Filosofía en español 
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Tomo quinto Carta XIX

Reforma el Autor una cita, que hixo en el Tomo IV del Teatro Crítico, y después tuvo motivo para dudar de su legalidad: con cuya ocasión entra en la disputa de cuál sea el Constitutivo esencial de la Poesía

1. Muy señor mío: recibí la de Vmd. en que me dice, que habiendo visto en el Tomo IV del Teatro Crítico, Disc. XIV citados a Stacio, y Marcial, como favorables a la opinión, que yo allí sigo, de preferir, o a lo menos de igualar, nuestro Poeta Lucano al gran Virgilio; desea, que le señale el lugar donde Marcial declara esta ventaja del Poeta Español sobre el Italiano; en que no osbcuramente me insinua, que habiendo muy de intento registrado todos los Epigramas de Marcial, en ninguno de ellos halló tal cosa. Por lo que mira a Stacio, parece ser, que está satisfecho de la legalidad de la cita, cuando pretendiendo la verificación de la de Marcial, nada había de la de Stacio. Y realmente, aun cuando no haya repasado las Poesías de Stacio, para verificar si verdaderamente este Poeta favorece las ventajas, que yo pretendo para Lucano, puede haberse certificado de que justamente alegué a Stacio, por dos pasajes suyos, que produje en el Suplemento del Teatro.

2. Conozco empero, que esto mismo pudo, si no engendrar, aumentar en Vmd. la sospecha, de que no tuve fundamento alguno para alegar a favor de la preferencia de Lucano a Marcial; pareciendo inverosímil, que si yo tuviese presente algún testimonio suyo, en orden a ella, dejase de producirle, como produje el de Stacio.

3. Realmente, se de mi silencio en orden a Marcial, [323] en el lugar citado del Suplemento, no infiriese Vmd. otra cosa, sino que yo enteramente carecía de testimonio positivo de Marcial, leído en alguno de sus epigramas, inferiría bien; pero si de aquí quisiese deducer, que cuando en el IV Tomo del Teatro alegué a Marcial, como favorable a la causa, que yo allí seguía por Lucano, fue una mera suposición mía, distituida de todo fundamento, discurriría muy mal, y haría una hilación muy injuriosa a mi notoria sinceridad. Expondré enteramente todo lo que hay de verdad en esta materia.

4. Es cierto, que ni cuando en el IV Tomo traté la cuestión de la competencia de Lucano con Virgilio, ni cuando la retoqué en el Suplemento, tenía a la vista, o en la memoria pasaje alguno de Marcial conducente a mi propósito; ni antes, o después de escribir el Suplemento, le hallé, aunque le inquirí con algún cuidado en el ejemplar, que tengo de los Epigramas de este Poeta. ¿Pero de aquí se sigue, que supositiciamente, y sin fundamento alguno le alegué en el IV Tomo del Teatro? En ningún modo. El que tuve me fue ministrado por el Inglés Thomas Pope-Blount; en su famoso libro de Censura celebriorum Authorum, en el cual, a la pag. 112, donde expone los dictámenes de varios Críticos, ya favorables, ya adversos a la gloria Poética de Lucano, se lee este brevísimo parrafillo, dividido de los demás: A Stacio, & Martiale, non solum collatus (Lucanus) Maroni, verum etiam praelatus.

5. Del ejemplar de Marcial, que yo tengo, justísimamente excluyó el Editor los muchos Epigramas obscenos que se hallan en otras ediciones; y como por otra parte me consta, que Pope-Blount es bastante exacto en proponer las opiniones de los Autores, cuya comparación es el asunto de su Obra, tuve lugar para pensar, que en alguno de los muchos Epigramas, que faltan en mi ejemplar, habría visto introducida ocasionalmente, o por incidencia, el alto elogio, que Marcial da a Lucano. Pero, aun prescindiendo de esto, en una cuestión meramente Académica, [324] cual es la de la igualdad, o desigualdad de los dos Poetas, en que no se interesa, o la pureza de la Fe, o la de las costumbres, ni aun del honor, o hacienda de hombre alguno, no me pareció debía examinar, con la última puntualidad, si realmente Marcial fue del dictamen, que le atribuye Pope-Blount. Esto ya se ve, que es insuficiente para certificar el testimonio de Marcial a favor de Lucano. Pero basta para salvar mi buena fe, que es lo que ahora únicamente pretendo.

