes a las bestias: por tanto, el mismo fin se ve tener el hombre, y los jumentos, y es igual la condición de ambos: como muere el hombre, así mueren aquellos: de un mismo modo espiran todas las cosas, y nada tenemos sobre las bestias: todo{46} cae, y se pierde en la vanidad: todas las cosas corren hacia un lugar: de la tierra fueron formadas, y van a convertirse en tierra. ¿Quién sabe, si el espíritu de los hijos de Adán asciende a lo alto, y si el espíritu de los jumentos desciende a lo bajo? Yo concluí, que nada estaba mejor al hombre, que festejarse en esta vida, y que no tiene otra parte que esperar. Porque ¿quién reducirá al hombre, para que conozca las cosas que han de venir después de él?”

No han tenido los Deístas nuevos que añadir a los que aquí hablaban en tiempo de Salomón. Este ¿quién sabe? ¿quién vino de la otra vida a certificarnos de las suertes eternas? Este aire de negar todas las verdades con un género de incertidumbre, y de pirronismo, que hoy es de moda, ya había pasado como otros cuentos viejos, que nos antecedieron. Aquí se ve también, que nada ocurre de nuevo debajo del Sol, lo que nace de no poder el hombre explicar, por su débil juicio, muchas cosas difíciles{47}. Así, ni el ojo penetra lo que ve, ni llena al oído cuanto se oye: las cosas, y aun los errores, se reproducen: lo que fue es lo mismo que será, y lo que ahora se hace es lo que se hará después.

XLI. El Eclesiastés reprehende los pensamientos de los Deístas.

El mismo Eclesiastés, de quien toman sus dudas ya formadas, les da también por respuesta la doctrina de la verdad. “No habléis (les dice después) con temeridad, ni sea ligero vuestro corazón, para pronunciar y dar sentencia delante de Dios: éste se asienta sobre el Cielo, y vosotros andáis sobre la tierra; por tanto son muy poca vuestros juicios.{48} No digáis en secreto delante de vuestro Ángel: no hay providencia, no se enoje Dios sobre vuestras palabras, y disipe todos los trabajos de vuestras manos: donde se sueña mucho, hay muchas vanidades, y discursos infinitos; más tú, hijo mío, teme a Dios: no te escandalices de ver calumnias contra los pobres, ni juicios violentos, ni porque en tu Provincia se trastorne la justicia, no os sorprendáis, pues, sobre este negocio; porque esto arguye, que sobre un excelso hay otro más excelso, y sobre éste otros más excelentes, y sobre toda la tierra un Rey, a cuyo imperio sirven todas las cosas.”{49} El mismo dogma de verdad vuelve a declarar y exhortar en el fin de su libro.

XLII. Isaías los desarma después en su siglo.

Si descendemos a los tiempos de los Profetas posteriores, hallaremos muchas reprehensiones, y. declamaciones contra este error. Isaías lo combate como ya doméstico entre los Hebreos: sus transmigraciones diferentes por Naciones Gentiles, y su perversa inclinación a imitar las opiniones, y las costumbres de los extranjeros, contaminaban al mismo Pueblo santificado. Isaías da en cara a muchos con esta palabra necia, que solían pronunciar para no sentir su vida relajada: “Dese Dios prisa, y venga presto, para que veamos lo que se nos promete, o amenaza; acérquese, y acabe de llegar esa providencia, o consejo del Santo de Israel, y lo sabremos. ¡Ay de vosotros (les clama el Profeta) los que decís estas cosas! ¡Ay de los que llamáis bueno a lo malo, y malo a lo bueno! ¡Ay de los que sois sabios en vuestros ojos, y parecéis prudentes a vosotros mismos! Los que sois Varones, o Espíritus fuertes, para mezclar la embriaguez.”{50} Este capítulo corresponde al fin del Reinado de Osías{51}, año del Mundo 3246.

XLIII. Demócrito, y Epicuro fomentaron después el Deísmo entre los Griegos.

No muy distante de estos tiempos florecía entre los Griegos esta misma impiedad, o Deísmo, y se enseñaba con el nombre, y todo el aparato de Filosofía. Leucipo, Demócrito, y después Epicuro, fundaron entre los Griegos la escuela, donde se enseñaba con arte esta vieja impiedad. Demócrito oyó a Leucipo, y murió de 99 años (o de 109, según Diógenes) antes de Cristo, el año 361. Epicuro fue un riguroso Deísta, de los que hoy ocupan el tercer estado. En la Epístola a Meneceo le da reglas, para que se maneje en el uso de este Deísmo. “Poned lo primero (le dice) en vuestro espíritu, que Dios es un ser inmortal, y feliz: esta es la noción común que tenemos todos de él: guardaos, pues, de atribuirle cosa que no pueda acordarse perfectamente con su inmortalidad, y con su felicidad, o de rehusarle algo de todo esto que conviene al bien inalterable, que hace su esencia. Si hay Dioses, la evidencia de las ideas nos lo demuestra; pero estos Dioses no son tales como la multitud los imagina{52}, con atributos, que destruirían su naturaleza. La impiedad no está en negar los Dioses del vulgo: está más bien en atribuirles lo que el vulgo les atribuye: así, las ideas que se forman de él, son más bien fantasmas, que verdaderas ideas. Cree el vulgo, que los Dioses tienen siempre abiertos los ojos sobre los malos, y sobre los hombres de bien, para recompensarlos: y juzgando de las afecciones de la Divinidad por las de los hombres, le rehúsa las cualidades de que no halla en nosotros algún modelo.”{53}

Aquí se ve que Epicuro admitía la idea de la Divinidad; aunque por hacerla feliz, la hacia manca de providencia, como hoy hacen los que se llaman Deístas. Gasendo pretende excusar a Epicuro de este, y otros errores sobre su ignorancia: Videri illum ignorantia, non malitia lapsum fuisse.{54} En comparación de nuestros Deístas, cualquiera llamará a Epicuro inocente, o menos culpable: porque estos de hoy desde la luz, y desde el don celeste que gustaron, se vuelven al vómito de la Gentilidad.

XLIV. No obsta que llamen Ateísta a Epicuro: fue Deísta del tercer estado.

No obsta el que San Agustín, Laercio, y otros llamen Ateísta a Epicuro: ya he dicho, que los Deístas del tercer estado apenas se distinguen de los Ateístas mas que en formalidades, y en voces. “El corazón de un Ateísta (dice un moderno) deja creer al espíritu lo que no le amenaza algún daño{55}: le deja decidir las cuestiones, que se quedan en una generalidad, de que nada les toca. Así proceden, mientras que no son traídos a este punto preciso, en que les va el todo, si la decisión no es favorable: de este género es la cuestión de la existencia de Dios, entretanto que se reduce a una sentencia de Física, o de Metafísica. ¿Pero se quiere pasar a examinar los respetos que dice esta verdad con la Moral? ¿Se trata de saber si hay, o no otra regla de nuestras acciones, que el deleite? Desde entonces deja aquella cuestión de mirarse como indiferente; y elevándose del corazón corrompido vapores mortales, quitan la vista de la verdad al espíritu más penetrante.” Este es el secreto que decide entre los Deístas, y Ateístas. Los Deístas dejarán de confesar una Divinidad, si ésta ha de tener la inspección de sus vidas, y el juicio soberano de sus obras para castigarlas, o premiarlas: el Ateísta tendrá también poca dificultad en conceder esta misma Divinidad, de quien no tenga dependencia, ni espere, o tema alguna cosa en su fin: así se entiende, que Epicuro haya podido ser Deísta, y llamarse Ateísta; pero realmente él afirma, sin alguna ambigüedad, que hay un Dios inmortal, y bienaventurado.

XLV. Continúa después de Epicuro, y cantan el Deísmo Fedro, y Lucrecio poco antes del Cristianismo.

Desde los años 264 antes del Nacimiento de Cristo, en que ponen algunos la muerte de Epicuro, no se acabó esta raza de impíos; antes parece que creció, abismándose el mundo en su corrupción, y con el auxilio de tales maestros de error, en Atenas se hacía cada día más plausible la secta de Epicuro: Fedro sabía bien el arte de insinuarla, y persuadirla: de él la aprendió Lucrecio. El Autor de la vida de Virgilio, dice que este Poeta Filósofo murió en el mismo día que a Virgilio le vistieron la toga de hombre.{56} Lucrecio escribió con tanta elegancia los seis libros de Natura rerum, que oculta con este brillo los vacíos, y obscuridades de la Filosofía de Epicuro, y de Demócrito: con tales Cantores no era mucho que los huertos de Epicuro se llenasen de discípulos: todo se ordenaba a divertir los oyentes, para hacerles olvidar una providencia, que podía desasosegar sus placeres. Se oye en Lucrecio aquel antiguo lenguaje, que hablaron los Gigantes, y conservaron el libro de Job, y los Psalmos{57}: La Deidad se está en el Cielo, y no ve nuestras cosas.

Immortali ævo summa cum pace fruatur,
Semota à nostris rebus, sejunctaque longè.

XLVI. Los Saduceos tenían este error.

Se difundía fuera de allí este contagio: en el Pueblo de Dios había penetrado el error, y eran bien conocidos por él los Saduceos: a éstos se podrá dar el nombre de Deístas, si, como dice Josefo, negaban{58} pertinazmente la providencia, y referían todas las cosas al hado: nada daban a la voluntad divina; juzgaban a Dios insuficiente para hacer bien, o mal a ninguno. Aunque los{59} Hebreos abominan este error, con todo, yerran en explicar los efectos de la providencia: unos le substraen el cuidado de las cosas menores, como la generación de los insectos, el movimiento de la hoja del árbol, y otros efectos naturales, que expresamente afirmó Jesucristo, que no sucedían sin la voluntad del Padre Celestial.

XLVII. Un diluvio de impiedad anegaba al mundo cuando vino el Salvador.

Finalmente, para demostrar Dios al mundo la necesidad que tenía de un Mediador, y de un socorro divino, lo dejó ir hasta la muerte. El mundo era como un cadáver, que no podía resucitar a la vida sobrenatural, y al conocimiento de la verdad, sin una obra de la diestra de Dios, sin un milagro: sabiamente aguardó el Médico de las almas a que los hombres arrojasen afuera todas las señales de su enfermedad{60}, como aguardó para resucitar a Lázaro a que el cadáver estuviese ya resolviéndose en la corrupción, para quitar a los incrédulos la ocasión de decir, que quizá no habría muerto aún, y negasen el milagro; así esperó a que la corrupción del mundo llegase a un grado, en que no pudiera excusarse la necesidad de un milagro, y de un Reparador omnipotente. Así pinta San Pablo el estado del mundo en aquel tiempo. A todas las cosas, o a todas las Naciones, dice{61}, había Dios encerrado en las tinieblas de la incredulidad, para hacer misericordia con todos. El Universo estaba dividido entre la impiedad,y la superstición. Aquel fue el imperio de las pasiones, y la potestad de las tinieblas. Dispuso sabiamente la Sabiduría (discurre{62} San Bernardo) justificar primero la necesidad del auxilio, antes de darlo, porque eran los hijos de Adán desconocidos, e ingratos. En toda verdad se puede decir, que se había ya inclinado el día, y era anochecido: el Sol estaba en el punto más distante, y apenas algún Planeta, o algún Astro, enviaba a el mundo algún reflejo de su luz: era una pequeña centella la que restaba de la noticia espiritual, y divina; y rebosando la iniquidad, se había resfriado el fervor de la caridad: ya no aparecía el Ángel, no se oía la voz del Profeta: todos cesaban de clamar, vencidos de la desesperación de que los oyesen unos hombres dormidos como piedras, y obstinados.”

