Filosofía en español 
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Tomo primero Discurso décimo

Cometas

§. I

1. Es el cometa una fanfarronada del Cielo contra los poderosos del mundo: émulo en la aprehensión humana, de la generosa furia del rayo: porque como este hiere en lo más alto, aquel en lo más noble. Acaso la consideración de que los príncipes tienen menos que temer de parte de la tierra que los demás hombres, les hizo añadir terrores en la superior esfera, para contener su orgullo. Pero en la verdad tantos enemigos de su vida tienen los príncipes acá abajo, que para asustarles el aliento no es menester que conspiren con los malignos vapores de la tierra los brillantes ceños del aire. La ambición del vecino, la queja del vasallo, el cuidado propio, son los cometas que deben temer los soberanos. Esotras erráticas antorchas no pueden hacer más daño que el que ocasionan con el susto.

2. No sólo el vulgo, ni sólo para los príncipes, reconoce calamitosos los cometas. También algunos autores de escogida nota fomentan esos miedos, extendiéndolos a las ciudades, a los reinos, en fin al común de los hombres. De este número son Fromondo, Keplero, Cabeo, Kirquerio, Cardano, y otros. Bien que no todos discurren por un mismo camino. Algunos constituyen a los cometas señales naturales prácticas de los males que les atribuyen; esto es, dicen que los significan, porque físicamente los causan. Otros, desnudándolos de toda física eficiencia, les niegan la significación natural, concediéndoles sólo ser signos por la voluntaria ordenación divina, o como se explican las Escuelas, signos ad placitum. Y aun entre estos hay alguna división: porque algunos quieren que no sólo la significación, [224] mas ni aun la existencia, sea natural en los Cometas, pretendiendo que Dios inmediatamente por sí mismo los produce sin dependencia, o concurso de alguna causa natural, a fin de anunciar con ellos los azotes que su justa ira prepara a los mortales; porque en vista de la amenaza se muevan a la enmienda. Otros, dejando su producción, como la de todos los demás materiales entes, en mano de las causas segundas, ponen la significación pendiente únicamente del beneplácito divino: no de otro modo que el Iris, siendo natural en su existencia, y producción, es señal de que no habrá otro Diluvio: sólo porque Dios quiere que lo sea.

3. Este sentir no se funda, ni puede fundar en otra cosa, que en la observación de haber sucedido muertes de Príncipes, y calamidades públicas a las apariciones de lo Cometas. Beyerlink en el Teatro de la Vida Humana, verbo Cometa, trae un Catálogo de sucesos fatales, consiguientes a algunos de estos espantosos fenómenos. Lo mismo hacen otros Autores.

4. Mas este fundamento se hallará sumamente ruinoso, si se observa que las calamidades, no sólo privadas, mas también públicas de los mortales, menudean tanto, y son tan frecuentes, que se podría contar por singular prodigio, se hubiese año en que no acaeciese alguna. ¿Cuál se hallará en los anales, tan digno de señalarse con piedra blanca, que no digo comprehendiendo toda la circunferencia del mundo, más aún ciñéndolos al ámbito de Europa, no haya sido infausto para estos, o aquellos Reinos, o con esterilidades, con epidemias, o con guerras, o con prodigiosas inundaciones, o con muertes de Príncipes? Estas grandes espinas fructifica comúnmente la tierra por el pecado de Adán: y sus hijos con los nuestros repetimos al enojo divino los motivos, para que repita los azotes. Que haya, pues, Cometa, que no le haya, el mundo en todos los años será valle de lágrimas, y nunca faltarán en él miserias públicas. De aquí se infiere, que por las observaciones no hay más razón para atribuir [225] nuestras desdichas a la existencia de los Cometas, que a la falta de ellos: pues del mismo modo tenemos que llorar cuando no los hay, que cuando los hay.

§. II

5. Añádase a esto la incertidumbre, insuficiencia, y ambigüedad de las observaciones hechas. Señalan algunos Autores un Cometa que duró veinte y nueve días en el año de 1657 de la creación del Mundo, el cual quieren fuese prenuncio del Diluvio Universal. Quisiera saber en qué monumentos hallaron noticia de este Cometa. La Sagrada Escritura no dice tal cosa. De las Historias profanas, dignas de alguna fe, ninguna es anterior a la Guerra de Troya. Conque sólo resta, que Herlicio, u otro cualquiera que haya sido el primero que nos dio noticia de este cometa, tuviese dentro de su gabinete las nunca vistas columnas de Seth, donde estuviese grabada esta narración, juntamente con la general instrucción de todas las Artes, que algunos autores antojadizos quieren se hayan comunicado después del Diluvio por medio de estas columnas a los hombres.

