Filosofía en español 
Filosofía en español


Tomo segundo

Carta, que en respuesta a la comisión del Señor Vicario de la Villa,
y Partido de Madrid escribió el M. R. P. Mtro. Fr. Enrique Flórez, del Orden de San Agustín, Rector una, y otra vez del Real Colegio de Alcalá, Doctor Teólogo de la Universidad, y su Opositor consultado a Cátedras de Teología por el Real, y Supremo Consejo de Castilla.

De orden de V. S. he recibido el Tomo segundo de Cartas Eruditas, que quiere dar a luz el Rmo. P. Mro. Fr. Benito Jerónimo Feijoo, &c. Y si otros al responder a alguna Carta, que trae buenas noticias, añaden, que con gustos; ¿qué podré yo decir cuando me hallo, no con una, sino con tantas, y tales como las de esta Obra, tan noticiosas, tan eruditas, tan discretas? Diré, que no sólo las recibí con gusto, sino con gustos; porque incluyendo cada Carta del Rmo. Feijoo muchas planas de gozo, es forzoso, que en el colmo de todas, sean muchas las líneas en que se aumente el gusto, por la rara discreción, variedad, y cultura, que el Moral, el Político, el Filósofo pueden sacar de aquí; y más, mientras más sean los fondos, y capacidades del sujeto.

Varias veces he oído algunas quejas de quien tuvo el buen gusto, y ocasión de escribir al Rmo. Feyjoó, y no ha tenido el gozo, que esperaba, en ver su letra; mas yo (dejando a los demás las respuestas que el Rmo. ha [XVIII] dado para todos, a fin de que ninguno se queje) inopinadamente, y sin haberle escrito, me hallé con tantas Cartas, cuantas nunca recibí por propio, ni Estafeta. Desde el sobrescrito conocí lo mucho que tendría que aprender en el contenido de cada una: pues para que sean en un todo singulares traen el nombre de su Escritor en la frente, cuando en las demás le oculta la cubierta; y claro está, que antes de leer las Cartas se conoce por la forma de la pluma (tan notoria) la erudición, y las buenas noticias que van a participar, no sólo a los personajes, a quienes se dirigen; sino a todos los amantes de las buenas letras; pues hasta esto tienen de singulares estas Cartas, que las puede abrir, y disfrutar aun aquel, cuyo nombre no está escrito en la lista.

En orden al contenido pudiera dilatarme en el espacioso, y amenísimo campo de tan eruditos argumentos, y mejor en el aplauso, que merece esta obra, aun sobre las demás de nuestro Rmo. Escritor, por ser esta una como forma, y última perfección de las demás, en las nuevas comprobaciones, apoyos, y realces, con que esmalta sus primeros discursos; y claro está, que aquello, de quien se toma alguna nueva, o última perfección, es más noble, y más recomendable, que lo perceptible; como que antes era la firma Hacía, ahora el Hizo. Mas no deseo seguir lo mismo que no apruebo en los que, viéndose en semejante lance, quieren que salga a luz a costa ajena, otro como nuevo libro de aprobaciones, por medio de los apoyos de textos, y contextos, que amontonan, como que quieren decir, que son capaces de escribir otro tanto; o como si las planas de los discursos, y los talentos propios se llenaran con las márgenes de los Plinios, Casiodoros, Beyerlines, &c. y tal vez ofreciendo un suplemento al tal Escritor. Yo no quiero [XIX] lisonjearme de otro tanto, ni creo que me obliga la práctica de lo que se dice de urbanidad (si no sobran las dos letras primeras) de que aun en un Sermoncillo Panegírico se haga otro de honras del Autor; pues aunque esto se pueda desear en aquéllos, que son como primerizos, y extranjeros en el Orbe de las Letras, y por tanto necesitan conductor que los encamine, o preconice en aquel nuevo mundo, a quien vuela su pluma; aunque en aquellos digo, se pueda echar de menos el moderado elogio, aquí está por de más el más subido; pues hallándose ya este Rmo. avecindado, y con tan noble plaza en la República Literaria; siendo miembro tan principal en la Academia de las Ciencias; teniendo una Capilla tan famosa, como la que en el Templo de la Fama ha erigido su nombre; y hallándose no sólo Héroe, sino Jefe en el Teatro de Escritores originales, y eruditos; sólo su Rma. puede dar, no recibir, nombre, y aplauso a otros, y coronarse con el único adecuado blasón, que le labra su pluma.

