Eloy Bullón Fernández (1879-1957)
El alma de los brutos ante los filósofos españoles (1897)
Biblioteca Filosofía en español, Oviedo 2001
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Capítulo VI

Los siglos XVII y XVIII

Sumario. Isaac Cardoso. – Su Philosophia Libera. – El alma de los brutos y la armonía de los elementos. – Fray Antonio Pérez. – Feijóo. – Su Teatro crítico. – Los animales discurren, tienen inteligencia, pero no razón. – La cuestión del lenguaje entre los animales. – Hervás y Panduro. – La libertad moral moral. – Piquer. – La psiquis y el pneuma. – Forner. – Villalpando. – Eximeno.

Cuando al punto en el capítulo anterior señalado habían llegado las cosas, en un período de decadencia ya para la filosofía española, apareció la Philosophia Libera, de Isaac Cardoso, obra digna de estudio por mil conceptos y a la que calificó con su acostumbrado acierto de egregia el sabio cardenal Fray Zeferino González. Isaac Cardoso era un médico judío [86] que, juntamente con Gómez Pereira y Francisco Vallés, fue uno de los más acérrimos debeladores del peripatetismo y, principalmente, de las formas sustanciales y de la materia prima, a la que llamaba con donaire vagina et amphora formarum. Como estos dos insignes escritores, pertenece Cardoso a los que podríamos llamar vivistas o eclécticos españoles, ciudadanos libres de la república de las letras.

Ya lo dice al principio de su obra, cuando pregunta: «¿a qué filósofo hemos de seguir?» y responde: «a todos y a ninguno, porque el estudioso no debe jurar en las palabras del maestro, sino elegir lo mejor de cada uno y lo que más se conforme a la razón y parezca más verosímil».

La Philosophia Libera fue publicada en Venecia en 1673, y al Senado de aquella ínclita ciudad la dedicó Cardoso, porque «a una ciudad libre –dice– debe dedicarse una filosofía libre también».

Pero vengamos a la cuestión del alma de los brutos. lsaac Cardoso escribe que el alma de éstos es corporal y se reduce a [87] la armonía de los elementos. Y como el fuego es el elemento más activo y movible, de ahí que el alma de los brutos, a fuer de tal, sea una partícula ígnea, templada por otros elementos.

Esta teoría, que no es enteramente nueva, pues ya la sostuvieron, en parte, Galeno y otros filósofos antiguos, revela una nueva fase en las opiniones defendidas en España acerca de los brutos, a saber: la de los que, rechazando las formas sustanciales de los aristotélicos, ponían en lugar de éstas una sustancia completa e independiente, espiritual en el hombre, corporal en el bruto.

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La doctrina de Vallés concediendo inteligencia a los brutos no cayó tan pronto en olvido. El sabio benedictino Fray Antonio Pérez refiere en su Laurea Salmantina que dicha doctrina fue seguida en su tiempo por algunos doctores de Salamanca. Pero el que la defendió en el siglo XVIII con gran cúmulo de razones, ya que no con íntimo convencimiento, [88] fue el eruditísimo P. Benito Feijóo, varón ilustre en quien, como ha dicho un insigne crítico {35}, «la Providencia quiso juntar las más varias aptitudes, el celo propagandista más fervoroso y la más inextinguible sed de ciencia y de doctrina, para que fuese luz y oráculo de su siglo, y acabara de romper de todo punto la barrera de incomunicación que la intolerancia escolástica había ido levantando entre la ciencia cada día más petrificada de nuestras aulas, y la ciencia extranjera que, siguiendo en parte el camino que en otro tiempo habían abierto los italianos y españoles, aspiraba cada día con más arrojo a la conquista del mundo físico y del mundo moral, por medio de procedimientos analíticos.»

La obra maestra del P. Feijóo, es el Teatro Crítico Universal {36}, [89] verdadera enciclopedia del saber, comparable a las Etimologías de San Isidoro, en la cual discute y razona con gran acierto y asombrosa erudición acerca de todo género de materias. En esta obra notable trata el filósofo ovetense muy por extenso del alma de los brutos, al examen de cuya cuestión dedica todo el discurso noveno del tomo tercero. Expone, en primer término, los diversos pareceres que acerca de los brutos enseñaron los filósofos, inclinándose a la opinión de los que piensan que Descartes no tomó su teoría del automatismo del libro de Gómez Pereira. Por lo que hace al libro de éste, no da muestras do conocerlo directamente, y menos aún de saber las controversias de que fue objeto, pues de otro modo no se puede concebir que escribiera que la Antoniana Margarita no tuvo éxito alguno y que cayó muy pronto en el olvido. Respecto de la cuestión, en sí misma considerada, al docto benedictino la parece más razonable la opinión comunísima que niega a los brutos razón y les concede inteligencia. No obstante, aunque sin [90] afirmar cosa alguna positivamente en la materia, el P. Feijóo indica a continuación algunas razones que le hacen fuerza en pro de la opinión que les atribuye inteligencia.

