Filosofía en español 
Filosofía en español


Tomo primero

Noticia de la Vida, y Obras del M. I. y R. P. D. Fr. Benito Jerónimo Feijoo,
Monje Benedictino de la Congregación de España, Catedrático de Prima de Teología Jubilado de la Universidad de Oviedo, Maestro General por su Orden, del Consejo de S.M.

En un tiempo en que gemía la España bajo de la ignorancia, y las letras habían degenerado en una lastimosa serie de preocupaciones, nació D. Benito Jerónimo Feijoo a 8 de Octubre de 1676 en Casdemiro, pequeña Aldea de la Feligresía de Santa María de Melías en el Obispado de Orense, a las riberas del Río Miño, poco más abajo de su confluencia, y unión con el Río Sil.

Sus Padres D. Antonio Feijoo Montenegro, y Doña María de Puga, correspondiendo a lo ilustre de su nacimiento, educaron este Joven en los principios del verdadero temor de Dios, y le inclinaron a las letras, aunque era el primogénito de su casa; creyendo con razón, que el derecho de la sucesión no les permitía descuidar en la enseñanza de este tierno hijo.

No es muy común en el Reino aplicar al estudio los primogénitos, y por eso también son menos los que salen útiles a la Iglesia, y al Estado; persuadiéndose no pocos que esta cualidad les destina sólo a la propagación de su familia, y disfrute de sus rentas; sin advertir que la Nobleza se adquiere con las acciones ilustres a beneficio de la Nación, y se conserva con la continuación de ellas en los descendientes; no con la ociosa posesión de las rentas adquiridas por la virtud de los antepasados.

Renunció al siglo a los 14 años, pues en el de 1688 recibió la Cogulla de S. Benito en el Monasterio de S. Julián de Samos de mano de su Abad Fr. Anselmo de la Peña, General que después fue de la Congregación de España, y Arzobispo de Otranto en el Reino de Nápoles. [II]

Esta vocación bien probada, porque no era el acomodo el que llamaba a nuestro Joven, sino el retiro del bullicio secular, se acreditó en sus incorruptas, e inocentes costumbres por toda la larga serie de su vida.

La pasión declarada del P. Feijoo fue la del estudio. No sólo los Monásticos ocuparon su desvelo; pues aunque en ellos siguió lúcidamente su carrera dentro del Claustro, también se extendió a la enseñanza pública en las Cátedras de Teología, que obtuvo por rigurosa oposición en la Universidad de Oviedo, y en que alcanzó del Consejo la jubilación por mérito. Su Religión le dispensó los honores de Maestro General, en nada incompatibles con la humildad Religiosa, que siempre resplandeció entre las virtudes de este Literato.

Bastaría esta serie de sucesos para calificar a Fr. Benito Jerónimo Feijoo de un Religioso recogido, estudioso, y útil a sí, y a los demás en lo que se llama carrera regular de Artes y Teología Escolástica: a que están reducidos los estudios monásticos en España.

Su desprendimiento en solicitar otras Dignidades Eclesiásticas fuera del Claustro, ni indicar deseo de lograrlas, demuestran que la vocación Religiosa no decayó un punto en este ajustado Monje.

§. I

El curso de los estudios, que en España hacen los Profesores de Artes y Teología, era una esfera muy limitada para un hombre del espíritu y talentos del P. Feijoo; y así extendió su aplicación a otros conocimientos superiores a los comunes de su tiempo.

No es infrecuente tachar a los hombres grandes de que se distraen en los estudios amenos, con perjuicio, y atraso de los útiles.

Esta tacha, producida de ordinario por la envidia, no podía comprehender a nuestro Catedrático. Bastará para desengaño leer sus Discursos 11, 12, 13, y 14 del tom. 7, que publicó en el año de 1736, a los 60 de su edad, pues los escribía en el de 1735. [III]

Manifiesta en ellos los abusos, que se padecen en la enseñanza de la Dialéctica, Lógica, Metafísica, Física, y Medicina, y en esto mismo acredita el profundo conocimiento, que tenía de estas Facultades; y que el haberle extendido a otras materias, en lugar de estorbarle, le había hecho penetrar de raíz las superfluidades en el método de estos estudios. Los conocimientos humanos tienen entre sí un encadenamiento tan estrecho, que es difícil sobresalir en una materia, sin enterarse de otras.

Luis Vives, aquel insigne Crítico Español del siglo XVI a quien respetó el mismo Erasmo, así en el Tratado de corruptione artium, & scientiarum, como en el de tradendis disciplinis, abrió el camino para descubrir el atraso de las ciencias, e indicar los medios de enseñarlas con más método e instrucción de los Estudiantes. Escribió en latín su Obra, y así fue poco leída del común de nuestros Nacionales. Con más provecho de éstos el P. Feijoo puso en lengua vulgar las observaciones acomodadas a nuestro tiempo.

El Canciller Francisco Bacon después de Vives adelantó el plan de perfeccionar los conocimientos humanos con admiración de todos. Mucho debió nuestro Benedictino a su lectura, que se halla también recomendada por su gran amigo el Doct. D. Martín Martínez.

Conocía bien el P. Feijoo las oposiciones que trae consigo toda reforma, porque la mayor parte de los hombres gusta más de ir según el uso, que detenerse a examinar por dónde se debe caminar; y así pone la siguiente protestación en su plan de los Estudios de Artes.

«Cuanto dijere en los Discursos que se siguen (así se explica el P. Feijoo) {(a) Teatr. Crít. tom. 7, disc. 11} no quiero que tenga otra fuerza o carácter, que el de humilde representación hecha a todos los Sabios de las Religiones, y Universidades de nuestra España. No se me considere como un atrevido Ciudadano de la República Literaria, que satisfecho de las propias fuerzas, y usando de ellas, quiere reformar su [IV] gobierno; sino como un individuo celoso, que ante los legítimos Ministros de la enseñanza pública comparece a proponer lo que le parece más conveniente, con el ánimo de rendirse en todo y por todo a su autoridad y juicio. No hay duda en que el particular, que violentamente pretende alterar la forma establecida de gobierno, incurre la infamia de sedicioso. Pero asimismo el Magistrado, que cierra los oídos a cualquiera que con el respeto debido quiere representarle algunos inconvenientes, que tiene la forma establecida, merece la nota de tirano. Mayormente cuando el que hace la representación no aspira a la abrogación de leyes, sí sólo a la reforma de algunos abusos, que no autoriza ley alguna, y sólo tienen a su favor la tolerancia. Aun si viese yo, que mi dictamen en esta parte era singular, no me atreviera a proferirle en público; antes me conformaría con el universal de los demás Maestros y Doctores de España: así como en la práctica de la enseñanza los he seguido todo el tiempo, que me ejercité en las tareas de la Escuela, por evitar algunos inconvenientes, que hallaba en particularizarme. Pero en varias conversaciones, en que he tocado este punto, he visto que no pocos seguían mi opinión, o por hacerles fuerza mis razones, o por tenerlas previstas de antemano. Así con la bien fundada esperanza de hallar muchos, que leyendo este escrito, apoyen mi dictamen, propondré en él las alteraciones que juzgo convenientes en el ministerio de la enseñanza pública. Y porque la materia es dilatada, la dividiré en varios discursos.»

En el discurso 11 empieza su plan de reforma por las Súmulas o Dialéctica, asegurando, que en dos pliegos y medio redujo cuanto hay útil en ellas, al tiempo de leer su Curso de Artes a los discípulos. No se detienen como debieran los que cuidan de la enseñanza pública, en buscar todos los medios de facilitarla y apartar las superfluidades: pues en este único cuidado consiste el mejoramiento de los estudios.

En prueba de su pensamiento hace ver la inutilidad con [V] el ejemplo de la reducción de los silogismos, porque nunca se usa casi de ella en la práctica de la Escuela: y lo mismo sucede con las modales, exponibles, apelaciones, conversiones, equipolencias, &c., en el ejercicio literario de los estudios. Y así infiere «que convendría instruir sólo en estas reglas generales, y no descender a tanta menudencia, cuya enseñanza consume mucho tiempo, y después no es de servicio». De todo da varios ejemplos, para demostrar, que la utilidad de la Dialéctica o Súmulas se logrará con poquísimos preceptos generales, que pueden ser reducidos a dos pliegos, ayudados de la viva voz del Catedrático y de un buen entendimiento o lógica natural; sin la cual la artificial sirve sólo en el concepto de nuestro Sabio, para embrollar y confundir.

En el discurso 12 trata de reformar la Lógica y Metafísica por los mismos medios de cercenar lo inútil.

De la primera intenta desterrar las muchas cuestiones inútiles en los proemiales y universales; concluyendo en que todo lo perteneciente al arte de raciocinar, se les diese a los discípulos en preceptos seguidos, explicados lo más claramente que se pudiese, sin introducir cuestión alguna sobre ellos.

Añade: «Todo esto se podría hacer en dos meses, o poco más. ¿Qué importaría que entretanto no disputasen? Más adelantarían después en poquísimo tiempo, bien instruidos en todas las noticias necesarias, que antes en mucho sin ellas. La disputa es una guerra mental; y en la guerra aun los ensayos y ejercicios militares no se hacen sin prevenir de armas a los Soldados.»

En la Metafísica nota, que los cursos de Artes, que se leen comúnmente en las Aulas, se extienden fastidiosamente en las cuestiones, de si el Ente trasciende de las diferencias; si es unívoco, equívoco o análogo, y otras aun de inferior utilidad; absteniéndose del objeto propio de la Metafísica, que comprehende todas las sustancias espirituales, especialmente las separadas esencialmente de la materia. De suerte que en estos cursos metafísicos se omite lo [VI] esencial, que podría guiar a otros estudios, y se gasta el tiempo en sutilezas inútiles en el progreso de las Facultades mayores.

El discurso 13 analiza lo que sobra y falta en el estudio de la Física, haciendo hincapie en la experiencia, y en que el mismo Aristóteles, a quien se sigue comúnmente en las Escuelas de España, recurrió a ellas, reprehendiendo, como muy nociva, la ignorancia de los demás Sistemas Filosóficos. Para confirmar su nuevo plan trae ejemplos de los que han tratado de perfeccionar este estudio en España sobre el mismo método.

En el discurso 14 se extiende por su conexión con los conocimientos Filosóficos, a tratar del estudio de la Medicina. En él refiere habérsele elegido por individuo honorario de la Real Sociedad Médica de Sevilla; da noticia de los progresos de ésta, y de la fundación de la Academia Médica Matritense en 1734, habiendo aprobado sus Estatutos el Consejo, atento siempre a adelantar las Ciencias. Concluye en que el rumbo para acertar en esta facultad, es el de la observación y experiencia, como ya lo había propuesto Cornelio Celso siglos ha. En estos dos libros abiertos estudió el gran Hipócrates los principios, de donde sacó sus aforismos, e historias de las enfermedades.

