Filosofía en español 
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Tomo segundo Carta segunda

Campana, y crucifijo de Lugo: con cuya ocasión se tocan algunos puntos de delicada Física

1. Muy Señor mío: No creía yo a Vmd. agregado al Vulgo en el error de que el movimiento del Crucifijo, colocado sobre la reja de la Capilla Mayor de esa Catedral, sea milagro; porque a mi compañero el Padre Maestro Fr. Joseph Pérez, Maestro General de la Religión, y Catedrático de Vísperas de esta Universidad de Oviedo, que es natural de esa Ciudad, he oído más de una vez, que esa mal fundada persuasión sólo subsiste ya en la ignorante Plebe; y cuando más, algunos de los no vulgares están perplejos, o dudosos. Díceme Vmd. que desea saber qué motivo discurro de parte de la Provincia para la continuación de este milagro; lo que es suponer el milagro, y dudar sólo del motivo. Pero yo no pasaré por esa suposición por dos razones.

2. La primera es, que siempre que haya a mano causa natural a que atribuir el efecto, no se debe reputar milagroso. Ahí la causa natural es visible. Muévese el Crucifijo indefectiblemente, y siempre que se tañe al vuelo una campana de la torre. Este movimiento es causa natural de aquél. El Vulgo concibe que no puede serlo, porque hay pared interpuesta, que corta la comunicación por el aire de un movimiento a otro. Pero lo primero, esto es muy fácil negarlo, y aun probar lo contrario. Los que están inmediatos a la reja oyen sin [12] duda el sonido de la campana: luego llegan allí las undulaciones del aire, en que consiste aquel sonido. ¿Mas cómo llegan, o por qué medio? Fácil es imaginar que tomen el rodeo de volar sobre el tejado de la Iglesia, doblar de allí a la puerta, e introduciéndose por ella llegar a la reja, y al Crucifijo. Pero ni aún es menester esto. Por línea recta, o no muy distante de ella pueden hacer el viaje.

3. Debe advertirse, que el sonido no consiste en el movimiento de todas las partículas del aire, sí sólo de unas, que son mucho más tenues, y movibles que las demás, y que por consiguiente, sin mucha dificultad penetran los cuerpos más sólidos. El que son más movibles, se colige con evidencia de la gran celeridad del sonido. Con muchísimos experimentos está averiguado, que en cada minuto segundo camina el sonido ciento y setenta y tres brazas; en alguna parte escribí que ciento ochenta. Así lo había leído en la Historia de la Academia Real de las Ciencias. Pero después en un Tomo de la misma Historia, posterior al que da aquella noticia, vi, que guiados aquellos Académicos de experimentos más exactos, han rebajado siete brazas de aquel número. Considérese si el viento más impetuoso, con ser su impulso mucho mayor que el de una campana voleada, da al ambiente ni aun la décima parte de aquella velocidad. Luego es preciso que el movimiento vibratorio, en que consiste el sonido, no se comunique a todo el aire, sí sólo a unas partículas suyas, sin comparación más movibles que las demás.

4. Que son también sin comparación más tenues, se infiere de su gran movilidad; pues a no ser tenuísimas, no podrían volar sin tropiezo por los intersticios del aire más grueso; antes, tropezando con las partículas de éste, a corto espacio perderían todo el movimiento.

5. Siendo, pues, estas partículas tan tenues, se concibe bien el que pueden penetrar los cuerpos más sólidos, hallando libre pasaje por sus poros, aunque no tan libre, que en el tránsito no se pierda buena parte del [13] movimiento por los muchos encuentros que es forzoso tengan con las partes sólidas laterales de aquellos estrechísimos conductos. Pero así uno, como otro, no necesita de más prueba que la experiencia. Por cerrada que esté una cuadra, se oye dentro de ella una campana, o el trueno de un arcabuz desde bastante distancia; pero con alguna diminución en el sonido. Y no hay que pensar, que sólo por algunas imperceptibles rendijas se haga esta comunicación, porque en ese caso se disminuiría el sonido a mucho menos que una milésima parte del que se oye, no interponiéndose algún estorbo; así como soplando un viento recio contra una ventana, o puerta bien ajustada, el viento que se introduce, por no hallar pasaje, sino por las rendijas, no es ni aun la milésima parte del que se introduciría, si la ventana, o puerta estuviesen abiertas.