XLVIII. Queda el fermento para la lucha, aun después de la reparación.

Estos fueron los progresos que hizo la impiedad de Caín hasta el tiempo de Jesucristo; pero no se acabo todavía su malicia; quedaron aún para perseguir hasta el último de los predestinados, como Caín mató al primero. Así convenía, para entretener esta lucha, en que son probados los que son aceptos a Dios. Desde el establecimiento de la Iglesia avisaron los Apóstoles a los Fieles de este daño, que ya percibían.{63} XLIX. Se clama contra esta impiedad en la Epístola Católica. “Carísimos (les escribe San Judas), con la solicitud, de que estamos llenos por vuestra salud, conocemos la necesidad de escribiros estas cosas.” El motivo de esta necesidad lo descubre en toda la Epístola, dando las señales de unos impíos, que se habían introducido en la reciente Iglesia: pinta su dogma, sus costumbres, y su estilo, y modo de tratar los misterios de la Religión. Para no dejar a otro el trabajo de averiguar su origen, e historia, lo hace el mismo Apóstol, refiriendo su principio a Caín: después los trae por aquella misma descendencia: compáralos con los que fueron sumergidos en el Diluvio, y con los que después fueron abrasados en Sodoma. Últimamente extiende sus miras a lo venidero, y los hace unos con los que San Pedro había profetizado para los siglos novísimos.

L. Se nota allí el carácter del Deísmo; y se explica el pasaje, Unicum Dominatorem, &c.

Su impío dogma, dice, que era negar al Dominador, y a nuestro Señor Jesucristo{64}; esto es, a el que domina, y gobierna todas las cosas con su providencia, y a nuestro señor Jesucristo. En el texto Griego se distinguen estas dos personas: Unicum Dominum Deum nostrum, & Dominum nostrum Jesum-Christum. No niegan a Dios como Dios, sino como a Dominador, y Gobernador. Por esto la Vulgata, y algunas versiones Griegas omiten la palabra Deum,o θεόν; pues no es la Divinidad la que niega el Deísta, sino solamente la dominación, y gobernación de Dios con su hijo Jesucristo.

Esto se confirma por el verso 8 de la misma Epístola, que dice: Desprecian la dominación, y blasfeman a la Majestad. Aquí se entiende{65} primeramente la dominación divina, y después la dominación humana. San Clemente de Alejandría, con otros Padres, dicen que los Gnósticos, de quienes aquí habla San Judas, no se contentaban con blasfemar de los Profetas, sino que también blasfemaban de la misma Majestad Soberana. A esto añaden otros, que también despreciaban a todas las Potestades legitimas, y blasfemaban de todas las Dignidades, que son las imágenes de Dios en la tierra.

LI. Se nota también su repugnancia a toda potestad humana.

Cuan propio sea esto de los Deístas modernos lo haremos ver muchas veces en esta obra. Uno de los delitos que nos acusan a los Ministros de la Iglesia Católica, es el que enseñamos a los Fieles este respeto a los Príncipes, según la tradición de los Apóstoles. La ocasión que, según Calmet, obligó a San Pedro, a San Pablo, y a San Judas a predicar esta doctrina de obediencia para con todas las Potestades, y Príncipes, fueron los errores de estos impíos{66}, mayormente porque tomaban el nombre de Cristianos, y el de el Evangelio, para enseñar la desobediencia, y el desprecio de las Majestades, con pretexto de la libertad, que nos ganó Cristo; pero esta es una libertad del yugo del pecado, y del demonio, de que nos redimió. Aquellos Herejes hacían con esto odioso el nombre de los Cristianos para con los Magistrados, que ignoraban cuan favorable les era la doctrina de el Evangelio.

LII. Nota el Apóstol su moral de verdaderos Epicurianos.

Las costumbres que el Apóstol refiere de aquellos impíos, son tan abominables como las de nuestros Deístas. Unos hombres abandonados a toda injuria, e impureza: In omnem impudicitiam sese tradiderunt, dice la versión Griega del verso 7. Nadie se atrevió a referir los hechos abominables, y nefandos de los Simonianos, Nicolaitas, Gnósticos, de que allí se habla. Bastante dicen estas palabras de San Pedro, y de San Judas: que aun en sus convites públicos se manchaban torpísimamente unos a otros, y se mezclaban con una impudencia cínica{67}. Estos Herejes, añade Calmet, eran hombres ajenos de toda vergüenza; vivían sin ley, sin Religión, eran verdaderos Cínicos, y verdaderos Epicurianos.{68} Otros Escritores de aquel tiempo les llamaron también Epicurianos.{69}

LIII. El estilo semejante al que hoy usan los Deístas. Lo primero, murmurador.

Su estilo era el mismo que hoy usan los Deístas, y nuevos Epicurianos. Lo primero blasfemo; lo segundo, ridículo. No solo blasfemaban a toda Majestad divina, y humana, sino también de todas las verdades, y misterios, que ignoraban.{70} De aquí infiere este Apóstol cual era su espíritu; porque los buenos Angeles, añade, jamás pronuncian blasfemia, ni maldicen, aun cuando disputen con el diablo.{71} En disertación particular hemos considerado la maledicencia de nuestros Deístas, y ya indicamos algo, cuando hicimos mención del Psalmo 13.

También nota San Judas uno de los asuntos de sus murmuraciones, y querellas, cuando los llama: Murmuratores quærulosi. ¿Y cuál es el motivo, pregunta un Intérprete, de esta murmuración? Es la intolerancia; esto es: el que no se les tolera por las Leyes, y Magistrados Católicos, y por los Prelados Eclesiásticos{72} hacer y decir todo lo que quieren.

LIV. Lo segundo, ridículo sobre la palabra ilusores.

Su estilo ridículo, con que se burlan de lo más sagrado, y de los que creen las verdades reveladas, y recibidas, se advierte también en el verso 18. No hay cosa más notada en los Deístas de este tiempo. Una burla vale para ellos lo mismo que una demostración: una media palabra de ironía, acompañada con una falsa risa, les parece una solución concluyente a cualquiera razón la más demostrada. Llaman rudos, y crédulos, dignos de lástima, a los que permanecen en su inocencia, y en la obediencia, que inspira la Religión.{73}

LV. Les compara a Coré por el cisma; a Balán, y a los Sodomitas por sus costumbres.

No se le queda por notar al Apóstol citado, el cisma que éstos siembran por todas partes{74}; por tanto los hace hijos de Coré, que quiso erigir otro altar, otro Sacerdocio, y otro régimen Eclesiástico diverso del de Moisés, y Aaron. Compáralos con Balaan: porque así como éste vino alquilado para maldecir a el Pueblo de Dios, y dar consejos, con que pudiera corromperse, y después ser vencido, del mismo modo éstos siempre predican el placer, la relajación, y proponen escándalos, donde el Pueblo Cristiano tropiece, y pierda la Fe, después de las costumbres. A tales impíos amenaza aquel Apóstol mil desgracias con Caín, a quien siguen con los Sodomitas, y con los de Coré. Para que en ningún tiempo nos sorprendan estas maldades, nos manda tener en la memoria lo que profetizaron los otros Apóstoles{75} para los tiempos postreros: no menos manda el que los arguyamos como juzgados,{76} y convencidos en otro tiempo.

LVI. Resulta, que Enoch profetizó de ellos; pero no que fue Profeta de ellos.

He debido detenerme sobre este insigne lugar, porque da documentos irrefragables para la historia antigua, media, y nueva de los impíos, que aquí describo. Deben ser muy observados cuando el mismo texto Canónico dice, que de ellos profetizó Enoch.{77} No hay necesidad de inquirir si el Apóstol tomó esto del libro, que se intitulaba de Enoch, y es tenido por apócrifo. La fuente de las Escrituras Canónicas es la revelación divina: no se componen éstas como nuestros libros de testimonios humanos, ni se sacan de otros libros. San Judas no dice aquí si Enoch escribió, o dejó de escribir, sí solamente, que profetizó contra estos Herejes. Si esta verdad se halla también en el fragmento del libro de Enoch, esto prueba, que no es todo falso cuanto se halla en un libro apócrifo.

LVII. ¿Por qué se llamaron Cainistas? Adoraban a Caín en el segundo siglo de la Iglesia.

Fueron aquellos impíos en los primeros siglos el tormento de los Fieles, ya con el nombre de Gnósticos, o sabios, y virtuosos; (como ellos se llamaban) ya con el de Nicolaitas, o Valentinianos, o de otra manera. También se llamaron Cainistas, o Cainianos, porque adoraban a Caín, y a sus descendientes antediluvianos. Con este nombre fueron conocidos a la mitad del segundo siglo. Se gloriaban de tener no sé qué origen de Caín. Sin duda que tenían su espíritu. También hacían sus Cofrades a los Sodomitas, a los rebeldes hijos de Coré, y a Judas el traidor: hacían a éste el genio más sublime que hubo en el Apostolado, y que por eso había vendido a su Maestro. Bajo el nombre de Judas publicaron un Evangelio, y éste era el que seguían. Divulgaban otros libelos perniciosísimos, y llenos de cuentos, que cita San Epifanio.{78} Predicaban, que ninguno podía salvarse sin haber antes cometido todo genero de pecados. Tenían otros errores, que pueden verse en Sianda.{79}

LVIII. Semejante doctrina en los Deístas modernos.

Las cosas presentes no nos dejan admirar estos, ni otros monstruos, que parecía no poder caber en el corazón de criaturas racionales. Pero ¿qué diremos cuando en el progreso veamos a ciertos Deístas dar por bien hecha la condenación, que los Judíos procuraron a Cristo? Desde Calvino, y los demás fundadores de la reforma, se había oído decir en sus bocas, que eran de igual mérito la traición{80} de Judas, y la conversión de San Pablo. Quien con esto viere a los Deístas siempre prófugos de un lugar en otro, sin tener morada fija, no hallará dificultad en decir aquello de la Epístola Católica: In viam Cain abierunt.

LIX. Los Sodomitas del año 1730 adoraban este pecado.

En el año 1730 apareció en Holanda una raza de éstos con el mismo nombre de Sodomitas. Este delito, que hace el oprobio, y la confusión de la humanidad, era para ellos el objeto de su presunción, y de su jactancia. No solo lo cometían, sino que lo hacían el fundamento, y acto principal de su Religión. Los Magistrados{81} castigaron severamente a muchos; pero sin querer corregir en sí mismos los principios, que han abierto, para llegar a estos precipicios.

LX. Nacimiento, y carácter de los Maniqueos en el siglo tercero.

A más de la mitad del siglo tercero comenzó Manes a promulgar sus errores. Su nombre primero fue Curbico: con éste era conocido el bárbaro Persa, mientras que fue Esclavo de cierta Viuda: hízolo ésta su heredero, y entre otras alhajas halló los libros de un impío llamado Terebinto. Habiéndose hecho con éstos gran disputador, dejó el nombre antiguo, y quiso llamarse Manes, que significa Homilía, y le pareció que le cuadraba mejor. Halló después que esta voz Manes significaba entre los Griegos lo mismo que locura: con que debió buscar otro nombre, y se llamó Maniqueo, o el que fluía maná. Procuró leer los libros de los Cristianos para abusar de muchas cosas, y vender con mejor color sus fantasías. Su fin fue mucho más miserable, y vil, que sus principios. El Rey de Persia, habiendo conocido sus patrañas, a costa de la vida de un hijo, lo hubo a las manos, lo mandó desollar, y echar sus carnes a los perros.

