Biblioteca Feijoniana Propugnación de la racionalidad de los brutos Miguel Pereira de Castro

Ilmo. y Exmo. Señor.

Habiendo de elegir Mecenas para este opúsculo, no tuvo que vaguear el pensamiento para hacer propuestas a la voluntad; [IV] porque cierto de mi obligación, y del poco mérito de la obra, de derecho, y de necesidad lo debía dedicar a Vuestra Excelencia, sin que en esta expresión entre algo de aquella adulación, con que los Escritores acostumbraban llenar de hipérboles las Dedicatorias en obsequio de sus Mecenas. Cargan los hijos con las deudas de sus padres, así como son herederos de las acciones, que ellos tenían. De la acción fue sin duda heredero Vuestra Excelencia, y yo de la deuda. Era mi padre tan deudor al de Vuestra Excelencia, cuanto le puso por muchas veces en obligación su ínclita protección, y benignidad, siendo su Patrono, y Padrino para los adelantamientos, y pretenciones; y tan voluntario, y afectuoso, que no sólo se interesaba gustoso en protegerle, mas juzgando diminuta a su mérito la remuneración pedida, llenándole primero de elogios (que siendo suyos eran argumento certísimo de su grandeza) le ordenaba, que aumentase la súplica, que adoptaba suya para el cuidado, brevedad y buen éxito del despacho.

No hablo, Señor, encarecido, así sucedió a la verdad. Siempre que la ocasión lo permitía, exaltaba su mérito con públicos encomios, usando de tan honoríficas expresiones, [V] que causaba envidia a todos los, que los oían, y no poca emulación a los demás Oficiales de guerra, por ver cuán alto concepto formaba de su valor, de su... Pero no diré más, porque al paso, que voy a hacer sincera confesión de mi deuda hereditaria, me veo obligado a tejer de algún modo un breve elogio de mi padre, y señor. Y no cabiendo por este motivo ni en mi voz, ni en mi pluma, mas sólo en mi concepto la individuación de tantas obligaciones, baste la confesión de ellas en general para se conocer, que de derecho debía dedicar a Vuestra Excelencia este opúsculo, más como tributo forzoso, que como obsequio voluntario. Y aunque el don sea tan corto, no queda desconsolado mi agradecimiento por ofrecer a Vuestra Excelencia lo más, que puedo, y lo, que su indiferencia, y aun repugnancia a todo aquello, con que suelen los hombres obligados mostrarse agradecidos, no puede no aceptar: y por la aceptación hará grandioso este limitado obsequio de mi agradecimiento.

Y ve aquí cómo soy llevado casi por la mano a mostrar que también de necesidad debía dedicar a Vuestra Excelencia este opúsculo, producción de mi pequeño talento. Porque debiendo ennoblecerle cuanto pueda, como [VI] hijo de mi entendimiento, dedicándole a Vuestra Excelencia, pasará del ser humilde, que le dio la producción, al más ilustre, que le comunicará la aceptación de Vuestra Excelencia, la cual lo constituirá hijo adoptivo suyo. Esta adopción lo hará formidable a los Zoilos: su glorioso, y venerable nombre colocado en la frente de este pequeño Tratado le conciliará las estimaciones, que jamás conseguiría por el de su autor. Un opúsculo dirigido a proteger una opinión, reputada de muchos como desvalida, pide de derecho un Mecenas tal, como Vuestra Excelencia, en cuya benignidade, y protección hallan los desvalidos amparo, los indigentes remedio, y piedad, los aflictos consolación, halagüeña afabilidad los pequeños; virtud rara, que todos admiran en Vuestra Excelencia, pero no única.

¿Qué diré de aquel complejo de virtudes morales, y políticas, que adornan su persona? Y haciéndola imán de los entendimientos para la admiración, la constituye también dulce hechizo de las voluntades para la veneración. ¿Qué diré de su Literatura en los Tribunales tan respetada? La fama la publica, todos la confiesan, y la admiran. Pero bien podía Vuestra Excelencia ser eminente Jurisconsulto, [VII] y no tener toda la aptitud para las Enviaturas, y para el cargo, que ocupa; mas el Cielo, que le destinó para estos empleos, le adornó con los dotes precisos, y en tan alto grado, que quedase mayor que las ocupaciones pedían. Y sin duda las desempeñaría con satisfacción, aunque el Cielo le negase la mitad de su liberalidad.

¿Quién no admira aquella alta comprehensión de los negocios más arduos? ¡Aquel vigor de espíritus, aquel celo por el lustre de la Corona, aquella grandeza de ánimo, prudencia sin languidez, madurez sin desmayo en las resoluciones, aquella perspicacia, y soberanía de pensamientos, actividad en la ejecución de los designios, y tan alta, y pronta inteligencia de las cosas más difíciles, que parece infusa, aquel acierto de dictámenes, que parecen forjados con asistencia de Numen! Diré lo, que confiesan todos, que en estas, y en todas las demás virtudes precisas a su carácter, y empleo, es tanta la semejanza de esa Imagen al Prototipo el glorioso Padre de Vuestra Excelencia el Señor Diego de Mendonza Corte-Real, que parece una identidad, y más vivir reproducido este Héroe, que continuado por su Hijo; y hasta un mismo nombre hace también parecer un [VIII] mismo sujeto los dos, a quien todos deben confesar preferencia a Casiodoro, y que si viviese Teodorico, tenía que envidiar la dicha del Señor Rey Don Juan V, y de Su Majestad, que Dios guarde, por tener Secretarios, a quien Casiodoro debía pedir consejos. Y esta perfecta semejanza, que hace que Vuestra Excelencia merezca el mismo culto, que a su Padre tributo todo el orbe, es el mayor elogio que puede darse a Vuestra Excelencia.

Ovidio, adulando a Augusto, dijo, que su Padre adoptivo el Gran Julio, que supuso glorioso en el Cielo, desde él se complacía de verse excedido de su hijo.

... Natique videns benefacta fatetur
Esse suis maiora, & vinci gaudet ab illo.
Metam. lib. 15.

Pero yo no puedo adaptar a Vuestra Excelencia este elogio sin caer en la nota de mentiroso, porque todo el Orbe contempló a su Padre en la mayor elevación del heroismo. Y que así no le contemplara, jamás caería yo en la incivilidad de Ovidio. Incivilidad la llamo, porque no se que sea encomio para un hijo exaltarse su mérito, disminuyendo el de su [IX] padre; porque como recíprocamente participan las glorias, y deslustres de cada uno, en la misma preferencia dada al hijo, le pone en rostro el elogiador el defecto paterno, y que fue tal, que podía subir más.

Pero por la perfecta imitación, que admiran todos tener Vuestra Excelencia con su Padre, deben confesar que su mérito no puede subir más, y que todo ascenso, que se quisiere considerar, será una ficción de la idea, o quimera de la adulación. Pues por esta perfecta semejanza llegó Vuestra Excelencia al non plus ultra tan aplaudido de los Extranjeros, como reconocido de los Portugueses, sin envidia del premio. Porque cuando se contempla el mérito sin igual, no tiene atrevimientos la envidia para negar ser el premio diminuto, y la promoción debida de justicia. Deben confesar que toda la admiración, todo elogio, todas las glorias, y todos los loores, y cultos tributados a su Padre, son igualmente debidos a Vuestra Excelencia, que colocado también por los méritos proprios en el más alto grado del heroísmo, por la participación, que tiene como hijo de las glorias, y mérito de su Padre, vino a excederse a sí mismo. Deben confesar finalmente que es mayor elogio para Vuestra Excelencia esta perfecta [X] semejanza, que tiene con su Padre el Señor Diego de Mendonza Corte-Real, que fue para Augusto aquel exceso, que Ovidio, adulándose, supuso reconocido de su mismo Padre el Gran Julio.