En el tiempo mismo que nuestro Autor inclinaba a mejorar el estudio de la Medicina, florecía el Doctor D. Martín Martínez, Individuo que fue de la misma Sociedad de Sevilla, y Médico de Cámara de S.M., el cual en sus Obras echó los fundamentos del verdadero estudio de la Física, Medicina, y Anatomía en el Reino, enseñando a tratar a los Españoles en la lengua materna con pureza y elegancia estas materias. Nuestro Autor logró con la amistad del Doct. Martínez un gran defensor {(a) Véase la Carta defensiva, que sobre el tom. 1, escribió el Doctor Martínez en primero de Septiembre de 1726, que va impresa en el tom. 2, del Teatr. Crit.} contra las impugnaciones, que suscitó la novedad de las materias del [VII] Teatro Crítico, luego que empezó a publicarse el primer tomo en 1726.

No fueron menores las que padeció el mismo Martínez por sus Obras. Es muy digno de leerse el elogio, que hace de él nuestro Feijoo por estas palabras {(a) Feijoo Cart. 23, tom. 2}:

«La memoria que V.E. me hace del Doct. Martínez, no sólo renueva, pero agrava mi dolor en asunto de su muerte; porque aquella expresión de V.E. este glorioso Ingenio fue víctima, que la ignorancia consagró a su obstinación, o murió, como se dice, en el asalto; si no yerro su inteligencia, significa, que el villano desquite, que abrazaron algunos de aquellos, cuyos errores impugnaba Martínez, de oponer injurias a razones; hizo tan profunda impresión en su noble ánimo, que le aceleró la muerte. Y aunque no ignoraba yo cuánto se ensangrentaron en él la envidia y la ignorancia, estaba muy lejos de pensar, que hubiese inspirado tanta aflicción en su espíritu lo que sólo merecía su desprecio. No menos distante me considero de la gloria, que V.E. me atribuye de haber conseguido el triunfo, a que no pudo arribar Martínez; siendo a mi parecer la única distinción que puedo arrogarme, el que si Martínez murió en el asalto, yo me mantengo sin herida alguna en la brecha.»

Prosiguió en el octavo tomo del Teatro, como lo había ofrecido en el anterior, el plan de reforma de los estudios.

En el discurso primero demuestra los abusos introducidos en las disputas verbales; porque en ellas no se tira a indagar la verdad por lo común, sino a defender la propia opinión: en lo cual hace consistir el primero, poniendo por el segundo abuso los dicterios de que se suele usar: y por tercero el que resulta por falta de explicación, naciendo ésta de la confusión de las ideas. Este tercer abuso puede con facilidad remediarse, simplificando el estudio de Artes.

El sofisma, nacido del mal estudio de la Dialéctica de nuestras Escuelas, le numera por el cuarto abuso de las [VIII] disputas verbales; no siendo menor el quinto, que se toma del empeño de conceder o negar en las conversaciones, o en los actos literarios precisamente; cuando sería más fácil confesar llanamente la duda, cuando la hay, o adherir al dictamen ajeno, si es fundado. La obstinación nunca puede habitar junto con la verdadera ciencia.

En el discurso 2 amplifica la materia de los sofismas, concluyendo con la necesidad que hay de desterrar de las Escuelas y tratados las explicaciones vagas, indeterminadas, o equívocas que los producen; «las que frecuentísimamente enredan de tal modo a los disputantes, que no sólo las imposibilitan de aclarar la verdad; mas aun estorban que uno a otro se entiendan».

En el 3 demuestra la inutilidad del dictado de las Aulas, y propone por más conveniente, que las Artes y Teología se enseñen por libros impresos.

Todo el discurso 4 trata del uso de la autoridad en la enseñanza de las Ciencias, siguiendo en gran parte las huellas del célebre Obispo Melchor Cano en su incomparable Obra de Locis Theologicis, cuyos pasajes, según costumbre, copia en latín. Este ejemplo de citar no debe seguirse, por la mayor utilidad, que resulta de dar traducidas en la lengua materna, en que se escribe, las pruebas de nuestra opinión; poniendo al pie las palabras originales, si se reputan por precisas.

En la Carta 22 del tom. 1 propone la inutilidad del Arte magna de Raimundo Lulio; y añade, que así en lo que este Autor tiene de Metafísica, como de Lógica, es inferior a la Lógica y Metafísica de Aristóteles; conviniendo con el Canciller Bacon y el P. Rapin, que semejante método no puede formar hombres sólidos, y que por lo mismo no se ha adoptado su estudio. Repitió en la Carta 13 del tomo 2 su juicio sobre Raimundo Lulio con más extensión.

Esta crítica no dejó de atraer, como sucede con todos los desengaños, impugnaciones, pero sin gran suceso. De este punto se dará alguna mayor noticia en su lugar. [IX]

No todos convendrán acaso con la opinión del P. Feijoo {(a) Feijoo Cart. 6, tom. 2}, quien sostiene, que la elocuencia es naturaleza y no arte. De esta manera viene a tachar como ocioso el estudio de la Retórica.

Es cierto que se puede dar un hombre de tal juicio y tino mental, que explique sus pensamientos con propiedad de voces; mueva oportunamente las pasiones, y persuada eficazmente: pero también es innegable, que Demóstenes, Cicerón, y Fr. Luis de Granada, cuya elocuencia sirve de modelo, conocieron muy bien los preceptos retóricos: pues los dos últimos trataron exprofeso esta materia, y el primero era tan correcto en el modo de escribir, que de sus Oraciones decían oler al aceite, por el demasiado estudio que ponía en limarlas. Fueron los preceptos de la elocuencia a la verdad sacados por comparación de las Obras de los mejores Oradores. Lo mismo ha sucedido con las demás Artes y Ciencias; y nadie duda, que con todo eso es necesario su estudio, porque los elementos, o principios de cada Arte o Ciencia no son otra cosa que un tejido de verdades, o conjeturas deducidas de las observaciones, hechas por muchos hombres doctos en aquella materia.

Todas las Ciencias y Artes permanecerían atrasadas, si quedasen fiadas a las combinaciones privadas de cada particular, y se creyese que un ingenio naturalmente sobresaliente podía atinar con las propias reglas. No a todos se ofrecen las mismas cosas; la vida es breve, y los preceptos de toda ciencia largos, y muchos de ellos dudosos, que requieren el estudio de varios, para perfeccionarse, como asegura Hipócrates de la Medicina, y todos los Profesores lo reconocen en sus respectivas Facultades.

Igual juicio que de la Retórica forma de la Crítica {(b) Feijoo Cart. 18, eod. tom.}, asegurando, que lo que se llama Crítica no es tampoco arte, sino naturaleza; y defendiendo, que consiste en el recto uso de un buen entendimiento. [X]

La Crítica dirige el juicio, o discernimiento de las materias: exige comparación de principios, de opiniones, de sujetos, y de cosas. Todo esto requiere estudio en los originales, y combinación continua de ideas. Ésta forma la verdadera Crítica. El hábito científico no se adquiere por otros actos, ni medios, que los que subministra la Crítica, o artes de discernir lo verdadero de lo falso, lo cierto de lo dudoso, y lo seguro de lo opinable.

Cada Arte, o Ciencia requiere su particular criterio; y sólo se pueden alcanzar por puro raciocinio las máximas generales, o Crítica por mayor; mas no la individual y aplicativa de cada ciencia, pues esta Crítica aplicativa apenas se distingue de la ciencia misma, o sea hábito científico.

Es muy segura la ilación del Autor, que bien entendido, no discrepa de los principios que van apuntados. «Las prendas intelectuales, sean las que fueren, nunca harán un buen Crítico, si faltan otras dos, que pertenecen a la voluntad. ¿Cuáles son éstas? Sinceridad y magnanimidad. Si falta la primera, el interés de partido, Comunidad, República, Patria, &c., tal vez el personal, arrastra al Escritor a escribir lo que no siente, o por lo menos a callar lo que siente. Si falta la segunda, por convencido que esté de alguna verdad opuesta a la opinión común, por no estrellarse con innumerables contrarios, abandona aquélla por ésta.» Lo que se dice del Escritor se puede aplicar a los demás facultativos en el uso y ejercicio de sus profesiones, aunque no escriban sobre ellas.

Con lo antecedente queda demostrada la solidez de principios, el despejo de entendimiento, y el amor a la verdad, que formaban el carácter de este grande Español; y que su conocimiento de la Retórica, de la Crítica, de la Dialéctica, Lógica, Metafísica, Física, y Teología, no se angustiaba en la esfera común y reducida de su tiempo. Era superior a los más, y nada inferior a los mayores de su siglo. Esta fue la causa de estrechar, como se ha visto, su correspondencia con el célebre D. Martín Martínez [XI]. La semejanza y armonía de las ideas es la que asegura la verdadera amistad, y sólida estimación. Todo lo demás se debe mirar como urbanidad, y buena crianza en el trato, por la mutua obligación de los hombres a tolerarse lo que no sea reprehensible. Sin el conocimiento de otras varias nociones sobre los estudios regulares, no podría haber sobresalido ninguno de estos dos grandes hombres, que deben respetar los Literatos Españoles por lumbreras de nuestra Nación.

El retiro del Claustro facilitó al P. Feijoo el tiempo para escribir, después de haber acabado la carrera de sus estudios en en Lerez, Salamanca, y Oviedo; eligiendo por su residencia continua el Colegio de Benedictinos, llamado de San Vicente de esta última Ciudad, donde escribió todas sus Obras.

El trato de nuestro Benedictino era ameno y cortesano, como lo es comúnmente el de estos Monjes, escogidos, por su corto número, de familias honradas y decentes. Era salado en la conversación, como lo acredita su afición a la Poesía, sin salir de la decencia. Esto le hacía agradable en la sociedad, además de su aspecto apacible, su estatura alta, y bien dispuesta, y una felicidad de explicarse de palabra con la propiedad misma que por escrito. La viveza de sus ojos era un índice de la de su alma.

Su principal Obra, con haber escrito otras, fue el Teatro Crítico, en que se propuso desterrar varios errores populares, y hacer familiares entre nosotros los mejores conocimientos de los modernos. Por esta razón escribió en lengua Castellana, siguiendo el consejo del gran Fr. Luis de León. Salió pues al público el primer tomo en 1726, el cual dedicó, estando en Madrid a 26 de Agosto, a su General Fr. Josef de Barnuevo. D. Luis de Salazar y Castro animó con una carta la empresa del Autor. Todos saben la pureza de estilo, y la buena crítica del Príncipe de los Genealogistas Españoles.

El estilo del Teatro es fluido y armonioso, y el método de tratar las materias ordenado y geométrico. Nunca [XII] anticipa las especies, que deben inferirse, o aclararse con otras. Esta distribución de la materia da gran claridad a todos los Discursos del Teatro. Una u otra vez se hallará declinar este estilo en asiático; pero sin decaer en bajo, ni obscuro.