Estas razones las torna el P. Feijóo no de aquellas operaciones más notables que de los brutos refieren Plinio, Eliano, Mayolo, Alberto Magno y otros escritores (como lo habían hecho casi todos los que a los brutos concedían dicha facultad), sino de los hechos más frecuentes y comunes, que están patentes a la observación en cualquier animal doméstico. Entre otros argumentos de menos fuerza propone el siguiente: «Llega el perro siguiendo a la fiera, a quien perdió de vista en un trivio o división de tres caminos, e incierto de cuál de ellos tomó la fiera, se pone a hacer la pesquisa con el olfato. Huele con atención el primero, y no hallando en él efluvios de la fiera, que son los que le dirigen, pasa al segundo; hace el mismo examen en éste, y no hallando tampoco en él el olor de la fiera, sin hacer más examen, al instante [91] toma por el tercero. Aquí parece que el perro usa de aquel argumento que los lógicos llaman a sufficienti partium enumeratione, discurriendo así: la fiera fue por alguno de estos tres caminos; no por aquél, ni por aquél; luego por éste».

Este argumento, que como vemos no deja de tener fuerza, fue ya propuesto por San Basilio y por Santo Tomás, el cual lo resolvió diciendo que en el caso presente del perro, y otros semejantes, no hay razón, elección, ordenación o dirección activa de parte del bruto,sino sólo pasiva; esto es, los ordena y los dirige la razón divina, del mismo modo que ellos lo hicieran si tuviesen uso de razón.

Esta manera de resolver la dificultad no agradó al sabio benedictino, y así escribe: «Con el profundo respeto que profeso a la doctrina del Angélico Maestro, y hecha la salva de que en conocimiento de la admirable sublimidad de su divino ingenio, aun cuando encuentro en su doctrina alguna que otra máxima que no se acomoda a mi inteligencia, creo que es por cortedad mía, me será lícito [92] proponer los reparos que me ocurren sobre dicha solución.»

Responde, en efecto, el P. Feijóo con notable sagacidad, diciendo que la tal solución conduce a la teoría del autornatismo, y además que, aun cuando Dios mueva a obrar a los brutos, no les quita, como no se lo quita al hombre, que sus actos sean vitales y cognoscitivos.

Después el P. Feijóo esfuerza aún más sus argumentos, y por último, respondiendo a las objeciones de los adversarios, niega que los animales de una misma especie obren con la uniformidad que algunos quieren, pues unos son más sagaces y otros más rudos, unos más demesticables y otros más ariscos; y niega también que de la racionalidad de los brutos se siga su libertad y la espiritualidad e inmortalidad de sus almas. Más aún: según su parecer, aún concedida razón a los brutos, no sería preciso reformar la definición común del hombre, pues la racionalidad de éste es muy superior a la de los brutos, que sólo raciocinan a simili y a sufficienti partium emumeratione. [93]

El P. Feijóo cree que el alma de los brutos no es materia, aunque sí forma material por depender de la materia en el hacerse, en el ser y en el conservarse, lo cual se colige evidentemente de que, todas las operaciones de los brutos están reducidas a la esfera de la materia.

Finalmente, pregunta el P. Feijóo si los brutos tienen locución propiamente tal, por la que se entiendan entre sí los de cada especie, a lo cual responde negativamente, pues «el lenguaje –dice– consta de voces inventadas al arbitrio y signicativas ad placitum; pero las de los brutos no son tales, sino inspiradas por la misma naturaleza».

Los razonamientos del P. Feijóo en la cuestión del alma de los brutos, como vemos, no dejan de ser dignos de alabanza, y aunque sus pruebas en pro de la racionalidad de dichos seres no sean del todo concluyentes, no se puede negar que son bastante ingeniosas, y además es de advertir que él las propuso, no con íntima convicción, sino con cierto recelo de su veracidad. En lo que dice al hablar de [94] Santo Tomás, se echa de ver que también Feijóo debe contarse entro los que antes llamé pensadores españoles indeliendientes, es decir, combatidores acérrimos del Magisler dixit, aunque por otra parte no rechacen en absoluto el argumento de autoridad.

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Los argumentos del P. Feijóo fueron impugnados por el insigne jesuita Hervás y Panduro {37}, el cual decía que, desconceder razón a los brutos, era inevitable el concederles libertad moral y una razón superior a la humana, dadas las operaciones admirables de algunos. Una vez evitado este escollo de conceder razón a los brutos, evitó el sabio jesuita de igual manera el error de Gómez Pereira, y concedió a los animales percepción y apetito, afirmando que su alma era divisible en [95] los animales imperfectos, pero inextensa e indivisible en los de más perfecta vida y organización.