6. Siendo el número de los cometas hasta ahora observados en todo el discurso de los siglos hasta quinientos, poco más, o menos, Beyerlinck, citado arriba, cuenta solos hasta unos treinta, a quienes se siguieron sucesos infaustos. Aun cuando a todos los cometas observados se siguiesen otros semejantes, nada se probaría, por lo dicho arriba. Mucho menos siendo en tan corto número los infortunados. Y aun al Cometa del año 1500 no le encuentra otro vaticinio, que el del nacimiento del Emperador Carlos V, que ciertamente no puede enumerarse a los sucesos infelices.

7. Pero lo más notable en esta materia es, que el P. Juan Zahno, docto Premonstratense alemán {(a) Tom. I. Mundi mirabilis.}, propone [226] un largo Catalogo Cronológico de todos los Cometas que hubo desde el principio del mundo hasta el del año 1682; y sucesivamente con igualdad refiere sucesos infelices, y prósperos, que acaecieron inmediatamente después de cada uno de ellos. De modo que por esta cuenta, no hubo Cometa que no fuese igualmente fausto que terrible. Luego la experiencia nada nos enseña en el asunto. Y no habiendo otro Oráculo que consultar en él, se ve que es sin fundamento cuanto se dice, y teme de las amenazas de los Cometas.

§. III

8. Entre los mismos que tienen por vaticinantes los Cometas, hay tanta discrepancia, que eso sólo bastaría para despreciar su opinión. Unos los tienen por universalmente fatales: otros juzgan que son faustos en determinadas circunstancias, y respectos. Pongo por ejemplo: algunos autores que cita Cardano, dicen que si el Cometa dirige su curso al ocaso, pronostica excelente constitución, y temperamento del año. Y que el que naciere estando el Cometa en medio del Cielo, logrará alta, y esclarecida fortuna. En tiempo de Augusto es cierto que no eran tenidos los Cometas generalmente por infaustos; pues uno que apareció al principio de su Reinado, le tuvo el Príncipe por propicio; y Plinio dice, que fue saludable al mundo: Salutare id terris fuit. El vulgo creyó que representaba la alma del difunto Julio César, elevada a hacer número con las demás deidades: y por este respecto se erigió Templo en Roma a aquel dichoso Cometa, como refiere el mismo Plinio.

9. Los Peripatéticos, que siguiendo a Aristóteles, colocaban todos los Cometas en la suprema Región del Aire, debajo del orbe de la Luna, dicen, que no siendo otra cosa el Cometa que un conjunto de hálitos de la tierra encendidos en aquella altura, precipitadas después sus cenizas con un maligno fermento, todo lo inficionan, y producen guerras, hambres, y pestes. Añaden algunos, [227] que por ser los Príncipes de complexión más delicada que el resto de los hombres, padecen más de estas venenosas impresiones: por cuya razón a las apariciones de los cometas se siguen frecuentemente muertes de Soberanos.

10. Pero esta sentencia en cuanto al sitio de los Cometas ya hoy es indefensable, porque las observaciones Astronómicas evidentemente prueban, que, si no todos los Cometas, los más son superiores, y muy superiores al Orbe de la Luna. No faltan Astrónomos que los coloquen todos sobre el más alto Planeta, que es Saturno. Lo que no tiene duda es, que todos aquellos en quienes no se ha observado paralaje alguna, están altísimos sobre los inferiores Planetas. Y en cuanto a que los malignos influjos de los Cometas sean por su delicadez más perjudiciales a los Príncipes, ¿quién no ve que por esta regla con más razón se deberá pronosticar, siempre que aparece algún Cometa, un sangriento destrozo en mujeres, niños, y viejos?

11. Keplero, señalando distintos fines a la producción, y dirección del Cometa, dice, que Dios produce los Cometas, porque tenga el Cielo, no menos que el Mar, y la Tierra, sus monstruos. Añade, que la materia de que consta el Cometa, es como un excremento de la Región Etérea, que segregándose, y juntándose en una masa, sirve a purgar las Esferas Celestes, porque no se manchen, u obscurezcan sus luminares, como sucedió al Sol cuando murió Julio César, pareciendo en todo aquel año con tibia, y maligna luz. En cuanto a la dirección, positura, y movimiento del cometa, juzga Keplero que son ordenados a significar mutaciones, y sucesos, por la mayor parte calamitosos en la tierra; y que a este fin Dios, o por sí mismo, o por medio de sus Ángeles, coloca, o dirige el cometa a esta, o a aquella parte del Cielo.