La lectura continua de las Obras Francesas le hizo interpolar algunos galicismos. Cicerón con la lección de los originales Griegos, y el estudio que hizo en Rodas, no se libró de incurrir en helenismos. Es forzoso que la lengua, en que haya mejores libros, gane al cabo la superioridad sobre las demás, como sucedía a la Española en el tiempo de Carlos I y Felipe II. De esta objeción, y tacha, que a su estilo propusieron algunos, se hace cargo en la Carta {(a) Feijoo Cart. 32, eod. tom.}, que trata de la introducción de nuevas voces. La palabra gala, embargo, sobrecargo, y otras están tomadas de nuestra lengua, y adoptadas en toda la Europa por más expresivas. ¿Qué mucho que hagamos nosotros lo propio en las Ciencias naturales, matemáticas, máquinas, y artes mecánicas, que florecen más en los Países extranjeros?

No siempre recurre a los originales el Autor del Teatro Crítico; pero toma los hechos en los modernos de mejor nota. Como sus asuntos de ordinario eran poco conocidos en España, aun cuando les saca de Diccionarios, Diarios, y Actas de Academias, les da mucha mejoría, aplicándolos a nuestro uso. De ese modo contribuyó el Teatro Crítico a dar a conocer muchas Obras modernas de fuera.

La Historia, la Antigüedad, la Cronología, la Geografía antigua, los Ritos, y la Etimología deducida de las lenguas muertas, requieren precisamente la lectura de los originales; pero éste no era el objeto de nuestro sabio Benedictino, ni el blanco de sus estudios. Por esa razón se valía en los puntos incidentes de los Autores modernos de más aprecio. No es fácil en un hombre reunir la Enciclopedia, o ciencia general de todo. No hay alabanzas menos apreciables que las que salen de lo cierto.

Por la serie de las materias se vendrá en conocimiento [XIII] de la extensión de la Obra. Sería útil reducirlas a resumen, dividiéndolas en clases, cuando no hubiese de preceder esta Noticia al primer tomo del Teatro, en que va puesta la lista de los Discursos, y Cartas.

La más general materia del Teatro es la Física, Matemática, y Medicina. Muchas supersticiones y creencias vanas están combatidas en todo el progreso del Teatro Crítico, y entre ellas algunas que tenían mucha aceptación en varias Provincias del Reino.

La historia natural se recomienda en muchas partes y discursos de esta Obra: estudio que en los últimos tiempos había decaído entre nosotros, y floreció en el de Carlos I, y Felipe II.

De las lenguas modernas se ensayó el Autor del Teatro en formar paralelos, como de la Española y Francesa, indicando las causas, de que sin ceder un idioma a otro, fuese menos abundante, por razón de cultivarse por sus naturales menor número de Artes o Ciencias. Con los conocimientos humanos se aumenta la necesidad de las voces, para irlas introduciendo según se multiplican las ideas.

En el Discurso del Amor de la Patria, y pasión nacional propone el Teatro Crítico los orígenes de muchos yerros en nuestras acciones, y de parcialidad en nuestros escritos. El amor de la patria; esto es, el bien del público, es una laudabilísima virtud: se muestra demasiado escéptico el P. Feijoo, para no creer que las acciones grandes llevasen por norte precisamente esta idea. Pero al mismo tiempo advierte los daños que trae al común el espíritu de partido del paisanismo, y otro cualquiera de esta naturaleza.

En la Balanza de Astrea se ve un Discurso lleno de excelentes consejos para los que siguen la carrera de la Toga: advierte la incorruptibilidad de los Jueces en nuestra España; se queja del abuso y poder de las recomendaciones, o lo que se llama empeños.

En el Discurso de la Resurrección de las Artes demuestra juiciosamente, que se venden como descubrimientos [XIV] nuevos muchos, que constan de los escritores antiguos. Con éstos suelen coincidir los modernos sin copiarles, y en unos mismos pensamientos u observaciones. La historia literaria de cada facultad es indispensable a los Profesores de ella, para comprehender con facilidad el estado actual de sus adelantamientos, y libertarse de la nota de plagiarios, y de omisos por ignorarles.

Como corolario de esta doctrina vindica en las Glorias de España a nuestros Nacionales de la tacha, que se nos oponía de la desaplicación a la buena literatura; citando muchos ejemplos para indemnizar la Nación de este cargo. Tal vez pudiera con más examen de la historia literaria añadir otras pruebas; pero no debe negarse, que han padecido mayores estorbos entre nosotros todos los que han querido salir de la esfera de los conocimientos regulares, y que no pocos de los que se han distinguido más, lo lograron en sus viajes fuera del Reino. Las Naciones se pulen, e instruyen con las peregrinaciones literarias, como lo hacen actualmente los Ingleses.

En las Reflexiones sobre la historia se muestra el Autor del Teatro demasiadamente desconfiado de los monumentos históricos, y fidelidad de los historiadores por el ejemplo de algunas contradicciones que en ellos se advierten.

Es certísimo que en la historia se han pretendido introducir en todos tiempos muchas fábulas, y que para ello intervienen pasiones e intereses; pero las más veces son descuido e inadvertencias. Un mismo suceso se refiere de distinto modo por varios testigos oculares: con todo eso, no sería juicioso inferir, que el hecho fuese falso por esta variedad de circunstancias, conque se refiere. Sería más natural distinguir el hecho, en que todos convienen, y dándole por cierto, dejar las circunstancias a la verosimilitud, y a la combinación del historiador. Pero no convendría deducir una incertidumbre sobre la historia con este motivo, a que se inclina el Marqués de S. Aubin, cuyo dictamen traduce a la letra nuestro erudito Escritor.

Los Discursos que tratan de la Fisionomía, destierran [XV] un gran número de preocupaciones, que reinaban entre nosotros, y en otros Pueblos cultos: con lo cual queda también reprobada la Quiromancia, la Astrología judiciaria, los Saludadores, y otras invenciones de siglos ignorantes. No somos nosotros los que solamente hemos padecido este contagio: también ha cundido en otras Naciones, que no ha mucho tiempo se han ido desengañando.

La inutilidad de los libros de empresas, máximas, y aforismos políticos, que inundaron en el siglo pasado la Europa, está demostrada en el Discurso de los libros políticos. En efecto, ¿qué podrán adelantar estas máximas generales, que no alcance un buen entendimiento? El curso de los negocios públicos, y las meditaciones de las actuales circunstancias son las que forman el juicio político de aquellos hombres propios a manejar los negocios. Serán siempre útiles los tratados de policía y de economía aplicados a cada País en particular, según su estado y su constitución.

Es muy útil el conocimiento de lo que se propone en el Discurso sobre la importancia de la Ciencia física para la moral.

En los Discursos de la honra, y fomento de la Agricultura, y de la ociosidad desterrada, emprendió el Autor del Teatro dos asuntos muy ventajosos al público, y dio en ellos a conocer su amor al buen orden político, y a la prosperidad de la Nación. En estos Discursos incidentemente apuntó la necesidad de moderar los días festivos en España; y con efecto hicieron las razones del P. Feijoo tanto efecto, que el gran Papa Benedicto XIV asintió a esta reformación con gran utilidad del Estado; y el mismo concepto formó de los Discursos de nuestro Sabio sobre la reformación de la Música de los Templos.

Descender a los demás puntos subalternos de los Discursos del Teatro exigía mayor tiempo, y no traería el provecho que cada uno podrá sacar de su original lectura.

Luego que el Autor acabó de dar al público los ocho tomos del Teatro Crítico, publicó en 1740 uno de [XVI] Suplemento a las materias contenidas en los antecedentes, que en esta edición va incorporado en sus respectivos lugares. En el Suplemento se añaden aquellas autoridades o citas, conque el P. Feijoo apoya sus opiniones, o rebate las objeciones que se le iban haciendo. En la advertencia al Suplemento previene, que enmienda sus yerros para dar buen ejemplo: «porque son muy pocos los Autores (continúa Feijoo) que conocen los propios, y muy raro el que, aunque los conozca, los confiese.» Y añade: «No de todos los que enmiendo debo a mí mismo el desengaño. Algunos en materia de noticias históricas me dio a conocer la caritativa admonición de uno u otro docto amigo, por lo que me considero muy obligado de encomendarlos a Dios».

Vino a gastar quince años desde 1725 a 1740 nuestro Crítico en la composición de su Teatro, que concluyó a los 64 de edad.

Aunque publicó después este infatigable Escritor cinco tomos con el título de Cartas Eruditas, en nada se diferencian del objeto del Teatro, sino en tratarse las materias en muchas de ellas con menos profundidad: así porque el Autor se hallaba con más débiles fuerzas para el estudio, como porque el estilo epistolar no requería tanta exactitud como los discursos.

En la Carta 36 del tomo primero da noticia de la Obra, que Tomás Brown, Médico Inglés, escribió contra los Errores populares; haciendo ver la diferencia de la del Teatro, y cita otras, que coinciden en el título, con el fin de que los lectores no le acusen del plagio, que la emulación figuraba sólo por la fachada o título de ella.

Sobre los sistemas Filosóficos; sobre los Terremotos, y otras materias Físicas; sobre el descubrimiento de la circulación de la sangre; sobre los Curanderos, y secretos medicinales; sobre los descubrimientos y sistema del gran Médico D. Francisco Solano de Luque; sobre varias supersticiones; sobre la instrucción en materia de Religión a los que viajan a Países forasteros, y otros puntos de controversia; sobre un sistema de historia general de las [XVII] Ciencias, y otros puntos importantes, versa la materia de estas Cartas Eruditas: y en el tercer tomo se interna en materias políticas de erección de Hospicios, y exterminio de Ladrones, abreviando sus causas.

En el tomo último de Cartas trató de cuál debe ser la devoción con la Virgen, y con los Santos, alusiva al célebre Tratado de la devoción regulada de Luis Muratori, y a lo que escribió el Cardenal Vicente Petra, que aunque anteriores al año de 1756, en que se escribió esta Carta, no se citan en ella.

En este mismo tomo advierte a los Misioneros las reglas del arte de la predicación. Con este motivo, hablando de sí mismo, confiesa que su robustez no le ayudaba para dedicarse a este sagrado ministerio; porque «la debilidad del pecho era totalmente incorregible; siendo tan connatural a mi nativo temperamento, que aun en la adolescencia y juventud padecí el mismo defecto».

En la Carta 14 del mismo tomo da noticia de las cinco que escribió sobre el terremoto de primero de Noviembre de 1755, impresas por su amigo D. Juan Luis Roche; las cuales van añadidas en esta última edición. Concluyóse la Obra de las Cartas eruditas en 1760, en que publicó el Autor su quinto tomo dedicado al Rey N. Sr.

En dos Cartas {(a) Feijoo Carta 22, y 23 del tom. 5} de este tomo se muestra el P. Feijoo nada afecto al estudio de la lengua Griega, prefiriendo el de la Francesa. Esta última entre nosotros es tan fácil de adquirir, que apenas hay sujeto de mediana educación que no la entienda. Nada puede embarazar su estudio el unir algunas nociones del Griego a lo menos.