6. Algunos cuerpos sólidos tienen dispuestos los poros de modo, que en filándolos el sonido, según tal determinada dirección, se propaga por ellos con más vigor, que por el aire libre. He oído, y leído, aunque no visto, la experiencia, que aplicando un hombre el oído a la extremidad de una viga bastantemente larga, oye mejor las palabras que otro articula en voz sumisa, aplicando los labios a la otra extremidad de la viga, que si ésta no estuviese interpuesta. Para que esto suceda hallo dos buenas razones Filosóficas. La una, que el impulso vibratorio del que habla al aire libre, difunde su fuerza hacia todas partes a la redonda, por consiguiente en cada línea, que dirige al oído, se debe considerar más débil; y al contrario, aplicando los labios a la extremidad de la viga, todo el impulso se encamina por sus poros, y le logra entero el tímpano del oído aplicado a la otra extremidad. La otra razón es, que por la disposición de aquellas cavidades, los encuentros, que tiene la voz en ellos, fortifican el sonido, en vez de debilitarle, como sucede en los encuentros que la voz en la cavidad de la trompeta. Donde es bien advertir, que ésta no [14] es similitud, sino identidad; porque los poros, que en una viga van siguiendo la dirección de las fibras de una extremidad a otra, se pueden considerar como otras tantas menudas trompetillas.

7. Todo este razonamiento físico, a fin de probar que el sonido de la campana se puede propagar por los cuerpos sólidos interpuestos hasta la reja, y el Crucifijo, se entienda tejido en el asunto por vía de supererogación; porque supuesto que la experiencia muestra, que el sonido de la campana llega a aquel sitio, esto es lo único que nos puede hacer al caso, que vaya por este camino, que por el otro: pues como quiera que llegue, llega por consiguiente a la reja, y al Crucifijo el movimiento vibratorio, que la campana batida comunica al aire.

8. Supuesto que dicho movimiento vibratorio se propaga hasta el cuerpo del Crucifijo, dos causas se pueden discurrir para que su impulso pueda moverle. La primera, que el Crucifijo, según la línea de dirección al centro de los graves, esté colocado con perfecta perpendicularidad en la reja, y juntamente que la Cruz no esté unida a ella, sino por una pequeña parte, o por una hasta de poco grueso. Es manifiesto por Matemática, y por experiencia, que los cuerpos colocados en perfecto equilibrio, y asentando en el cuerpo que los sostiene por una parte muy pequeña, respectivamente a su corpulencia, son muy fácilmente movibles. Así no hay fuerza tan pequeña, que no pudiese mover un cuerpo perfectamente esférico, aunque fuese tan grande como una montaña, colocado sobre un plano perfecto. El más débil soplo le movería. Esto no por otra razón, sino porque el cuerpo perfectamente esférico, necesariamente estaría en perfecto equilibrio, y descansando, según un punto indivisible, en el plano perfecto. Varias Relaciones de la China nos dicen, que hay en aquella Región un peñasco de portentosa magnitud, al cual mueve cualquier niño, porque está descansando en perfecto equilibrio, según una pequeña parte suya, sobre otro peñasco. [15]