6. Y a esta misma buena fe, que inviolablemente observo en cuanto escribo, fue consiguiente mi silencio en orden al testimonio de Marcial en el Suplemento. Porque, o que allí le repitiese como verdadero, o le condenase como falso, pudiendo ser uno, y otro, de uno, y otro modo me exponía a contrariar la verdad. Para evitar, pues, uno, y otro tropiezo, omití retocar la especie en el Suplemento, dejando así al arbitrio del lector, o estimar como probable la alegación de Marcial, propuesta en el IV Tomo, o interpretar como una tácita retractación de ella el silencio, que guardé en el Suplemento.

7. Puesto así en salvo el crédito de mi buena fe: por lo que mira a la cuestión de igualdad, o superioridad entre los dos Poetas, no me parece materia digna de continuar ahora el litigio, o reintegrar la disputa. Nadie me podrá negar, que, defendiendo la igualdad, y aun la superioridad de Lucano, seguí una opinión probable, aunque menos que la opuesta, pues, como ya en otra parte confesé, es cierto, que el mayor número de votos concede la superioridad a Virgilio; pero quedándole a Lucano los que bastan para constituir un partido honrado, aun cuando no tuviese a su favor más que los dos insignes Poetas, que he citado, Stacio de los antiguos, y el gran Cornelio de los modernos, a quienes los inteligentes conceden, que poseyeron en muy algo grado la sublimidad Poética; a que es consiguiente, que no errasen el dictamen, con que atribuyeron la misma perfección a Lucano. Y finalmente, en el gusto intelectual hay casi tanta [325] variedad, como en el corpóreo; con que entretanto que no consta bastantemente, que algún gusto es extravagante, irracional, o ridículo, no es justo inquietar a nadie sobre este punto.

8. Pero un dictamen, perteneciente a esta cuestión, a que yo no pienso subscribir jamás, es el de los que niegan a Lucano la cualidad de Poeta, porque no introdujo fábulas en su Farsalia; diciendo que la ficción es de la esencia de la Poesía. Es verdad, que así lo dicen; pero solo porque quieren decirlo. Lo contrario creo he probado bastantemente en el citado Suplemento del Teatro. A que añado ahora.

9. Lo primero, que muchos buenos Críticos totalmente excluyen la ficción de la esencia de la Poesía, contituyendo ésta únicamente en el entusiasmo. Sobre que el IV Tomo de la Historia de la Real Academia de Inscripciones, y Bellas Letras, se pueden ver dos Disertaciones de Vicente Racine, hijo del famoso Poeta trágico Juan Racine.

10. Añado lo segundo, que los muchos Autores clásicos, entre ellos del Doctor Máximo San Gerónimo, que en los Salmos, y Cánticos, Libro de Job, y Trenos de Jeremías, donde sería abierta impiedad suponer alguna ficción reconoce verdadera Poesía Hebraica; y cuyos testimonios exhibe nuestro Calmet en su Disertación de Poesi veterum Hebraeorum, aunque este excelente Expositor disiente en parte, o lleva una sentencia media.

11. Añado lo tercero, que los que constituyen la ficción por ser ingrediente esencial de la Poesía, es consiguientemente preciso, que niegen ser Obra Poética los cuatro libros de las Geórgicas de Virgilio, los cuales carecen de toda fábula; siendo únicamente unas instrucciones didácticas sobre la Agricultura. Pues aunque los modernos, que escribieron de este Arte, hallaron algunas de aquellas instrucciones defectuosas, Virgilio las escribió juzgándolas seguras; porque no se sabía entonces de esta materia, ni se había estudiado con la experiencia tanto como ahora. No ignoro, que el mal acondicionado Crítico [326] Modenés Luis de Castelvetro, en su Comento de la Poética de Aristóteles, absolutamente relegó a las Composiciones Prosaicas las Geórgicas de Virgilio. Pero no es tanta la autoridad de Castelvetro, que esté alguno obligado a deferir a ella; cuando por otra parte, aunque sirvió algo a la Poesía en los preceptos, que dio sobre ella, es mucho mayor el deservicio, que la hizo, despojándola de una de sus más preciosas alhajas, y tan en alto grado preciosa, que muchos (y cuanto puede decirse) la prefieren a la Eneida.

