Filosofía en español 
Filosofía en español


Tomo segundo Discurso segundo

Historia Natural

§. I

1. Que las fábulas, que se introducen en la Historia Civil, una vez admitidas, se eternicen en la creencia de los hombres, no hay que extrañar; porque los sucesos, y siglos pasados no hay modo de hacerlos otra vez presentes, para explorar cuánto se alteró la verdad de ellos, o por la poca sinceridad, o por la mucha credulidad de los Historiadores. Pero que con las fábulas, que se introdujeron en la Histora Natural, suceda lo mismo, es digno de la mayor admiración: porque siendo la naturaleza siempre la misma, siempre tenemos a los ojos el desengaño. Esta es prueba concluyente de que el vulgo es de cera [28] para admitir las impresiones de las fábulas, y de bronce para retenerlas.

2. En ninguna materia hay tanta pobreza de Escritores juiciosos, y fieles como en la Historia Natural. El Canciller Bacon, que sin duda leyó mucho, dice que no halló escrito algo sobre las maravillas de la naturaleza digno de fe: Narrationem gravem, & severam de heteroclitis, & mirabilibus naturae diligenter examinatam, & fideliter descriptam non invenio {(a) De Augment. Scient. lib. 2}.

3. No por ésto acusaré la poca veracidad, antes la sinceridad nimia de los Escritores; de los cuales unos no hicieron más que trasladar sin examen lo que hallaron en otros, y los primeros escribieron lo que oyeron al más despreciable Viajero. Ni uno hay que no haya incurrido en esta, o aquella nota. ¿Qué hay que extrañar esta facilidad en Plinio (hombre ciertamente muy otro de lo que piensa el vulgo, pues fue severamente veraz), si Aristóteles con toda su Filosofía cayó en la misma ligereza? ¡Cuántas cosas totalmente increíbles escribió en el libro de Mirabilibus auscultationibus! Allí se lee, que en Sicilia hay un Lago, donde si se meten los animales ahogados, recobran la vida (muy olvidado estaba el Filósofo cuando escribió esto de aquella gran máxima suya, que no hay regreso de la privación a la forma): que en la Isla de Chipre hay un territorio, donde siembran el hierro dividido en menudos trozos, y con el beneficio del riego produce, y crece como las plantas, de modo, que a su tiempo se hace cosecha de hierro, como pudiera de lino: que en Capadocia las mulas son fecundas (debía de ser de aquel país la que Suetonio dice, que parió en tiempo de Galba): que en Creta los Olmos son fructíferos (con que allí no será tan fuera de propósito, como por acá, el pedir peras al Olmo); y otras muchas cosas de este jaez.

4. No sólo en el libro citado, mas en otras partes de sus obras, mostró Aristóteles su facilidad en creer lo increíble. [29] En el libro quinto de la Historia de los animales, no sólo asiente a la vulgar fábula de la Salamandra; pero añade, que en los hornos de metal de la Isla de Chipre nacen, y se crían en medio de las llamas unas pequeñas avecillas, tan simbólicas con el fuego, que mueren luego que las apartan de él. En que se debe notar una grave inconsecuencia del Filósofo; pues en el libro segundo de la generación de los animales dice, que el fuego no engendra animal alguno.

5. Plinio no hizo más que juntar lo que halló en Aristóteles, y otros antiguos, cuyo catálogo se halla al principio de la tabla de cada libro de su Historia Natural. No fue mentiroso como cree el vulgo, sino crédulo; y aún no tanto como otros, que le precedieron, o le siguieron. Con todo es cierto, que no nos dejó la antiguedad obra igual a la suya. Solino fue un mero copiante, o compendiario de Plinio. Todos los que vinieron después hicieron lo mismo, con la advertencia, que muchas cosas que Plinio había referido como dudosas, otros, citando infielmente a Plinio, las escriben como ciertas.

6. En estos últimos siglos, en que abierto el comercio de las Naciones más extrañas, se gira el mundo con facilidad, se ha eximido de infinitas fábulas autorizadas por los antecedentes Escritores. Ya se sabe que en ninguna parte de la Tierra hay Pigmeos, ni Ojancos, ni Hipógrifos, ni hombres con cabezas caninas, ni otros con los ojos en el pecho, ni aquellos de pie tan grande, que con él hacen sombra a todo el cuerpo, u otras monstruosidades semejantes. Con todo, aún ha quedado mucho que purgar en la Historia Natural, por la obstinación de algunos modernos en trasladar ciegamente las patrañas que dejaron escritas los antiguos.

