Luis Vidart Schuch (1833-1897)La filosofía española (1866)

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II. El espiritualismo creyente

<   Breves indicaciones sobre el estado actual de la filosofía en España   >

Hace pocos años que el célebre Mr. Guizot decía las siguientes palabras en una sesión de la sociedad bíblica:

«¿Cuál es en el fondo y religiosamente hablando la cuestión suprema que hoy preocupa todas las inteligencias? Esta cuestión es la que se han propuesto resolver por opuestos caminos, los que admiten y los que niegan un orden sobrenatural, cierto y soberano, siquiera sea impenetrable para la razón humana; la cuestión, pues, se halla colocada llamando las cosas por sus verdaderos nombres entre el supernaturalismo y el racionalismo

Ahora bien, todos los pensadores que admiten el cristianismo sobrenaturalista como uno de los primeros fundamentos de la razón humana han sido clasificados generalmente en lo que se llama escuela teológica o tradicionalista. [149] Pero teniendo en cuenta que la revelación cristiana afirma la distinción entre el alma como espíritu y el cuerpo como materia, y enseña que la fe es el único camino para llegar a la verdad sobrenatural; por donde en aquella afirmación niega la unidad materialista e idealista, y en esta enseñanza condena la duda que forma el método seguido por la mayor parte de los sistemas racionalistas; nosotros creemos que esta escuela debe llamarse, el espiritualismo creyente, dada la significación que hoy tiene la palabra espiritualismo, poco conforme en verdad con su derivación etimológica.

Tales son las consideraciones que hemos tenido presentes al escribir el nombre de este capítulo: veamos los escritores que, en nuestro sentir, deben ocuparlo.

El Doctor D. Jaime Balmes {30}

El racionalismo [150] ecléctico ha tenido en España un temible adversario en el presbítero D. Jaime Balmes, cuyo renombre científico consiguió traspasar las cumbres de los Pirineos, gloria no pequeña dada la escasa consideración internacional de España en los años en que le tocó figurar, pues es sabido que la voz de los escritores [151] necesita la atmósfera de la grandeza política de su patria para ser escuchada con atención en las naciones extranjeras.

Las dos obras más importantes de Balmes son, sin duda alguna, El protestantismo comparado con el catolicismo (1844) y la Filosofía fundamental (1846). En la primera de estas dos obras, rebatiendo las apreciaciones de Mr. Guizot, que sostiene en su Historia de la civilización de Europa que la reforma religiosa del siglo XVI marca un verdadero progreso sobre las ideas de obediencia a la autoridad espiritual que dominaron durante la Edad media, el ilustre sacerdote español traza un cuadro de los bienes realizados por el catolicismo antes de la herejía luterana, y prueba, con datos irrecusables, que esas teorías sobre el derecho de insurrección y la soberanía de los pueblos que se creen patrimonio exclusivo de los pensadores modernos, lo son efectivamente en lo que tienen de verdadero y fundado, que ya estaba dicho tiempo antes de que apareciese el protestantismo por muchos insignes teólogos, y lo que es más, hasta por los Pontífices y los Santos que ha canonizado la Iglesia católica.

El prólogo de la Filosofía fundamental, [152] notable por su comprensiva concisión, indica claramente el ideal científico de Balmes. «No me lisonjeo, dice, de fundar una filosofía, pero me propongo examinar sus cuestiones fundamentales; por eso llamo a la obra: Filosofía fundamental. Me ha impulsado a publicarla el deseo de contribuir a que los estudios filosóficos adquieran en España mayor amplitud de la que tienen en la actualidad, y de prevenir, en cuanto alcancen mis débiles fuerzas, un grave peligro que nos amenaza, el de introducírsenos una filosofía plagada de errores trascendentales... Tamaña calamidad sólo puede precaverse con estudios sólidos y bien dirigidos; en nuestra época el mal no se contiene con la sola represión; es necesario ahogarle con la abundancia del bien. La presente obra, ¿podrá conducir a este objeto? El público lo ha de juzgar.»

El escolasticismo tomista, el método psicológico de Descartes y algo de las concepciones ontológicas de Leibnitz, formando un todo, no sin armonía, de estos distintos sistemas bajo el seguro criterio de evidencia creyente, tal es, según nuestra opinión, lo que constituye la base y el pensamiento científico de las doctrinas expuestas en la Filosofía fundamental. En cuanto a la consecución del fin que se proponía Balmes, [153] forzoso es confesar, que si bien es cierto que su talento, esencialmente lógico, adquiere frecuentes triunfos sobre las enmarañadas doctrinas del eclecticismo racionalista, quizá no conoce toda la verdadera significación y alcance de los errores que entrañan algunas de las modernas escuelas alemanas, cuyo sistematizado nihilismo sólo puede encontrar una barrera insuperable en un verdadero ontologismo, purgado de la inmanencia panteísta y de la dualidad que esteriliza los sistemas puramente deístas.

