Marcelino Menéndez Pelayo
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Los 66 volúmenes de la Edición Nacional
y su preparación ideológica

Edición nacional de las obras completas de Marcelino Menéndez Pelayo Habían pasado ya veinte años desde la muerte de Marcelino Menéndez Pelayo cuando, en los ambientes que buscaban restaurar la monarquía y acabar con la República (Acción Española, &c.), comenzó la interesada recuperación de su figura, presentada como crisol donde se fundían nacionalismo y catolicismo, en un proceso que se reforzó tras la insurrección militar de julio de 1936. Así, por ejemplo, el jesuita Miguel Cascón, en febrero de 1937, publicó en Palencia, Imprenta de la Federación, un librito de 83 páginas, Menéndez Pelayo y la tradición y los destinos de España, arquetipo de esta apropiación de la memoria de Menéndez Pelayo, convertido en «ideólogo» del nuevo régimen (no se olvide que Menéndez Pelayo había fallecido en 1912). El libro, dedicado «a nuestro Caudillo, y con él, a la nueva España que se forma en estos instantes con las más diestras armas y los más puros y mejores corazones en alto», contiene epígrafes como los siguientes: «La España nueva debe enraizarse con la España tradicional; Fervorosa adhesión a Menéndez Pelayo; Testamentario de nuestra antigua cultura; Sus palabras, hitos de luz orientadora; El Concilio de Trento, tan español como ecuménico; Grandeza de nuestra especulación científica; Reforma y contrarreforma, la Compañía de Jesús; El destino de España, el más alto entre todos los destinos de la historia humana; Menéndez Pelayo, comprensor y transmisor del genio nacional; La tradición teutónica y la tradición italiana; Menéndez Pelayo, orientador de nuestra regeneración gloriosa». El escritor palentino Teófilo Ortega, en un comentario titulado «El vigía», publicado en el mismo librito, escribe: «A Marcelino Menéndez Pelayo hemos de extraerle de las bibliotecas y los archivos, haciendo de muchas de sus obras ediciones accesibles a todos, para que lleguen con facilidad a nuestros hijos, los ciudadanos de mañana» (pág. 74).

Pero el jesuita Miguel Cascón (quien, terminada la guerra, publicó Los jesuitas en Menéndez Pelayo, Sal Terrae, Santander 1940, 613 págs.) no es un caso aislado en el proceso de apropiación de la memoria de Menéndez Pelayo, con interesados fines, en los años de la Guerra Civil. Otro jesuita, Juan Rey Carrera, publicó El resurgir de España previsto por nuestros grandes pensadores: Donoso Cortés, Jaime Balmes, Aparisi y Guijarro, Menéndez y Pelayo, Vázquez de Mella (Editorial Española, San Sebastián 1938, 407 págs.); otro jesuita, Arturo Mª Cayuela, es autor de Menéndez Pelayo, orientador de la cultura española (Editora Nacional, Barcelona 1939, 403 págs. [el prólogo firmado en «Zaragoza, 15 de agosto de 1938, III Año Triunfal»]; Miguel Artigas publica La España de Menéndez Pelayo (Cultura Española, Valladolid 1938, 366 páginas: en el prólogo, firmado en Zaragoza el 1º de enero de 1938, se lee: «En estas horas críticas de la Patria [...] los libros de Menéndez Pelayo, sus enseñanzas, deben ser pauta y guía, doctrina y nervio de las nuevas generaciones») y La vida y la obra de Menéndez Pelayo (Heraldo de Aragón, Zaragoza 1939, la dedicatoria firmada en «Santander, noviembre de 1938, Tercer año triunfal»); &c.

El 30 de enero de 1938 constituye Franco su primer gobierno, en sustitución de la Junta Técnica del Estado, ocupando el monárquico Pedro Sáinz Rodríguez (nacido en Madrid en 1898, de ascendencia montañesa) el Ministerio de Instrucción Pública (que pronto pasó a llamarse de Educación Nacional). Tres meses más tarde, el 19 de mayo de 1938, un decreto encarga al Instituto de España la tarea de publicar una Edición Nacional de las Obras Completas de Menéndez Pelayo. Sáinz Rodríguez, que cesó como ministro el mismo mes que terminó la guerra (viviendo desde 1942 a 1969 «exiliado» en Lisboa, trabajando para la causa monárquica de don Juan de Borbón), reconocía en 1982:

«Siguiendo este criterio, decreté la publicación de las Obras de Menéndez Pelayo por el Instituto de España en Edición Nacional. Creo que, por un lado, hice un bien a su memoria y a la cultura española pero, por otro, le rendí un mal servicio: muchos le combatieron sin conocerle, porque le consideraron banderín político. Al separarme radicalmente de la política del Alzamiento y del Gobierno dictatorial, en varias ocasiones he reivindicado la figura del gran polígrafo contra esa postura exagerada y tendenciosa que se le dio de un lado, provocando una reacción injusta en el otro.» («Advertencia preliminar» al Epistolario de Marcelino Menéndez Pelayo, tomo 1, pág. VII, Fundación Universitaria Española, Madrid 1982)

Fue el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC (fruto de la transformación, por Ley de 24 de noviembre de 1939, de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas que se había creado en 1907) quien asumió finalmente la tarea que tímidamente había comenzado el Instituto de España, culminando la Edición Nacional de las Obras Completas de Menéndez Pelayo. Como no podía ser de otra manera, el propio Ministro de Educación Nacional, José Ibañez Martín, firma el Pólogo de esta edición.

Entre 1940 y 1959 se publicaron los 65 volúmenes que contienen las obras completas (la mayor parte en los años cuarenta); todavía en 1974 aparecieron otros dos volúmenes en esta colección. Son volúmenes de 21x14 cms.

El volumen 66 no contiene obras de Menéndez Pelayo, sino una biografía suya, dispuesta por Enrique Sánchez Reyes, y se publicó en 1974. En 1975 fallecía el general Franco, y se cerraba el ciclo histórico en el que Menéndez Pelayo fue convertido (él no tuvo nada que ver) en eminencia gris, en filósofo de la historia de la España del franquismo. No son tantos los ejemplos similares que se pueden aportar: por eso no deja de ser curioso que, con ocasión del centenario de la muerte de Martí, se celebrase en Santander una solemne ceremonia por la que un representante de la Cuba revolucionaria de Fidel Castro hizo entrega a la Biblioteca Menéndez Pelayo de una colección de la edición nacional de las obras del apóstol cubano.

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