9. La segunda causa, que se puede discurrir para que el movimiento vibratorio del sonido mueva el Crucifijo, es, que entre el cuerpo de él, y el de la campana haya alguna proporción armónica, como en unisonus, en octava, quinta, &c. Cómo, y por qué la proporción armónica de dos cuerpos hace que el movimiento de uno se comunique a otro en alguna distancia, puede Vmd. ver explicado en el Tomo tercero del Teatro Crítico, Disc. III, en los números 43, 44, y 45; restando sólo advertir aquí, que cuanto la proporción armónica, o consonancia fuere más perfecta, tanto el movimiento comunicado será más sensible. V. gr. será más sensible en unisonus, que en octava; más en octava, que en quinta, más en quinta, que en tercera, &c. La prueba experimental más clara de la comunicación del movimiento por la proporción armónica se ha visto, según afirma el Padre Dechales, en algunas Iglesias, donde haciendo sonar tal contra del órgano, movía en el pavimento tal determinado banquillo, estando quietos los demás; y sonando otra contra, se movía otro banquillo diferente.

10. También debo advertir, que no es menester que la proporción armónica de la campana, sea con el Crucifijo. Basta tenerla con la reja, o con la coronación de la reja, en que está sentado; pues movida esta necesariamente se ha de mover el Crucifijo, y con movimiento mucho más sensible éste que aquélla, por la mayor distancia de los puntos, en que está apoyada la reja. Como si a una vara clavada perpendicularmente en la tierra se choca con algún impulso, el movimiento en sus partes será mayor, o menor a proporción de la mayor, o menor distancia de ellas del punto de apoyo, de modo, que si a una cuarta de distancia de él declina la vara con el movimiento un dedo a un lado, y otro; a la distancia de cuatro cuartas declinará cuatro dedos.

11. He explicado hasta aquí el fenómeno en cuestión por el movimiento vibratorio del sonido de la campana. Resta otro modo de explicarle, acaso más verosímil, [16] recurriendo a otro impulso diferente de aquél, aunque dimanante del mismo sujeto. Deben considerarse en la campana dos movimientos distintos. Uno es el vibratorio de sus partes, que produce el sonido, y que es causado por el batimiento de la lengua. Otro es el movimiento en arco, o en círculo, que da a todo el cuerpo de la campana la tracción de la cuerda. Este segundo movimiento juzgo más eficaz para causar el de la reja, y el Crucifijo.

12. Sujeto que estuvo muchas veces en aquella Iglesia me dijo, que el de la columna, en que estriba la reja, arranca un arco, que va a parar en la torre. Digo, pues, que el movimiento de la campana, al voltearse, se comunica por la torre, el arco, y la columna a la reja, y por ésta al Crucifijo. Pero es menester para esto, que el movimiento de la campana haga mover la torre, el arco, y la columna. ¿Y cómo es posible, que tan pequeño impulso haga mover tan grandes masas firmes de piedra? No sólo parecerá posible, mas aún necesario a quien sepa algo de Física. Es manifiesto, que en cuerpos contiguos, si no se disuelve la contigüidad, es imposible moverse uno, sin que otro se mueva. La campana está contigua a su estribo, éste a un madero, el madero a la torre, la torre al arco, el arco a la columna, la columna a la reja, la reja al Crucifijo. Luego a la agitación de la campana todo se mueve. Esta hace fuerza contra el madero contra la torre, &c.

13. ¿Pero la agitación de la torre, el arco, y la columna, no es totalmente insensible? Sin duda. ¿Cómo puede, pues, ésta dar agitación sensible a la reja, y al Crucifijo? En esto no hallan la más leve dificultad los que están algo instruidos en las reglas del movimiento. Un cuerpo pequeño, u de poco peso, aunque reciba una gran agitación, impelido contra otro que sea pesadísimo, le da a éste una agitación tanto menor a la suya, cuanto el peso de éste excede al suyo; y en la misma proporción un cuerpo pesadísimo, impelido contra [17] otro levemente pesado, le imprime una agitación tanto mayor que la suya, cuanto el peso de éste es menor. Por cuya razón los Filósofos modernos no constituyen adecuadamente la mayor, o menor cantidad del movimiento en la mayor, o menor velocidad, que lleva el móvil, sino en el complejo de la masa, o cantidad de materia del móvil, y la velocidad. Así es cierto, que tanto impulso ejercitará una bola de bronce de cien libras de peso, movida sólo con dos grados de velocidad contra otra que pese sólo dos libras, como ésta, movida con cien grados de celeridad, contra aquélla. De aquí proviene, que la agitación grande de la campana imprime sólo una agitación insensible en el todo del edificio; y el edificio con su agitación insensible la produce sensible en la coronación de la reja, y el Crucifijo.