El Marqués de Valdegamas

Cinco años habían corrido desde que apareciera la Filosofía fundamental de Balmes, cuando el malogrado marqués de Valdegamas dio a la estampa su célebre y celebrado: Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo, considerados en sus principios fundamentales (1851): libro notabilísimo por su forma grandilocuente y por sus elevados conceptos; si bien algo deslustradas estas y otras muchas excelencias, por el escepticismo místico que había inspirado la mayor parte de sus páginas.

Balmes había sostenido la conformidad entre la verdad revelada y la verdad racional, citando con mucha frecuencia el dicho de Leibnitz; [154] «negar la razón para afirmar la revelación es arrancarse los ojos para ver mejor por un telescopio los satélites de Júpiter.» Valdegamas, siguiendo, y aun exagerando, las teorías del conde Maistre y de Mr. Bonald, afirmaba que «la razón y al absurdo se aman con amor invencible» dada esta importantísima diferencia sobre la concepción racional humana, fácil es concebir la distancia que media entre las conclusiones lógicas de la Filosofía fundamental y las del Ensayo sobre el catolicismo.

Pero las negaciones escépticas, siquiera se cubriesen con el manto de la religión, no podían prevalecer en el seno de la Iglesia que inspira el santo espíritu de la verdad divina. Condenadas estas doctrinas cuando Mr. Lamennais quería transformar el mundo por un catolicismo demagogo, repetida de nuevo esta condenación con motivo de un libro del presbítero Mr. Bautain, no es de admirar que un jesuita francés, el P. Chastel, publicase en 1854 en un libro titulado Del calor de la razón humana, donde se dice sin rodeos que esta guerra hecha a la razón por el escepticismo místico es un verdadero ultraje para su celestial autor: teoría que vino a confirmar la declaración de la Santa Congregación del Índice de 11 de Marzo de 1855 [155] diciendo terminantemente que el «uso de la razón precede a la fe, y que se puede probar con certeza por el razonamiento la existencia de Dios, la espiritualidad del alma y la libertad del hombre.»

D. Nicomedes Martín Mateos

Como siempre acontece cuando se publica una obra de verdadera importancia, el Ensayo sobre el catolicismo, del marqués de Valdegamas, dio lugar a la apasionada controversia de entusiastas admiradores e intransigentes enemigos. Entre los escritos de este género merece nombrarse por templanza de su forma y su erudición de buena ley, el pequeño libro que lleva por título: Veinte y seis cartas al señor marqués de Valdegamas en contestación a los veinte y seis capítulos de su Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo (1851), en el cual, su autor D. Nicomedes Martín Mateos, intenta rechazar la acusación lanzada en el Ensayo contra los partidos liberales de falta de conocimientos teológicos. Que las Veinte y seis cartas prueban que el Sr. Mateos conoce los Santos Padres, y le son familiares los escritos de Bossuet, Fenelon y Pascal, es cosa fuera de toda duda; que en este libro se demuestra que nuestros partidos políticos tienen realmente una elaboración interna, [156] religiosa y científica, tampoco la negaremos; faltábale al Sr. Mateos hacer ver lo que nosotros consideramos hasta ahora como un ideal no realizado; que los partidos políticos tienen conciencia plena de la relación de sus ideas con las dos esferas de la vida que les son superiores, la religión y la filosofía.

También ha publicado el Sr. Mateos un curso de filosofía titulado: El espiritualismo (1861), apoyándose en las ideas fundamentales de Platón y siguiendo las huellas del malogrado pensador Mr. Bordas Demoulin, cuyas teorías cristiano-progresivas requieren gran pulso y meditación para no perderse en las evoluciones panteístas de la idea que enseñan las escuelas hegelianas.

D. Juan Manuel Ortí

El racionalismo y la humildad (1862), y Krause y sus discípulos convicto de panteísmo (1864), del catedrático de filosofía D. Juan Manuel Ortí, son dos obras notabilísimas donde se ve claramente el regreso de la enseñanza católica a su verdadero asiento, la gracia de Dios en el orden sobrenatural y la razón en el orden natural, doctrina olvidada momentáneamente por algunos escritores que fueron deslumbrados por la brillantísima elocuencia del insigne marqués de Valdegamas. [157]

No consienten los estrechos límites de estos apuntes el que hagamos una exposición de las doctrinas filosóficas del Sr. Ortí; pero bastará que indiquemos que en el primero de los dos libros citados llama a la razón humana luz puesta en nuestra alma por Dios, por medio de la cual nos habla y nos instruye: luminis rationis divinitus internis, indito quo in novis loquitur Deus (Santo Tomás, De verit quaest. II, art. 1) y que añade apoyándose en la autoridad del Santo Obispo de Hipona: in interiore homine habitat veritas: para juzgar lo apartado que se halla el espíritu de El racionalismo y la humildad de aquella famosa máxima la razón y el absurdo se aman con amor invencible.