Francisco Valles debió a este conocimiento sus progresos en la doctrina de Hipócrates; y hoy lo acredita el Doctor D. Andrés Piquer.

¿Martín Martínez de Cantalapiedra cómo podría haber escrito su Tratado sobre interpretar la Escritura sin este auxilio?

Benio Arias Montano sobresalió a todos los de su tiempo [XVIII] por el conocimiento del Griego y del Hebreo. Él hizo familiar el estudio fundamental de las Sagradas Escritura en toda la Europa.

¿Qué habría adelantado D. Antonio Agustín en sus Obras Civiles, y Canónicas sin el consumado estudio del idioma Griego?

¿Por cuánto número de años no han estado ocultos los Manuscritos Árabes del Escorial, hasta que D. Miguel Casiri, de la Academia de la Historia, Intérprete de S.M. para la lengua Árabe, nos ha formado el catálogo?

Lo mismo sucede con los Manuscritos Griegos, y Hebreos, que sin uso han estado ocultos en la misma Biblioteca, hasta que el Doct. D. Francisco Pérez Bayer, con el auxilio de ambos idiomas, se ha dedicado a publicarles.

D. Juan de Iriarte, Bibliotecario de S.M. ha hecho un excelente catálogo de los Manuscritos Griegos existentes en la Biblioteca del Rey, por su pericia en esta lengua.

¿Qué no se debe al Dean de Alicante D. Manuel Martí, y al diligente D. Gregorio Mayans por sus estudios en la buena literatura, y cultivo de las más puras fuentes de la elocuencia Griega y Romana?

Otras Obras se imprimieron de nuestro sabio Benedictino, cuya lista se va a dar; pues aunque son de menor importancia, es justo se sepa la extensión de sus estudios.

Manifiesto del Ilustrísimo Sr. D. Juan Avello Castrillón, Obispo de Oviedo, contra el P.D. Carlos Castañeda, sobre la fundación del Seminario de Misioneros de Contrueces, que aunque salió a nombre de aquel Prelado, lo escribió el P. Feijoo.

Sermón predicado el día de la Dedicación de la Capilla de Rey Casto en la Santa Iglesia Catedral de Oviedo.

Carta de un Médico de Sevilla al Doct. Aqüenza, impugnador de los Discursos de Medicina del Teatro Crítico.

Dejó manuscrito un Discurso sobre la adoración de las Imágenes completo.

Otro: Explicación del sentido de las proposiciones que se tildaron de orden de la Inquisición en el Discurso sobre [XIX] la importancia del conocimiento de las Ciencias naturales para el estudio de la Teología Moral. Esta explicación fue aprobada de treinta y tres Doctores Salmantinos.

Algunas Pláticas de año nuevo, y del primer Lunes de Cuaresma.

Otras Pláticas, que parece fueron hechas para cuando los Padres Generales de la Congregación visitan los Monasterios.

Quedó imperfecta una Carta, que tiene por título: Convicción de un Idólatra.

Otras Obras de las que emprendió en los últimos años dejó también empezadas, por haberse debilitado la memoria, y el oído; y ya las fuerzas no le podían lisonjear en su avanzada edad la costumbre de escribir.

§. II

Antes de entrar en la enumeración de las Obras apologéticas, a que le obligaron sus impugnadores, convendrá añadir las poesías que escribió a varios asuntos, y son las siguientes.

Desengaños, y conversión de un pecador, que andan impresas bajo del nombre de D. Jerónimo Montenegro: Romance.

Décimas a la conciencia, en metáfora del Reloj.

Décimas en los funerales, que el Principado de Asturias hizo a Luis Primero.

Enfermedad, entierro, y testamento del Amor por repetidas ofensas, hecho a ruego de un desengañado, que se le pidió al Autor bajo del asunto propuesto: Romance.

Décimas contra el falso milagro que se publicó en el Puerto de Santa María de haberse aparecido S. Francisco de Paula sobre la Sagrada Hostia un día de la Octava de Corpus de 1747, ocasionándole el error de la reflexión que hizo en el vidrio del viril la Imagen del Santo colocada en el Retablo.

Décimas: Instrucción política que se usa, y de que Dios nos libre, y nos guarde. [XX]

Décimas a una Señora Ministra.

Romance hecho a instancia de un Amante dejado por una Señora, que se entró en Religión.

Décimas a las Monjas de S. Pelayo de Oviedo, célebre Monasterio de la Orden de S. Benito, por no haber dejado celebrar de Pontifical la noche buena al P. Andrade, Abad del Monasterio del Villanueva de Oscos.

Romance contra otro, que ni era romance ni latín, que sacó un Poeta, que ni era Poeta ni Orador, contra el Autor, y empezaba así:

Señora, unos Pasquines que
al Lugar traen descompuestos:::

Otro, en que el Autor se vindica justísimamente de dos Caballeros, que sacaron unas Coplas contra él, cuyas personas no nombra, por ser distinguidas.

Liras a una despedida, compuestas en este género de metro para demostrar que en cuanto usa la Poesía Española cabe naturalidad y ternura.

Retratos de dos hermanas del Principado de Asturias, que hizo el Autor a petición de un Caballero, que pretendía casarse con una de ellas: Romance.

Retrato de la otra hermana: que es la segunda parte.

Otro a una Dama, que se queja del mal natural de su Galán.

Quintillas a una Dama muy linda, a quien cierto Pretendiente irritado dijo que era una peste. Quiso el Autor transformar este improperio en elogio, con la ocasión de reinar entonces la peste de Marsella, que fue en 1721.

Soneto al impugnador del Teatro Crítico en dos tomos impreso en Salamanca, que era el P. Soto Marne.

Romance, en que se descubre el Autor de un Entremés Satírico, que salió en Oviedo contra el Autor. Empieza así:

¿Quién es el Autor de tanto
soez infame libelo?
¿Quién ha de ser sino aquel
único que pudo serlo?
[XXI]

Al mismo aplica el Autor la Fábula de Marsias en una Décima.

Una u otra poesía de poca monta se omite en este Catálogo, y todas hacen ver la invención de aquel docto Religioso, y su facilidad en escribir tanto en verso como en prosa. Esta fecundidad de ingenio, ni lo chistoso de su conversación jamás alteraron la pureza y decencia de sus costumbres. En su trato era tan afable, que aun en la crecida edad a que llegó, se reprimía, como él mismo lo confiesa en la Carta sobre el estado de la senectud del tomo último, para no molestar la sociedad con sus amigos. Esta Carta es una lección moral, digna de leerse por todos los que llegan a edad avanzada.

§. III

No pudo ser tan templado en las Obras apologéticas este célebre Benedictino, con proporción a la humanidad y bondad de su genio. El torrente de émulos, que se levantaron contra el Teatro Crítico, le obligó no sólo a valerse de la poesía, para combatir una u otra vez a sus impugnadores, como se ha visto en el catálogo de las Obras poéticas; ejercitó también su pluma en prosa con bastante fuerza. Hacíale demasiada impresión la contradicción ajena. Es verdad que sufrió muchas de sus impugnadores, tan faltas de fundamento, cuanto cargadas de sátiras y personalidades descompuestas.

Ensayóse muchas veces por necesidad en este género de escritos, que no dejan de ser harto difíciles, si han de hacerse leer agradablemente, rebatir con propiedad al adversario, poner en claro la opinión propia, y dejar en salvo las personas, como el decoro debido lo pide.

En la época en que se puso en estado de escribir, y dio a conocer el P. Feijoo, empezaba la Nación a salir de sus preocupaciones, y dedicarse a la buena literatura. Pero eran muy pocos los que todavía se alistaban en las banderas de la sana crítica, y que alcanzaban el provecho que de ella resulta. Era mucho mayor el número de los que se [XXII] obstinaban en sostener las ideas vulgares, y en negarse a la ilustración, que iba viniendo. Es menester mucha perspicacia para despojarse uno mismo de sus alucinaciones, cuando las ve apoyadas de la multitud.

En el año de 1725 se estrenó el P. Feijoo, defendiendo la Medicina Escéptica del Doct. D. Martín Martínez, contra la Centinela Médico-Aristotélica del Doct. D. Bernardo López de Araujo, que murió Médico de Cámara en nuestros días.

El Doct. Araujo quisiera desterrar toda duda o escepticismo en la Filosofía y Medicina, gobernando los principios filosóficos por las tradiciones de los Aristotélicos, sin recurrir a la razón y a la experiencia, descansando en la autoridad, o jurando in verba Magistri, como decía aquel gran Crítico el Obispo Melchor Cano.

En esta primer Apología demostró con una solidísima erudición nuestro Benedictino la imposibilidad de adelantar las Ciencias naturales, y en especial la Medicina, mientras se mantuviesen los estudios filosóficos, y el modo de tratar las materias en el método antiguo de los Aristotélicos, que intentaba sostener el Doct. Araujo.

La moderación y la templanza de este Discurso Apologético hace ver, cuánta mayor superioridad tienen aun los grandes hombres, cuando sostienen causas ajenas. La ilustración actual de la Medicina de España se debe a la solidez de razones, conque el P. Feijoo y el Doct. Martínez a un tiempo mismo hicieron ver la necesidad, de que los Profesores Médicos se instruyesen en el conocimiento de los Sistemas Filosóficos antiguos y modernos. Sufrieron una inundación de contradicciones las Obras del Doct. Martínez de parte de los mismos a quienes intentaba ilustrar su Autor. Tal es la condición de los hombres, que prefieren no pocas veces la costumbre a la evidencia del desengaño, que resulta de principios más bien combinados.

Las Obras del Doct. Martínez durarán para siempre entre nosotros, como monumentos del talento del gran [XXIII] hombre que las produjo; al paso que de las de sus contradictores sólo se conservará la memoria en las apologías, como un trofeo que ellos mismos presentaron en el combate de la Filosofía Aristotélica, y de la Medicina Galénico-escolástica de España, vencidas de la escéptica del Doct. Martínez: superior no sólo por la bondad de la materia, sino por la elocuencia, orden, y pureza de idioma, que reinan en sus Obras; pues hasta en el modo de escribir las materias logró el Doct. Martínez desterrar el latín semibárbaro de los tratados Físicos y Médicos subrogando en su lugar un Castellano puro: modelo que han imitado los demás Médicos de estos tiempos, con gran provecho de nuestro idioma y de la Nación.

§. IV

Hecho a vencer en combates ajenos, apenas en 1726 salió del primer tomo del Teatro Crítico, cuando nuestro ilustre Escritor vio descargar sobre sus discursos un nublado de impugnaciones, que le obligaron a pensar en sí mismo. La variedad de los asuntos presentaba un campo abierto a la lucha. Por otro lado el mal método y las preocupaciones no eran menores en los demás estudios, que en el de la Física y Medicina; y de consiguiente era forzoso, que no cediesen los Profesores menos hábiles en la obstinación de combatir toda novedad, opuesta al estado actual de la literatura.