Conozco que se ha hecho política común de los Escritores tejer en las Dedicatorias largos elogios de sus Mecenas; ya especificando sus virtudes, ya elogiándoles largamente sin especificarlas. Pero como, aun tomando la pluma este rumbo de elogiar sin especificar, tropieza en la modestia de Vuestra Excelencia, la cual no sé, si ya se dará por ofendida, calló cuanto podía decir sin hipérboles, cuanto podía publicar sin adulación de las virtudes morales, y políticas, que hacen más brillante su Persona, ya ilustre por su ascendencia, por la cual tiene Vuestra Excelencia la sangre, que ennoblece los troncos de grandes, y poderosas Casas de Portugal, y de España, y Origen de los más elevados, continuándose con tanto esplendor, que aun Don Lopo Sarracines, vigésimo cuarto Abuelo de Vuestra Excelencia, fue Señor Soberano de Vizcaya, y Durango.

Así, Señor, sin trasladar de la mente a la pluma aquella imagen, que tanto se ha impreso, sólo contempla mi esperanza [XI] las prendas de su Persona, para afianzar sobre ellas la protección de tan alto Mecenas. Llevando pues seguro el patrocinio de Vuestra Excelencia, no tengo que temer los insultos de la crítica, y tampoco desagradar al lector. Y puedo con más razón decir a mi libro lo que Ovidio dijo al suyo: Si alguno recusare leerte, porque es mío, y no te diere estimaciones, dile que mire tu título:

Siquis est, qui te, quod sis meus, esse legendum.
Non putet, o gremio rejiciat que suo,
Inspice, dic, titulum.

Ovid. Eleg. I.

Y aunque desagradara; repetiría yo lo, que dijo Horacio a su Mecenas: Lo, que yo reputo grande dicha, es tener seguro su agrado:

Magnum hoc ego duco, quod placui tibi.

La celsitud de su nombre, y la alta cumbre, en que ha colocado a Vuestra Excelencia su nacimiento, y su mérito, me dan la mayor seguranza de que ni la necedad siempre atrevida, ni la literatura más perfecta, ni la crítica más exacta se atreverán a forjar dicterios, publicar desestimaciones, y descubrir errores, solicitando el desprecio de este [XII] libro. Porque el respeto de un Mecenas tan ilustre en nacimiento, y adornado de tantas, y tan raras virtudes, cualidades, y dotes, no puede menos, que detener las osadías de los necios, hacer faccionarios los literatos, y transformar en Apologistas los críticos. Sírvase pues Vuestra Excelencia de aceptar en su protección este corto obsequio de mi veneración, y la única demostración, que puedo dar de mi agradecimiento, o la única solución, que me resta de mi deuda hereditaria. La misma pequeñez del don debe inclinar a Vuestra Excelencia para el patrocinio, y el acierto de la elección le merece estimaciones. Dios guarde a Vuestra Excelencia para bien de Portugal, y mayor servicio de nuestro Soberano.

De Vuestra Excelencia
Su más rendido servidor
Miguel Pereira de Castro Padraõ.


Prólogo al lector

¿Quién podrá, amigo Lector, deshacer la impresión de aquellas palabras, reputadas de muchos, como sentencia verdaderísima: «Que los que atribuyen discurso a los Brutos, o quieren igualarlos a los hombres, o hacerse semejantes a los Brutos, que no tienen entendimiento»? Si el sonido de las dichas palabras, una y muchas veces repetido en las aulas en los pueriles años, tanto se une, y tanto se imprime en los entendimientos, entonces tablas rasas para toda pintura, e inscripciones, cuanto se manifiesta por los efectos; pues dura, y permanece por todos los años de una dilatada vida. Efecto muy proprio del prejuicio, y preocupación, la cual no sólo echa nieblas sobre los ojos del entendimiento, para que no vea claramente la verdad, y el desengaño, por cercano que le tenga, mas hace, que reine en los hombres una mala disposición intelectual, que los priva de ver la verdad, aunque la tengan delante de los ojos; de que la toquen, [XIV] aunque esté pegada a la mano, y de que la escuchen, aunque les hable a los oídos; hace que miren con fastidio todo, que es contra su sentir, y que lleven con tenacidad las opiniones, que bebieron niños, y la tiránica invencible preocupación, que tiene puestos en cadenas sus entendimientos, no les permite retratar, cuando adultos.

De esta tenacidad proviene el dicterio común entre los Maquinistas e Instintistas de que los Racionalistas defienden su causa, cuando dan discurso a los Brutos. De la misma tenacidad, efecto de la preocupación, procedió aquel juramento, con que un Cartesiano, encaprichado de la insensibilidade de los Brutos, pretendió mitigar la aflicción de unas Damas, que se compadecían mucho de un toro, a quien con exceso lastimaban los Toreros, asegurándoles, que no había por qué condolerse, porque el toro (decía el buen Maquinista) juro a Dios, y a esta Cruz, que no siente más que este banco, donde estoy sentado (Feijoo, tomo 3 del Teatro Crítico, disc. 13, n. 45). Ve aquí la tenacidad jurando como cosa evidente lo, que sólo es probable, y como tal, sólo merece asenso receloso, u cum formidine partis oppositae. Bien contraria a esta expresión [XV] del Maquinista fue aquel bárbaro desahogo, que tuvo la adhesiión, con que un Instintista seguía su opinión de la sensibilidad de los Brutos, y compadeciéndose mucho de que los Toreros lastimasen a los toros, se complacía al mismo tiempo de que éstos vengasen la tiranía, con que los trataban; y no pudiendo contener en su pecho este excesivo gusto, prorrumpió en esta barbaridad: Vengaos, gallardos animales de tantos crueles tiranos, que prevenidos de defensas, y armados de espadas, y garrochones, después de insultar vuestra libertad, y burlarse de vuestro valor, vienen a quitaros la vida (Martín Martínez en su Filosofía Escéptica, diálogo 10).

¡Tanto cautiva los entendimientos la preocupación! ¡A tanto mueve, y aun obliga la tenacidad, con que comúnmente siguen los hombres sus opiniones! Ya si es malo aquello, que siguen, entonces, pudrido el entendimiento por la corrupción del yerro, no le aprovecha remedio alguno; muy principalmente, si se aprendió el yerro en los pueriles años, porque pasa de doctrina a ser alimento, de hábito a ser naturaleza: [XVI]

Heu, male diluitur teneris quod mentibus haesit,
Praesentim durant, quae dedicere mala.

Verino.

Esto vemos verificado en aquel indiscreto, y mal fundado desprecio, con que muchos tratan las opiniones, que apellidan nuevas (siéndolo tal vez solamente para su poca instrucción) sólo, porque cuando Escolásticos oyeron a sus Maestros tratarlas de heréticas, o erróneas, y toda su vida oyéseles, reprobarlas, cuando poco como peligrosas: claman indignados contra ellas, llevados de un celo indiscreto, y fundado sólo en la fe de sus Maestros: improperan a los, que las siguen, acusándolos de que no recelan el daño de consecuencias opuestas a la fe, y de que haciéndose a la libertad de discurrir en cuestiones Físicas, soltarán la rienda para razonar con la misma, o mayor libertad en las Teológicas. En fin, aquella preocupación inveterada, cerrándoles la puerta a toda doctrina, hace que traten como hacienda de contrabando cualquier nueva opinión, aunque filosófica, porque piensan, que en la capa de Filosofía viene embozado algún veneno Teológico; no advirtiendo que el discurso [XVII] humano no debe estar puesto en durísima esclavitud, ni atado con una cadena muy corta, o puesto en estrecha cárcel, mas sí que debe discurrir libre en el territorio de las ciencias naturales, con tanto que su franqueza no sacuda el yugo, y derecho de superioridad, que sobre el mismo discurso humano tiene la doctrina revelada, a la cual sólo doblan siempre la rodilla con veneración esos mismos, que siguen nuevas opiniones.