12. Añado lo cuarto, que si la ficción se considera inseparable de la Poesía, es forzoso que la Francia, que tanto abunda en buenos Críticos, degrade del carácter de Poetas algunos de sus más insignes versificadores latinos modernos, precipitándolos de la cumbre del Parnaso, en que el común consentimiento de los Sabios de la Nación los había colocado. Caerá el primero de aquella eminencia el ilustre Juan Bautista Santeuil (en latín Santolius), cuyo nombre harán inmortal los excelentísimos nuevos Himnos, que a todas las Festividades del año compuso para el Breviario de la Iglesia de París; y asimismo lo que compuso para el Breviario de la Congregación Benedictina Cluniacense, por lo que le consignó cada uno de aquellos dos Venerables Cuerpos una muy honrada pensión vitalicia; a quien añadió la Congregación de Cluni adoptarle por hijo suyo, acordándole Letras auténticas de filiación, y agregándole de este modo el honor de Monje Benedictino, al que por su profesión tenía de Canónigo Reglar de San Victor.

13. Caerá en pos de Santolio el Jesuíta Jacobo Vaniere, excelentísimo imitador de las Geórgicas de Virgilio en su Obra intitulada Praedium Rusticum. Caerá también el P. Renato Rapín, de la misma Compañía, Autor del Poema de la Cultura de los Jardines, que muchos juzgan digno del siglo de Augusto.

14. Finalmente añado, que siendo la Poesía un Arte perfectamente análogo al de la Pintura, como saben todos [327] los que saben algo, y apenas hay quien ignore lo de Horacio: Ut Pictura Poesis erit: igualmente podrán ser objetos propios del Poeta, como lo son del Pintor, los hechos, o personajes verdaderos, y reales, y no solo los fabulosos. Realmente también el Poeta representa, como el Pintor; y el Pintor describe como el Poeta. En la mano de aquel es pincel la pluma; y es pluma el pincel en la mano de éste. La Poesía es una pintura parlante, y la Pintura una Poesía muda.

15. Oponen los de contrario sentir, que la Poesía no es solo destinada a la instrucción, mas también al deleite de los lectores; y para el deleite, dicen, que es lo principal la fábula. Lo dicen, es verdad; mas se puede negar muy bien que sea verdad lo que dicen. Si el verso tiene todos los primores, que caben en él, no sé por qué no ha de deleitar tanto diciendo la verdad, como diciendo una mentira; y aún más, si se dice con más elegancia, y hermosura aquella que ésta. Dudo mucho, que haya algún hombre de buen gusto, el cual no lea con más deleite las hazañas verdaderas de César Lucano, que las fabulosas de Jasón, y demás Argonautas en Valerio Flacco.

16. Por estas razones, y las demás, que al mismo propósito he estampado en el Suplemento del Teatro Crítico, asiento al dictamen, de los que tolerando, y admitiendo la ficción como accidental en la Poesía, enteramente las excluyen de su esencia, y por ella substituyen el entusiasmo; el cual, considerado de parte de la causa, no es otra cosa, que una imaginación inflamada con aquella especie de fuego, a quien los mismos Poetas dieron nombre de furor divino. Y de parte del efecto consiste en un lenguaje elevado, compuesto de locuciones más enérgicas, de figuras más brillantes, de imágenes ya más grandiosas, ya más vivas.

17. Mas como el entusiasmo también es algo admisible en la Oratoria, en la esencia de la Poesía, al entusiasmo debe agregarse como parcial constitutivo de ella la versificación. Sé, que no todos los Humanistas convienen [328] en ello, admitiendo algunos también Poesía Prosaica. ¿Pero quién ha de resolver esta duda, sino los mismos Poetas? Éstos frecuentemente dan el nombre de canto, y Música a la Poesía. Virgilio: Secelides Musae paulo moiora canamus. El mismo: Arma, virumque cano. Horacio: Musae lyrae solers, & cantor Apollo. Es así, que la Poesía es cierta especie de música, cuya modulación se representa en la artificiosa colocación de palabras, y sílabas, como la de la música ordinaria, en la ordenada positura de las notas; y nada de esto hay en la prosa; o cuanto más, solo una imperfectísima imitación en la cadencia de esta, o aquella cláusula.

18. Siendo, pues, la versificación visible en Lucano, y no pudiendo alguno negarle el entusiasmo, que aún por ser tan sobresaliente en alguna manera quieren sus contrarios desfigurarle con el nombre de intumescencia, se sigue, que no se le puede disputar sin justicia la cualidad de Poeta.