El Sr. Ortí ha publicado después un Ensayo sobre el catolicismo en sus relaciones con la alteza y dignidad del hombre, (1865) cuyo solo título revela el gran pensamiento de poner en frente de los ideales esplendores de las escuelas racionalistas la verdadera luz del espiritualismo creyente.

Contristado el ánimo del Sr. Ortí al contemplar el estado social de la moderna Europa, expresa elegantemente sus ideas diciendo en el prólogo del Ensayo: «Entre otras señales que revelan el gran desmayo y decadencia moral a que hemos venido, sólo pondré dos: la primera [158] el grande anhelo a las cosas materiales y sensibles, cuyo goce hace a las almas a imagen y semejanza de ellas, quitándole la que tienen de Dios, en que consiste su verdadera alteza y dignidad. La segunda, el vergonzoso servilismo con que en el día de hoy se rinden las voluntades al hecho de la fuerza triunfante y a la fuerza de los hechos consumados, sacrificándole sus almas inmortales por algún mezquino deleite que reciben o con la seguridad con que se ven protegido su egoísmo, y volviendo la espalda a la causa de la justicia, porque está momentáneamente vencida, y se ve coronada de espinas. ¡Grande miseria por cierto! tan solo comparable con el orgullo de que se origina, el cual impide verla y confesarla.»

Cree muy acertadamente el Sr. Ortí que tamaños males no solo pueden atajarse con la enseñanza y la propagación de las verdades religiosas, oscurecidas y menospreciadas por los desvaríos, cada vez mayores, de las escuelas racionalistas. ¿Se consigue este elevado fin en el libro de que venimos ocupándonos? Contestaremos a esta pregunta copiando el juicio que ha emitido el Sr. Servando Arbolí en un artículo inserto en El Pensamiento Español, para apoyar en la autorizada palabra de un sacerdote [159] la debilidad de nuestras personales opiniones.

El presbítero Sr. Arbolí, después de manifestar que en el Ensayo sobre el catolicismo se demuestra lo absurdo de las imputaciones de que han sido objeto la Iglesia católica por parte de los incrédulos en todos los tiempos y países, continua diciendo: «De la misma manera que el Sr. Ortí demuestra no haber dignidad posible para el hombre fuera del catolicismo, pone en evidencia que su doctrina es la que asegura nuestros derechos, la que crea esa libertad de conciencia que el racionalismo no comprende siquiera, la que realza a la mujer, la que viendo la más grande y sublime en lo que parece más abyecto y pequeño, santifica la pobreza, bendice la niñez, desata las cadenas de la esclavitud; en una palabra, la que traza el magnífico cuadro de la dignidad de nuestro ser que no han podido bosquejar siquiera las escuelas positivistas del vecino imperio trasplantadas con harta indignación y pena del sentido español a nuestro suelo.»

Nosotros, aun cuando apartados del Sr. Ortí en algunos puntos de doctrina, creemos, sin embargo, que su nombre está destinado a ocupar un puesto muy distinguido en la historia de la [160] ciencia contemporánea; juicio no dictado por la afinidad de escuela, sino por la tranquila meditación sobre sus escritos filosóficos.

D. Eugenio García Ruiz

Un exdiputado a las Cortes constituyentes y director de un periódico democrático, el Sr. Eugenio García Ruiz, ha publicado un libro de filosofía social titulado Dios y el hombre (1863), notable y digno de mención por más de un concepto.

Siendo teoría admitida por algunos demócratas, que en ciencias sociales sólo hay dos principios, el transcendentalismo y la inmanencia, Dios o el hombre, y que el pasado creyó en Dios y la democracia que representa el porvenir, sólo debe creer en el hombre; el Sr. García Ruiz se opone a esta antropolatría desorganizadora, diciendo y demostrando cumplidamente que la creencia en Dios no pasará jamás, y que la libertad, y hasta la personalidad humana, desaparecen por completo, absorbidas en la actividad inconsciente de la naturaleza, cuando se niega o pone en duda la personalidad divina; primer fundamento necesario de todo lo absoluto y de todo lo relativo, de todo lo eterno y de todo lo transitorio.