Estas no sólo no admiten los preocupados, por más que no puedan dar solución competente a sus fundamentos, pero aun no quieren leerlos, si sus Maestros, o aquellos, en quienes hacen fe, y juran en sus doctrinas, los amedrentaron con el pretendido peligro de la Religión. De este modo se ven esas opiniones sin algunos sectarios de bellísimos ingenios, que las pudieran hacer más brillantes: y llora la verdad el verse escudada con la barbarie; que quede la ignorancia necesaria para la seguridad de la Fe; y que se defienda la luz del discurso con el humo de la tenacidad. Esta tuvo como tributaria toda España, y muy principalmente a Portugal, y aun hoy no reina poco. Por eso bien decía yo en el principio: «¿Quién podrá deshacer la impresión, &c.?» [XVIII] Mas como algunos se van ya persuadiendo, de que el camino de poder descubrir la verdad es buscarla por muchos, y diferentes rumbos, me parece, que conseguiré el que no hagan aquellas palabras tanta impresión, o el disminuirla en parte en quien leyere este opúsculo. Y para que mis esperanzas queden más bien fundadas, sirve este prólogo de hacerte, amigo lector, algunas peticiones conducentes a la consecución de mi intento.

Lo primero, que te pido, es: Que para leer esta obra depongas toda tu afición, y pasión por otra opinión en contrario. Quien mira por un vidrio, ve todos los objetos, revestidos del color, que el vidrio tiene: todo le parece verde, si es verde el vidrio: estando el ánimo mal dispuesto, todo lo que se lee, se va tiñendo de este ageve. Y quien lee una opinión, siendo por la contraria apasionado, no sólo la reputa falsísima, sino que juzga frívolos sus fundamentos, por más eficaces que sean, y poco ajuiciados sus Sectarios. Porque, como dice Aristóteles (lib. 6. Ethic. cap. ultim.) cada uno juzga según su inclinación, y afecto: Quisque iudicat, prout est affectus: y la afición hace a los hombres, como delirantes, [XIX] representando lo que no hay, o fingiendo sueños, como dice Virgilio Eglog. 8.

...Qui amant, ipsi sibi somnia fingunt.

No puedo negar a la pluma la mayor prueba, que me ocurre para mostrar ser verdad, que los apasionados por una opinión reputan delirio la contraria, poco ajuiciados sus Sectarios, y razones vanas los fundamentos sólidos, aunque esos apasionados sean doctísimos. Lactancio, Firmiano era muy docto, muy agudo, y muy elocuente, en fin logra el epíteto de Cicerón de la Iglesia; con todo llevado de la opinión dominante de su siglo de que no había Antípodas, o para decirlo mejor, de la frecuente de que no podía haberlos, reputaba sólido fundamento el, que sólo hace fuerza a los niños, de que caerían precipitados por las regiones aéreas, y pensaba ser sofistería lo, que era razón sólida, de que eso sería en los Antípodas, así como en nosotros, subir para el cielo; y que, así como nosotros, debían ellos propender para el centro, y pisar firmes la superficie de la tierra. Y burlando de este argumento, que propone en el libro 3 de las Divinas [XX] instituciones cap. 24, y de los contrarios, habla con esta mofa, y desprecio en estas palabras, que están inmediatas al dicho argumento: No sé qué me diga de estos Filósofos, que habiendo empezado a errar, constantemente perseveran en su necedad, y con razones vanas defienden opiniones vanas, sino que juzgo que a veces se ponen a filosofar por chanza, y voluntariamente se empeñan en defender mentiras con ostentación de ingenio. Si ahora reviviese Lactancio, ¡cómo contra sí mismo volvería sus palabras! ¡Cuántas veces repetiría aquello de Séneca: Venient posteri, qui tam aperta nos nescisse mirentur! Desnudado pues de pasión, lee, amigo lector, esta apología, que juzgo, que si no te llevare la atención, como nunciativa de la verdad, a lo menos mitigarás el escándalo, que hasta ahora te causaría la novedad, quizá oída, y no leída, y te parecerá muy probable; pues es cierto que:

Nemo adeo ferus est, qui non mitescere possit,
Si modo culturae patientem commodet aurem.

Lo segundo, que te pido, es: Que no ejecutes, como comúnmente lo hacen los apasionados, la violenta, y tiránica transgresión [XXI] de todo lo, que es justicia, y equidad, de dar la sentencia no sólo sin oír al reo, mas aun sin tener alguna noticia del delito. Debes primero ver los autos, examinar los testigos, y ponderar las razones de su defensa. Creer por pocas palabras, que una cosa es probable, es creer presto; y mira lo, que dice el Espíritu Santo: Qui credit cito, levis est corde (Eccles. 15. 4.). Tan digno es de reprehensión el creer presto, como es estulticia ser nimiamente incrédulo: O stulti, & tardi ad credendum. (Luc. 24. 25). De esta incredulidad proceden dos efectos creer mucho, que es efecto contrario a su causa, y saber poco:

Plurima scire volunt omnes, at credere pauci:
Hinc multi credunt plurima, pauca sciunt.

Esto no es pedirte, que después de leer todo este opúsculo, des asenso a mi opinión, es solamente decirte, que no hagas timbre de no darle crédito; es pedirte, que sin ser injusto para con los demás, me hagas a mi justicia, dando la sentencia a su tiempo, y no antes; profiriéndola en fin, después de formar dictamen, y juicio cabal por la lección de todo este opúsculo; pues es indiscreto [XXII] modo de proceder el juzgar, sin haber considerado bien toda la ley, sólo por haber visto una partecita de ella: Incivile est, nisi tota lege perspecta, una aliqua eius particula proposita iudicare. L. Incivile est. ff de legib.

Lo tercero, que te pido, es: Que no hagas el inútil reparo de que un sujeto de tan poco talento, como yo, pretenda salir al combate con el pueblo de los Peripatéticos, y que no juzgues poco vigorosas mis razones, sólo porque tengo en contrario el agigantado partido de la común opinión de los Instintistas, al cual, por numeroso, y antiguo, reputarás tan lleno de armas, y tan diestro en el uso de ellas, que pueda hacer temblar a un ejército, y mucho más al pequeño partido de los Racionalistas. ¿Cuánta irrisión no hizo de David, el gigante Goliat? Quien viese a este Jayán de seis codos, y un palmo de estatura, lleno de armas ofensivas, y defensivas, que por cuarenta días hizo temblar el ejército de Israel, tendría por un grande desatino, que le saliese al combate un muchacho sin uso de armas, y sólo con su báculo, su honda, y cinco piedras. Pero sabemos, que a David le sobraron de las piedras las cuatro, [XXIII] siendo una sola bastante para el vencimiento del Filisteo, y que degolló a éste con su propria espada. No mires pues mi pequeñez, y las grandes fuerzas, y agigantado partido de los contrarios: mira solamente, si van limpias mis piedras, y si va bien dirigidos mis golpes; pues, conseguidos estes, poco importa mi pequeñez, nada vale la agigantada estatura, y la numerosa multitud del partido opuesto.