Debe también confesarse, que un Autor polígrafo no puede tratar con igual solidez todos los puntos. Cualquier descuido en tales circunstancias abre camino a los impugnadores, para ganar aceptación y aura popular; especialmente cuando lisonjea al vulgo, deseoso siempre de sostener sus métodos, por imperfectos y perjudiciales que sean: pues a proporción es más fácil pasar plaza de docto, y los hombres suelen admirar más lo que entienden menos. La mitad de la ciencia consiste en el desengaño de las opiniones recibidas sin examen en todo género de materias. ¿Cómo se puede esperar que los profesores que [XXIV] han adoptado como dogmas tales opiniones, se despojen de ellas, para empezar a estudiar de nuevo? De ahí nacen las grandes oposiciones, que padece toda reformación de estudios. El odio, la sátira, y la contradicción son los primeros estorbos que encuentra. No pocas veces la autoridad y el poder impiden los progresos de los verdaderos y sólidos principios. Cógese al fin el fruto a beneficio del público: mas no es el gran hombre, que establece la reformación, quien saca para sí las ventajas. Adquiere una fama póstuma, que hace respetar su nombre de los venideros; y sólo las almas grandes se dejan llevar de este generoso deseo de gloria, para no acobardarse en las oposiciones que sufren de todas partes, y en especial de aquellos, que deberían agradecerles la ilustración que les dan.

Es un empeño ordinario de los hombres sostener sus opiniones, aun conocido el yerro. Esto da no pocas veces presa a los impugnadores. En una Obra enciclopédica como la del Teatro Crítico, y su continuación de las Cartas Eruditas, no era posible que su Autor dejase de caer en algunos descuidos. Para sostener la reputación en ellos se nota en las Apologías del P. Feijoo alguna mayor adhesión a las propias producciones, de la que conviene a un buen Crítico. La sinceridad no sólo es conforme a la inocencia de las costumbres; es indispensable en un Sabio.

De todas las impugnaciones que sufrió el Teatro Crítico, tiene el primer lugar el Antiteatro Crítico, que empezó a salir en principios del año de 1729, pocos años después que en el de 1726 se publicó el primer tomo del Teatro.

Tres tomos se impugnan en los tres del Antiteatro. El estilo, a confesión de su Autor D. Salvador Josef Mañer, no corresponde al de la Obra impugnada; mas es preciso confesar, que abunda toda esta impugnación de buenas noticias en lo que mira a Geografía, Física, y Matemática. No deja de notarse acrimonia y soltura en el modo de impugnar; mas era el abuso que reinaba por aquel tiempo en esta especie de escritos. [XXV]

Empeñóse la disputa bastantemente, luego que en el mismo año de 1729 publicó el P. Feijoo su Ilustración Apologética. En su prólogo no se trata con mayor moderación la persona de Mañer: explícase así el Apologista.

«En cuanto a la calidad del Autor, uno me decía, que el nombre era supuesto, porque no había tal D. Salvador Josef Mañer en el mundo, o por lo menos en la Corte; pues habiendo solicitado noticias de él, no las había hallado. Otro me avisaba que conocía a dicho Mañer, pero le conocía por un pobre Zoilo, que nunca había hecho, ni podría hacer otra cosa, que morder escritos ajenos: recurso fácil y trivial, para que en el concepto de ignorantes hagan representación de escritores aquellos, a quienes Dios negó los talentos necesarios para serlo.»

Llegando al juicio de los dos primeros tomos de Antiteatro, continúa así en el mismo prólogo. «En esta Apología se verá, que el Antiteatro no es más que una tramoya de teatro; una quimera crítica; una Comedia de ocho ingenios; una ilusión de inocentes; un coco de párvulos; una fábrica de aire sin fundamento, verdad, ni razón.»

La Ilustración está escrita con orden, mucha exactitud, y un estilo bien organizado y conciso, muy propio para esta difícil especie de Obras. Tal vez habría acortado la disputa nuestro Sabio Apologista, si hubiera hecho mayor concepto de su competidor.

En 1731 publicó Mañer la impugnación al tercer tomo del Teatro Crítico, y la Réplica satisfactoria a la Ilustración Apologética, pretendiendo notar a su adversario 998 errores.

Si se repara en el prólogo del tomo segundo del Antiteatro Crítico, se encontrará que el calor era igual en D. Salvador Mañer. Nada aprovecha más a las letras que el uso moderado de la crítica; y nada es más opuesto a su progreso, que el alejamiento de la voluntad con la sátira. «Los 998 errores (decía Mañer al Lector), que numero en la frente de esta Obra, no es para igualarme en la [XXVI] vanidad y jactancia a mi opositor, que en la fachada de su Apología se lisonjeó poniendo hallarse en mi Antiteatro más de 400; ajustando aquesta suma su confianza y fantasía; pero los que aquí se le señalan con la mayor puntualidad se ajustan en los guarismos de los márgenes con aritmética precisa a los cálculos de su resulta.»

Tal vez el deseo de aumentar el número de los errores atribuidos al Teatro Crítico, hace caer al impugnador en exageraciones. Hubiera sido más ventajosa al progreso de las letras esta contienda literaria, procediéndose en ella con más templanza.

Había sido uno de los Aprobantes de la Ilustración Apologética el Rmo. P. Fr. Martín Sarmiento, Benedictino, y Discípulo del Autor del Teatro Crítico, el cual en su Censura descubrió los parologismos, que notó en el Antiteatro. De aquí nació incluirle Mañer en la Réplica satisfactoria.

Débese a esta disputa, que tomase con motivo de ella la pluma el P. Sarmiento, escribiendo su Demostración apologética en 1732, en defensa de los tres primeros tomos del Teatro, de la Ilustración Apologética, y de sus Aprobaciones. La erudición y doctrina, que reina en los dos tomos de la Demostración, es superior a toda alabanza; y no puede negarse, que dejó sólidamente afianzada en el concepto de los imparciales la utilidad del Teatro Crítico, y el mérito de su Autor. El orden que guarda el P. Sarmiento en la Demostración es el mismo de los Discursos del Teatro. ¿Cuánto podría escribir de propia invención quien, siguiendo el método de otro, ameniza, y aclara la materia con la copia de doctrina que se lee en aquella Obra?

En 1734 publicó Mañer su Crisol Crítico, replicando en dos tomos a la Demostración Crítica del P. Sarmiento. Este fue su principal objeto: en el prólogo refiere las dificultades que costó obtener en el Consejo la licencia para imprimir el Crisol.

No fuera inútil trabajo reducir toda la impugnación [XXVII] de D. Salvador Mañer por el orden de los Discursos de los tres tomos del Teatro Crítico, a una especie de notas perpetuas; quitando todo lo que puede ser satírico, o quisquillas de las que acompañan frecuentemente las disputas literarias de esta naturaleza.

Concluyó con estos cinco tomos su impugnación D. Salvador Josef Mañer; y enfriada la disputa, fue en lo sucesivo uno de los veneradores del P. Feijoo. Los hombres cuerdos llegan por sí mismos a reparar sus defectos. No lo fue a la verdad la empresa del Antiteatro: perdónese el modo por lo que se ganó en la substancia. Un Autor, que padece impugnaciones, reconoce las faltas de que se le culpa, mejora el método, repara en la causa de sus descuidos, trata con más puntualidad las materias, abandona el tono decisivo, y se dispone a recibir con mayor moderación la crítica ajena; porque él mismo se la hace a sí propio de antemano.

Salió en 1735 una nueva Obra con el título de Teatro Anticrítico Universal en dos tomos, su Autor D. Ignacio Armesto y Osorio, en que pretende ser árbitro en los puntos controvertidos por D. Salvador Mañer con los P.P. Feijoo y Sarmiento. Era a la verdad de moda entonces impugnar el Teatro Crítico, y un medio de despacharse esta especie de escritos. El prurito de contradecirle movió a muchos al estudio de materias, que a no ser por esta causa les serían siempre desconocidas. El fruto consiguiente fue el de promoverse el buen gusto generalmente en la Nación desde entonces, y enseñarle a tratar en la lengua materna todo género de asuntos científicos. Este efecto sólo bastaría para hacer inmortal la fama del Teatro Crítico.

Antes de concluir este párrafo, será preciso dar alguna noticia de la vida de D. Salvador Mañer, el cual no sólo se distinguió por la impugnación de los tres primeros tomos del Teatro Crítico.

Nació Salvador Josef Mañer en la Ciudad de Cádiz el siglo pasado, coetáneo casi con el P. Feijoo a corta diferencia, a lo que se infiere de la serie de su vida. [XXVIII]

Pasó a la Ciudad de Caracas en la Provincia de Venezuela de corta edad, a mejorar su fortuna, atraído de la facilidad de tener allí un tío, que podía darle la mano, y estrechado de un encuentro, que no le permitía permanecer en su Patria por entonces.

En Indias se aplicó más al estudio, que al comercio, ni a otra de las industrias, conque los Indianos procuran hacer caudal. Los hombres de ingenio convienen en ser por lo común desinteresados.

Corría el principio del siglo, y en él las disputas de la sucesión de Carlos II. Un papel anónimo relativo a esta materia, y nada conforme a la causa pública, le atrajo muchas calamidades, que duraron por largo espacio de años.

Venido a la Corte, vivió en ella con estrechez; y empezó a escribir para mantenerse, estando su principal talento, e inclinación descubiertos hacia las materias políticas, e intereses de los Príncipes. Cabalmente promovía estos conocimientos a tiempo que en la Nación carecía de muchos de ellos.

El Sistema político de la Europa le produjo la protección del Sr. D. Josef Patiño, aquel Ministro conocedor, y honrador del verdadero mérito. Discerniendo el que había en Mañer, le hizo buscar, y le dio el empleo de Visitador de las Fábricas de Madrid y sus cercanías, y con él un sueldo de 500 a 600 ducados, que aunque moderado, le puso en estado de dedicarse enteramente a escribir, habiendo asegurado ya con esta especie de pensión su subsistencia.

A Mañer se debe la introducción del Mercurio histórico, y otro número grande de traducciones. No se puede negar, que divulgadas estas Obras, han contribuido mucho a la pública ilustración, que se advierte en la Nación. Valiose del anagrama de Mr. Le-margne, para despachar más bien las Obras que traducía.

Salió el primer Mercurio en 8 de Julio de 1738, y continuó en la traducción, e impresión de esta Obra periódica [XXIX] hasta primero de Febrero de 1745, en que D. Miguel Josef Daoiz alcanzó privilegio por servicio pecuniario para continuar la venta, e impresión del Mercurio.

No sólo aseguró una razonable estimación con la incesante publicación de Obras, llegó a formar caudal más que mediano: hasta que lleno de años pensó en retirarse al Hospital General con sus efectos, como lo hizo en 22 de Febrero de 1745, privado ya de la intervención del Mercurio.