14. Creo que Vmd. se hará muy bien el cargo de esta real, y verdadera Física. Pero para asegurar más su persuasión, le propondré algunos casos, o fenómenos de la misma especie, que el de esa Iglesia. En la de nuestro Monasterio de San Benito de Valladolid, puesto un candelero sobre la barandilla del Coro alto, se mueve siempre que tañen a vuelo una campana, llamada el Esquilón, que hay en la torre. Para producir este efecto, es preciso que se mueva la torre, que es muy gruesa: que en pos de ésta se mueva la robustísima pared de aquélla gran Iglesia, por el largo tramo que hay desde la torre a la barandilla (largo digo, porque lo es el Coro): que la pared comunique su movimiento a la barandilla, y ésta al candelero. ¿Le parece a Vmd. que Dios hará un milagro para que al movimiento de una campana se mueva un candelero? Sin duda que no. Luego es preciso admitir causa natural de aquel movimiento, la cual no puede ser otra, que el movimiento de la campana, comunicado por la torre, la pared, y la barandilla, en el modo que he explicado. En el Tomo II de la Historia de la Academia Real de las Ciencias de Mr. Duhamel, página 141, se lee, testificada por Mr. de la Hire una cosa del [18] mismo carácter, pero aún más admirable que lo de la Iglesia de Lugo, por estas palabras: En la Iglesia de San Nicasio de Rhems, cuando suena una de las dos campanas, que hay en lo alto de la torre, o también cuando se le da movimiento, este movimiento se comunica a un arbotante, que no toca por parte alguna a la torre, y que hace vibraciones muy sensibles. Digo que es más admirable por la falta de contigüidad; si no es que se admita para este efecto la que hay por la tierra que sustenta la torre, y el arbotante.

15. Yo he experimentado más de una vez, que dando una patada fuerte en medio de una cuadra, se movía muy sensiblemente un vidrio mal sentado, o algo desunido del plomo en la vidriera de una ventana. Pensará alguno que esto provenía de la agitación del aire interpuesto. Pero ciertamente no era así, porque dando mucha mayor agitación al aire con una baqueta de Moscovia, impelida con mucha fuerza desde el mismo sitio hacia la vidriera, nada se movía el vidrio. Luego sólo resta, que el pavimento movido moviese a la pared contigua, y ésta la vidriera.

16. Más que todo lo dicho es lo que leí en los Diálogos Físicos del Padre Regnault, tom. 3, coloq. 2; y es, que en la Milicia se practica algunas veces, cuando hay algún recelo de invasión de Caballería enemiga, la precaución de poner un dado sobre un tambor; y si realmente se hace dicha invasión, estando aún a distancia que no se ven los Escuadrones, ni se oye el estrépito, salta el dado en el tambor. Parece que el Autor atribuye los saltos del dado al movimiento del aire, causado por el estrépito de la Caballería, y comunicado al tambor, y por el tambor al dado, porque trae esta especie, tratando de la propagación del movimiento vibratorio, en que consiste el sonido. Yo hallo alguna dificultad en la designación de esta causa, porque se me hace difícil que el tambor dejase de sonar, si recibiese del movimiento vibratorio del aire tanto impulso, cuanto era menester [19] para hacer saltar el dado; y si el tambor sonase, esta seña por sí sola, sin el adminículo del dado, bastaría para conocer la marcha de la Caballería.