Lo cuarto, y último, que te pido, es: Que si en esta obra hallares algunos errores en cuanto al idioma, en que la escribí, sean atendidos con benignidad para el perdón, y no como motivo para la mofa, y desprecio del libro. Antes debes loar mi curiosidad, pues eso, que sé de las lenguas Española, Francesa, e Italiana, lo debo a mi aplicación, único maestro, que por los Diccionarios, Artes, y reflexión en los libros, me dio lecciones. Ni es justo el argumento de que podía responder a esta Carta crítica, ingerida en la obra, en el Idioma patrio. Porque, como ella fue escrita en la lengua Española, y defiendo a un Español, y cuanto me es posible, lo hago con sus mismas doctrinas, transcribiendo muchos pasajes, [XXIV] parecióme ser preciso responder en la misma lengua, por no hacer una mezcla tediosa. Mía es la pérdida, que me expongo a tu criterio, y no puedo explicarme siempre con la energía, tal, o cual, con que lo hiciera, escribiendo en Portugués. Y cuando no quepa en tu benignidad el perdón de mis errores en este particular, no sirva el desprecio para dar poca atención a mis razones, porque pueden estas tener gran vigor, aunque escritas con ese defecto. Cuanto más, que no ignoras, que por negligencia, o ignorancia de algunos Impresores, o Correctores, contienen los libros muchos yerros, de que nos da bellos ejemplos Andrés Chevellier en el libro intitulado l'Origine de l'imprimeríe, part. 2 cap. 6 pag. m. 190 y 191, y que esto sucede, aun cuando son compuestos en el idioma patrio, de lo que se sigue que mucho más cometerán, cuando son escritos en una lengua, que tal vez ignoran totalmente.

Dando pues buen despacho a mis peticiones, espero que disculparás mis errores, que no declamarás contra mi opinión, y que cuando ésta no te parezca la verdadera, a lo menos la proclamarás por muy probable, o dirás con los Italianos: Si non e vero, e bene trovato; si esto no es la verdad, a lo [XXV] menos está bien hallado: y que no murmurarás, mas quizá loarás mi audacia en apologizar al incomparable Feijoo, porque una buena voluntad equivale, y merece el premio de una buena obra. Si te agradare mi opinión, yo te prometo dar a luz otro libro, intitulado: Raciocinio de los Brutos. Escribílo poco después de concluir esta Carta. Muchos curiosos lo han leído, y algunos doctísimos, entre estos los Reverendísimos Padres Maestros D. Antonio Luiz Villares, y Don Tomás Caetano de Bem, ambos Clérigos Regulares de la Divina Providencia, y Calificadores del Santo Tribunal, los cuales dieron en él sus aprobaciones por escrito; y no lo harían por amistad, si tuviese algo sospechoso, visto que por obligación velan sobre la pureza de la Doctrina, para apartar del licor la ponzoña, y arrojar la cizaña al fuego, dejando intacto el grano. También lo aprobó por escrito el M. R. P. M. Juan Pedro de la sagrada Compañía de Jesús, siempre solícita por la pureza de la Fe. Todos son vivos, y no me dejarán mentir. Adelante va la tabla de los capítulos, que contiene el dicho libro. El conocimiento, que tengo de mi cortedad, me [XXVI] cohíbe darle a la imprenta, sin fundar primero la esperanza de su aceptación en la de este opúsculo, el cual jamás daría a la prensa, si no me obligasen a publicarlo las instantes persuasiones de algunos amigos. Coadyuvó el ver, que ya Portugal no está tan pertinaz, y austero en no admitir opiniones, que no sean venerandas, por sus muchos años en las aulas de este Reino. También si me permitieren mis ocupaciones dar la última pureza a algunas resoluciones mías, que seguí en Filosofía, y Teología, cuando estudiante, las daré a tu corrección. No tengo más, que pedirte, ni que prometerte.

Vale.


Tabla de los capítulos

que contiene el libro, de que se hace mención en el prólogo, intitulado Raciocinio de los Brutos, en el cual se trata la cuestión: ¿Si los Brutos son meras Máquinas, e Ingenios del Criador sin percepción, ni sentimiento; o simplemente Sensitivos; o Racionales?

  1. Propónense las opiniones, que hay en esta cuestión.
  2. Muéstrase, que podía Dios criar máquinas semejantes a los orgánicos cuerpos de los Brutos, las cuales sin forma alguna, cual la adstruyen los Peripatéticos, tuviesen maquinalmente algunos ordenados movimientos.
  3. Impúgnase la opinión de los Rígidos Maquinistas, la cual defiende, que los Brutos por sola su figura extrínseca, sin algún otro principio intrínseco actuante, y movente ejecutan todas sus acciones.
  4. Reprehéndese la inmodestia, e incivilidad, con que a los Sectarios opuestos tratan los Aristotélicos, y se desechan sus fundamentos contra los Maquinistas.
  5. Impúgnase la opinión de los Maquinistas, tejiendo algunos nuevos argumentos de los mismos principios de los Cartesianos.
  6. Respóndese a los fundamentos, que hay por la opinión de los Maquinistas.
  7. Pruébase, que la sentencia, que admite formas materiales educidas de la materia, y de ella realmente distintas, es opuesta a la doctrina de Aristóteles.
  8. Pruébase, que la sentencia, que admite formas materiales, educidas de la materia, y de ella realmente distintas, es opuesta a los argumentos de los Comentadores de Aristóteles.
  9. Pruébase a ratione, que implican formas materiales, educidas de la materia, y de ella realmente distintas: y se responde a los argumentos de los Aristotélicos.
  10. Pruébase, que las formas materiales de los Brutos son por Dios criadas.
  11. Respóndese a las dificultades contra la propuesta opinión en un diálogo entre un Ecléctico y un Cartesiano. [XXVIII]
  12. Muéstrase, que las significaciones, que los Peripatéticos dan a la voz Instinto, son insuficientes para explicar por ellas en su sistema las operaciones de los Brutos.
  13. Pruébase el Raciocinio de los Brutos.
  14. Muéstrase, que, concediéndose conocimiento a los Brutos, se les debe conceder discurso.
  15. Respóndese a los argumentos contra el Raciocinio de los Brutos.
  16. Explícase la libertad puramente física de los Brutos.
  17. Explícase en qué consista la Admiración, y la Risa: pruébase, que son mociones maquinales, y que los Brutos son Admirativos, y Risibles a su modo.
  18. Trátase de la Locución de los Brutos.
  19. Respóndese a otros argumentos contra el Raciocinio de los Brutos.
  20. Si hay Brutos en la Luna, y en los demás Cuerpos Planetarios, y generalmente en todos los Astros. Y, en caso de haberlos, si son más corpulentos, y de discurso superior al de los Terrestres.
  21. Respóndese a las siguientes preguntas curiosas: Si hay Brutos en otro mundo: Si los Duendes son animales aéreos, y discursivos: Si los Brutos pueden ser conjurados, o exorcizados: Si el discurso de los Brutos es discurso perfecto, o imperfecto: Si su discurso es en todos de la misma, o de diferente especie: Cuál de las especies de los Brutos goza de discurso superior a las demás: Si algunos Brutos son puramente Máquinas.

Carta del M. R. P. M. Juan Baptista,

de la Congregación del Oratorio de S. Felipe Neri de la Villa de Estremos, Maestro, que fue del Autor, en Filosofía y Teología, en respuesta a la Carta, que éste le escribió, pidiéndole que con autoridad de Maestro, y sencillez de amigo corrigiese su obra, y diese en ella su parecer.