LXI. Su error de los dos principios es un sistema de los Deístas.

Su error más conocido fue el de los dos principios; uno bueno, Criador del alma; y otro malo, Criador de las cosas corpóreas, También hacía a el mundo coeterno a Dios, e independiente de él. Esta es una de las hipótesis de los Deístas, de que me hago cargo en el libro primero. Allí pruebo también, que ellos son Maniqueos. Omití decir entonces, que Gregorio Pauli, a quien hacen Jefe de los Deístas, Moreri, Genebrardo, Sianda, y otros{82}, tuvo también los demás errores de los Maniqueos: como que el diablo era malo por naturaleza, y que Dios era causa de todos los pecados, &c.

LXII. Principios de los Arrianos en el siglo cuarto, y padres de los Socinianos.

A los principios del siglo siguiente se despertó la herejía de Arrio. Sus revueltas, y errores son bien sabidas; mas porque toman de allí su nombre, y origen los Socinianos, y nuevos Arrianos, no deben pasarse{83} en silencio en este orden histórico. Arrio, oriundo de Libia, y conocido por de Alejandría, se ensayó primero en el cisma, para ser después Heresiarca. Dejada la comunión con Melecio, se reconcilió con San Pedro Patriarca Alejandrino, quien le ordenó de Diácono. Bien presto se volvió otra vez al cisma, pensando que era injusta la excomunión de los Melecianos. Aquilas, sucesor de San Pedro, le admitió segunda vez en la Iglesia de Alejandría, y le hizo Presbítero. Quiso sucederle en el año 313, y habiendo sido elegido San Alejandro, varón Apostólico, se vengó de aquella Iglesia, y de toda la Católica, con publicar el error, en que el mundo se lloró alguna vez como anegado. Como San Alejandro hablase a su Clero del Misterio{84} de la Santísima Trinidad, confesando la unidad de la esencia en las tres personas, Arrio su émulo, y competidor, en odio de él, negó esta verdad, quitando al Verbo de Dios la misma esencia, y eternidad, que tenia su Padre.

LXIII. Revueltas que causó Arrio, y su condenación.

Sembraba primero su falsa opinión en las conversaciones domésticas: probaba los ánimos de muchos: halló dos coadjutores en dos Presbíteros llamados Carponas, y Sarmato: engañó a una sencilla turba de Vírgenes sagradas, que algunos hacen llegar a 700, a doce Diáconos, a otros siete Presbíteros, y a algunos Obispos. La paciencia, y dulzura de San Alejandro, mientras que trabajaba en reducirlo como padre, le dio espacio para extender su contagio, y perder a muchos. Escribió juntamente su Epístola Sinódica a todos los Obispos Católicos, avisándoles del error de Arrio, y de su{85} proscripción. Principalmente la escribió a San Silvestre, a quien tocaba el juicio en las causas de Fe. El Papa delegó a Osio para todo el Egipto. Congregó éste otro Concilio en Alejandría; y viendo que no bastaba un remedio particular para detener un mal, que se iba haciendo común, significó a San Silvestre, que estaba bien indicada la necesidad de un Concilio Universal. Congregóse éste en Nicea bajo la protección, y amparo del Gran Constantino, y en é1 fue condenado Arrio con toda su secta por 318 Santos Obispos.

LXIV. No se conmovió la Iglesia por introducir una palabra Teológica, sino por tener la fe del Verbo Divino.

No fue esto conmoverse el mundo por una voz theologica, ni por un silogismo, como hoy blasfeman los Deístas, sino por defender la dignidad, y eternidad de una palabra, por quien el mundo no se conmueve, y vuelve a caer cada instante en la nada: Arrio fue quien con su Dialéctica, y con un silogismo turbó la paz del mundo.{86} Si Pater genuit Filium, (este era todo el trabajo de su miserable Dialéctica), qui genitus est, habet suæ existentiæ initium. Ex quo sequitur, fuisse tempus, in quo Filius non erat, & esse ex nihilo productum. Su mala Lógica fue mandada quemar por el Concilio con su libro intitulado Thalia, o Thaleia, y con cualquiera otro libro del mismo error. El Católico Emperador añadió la pena de muerte contra cualquiera que los ocultase. Desterró también a Arrio, el que obtenida después su restitución para excitar mayores turbaciones, murió al fin repentinamente con una muerte torpísima, semejante a la de Judas el primer traidor contra el Hijo de Dios.

LXV. Los Arrianos se llamaron Filósofos, como los de hoy.

Hizo también torpe el nombre Aristotélico; porque los Arríanos eran ya conocidos por él.{87} El recurso que tenían a los sofismas, y a las porfiadas argumentaciones para demostrar la generación del Hijo, que es inenarrable, los hacía unos importunos Filósofos. San Epifanio los trata como a tales, y disuelve el mal silogismo de Arrio.{88} San Atanasio añade, que Constantino los llamaba Filósofos Porfirianos.{89}

LXVI. El Maniqueísmo en Francia en el siglo once.

En los siglos medios no han dejado de sentirse en la Europa algunas centellas bien manifiestas del Arrianismo, y Maniqueísmo. Eriberto, y Lisojo, de los principales del Clero de Orleans, se dejaron engañar, y traer a los errores de los Maniqueos por cierta mujer Italiana. Trataron de promulgarlos, y el Rey Roberto procuró que se juntase Concilio en Orleans, para ocurrir a los males que se presentaban. Eriberto, y su compañero fueron tan pertinaces, que se dejaron quemar. Baronio pone este suceso en el año de 1017.{90} No tardaron Pedro de Bruis, y su discípulo Enrique, de propagar el error por el Delfinado, la Provenza, y Condado de Tolosa.{91}

LXVII. Los Waldenses no eran Maniqueos.

No mucho después, y antes de salir del mismo siglo, aparecieron en Leon de Francia los Waldenses. Renier, que se convirtió de entre los Maniqueos de Italia a la Religión Católica, escribió de aquella secta, y de sus diferencias. Con él prueba{92} Bossuet, que no descendían de los Maniqueos, ni eran tales; pero los Protestantes los confunden con los Petro-Brusianos, y Albigenses, por buscarse una antigüedad tenebrosa{93}.

Estos Maniqueos tomaron varios nombres de las diversas cabezas de partido, que siguieron, y de los varios lugares que ocuparon. Como los Búlgaros, por la Provincia, donde comenzaron en Europa; Picardos, Albigenses, Patarenos, Cátaros, (estos nombres se los atribuían ellos, como refiere la sentencia pronunciada contra estos Herejes en el Concilio{94} Lateranense) Albanenses, Lombardos, y otros.

LXVIII. Los Albigenses en los siglos 12 y 13 fueron Maniqueos.

Los Albigenses, que principiaron con este título en el año 1176, y aparecieron con más fuerza al principio del siglo trece fueron formalmente Maniqueos. Su primer error era, que Dios criaba las almas, y el diablo los cuerpos. Los Reformados, por buscar antigüedad a su nueva Iglesia, han solicitado tener hermandad con estos Herejes. Así queda poco que hacer para probar, que los Reformados son Maniqueos. Con efecto Lindano da el nombre de Maniqueos novísimos a los Calvinistas, que se entraron en Polonia, y niegan, como en todas partes, la libertad humana: enseñan que Dios obliga a observar una ley imposible, y otros errores, que son comunes a los Calvinistas, y Maniqueos.

LXIX. Hacen a la Reforma madre del Socinianismo.

Hemos llegado a los principios de la Reforma, que son también la época principal del nuevo Deísmo. La Reforma es como el abismo grande, de donde han corrido las innumerables sectas, que han anegado la tierra. Se les ha hecho ver por Bossuet, y aun por los mismos Deístas, que el sistema de los Protestantes se ha fundado sobre unas reglas, que los llevan necesariamente al Deísmo, y al Socinianismo. En adelante habrá muchas ocasiones de hablar de esto. La cuestión de hecho apenas se duda: y veremos a los Calvinistas de concierto con los Deístas, a quienes por otra parte no pueden tolerar. Desde el principio conspiraron juntos los Jefes de todas estas sectas a un propósito, que era el de arruinar la Iglesia, a quien pusieron el nombre de Babilonia. Tomaron, al parecer, por empresa aquellas palabras, que dijeron otros impíos: Anonadad, anonadad hasta el fundamento en ella. Y en efecto se jactaban de que Lutero había destruido el arco de la bóveda: que Calvino había allanado los muros; y de que Socino había arrancado hasta sus fundamentos.{95}

Tota Urbis Babylon destruxit tecta Luterus
Muros Calvinus, sed fundamenta Socinus.

LXX. Jurieu da fundamento para lo mismo.

El más celoso Apologista de la falsa Reforma, no ha podido purgarla de estas abominaciones, que de ella han nacido: este es Mr. Jurieu, que antes se queja de estos males con las expresiones más vehementes{96}: lo conoció mejor desde que no fueron permitidos en Francia los Calvinistas, y Reformados: al salir de ella este torrente impuro, como él mismo se descuida en llamar a la Reforma, para ir a descargar sobre la Holanda, y otros Países Bajos, se sintieron mejor los gusarapos, renacuajos, alimañas, y otras pestilenciales sabandijas, que habían nacido en el seno de estas lagunas de la Reforma, e infestaron toda la tierra de su dispersión.

LXXI. Otro fundamento, de que los reformadores son los Sacerdotes del Deísmo, y del Socinianismo.

“Entonces (dice Jurieu) se ha observado en este arroyo el fondo de iniquidad, y estos Mesieures (los Socinianos) cuasi enteramente se han visto descubiertos, después que la persecución les ha derramado por lugares, donde han creído poder descubrirse libremente.”{97} Según una Carta, dirigida por varios Protestantes Franceses, refugiados en Londres, para el Sínodo de Ámsterdam, que ellos celebraron en el año 1699, los mismos Ministros de la Reforma han sido los Sacerdotes del Deísmo, y los Apóstoles del Socinianismo.

LXXII. La reforma dio la llave a Servet, y a los Socinos.

Estos son los que levantaron el pendón, a que se congregaron los malos espíritus de muchas Naciones, exhortándose mutuamente a devorar el cuerpo de la Iglesia. A la libertad de conciencia, y de creencia, que se ganaron con unas guerras tan públicas, y sangrientas, acudieron luego muchos, que no podían sufrir en sus Países las leyes, y la Religión antigua. De España salió Miguel Servet, de Italia los dos Socinos, y todos los malos esperaban hallar en la nueva Iglesia tolerancia para cualquier cosa; porque en ella se profesaba tomar, o dejar de la Escritura lo que cada uno gustase: esto era lo mismo que estar dejado al arbitrio de cada singular la Religión que quisiese elegir.