7. Nada leí con más admiración que las maravillas que refiere de la Isla de Irlanda el Padre Ricardo Arsdekin en la breve noticia del Orbe, que da en el tomo primero de la Teología Tripartita. Este Religioso, y Docto Escritor, que era natural de aquella Isla, pudo fácilmente informarse de [30] la verdad; pero tuvo por más cómodo trasladar quimeras de otros Historiadores, que tomarse aquel ligero trabajo: y así él mismo afirma, que aquellas noticias son sacadas de varios Autores. Norabuena que le pasemos que hay en Irlanda un lago, donde si se fija un palo largo, la parte que penetra la tierra se convierte en hierro, la que está en el agua en piedra; y la que queda fuera del agua retiene el ser de madera. Creámosle también, que en la Provincia de Momonia hay una fuente, con cuya agua, si se lava alguno, se encanece todo al momento, y al contrario en la de Ultonia hay otra, que con el mismo uso ennegrece el pelo cano. ¿Pero quién oirá sin risa, que en la parte boreal de Momonia hay dos pequeñas Islas, en una de las cuales no puede entrar ningún animal del sexo femenino sin morirse al momento; y en la otra nadie puede morir de enfermedad; de suerte, que los que enferman gravemente, sin esperanza de convalecer, para librarse de los molestísimos dolores, que los afligen, se hacen sacar de aquella Isla para morir?

8. Señalar todas, ni aun la mayor parte de las fábulas, que se han introducido en la Historia Natural, sobre ser empeño muy superior a mis fuerzas, y que pedía muchos volúmenes, no es propio de mi asunto, el cual en ninguna materia abraza todos lo errores, sí sólo los comunes; y así me ceñiré a desengañar de algunos, a quienes puede darse este nombre, por estar bastantemente extendidos en el vulgo.

§. II

9. Lo primero que ocurre son los animales fabulosos, en cuya clase pongo el Fénix, el Unicornio, o Monoceronte, el Basilisco, la Salamandra, la Rémora, y aquel animal innominado, de quien se dice sacarse la piedra preciosa llamada Carbunclo.

10. Del Fénix ya dijimos algo en el Discurso duodécimo del primer tomo: ni es menester decir más, pues no es creída de tantos esta fábula, que pueda llamarse con propiedad error común. Y si no le hubiesen menester para símil [31] los Oradores, y Poetas, creo que ya ni el nombre de Fénix hubiera quedado en el mundo.

11. La cuestión de si hay Unicornio es harto enredosa. Si se consultan los Autores, no es fácil saber si son más los que afirman su existencia, o los que la niegan. Sólo es cierto que hay muchos por una, y otra parte. Si se miran las astas, que en varias partes se muestran como de Unicornio, se hallan diferentísimas en color, magnitud, y figura.

12. En una cosa están convenidos, o todos, o casi todos los Naturalistas; y es, en que hay alguna, o algunas bestias, que tienen sola una asta en la frente. Por tales señalan ya el Asno Índico, ya la Rupicabra Oriental, ya otra llamada Origes, ya no sé qué bueyes de la Etiopía. Esto basta para salvar los Textos de la Escritura, donde se nombra el Unicornio: pues verdaderamente el riguroso significado de esta voz no pide más.

13. Pero hoy comúnmente por el Unicornio, en el sentido en que se disputa su existencia, se entiende una bestia de la magnitud, y figura de caballo, que tiene en la frente una asta recta, y larga cinco, seis, o más piés, dotada de virtud alexifármaca contra todo género de venenos.

14. Tomado en este sentido el Unicornio, es para mí muy incierto que haya tal bestia en el mundo, por lo menos entre las terrestres. La razón, para mí fortísima, es no haberse visto hasta ahora en la Aula de ningún Príncipe, donde no faltaría uno, u otro Unicornio, por pocos que hubiese en el mundo. Si una bestia inútil, sólo por ser rara, es buscada con ansia para servir a ostentación de la grandeza, ¿cuánto más lo sería este bruto, que sobre ser raro, trae en la frente un gran tesoro? De Moctezuma se cuenta, que en aquel Palacio, fabricado en México para habitación de fieras, y aves de rapiña, tenía cuartel determinado, donde hacía recoger animales ponzoñosos: y habiendo habido Príncipe que buscaba aquellas sabandijas famosas, sólo por la malignidad del veneno, ¿no habrá muchos que soliciten aquella fiera, donde la naturaleza depositó el antídoto? [32]