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No menos prudentemente que Hervás y Panduro supo D. Andrés Piquer evitar los opuestos errores de Vallés y Pereira. Para explicar mejor su doctrina, Piquer distinguió en el hombre dos principios: el uno llamado psiche, que produce los diversos fenónenos de la vida sensitiva, y el otro apellidado alma (pneuma), del cual es propio raciocinar y obrar libremente. El primero de estos principios es común al animal y al hombre, mientras que el último es peculiar y exclusivo del ser humano.

La teoría de Piquer no deja de ser ingeniosa; pero tiene el incoaveniente de que, exagerándola un poco, lleva derechamente al error de Gunther, que admitía dos almas en el hombre. Esta psiche que Piquer admite en los brutos no es una sustancia espiritual, sino material; [96] es, como él dice, la flor de la materia, y algo así como la partícula ígnea de que hemos hablado al exponer las doctrinas de Isaac Cardoso.

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De igual opinión que D. Andrés Piquer fue su insigne sobrino D. Juan Pablo Forner, aquel ilustre poeta y filósofo que en los Discursos filosóficos sobre el hombre cantó inspiradamente los misterios de nuestro ser, y aquel fogoso polemista que en su eruditísima y entusiasta Oración apologética por España y su mérito literario {38} dejó sentada para siempre la indiscutible superioridad de España sobre las demás naciones en lo que a estudios filosóficos y teológicos se refiere.

En la ilustración al primer discurso sobre el hombre, desenvolvió Forner [97] largamemente la teoría de su tío. Expone allí primero lo que acerca de los brutos dijeron G. Pereira, Santo Tomás y Vallés, haciendo grandes elogios de las atinadas respuestas que dio Miguel de Palacios a los argumentos del médico de Medina. Según Forner, los animales sienten, pero «ni el árbol ni el bruto, escribe, tienen necesidad de conocer que sienten o vegetan. ¿A qué fin esa potestad en unos entes que no pueden hacer uso de ella?» «Y hé aquí, añade, una razón que, aunque no sutilmente metafísica, me inclinará siempre a sostener que en los brutos no hay alma racional.» «El bruto, prosigue siento, imagina, apetece, se mueve,

Pero nunca se juzga miserable
ni dichoso se juzga, y ciego sigue

en su modo de obrar, uno y durable.»

El ilustre jurisconsulto de Mérida no ve la necesidad de poner en los brutos alma alguna, bastando una fuerza activa que especifique sus movimientos, algo así como aquella psyche o flor de la materia de que hablaba Piquer. [98]

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Los demás filósofos españoles del siglo pasado, o no trataron de la cuestión del alma de los brutos, o si la tocaron enseñaron con Wolfio y Feijóo que las almas de dichos seres eran inmateriales, aunque no espíritu, y perecederas por aniquilación. Así lo expusieron, entro otros, el religioso capuchino Francisco de Villalpando {39} y el jesuita valenciano Antonio Eximeno {40}. Este último no sólo dice que las almas de los brutos son inmateriales, sino también verdaderos espíritus, aunque de orden inferior al alma humana (belluarum animae spiritus sunt). Eximeno cree que lo más lógico y natural es que estas almas se aniquilen una vez terminada la vida del bruto; pero añade que no ve repugnancia en que continúen informando a otros cuerpos, si bien afirma que sobre este punto nada podemos asegurar con certeza en lo que Dios no nos lo revele. [99] El insigne jesuita habla también del absurdo sistema de Pereira y dice a este propósito que de las razones que contra dicho sistema se alegan ninguna tiene fuerza si no es el argumento fundado en la analogía de los actos de las bestias con los del hombre.


{35} Menéndez Pelayo, Historia de las ideas estéticas en España, tomo III, vol. 3º, pág. 199.

{36} Teatro Crítico Universal o discursos varios en todo género de materias, para desengaño de errores comunes, escrito por el muy ilustre señor D. Fray Benito Feijóo y Montenegro, Maestro general del Orden de San Benito, &c., &c. –Madrid, MDCCLXXIII.

{37} Vid. P. Cuevas, Hist. Philoso. libro II, disert. III, art. I.

{38} Oración apologética por la España y su mérito literario para que sirva de exornación al discurso leído por el abate Denina en la Academia de Ciencias de Berlín respondiendo a la cuestión: ¿Qué se debe a España? por D. Juan Pablo Forner. –Madrid, 1786. –Este libro mereció a su autor una pensión del Estado.

{39} Philosophia ad usum FF. Minorum... authore R. P. Francisco Villalpando. –Matrici. MDCCLXXVIII. Vid. tom. II, tract. II, art. II.

{40} Antonii Eximeni, praesbiteri valentini, Institutiones Philosophiae et Matematicae. –Matrici ex typographia regia. –MDCCLXXXVI. Vid. Psycología, cap. VIII.


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Eloy Bullón Fernández | El alma de los brutos
Madrid 1897, páginas 85-99