LXXIII. Suplicio de Servet por Calvino.

Miguel Servet, en uso de esta libertad, dejó el Misterio de la Santísima Trinidad, que no veía tan expreso en la Escritura explicada por su juicio propio: dio mucho que decir entonces, y después la conducta de Calvino para con él. Después que Calvino había negado los misterios que había querido, y de haber dado con estos ejemplos las reglas para que todos hicieran lo mismo, procuró la sentencia de muerte a uno, porque le había imitado: de aquí resultó el mal efecto de este suplicio. Muchos, que estaban a la vista, y querían creer lo mismo que Servet, sintieron avivárseles el deseo con una ejecución tan mal dispuesta. LXXIV. Valentino Gentil, sus blasfemias, y suplicio decretado por los mismos Calvinistas. Valentino Gentil, uno de los amigos de Servet, se burlaba de los Calvinistas, y Luteranos, porque lo llenaban todo de turbaciones, sobre unos artículos, que llamaba de poco momento, pudiendo por sus principios atreverse a todo, negando hasta la Trinidad. Éste siguió presto el ejemplo de Servet; y aunque abjuró primero fingidamente su error, después de haber corrido por Polonia, y Transilvania, predicando contra la Santísima Trinidad, vino finalmente al Cantón de Verna, donde fue preso, y quemado el año 1566. Se iba jactando, cuando le llevaban al suplicio, de que no moría por Jesucristo, sino por la gloria, y eminencia del Padre.

LXXV. Historia de los dos Socinos. De Lelio.

Los Socinos prevalecieron más: estos fueron dos, Lelio, y Fausto, tío, y sobrino: su origen era muy conocido en Sena. Lelio, el tío, mirando a su Patria con desconfianza para sus perversas inclinaciones, la abandonó el año 1547, teniendo 21 de edad. Gastó cuatro años en viajar por Inglaterra, Francia, Alemania, y Polonia, y al fin vino a establecerse en Zúrich: tuvo allí amistad con Calvino, Melancton, Beza, Musculo, Pedro Martyr, y otros semejantes. En sabiendo la muerte de Servet, procuró disimular que él seguía el mismo error. Después pasó a Venecia con recomendaciones de los Reyes de Polonia, y Bohemia, para que le dejasen disponer de su Patrimonio. En todos sus viajes había inspirado su veneno a cuantos podía comunicarlo sin peligro propio. En Polonia echó más raíces su cáncer; y aunque murió en Zúrich a los 37 años, el de 1552, no adelantó poco en el arte de corromper a muchos.

LXXVI. De Fausto Socino, y sus errores.

Fausto Socino entró en la herencia de los escritos, y errores de su tío. Había nacido en Sena el año 1536. Las cartas de su tío le corrompieron desde temprano; y para no caer en la Inquisición, dejó su País antes de 20 años, y se retiró a Francia: de aquí pasó a Zúrich; y habiendo recogido los escritos del tío, fue a propagar sus dogmas por muchas partes. Éstos miraban principalmente a dejar la Divinidad sin personas, y a la persona de Cristo sin Divinidad: que era renovar el antiguo error de Arrio, de Cerintho, de Paulo Samosateno, y otros enemigos de la Trinidad, y de la Divinidad del Verbo.

LXXVII. Sus viajes, y muerte.

Doce años disfrutó la Corte del Duque de Florencia. De aquí se retiró a Alemania, no haciendo tanta parada en parte alguna. Jorge Blandrata le convidó a Transilvania. Este País, y la Polonia fueron los asilos más seguros de los Antitrinitarios, Socinianos, y Deístas. Allí se había hecho ya visible Gregorio Pauli, Ministro de Cracovia, a quien dan por cabeza de estos últimos. Después veremos a Cracovia hecha mucho tiempo la Metrópoli de los Socinianos, y Deístas. Allí publicó Fausto Socino su libro de Magistratu, condenando así el uso de las armás en los vasallos contra sus Príncipes, por obtener la libertad de conciencia; como en los Príncipes Cristianos para hacer la guerra a sus enemigos. Por este escrito perdió la gracia del Rey de Polonia, y se refugió a los estados particulares de un Señor Polaco. También perdió a Francisco de Medicis, que le había protegido en Florencia, y siempre le había conservado el goce de su patrimonio. Le cogió la muerte en Luclavia, a diez millas de Cracovia, el año 1604, teniendo sesenta y cinco de edad.

LXXVIII. Sus continuadores los Hermanos de Polonia.

Sus continuadores fueron Crelio, Jonás Solinchtingio, y Juan Luis Wolzogenius. Los escritos de éstos, con los de Lelio, y Fausto, entraron en una compilación, que se intitula: Bibliotheca fratrum Polonorum quos unitarios vocant, en siete tomos en folio. Allí las lucubraciones de Fausto, o la exposición, en la Escritura. Sus tratados de Ecclesia: prælectiones Theologicæ: líber de Justific. fid. & oper. Elenchi Sophistici: Institutio Religionis Christianæ: Epístolæ ad amicos, y otra obra del mismo Fausto, para persuadir, que todos los Reformados, dichos Evangélicos, que se hallaban en el Reino, y gran Ducado de Polonia, debían ser de su partido.

LXXIX. Otros documentos, que hacen fautores de todo a los Pseudo-reformadores.

Esto prueba bien que los principales fautores de los socinianos, y Deístas, no son otros, que los Pseudo-reformados, o Pseudo-Evangélicos. Al calor de éstos, y de su misma oficina salieron todas las sectas. “Nada era mas común, (dicen los Autores{98} del gran Diccionario) que ver nacer en aquel tiempo nuevos monstruos en materia de Religión. La licencia que en el siglo XVI se tomaron Lutero, y los demás Reformadores, de interpretar la Sagrada Escritura según sus luces, dio principio a muchas en que se dividieron los Novatores. Al mismo tiempo se armaban ellos unos contra otros, y de este modo se levantaron Carlostadio, Zuinglio, y Oecolampadio contra Lutero. Después se reveló Calvino; Miguel Servet,{99} Aragonés, adhirió al dictamen de algunos antiguos Heresiarcas enemigos de la Trinidad. Calvino, que le hizo quemar vivó en Ginebra en 17 de Octubre de 1553, vio nacer de sus cenizas un cierto Ministro de Cracovia, llamado Gregorio Pauli, el primero que publicó esta herejía en Polonia.”

LXXX. Progresos de la reforma por el Socinianismo, y Deísmo.

De aquí se ve que el Socinianismo, y Deísmo son la misma Reforma con diversos nombres, y mas, o menos explicada. Según la idea de Bossuet, la Reforma, bajo este nombre, fue la aurora,y el Socinianismo, o Deísmo, es su medio día. Puede que contente más el decir, que la Reforma fue el ultimo crepúsculo de la luz, y el Deísmo es el abismo de las tinieblas, y el Reino de la noche. Moreri explica estos progresos hablando de Fausto Socino. “No se contentó éste, dice, con repudiar los dogmas de la Iglesia Católica, que habían ya reprobado los Calvinistas, y Luteranos: emprendió examinar aquellos que habían consentido los Calvinistas,y aun los de su tío. Parecióle que los Arríanos habían favorecido demasiadamente a Jesucristo: con esto se declaró distintamente por Samosateniano, y Fociniano, afirmando, que Jesucristo era puro hombre… Los que leyeron sus escritos saben cuan torcidamente interpretó las Escrituras para conciliarlas con sus opiniones; y sobre todo los principios del Evangelio de San Juan. Tampoco dificultó fingir un viaje de Jesucristo al Cielo después de su Bautismo, para explicar este paso de la Escritura donde dice el mismo Jesucristo, que descendió del Cielo: Nemo ascendit in Cælum, nisi qui descendit de Cælo{100} El pecado original, la gracia, la predestinación absoluta, todo esto lo tiene por quimeras, y los Sacramentos por simples ceremonias sin eficacia. Como por otra parte sentía alguna dificultad en la presencia de Dios, y en la inmensidad del ser divino, le pareció bien encerrar a Dios en un rincón del Cielo, y no atribuirle mas que la presencia de los efectos necesarios. Entra también en el número de los errores Socinianos el de la muerte, y resurrección de las almas; quiere decir, que algunos de sus Sectarios afirmaban, que morían las almas con los cuerpos para resucitar con ellos, y recibir la sentencia.”

LXXXI. Nuevos progresos en Polonia.

Aun le quedaba a la Reforma, y al Socinianismo campo donde manifestarse más; porque todavía quedaban verdades que negar. Los progresos que hacían cada día en Polonia, les prometían el que no quedaría una piedra sobre otra. El Rey Sigismundo concedió la libertad de conciencia a cuantos se habían separado de la Iglesia Católica. Al abrigo de esta indulgencia crecían los Socinianos. No dejaban de establecer Iglesias{101}, y desde los años 1552 eran bastantes para componer las de Pinzow, Racovia, Lublin, Luclavia, Kiovia, Cracovia; Novogrod, la de Volnia, y otras. Fijaron en Cracovia su Metrópoli: allí establecieron un Colegio, y una Imprenta. Sus Juntas eran en Pinzow, lo que les dio el nombre de Pinzovianos. Su partido era dominante en los Sínodos que se juntaron por los Pseudo-reformados en Polonia en tiempo de Sigismundo Augusto.

LXXXII. Comparación de Pinzow, célebre establecimiento de los Deístas, con Atenas.

Aun mayor dominación, y tiranía ejercitaban sobre los Católicos. Oleniski, un Señor de Pinzow, ligado con Stancar, desterró del lugar a todos los Sacerdotes, y Religiosos, protegiendo manifiestamente a cuantos apostataban. A esta comodidad vinieron Blandrata, Gregorio Pauli, Lasko, con otros, a fundar en Pinzow una Iglesia contra el misterio de la Santísima Trinidad. Conspiraban a que no fuese este lugar menos célebre en Polonia, que había sido Atenas en la Grecia. Siempre iba su impiedad con color de Filosofía.

LXXXIII. Varias juntas de los Socinianos en Pinzow, y Sceminie.

En la Junta primera que tuvieron en Pinzow en 1555 acordaron con los Protestantes examinar la doctrina, Religión, y espíritu de los hermanos de Moravia, que se llamaban Waldenses, Anabaptistas, Husitas. El año siguiente quisieron los Católicos en una Dieta de Varsovia contener esta desenfrenada libertad de los Reformados, y Socinianos: pero cuando se viene tarde al remedio de los males, apenas se logra otra cosa que conocer su rebeldía, y dejarlos más consentidos. Así quedaron los Herejes. Luego juntaron su Conciliábulo en Sceminie, donde Pedro Gones defendió, que el Padre Eterno era mayor que el Hijo, y el Espíritu Santo: que no había otro Símbolo que el de los Apóstoles, y otras impiedades conformes a las de Servet. Los Reformados, que extrañaron este discurso, consultaron sobre él a Melancton. Éste decidió, que aquella doctrina olía al Arrianismo. Es demasiada esta suavidad de Melancton, llamando un cierto sabor de Arrianismo lo que era un Arrianismo más rígido que el antiguo.

LXXXIV. Reflexión sobre una respuesta que piden a Melancton.

Otra carta de Melancton refiere Bossuet, donde tomando el tono de Profeta, suponía prever muy de lejos las cosas; y lloraba las turbaciones que producirían las cuestiones sobre el misterio de la Trinidad. ¿Qué será, decía, cuando se controvierta si el Padre es otra persona que el Espíritu Santo? Con las historias de los Socinianos, que tenia presentes, y que se le consultaban, era menester muy poco para ser Profeta. Quizá presentiría el progreso sin término de las disputas que la Reforma había sembrado sobre lo esencial de la Religión.

