Filosofía en español 
Filosofía en español

Juan Bautista Fernández · Demostraciones católicas y principios en que se funda la verdad · 1593

Libro segundo · Tratado tercero · Capítulo segundo

En que se trata el desatino de los que dejado el estudio de la Teología, se dan del todo a las ciencias y letras humanas, y que aunque sea verdad que le sean necesarias al Teólogo, no han de ser antepuestas a las divinas, sino puestas en un más inferior grado


Muchos ha habido dignos también de ser condenados como los primeros, y de ellos vemos algunos en nuestros tiempos, que tan del todo se apartaron de los loables estudios de la Teología y se entregaron a los de la filosofía y letras humanas no sin gran daño suyo, y aun de los fieles, que parece que aunque se glorían de Cristianos no lo son, teniendo por su Dios a Platón, por su Cristo a Aristóteles, por su Pedro a Alejandro Afrodiseo, por su Paulo a Teofrasto, y disputando o escribiendo parece que nunca leyeron la escritura sagrada, ni los santos padres. Estos tales son con razón reprehendidos de los doctores santos, como hombres que anteponen la razón natural a la divina autoridad, lo humano a lo divino, y que piensan que la verdad Católica se funda y estriba en la de las disciplinas filosóficas. Por esto dijo el glorioso Jerónimo, (Hiero. in Mat. c. 10 & in Hierem. c. 21.) que los discursos y raciocinaciones de las ciencias humanas son la vara y báculo de caña, en la cual si con demasiada fuerza se estriba, se quiebra, y agujera la mano del que se ayuda de ella, y así tiene por sacrílego que los evangélicos doctores se arrimen con exceso a las letras humanas. El glorioso Agustín (Aug. li. 1. de actis cum Felice Manichaeo, c. 10.) tratando contra Félix Maniqueo que enseñaba a sus discípulos las razones de las cosas naturales inquiriendo, para qué el mundo fue hecho, qué movimientos son los del sol y de la luna, y otras semejantes a estas, abomina este modo de saber teniendo por desatino poner el Cristiano todo su estudio y cuidado en saber estas cosas humanas que no aprovechan para la salud menospreciadas las divinas que para alcanzarla son necesarias: no enseña (dice) el Espíritu consolador estas verdades, Cristianos quiere hacer, no matemáticos. Graciano cita dos testimonios, uno de Ambrosio y otro del cuarto Concilio Cartaginense, (Gratian. 27. d.) con los cuales parece enseñar que las disciplinas humanas las de desterrar el Teólogo como perniciosas, o a lo menos como inútiles. Pero lo que pretendieron reprehender estos santos padres y doctores eclesiásticos en estos y otros lugares en los estudios de las seglares disciplinas, no fue el ejercicio moderado y sobrio en ellas, sino o la excesiva y demasiada ocupación, o el total estudio menospreciando el de las divinas. De donde es que san Agustín, (Aug. cont. Felic. Manicheum.) aunque escribiendo contra Félix Maniqueo reprehende a aquellos herejes que se atrevieron y atreven a anteponer la razón natural a la divina autoridad, las ciencias humanas a la sabiduría santa, juntamente alaba y engrandece las disciplinas seculares, no queriendo condenar a ellas ni a sus discursos, y racionaciones, sino a aquellos que ajenados de la unidad de la Iglesia, aunque preciándose de Cristianos, se atreven engañar a los ignorantes, pareciéndoles que los dejan vencidos, si se compara (como dice el mismo Agustín) (Augu. ad Dioscorum.) la autoridad Católica con la suya propia.

Condenan también los santos doctores, no absolutamente las ciencias humanas, sino la arte sofística con la cual son los idiotas engañados, y los menos sabios entrampados con sus falacias. Amonestaron los padres y quisieron que las disciplinas filosóficas y liberales artes sirviesen a la Teología, y no que la mandasen, y que procurasen los que estudian en ellas, no menospreciar la verdadera sabiduría amancebándose con sus esclavas que son las ciencias humanas. Aquella Agar concubina de Abraham, segín Filón Judío, (Philon de cherubia.) del cual lo tomó Clemente Alejandrino, (Clem. Alex. 1. stroma. Gene. 16. & 21.) significa las doctrinas que los antiguos llamaron Enciclias, esto es, orbiculares, porque están entre sí conexas, y unas se favorecen a otras, como los miembros de un mismo cuerpo. Y así como fue Agar por insolente y atrevida ensoberbeciéndose con los favores que de Abraham recibía, alanzada y desterrada fuera de casa, porque menospreciaba la bondad de Sara, y se burlaba de la simplicidad de Isaac, bien de esta manera las ciencias humanas, si se ensoberbecen y quieren prevalecer contra la divina sabiduría, han de ser reprimidas, y no ha de ser consentido en manera alguna tomar superioridad con sus razones y discursos. Y así como Sara que era la señora afligía a Agar la esclava y la castigaba habiéndosela Abraham entregado en sus manos, así las disciplinas seculares para que sean útiles y provechosas han de servir a la verdadera sabiduría, la cual las ha de emendar, corregir y mandar porque de otra manera serán perniciosas.