Por diferencias con su Administrador D. Luis Mergelina, sobre que publicó un Manifiesto impreso, dejó la residencia del Hospital en 6 de Abril de 1749, y poco después la Corte. Acercándose a su Patria, y a la común de los buenos Cristianos, fijó su residencia de seglar en el Monasterio de la Breña, uno de los de S. Basilio de la Provincia que llaman de Tardon: en el cual lleno de mérito, y de desengaños falleció en 21 de Marzo de 1751 en edad de más de 70 años.

El Catálogo de sus propias Obras impresas y manuscritas, formado por su íntimo amigo D. Antonio María Herrero, Médico de la Real Familia, Secretario perpetuo de la Real Academia Médica-Matritense, y sujeto acreditado por su erudición, es el siguiente.

Catálogo de las Obras de D. Salvador Josef Mañer.

Ortografía Española, 1 vol. en 8.

De esta Obra se hicieron tres impresiones: la primera en Córdoba, y las otras dos en Madrid.

Historia Crítica de la Pasión de N.S. Jesucristo, 1 vol. en 4, en verso con notas históricas y críticas.

Ronquillo defendido contra el error, que le cree condenado, papel en 4.

Repaso general de los papeles de Torres, papel en 4. [XXX]

Belerefonte Literario: Réplica a una respuesta del antecedente, papel en 4.

Disertación crítica histórica sobre el Juicio universal: donde por incidencia trata de los mil años literalmente entendidos del Reino de Jesucristo en la tierra, que han de preceder al Juicio Universal, 1 vol. en 4.

Defensa de la precedente Disertación contra la impugnación de un docto Anónimo: este fue el Rmo. Velasco del Orden de S. Francisco, Comisario General de Indias, después de Catedrático de Alcalá, y Confesor de las Descalzas Reales, 1 vol. en 4.

Sistema Político de la Europa, papel en 8.

Fue éste el primer escrito, en que ocultó su nombre bajo el anagrama de Mr. Le-margne, temeroso del suceso. La universal aceptación del público se acredita con haberse hecho la tercera edición antes de cumplirse mes de su publicación. Mereció tanto la aprobación del Sr. D. Josef Patiño, que hizo vivas diligencias para saber quién era su Autor: lo llamó, le dio gracias, le pidió dictamen sobre algunos asuntos; y le dio el primer sueldo que tuvo este infeliz Literato después de los mayores trabajos.

El Arbitro Suizo: papel en 8 contra otro sobre el antecedente.

Historia del Príncipe Eugenio de Saboya, 1 vol. en 4.

Novela Histórica del Conde Teckeli, 1 vol. en 4.

Vida de Tomás Kulikan, 1 vol. en 8.

Vida del Duque de Riperdá, 2 vol. en 8.

El famoso hombre marino, papel en 4 contra un discurso del Teatro Crítico.

Antiteatro Crítico. Impugnación al Teatro Crítico del P. Feijoo, 5 tom. en 4.

No se habla de muchas traducciones suyas, por no abultar este Catálogo.

Obras que dejó inéditas

Triunfo de la Religión Cristiana, y su verdadera Iglesia Romana. [XXXI]

Su asunto es probar (contra el P. Feijoo), que ésta no sólo tiene más votos que el Alcorán, sino que todas las Religiones juntas.

Explicación nueva de muchos lugares de la sagrada Escritura, que pretende no estar bien ilustrados por falta de luces de la Física, y ciencias naturales.

Historia de los Soberanos del mundo.

La afición de Mañer a la historia fue grande: así esta Obra la miró como su más útil producción. En ella se esmeró infinito, y se conserva manuscrita en el Monasterio del Tardon, donde falleció, según se ha dicho.

§. V

La segunda controversia literaria de mayor monta suscitada contra el Teatro Crítico, fueron las Reflexiones Crítico-apologéticas, que en dos tomos publicó en 1748 Fr. Francisco de Soto y Marne, Lector de Teología en su Convento de Observantes de Ciudad-Rodrigo.

Dirigíanse estas Reflexiones a impugnar por el orden del Teatro las diferentes críticas, que su Autor se vio precisado a hacer a varios en el discurso de la Obra. Era forzoso en asuntos tan diferentes, en que se combatían las comunes preocupaciones, tropezar con personas condecoradas, sin que esto contradijese su fama, ni sus dictados. La autoridad puramente extrínseca no debe prevalecer a la razón, a la experiencia, o a las pruebas convincentes.

Raimundo Lulio, Nicolao de Lira, D. Antonio de Guevara, y las flores de S. Luis del Monte llevaban la primera atención de estas reflexiones del P. Soto Marne. El estilo de esta impugnación no degenera en lo que mira al favor de la disputa de otras Obras, y tal vez el lenguaje no es el más correcto. Con todo eso el despacho de la primera impresión fue prodigioso. El crédito del Teatro Crítico, y la novedad de muchas de las materias que incluye, había aficionado al público para buscar con curiosidad cuanto se imprimiese pro y contra. En estas disputas fácilmente se contrae espíritu de partido, y éste se empezó a [XXXII] experimentar con la publicación de las Reflexiones Crítico-apologéticas. Nada tenía de templada su censura contra el Teatro, y aun lo advierte el mismo Autor en el prólogo a las Reflexiones. Dice que en esto sigue el ejemplo que se le ha dado; pero a la verdad no será jamás loable este modo de disputar; ni medio de atraer la benevolencia de los lectores imparciales.

Opuso a esta Obra el P. Feijoo otra apología, que intituló Justa Repulsa de inicuas acusaciones.

En ella examina los motivos que alega el P. Soto Marne para su impugnación, el estilo de las Reflexiones, el de la dedicatoria, que es una especie de sarcasmo, y los cargos más principales, en especial el de plagio que le atribuía.

Sosegóse esta disputa, cuyo calor a la verdad pedía providencia, con una Real Orden de 23 de Junio de 1750 de Fernando VI de augusta memoria, comunicada al Consejo, en que se dice: «Quiere S.M. que tenga presente el Consejo, que cuando el P. Maestro Feijoo ha merecido a S.M. tan noble declaración de lo que le agradan sus escritos, no debe haber quien se atreva a impugnarlos; y mucho menos que por su Consejo se permita imprimirlos.»

No faltaron quienes sindicasen el silencio impuesto a las impugnaciones contra el P. Feijoo. No se hacían cargo del estado de la controversia, ni de las consecuencias perjudiciales de permitir unas disputas, que declinan en partido. Sólo en este caso o en el de ofender los escritos el dogma o la Regalía, debe la autoridad pública imponer silencio.

Desde entonces cesó la continuación de la Obra del P. Soto Marne, y se acallaron unas controversias, que en la mayor parte estaban ventiladas, y resueltas en la disputa literaria con D. Salvador Mañer. Era ya cortísimo el fruto que podía esperar el público de una ulterior discusión.

El P. Soto Marne se había hecho conocer del todo [XXXIII] con la publicación de varios Sermones, a cuya colección intituló Florilogio. No le falta ingenio a este Religioso: la decadencia de los estudios inutiliza entre nosotros muchas veces unos talentos, cuya doctrina dirigida por el estudio de las fuentes originales, sería fructuosa a la Iglesia y al Estado; mas este remedio no está en poder de los particulares, requiere los auxilios del gobierno.

Interrumpió también por algún tiempo el P. Feijoo publicar Obras desde que salió en 1749 la Justa Repulsa, y el tomo tercero de Cartas hasta el año de 1753, en que salió el cuarto tomo. Por mayor que sea la tranquilidad de ánimo, quebranta siempre el sosiego filosófico la oposición continua, cuando ésta no se funda precisamente en indagar la verdad, sino en deprimir la opinión de los que sobresalen en criterio, y en literatura.

§. VI

La tercera controversia tiene enlace con la antecedente, y versaba sobre la recomendación de la doctrina del célebre Raimundo Lulio, a quien tratan extremadamente sus defensores, e impugnadores.

No sólo el P. Soto Marne tomó la defensa del Sistema Luliano, con motivo de lo que nuestro Crítico escribió en el Teatro {(a) Feijoo Teatro tom. 3, Disc. 8. §. 5, en la Carta 22, tom. 1 y en la Carta 12, tom. 2} sobre esta materia.

Fr. Bartolomé Fornés, Religioso Observante de S. Francisco, publicó en 1746 en Salamanca un tomo en cuarto, intitulado: Liber apologeticus artis magnae B. Raymundi Lulii. Está escrito en idioma latino, y en el estilo escolástico: tal vez se ha hecho menos conocida esta Obra por ambas circunstancias.

El P. D. Fr. Antonio Raimundo Pascual, Monje de S. Bernardo, Catedrático de Lulio en Palma, dio a luz el Examen de la Crisis del P. Feijoo sobre el Arte Luliana, en dos tomos en 1749 y en 1750. Esta obra se escribió en [XXXIV] castellano con bastante orden y método. La materia a la verdad se puso en toda su luz de parte del Escritor cuanto permitía la naturaleza de la controversia. No por eso los Lectores mirarán como demostrada la importancia del Sistema Luliano para acomodar a su método el de la enseñanza.

En una de las Cartas Eruditas {(a) Feijoo Carta 13, tom. 2} se cita la Apología, que por Lulio escribieron también Fr. Marcos Tronchón, y Fr. Rafael de Torreblanca, de que hace análisis nuestro Autor con mucha solidez y copia de doctrina.

En la Justa Repulsa recapitula el mismo concepto del Sistema Luliano, y hace la siguiente advertencia para desengaño del público, y de las Escuelas: «Digo, que si los que se aplican a aprender el Arte de Lulio, empleasen el tiempo, que gastan, en leer otros libros buenos, se hallaran al fin de la cuenta con muchas útiles noticias, cuando de Lulio no pueden sacar conocimiento alguno; sí sólo explicar (mejor diría implicar) con una misteriosa jerigonza lo que ya saben por otro estudio.»

Este resumen del dictamen de Feijoo no puede combatirse con reflexiones: era necesario demostrar por experiencia no equívoca cuáles son los adelantamientos que han resultado, o produce a sus secuaces el Arte Magna de Lulio. Todo lo demás es salir de la cuestión, y perder el tiempo en discusiones vanas, como demostró juiciosamente nuestro Crítico.

§. VII

Pudiera contarse por otra de las controversias literarias del P. Feijoo la impugnación que se lee en sus Obras contra la incertidumbre de los sistemas usuales de Medicina.

Esta disceptación es trascendental a toda la Obra del Teatro y Cartas Eruditas; pues apenas se hallará tomo, en que no haya impugnación contra la Medicina cual se profesa actualmente. [XXXV]

Érale comunísimo no sólo en sus escritos, sino también en las conversaciones familiares el tratar de esta materia. En la continua lectura, y con el uso adquirió mucho número de observaciones, que han contribuido en gran parte a purgar la Facultad Médica en España de los errores comunes, adoptados en ella a causa del mal método de sus estudios.