LXXXV. Desprecian dicha respuesta en otra junta.

Pedro Gones, y los Socinianos no hicieron algún caso de los escrúpulos de Melancton. En el año de 1558 tuvieron otra asamblea en Pinzow para afirmar las ideas de Servet.{102} La repugnancia de algunos produjo nuevas disputas: para concordarlos se juntó otro Sínodo en el mes de Noviembre del mismo año: los principales en ella parecían Juan Lasko, Gregorio Pauli, Stanisíao Sarnieki, con Andrés Subinieskí; pero después de muchas contiendas, nada se acordó.

LXXXVI. Otras juntas donde Gregorio Pauli no estaba con los Socinianos, ni Deístas.

Volvieron a juntar otro Sínodo, que era la nona. Gones, habiendo sostenido con demasiado calor sus errores, estuvo a riesgo de ser preso por sus contrarios; pero habiéndolos templado una arenga muy patética, que les hizo el señor Piekerski, abrazaron los errores, que un momento antes condenaban con su Autor. En este Sínodo noto, que Gregorio Pauli aun no era declarado Sociniano, o Antitrinitario, antes estuvo en el partido contrario, y tuvo fuertes disputas con Lismanini, compañero de Blandrata: esto favorece poco a los que le ponen por cabeza de los Deístas, no habiendo sido sino un Ministro Protestante, y después un sectario de los Socinianos.

LXXXVII. Disputas de éstos con los reformados en otra junta del año 1561.

Después de otras juntas, en que siempre ganaban terreno los Pinzovienses, o Antitrínitarios, contra la resistencia de los Reformados, congregaron otro Sínodo en Pinzow el año 1561, a 30 de Enero. El principal negocio fue querer desterrar la idea del Espíritu Santo, y de un Mediador Jesucristo, y acabar de satisfacer los escrúpulos que sobre esto habían manifestado algunos Polacos principales. Todo el fundamento estaba reducido a si constaba, o no en sus Escrituras: sobre esto se acusaban unos a otros de herejes, y de escandalosos. Como los Pseudo-reformados habían enseñado a despreciar la tradición, el juicio de la Santa Iglesia, y el consentimiento de los Santos Padres, que abren el sentido de la santa Escritura, se hallaban sin más armas para combatir, que su sentido propio: éste no debía valer más que el sentimiento de cada uno de los otros; con que se vino finalmente a los pesares, e invectivas que se echaron en cara de parte a parte.

LXXXVIII. Llaman los Deístas a Calvino Acusador de sus hermanos.

El que hablaba por los Socinianos{103} concluyó, que pues no se refutaba sino con injurias, él debía tener razón; y tomando un tono más alto, reprehendió la conducta de los de Ginebra, y especialmente la de Calvino: llamó a éste acusador de sus hermanos; esto lo decía por Servet, Blandrata, y Valentino Gentil, contra quienes había pedido la pena de muerte: defendían también, que era un gran siniestro acusar a éstos de herejía, por hablar sobre las materias controvertidas de la misma manera que se enseñaba a hablar en las Iglesias de la Reforma. Este documento prueba sin equivocación, que los Socinianos, o Deístas, no son más que unos Pseudo-reformados más descubiertos. En vista de esto, los Presidentes de esta Junta precisaron a los que habían acusado a Blandrata, y a Lismanini de herejía a que les hiciesen la reparación de su honor: también acordaron escribir a Calvino en nombre del Sínodo: Lismanini se encargó de componer las cartas: en ellas se le decía, que él no podía condenar a Blandrata: esto es verdad, si no dieran otra razón que la que referí poco antes; y era, que un delincuente como Calvino, no debía hacer de Juez, ni de Fiscal contra sus mismos cómplices; o por mejor decir, sus secuaces. La respuesta de Calvino se leyó en otra Junta de Cracovia, que es para ellos la 20. En ella exhortaba aquel buen Pastor a las Iglesias Protestantes de Polonia, y especialmente las de Cracovia, y Pinzow, a velar atentamente sobre Blandrata, y a guardarse de su doctrina. Éste, y sus parciales, exclamaban contra la dureza de Calvino; pero se les obligó, por respetos de aquel Oráculo, y nuevo Papa, a que firmasen una fórmula de fe, contraria a lo que decían, y creían.

LXXXIX. Progresos del Socinianismo en Transilvania por la Pseudorreforma.

Esto muestra cuan cundido estaba el Socinianismo en Polonia: no lo estaba menos en Transilvania al favor del Príncipe Juan Sigismundo. En una carta que éste escribió a las Universidades de Witemberga, y Leipsic, el año 1561, por el mes de Septiembre, muestra, entre otras cosas, lo que hace más a mi intento; y es, que los Socinianos, o Deístas, no necesitaban de otras cabezas, ni tienen otro apoyo más conocido en estos tiempos que los Pseudo-reformadores. El celo, y la afición que hemos tenido (dice{104} aquel Príncipe) por la pureza de la Religión, nos hace tolerar con mucha pena las doctrinas nuevas, que ciertos sectarios de Zuinglio, y de Calvino han derramado en nuestro Reino (de Hungría): y lo que aumenta nuestro pesar, es ver que nuestros buenos súbditos andan tan turbados, por la diversidad de opiniones nuevas que se vierten entre ellos, que no saben ya qué es lo que deben creer.”

Aquí no se da otro nombre a los Socinianos, que el de XC. La turbación va siempre a los Estados con tales sectas. sectarios de Calvino, y Zuinglio: de camino se manifiesta la extrema turbación que aquel Príncipe veía en sus Estados, por las nuevas opiniones de los Protestantes, y sus sectarios, a quienes había dejado entrar en ellos. Por más que procuremos apartar los ojos de estas revueltas que causan los Deístas, y todas las nuevas sectas, donde quiera que metan el pie (reservando esto para la obra que se sigue), no dejamos con todo eso de tropezar a cada paso con estos desasosiegos: ellos despertaron al fin la torpeza, y flojedad del Rey Sigismundo, para que mandase salir de Polonia a todos estos sectarios; tuvo con todo eso poco efecto su edicto, publicado en el año 1566; pues no dejaron de establecer todavía Iglesias en las Ciudades más principales: el año 1638 conservaban sus Estudios, y Colegios públicos.

XCI. Ocasión de proscribirlas la Dieta de Varsovia de 1638 y su conspiración descubierta año 1658.

Un sacrílego desacato que cometieron los Estudiantes Socinianos contra una santa Cruz, que estaba levantada en un camino real, movió a la Dieta de Varsovia, en el mismo año, a que se destruyera el Colegio, la Imprenta, la Iglesia, y a que saliesen del Reino sus Ministros: después en el de 1647 fue desterrado por la Dieta Jonas Slichtingio, por haber publicado un libro, intitulado Confessio Christiana, y fue quemado por el Verdugo. A pesar de tantos decretos públicos, conservaban el ejercicio de sus juntas hasta el año 1658. “Se supo entonces, que estos sectarios mantenían{105} tratos secretos con Ragotski, Príncipe de Transilvania, que invadía a la Polonia por una parte, mientras que los Suecos la entraban por otra. Esta noticia determinó a la Dieta de Varsovia a extirpar por entero en todo el Reino tan abominable herejía. Hizo, pues, una ley, que proscribió al Arrianismo, y obligó a los Arríanos, y Socinianos, comprendidos bajo un mismo nombre, a que abjuraran sus errores, o salieran del Reino. Dos años de tiempo se les concedieron para disponer de sus bienes. Confirmaron en adelante esta ley las Dietas generales, y fue ejecutada con todo rigor.”

XCII. Son también proscriptos de Transilvania.

Ragotski, aunque favorecido por ellos en Polonia, no los favorecía en Transilvania. Christoval Bathori, y Estevan, Príncipes del mismo Estado, habían hecho antes sus esfuerzos por desterrarlos de él. Se tomaron diferentes medidas para restablecer la Religión Católica, arrastrada por otros Príncipes sus antecesores: para esto fundaron el Colegio de Clausembourg; pero los Socinianos, hechos más insolentes, insultaron diferentes veces este Colegio, hasta que lo destruyeron en el año 1603. Aquí nota un Continuador de Fleuri{106}, que el Socinianismo no tuvo otro nacimiento, que el Luteranismo, y lo mira como una continuación necesaria de las incesantes variaciones de los sectarios.

XCIII. Reflexión al estado presente de Polonia.

¡Qué nos admiramos hoy, si vemos a Polonia, y Transilvania oprimidas de calamidades! Mas se debe admirar si ha podido sostenerse tanto tiempo contra tantas causas de ruina que sufría en su seno. Acostumbrados mucho ha a confederaciones particulares, que jamás compondrán Iglesia, ni Nación, celan todos, y combaten por sus empeños particulares, y no por el bien común, como suena en la boca de cada uno. Cuando no pueden contar con un día de subsistencia, se les ve perder muchos en disputarse la precedencia de asiento en las Juntas actuales, y en otros puntos tan poca importantes: una cristiana caridad los uniría mejor que un Patriotismo, y otras expresiones huecas, y caballerescas, de que hoy se llenan la cabeza muchos fieles, y los trae buscando aventuras ridículas: el dolor es, que la ruina de los Estados es entretanto cierta, y cuasi inevitable.

XCIV. Providencias infructuosas de Holanda contra los Sectarios.

La Holanda ha hecho diferentes decretos para arrojar muchas veces de sí a los Socinianos, conociendo el peligro que en ellos va a todo el Estado; pero era necesario que abandonase primero la Pseudo-reforma, de quien los Socinianos son unos efectos necesarios: por esto han sido poco eficaces sus providencias. Desde el año 1585 se empezaron a manifestar allí por un libro, que son siempre los emisarios, o correos, que entran delante de estos males en cualquiera país. En él se anunciaba el Deísmo desde su sobrescrito: se intitulaba Antithesis doctrinæ Christi, & Anti-Christi de vero Deo. Se hacia su autor Erasmo Juan, Rector del Colegio de Amberes, Doctor de la nueva Reforma. Zankio refutó esta obra en el año siguiente: luego vinieron ocho libros en su socorro, y sembraron el Socinianismo en Utrecht. De Polonia llegaron el año 1598 dos Misioneros Socinianos Ostorodo, y Waidovo, y tradujeron en lengua Flamenca muchos libros del mismo error. Los Estados los proscribieron con los Autores: no permitían que se enseñase el Socinianismo en alguna de las Provincias.

XCV. Los partidos de los Arminianos, y Gomaritas les facilitan más acogida.

Las disputas de los Remonstrantes, y Gomaristas, les abrieron después la puerta; pero con todo eso, los Estados generales, y los Sínodos, han mantenido la proscripción hasta el año 1643. Contra esta intolerancia se han quejado mucho los Socinianos: el Ministro Jurieu es uno de los que han escrito con más vigor para justificar dicha intolerancia: se queja también de que a pesar de todas las mencionadas providencias, la Holanda se halla inundada de estos Herejes.

XCVI. La revocación del Edicto de Nantes los aumentó en Holanda.

Después de la vocación del Edicto de Nantes por el celo y magnanimidad cristíanísima de Luis XIV, creció en la Holanda el número de los Socinianos, que iban revueltos con el arroyo de los Reformados que se refugiaron en aquellos países: así se dice que hay un gran número de ellos en las Provincias Unidas; pero “aparte de esto, (añade Moreri) es bien notable, que todavía ningún Príncipe, ni Estado, hizo profesión pública del Socinianismo.”{107}

XCVII. Observación sobre la transformación de estas sectas.

No debo omitir una observación acerca de este excesivo numero de Socinianos, y Deístas, que se suponen en los países Protestantes, y con ella concluiré este artículo. Mi observación comprende tres partes, y son: la primera, que los Protestantes no subsisten, ni parecen; porque se convierten, o resuelven en Socinianos. Segunda: los Socinianos, como dice Moreri, aunque son tantos, no componen todavía algún estado, y es porque se convierten, o resuelven en Deístas del tercer estado. La tercera: de estos Deístas se puede decir aun más, y es, que siendo tan antiguos como Caín, y haber tantos Cofrades, apenas pueden contar algún establecimiento donde se profese su doctrina.

