Filosofía en español 
Filosofía en español


Tomo primero Carta décimo cuarta

A un médico, que envió al Autor un Escrito, en que impugnaba el de otro Médico, sobre el excesivo uso del Agua en la Medicina

1. Muy señor mío: Habiéndome comprehendido una Diarrea Epidémica, que por todo el espacio del Estío reinó en este País, con no poco estrago, por más de un mes me imposibilitó para todo ejercicio de la pluma; por consiguiente me hizo inevitable la demora en responder a la de Vmd. con harto sentimiento mío; porque las honras con que Vmd. me favorece en ella, me hacían insufrible la tardanza en expresar mi agradecimiento; como asímismo la erudición del Impreso adjunto me incitaba a manifestar a Vmd. con la mayor brevedad posible, el aprecio que hago de él, y de su Autor. [142]

2. Si Vmd. (como me significa vió mi respuesta al Doctor N. en ella conocería, que en orden al decantado remedio del uso copioso de agua, no tomo partido, ni puedo tomarle, por no haberle visto practicar jamás; y en materia de Medicina, ninguna regla admito como segura, sino la colección bien reflexionada de muchos experimentos. Algunas noticias, ya leídas, ya oídas, que he adquirido, esforzadas con algunas consideraciones físicas, que he hecho sobre la materia, me representan probabilísimo, que el uso copioso, y aun copiosísimo del agua, sea muy útil en varias enfermedades, y circunstancias; mas estoy muy lejos de pensar que lo sea en todas; y Vmd. prueba sin duda solidísimamente, que no en pocas será, no sólo inútil, sino nocivo. Ni creo, que disienta a ello el Doctor N. por más que el atributo, que concede al agua, de ser en todas auxilio generoso, al parecer lo contradiga: expresión, que yo tomo como un entusiasmo, hijo de un vivacísimo genio; sino que digamos, que en ella entendió otra cosa, que la que comúnmente se entiende. Tanto los que patrocinan el agua, como los que la impugnan, alegan experimentos. Aquéllos dicen, que vieron tales, y tales, que bebiendo copiosamente agua, mejoraron: éstos, que vieron tales, y tales, que, bebiendo copiosamente agua, perecieron. Unos, y otros dicen verdad; pero esta verdad nada prueba, ni a favor de unos, ni de otros: como ni prueba a favor de la sangría, el que muchos que se sangran mejoren; ni contra ella, el que muchos que se sangran mueran. Es menester para uno, y para otro averiguar en qué estado se hallaban, así los que sanaron, como los que murieron; porque, pongo por ejemplo: doy, que de doce deplorados hidrópicos, que usan el remedio de la agua, mueran seis, y seis se curen: ¿diremos por eso, que están empatadas las pruebas? Nada menos, antes este hecho calificaría de un insignísimo remedio al agua. Aun cuando de los doce sólo mejorasen dos, merecería que se le erigiesen estatuas en todo el Orbe al inventor de tal medicamento. Al contrario, si de doce hidrópicos, al parecer curables, y que se hallan en estado de vivir aun muchos meses, usando [143] el agua cuatro, o seis, muriesen dentro de pocos días, debería reputarse antes veneno, que medicina. Generalmente se necesario examinar antentísimamente todas las circunstancias, y combinar exactamente sucesos adversos, y prósperos, para fundar pruebas seguras en los experimentos. Tomados a bulto, nada prueban; y es materia esta en que falta la reflexión debida, no sólo a todos los vulgares, mas aun a muchos Profesores.

3. No sé lo que responderá el Doctor N. al cargo que Vmd. le hace, y parece justo, sobre no especificar en qué enfermedades, y casos se puede usar el remedio del agua. Acaso reservó esta doctrina para otro escrito. Acaso no querrá revelarla, por evitar el inconveniente de que el intempestivo uso de ella la haga inútil, y aun nociva. Mucho tiempo ha tengo advertido, que en materia de Medicina Práctica, y aun en otras, sucede muchas veces, que un Autor no puede explicar todo lo que entiende. El discernir en los lances ocurrentes cuando conviene usar de tal, o tal remedio, depende, no sólo de reglas estudiadas, pero aun más de cierta delicadeza del juicio, cierta perspicacia genial, que no puede explicarse en preceptos, ni trasladarse al papel. El que careciere de esta penetración nativa, nunca será buen Médico, aunque tenga de memoria todos los mejores Autores de Medicina; porque aquella indispensable prenda, ni se adquiere, ni se suple con el estudio. Por esto acaece en la Medicina lo que en la Política. Algunos muy aplicados a la lectura de Hipócrates, salen muy malos Médicos; como otros, que tienen en la uña todas las Máximas de Saavedra, muy infelices Políticos; y es, que uno, y otro Arte requiere, fuera de los preceptos generales, una prudencia sagaz, que en el hic, & nunc represente lo que se ha de hacer, y cómo se ha de hacer. Si el señor Doctor N. (como yo lo creo) es dotado de esta natural perspicacia para el uso del remedio del agua, podrá aplicarle oportunísimamente; y con todo no podrá instruir a otros, o ponerlos a fuerza de reglas en estado de imitar sus aciertos.

4. De este principio depende acaso el tener unos mismos [144] remedios felices sucesos en otras partes, infelices en otras, estar aquí acreditados, desacreditados allí, según las diferentes manos que los aplican; quiero decir, según el mayor, o menor tino intelectual de los Médicos, que los usan.

5. Dejando ya esto, digo, que el Escrito de Vmd. me ha parecido bien, y muy bien, por las dos calidades de probar con solidez, e impugnar con urbanidad. Sobre estas partidas, que constituyen su valor intrínseco, viene adornado de otra, aunque extrínseca, para mí muy recomendable, que es la aprobación del muy R. P. M. Fr. N. sujeto a quien venero, y amo, cuanto merecen sus excelentes prendas. N.S. guarde a Vmd. muchos años, &c.


{Feijoo, Cartas eruditas y curiosas, tomo primero (1742). Texto según la edición de Madrid 1777 (en la Imprenta Real de la Gazeta, a costa de la Real Compañía de Impresores y Libreros), tomo primero (nueva impresión), páginas 141-144.}