Tuvo en esta lid por competidor al mismo D. Martín Martínez su grande amigo; pero éste no sólo se aventajó en la doctrina a los demás antagonistas, sino también en el modo de tratar la materia con el juicio, y moderación, que era propia de tan erudito Médico, y Filósofo. Dijo éste ciertamente en defensa de la verdadera Medicina cuanto se puede desear. Otros salieron a la misma palestra con Obras más largas, aunque no de tanto peso. No se hace catálogo de ellas particular, porque irán viniendo en la serie cronológica de la publicación de cada tomo del Teatro, y de Cartas. Por el mismo orden fueron saliendo también las impugnaciones, y apologías sucesivamente en las materias médicas, y en las demás que se controvertieron.

§. VIII

Se ha hablado incidentemente en este Resumen varias veces del Doct. Martínez, y aunque el mérito de este Literato exigía mayor extensión, que la que permite la naturaleza de este Discurso, no será desagradable al Lector tener una idea por mayor de su vida literaria.

D. Martín Martínez nació en Madrid a 11 de Noviembre de 1684 en el Reinado de Carlos II.

Desde los primeros años se dedicó a los estudios, y pasó a Alcalá, donde se formó en los de Medicina, que entonces se enseñaba por las Obras del Doct. Henriquez de Villacorta.

De edad de 22 años se halló ya adelantado para alcanzar por rigurosa oposición plaza de Médico del Hospital General, cuya época coincide con el año de 1706; tiempo en que el estruendo de las armas, y de las guerras [XXXVI] civiles dejaba en España poco lugar a los estudios.

Los hombres de grandes talentos, como el Dr. Martínez, sobresalen en todas edades, y situaciones a pesar de los mayores embarazos.

La doctrina de Henriquez de Villacorta, que se miraba en nuestras Escuelas como única, no satisfizo la curiosidad, ni las luces de este Profesor; ni fue capaz de impedir que este célebre Médico buscase en los originales Griegos, y Latinos, y en los mejores modernos los principios más sólidos de la Física y de la Medicina; recurriendo a la Anatomía, o conocimiento de la estructura del cuerpo humano, como objeto a que terminan todos los estudios médicos; pues mal podrá percibir el estado del cuerpo enfermo quien ignore su construcción en el tiempo de la sanidad. Un talento despejado recurre siempre por sí mismo a los orígenes, y principios fundamentales de las Artes, para distinguir las preocupaciones de las que son observaciones fundadas.

D. Miguel Boix, amigo de Martínez, empezó a declamar en España a favor del estudio de la Medicina de Hipócrates, y escribió un tratado para persuadirlo a los Médicos Españoles, con el deseo loable de desterrar de esta profesión muchas cuestiones inútiles, en que se malgastaba el tiempo.

La aplicación de Martínez a la Física, Química, y Anatomía le pusieron en estado de poseer con superioridad de luces su facultad Médica, y de ilustrar a sus Compatriotas en estos estudios, casi desconocidos a principios del siglo.

Todos los eruditos extranjeros, y nacionales de la Corte de Felipe V, especialmente sus Médicos primarios, hicieron gran aprecio de su mérito, y prendas, no comunes por la verdad en aquel tiempo; promoviéndole a todos los honores, y empleos, que había en su carrera de Catedrático de Anatomía, Médico de Cámara de S.M. Socio, y Presidente de la Real Sociedad de Sevilla.

El gran conocimiento, y uso de la lengua Castellana, [XXXVII] y de la Latina y Francesa, le facilitaron el método de escribir correcta y exactamente, y la inteligencia de la literatura moderna.

En el año de 1720 empezó a poner por obra el generoso y utilísimo proyecto de reformar el estudio de la Medicina en las Universidades de España, y enseñar el verdadero método de adelantar y mejorar esta profesión, la Cirugía, y la Anatomía, para sacarlas de la notable decadencia en que se hallaban.

Deben nuestros Médicos, Cirujanos, y Anatómicos a la verdad en parte sus actuales progresos a los conatos y estímulos de este gran hombre. Experimentó en ello no pocas oposiciones; pero al cabo estos Profesores dóciles a la razón, mejoraron notablemente sus estudios con ventajas de la salud pública.

No se logran tales reformas literarias sin un ingenio superior, un profundo estudio, y una elocuencia capaz de convencer y persuadir a los que se nieguen a la demostración.

El Patriotismo requiere también valor y constancia. No es sólo el militar quien debe estar adornado de tan recomendables prendas, sin las cuales se lograrán pocas grandes empresas. Tal es el carácter, que manifiestan las Obras del Doct. Martínez, las cuales han servido de guía a los que han escrito después en el Reino, y son las siguientes.

1716

Noches anatómicas, que es una especie de ensayo de la Anatomía completa, tomo en 4.

1722

Medicina Escéptica, en que manifiesta el mal método de las Universidades, desterrando los errores introducidos entre los Médicos; cuyo ejemplo siguió luego el P. Feijoo, dos tomos en 4.

1728

La Anatomía completa, Obra muy apreciada por su doctrina, estilo, y amenidad; conque trata cuantos [XXXVIII] inventos, observaciones, y sistemas corrían en aquel tiempo, un tomo en 4.

1730

La Filosofía Escéptica, en que da noticia de los sistemas filosóficos de su tiempo, echando los fundamentos de la aplicación a la Física experimental: Obra escrita con una pureza de estilo, y claridad admirable, especialmente en unos asuntos poco trillados, y conocidos entonces, tomo en 4.

1732

Examen de Cirugía, con un tratado de las mejores operaciones que en aquel tiempo se practicaban.

Esta profesión se hallaba aún más decadente que la Medicina; y por la cercanía de ambas creyó este digno Escritor propio de su celo patriótico, extender a este importante ramo de la medicina externa sus cuidados, y su estudio.

Obras misceláneas

Una Disertación latina sobre la observación anatómica de un infante, que nació con el corazón colocado monstruosamente.

Otra, sobre si las Víboras son carne, o pescado; y pueden usarse medicinalmente por los Padres Cartujos de España, que le consultaron.

Otra, sobre el ácido, y alcalí, en que demuestra varios errores de la Química de un Escritor de aquel tiempo.

Estas tres Disertaciones, que son póstumas, se hallan impresas al fin de las Noches Anatómicas en 1750 con la Carta defensiva del tom. 1. del Teatro Crítico, en la cual vindicó el Doct. Martínez la Medicina de la censura del Teatro.

Obras sueltas

Juicio final de la Astrología, y varios Papeles apologéticos, en defensa de sus Obras, y de las del P. Feijoo, que son raros, y tal vez se imprimirán en adelante por diligencia de D. Martín Martínez, Oficial de la Contaduría [XXXIX] general de Valores, hijo de aquel célebre Escritor, y heredero de sus talentos.

Últimamente empezó a escribir los Comentarios de Medicina práctica, sobre el texto del famoso Areteo de Capadocia, uno de los Príncipes de la Medicina entre los Griegos; y en este estado le arrebató la muerte a 9 de Octubre de 1734 a los 50 años de su edad.

Era muy versado en las buenas letras, en la Poesía, y en la Música. De uno, y otro dejó algunas composiciones en prueba de la extensión de su ingenio, a que añadía la pureza de estilo, y la amenidad, que hacían recomendable su trato.

§. IX

No deben los Lectores mirar como digresión unos hechos, sin los cuales no se podría entender cabalmente la historia literaria de nuestro Benedictino. Los Anales Tipográficos de la publicación de las Obras del P. Feijoo, y de sus Impugnadores, o Apologistas, acabarán de aclarar los que restan, para terminar estas noticias. Guárdase en ellos la serie de los años, para que con facilidad se perciba la progresión del movimiento, en que se pusieron las letras desde que empezó a salir el Teatro Crítico, hasta que consumó la carrera de sus producciones nuestro Sabio en 1760.

Año de 1725

Carta Apologética de la Medicina Escéptica del Doct. Martínez. Va añadida en esta última impresión.

1726

Tom. I del Teatro Crítico, publicado en 3 de Septiembre.

Carta Apologética de este tomo, escrita por el Doct. Martínez, publicada en 5 de Octubre: en la cual se defiende incidentemente la Medicina de las impugnaciones del Teatro.

Breves apuntamientos en defensa de la Medicina, y de los Médicos contra el Teatro, por el Dr. D. Pedro Acuenza, Médico de Cámara, publicado en 22 de Octubre.

Templador médico del Doct. D. Francisco Ribera, [XL] Médico que fue después de Cámara, contra el Teatro Crítico, en 29 del mismo mes.

Diálogo armónico sobre el Teatro Crítico en defensa de la Música de los Templos, por D. Eustaquio Cerbellon, en 3 de Diciembre.

Contra defensa crítica a favor de los hombres contra la nueva defensa de las mujeres, que es uno de los Discursos del Teatro: papel anónimo, que salió en 17 de Diciembre.

Medicina Cortesana, satisfactoria del Doct. Ribera al P. Feijoo, en 24 del mismo.

1727

Anotaciones al Teatro Crítico: anónimo, en 21 de Enero.

Juicio final de la Astrología, en defensa del Teatro Crítico, su Autor el Doct. Martínez, en 4 de Febrero.

Discurso Filológico Crítico sobre el Corolario del paralelo de lenguas: anónimo, en el mismo día.

Estrado Crítico en defensa de las mujeres contra el Teatro Crítico: anónimo, en 16 del mismo.

Antiteatro: su Autor D. Jerónimo Zafra, en 25 de Febrero.

Noticias Críticas sobre el Teatro Crítico: anónimo, en 11 de Marzo.

Residencia Médico-Cristiana contra el Teatro Crítico por el Doct. D. Bernardo Araujo, Médico que fue de Cámara, en 25 de Marzo.

Antiteatro Délfico del Teatro Crítico: anónimo, en el mismo día.

Escuela Médica en respuesta al Teatro Crítico por el Doct. D. Francisco Suárez de Ribera, en 15 de Abril.

Medicina vindicata contra el P. Feijoo por el Doct. D. Ignacio García Ros, en 6 de Mayo.

Cátedra de desengaños Médicos en defensa del P. Feijoo: anónimo, en primero de Julio.

Respuesta a la Carta inserta en el Teatro Crítico de Feijoo sobre el estado del matrimonio, en 16 de Diciembre. [XLI]

1728

Tomo II del Teatro Crítico, en 6 de Abril.

Tertulia histórica: impugnación del Teatro Crítico: anónimo, en 20 del mismo.

1729

Tomo III del Teatro Crítico, en 31 de Mayo.

Antiteatro Crítico sobre los dos primeros tomos del Teatro Crítico: su Autor D. Salvador Josef Mañer, en 7 de Junio.

Apelación sobre la piedra filosofal contra el tomo III del Teatro Crítico: anónimo, en 6 de Setiembre.