19. Después de todo, aunque estoy persuadido a que en la disputa de si la ficción es esencia de la Poesía, tengo mucho mejor causa, que mis contrarios, fácilmente convendré con ellos en que esta es una mera cuestión de nombre. Y realmente así lo siento; si bien, que para la disputa me fue permitido suponer lo opuesto. Aunque las esencias de las cosas son absolutamente invariables, en la mayor parte de las definiciones, que son las que explican las esencias, cabe, y efectivamente hay mucha variedad. Lo cual consiste, en que cuando se disputa sobre la definición de alguna cosa, aunque todos convienen en la voz designativa de la cosa, que se quiere definir, no todos atribuyen a esta voz la misma significación; de que resulta, que al llegar a definir, éste tiene en la mente un objeto, y aquel otro. Con que suele suceder, que siendo diversas las definiciones, uno, y otro definen bien; porque cada definición conviene a aquel objeto, que cada uno tiene en la mente. Así en las cuestiones de nombre son eternas las porfías, sin embargo de que se terminarían en [329] un momento, si los disputantes explicasen con claridad la significación, que dan a esta, o aquella voz.

20. Ve aquí lo que acontece de la presente cuestión. Pregúntase, en qué consiste la esencia en la Poesía, que es lo mismo, que tratar de definirla. Todos convienen en usar de la voz Poesía. ¿Pero convienen en atribuir a esa voz la misma significación? Eso no. De estas tres cosas, metro, y el entusiasmo, y ficción, uno quiere, que la voz Poesía, signifique el complejo de todas tres; otro una sola, ésta, o aquella; otro el agregado de dos, v. gr. el metro, y el entusiasmo, o el entusiasmo, o la ficción. ¿Qué mucho, que definan de diverso modo, si cada uno tiene diverso objeto; esto es, diverso significado de aquella voz en la mente?

21. Por esto quisiera yo, que la cuestión presente pasase de nominal a real, reduciéndola a otros términos. Esto es, suponiendo dos composiciones métricas en asunto heroico, perfectamente iguales, en cuanto a los primores de la versificación; una, que refiriese sucesos verdaderos, como hizo Lucano; otra, que mezclase fábulas con ellos, como hizo Virgilio, prescindiendo de si se podía dar a la primera la denominación de poética (que los nombres no dan valor alguno a las cosas), ¿cuál de las dos sería más apreciable en la República Literaria?

22. Reducida la cuestión a estos términos, ya manifesté mi sentir en el Discurso citado del Tomo IV del Teatro, donde dije, que ojalá todos los Poetas heroicos hubieran hecho lo mismo, que Lucano; pues supiéramos de la antigüedad infinitas cosas, que ahora ignoramos, y siempre ignoraremos. A esto me opuso un Escritor, de quien hice memoria en el tercer Tomo de Cartas, Carta V, que en ese caso no tendríamos ni Historiadores, ni Poetas.

23. Pero esta proposición, en cuanto a la primera parte es ininteligible, y aún envuelve una contradicción manifiesta, porque este Impugnador, negando a Lucano la cualidad de Poeta, le confiesa la de Historiador, porque tomó por asunto referir sucesos verdaderos. Luego si los demás versificadores heroicos refiérense, como Lucano, [330] sucesos verdaderos tendríamos en ellos verdaderos Historiadores; por consiguiente, en la hipótesis propuesta, ya que nos faltasen Poetas, no nos faltarían Historiadores.

24. La segunda parte de la proposición; esto es, que en la hipótesis puesta no tendríamos Poetas, quiero pasarla por ahora. Y bien. ¿Qué falta nos harían los Poetas? Leí, que uno de los más famosos Poetas, que tuvo la Francia en el siglo pasado (no me acuerdo si era Voiture, o Malherbe), solía decir que un buen Poeta, en una República, o Reino, no era más apreciable, ni merecía más estimación, que un buen jugador de bolos. Convengo, en que este dicho tiene algo de hiperbólico. Pero realmente bien se puede asegurar, que sería mucho más sensible la falta de los Historiadores, que las de los Poetas; mayormente si se habla de Historiadores, y Poetas antiguos. Creo poner clara esta verdad con una suposición, que voy a hacer, aunque fundada en hechos históricos.