17. Más. Si el movimiento vibratorio hiciese sonar el tambor, también se haría sentir en el tímpano del oído, que es sumamente movible, y más que el tambor a aquel impulso. Lo cual pruebo con la experiencia de que puesto un tambor donde algunos hombres están hablando, recíprocamente suenan las voces de todos en los tímpanos de sus oídos, sin que suene el tambor. Los Soldados, en el caso en que usan de aquella precaución, no sienten el estrépito de la Caballería; porque sin le percibiesen, ¿para qué usar de la seña del dado? Luego no se comunica el movimiento vibratorio del aire causado del estrépito de la Caballería al tambor.

18. Así yo me inclino más a que el impulso, que mueve el tambor en aquel caso, viene de la tierra, y no del aire. Quiero decir, que el piso violento de muchos Caballos da a la tierra, que huellan, un temblor, que por ella se va propagando, aunque siempre con sucesiva diminución hasta el sitio donde está el tambor, a quien por consiguiente comunica algún movimiento, y por el tambor al dado.

19. Para la cuestión en que estamos, lo mismo me da que sea uno, que otro; pues yo de una, y otra explicación he usado en orden al fenómeno de esta Iglesia; y cualquiera de las dos causas que se haga verosímil, como en efecto lo son entrambas, y especialmente de la segunda juzgo haberlo probado eficazmente, es excusado el recurso al milagro.

20. Este es argumento a priori, porque es tomado de la causa; y es así, como ordinario, eficacísimo para la exclusión de milagro, siempre que se cuestione sobre si algún efecto es milagroso: dictando la razón, que no se debe atribuir a cosa sobrenatural, sino cuando después de una exacta indagación no se rastrea causa natural a que pueda atribuirse. Otro argumento a posteriori de lo [20] mismo formó por el carácter del efecto. Bien lejos de que el movimiento del Crucifijo sea tal, que puedan el entendimiento, o la imaginación hallar en él alguna representación misteriosa, es indecoroso, y ridículo; de modo, que más desplace, que edifica, porque todo se compone de inclinaciones hacia delante, y hacia atrás, yendo, y viniendo a proporción que la campana va, y viene antrorsum, retrorsum. ¿Cómo puede creerse, que éstos, que se pueden decir indecentes ademanes, sean milagrosos?

21. De esta regla usa el Ilustrísimo Cano (lib. 11. de Locis, cap. 6.) en la discreción de los milagros: enseñando, que se deben reputar falsos algunos, que se hallan en las Historias, y que en cierta manera se representan a la imaginación, o tediosos, o ridículos. Pone el ejemplo de los primeros en uno que algunos Historiadores refieren del Patriarca San Francisco, y que no copio, porque aún la relación es tediosa. De los segundo, en otro que se ha escrito del Patriarca Santo Domingo; y es, que queriendo una vez inquietarle el demonio, le obligó el Santo a que tomase una vela en la mano, y la tuviese en ella, hasta que consumiéndose en los dedos, la afligió con intolerables dolores. Y concluye diciendo, que se hallan muchos milagros de este carácter feamente introducidos en las Historias de ilustrísimos Santos; pero propone sólo aquellos dos, para que por ellos se haga juicio de los demás: Non possunt huiusmodi exempla numero comprehendi, sed in his paucis pleraque alia intelligentur, quod Divorum clarissimorum Historias obscurarunt.

22. El gran argumento, que se hace a favor de que el movimiento del Crucifijo es milagroso, se funda en que hay en la misma torre otras campanas, a cuyo movimiento no corresponde alguno en el Crucifijo; y aún pienso se añade, que estas campanas son mayores que la de la cuestión. Respondo, que esto dependerá de la positura de las campanas; porque, según la situación que [21] tuvieron, y el impulso que hicieron a esta, o aquella parte de la torre, pueden dar, o no dar a ésta movimiento, o dársele tan débil, que no produzca alguno sensible en el Crucifijo. ¿Quién ignora, que los cuerpos se mueven, más, o menos, según la fuerza del movente se aplica a ellos de este, o aquel modo, por esta, o aquella parte? En el caso referido arriba de la Iglesia de San Nicasio de Rhems se ve, que habiendo en la torre dos campanas, sólo la una da movimiento al arbotante.

