Filosofía en español 
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Tomo primero Carta XVIII

Que pesa más una arroba de Metal, que una de Lana

1. Señor, y dueño mío: Al mismo tiempo que la de Vmd. recibí aviso de Madrid, de que instaba la impresión de mi séptimo Tomo, cuyo manuscrito aun no tenía concluido. De aquí pendió la tardanza de mi respuesta, porque fue forzoso entregarme todo al complemento de este Libro, sin divertir la pluma a otro algún asunto.

2. Lo que yo debo al Señor Don N, y lo que estimo, y amo su persona, por las bellas cualidades que le adornan, es tanto, que aun cuando Vmd. no fuese hijo suyo, sino el ínfimo criado de su casa, sería acreedor a mis más finas atenciones, bajo cuyo supuesto; fácilmente comprehenderá Vmd. la complacencia con que recibí su Carta, y la disposición que hay en mi agradecido ánimo, para obedecerle, y servirle en cuanto quiera ordenarme.

3. El Problema que Vmd. me propone, más ejercicio dio a mi admiración, que a mi discurso. No puedo comprehender, que haya fundamento alguno para pensar, que una arroba de lana pese más que una de metal. Si una, y otra materia se supone tener el peso de una arroba, y no más, ni menos, ambas se suponen iguales en el peso. Si iguales en peso, ¿cómo puede pesar una más que otra?

4. Vmd. me insinúa, que en mis Escritos halló motivo para inferir, que pesa más la arroba de lana. Quisiera ver individuado en qué parte de ellos, en qué Discurso, Aserción, o Máxima; pues yo, volviendo los ojos a todas partes, en ninguno le encuentro. [163]

5. Antes bien por uno de los principios, que tengo establecido en mis Escritos, y que tienen admitido ya todos los Filósofos, me ofrezco a probar por la contraria, que tomando tanta cantidad de metal, que en la romana represente exactamente el peso de una arroba, y tanta cantidad de lana, que también en el examen de la romana represente justísimamente el mismo peso; tan lejos está de poder decirse, que la lana pesa más que el metal, que antes, en rigor filosófico, se infiere con evidencia, que el metal pesa más que la lana. Vaya esta Paradoja para diversión de Vmd.

6. El principio que tomo para esto, es únicamente el peso del aire. Es cierto, que a proporción de la mayor esponjosidad de la lana, hay mucho mayor cantidad de aire contenido en los poros, e intersticios de la lana, que en los intersticios, y poros del metal: a proporción que la cantidad es mayor, es mayor su peso: luego pesa mucho más el aire contenido en los intersticios de la lana, que el contenido en los intersticios del metal: luego si juntos el peso de la lana, y el del aire contenido dentro de ella, son iguales al complejo del peso del metal, y del aire contenido dentro de él; esto es, están en equilibrio en todo con el otro, tomando precisamente el peso propio del metal, y el peso propio de la lana, sin considerar el peso del aire contenido dentro de uno, y otro, es mayor el peso del metal, que el de la lana. Luego en rigor filosófico, en el cual el peso del aire, como de cuerpo extraño, no debe computarse, se debe decir, que el metal pesa más que la lana.

7. Esto, no sólo es evidente por la razón alegada, mas también lo ha hecho palpable la experiencia. El célebre Filósofo Mr. Homberg, habiendo, por medio de la Máquina pneumática, extrahido el aire de un globo de vidrio hueco, de menos de dos pies de diámetro, le pesó. Dejó después entrar en su cavidad el aire, y pesándole segunda vez, halló que pesaba dos onzas, y medio adarme más, que en la primera. Este experimento se hizo en el Estío, y en tiempo serenísimo. Repitióle por el mes de Enero, en tiempo friísimo, [164] y halló, que el globo lleno de aire pesaba cuatro onzas y media más, que vacío. Esto se ve testificado en la Historia de la Academia Real de las Ciencias del año de 1698, donde se da también la razón, por qué el aire contenido en la cavidad del vidrio pesa mucho más en tiempo frío, que en el caliente: la cual se toma de la mayor compresión del aire en tiempo frío, que hace entre en el hueco del vidrio mayor porción de aire, y al mismo paso menos de materia sutil.

8. Así como en los citados experimentos, el vidrio vacío de aire pesaba menos que lleno, el metal, y la lana, que pesaban cada uno una arroba justa, si se les extrajese el aire que contienen, pesarían menos que arroba; mas con esta diferencia, que el metal, por contener poquísimo aire, perdería poquísimo de su peso, v. gr. un grano; la lana, por contener mucho aire, perdería del peso mucho más. Acaso en tiempo medio, y estando medianamente comprimida, perdería de cuatro a seis onzas. Luego computando precisamente el peso propio de una, y otra materia, (como debe computarse para hablar filosóficamente) y prescindiendo de lo que pesa el aire contenido, se debe decir, que el metal que en la romana pesaba una arroba, tiene más peso que la lana, que asímismo pesaba en la romana una arroba, que es lo que arriba había propuesto.

9. De aquí se infiere, que aquella pregunta, que muchas veces por juguete se hace: ¿Cuál pesa más, una libra de plomo, o una de lana? se puede hacer muy seriamente: y que los que sorprehendidos, o sin hacer reflexión sobre la calidad de la pregunta, responden, que más pesa la libra de plomo, con que prestan motivo de risa a los circunstantes, dan una respuesta en cierto sentido verdadera, aunque están muy distantes de conocerlo.

Vmd. me tiene siempre a sus órdenes con la más fina voluntad de servirle, &c.


{Feijoo, Cartas eruditas y curiosas, tomo primero (1742). Texto según la edición de Madrid 1777 (en la Imprenta Real de la Gazeta, a costa de la Real Compañía de Impresores y Libreros), tomo primero (nueva impresión), páginas 162-164.}