XCVIII. Los Reformados van despareciendo en Socinianos, y Deístas.

Los Protestantes se van desapareciendo, y resolviendo en Socinianos, y Deístas. Cualquiera espíritu{108} se hace inestable por el pecado. ¿Qué nos admiramos de la inestabilidad de los Protestantes, cuyos principios lo son de todo pecado? Se les ha hecho ver muchas, veces, y la experiencia lo dice mejor, que es tan imposible subsistir en ellos, como detenerse a sí mismo en el aire uno que se precipitó de lo alto de una roca. Por esto, como antecedentemente queda indicado, ellos son los que han untado el precipicio para el Socinianismo, Deísmo, Ateísmo, y éstos no son sino diferentes grados a que se cae desde la Pseudo-reforma. En este sentido se les acusa, y convence de Socinianos, Deístas, &c.

XCIX. Documento de Rousseau, que lo prueba.

Además de los documentos ya alegados, añadiré otro, que no tendrán por sospechoso: éste se toma de Juan Jacobo Rousseau, quien en sus disputas con los de Ginebra, los convence de que son Socinianos, y Deístas. Aun hace ver contra los Ministros, que no puede ser otra cosa, y que todo hombre consiguiente, y verídico debe ser{109} Católico, o caer hasta el Deísmo: que no hay medio entre estos extremos sino la hipocresía, y la simulación: que el temperamento, que los Protestantes afectan mantener, es contradictorio, y ridículo: que es necesario, o quedar sobre una autoridad, y regla viva, que decida los dogmas, o atenerse a la razón sola: en el primer caso están los Católicos; y en el segundo los Deístas, Socinianos,&c. Prueba después,{110} que los Protestantes han llegado ya a este ultimo caso; los acusa de la contradicción que hay entre sus doctrinas, y su práctica; y afirma, que no han tenido que responder a los Católicos siempre que han hecho este argumento contra sus primeros Reformadores.

“¿Cuánta ventaja, y cuál triunfo, dice{111}, no han dado a los Católicos sobre este punto? Es una miserable compasión ver (a los Reformados) desvariar neciamente desde que los traen a este artículo. Estas contradicciones no prueban otra cosa sino que los Protestantes siguen a sus pasiones más bien que a sus principios.”

C. Solamente los detiene el qué dirán los católicos.

No arriesgara mucho en decir, que aquellos siguen a sus pasiones, y a sus principios, que no están reñidos entre sí; antes sus principios son dictados por sus pasiones. De ambas causas resulta el que apenas tienen ya el nombre, y exterioridad de Reformados, y Protestantes, y aun esto es por un temor que los ha ocupado siempre del ¿qué dirán los Católicos? En un escrito, intitulado: Mis Reflexiones,{112} se alega un discurso hecho por cierto Censor, o Juez, del escrito de Petit Pierre, que descubre bien esto. Parece que un Ministro de ellos enseñaba que las penas del Infierno no serán eternas. Este fue uno de los errores de Socino{113}, y lo es hoy de sus sectarios, y de los Deístas menos rígidos: sobre esta doctrina caía el discurso referido en el citado escrito. Quéjase el dicho Juez de que se enseñen estos y otros errores en la Reforma. “¿Qué triunfo (añade) no damos por aquí a nuestros vecinos los de la Iglesia Romana, que sin esto no han dejado de tener muy mala opinión de nuestra Reforma? ¿Qué dirán si toleramos que se enseñe contra el artículo de la eternidad de las penas del Infierno?”

Es muy débil freno este respecto del qué dirán los Católicos, para detener largo tiempo el ímpetu de unas pasiones puestas ya en movimiento rápido hacia toda libertad. Era, pues, forzoso que la Reforma cayese en el Socinianismo.

CI. El Socinianismo desaparece en Deísmo, y éste muda continuamente de estado.

Éste no podía tampoco quedar aquí mucho tiempo: él comenzó por el Arrianismo: al principio esto les bastaba, y era entonces mucho el llamarse Arríanos. Fausto Socino se empeñó en adelantarse a Lelio su tío; y se avanzó hasta poner al Socinianismo en el primer grado del Deísmo. Aun aquí no duró mucho; y el Deísmo se mudaba de mal en peor, hasta venir a caer en el tercer grado, que parecía el pésimo. ¿Se detuvo aquí su curso? Nada menos. En el día apenas parecen estos Deístas cual ellos mismos se pintan. Vamos a verlo.

CII. A pesar de todo, el Deísmo apenas se encuentra como se describe.

El Deísmo en su tercer grado, o estado, se halla reducido a dos, o tres artículos, u obligaciones, que son: adorar a un Dios; ser justo, y amar a la Patria. Así Voltaire, en su Poema de la Ley Natural, el Autor del Examen importante, y otros. Este último lo reduce a dos puntos. “La única Religión{114} que se debe profesar (dice) es aquella que manda adorar a un Dios, y ser hombre de bien. El gran nombre de Teísta, que no se respeta bastantemente, es el único que se debe tomar.” Quiere decir, que no debe haber otra Religión que la natural, o el Deísmo.

CIII. Se disipan sus caracteres por ellos mismos.

¿Y quiénes son éstos, o dónde viven? Quiero decir, ¿dónde hay esta Religión de adoradores de un Dios, que son justos, y aman a la Patria? ¿Los que se dicen Deístas, adoran a Dios? Lo primero, ellos mismos se descartan presto de esta obligación; y dicen claramente que no es menester adorar a Dios, y que basta sin esto el ser justo. Así el autor del Cristianismo descubierto, el de las Cartas a Eugenia, y el del Contagio sagrado.

CIV. El primero que es adorar a un Dios.

Lo segundo: Voltaire llama una lisonja indigna de la Divinidad el darle culto. Dice que Dios, asentado en su gloria, no tiene necesidad de estas ceremonias, de cualquiera género que sean; ni que es celoso de su grandeza, para echar menos estos obsequios, y alabanzas, que serían unas adulaciones. Igualmente, condena al culto verdadero, que a todos los otros cultos falsos. ¿Las alabanzas (dice) los votos, y las promesas serán algún obsequio al poder de Dios? ¿Es acaso aquel pueblo altivo, y conquistador de Bizancio, o el sosegado Chino, o el indómito Tártaro, los que solamente conocen su esencia, y su voluntad? Pero apartemos la vista de este cúmulo de impostores aborrecibles: porque todos están engañados con la diversidad de sus ritos, costumbres, y rendimientos.

Según esto, todos están engañados acerca de esta primera obligación de la Ley natural, sin embargo que nadie la puede ignorar, y que “la moral uniforme de todos los tiempos, y lugares hasta los siglos sin fin, nos hablan de ella en nombre del mismo Dios.” ¿Cómo es que estando todos engañados acerca de la ley natural, todos nos predican la verdad de la ley natural? Esto es, que todos nos predican lo mismo que ignoran, y aun lo que contradicen. Es lo mejor, que condenando a los Chinos, Tártaros, y a todos, por ignorar la ley natural, todavía nos dé a la China{115}, al Japón, &c. por teatros donde habla, y da gritos esta ley, diciendo: adora a un Dios.

CV. Implicación de Voltaire en negar el culto exterior.

Quizá querrá este Deísta reprobar solamente el culto exterior. Deseará que no haya alguna ceremonia externa, ni algún símbolo con que se signifique el respeto a la Divinidad. Dirá que se reconcentre en el interior toda la devoción, de modo que ni aun se puedan cerrar los ojos, y abrirlos, como hacía él en sus coloquios con Clark. Así lo quiere dar a entender en sus Misceláneas, o en su Cajón de Sastre.{116} “¿Se han acabado (pregunta) los moldes de los que amaban la virtud por sí misma, como un Confucio, un Pitágoras, y un Sócrates? ¿Había en tiempo de estos virtuosos puros tropas de devotos en sus pagodas, que anduviesen de romería en romería, y se arruinasen con las ofrendas? ¿Estaban en uso las maceraciones, o se hacían castrar los Sacerdotes de Cibeles para guardar continencia? ¿De qué proviene que entre todos estos mártires de la superstición no se cuente en la antigüedad un solo hombre grande, un solo sabio?”

CVI. También el segundo, que es ser virtuoso.

Ve aquí, pues, descargado el Deista de la primera obligación de la ley natural, que es adorar a un Dios, y reducido todo a ser honesto, y virtuoso, como supone a Sócrates, Confucio, &c. y como dicen los otros Deístas citados antes. Querrán que los hombres sean honestos, y virtuosos, no por algún Dios, sino por la virtud pura, como se acaba de explicar. ¿Qué virtud será la que no está con la adoración, y reconocimiento de Dios? ¿Qué virtud, ni hombría de bien puede haber en un Ateísta? No se diga que éstos no niegan, ni desconocen a Dios. Porque el mismo Voltaire, que lo ve predicado por la naturaleza, todavía dice, que no es cierto para él el que hay un Dios Criador{117}. Pues él mismo dice también{118}, que el Ateísta ni como particular, ni como persona pública puede ser virtuoso, o no ser perjudicial a la sociedad.

CVII. Se desvanece el tercero, que es amar a la Patria.

Pues este Deísta, que es más bien Ateísta, tampoco amará su patria. El Autor del libro de l’Sprit, tiene por una virtud de capricho, y vana, el amor de la patria. Ve aquí cómo una por una se han disipado entre ellos mismos sus obligaciones de la ley natural; y toda la Religión del Teísmo, o Deísmo. ¿Dónde (vuelvo a preguntar) está el Deísmo? Estoy por decir, que es aun más imposible hallar tales Deístas, que a los Ateístas.

CVIII. Resulta lo que son realmente los Deístas, y su número debe ser grande.

Resulta, pues, de todo lo dicho, que si se puede formar algún juicio sobre una raza tan obscura, y desemejante a sí misma, es, que los Deístas del tercer estado son en realidad de verdad una multitud de hombres bestiales sin alguna piedad natural, ni sobrenatural. Su ciencia consiste en dar por regla los antojos de las pasiones, y reducir a arte, y a método la inclinación a pecar. Su política, y ley suprema es la independencia absoluta, y sin limitación. Sus congregaciones son los convites, o los ágapes: las mesas son sus altares; su Dios es el vientre; y su fin es el exterminio, o la aniquilación. El número de estos ha sido cuasi siempre infinito. Antes del Diluvio se multiplicaron, y apenas se escapó del contagio una familia de ocho personas. Después del Diluvio fueron creciendo; y cuando vino Jesucristo a salvarnos, halló a poquísimos que no fuesen incrédulos, e injustos. El misterio de la Redención desterró a la impiedad, a la incredulidad, a la injusticia, cuasi del mundo, por medio de una Iglesia que se dilató hacia todos los fines de la tierra. Esta Santa Iglesia dura hasta hoy con la misma doctrina que creyó, y enseñó en tiempo de los Apóstoles, y después en todos los siglos; pero prevaleciendo hoy la corrupción de nuestro corazón, y resfriándose sobremanera la caridad, se estrecha demasiado el número de los verdaderos Cristianos; inclinándose las Naciones enteras a caer en la antigua barbarie del Gentilismo. Quien hoy considerare atentamente el teatro del mundo, y le comparare con su imagen de los siglos pasados, verá si hay bastante fundamento para temer, sin adivinar, que está próximo a revelarse el hombre de pecado. Quizá no habrá otra definición más precisa, ni más ajustada a la mucha malicia de los Deístas. Parece que no tienen otro objeto, ni otro fin que el pecado, y aun hacerlo adorar de todo el mundo. No será, pues, temeridad el pensar, que así como han sido los primogénitos del pecado de Caín, sean también los progenitores del Anticristo, que cerrará el curso de la malicia humana, y cooperará a que se llene el número de los predestinados, que comenzó en Abel.

