Una poderosa fuerza secreta. La Institución Libre de Enseñanza Editorial Española. San Sebastián 1940

La Institución Libre y la Enseñanza. II. Los instrumentos oficiales

La Escuela Superior del Magisterio

José Talayero

Maestro Nacional

Faltaba infectar la masa. Además de la Prensa, el gran mal de la época, se vio la eficacia de otro vehículo: la Primera enseñanza.

Inmediatamente, como ya se había apoderado la masonería del Ministerio de Instrucción Pública, se constituyó la Escuela Superior del Magisterio para la formación de profesores de Normal, fabricantes de maestros y de inspectores, eternos vigilantes al servicio de la política, no de la escuela, en su mayor parte. No vamos contra nadie. Señalamos un hecho patente.

Esa Escuela era la mimada en los presupuestos del Estado. Para que su perversa intención no se viera, tuvo siempre cuidado de que hubiese algún profesor católico, y hasta hacía alguna concesión a sus rectas aspiraciones. Admitía también entre los alumnos de ambos sexos a personas ostensiblemente religiosas. Era el modo de cubrir su pestilente mercancía.

El ambiente intelectual de la escuela era marcadamente kantiano y krausista. El espíritu pedagógico era el aleteo viviente de Rousseau. La entraña de las ciencias experimentales, a pesar de su objetividad, era profundamente cartesiana.

La asignatura de Religión, cuando la hubo, sin vida, sin calor, como un producto pétreo puesto de espantajo. La Historia seguía el concepto evolucionista que tantos errores lleva consigo. Serio, no había nada. La hemos visitado varias veces por el deseo de aprender algo práctico y objetivo sin lograrlo nunca. [188]

Como hijuela tenía mensualmente la Revista de Pedagogía, dirigida a los maestros.

Pues bien: con estos elementos ocurrió lo que tenía que ocurrir, y es que, aun los profesores e inspectores buenos de suyo, no han influido apenas en el buen sentido de la enseñanza. En cambio, los demás, soberanamente demoledores, fueron eficacísimos.

Los maestros, los proletarios de la enseñanza y mandatarios de los demás vacuos superiores, han hecho otro tanto. Unos, los menos, laboraron como verdaderos trituradores; otros fueron como un factor más que añadir, quizá el menos culpable, en la desmembración espiritual de la Patria.

Y todavía no para ahí la acción de esa Escuela, sino que, saliéndose de la esfera oficial, ha influido notablemente en los colegios particulares, lo mismo de religiosos que de seglares. Estos, como la enseñanza oficial, han practicado el liberal «laisser passer».

Cuando en la esfera de la enseñanza, tan influyente en la vida, se encuentra esta infección, surge el deseo de hacer muchas cosas buenas.

No obstante, es, a nuestro juicio, la más urgente, interesante y principal cuestión; lo demás vendrá después por añadidura, la revolución mental del profesorado actual y la formación del profesorado futuro, de muy distinta manera como ha sido hasta hoy.

La Universidad es el profesor; el Instituto es el profesor; la Normal es el profesor; la escuela es el maestro. Por eso, todas las reformas y cambios que no sea el profesorado en su mente y en su corazón serán vanos.

Generalizamos, porque todo él está necesitado de honda reforma.

La Escuela Superior, en el círculo de la Primera enseñanza, con sus adláteres de Normales e Inspecciones, era tan sólo una ramita de la organización asombrosa, [189] y con los mismos fines de todo el Ministerio de Instrucción Pública.

Tanto cariño tenía la Institución Libre a este Ministerio, que, nos consta con certeza, se hizo varias veces cuestión de gabinete el que fuese ministro siempre un radical durante el Gobierno de la Ceda y Lerroux. De otros tiempos no hay que decir. La Institución estuvo siempre como y en su propia casa.

Solamente Silió, y, sobre todo, Callejo, lucharon contra ella con valentía y denuedo. Al último le ayudamos bastante, pero la hiedra se había extendido demasiado.

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  Una poderosa fuerza secreta
San Sebastián 1940, páginas 187-189