23. Sé que corre tal cual Historieta en el Vulgo, con que se pretende comprobar la exclusión de causa natural; como el que no ha muchos años, habiendo llevado el Crucifijo a la casa de un Pintor para que lo retocase, allí se movía del mismo modo al pulsar la campana. Pero mi compañero el Maestro Pérez, citado arriba, me aseguró haber averiguado que esta es una mera fábula, como también no sé qué otro cuento, a quien señala el Vulgo data anterior al tiempo en que se colocó el Crucifijo sobre la reja.

24. He expuesto a Vmd. y probado mi dictamen, de que no hay milagro alguno en el movimiento de este Crucifijo. Pero aunque juzgo muy eficaces los argumentos, de que he usado, tengo por muy cierto, que si me hallase en ese Pueblo, con experimentos claros demostraría invenciblemente el asunto. Nuestro Señor guarde a Vmd.

Apéndice

25. Después de escrita la Carta antecedente, noticioso de que había tocado su asunto nuestro Maestro Benedictino el Reverendísimo Navarro, en el Tomo que intituló: Prolegomenon de Angelis, y el Doctor Don Juan de Pallares y Gayoso, natural de Lugo, y Magistral de su Santa Iglesia, en la Historia, que escribió de ella, quise ver lo que decían uno, y otro. El primer libro le tenía muy a mano; el segundo fue forzoso solicitarlo de afuera. En el del Maestro Navarro sólo hallé [22] manifestada alguna inclinación a que el caso está dentro de la esfera de la naturaleza, juntamente con la sencilla confesión de la ignorancia de la causa.

26. El Doctor Pallares, sin tomar partido, refiere las dos opiniones: una de que es milagroso el movimiento del Crucifijo: otra de que es natural. Pero da algunas noticias experimentales, que pueden conducir a la decisión de la cuestión. La primera es, que cuando tocan las otras campanas unas veces hace el Santo Cristo movimiento, otras poco o ninguno, con ser las otras de muchas más libras de peso, que la de la cuestión. Esta experiencia juzgo enteramente decisiva a favor de mi dictamen, pues convence en general, que el movimiento de las campanas puede naturalmente comunicarse desde la torre al Crucifijo. El que den menos movimiento las otras, aunque mucho más pesadas, se debe atribuir a que no tienen tan cómoda situación para comunicar su movimiento.

27. La segunda noticia es, que un Arquitecto, que examinó atentamente todas las circunstancias del edificio, campana, &c. resolvió, que la campana daba movimiento a la torre, y de ella se iba propagando hasta el Crucifijo. Este voto vale más que seis mil de los ignorantes en Arquitectura. Unicuique in sua Arte, credendum est. Añade el Doctor Pallares, que los que tocan las campanas a vuelo, perciben algún movimiento en las paredes de la torre. Difícil se hace. ¿Pero no hemos visto arriba que el arbotante desprendido de la torre de San Nicasio de Rhems hace vibraciones muy sensibles al mover, o tocar una de las campanas de la torre?

28. La tercera noticia, de que el Autor depone como testigo ocular, es, que volteando la campana después de quitarle la lengua, y por consiguiente privada del sonido, el Crucifijo se movía del mismo modo. Esta experiencia es contraria a la primera explicación que di de la causa del fenómeno, y confirma la segunda; si no es que se diga, que así el sonido como el movimiento concurren [23] al efecto, como parece sucede en la campana de San Nicasio de Rhems, pues eso dan a entender aquellas palabras: Cuando suena una de las dos campanas, o también cuando se la da movimiento.


{Feijoo, Cartas eruditas y curiosas, tomo segundo (1745). Texto según la edición de Madrid 1773 (en la Imprenta Real de la Gazeta, a costa de la Real Compañía de Impresores y Libreros), tomo segundo (nueva impresión), páginas 11-23.}