Ved aquí todo el Deísmo por mayor, y aun lo que se puede juzgar de ellos en singular. No se quejarán de que les derogamos, ni ocultamos cosa de cuanto se puede presumir, y sospechar de su origen, y progresos. Nadie escribió hasta ahora su historia; y pueden reconocernos a los Católicos el saber de su nombre, y padres esto poco que quizá ignoraban ellos mismos. Los que tuvieren por dudosa, o incierta alguna de las cosas referidas, podrán descubrirles otro origen, y principios más bien probados. A mí poco me interesa el que se queden sin alguno, como los hijos de la noche, y del pueblo; o que sean una generación casual de las tinieblas, y del desorden: siempre será esto verdad, y ya lo dejo indicado; pero todo esto me toca menos, mientras que enteramente me aplico a que se prevengan sus funestas consecuencias. Este es el objeto principal de toda esta obra, de lo que se dirá en los artículos que siguen, y en especial del cuarto, donde se habla de los Filósofos Gentilizantes, resultará todavía alguna más luz para la historia de los Deístas.

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{1} Quemadmodum antiqui fores suas exornare solent, aut aliquo è Gentium diis, aut corvo, aut vulture, aliovè antipagmento; ita hodie quoque non immerito in usu est, ut illecebra aliqua in operis ingressu allectent lectorem ad perspectanda ulteriora. Gerard. Joann. Voss. in Art. Historic. cap. I.

{2} Plat. Dialog. de Fedro.

{3} Ezech. cap. 8. v. 8.

{4} lbid. v. 3. 5.

{5} Ezech. cap. 8. v. 11.

{6} Ezech. cap. 8. v. 13.

{7} lbid. v. 16.

{8} lbid.v. 17.

{9} Dictionaire Antiphil. art. Tolerance, tom. 2. pag. 189. Le Déisme n’a commencé qu’au seizieme siecle; encore même ne s’est-il pas d’abord produit sous cette idée odieuse. C’est le Socinianisme qui lui à applani les voies. On auroit d’abord eu horreur d’un Philosophe, qui auroit osé nier Jesus Christ. Socin, sans le nier, sans paroître abroger les Mysteres, enlevoit cependant la clef de la Religion, en renouvellant avec l’Arianisme une foule d’autres erreurs. Il étoit évident que la Religion qu’il changeoit en Philosophie, alloit aboutir bientôt à une Religion purement naturelle; et par un nouveau progrès inséparable de l’erreur, ce Déisme étant sans principe deboit nécessairement dégénérer en secte Philosophique. Delà, le vrai Déisme, ensuite le Matérialisme, l’Athéisme. Voilà le berceau & l’histoire abrégée de ce monstre moderne,

{10} Sianda Lexicon Polem. verb, Deista, dicti etiam Trinitarii, & Neatiani, vel Ariani novi anno Domini 1564 ex Luterana secta exorti sunt in Polonia, & Galiam irrumpentes anno 1566. Lugduni suas impias assertiones promulgarunt, sed adeo intrincatas & obscuras & variabiles, ut difficile sit percipere quid velint exprimere. Horum auctor fuit Gregorius Pauli, Minister Cracoviensis, adeò effrenatus, ut suprà Luterum & Calvinum revelationes divinitus acceptas jactaret, meliùs dixisset à diabolo: etenim non nisi in diaboli Scholâ Luterus & Calvinus fuerunt edocti. Sibi soli reservatam Antichristi eccisionem asserens : Schema produxit ad instar templi in cujus tecto erat Luterus tegulam projiciens; cujus parietes Calvinus concutiebat, & fundamenta ab ipso subversa representabat, addita hac inscriptione : Non omnia Deus Lutero dedit; plura Calvino; mihi & meis majora.

{11} Moreri, Diction. Histor. art. Deista.

{12} Sianda Lexic. Polemic. verb. Deist, Insuper Deistæ vocantur illi quicumque sunt sine lege, sine pietate, sine religione viri, qui circa Dei existentiam ita errant, ut ab Arheis in hoc diferant, quòd Deum quidem exsistere teneant, & hoc solum, quòd exsistat, de illo necessario credendum aserant: Deum verò ipsum colendum quidem, sed colendi modum unicuique liberum, & solo rationis lumine definiendum esse dicant. Quapropter Deistæ, Libertini, Indiferentes, Philosophi vulgo sunt nuncupati. Deistæ autem vocantur, quod Deum exsistere, & nihil aliud necessario credendum aserant. Libertini veró, quòd modum colendi Deum ex libero uniuscujusque pendere velint arbitrio. Indiferentes, eo quod consequenter aserant religiones omnes ita indiferentes esse, ut quemlibet in qualibet salvari posse doceant.

{13} Nonot. tom. 2. de los Error. cap. 3. n. 6.

{14} Wolff. Theolog. Natur. Part. 2. sect. 2. cap. 2. §. 530. Naturalista dicitur, qui religionem naturalem solam agnoscit necessariam, revelatam autem vel rejicit tanquam falsam, vel saltem non necessariam agnoscit.

{15} Id. ibid. §. 529. Deista à nobis dicitur, qui Deum exsistere concedit, eum tamen res humanas curare negat, seu providentiam divinam negat. Unde Deismus in negatione providentiæ Numinis consistit; cujus exsistentia admititur.

{16} Mr. Bergier Apolog. tom. 2. pag. Mihi 285. Avant que d’embrasser le Déisme, il faudroit savoir du moins en quoi il consiste, et quelle est la profession de foi des Déistes; voilà sur quoi nous ne sommes pas encore instruits, puisqu’ il n’y en a pas deux qui convienent entr’eux de la même croyance. Que dis-je! Dans tous les Livres que l’on a faits pour enseigner le Déisme, il n’en est pas un seul où le même dogme soit enseigné constamment.

{17} Voltaire. Diction. Philosoph. articl, Déistes.

{18} Helvet de l’Sprit. Discur. 2. cap. 24. Les Turcs dans leur religion admettent le dogme de la nécessité, principe destructif de toute religion, et qui peuvent, en consequence, être regardes comme des déistes.

{19} Mr. Pluche. Spectacul. de la Natur, tom, II. conversac. 2. pág. 22.

{20} Examen importante pág. 214

{21} Genes. 4. v. 26.

{22} Pagnin. Batabl. Oleast. ad vers. 13. cap. 4. Genes.

{23} Matth. cap. 6. v. 34. Sufficit diei malitia sua.

{24} Joseph. Antiquit. lib. 1. cap. 3.

{25} Genes, cap. 4. v. 17.

{26} Id. ibi v. 20.

{27} Tertulian. lib. de Monogam. cap. 5. Numerus matrimonii à maledicto viro cœpit. Primus Lamec duabus maritatus, tres in unam carnem effecit. Hieron. lib. 1. contra Jovinian. Primus Lamec sanguinarius & homicida unam carnem in duas divisit uxores: fratricidium & bigamiam eadem catachismi delevit pœna.

{28} Genes. cap. 4. v. 22.

{29} Id. cap. 6. v. 2.

{30} Tertulian. lib. 2. de Cultu fæminarum, cap. 10. Funda esta conjetura. Allí da el origen del mundo muliebre, como los aromas o bálsamos, los adornos de oro, plata, y piedras para su pompa. San Cipriano sigue esta sentencia. De Disciplina & habitu virginum.

{31} Genes, cap. 6. v. 4.

{32} Ibid. v. 5.

{33} lbid. v. 11. 12.

{34} El Autor del Christianism. devoil. pag. 40. extraña esta expresión como está en la Escritura, sin querer advertir que Dios habla en ella a estilo de hombre, o a manera que suelen los hombres entenderse, que es en el modo en que yo la rodeo: no haciendo a Dios capaz de dolor ni de penitencia; pero haciendo tan digna de dolor a la malicia de los hombres, que si Dios fuera capaz de esta pasión, se hubiera arrepentido mil veces de habernos criado, atendiendo a nuestra indigna correspondencia.

{35} Euseb. Preparac. Evang. cap. 4. lib. 5. Peretius hic.

{36} Genes, cap. 6. v. 4.

{37} Job cap. 22. v. 20. Nonne succissa est erectio eorum, & reliquias eorum devoravit ignis? Hæc (añade Calmet, Præfat. in Job) ad cives Sodomæ, & Gomorræ dignos Gigantum antediluvianorum successores spectant. Y sobre el mismo verso adelanta esta versión del original: Substantia nostra nonne deleta fuit, & eorum reliquiæ nonne igne fuerunt absuntæ? Lo que entiende de los impíos, que fueron destruidos por elevarse contra Dios, y negar su providencia.

{38} Christianism. devoil. pág. 40. 3. Letr. à Eugen. pág. 68.

{39} Job cap. 22. v. 17.

{40} Luc. 5. v. 23.

{41} S. Hieron. qq. Hebraic. in Gon. Beda in Job cap. I. vel quisquis fuerit Auctor.

{42} August. lib. 8. de Civit. cap. 47, Chrisost. Homil. 2. de Pacientia.

{43} Incognitus in Psalm. 93. v. 1. Fecit istum Psalmum Moyses ad stirpandum unum errorem qui suo tempore per mundum seminabatur, quo multi de populo Israël erant corrupti. Qui error erat, quod Deus non regit ista inferiora, neque de illis curat; quia cum Deus sit summæ sapientiæ, ac potestatis & summe bonus, si ista guobernaret in istis inferioribus nihil inordinatum fieret, &c. Es poco atendida esta opinión del incógnito,

{44} Psalm, 77. v. 19. Et male locuti sunt de Deo, & dixesunt : Numquid poterit Deus parare mensam in deserto?... Numquid panem poterit dare, aut parare mensam populo suo? Et alibi.

{45} Psalm. 93. à v. 3. Psalm. 17. & 72. v. 6. 8. 11. 12. & alii.

{46} Eccles. cap. 3. v. 18. 19. 20. 21. 22… S. Gregor. Taumaturg. & S. Gregor. Magn. lib. 4. Dialogos. cap. 4.

{47} Eccles. cap. I. v. 8. 9. 10.

{48} Eccles. cap. 5. v. I. 5. 6. 7. 8.

{49} Id. cap. 12. v. 7.

{50} Isaiæ 5. v. 19. 20. 21. & 22.

{51} S. Hieron. in Isai. Cap. 6. init.

{52} Así piensa el Deísta del atributo de la Providencia… Dice que destruiría el reposo de Dios, mientras no turba, sino el suyo propio. Es como el ebrio, que no conociendo el mareo de su cabeza, cree ser la casa, el Cielo, y todas las cosas, las que andan turbadas, y que él está sereno.