Es también muy notable el severo juicio que se lee en Dios y el hombre acerca de la [161] revolución francesa, pues aunque algunos pensadores extranjeros comienzan ya a confesar que la guillotina y la injusticia no son los caminos derechos para llegar a la libertad, nuestros partidos radicales aún continúan quemando incienso al pie de las ensangrentadas estatuas de Danton y de Robespierre; honra es del Sr. García Ruiz conservar la independencia de sus opiniones contrariando los prejuicios de sus amigos políticos con grave riesgo de impopularizar su nombre, sin adquirir tampoco la benevolencia de sus adversarios: suerte común de toda acción generosa, que comienza por el sacrificio aun cuando siempre termine por el glorioso triunfo que alcanza la verdad sobre todo linaje de errores.

El presbítero D. Salvador Mestres

Hace algún tiempo que se publicó en Barcelona un libro titulado: Ontología o metafísica, pura universal y general: y Cosmeteología o tratado del mundo en general y de su causa (1865), que ha sido escrito, según aparece en su portada, por el presbítero D. Salvador Mestres, doctor en filosofía y letras, catedrático y vice-director del Instituto de segunda enseñanza de Barcelona, y exprofesor de metafísica en el Liceo científico de Rimini.

En dos partes puede considerarse dividida la [162] obra del presbítero Dr. Mestres; dogmática la una y crítica la otra.

En las conclusiones dogmáticas es visible la influencia que han ejercido sobre la inteligencia del autor de la Ontología y la Cosmoteología los pensadores italianos de la edad contemporánea, muy especialmente Rosmini y Gallupi; en cuanto el método procura seguir el rigor lógico de antiguos escolásticos, pero concediendo a la experiencia el valor científico que hoy alcanza, en lo cual se acerca algunas veces a los minuciosos análisis de la escuela escocesa.

En la parte crítica; donde refuta los sistemas panteístas de Fichte, Schelling y Hegel, el criticismo de Manuel Kant, y aun también en algunas ocasiones el armonismo krausista, se distingue el Sr. Mestres por la templanza de la forma, lo que demuestra una conciencia recta que busca la verdad por ella misma, sin aspirar al éxito que siempre produce el escándalo, ni a los aplausos de las inteligencias levantiscas que por desgracia forman el mayor número, así entre el vulgo de las gentes, como entre los literatos vulgares.

Por lo demás, el Dr. Mestres, queriendo huir del idealismo panteísta sin caer en el materialismo ateo, ha procurado resolver algunos de [163] los más difíciles problemas de la filosofía con ese criterio vacilante que se acoge al común sentir como seguro puerto de refugio en la tormentosa confusión de los desvaríos intelectuales.

Antes de la obra que acabamos de examinar el presbítero Sr. Mestres había dado también a la estampa las Lecciones de psicología, lógica y moral (1863), explicadas a los alumnos de estas asignaturas en el Instituto de segunda enseñanza de Barcelona, en los cinco años escolares que precedieron a su publicación.

Nada diremos acerca del valor científico de estas Lecciones, pues tendríamos que repetir conceptos muy semejantes a los que dejamos consignados al tratar de la Ontología y Cosmeteología.

Refutaciones de las Doctrinas Filosóficas de Mr. Renan

Cuando se publicó la Vida de Jesús, de Mr. Ernesto Renan, aparecieron en España algunos juicios críticos, más o menos extensos, que pueden considerarse como inspirados en la filosofía espiritualista. A este número pertenecen los libros del catedrático en teología D. Juan Juseu y Castanera y del presbítero D. Miguel Sánchez, los artículos del señor D. Severo Catalina que se insertaron en La Concordia y los folletos siguientes: [164]

Apuntes contra la titulada Vida de Jesús de Mr. Ernesto Renan, por D. Antonio Ferrer del Río, de la Real Academia Española. (1863)

El pirronismo del siglo XIX, por el presbítero D. B. M. y G. R. (1863)

Ernesto Renan ante la erudición sagrada y profana, por el Ilmo. Sr. D. Adolfo de Castro. (Cádiz 1864)

El panteísmo germano-francés, por D. Luis Vidart (1864). {31}

Tales son las refutaciones del libro de Mr. Renan que en este momento recordamos, y las cuales nos abstenemos de juzgar, ya por ser escritos más polémicos que dogmáticos, ya también por otra razón que fácilmente se alcanzará a los que lean el nombre del autor de estas indicaciones bibliográficas.