No obstante, como no soy capaz a enervar esta práctica, y porque no vaya sin alguna censura mi dictamen, diré, como en posdata, que quiero empadronarme con todos los que tributan elogios; pero sin apartarme, aún para esto, de la clase de los rígidos Censores, sino antes bien adocenándome entre la turba multa de los que han salido a impugnar al Rmo. Feijoo, procurando volver por el desaire, que éstos han padecido, y haciendo ver al público, que es posible impugnar a este famosísimo Escritor de un modo tan urgente, en que no haya respuesta. Es, pues, mi impugnación, mi censura, y aun queja, el que ya que este Padre (así empieza la envidia) se aplicó por el talento, y dotes, que el Cielo llovió sobre él, a tomar la pluma para sí, no la tomase [XX] también para enseñanza de otros: pues tan lejos está el que las Obras del Rmo. Feijoo enseñen a escribir, ni a los Españoles, ni a Extranjeros, que antes bien han cerrado las puertas a que ninguno escriba después que este Rmo. escribió: ¿porque quién habrá, que no le tiemble la mano para tomar la pluma a vista de este Teatro Crítico Universal? ¿Quién podrá competir con este estilo? ¿Quién podrá hablar a vista de tan rara discreción? ¿A quién no se le entorpecerán los conceptos a vista de la facilidad, energía, y naturalidad, con que nacen los del Rmo. Feyjoó? ¿Esta viveza, esta perspicuidad, esta fuerza quién la podrá lograr? Luego más nos ha quitado, que dado facultad de escribir. Y ya que me he atemperado al método común, no es razón el que falte un par de textos; y así apelo a Suetonio, que hablando de los Comentarios del Cesar, alega la Censura, que dio Hircio con las mismas palabras que yo he puesto: Adeo probantur omnium iudicio, ut praerepta, non praebita, facultas Scriptoribus videatur. Esta misma fue también la que dio Cicerón: A los hombres, dice, de sano juicio, los ha aterrado de tal suerte, que los ha hecho retirar de escribir: Sanos quidem homines a scribendo deterruit. (Suet. in Jul. cap. 56). Esta misma es mi queja, y mi censura contra el Rmo. Feijoo.

Y reduciéndose a los límites, que la comisión me prefija, y de que salen cuantos no se reducen a estos términos, digo, Señor, que no hallo en esta Obra cosa que contradiga a los Sagrados Dogmas, y a la Ética; y veo que el Rmo. esfuerza, y califica sus sistemas con la eficacia, y energía que acostumbra, obligando a envidiar el todo de su modo de probar, y discurrir, aún a aquellos que son de otro partido, en lo que está sujeto a variedad. Puédese, pues, conceder la facultad que [XXI] se pretende; y aún no sé si diga, que se debe: porque hallándose el público en posesión pacífica, y legítima de las Obras del Rmo. Feijoo, tiene derecho a que se le franquee aquello, que da a todas perfección. Así lo siento, &c. En este de San Felipe el Real de Madrid, y Septiembre 28. de 1744.

Fr. Enrique Flórez.


{Feijoo, Cartas eruditas y curiosas, tomo segundo (1745). Texto según la edición de Madrid 1773 (en la Imprenta Real de la Gazeta, a costa de la Real Compañía de Impresores y Libreros), tomo segundo (nueva impresión), páginas XVII-XXI.}