Muy Señor mío. Habiendo leído con muy particular gusto esta su Carta Apologética a favor, y defensa del M. R. P. M. Fr. Benito Jerónimo Feijoo, no es menor la repugnancia, que me cohíbe a dar la aprobación, que v. m. me pide, sujetándose con llana sinceridad a mi corto parecer. No tiene esto contradicción de paradojo; ni piense v. m., que esta repugnancia en aprobar su Carta es, porque su discreta Propugnación se oponga en algo a mi sentir; mas sí, porque en las presentes circunstancias juzgo mi aprobación no solamente por sobrada, pero aun tal vez por injuriosa a la persona de v. m., atendiendo a la fecundidad de ingenio, con que expone sus razonamientos. Hállanse estos tan fuertes, y eficaces, que no necesitan de ajeno auxilio, que los corrobore; tan abundantes de doctrina, noticia, y erudición, que no han menester de mendigar favores; tan claros, formales, y digestos, que por sí mismos se notifican al entendimiento: y querer añadirles algo, será querer añadir luz al Sol. En fin, toda esta Propugnación está tan excelentemente ideada, que no hallo lugar para mi aprobación, sólo sí para el pasmo, y asombro. Y a la verdad, digno es de admiración, que v. m. sobre asunto tan rastrero levantase discursos tan altos, y [XXX] encumbrados, que si allá Salomón admiró los vuelos de el águila en el Cielo, ¿cuánto son más para admirar los vuelos, que v. m. ha dado con su pluma en el suelo, discurriendo con tal agilidad sobre los animales de la tierra? Y así permítame v. m. le pido, que suspenda yo aquí mi pluma, cuyos vuelos son cortos para sus loores, y para la aprobación, que merece este libro.

Empero, porque alguno no juzgue este mi silencio, o suspensión por una reprobación tácita, y política de la sentencia, que v. m. propugna, diré también sin rebozo lo que en ella siento. Digo pues, que bien ponderadas tantas, y tan graves autoridades, las razones, y experiencias, que v. m. expende en esta su Carta, y finalmente la sobrada solución, con que v. m. responde a los argumentos, se me hace esta sentencia de la Racionalidad de los Brutos no sólo muy probable, pero aun casi evidente con aquella certeza, que podemos alcanzar en cosas Físicas. Ni v. m. tendrá este juicio por afectado: si bien se acordáre de lo que yo enseñé acerca de la inmaterialidad de los mismos Brutos, cuando para deducir la suma cognoscitividad del Entendimiento Divino de su misma inmaterialidad suma, e infinita, expendí la razón del Angélico Doctor Santo Tomás (tom. 1 quaest. 14 art. 1) y argumenté ab inductione desde la inmaterialidad casi ínfima de los Brutos hasta llegar a la suma del mismo Dios.

Allí propugné, que los Brutos, aunque materiales, y corpóreos no dejan de participar muchos grados de inmaterialidad; porque no se oponen estas dos razones, sino es en el sumo grado: y así como hay substancias espirituales, e inmateriales, que contienen alguna materialidad, como es el entendimiento Angélico, y aun más el del hombre, [XXXI] según dice el mismo Angélico Doctor, así hay muchas substancias corpóreas, y materiales, que participan de la inmaterialidad algunos grados, como es el entendimiento de los Brutos (No hablo de aquellos, que son sicut equus & mulus, quibus non est intelectus, pero sí de los que son prudentes sicut serpentes). Y entre ellos hay algunos, que sin pasar de su esfera de materiales, parece que quadantenus accedunt a la de espíritus.

Expliqué también la razón de inmaterialidad por un concepto, no negativo, mas sí positivo, poniéndola en una cierta amplitud, o extensión de ser más perfecto, y menos coartado por la materia; la cual amplitud hace al sujeto capaz de recibir en sí las especies de las ajenas formas, u objetos, haciéndose intencionalmente como ellos, que por eso se dice amplitud de ser, porque por ella llega el sujeto a ser intencionalmente los mismos objetos, que representa en el conocimiento, como dice Aristóteles, hablando de la ánima en cuanto inteligente: Anima es quodammodo omnia (2 de Anima, text. 224, tr. 2. 417). Y asímismo Santo Tomás en el lugar supracitado. De lo que se infiere claramente, que la verdadera inmaterialidad trae consigo, o por mejor decir, incluye en su concepto una verdadera cognoscitividad, y que esta es siempre a proporción de aquella: Patet igitur, concluye el mismo Santo Doctor, quod immaterialitas alicuius rei sit ratio, quod sit cognoscitiva, & secundum modum immaterialitatis est modus cognitionis. Y al contrario, donde no hay inmaterialidad no puede haber conocimiento, como también afirma el mismo Santo, y Aristóteles, trayendo las plantas por ejemplo: Plantae non cognoscunt propter suam materialitatem. Habiendo pues en los Brutos, como dicho es, [XXXII] este género de inmaterialidad, o amplitud de ser, necesariamente se les debe conceder la verdadera cognoscitividad, o potencia para el verdadero conocimiento, el cual no es otra cosa más, que una representación, o imagen intencional del objeto; y por consiguiente debe ser vital, y aun sensible, de suerte que por ella, pueda el entendimiento, que la tiene, sentir, esto es, percibir, y entender el objeto, que con su conocimiento representa: alias no será verdadero conocimiento del objeto, sino una representación, o imagen, como la que se hace en un espejo, sin que este la sienta, o la perciba.

Ahora llegando a nuestro punto, digo, que establecido en los Brutos el conocimiento verdadero, fácil cosa es concedérseles discurso. Porque este no es otra cosa más, que: Progressio unius cognitionis ad aliam, como lo definen los Filósofos: Progresión de un conocimiento para otro; la cual debe ser por modo de inferencia, o ilación: esto es; debe el discurso constar de dos conocimientos terminados a dos objetos de tal manera conexos, que el conocimiento de uno cause en el entendimiento el del otro. Para lo cual no basta, que el entendimiento conozca los dos objetos disparate, mas es preciso que los conozca también conexos entre sí mismos. Empero no es menester, que esta conexión se conozca reflexe, o reduplicative, ni por modo de una relación adventicia, o cualquiera otra cosa de segunda intención, como nosotros lo hacemos frecuentemente; mas basta que la tal conexión de los objetos se conozca primo intentionaliter, y realmente como ella es en los mismos objetos: basta que se conozca lo que es preciso, para que todas veces, que el entendimiento tuviere el conocimiento de uno de los objetos conexos, se mueva necesariamente al [XXXIII] del otro: lo cual si se hace por dos conocimientos realmente distintos, se dice discurso formal, si por distintos solo virtualiter, virtual.