1730

Ilustración Apologética al I y II tomo del Teatro Crítico, donde se notan más de cuatrocientos descuidos al Autor de Antiteatro, que en su defensa publicó el P. Feijoo en 10 de Enero.

El Tomo IV del Teatro Crítico, en 26 de Diciembre.

1731

Crítico, y cortés castigo de pluma contra los descuidos del tomo IV del Teatro Crítico: anónimo, en 30 de Enero.

Antiteatro Crítico, tomo II y III su Autor D. Salvador Mañer, en que está la Réplica satisfactoria a la Ilustración Apologética, en 7 de Agosto.

1732

Demostración Crítica Apologética del Teatro Crítico Universal en defensa de los cuatro primeros tomos, y de la Ilustración Apologética contra las impugnaciones, y contradicciones del vulgo: su Autor el R.P. Fr. Martín Sarmiento, Benedictino, Lector de Teología Moral en S. Martín de esta Corte: dos tomos, en 23 de Diciembre.

1733

Tomo V del Teatro Crítico, en 7 de Julio.

1734

Crisol crítico teológico histórico político físico y matemático, en que se quilatan las materias, y puntos que se le han impugnado al Teatro Crítico, y pretendido defender en la Demostración crítica el M.R.P. Lector Fr. Martín [XLII] Sarmiento, Benedictino, en dos tomos, que son el IV y V del Antiteatro: su Autor D. Salvador Josef Mañer.

El tom. VI del Teatro Crítico, en 31 de Agosto.

Combate intelectual contra el Teatro Crítico por D. Manuel Ballester, en 14 de Septiembre.

El famoso hombre marino contra un Discurso del Teatro Crítico: su Autor D. Salvador Mañer, que le publicó bajo del anagrama de D. Alvaro Menardes, en 19 de Octubre.

Impugnación al P. Feijoo sobre la vida del falso Nuncio de Portugal por D. Manuel Marín, en 7 de Diciembre.

1735

Vindicias de Savonarola contra el P. Feijoo: su Autor Fr. Jacinto Segura, del Orden de Predicadores.

Teatro Anticrítico: los dos primeros tomos: su Autor D. Ignacio de Armesto y Osorio, residente en esta Corte.

1736

El tomo VII del Teatro Crítico, en 28 de Agosto.

1737

Teatro Anticrítico de D. Ignacio Armesto: el último tomo en 28 de Mayo.

1739

El tomo VIII del Teatro Crítico, en 14 de Abril.

1741

Suplemento a los ocho tomos del Teatro Crítico, en 7 de Febrero.

Teatro de la Verdad, o Apología por los Exorcismos contra el Teatro Crítico: su Autor Fr. Alonso Rubiños, Religioso Mercenario, en primero de Agosto.

Duelos Médicos en defensa, y desagravio de la facultad Médica contra el Teatro Crítico: su Autor D. Narciso Bonamich, Médico de Villarejo de Salvanés, en 10 de Octubre.

1742

Bailes mal entendidos, y Señeri sin razón impugnado por el R.P. M. Feijoo: su Autor D. Nicolás de Zárate, en 13 de Febrero. [XLIII]

El tomo I de Cartas eruditas y curiosas, en que por la mayor parte se continúa el Teatro Crítico Universal, impugnando o reduciendo a dudosas varias opiniones comunes, en 4 de Setiembre.

1744

El Príncipe de los Poetas Virgilio, contra las pretensiones de Lucano apoyadas por el P. Feijoo, su Autor el P. Joaquín de Aguirre, de la Compañía de Jesús, en 24 de Marzo.

1745

El tomo II de Cartas Eruditas, en 20 de Julio.

1746

Carta-Respuesta a la 17 de las Eruditas del P. Feijoo, su Autor el P.D. Antonio Rodríguez, Monje Cisterciense, en 4 de Enero.

Liber apologeticus artis magnae B. Raymundi Lulii Doctoris illuminati & Martyris, scriptus intus & foris ad justam & plenariam defensionem famae, sanctitatis, & doctrinae ejusdem ab injuriosa calumnia ipsi inique, opinative, & qualitercumque illata: Authore R. P. Fr. Bartholomaeo Fornes, Praedicatore Apostolico & Generali, S. Theol. Lectore, & in Salmantina Universitate Philosophiae, ac S. Theol. Baccalaureo, ac linguae Hebraicae, & S. Theol. Procathedratico, publicado en 20 de Diciembre.

1749

Examen de la Crisis del P. Feijoo sobre el Arte Luliana, en la que se manifiesta la santidad y culto del iluminado Doct. y Mártir el B. Raimundo Lulio; la pureza de su doctrina, y la utilidad de su arte y ciencia general: su Autor el R.P.M. D. Antonio Raimundo Pascual, del Orden de S. Bernardo, Doctor y Catedrático de Filosofía y Teología Luliana en la Universidad de Mallorca, y Maestro del Número de la Congregación de Navarra y Aragón, tomo I publicado en 15 de Abril.

Reflexiones Crítico-Apologéticas sobre las Obras del P. Feijoo en dos tomos, en defensa de las Flores de S. Luis del Monte: de la constante pureza de fe, admirable [XLIV] sabiduría, y utilísima doctrina del iluminado Doct. y esclarecido Mártir el B. Raimundo Lulio: de la gran erudición y sólido juicio del clarísimo Doctor el V. Fr. Nicolao de Lira: de la famosa literatura, y constante veracidad histórica del Illmo. V. Sr. Fr. Antonio de Guevara; y de otros clarísimos Ingenios, que ilustraron al Orbe Literario: su Autor el P. Fr. Francisco de Soto y Marne, Lector de Teología en el Convento de S. Francisco de Ciudad-Rodrigo, y Cronista general del Orden de S. Francisco: publicáronse en 6 de Mayo.

Justa Repulsa de inicuas acusaciones, escrita por el Rmo. P. Feijoo contra los dos tomos antecedentes del P. Soto y Marne, en 23 de Septiembre.

1750

El tomo III de Cartas Eruditas, en 4 de Agosto.

El tomo II del Examen de la Crisis del P. Pascual en defensa de la doctrina de Lulio, en 15 de Diciembre.

1753

El tomo IV de Cartas Eruditas, en 14 de Agosto.

1754

Satisfacción a la Carta 16 del tomo IV de las eruditas sobre los Francsmasones: su Autor el R. P. Fr. Josef Torrubia, Cronista general del Orden de S. Francisco.

1755

Cartas escritas sobre el Terremoto acaecido en primero de Noviembre de este año: las cuales se publican en esta última impresión, porque antes andaban sueltas.

1760

El tomo V de Cartas Eruditas, que fue el último, en 20 de Mayo.

Esta serie cronológica de las Obras Críticas del R. P. Feijoo acredita, que la vida de los grandes hombres en nada cede a las fatigas de la milicia misma. Pensando en la instrucción común, apenas tomó la pluma en 1725 contra el torrente de las preocupaciones vulgares, cuando se vio combatido de todas partes por una multitud de contradictores; y en la precisión de vindicar su concepto, ya [XLV] en las Obras apologéticas, que de intento escribió, ya en los prólogos, ya en las obras mismas. Es menester una firmeza de ánimo decidida, para no acobardarse en medio de tan seguida y larga contradicción.

Es muy cierto, que sin ella pondrían los Sabios menor cuidado en la formación de sus escritos. La Crítica, que no degenera en sátira, es provechosa; pero el abuso embaraza a los hombres sobresalientes el progreso de sus tareas, y retrae a muchos para no darlas al público.

No se puede negar, que el mérito de los impugnadores es muy desigual entre sí; y que los más de ellos escribieron por espíritu de partido, y de interés en mantener las ideas vulgares.

El Abate Verney, disfrazado con el dictado de Barbadiño, impugnó con generalidad la Obra del Teatro Crítico en su Verdadero método de estudios para Portugal. Otras impugnaciones de menor monta se publicaron contra el Teatro, que no merecen nuestra investigación.

En recompensa recibió nuestro Feijoo particulares elogios del Papa Benedicto XIV, del Cardenal Querini, y de un gran número de Literatos del primer orden. Bajo de esta vicisitud viven los hombres hasta llegar al término de su carrera.

Fernando VI le concedió honores de Consejero, en reconocimiento de la estimación que hacía de su literatura, y de sus tareas. La misma manifestó nuestro Augusto Monarca Carlos III al tiempo de regalarle las Antigüedades de Herculano, y ésa le conservan todos los que aprecian el verdadero mérito. La fama del eruditísimo Feijoo durará entre nosotros mientras la Nación sea culta, y en los fastos de su literatura hará época la de su tiempo.

Primero se rindieron en aquel Sabio las fuerzas, que la aplicación y la constancia en el estudio, y en la penosa fatiga de escribir, para ilustrar a sus compatriotas.

Terminó la serie de las Obras impresas, como se ha visto en 1760 a la los treinta y cinco años después que [XLVI] empezó a escribir; y otros tantos comprehenden sus Anales Literarios.

Un hombre, que había cuidado de la instrucción de los demás por tanto tiempo, reservó para atender a sí mismo el corto período de vida, que prometía lo avanzado de su edad. La sordera, que empezó a molestarle, la debilidad de la memoria, y la flaqueza de sus piernas, le apartaban de la sociedad, cuya falta recompensaba con la oración, haciéndose en un carretón conducir al Coro.

Lleno de años, y de fama falleció el R. P. Fr. Benito Jerónimo Feijoo en su Colegio de S. Vicente de Oviedo a 26 de Septiembre de 1764, a las 4 horas y 20 minutos de la tarde, de edad de 87 años, 11 meses y 18 días.

De sus virtudes hicieron una descripción muy puntual el Doct. D. Alonso Francos y Aragón, Magistral y Maestre-Escuela de la Santa Iglesia Catedral de Oviedo, Rector de su insigne Universidad, en la Oración fúnebre, que de orden de la misma predicó en 27 de Noviembre de aquel año: el R. P. Fr. Benito Uría, Maestro de sagrada Teología en el Colegio de S. Vicente, en 17 de Diciembre del mismo, a nombre de esta Comunidad Religiosa; y el R.P.M. Fr. Heladio Novoa, en 22 de Enero de 1765, en el Real Monasterio de S. Julián de Samos, que todas tres han salido al público. No sucedió así con los demás hechos particulares de su vida; pero se quedan reservados a los que trataron este distinguido Literato más de cerca. ¡Cuántos sucesos dignos de memoria se pierden en la vida de los hombres ilustres, porque no todos logran un Jenofonte, que nos conserve sus dichos, y hechos!


{Feijoo, Teatro crítico universal, tomo primero (1726). Texto según la edición de Madrid 1778 (por D. Joaquín Ibarra, a costa de la Real Compañía de Impresores y Libreros), tomo primero (nueva impresión, en la cual van puestas las adiciones del Suplemento en sus lugares), páginas I-XLVI.}