{53} Apud Laert. de vita Philosophor. lib. 10. pág. 785. Primum quidem deum esse animal immortale ac beatum putans, sicut communis de deo dictat intelligentia, nihil illi aut ab immortalitate aut a beatitudine alienum applicans: cæterum omne quod illius cum immortalitate beatitudinem servare possit, de eo opinare. Dii nempe sunt: tu certa est illorum cognitio: non tamen tales sunt cuiusmodi eos plerique arbitrantur… Yo he seguido la traducción, que tiene Mr. Batteux. pág. 186.

{54} Gassend. Apud Batteux ibid. en la nota.

{55} Dictionaire Antiphil. art. Déistes.

{56} La toga de varón se daba entre los Romanos a los 17 años; con que es decir, que Lucrecio murió teniendo Virgilio 17 años de edad.

{57} Psalm. 17. v. 12. Job cap. 22. v. 14.

{58} Josef. Antiquit. lib 3. cap. 9. & de Bello Judaic. lib. 3. pag. 788.

{59} Basnage Histor. de los Judíos, tom, 4. lib. 5. cap. 13.

{60} Gregor Nicen. apud Theophilat. super illud ad Hebræos: Nunc autem semel in consummatione saeculorum: ait sapienter expectavit animarum Medicus, donec universa malitiæ ægritudo panderetur.

{61} D. Paul. ad Rom. 11. v. 32. Conclusit Deus omnia in incredulitate, ut omnium misereatur.

{62} D. Bernard. Homil. t. Adventus.

{63} D. Judas Epist. Cathol. á v. 3.

{64} Epist. Canon, v. 4. Subintroierunt enim quidam homines… impii, Dei nostri gratiam transferentes in luxuriam, & solum (unicum) Dominatorem, & Dominum nostrum Jesum Christum negantes… Quieren algunos entender todo esto de Jesucristo. Al P. Calmet pareció también que la Vulgata no significa más; pero realmente significa bien distintamente a dos personas: al Dominador universal, y natural, y a nuestro Señor Jesucristo… Es muy de notar esta precisión con que aquí habla, no expresando a la Divinidad, sino puramente al cargo de la dominación, o de Dominador: lo que demuestra después el verso 8. Dominationem spernunt, Majestatem autem blasfemant.

{65} Calmet hic: Credunt plerique, ab his hæreticis neglectas fuisse temporales, & legitimas Potestates in terris a Deo constitutas ad pacem rectumque ordinem servandum.

{66} Calmet ubi supr. Apostoli, Sanctus Petrus, & Paulus in Epistolis suis nihil magls fidelibus commendarunt, quam obedientiam Principibus, & Magistratibus fortasè quod illi hæretici flagitioso suo vivendi genere locum præbebant, ut fuboriretur suspicio, omnes Christianos in eadem esse sententia, & Principibus officia sua detrectare.

{67} Epist. Cathol. v. 12. Hi sunt in epulis suis maculæ convivantes sine timore. D. Petrus Epist. 2. cap. 1. v. 13. Coinquinationes, & maculæ delitiis affluentes in conviviis suis luxutiantes vobiscum.

{68} Calmet ubi supr. v. 18. Hæretici, de quibus sæpè locuti sumus, hujus erant figliræ, sine verecundia, sine lege, sine Religione, veri Cinici, & veri Epicurei.

{69} Plotin lib. 18. contr, Gnósticos, pág. 213. & seq.

{70} Epist. Cathol. v. 10. Hi autem quæcumque quidem ignorant, blasfemant. Et D. Petrus Epist. 2. cap. 12. Hi vero velut irrationabilia pecora naturaliter in captionem, & perniciem in his, quæ ignorant blasfemantes, &c.

{71} Epist. Cathol. v. 9. Cum Michaël Archangelus cum diabolo disputans… non est ausus judicium inferre blasfemiæ: sed dixit: imperet tibi Dominus.

{72} Calmet supr, v. 16. Murmuratores quærulosi. At quanam de re querebantur? De severitate legum, & Magistratum, qui impudicissimos eorum cætus non ferebant: de Pastorum Ecclesiæ Jesu Christi diligentia, & cura, qua eorum turpitudinem aperiebant, & prohibebant, ne audirentur, ne reciperentur hospitio, ut salus illis diceretur.

{73} Calmet sup. illud v. 18. Illusores: Qui religionem, & sanctissima quælibet in jocum traducunt; & qui contemptu, & miseratione dignos putant eos, qui permanent in simplicitate, humilitate, & obedientia, quam nobis inspirat religio.

{74} v. 19. Hi sunt, qui segregant semetipsos. Et v. 11. In contradictione Core perierunt.

{75} Calmet v. 17. Memores estote verborum, quæ prædicta sunt ab Apostolis. 2. Petr. Cap. 3. v. 2. Venient in novissimis diebus illusores, juxta proprias concupiscentias ambulantes, dicentes: Ubi est promissio, aut adventus ejus? Et 1. ad Timoth. cap. 4. 1. Spiritus autem manifestè dicit, quia in novissimis temporibus discedent quidam à fide, attendentes spiritibus erroris, & doctrinis dæmoniorum… Cauteriatam habentium suam conscientiam. Et 2. ad Timoth. cap. 3. 2. Erunt homines seipsos amantes, cupidi, elati, superbi, blasphemi…

{76} Epist. Cathol. v. 22. 4. Et hos quidem arguite judicatos… qui olim præscripti sunt in hoc judicium.

{77} v. 14. Prophetavit autem de his Henoch. Dicens, &c.

{78} S Epifan. hæresi 38. Apud. P. Siandam Lexicon Polemic. verbo Caiani.

{79} Sianda ibidem & Banrrast Hist. Hæreticor. sæculo 2. pág. 20. 21.

{80} Melanct super cap. 8. ad Roman. Lucr. in Assertion art. 36. Según Belarmino se retrataron éstos después. Belarmin. lib. 2. de Statu peccati. Cap. 1.

{81} Siand. verbo Sodomita.

{82} Sianda verbo Gregorius Pauli.

{83} Socrates lib. 1. Histor. cap. 5. Sozomen. lib. 1. cap. 5. apud Fleuri lib. 10. sæcul. 4. edición latina, tom. 5. pág. 99.

{84} Los Arrianos sacan también su género de continuación de los Maniqueos. Negaban éstos la verdad de la Trinidad, convirtiéndolo en alegorías impertinentes, según Pedro Sículo, init. libr. de Histor. Maniqueor. Esto trae la continuación de la historia de estas dos sectas, y comprueba, que los Socinianos, o nuevos Arrianos, y Deístas son Maniqueos.

{85} S. Athanas. orat. t. in Arr. pág. 305.

{86} S. Epiphan. hares. 69. Fleuri. lib. 10. sæcul. 4. tom. 3. pag. 100.

{87} Siand. Lexic. Polemic. art. Aristotelici: sunt idem, ac Arriani, ut constat ex D. Epiphanio, qui quatenus syllogizantes de generatione Filii. quam nemo potest enarrare, quia non poterant secundum philosophica principia, de eadem discurrere contra eamdem blasfemabant, negantes Filium esse posse coæternum Patri, sic it sipienter blaterantes, non philosophantes. Si verbum erat, quomodo genitum est; si vero genitum est, quomodo erat? Solvit hoc Aristotelicorum sophisma S. Epiphanius.

{88} D. Epiphan… ibid.

{89} S. Athan. Epist. ad Solitar. pág. 843. Cum Arrianos, quos Pater ejus (habla de Constancio) Porfirianos apellabat in Ecclesiam inducere annititur?

{90} Act. Concil. Aurelian, apud Labb. t. 9.

{91} S. Bernard. serm. 65. & 66. in Cant. En el Serm. 65 prueba, que los Maniqueos, o Petro-Brusianos revelaban aquel misterio de iniquidad prevenido por San Pablo 2. Thess. 2. 7.

{92} Bossuet. Histor. de las Variaciones lib, 11. n. 49. 50. 53. 54. &c.

{93} Beza Hist. libr. 1.

{94} Lateran. 2. por Innoc, Il. año de 1132.

{95} Los que hablan de Gregorio Pauli, le atribuyen la misma jactancia, con una empresa semejante: pudo ser, que muchos de ellos se jactasen de una osadía. Infeliz emulación!

{96} Jur. Apud Bossuet A vertis. 6. pág. 3. n. 5. Le rideau a été tiré, l’on a vu le fonds de l’iniquité, et ces Messieurs se sont presque entierement découvertès depuis que la persecution les a dispersés en des lieux où ils ont cru pouvoir s’ouvrir avec liberté.

{97} Bossuet ibid.

{98} Artic. Lelio Socino.

{99} El apellido de Servet no es natural de Aragón como lo hace aquí Moreri, poco exacto en lo que trata de Genealogías. El Diccionario Antifilosófico habla con sobrada ambigüedad en cuanto el origen de Servet: porque dice, que, o nació en Villanueva, del Reino de Aragón, año de 1509, o en Tudela de Navarra año de 1511. En Aragón hay muchos Pueblos con este nombre. En Tudela no hay memoria de Familia, que llevase este apellido.

{100} Artic. Fausto Socino,

{101} Fleuri, año 1561. lib. 157. n. 75. edit. París. 1756.

{102} Fleuri, ubi supr. n. 88.

{103} Fleuri, ubi supr. n. 80. 82.

{104} Véase en Fleuri, ubi supr. n. 88.

{105} Moreri artic. Socinianos.

{106} Mr. Morenas, Continuat. De l’Hist. de Fleuri, tom. 1. pág. 58.

{107} Moreri, Diccion. art. Socinianismo.

{108} Jerem. Trenor. cap. 1. v. 8. Peccatum peccavit Hierusalem, propterea instabilis facta est.

{109} Rouss. letr. 1. Ecrit. de la Montag. pag. 53. 54.

{110} Juan Jacobo Rousseau, ubi supr. pág. 49.

{111} Id Letr. 2. Ecrit. de la Montag pág. 50. Quelle prise n'ont-ils pas donnée en ce point aux Catholiques, & quelle pitié n'est-ce pas de voir dans leurs défenses ces savants hommes, ces esprits éclairés, qui raisonnaient si bien sur tout autre article, déraisonner si sollement sur celui-là! Cès contradictions ne prouvaient cependant autre chose, si non qu'ils suivaient bien plus leurs passions que leurs principes.

{112} Quel triomphe sur nous (dit un de ses Juges de Petit Pierre) ne donnerions-nous pas par-là à nos voisins de l’Eglise romaine, qui sans cela n' ont déjà que trop mauvaise opinion de notre réforme? Si nous tolérons que l’on enseigne la durée bornée des peines de l’enfer, que diront les catholiques? Mes Reflexions, pieces justificatives, pág. 134.

{113} Natal Alexand. Histor. Ecclesiast. tom. 9. pag. 134. El Autor de la Religión esencial al hombre, &c.

{114} Poema de la Ley Natural.

{115} Cette loi souveraine à la Chine, aut Japon
Inspira Zoroastre, illumina Solon.
D’un bout du Monde a l’autre elle parle, elle crie:
Adore un Dieu, sois juste, & cheris la patrie.

{116} Melange, cap. 78. verbo Socrates.

{117} Voltair. Melang. Poem. sobre la Ley natural.

{118} Dictionair. Philosophiq. art. Athees.

{Transcripción íntegra, renumerando las notas, del texto de este artículo, tomo 1, Madrid 1774, páginas 1 a 74.}