Prosiguiendo pues mi argumento, digo, que aunque los Brutos no conocen reflexe estas conexiones, porque no son idóneos para atingir predicados de segunda intención, y que dependen de entendimiento, más artificioso, como es el del hombre; con todo, conocen no solamente los objetos materiales, pero también muchas conexiones, que ellos tienen realmente entre sí mismos, y se les hacen perceptibles por fuerza de la costumbre, o experiencia. Conocen, digo, las tales conexiones lo que basta para que, ex eo que tengan conocimiento de un objeto, necesariamente se exciten a conocer el otro, con el cual tiene conexión. Como por ejemplo, (que lo pongo en caso, no raro, y dudoso, sino muy ordinario, cierto, y rastrero, para que este mi argumento vaya más bien fundado; y con claridad) conoce el perro estos dos objetos, a saber, la voz de su dueño, y al mismo dueño; y esto no sólo disparate, pero también atingiendo la conexión, que tienen estos dos objetos realmente entre sí mismos, esto es; conociendo, que aquella voz es de su dueño, lo que se le hizo perceptible por la costumbre, que tiene de oírla: y de tal suerte conoce esta conexión, que oyendo la voz, luego viene en el conocimiento de su dueño, aunque no le vea, y esté encerrado; que por esto viene a la puerta, clamando con sentidas voces, y batiendo con las uñas, para que se la abran. Por donde, si no hubiéremos de discurrir afectadamente contra lo que estamos viendo, y experimentando, debemos confesar, que el perro encerrado por fuerza del conocimiento, que tiene de la voz, que oye, viene en el conocimiento de su dueño, que no ve: lo [XXXIV] que, hablando por términos filosóficos, es lo mismo que decir, que conoce el perro la causa por el efecto, o por otros términos también filosóficos, que el perro hace aquí un discurso verdadero a posteriori, o sea formal, si lo hace por dos actos realmente distintos, o sea virtual, si lo hace por un acto solo indivisible: que ni por eso quedará disminuida la perfección de su discurso; pues de este género se hallan muchos en el hombre, y lo que es más, habiendo en el entendimiento Divino un solo acto real, e indivisible, no deja de ser perfectísimamente discursivo, y racional; y aun por eso es más perfecto su discurso.

Confienso que los Brutos no conocen estas conexiones tan perfectamente, como el hombre, y por consiguiente, que no hacen tan perfectamente, como ellos, sus discursos. Pero la mayor perfección, y viveza, que el hombre tiene en discurrir, no disminuye la que tiene el Bruto en su esfera: así como el discurso del mismo hombre no deja de ser verdadero, y perfecto en su especie, porque hay otros más perfectos, como el Angélico, y Divino, como v. m. muy bien lo advierte, y explica. Concluyendo pues, digo, que como no podemos negar a los Brutos el conocimiento de los objetos, y de muchas conexiones, el conocimiento, digo, que basta para percibir uno por otro; y como en esto consista el discurso verdadero, queda convencida, y probada la racionalidad de los Brutos. Esta es, mi Señor, una razón, que me parece fundamental, y priorística, la cual propuse para que v. m. vea, cuán sin afectación apruebo su sentencia, sujetando siempre mi parecer a la corrección de la Santa [XXXV] Madre Iglesia, y mi voluntad a las disposiciones de v. m., a quien Dios guarde por muchos años. Congregación del Oratorio de Estremos, Octubre 16 de 1743.

Señor Miguel Pereira de Castro Padraõ

De v. m.
Su mayor servidor
Juan Baptista.


Carta del M. R. P. M. Juan Baptista,

de la Congregación del Oratorio de S. Felipe Neri de Lisboa, bien conocido por su rara Literatura, y por sus libros.

Senhor Doutor Miguel Pereira de Castro Padraõ,

O Grande, e bem fundado conceito, que sempre tive do engenho, e erudiçao de v. m., me persuadia, a que sem algum exame approvasse esta sua Carta Apologetica, em que v. m. responde a os argumentos do critico, que impugnou o discurso do P. Feijó acerca da Racionalidade dos Brutos: porém sacrificando a sua obediencia aquella grande, e justa preocupaçao, examinei com diligencia a mesma carta, e nella nada achei, de que se possa ofender a religiao mais escrupulosa, ou que possa reprehender a critica mais delicada. Defende v. m. a o P. Feijó, (esta foi sempre a empreza de espiritos grandes) confirmando com tao nervosos raciocinios, e tao prompta erudiçao a sua doutrina, respondendo com tanta clareza, e solidez a os argumentos do seu impugnador, que a este nao lhe fica ja outro algum lugar para as instancias, senao o que v. m. lhe dá nesta sua carta; por ser tanta a luz, e sublimidade, a que se vem nella elevados os raciocinios dos Brutos, que inferirá aquelle impugnador nao se poderem elles, ainda em grao infimo, atribuirselhes. [XXXVII]

V. m. me tenha na sua obediencia. Deos guarde a pessoa de v. m. como muito dezejo. Congregaçaõ do Oratorio de Lisboa, 16 de Setembro de 1752.

De v. m.
O mayor venerador, e menor criado
Joaõ Baptista.


Ao Senhor Doutor Miguel Pereira de Castro Padraõ,

Cavaleiro professo na Ordem de Christo, Juiz de Fora, e Orfãos que foi da Cidade de Silves, e da misma Cidade, e da Villa de Alvor Juiz do Tombo da Rainha Nossa Senhora, dedica hum seu parcial amigo em louvor da douta Propugnaçaõ, que escreveo, apologiando a opiniaõ de Feijoo, o seguinte

Romance Heroico
Empenha-se o Escriptor eximio em tudo,
Meu plethro em vos louvar os doutos rasgos:
Porque quando naõ chegue a engrandecelos,
Vos vóta em cada empenho hum mudo aplauso.
A esphera inaccessivel d'esse objecto
Dificulta a sí propria os hymnos altos:
Mas naõ vos fazem falta os elogíos
Pois onde chega o livro, encontra os pasmos.
Se na materia exposta de primeiro
Naõ levastes os cultos sublimados,
Foi para que no tardo as novidades,
Vos tecessem mais flores para o lauro.
Bem se mostra, naõ ereis vos nacido
Antes d'esses, que falaõ no tratado.
Pois exhaurindo empenhos ao futuro,
Dirieis tudo, e se acabara o caso.
Mas já isto se admira conseguido:
O'Divino poder do Empyreo alto!
Que, o que em tantos mil annos vos negastes,
Dais hoje a cinco lustros, e hum só anno (Tem o A. 26 annos.) [XXXIX]
Para o vosso triunfo naõ precizo
Mostrar que mais dissestes, que os passados:
Pos o dizer que saõ todos vencidos,
Naõ he engrandecervos, he louvalos.
Ninguem mais penna tóme em tal assumpto,
E se he possivel, corraõ se os passados:
Que quem aos Brutos assim da Raciocinio,
Reduzir póde a vida o inanimado.
Sem repartir, discurso dais aos Brutos;
Acçaõ mais de divino, que de humano:
Porém naõ fora vosso tanto o engenho,
A naõ ser entre os mais divinizado.
E a naõ ser o dizelo vos bastante,
Muitos das féras compassivos tratos,
Agora se conhecem providencias,
Pelo que em voz estaba decretado.
Se quem o nao implora, hoje vos debe
Tutelar cientifico cuidado,
Os homens passarao a serem Deoses,
Pois por sí vos merecem mais amparo.
Esse, que assumpto deu a vossa penna,
A ventura alcançou no temerario:
A ser eu, duplicára o mesmo crime,
Pois discreta era a acçaõ de interessado.
Por tudo, em tudo sabio, e portentoso.
Vos respeitamos todos illustrado:
Porque até na eleiçaõ d'esse Patrono
Vosso ser ostentastes de preclaro.
E a naõ teres por vós já mudo o Zoilo,
Levando hum tal Mecenas sublimado,
Contra sí sempre havia de seguilo;
Pois naõ pode deixar de veneralo.
A vós, e ao vosso objecto esclarecido.
Vos vóto de Talía empenhos altos; [XL]
E terminando sejaõ meus encomios,
Naõ obsequios, sim cultos feudatarios.
Duplicainos altiloquo sugeito
De esse engenho subtil doutos traslados:
Para que na memoria eternamente
Rezidaõ por Padraõ do mundo os pasmos.