Orígenes (Orig. sup Gen. homel. 6. Gen. 20.) por las siervas que Abimelec dio a Abraham, entiende las ciencias de los filósofos entregadas a Abraham, esto es al Teólogo, para que las sujete a la divina verdad. Porque de eta manera serán provechosas para el que principalmente pretende ejercitarse en la divina escritura, la cual no debe ser dejada por las seglares disciplinas.

Conviene pues que el profesor de las divinas letras se ocupe en las humanas, con condición que guarde en ellas el debido modo, de manera que no se entregue de todo en todo, a las buenas y liberales disciplinas, ni tampoco se ocupe tan del todo en esta que no se aproveche de las otras. El glorioso Bernardo nos enseña copiosamente con su acostumbrada dulzura, con cuanta cautela y moderación nos conviene tratar las disciplinas seglares, cuyas palabras porque están llenas de doctrina y prudencia Cristiana y religiosa, y serán al lector, no sólo saludables, pero aun jocundas, me ha parecido ponerlas en este lugar. Explicando pues el glorioso Bernardo aquel lugar de San Pablo. (Bern. sup Cant. ser. 36. Ad Rom. c. 12.) No se ha de saber más de lo que conviene saber, sino saber con sobriedad, escribe de esta manera. No prohíbe el divino Apóstol saber, pero quiere que sepamos con sobriedad y mediocridad, que es guardando el modo convenible. Esto será si con vigilancia atendiéremos qué es lo que más y primeramente nos conviene saber. Toda ciencia por sí es buena, pero el tiempo es breve, y por tanto tu que obras tu salud con temor, según la brevedad del tiempo te debes dar prisa a saber primero y ante todas cosas, las que entendieres que están más próximas a tu salud. ¿Por ventura no consiste la principal parte de la medicina que trata de curar los cuerpos, en saber elegir qué manjares hayan de ser comidos al principio, y cuales a la postre y de qué manera se han de tomar? Porque aunque sea verdad, que todo mantenimiento que Dios crió sea bueno, pero si tu no guardas modo y orden en tomarlos vuelves lo bueno en malo. Pues lo que digo de los manjares entiéndelo también de las ciencias. Oye al Apóstol, (1. Cor. 3.) que dice, el que piensa de sí que sabe algo teniéndose por sabio, aún no sabe el modo como le conviene saber. ¿Ves que no aprueba al que muchas cosas sabe si ignora el modo de saber? ¿Atiendes cómo pone el fruto y utilidad de la ciencia en el modo de saberla? El modo de saber llamó, que sepas con qué orden, con qué estudio, a qué fin y qué cosas te conviene saber. Con qué orden, que primero deprendas lo que es más provechoso para tu salud. Con qué estudio, que en aquello te ejercites más fervorosamente que aprovecha con más vehemencia al amor. A qué fin, que no pretendas saber por vana gloria, o curiosidad sino para edificación tuya o del prójimo. Hay algunos que quieren saber sólo con fin de saber, y esto es torpe curiosidad, hay otros que procuran saber por ser conocidos y estimados y esto es detestable vanidad. Contra estos vale aquello del Satírico. Tu saber nada es, si otro no supiere que sabes. (Persius.) Hay también otros que pretenden saber para vender su ciencia o por pecunia, o por honra, y esto es torpe ganancia . Otros hay que quieren saber para edificar, y esto es caridad y para ser edificados, y esto es prudencia. De todos estos solos estos dos últimos no usan mal de la ciencia, porque quieren saber para hacer bien: que entendimiento bueno tiene, dice David, (Psal. 110.) esto es, bien entiende, y provechosamente sabe el que con la obra muestra que entiende y sabe. Todos los demás oigan, que dice Santiago, (Iacobi 4.) que le es reputado a pecado al que sabe lo bueno y no lo pone por obra: y Cristo redentor nuestro pronunció. (Luc. 12.) El siervo sabedor de la voluntad de su señor y que no la cumple, será castigado con muchas y graves plagas: así como le es dañoso y perjudicial a la salud, al que recibe el nutrimento en el estómago, si no lo digiere, porque el manjar indigesto malos humores engendra, y no solo no alimenta, pero corrompe el cuerpo. De esta manera la mucha ciencia que se recibe en el vientre de la alma que es la memoria, sino fuere cocida con el fuego de la caridad, deshecha y digerida por los niervos de la alma, que son las costumbres y las obras, para que aprovechándose de los bienes que conoce, se haga saludable con testificación de vida y costumbres, ¿por ventura esta tal ciencia no se le reputará en pecado como manjar convertido en malos y dañosos humores? Por ventura no es mal humor el pecado? ¿No son malos humores las depravadas costumbres? ¿No padecerá inflaciones y torsiones en la conciencia el que sabe lo bueno y no lo hace? Hasta aquí son palabras del dulce Bernardo, en las cuales nos enseña el modo con que se han de tratar las humanas ciencias, que si se guardare se hallara notable provecho en el estudio de ellas.

[ Logroño 1593, hojas 136v-138r ]