25. Los Poetas más antiguos, de quienes ha quedado memoria, fueron Lino, Orfeo, y Museo. Como los Escritos de éstos se perdieron, podemos suponer, porque no hay noticia, que lo contradiga, que escribieron en verso; no Historias fabulosas, sino verdaderas; esto es, sucesos acaecidos en su tiempo, y en dos, o tres siglos anteriores. Vino después de los tres nombrados, aunque algo anterior a Homero; el Poeta Hesiodo, que escribió la Teogonía, o Generación de los Dioses; y acaso fue éste el primero, que introdujo la fábula en la Poesía. Los Escritos de éste se conservaron. Mas supongamos, que habiéndose perdido, como los de Lino, Orfeo, y Museo; pero no la noticia de que éstos escribieron sucesos verdaderos, y Hesiodo fábulas, hoy, por una rarísima casualidad, se hallasen las Obras de estos cuatro antiquísimos Poetas en alguna parte del Mundo, haciéndose saber esto a todos los Literatos de la Europa.

26. Si yo preguntase ahora, qué Obra, u Obras, entre las de aquellos antiguos Poetas, excitaría en tal caso en los Literatos mayor deseo de su lectura, pienso que ningún [331] hombre cuerdo dejaría de tratar mi pregunta de impertinente, y superflua; por ser claro, que ningún hombre de un gusto racional dejaría en la hipótesis hecha de preferir la Historia, y sucesos verdaderos, referidos por Lino, Orfeo, y Museo, cuando todos los de aquellos remotísimos tiempos enteramente se ignoran ahora; a excepción de los pocos, que sabemos por la Historia Sagrada, a los sueños, y patrañas, en cuya fabrica se entretuvo Hesiodo.

27. Es opinión muy probable (y en parte no opinión, sino verdad ciertísima, que consta de la Escritura en el cap. 13, del Libro de la Sabiduría), que sino todas, muchas de las Deidades, que adoró el Gentilísimo, fueron individuos de nuestra especie, Dioses fingidos, y hombres verdaderos; pero hombres de alguna distinción, y circunstancias sobresalientes. Los Cretenses en tiempo en tiempo de Lucano, como afirma este Autor, aún mostraban el sepulcro de Júpiter; lo que muestra, que hallaban bastante extendida la persuasión, de que los que adoraba el Gentilismo, antes habían sido criaturas mortales, que Dioses inmortales. Así yo me imagino, que Júpiter habría sido un poderosísimo Rey de Creta, no solo dueño de las cien grandes Ciudades, que Virgilio conoció existentes en aquella Isla; mas también de anchurosos espacios de tierra firme (de hecho por la Historia consta, que los antiguos Monarcas de Creta poseían muchas tierras marítimas del Continente); y por tener muchos Reyes tributarios, le dieron la alta prerrogativa de Divum pater atque hominium Rex. Asimismo es fácil conjeturar, que Juno, esposa, y hermana de Júpiter, realmente fue uno, y otro; porque los Gentiles no escrupulizaban mucho sobre estos matrimonios incestuosos; como se vio en los Ptolomeos, Reyes de Egipto, que se casaban con sus hermanas; y acaso autorizarían este abuso con el ejemplo de Júpiter.

28. Lo mismo podemos discurrir a proporción de otras Deidades, v. gr. que Marte fuese un Príncipe muy belicoso, y muy valiente; Neptuno, un Monarca de muchas Islas, y espaciosos Mares; Palas una Reina guerrera, y [332] conquistadora, como lo fue después de Semíramis en Asia; y cerca de nuestros tiempos la ilustre Reina de Dinamarca, Margarita de Valdemar: Venus, la Frine, o Lais de aquella edad; esto es, una hermosísima Cortesana, que llegaría a ser adorada, y temida, por haber adquirido un gran poder con los despojos de infatuados, y opulentos amantes, &c.

29. ¿Quén no ve, que los sucesos, y aventuras de estos Personajes, y otros muchos de aquel obscurísimo tiempo, en que los objetos se nos hacen invisibles, y las tinieblas palpables, podrían dar materia a una, o muchas Historias, cuya lectura sería mucho más deliciosa, para los hombres de buen gusto, que todas las patrañas, que en versos elegantes presentó después la Grecia a las demás Naciones?

30. Pero basta, y aún sobra lo dicho, para una Carta, cuyo asunto es de tan leve importancia, que apenas considero, que pueda producir otra utilidad su lectura, que la de divertir a Vmd. algún rato, que no le ocurra otra cosa en que ocuparse. Nuestro Señor guarde a Vmd. muchos años. Oviedo, y Diciembre de 1758.


{Feijoo, Cartas eruditas y curiosas, tomo quinto (1760). Texto según la edición de Madrid 1777 (en la Imprenta Real de la Gazeta, a costa de la Real Compañía de Impresores y Libreros), tomo quinto (nueva impresión), páginas 322-332.}