Soneto

Del más apasionado amigo del Autor en alabanza de esta obra.

Tu ingenio sutil, y sin segundo
En los Brutos halló lo discursivo,
Rico de inteligencias, que excesivo
Reparte, por ser de ellas tan fecundo.
Si Descartes en su fingido mundo
A los Brutos negó lo sensitivo:
Tu heroico talento más altivo
Dio racionalidad al Bruto inmundo.
Ni tu vuelo bajó algo indecente
La esfera del humano racional,
Pues le dio amplitud más excelente.
Y tanto se mostró tan sin igual
Que tu discurso agudo, y eminente
A la esfera voló Angelical.

L. J. P.


En alabanza del Señor Doctor Miguel Pereira de Castro Padrón, escribiendo la Propugnación de la Racionalidad de los Brutos, hizo un amigo suyo el siguiente

Soneto

Primer que Renato lo sensitivo
Negó Gomes Pereira Lusitano:
De los Lusos concedes más humano,
Tu primer ser el bruto discursivo.
En este tan sublime donativo
Tu ingenio se ostentó el más soberano:
Pues siendo a la verdad el más cercano,
A los otros se eleva más altivo.
Confiese con gran pasmo todo el mundo
De los dos Lusitanos la victoria
En un discurso opuesto tan fecundo.
Persevere eternal en la memoria
Un, y otro ser primero sin segundo,
Quedando tú el Padrón de mayor gloria.

En obsequio del Señor Doctor Miguel Pereira de Castro Padrón, que defiende la Racionalidad de los Brutos, Apologetizando a la misma, que defiende el Reverendísimo Padre Maestro Feijoo Benedictino en su Teatro Crítico, que impugnó un Francés Filósofo Cartesiano; decía un amigo del Autor el siguiente

Soneto

Ínclito, raro ingenio, que elevado.
Tomaste asiento en el Olimpo altivo,
Desengaño fatal, e incorruptivo,
De que nunca serás de otro imitado;
Porque aliento no habrá tan esforzado,
Que tenaz, necio, y poco reflexivo,
Seguir tu vuelo intente discursivo,
Que cual Faetón no sea precipitado.
De esa Benedictina Águila Hispana,
Seguiste el ejemplo, y el camino,
De dar discurso, hasta a una Fiera Ircana.
Y en su comprobación fuiste tan fino,
Que el Águila pareces Africana,
En lo sutil que vuelas al destino.

Al Señor Doctor Miguel Pereira de Castro Padrón, escribiendo su docta Propugnación de la Racionalidad de los Brutos, dedica un fidelísimo amigo, y reverente suyo, este

Soneto

A Beneficios de tu excelsa idea,
Naturaleza mejoró los Brutos,
Pues de tu opinión, por dulces frutos,
Influjos gozan de la luz Febea.
En el Pindo, el Dios Delio se glorea,
Al ver, que racional en atributos,
El cuadrupede alado abrió conductos
A la Castalia, que hoy te lisonjea.
Vive pues, oh ingenio prodigioso,
Padrón, a aciertos erigido altivo,
De prima Magnitud lucero hermoso.
Tan dueño eres del Reino discursivo,
Que de sobras de tu pensar dichoso,
Volviste Racional lo sensitivo.

Licencias

Del Santo Oficio

Aprobación del M. R. P. M. Don Antonio Luiz Villares, Clérigo Regular, Calificador del Santo Oficio, Examinador de las tres Órdenes Militares, y Académico del número de la Academia Real, &c.

Illmos., Ermos. Senhores

Por ordem de Vossas Illustrissimas vi, e examinei o papel intitulado: Propugnación de la Racionalidad de los Brutos, Carta Apologética, &c. escrito pelo Doutor Miguel Pereira de Castro Padraõ. E ainda que o volume naõ he grande, e o objecto da obra he tao material como os Brutos, parecem que posso affirmar sem offender a verdade, nem faltar a rectidaõ, que he todo espiritual o assumpto, e grande a obra. O assumpto do Author he defender de hum agressor injusto a innocencia de Feijó, e da opiniao, que este grande Mestre divulgou no terceiro todo do seu Theatro Critico, discurso nono. ¿E quiem dirá, que nao he asssumpto espiritual o defender a innocencia com as poderosas armas de vigorosas razoes? Isto he o que elle faz neste papel exactamente, sem faltar a justiça, e sem exceder os limites da modestia. ¿E porque naõ ha de lograr estimações de grande, huma obra, em que singularmente resplandece hum talento, que avulta muito entre [XLVI] os grandes? ¿Hum nobre, peregrino, e singular engenho, que póde ser padraõ de muitos? Nella se admira a incomparavel aplicaçao do seu Author, que sendo pela sua profissaõ Jurista, trata as materias Filosóficas da sua profissaõ; e nellas se mostra tao versado, que nao se limita a sua comprehensao a hum so sistema: de todos, assim dos antigos, como dos chamados modernos tem formado huma idéa clara, de todos da clara noticia, como bem instruido, e exercitado em todos. Finalmente nella se ve a profunda, e vasta erudiçao deste grande talento, illustrada, e adornada com as flores de huma eloquencia igualmente sizuda, que polida E como nao achei nelle cousa alguma opposta aos Dogmas da nossa Santa Fe, nem contra os bons costumes, julgo este papel digno da licença, que pertende o seu Author. Vossas Ilustrisimas resolverao o que for mais acertado. Lisboa Casa da Divina Providencia em 23 de Janeiro de 1753.

D. Antonio Luiz Villares, C. R.

Aprobación del M. R. P. M. Fr. José Malaquías del Orden de los Predicadores, Calificador del Santo Oficio, &c.

Illustrissimos Senhores

Por ordem de Vossas Senhorias vi o papel intitulado: Propugnación de la Racionalidad de los Brutos, Carta Apologética en respuesta a la Carta Crítica, que un docto Anónimo escribió al M. R. P. M. Fr. Benito Jerónimo Feijoo impugnando el discurso [XLVII] nono del tomo tercero de su Teatro Crítico, e nao encontrei nelle cousa, que offenda a nossa Santa Fe, e bons costumes. S. Domingos de Lisboa, aos 2 de Fevereiro de 1753.

Fr. José Malaquías.

Vistas as informações, pode se imprimir o papel, de que se trata, e depois voltará conferido para se dar licença que corra, sem a cual naõ correrá. Lisboa 6 de Fevereiro de 1753.

Alencastre.     Silva.   Paes.     Trigoso.     Silveiro Lobo.     Castro.


Del Ordinario

Aprobación del M. R. Silveiro de la Silva Rego, Doctor en la Sagrada Teología, Protonotario Apostólico de Su Santidad, Prior de la Iglesia de Santo Tomé, Juez de la Legacía, Oidor del Patronato Real, y Ministro de la Relación Eclesiástica, y Curia Patriarcal, &c.

Excellentissimo Senhor

Satisfazendo ao preceito de Vossa Excellencia, vi a Carta Apologetica intitulada: Propugnación de la Racionalidad de los Brutos, composta pelo Doutor Miguel Pereira de Castro Padraõ, que zeloso do credito, e reputaçaõ do grande Feijó, Author celebre dos nossos tempos pela novidade dos seus escritos, fae a campo em sua defeza, dando a luz este pequeno, mas judicioso tratado, em que impugna a [XLVIII] critica de hum Anonimo contra a opiniaõ, que seguio no nono discurso do tercero tomo.