Periodistas políticos

El sentido político con que se hallan escritos los artículos sobre religión y filosofía que frecuentemente han publicado [165] en La Regeneración los presbíteros D. Miguel Sánchez y D. José Salamero, y en El Pensamiento Español los señores D. Francisco Navarro Villoslada y D. Gavino Tejado, nos obligarían a exponer largas y meditadas consideraciones sobre las relaciones mutuas que ligan la religión, la filosofía y la política, como necesario fundamento de nuestro juicio sobre su mérito y su significación en las esferas de la ciencia social; siendo esto ajeno a la índole de la ligera exposición histórica que venimos haciendo, terminaremos aquí el bosquejo de la escuela espiritualista creyente que abraza en sus distintos matices, lo mismo en España que en Francia, desde el tradicionalismo del presbítero Mr. Morel hasta el liberalismo del obispo monseñor Dupanloup.

Venturoso será el día en que desaparezcan tales calificaciones y los creyentes espiritualistas se hallen tan conformes en las soluciones políticas como lo están, y estarán siempre, en las soluciones teológico-dogmáticas. Mientras tanto todos debemos practicar aquella sabia máxima del santo obispo de Hippona: unidad en lo necesario, libertad en lo dudoso, y caridad en todo. [166]

——

{30} El Sr. D. José Leopoldo Feu en una excelente memoria leída ante la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona que lleva por título: Datos y apuntes para la historia de la moderna literatura catalana rechazando la opinión sostenida por los señores Mora y Quadrado de que el espíritu filosófico de Balmes no tenía antecedentes históricos en su patria, escribe lo siguiente: «¿Podía decirse esto, señores, en la patria de D. Ramón Martí y Eixalá, que a favor del método experimental había alumbrado con la antorcha resplandeciente de la observación los más arduos problemas filosóficos; de Aribau y López Soler que ya en 1823 iniciaban una saludable restauración espiritualista y el cultivo de las buenas doctrinas estéticas; de Samponts que había batido en brecha el sensualismo y la escuela utilitaria con toques magistrales que recordarán eternamente la sobriedad de Royer Collard [150] de Piferrer que encendido en el purísimo amor de la bondad y la belleza, abarcaba certero el estado de la ciencia y del mundo, depositando en el proemio de una fugitiva revista periódica las más ricas intuiciones del espíritu y de don Joaquín Rey, Ferrer y Subirana y tantos otros que habían pugnado por desalojar al individualismo del terreno del derecho ganosos de estrechar con lazos de íntima alianza a la ciencia y el cristianismo?... Pero hay más todavía: por los caprichos de la suerte, siempre voltaria y antojadiza, tal vez ignora España que hay en Cataluña dos nombres oscurecidos y casi olvidados más allá del Ebro, que representan en mayor grado que Balmes, el uno la centelleante intuición de un espíritu privilegiado, y el otro la investigación racional y el cultivo graduado de una doctrina metódica. Harto comprendéis, señores, que hablamos de D. Pablo Piferrer y de D. Ramón Martí y Eixalá. Nos explicaremos. Por más importancia que se dé a las cualidades de controversia que en Balmes resplandecían, a la claridad de sus apreciaciones (último esfuerzo del talento) a su respeto por las leyes de las creencias del género humano, ningún adelanto filosófico de los suyos tiene la espontaneidad o trascendencia de la doctrina de Martí y Eixalá cuando hacía de la conciencia humana en toda su integridad el criterio legítimo de la verdad filosófica.»
Quizá las apreciaciones del Sr. Feu se hallan inspiradas por un nobilísimo entusiasmo, no siempre de acuerdo con el rigorismo de la crítica, pero de todos modos prueban evidentemente que en Cataluña existía un notable movimiento filosófico que puede considerarse como el precedente histórico de la doctrina balmista. Bajo este concepto, creemos que tiene importancia suma la memoria del señor Feu y también como una protesta contra la centralización científica, no menos dañosa que la política, y mucho más difícil de contrariar, dadas las particulares condiciones que hoy domina en la sociedad española.

{31} El catedrático de teología D. Francisco Mateos Gago, en El Gobierno (6 de Julio de 1864); el Sr. D. Luis de Barreda en La Democracia (10 de Julio de 1864) y los señores D. Peregrino Santaluz y D. José Lesen y Moreno en El Mundo Militar (números 243 y 244); se ocuparon de este folleto con suma benevolencia y desusada amplitud, si se tiene en cuenta la poca atención que en España obtienen las cuestiones filosóficas. Nosotros agradecemos profundamente a los señores Gago, Barreda, Santaluz y Lesen tan señalada distinción y procuraremos que nuestros futuros escritos no desmientan sus lisonjeras apreciaciones.

 
{Transcripción de La filosofía española, Madrid 1866, páginas 148-165.}


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