La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Inocencio María Riesco Le-Grand

Tratado de Embriología Sagrada
Parte Primera
/ Capítulo tercero

§. III
Higiene de las embarazadas


Nadie negará que la mujer es más débil, más nerviosa, y delicada que el hombre, en su estado fisiológico, así es que en medio de su mayor robustez resiste menos a las injurias del aire que el hombre.

El médico debe limitarse en el tratamiento de los embarazos, cuando no van acompañados de ninguna de las enfermedades que dejamos demostradas, a favorecer el desempeño que ejecuta el aparato generador. La mujer en cinta debe evitar todo lo que puede determinar en ella irritaciones extrañas a las del útero, todo lo que la comunique emociones que se trasmiten, hasta este órgano, y turbarían su acción, todos los ejercicios, todas las fatigas cuyo resultado podrá ser, desordenar la congestión que tiene lugar hacia la matriz, o provocar prematuramente las contracciones de este órgano. Las mujeres débiles, nerviosas, y de exquisita sensibilidad, no pueden entregarse o sus [168] trabajos ordinarios, como las robustas, y éstas deben en todo caso obrar con mucha precaución.

Las mujeres embarazadas deben evitar el aire muy cálido, muy frío, o cargado de exhalaciones odoriferentes, capaces de turbar el sistema nervioso. Sus vestidos deben ser anchos y fáciles de ponerse y quitarse, no deben de ninguna manera comprimir el pecho, ni el vientre. Los zapatos con tacones son malos porque impiden que sienten el pie con seguridad, y firmeza.

Deben continuar usando aquellos alimentos a que están habituadas, con tal que sean simples, y de fácil digestión. No es malo duplicar las comidas para de este modo tomarlas en pequeñas cantidades de suerte que pueda hacerse la nutrición sin recargar el estómago, por cuyo motivo debe prohibírselas el ayuno. Conviene también que se abstengan de alimentos ardientes, como los licores, el café, el té, las bebidas heladas; no obstante pueden y deben en algunos casos usar del vino tinto, aguado, y la sidra, &c. Tengan cuidado las embarazadas de no entregarse a su fantasía, comiendo cuanto se las antoje, fundadas en que durante el embarazo todo lo que se apetece prueba bien, porque además de no ser cierto es muy expuesto a cólicos, y a otras consecuencias peores.

El ejercicio debe ser moderado, no deben alisar mucho los brazos, levantar pesos, saltar, bailar, montar a caballo, o ir en carruaje mal acondicionado, cuyos sacudimientos puedan incomodarlas.

También deben evitar los espectáculos, las grandes reuniones, las vigilias, el juego, y generalmente todo lo que puede causar en ellas emociones fuertes, excitar el sistema nervioso, o destruir sus fuerzas. La cólera, el amor, y todas las pasiones violentas causan frecuentemente el aborto.

El uso del matrimonio particularmente en los tres primeros meses de la gestación, debe ser muy comedido. Según San Ambrosio, San Agustín, San Jerónimo y otros muchos P. P. y Teólogos. Parentes primis septem a concepcione diebus, ac tempore partui proximo y ad abstinendum a maritali congressu obligantur, propter abortus timorem. Otros Teólogos no les imponen esta obligación. Los Párrocos, y los Confesores inculcarán incesantemente el sumo cuidado, que deben tener las embarazadas, y excitarán el celo y caridad de las personas piadosas en favor de las mujeres pobres que estén embarazadas. Lo mismo afirman Cangiamila, Dinouart y otros, y que es regla general en buena Teología, hablando del uso del matrimonio que; concubitus ubi verum abortus periculum accesserit, est semper illicitus.

La antigua disciplina de la Iglesia Latina imponía tres cuaresmas de penitencia a las mujeres que habían tenido la desgracia de abortar, o malparir involuntariamente. La Iglesia Griega impone también penitencias a las mujeres con este motivo, fundada en que Dios no permite la pérdida del hijo, sino en castigo de algún pecado de la madre. Los confesores deben ser celosos en esta materia, y mostrarse severos con las madres que miran el aborto con indiferencia, y aconsejarlas para que guarden todas las precauciones debidas en adelante. [170]

«La prudencia y la conciencia, dice Hervás, son los dos polos sobre que debe estribar la conducta la mujer, que corresponde a sus obligaciones según piden la religión, y la sociedad humana.» Y nosotros no cesaremos de repetir que las mujeres embarazadas deben observar todas estas precauciones que la higiene prescribe, pena de exponerse voluntariamente, a perder el cuerpo y el alma de su hijo, por lo que su obligación es de conciencia, y si para observar todas estas precauciones tienen que sufrir algunas privaciones tengan entendido que a ello se obligaron cuando celebraron el contrato matrimonial, que es uno de los más grandes sacramentos de la Iglesia.


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Inocencio María Riesco Le-Grand, Tratado de Embriología Sagrada (1848)
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