Escreve o Author este papel em lingoa Castelhana, com tal elegancia, e propriedade de termos, como se fosse patria, naõ roubando pequena parte da gloria, que nas suas obras mereceo o Doutissimo Feijó, a quem respeita como Mestre; porque ainda que deva aos grandes estudos, que mostra ter feito nos seus livros, a semelhança do estilo, sempre considero naõ pequeno excesso da differença de escrever em Idioma estranho sem estilo violento; dificuldade, que soube vencer o Autor, e poucos o imitaõ.

A empreza de admitir nos brutos discurso he taõ ardua, com todas as outras, de que se compoem tantos volumes don engenhosissimo Feijó, que correm com aplauso universal de todos os doutos; porque a dilatada esfera do seu juizo, naõ se podia limitar aos alheyos, repetindo, o que encontrava escrito nos authores: por isso refutando todos os principios, e sistemas até ao prezente estabelecidos, mostrou, que sabia todos, e naõ seguia nenhum.

Porem todo o enleio, que podía causar ao juizo humano a Racionalidade dos Brutos, dissolveo o Author deste papel em termos taõ claros, e precetiveis, com fundamentos ao parecer tao solidos, que naõ se póde duvidar da probabilidade desta opiniaõ, por naõ se tirar o distintivo essencial do homem a respeito das outras especies.

Eu naõ so naõ reprovo as opiniões novas, principalmente nas Filosofias naturaes, mas as considero precizas; porque como Deos nosso Senhor rezervou para sí estes segredos, na diversidade de conceitos pode ser que se venha a acertar com o verdadeiro.

Que discurso naõ se tem formado a respeito das partes do continuo, do movimento da roda, do [XLIX] voo da Aguia, das enchentes das marés, e de outros muitos effeitos, de que ignoramos totalmente as causas; todos discorrem bem, cada hum nos seus principios, mas a verdade todos a ignoraõ: por isso he taõ grande erro reprovar as opiniões modernas, quando naõ saõ desfavorecidas de razões, que as persuadem, como condenar as que se achaõ commummente recebidas, naõ com pequena injuria da veneravel antiguidade.

Daqui se segue a injustiça da critica, que sem nome se deu ao prélo contra hum taõ grande Mestre, por naõ consentir o Anonimo opiniões novas; e a justificada razaõ, com que o Autor desta obra se empenhou na defeza, convencendo com efficacissimos argumentos, exornando-a com tantas noticias dos Santos Padres, e com taõ rara erudiçaõ, que se faz digno da licença que pede. Lisboa, 25 de Fevereiro de 1753.

Doutor Silverio da Silva Rego.

Vista a informaçaõ podese imprimir, e depois torne conferido, para se dar licença para correr. Lisboa, 12 de Março de 1753.

D. J. Arçobispo de Lacedemonia.


Del Paço

Censura del M. R. P. M. Don Tomás Caetano de Bem, Clérigo Reglar, Ex Lector de la Sagrada Theologia, Calificador del Santo Oficio, Examinador de las Tres Órdenes Militares, y Socio del número en la Academia Real, &c.

Senhor

O presente Discurso Apologetico he digno da licença, que se pede a Vossa Magestade, para se imprimir. O seu Autor, como excellente Jurisconsulto, [L] naõ ignora as leys, que deve guardar; e como fiel Ministro, e Vassallo de V. Magestade as executa; e assim naõ encontrey neste Discurso cousa opposta a actual firmeza destas. Antes julgo, que a dita obra servirá para a utilidade publica. Porque como a liçaõ deste Discurso, feito a favor da opiniaõ do erudito P. Feijó, lendose aquí as mais solidas razões, que estabelecem hum raciocinio nos animaes, poderaõ aquelles, que pertendem achar a verdadeira, e naõ affectada Filosofia, adiantarse muito neste caminho: poderaõ com tanta luz examinar melhor a celebre opiniaõ do Mechanismo, que sómente admittem muitos nos Brutos. Em fim aprenderàõ o modo, com que se deve defender pacificamente o homem, ou o verdadeiro uso da Critica. A locuçaõ Espanhola, de que aquí se valeo o Autor, julgo ser a mais conveniente; porque sendo esta defensa escrita na mesma linguagem, com que se impugnou a dita opiniaõ, fica segura a total intelligencia desta reposta aos que a devem ler. Este he o meu parecer. Lisboa na Casa de nossa Senhora da Divina Providencia em 15 de Março de 1753.

D. Thomas Caetano de Bem. C. R.

Que se possa imprimir, vistas as licenças do Santo Officio, e Ordinario, e depois de impresso tornará a Mesa para se conferir, taxar, e dar licença para que corra, que sem ella naõ correrá. Lisboa 17 de Março de 1753.

Marquez P.     Ataide.     Castro.     Seabra.     Mouraõ.


Erratas

En la dedicatoria
Pag.lin.Errat.Enmiend.
216pertencionespretenciones
821elevadaselevados
911& gremioo gremio
En el Prólogo
4ult.advertiendoadvirtiendo.
624ajuizadosajuiciados
77ajuizadosajuiciados
921de no la creerde no darle crédito
924proferiendolaprofiriendola
1124en el patrio idiomaen el idioma patrio
1124injertainxerida
1216l'impremiriel'imprimeríe
141cohibe de darlecohibe darle
En la tabla de los Capítulos
Cap. 5.1texendotexiendo
Cap. 9.2de ellasde ella
Cap. 213abjuradosconjurados
En la Carta primera
518rasterorastrero
En el Soneto segundo
lin. 4del tit.seguintesiguiente
En el Soneto tercero
lin. 1del tit.DoutorDoctor
lin. ult.del tit.seguintesiguiente
En el cuerpo del libro
713advertióadvirtió
930discusodiscurso
10 6en muchaen muchas
1323dediceredidicere
2411andóanduvo
2423andóanduvo
2429andóestuvo
29 9prendiéndolosprendiéndoles
3120vien acáven acá
3630el peroel perro
3820Hexam.Hexaemeron
4326quenquién
4412infringainfrinja
5026de no sentirsede no representarse
53 7mucho bienmui bien
54 5proferióprofirió
5524o instintoo instincto
56 9movementmouvement
6120se llevase va
6510se concedese conceden
6620qualquerqualquier
7129eundeeundem
7613ameleamela
81 1de los actosde los átomos
8613intrinsicaintrínseca
9011con que se pretendecon que pretenden
10219poco haipoco ha
10921HarsoekerHartsoeker
10923impediesenimpidiessen
11014HarsoekerHartsoeker
11411bagatelasbagatelle
117 9toma por un de ellostoma por el tercero
120 6HexahemeronHexaemeron
12123do la saetade la saeta
13510que tieneque tienen
15216sentencias naturalesciencias naturales
15418en este yo me fundoen este me fundo yo
15616tienetienen
16017perapara
16212extencionextensión
170 6no los proponiendono proponiéndolos
17011hase de conservarse ha de conservar
175 5clarezaclaridad
17516preposicionesproposiciones
17918racicionarraciocinar
197 5restringuiendorestringiendo
19922helohielo
20215xustajuxta
20518yierroyerro
211 6set sic estsed sic est
21116criaturacreatura
21117criatoremcreatorem
21329darámeme dará
22111se sigue lo primerosíguese lo primero
226 4que les admiteque en ellos admite
23019luego se sigueluego síguese
23826se sigue lo quartosíguese lo quarto
24026promitióprometió
24418 y 19yo hablohablo yo
24720 que no se debaque no deba
24819cada uncada uno
24821promitióprometió
24828xugo algúnjugo alguno

Véase la advertencia, que va en el fin del libro, por no caber en este lugar.


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Propugnación de la racionalidad de los brutos, págs. III-LII.