12. Jerónimo Cardano determina con tanta individuación el pronóstico de los sucesos correspondientes a las diferentes circunstancias de los cometas, como si en el discurso de su vida hubiese observado algunos centenares de estos fenómenos: lo que no pudiendo ser, se ve, que un [228] mero capricho fue regla de toda su doctrina. Dice que los cometas de color rubicundo, lívido, o negro, son perniciosísimos: que los plateados, o albicantes, son menos malos: que los que duran mucho tiempo, son más fatales que los de breve duración: que los que parecen en el Invierno, son peores que los estivos: que si el Cometa parece junto a Saturno, significa traiciones, peste, y esterilidad: junto a Júpiter, mutación de leyes, y muertes de Papas: junto a Marte, guerras: junto al Sol, alguna grande calamidad de todo el Orbe: junto a la Luna, unas veces inundaciones, y otras sequedades: junto a Venus, muertes de Nobles: junto a Mercurio, varios, y muchos males. Del mismo modo va discurriendo por varias constelaciones, variando el pronóstico en cada una de ellas. No sólo esto; también quiere que se observe el resplandor, la figura, el movimiento; y según las muchas diferencias que admite cada una de estas circunstancias, así los pronósticos que señala son diversos. Bien se conoce que esto es hablar al aire, pues no pudo Cardano observar tantos Cometas, que a repetidas experiencias debiese tantos documentos. Ni tampoco pudo tomarlos de observaciones ajenas; pues otros Autores, que cita el mismo Cardano, señalan diferentes reglas.

§. IV

13. Los Astrónomos modernos, bien desnudos del supersticioso temor que poseía a Cardano, y a otros de los pasados siglos, tan lejos están de tener miedo a los Cometas, que antes desean repetidas apariciones suyas, para repetir sobre ellos sus observaciones; especialmente después que el esclarecido Casini puso en planta la plausible opinión de que no son los cometas pasajeras llamas, que en pocos días se reducen a cenizas; sí constantes antorchas, que con los demás astros fueron criadas al principio del mundo.

14. De hecho esta opinión, la cual no debe considerarse nacida, sino resucitada en nuestros días, pues se halla que el famoso Astrónomo antiguo Apolonio Mindiano [229] había dado ya en el mismo pensamiento; y Plinio manifiesta, que no pocos en su tiempo eran del mismo sentir: Sunt qui & haec sydera perpetua esse credant, suoque ambitu ire; sed non nisi relicta a sole cerni {(a) Lib. 2. Cap. 25.}: Digo que esta sentencia se halla hoy asistida de una gran verosimilitud, en fuerza de las ingeniosas, y sólidas conjeturas conque la estableció el citado Casini; sin que obsten contra ella, ni la aparente rectitud del movimiento de los Cometas, ni los largos periodos, que, a distinción de los demás Astros, esperan sus apariciones. Pues uno, y otro se compone muy bien, suponiendo, como quiere este Autor, que el Cometa gire en un círculo de dilatadísima circunferencia, y sumamente excéntrico al orbe de la tierra. Es claro que en este sistema, estando proporcionada a nuestros ojos sólo una pequeña parte del círculo por donde discurre el cometa, sus apariciones no deben ser frecuentes, lográndose su vista solamente en aquella parte del círculo, que por más cercana a la tierra se hace visible, y perdiéndose en todo el resto de su giro, por alejarse a inmensa distancia. El movimiento también debe ser sensiblemente recto, aunque real, y matemáticamente es circular; porque cualquiera pequeña parte de un círculo de enorme magnitud, siempre parece a los ojos estar en línea recta, no siendo posible distinguir la cortísima inflexión de su imperceptible curvatura. [230]

{(a) Lo que Aristóteles dijo, y aún hoy creen muchos, que los Cometas se forman de las exhalaciones que suben de la tierra, está convencido de falso por muchas observaciones. La poca paralaje de algunos Cometas, y la total falta de paralaje de otros, prueban su elevación sobre la Luna, y aun sobre otros Planetas superiores. El año de 1702, por el mes de Abril, pareció un Cometa, que sólo tenia trece minutos de paralaje, lo que muestra, que su altura era casi quíntupla respecto de la Luna, cuya paralaje es de un grado; esto es , de sesenta minutos; conque estando la Luna distante de la tierra, según el cómputo de los Astrónomos modernos, de noventa a cien mil leguas, el Cometa distaba de la tierra más de cuatrocientas mil. ¿Quién creerá que tan arriba suben las exhalaciones [230] terrestres? En el mismo año, antes que el referido Cometa, había aparecido otro, que totalmente carecía de paralaje sensible: por consiguiente estaba superior al Planeta Marte, que le tiene. Marte dista de la tierra muchos millones de leguas. ¿Subirán allá las exhalaciones? Añádase que un Cometa colocado en tanta altura, según lo que infiere su magnitud aparente, es preciso que sea muchos millones de veces mayor que la Tierra. ¿Las exhalaciones que de esta se elevan, podrán componer cuerpo de tanta magnitud?

Que los Cometas son Planetas regulares, cuyos círculos de movimiento no comprehenden la tierra, y por su parte superior distan inmensamente de ella, se ha hecho ya probabilísimo. Lo primero, porque se ha notado regular su curso: de modo que un Astrónomo, que observó un cometa dos, o tres días, si después se le esconden por algún tiempo las nubes, dirá a punto fijo, que en disipándose estas, a tal día, y tal hora se hallará en tal parte del Cielo. Lo segundo, por la simultánea, y graduada aumentación de volumen, y celeridad de movimiento hasta cierto punto, pasado el cual se van disminuyendo la celeridad, y el volumen en la misma proporción, y en igual espacio de tiempo a aquel en que se hizo el incremento. Así el incremento, como el decremento de volumen, son puramente aparentes. Va sucesivamente pareciendo mayor el Cometa a proporción que se va acercando al punto de su órbita más cercano a la tierra, que llaman Perigeo los Astrónomos; y va pareciendo sucesivamente menor, a proporción que se va apartando de aquel punto. Esto por la regla general de que los cuerpos, cuanto más distantes, parecen menores. El incremento, y decremento de celeridad también son aparentes. Es preciso que parezca caminar más velozmente mientras se mueve por arco directamente opuesto a la tierra; y tanto más, cuanto más cerca está del punto medio del arco. Esto es común también a todo cuerpo, que se mueve en círculo, cuyas partes distan desigualmente del que las mira.}

15. Mons. Villemot, a quien siguen otros, defiende por camino diferente la opinión de ser los Cometas Planetas constantes, y perpetuos, colocándolos todos sobre Saturno en una Región donde no hay movimiento común, ni reglado, cual es el del fluido, que conduce los demás Planetas; sí sólo corrientes irregulares, que admiten todo género de diferentes direcciones. Este sistema sería mucho más desembarazado, como todos los Cometas careciesen de paralaje sensible (lo que es indispensable para colocarlos todos [231] sobre Saturno); y no parece que los Astrónomos estén convenidos en ello.

16. Como quiera, todos los filósofos que niegan verdadera generación, y corrupción en los Cielos, son interesados en la sentencia, que afirma ser los Cometas Planetas verdaderos de existencia constante, y perpetua, ora de regular, ora de irregular movimiento. Porque si son sólo unos caducos incendios, cuya existencia no dura más que lo que se ostenta su aparición, siendo por otra parte cierto, como lo es, que si no todos, los más están situados dentro de las celestes Regiones; es preciso admitir verdadera generación, y corrupción en los Cielos.

17. Y si ello es así, que los Cometas hacen número con los demás Astros, y que con ellos fueron criados al principio del mundo, vanos son los temores de los que colocándolos con Aristóteles en la suprema Región del aire, predicen en el precipicio de sus venenosas cenizas más daños que en el despeño de los abrasadores rayos. ¡Oh qué hijas tan villanas produciría la tierra en sus exhalaciones, si después de elevadas, al descender de la altura, no solo encendidas, más aún apagadas, conspiran a su ruina! Vanos son también los sustos de los que aprehenden preternatural la generación de los Cometas, y en ella fundan la significación que les atribuyen de los divinos enojos. Para quien tiene los ojos abiertos, no ha menester la mano Omnipotente estas nuevas amenazas, que harto visibles se hacen en innumerables ejemplos sus vengadoras iras.

18. No por eso niego que tienen los Cometas también en lo moral uso muy acomodado a nuestro provecho, al cual pudo Dios destinarlos, y es de creer que los destinó en su creación, o los destina ahora cuando los produce, además del uso físico que tienen en lo natural. Cualquiera nuevo fenómeno que aparece en el Cielo, llama los ojos de los mortales a su contemplación: y muy torpe es quien luego no vuela con la mente mucho más arriba a considerar la incircunscripta virtud, y grandeza de la primera Causa, que no satisfecha de publicar su gloria con tantas [232] lenguas de fuego, cuantos son los Astros que cotidianamente brillan en la Esfera, de tiempos en tiempos enciende, o aproxima al mismo fin esos brillantes cuerpos de aún más prodigiosa magnitud. Unos, y otros son centellas de la inaccesible luz: y unos, y otros son antorchas a nuestra ceguedad.


{Feijoo, Teatro crítico universal, tomo primero (1726). Texto según la edición de Madrid 1778 (por D. Joaquín Ibarra, a costa de la Real Compañía de Impresores y Libreros), tomo primero (nueva impresión, en la cual van puestas las adiciones del Suplemento en sus lugares), páginas 223-232.}