15. Dicen algunos Autores, que es de tan extraña ferocidad, que jamás deja prenderse. Pero esto no tiene alguna verosimilitud: pues si el León, siendo, según el testimonio del Espíritu Santo en los Proverbios, el más valiente de todas las bestias, se rinde a la industria del hombre, no es de creer que haya alguna fiera privilegiada de ser prisionera suya. Alberto Magno por el contrario hace su rendición sumamente fácil, pues dice, que presentándole una doncella, se llega a ella amorosa, y reclinándose en su seno, queda dulcemente dormido. Otros cuentan esto del Rinoceronte; pero yo no creo que haya brutos tan racionales. Y si fuese verdad lo que dice Alberto, o copió de Juan Tzetzes, podrían estar las Cortes del África, y de la Asia llenas de Unicornios.

16. Aléganse Marco Paulo Veneto, que dice los hay en no sé qué partes remotas de la Asia; y Ludovico Romano, que testifica haber visto dos en Meca; pero estos dos Autores a nadie deben hacer fuerza. Marco Paulo Veneto refiere muchas cosas increíbles, como del ave prodigiosamente agigantada, llamada Ruc, que arrebata un Elefante, y vuela con él en las garras para alimento de sus pollos. Es verdad que el Petrarca, habiendo hallado esta noticia en la Relación de Marco Paulo Veneto, la pujó bién; pues dice, que hay aves de esta misma especie tan grandes en el Mar de la India, que se llevan pendientes por el aire Navíos enteros, con la gente que hay en ellos. Verdaderamente las mentiras tienen la propiedad que se atribuye a las Serpientes, de ir creciendo siempre sin término.

17. Ludovico Romano no fue más veraz que Marco Paulo. Él fue quien nos trajo a Europa la fábula (adoptada después por Eusebio de Nieremberg, y otros muchos) del Rey de Cambaya, o Camboya, que por haberse alimentado desde niño con veneno, mataba con el aliento, y con el tacto a cuantos se le acercaban; como si el veneno, pasando a alimento de un hombre, no dejase ya de ser veneno.

18. Podría ser admitido como testigo más seguro, si lo fuese de vista, el Padre Jerónimo Lobo, Jesuita, que viajó mucho tiempo por el África; y en una relacion que hizo de varias curiosidades, y se halla en el cuarto Tomo de Tevenot, dice que se hallan los Unicornios en la Provincia de Agaos, parte de Reino de Damota (está en la Etiopía este Reino). Pero este Autor sólo testifica, que lo oyó decir; y por otra parte, al empezar a tratar del Unicornio, dice: Que aunque se habla mucho de este animal, por más diligencias que se han hecho, no se ha podido saber si efectivamente le hay en el mundo.

19. Algunas Historias que hay de cuernos de Unicornio, conque se regalaron unos Príncipes a otros, son tan abiertamente falsas, que hacen dudosas todas las demás. Manuel Meterano, citado por Gaspar de los Reyes, refiere que el Gran Señor le envió a Felipe Segundo doce de estas astas, cada una de la longitud de más de diez y siete palmos. ¿Dónde se sepultó tan magnífico presente, que nadie le ha visto por acá? ¿En qué país nacieron esos Unicornios gigantes de su especie, que crecieron tan enormemente sobre todos los demás? Donde se debe notar también, que en Gesnero se lee que el Senado de Venecia regaló al Gran Señor con una asta de Unicornio, teniéndola por presente digno de aquel Soberano; y no es fácil adivinar por qué en Constantinopla haya una vez tanta abundancia, y otra tanta escasez de Unicornios, que unas veces se despachen por docenas, y otras se reciban con estimación por unidades.

20. Empero nos resta una grave dificultad que desatar; y es, que en algunas partes se muestran unos cuernos derechos, y largos, cuales se pintan los de los Unicornios, y se debe creer serlo, pues no son de algún animal de los conocidos: por lo menos el argumento conque probamos que no hay tal bruto en el mundo, porque no se vio en alguna Corte, ya queda sin fuerza; pues sean de la especie que quisieren los que produjeron aquellas astas, es cierta su existencia, y también es cierto, que no se ven en las Cortes. [34]

21. Esta dificultad se puede disolver de muchos modos, según las varias sentencias de los Autores. Algunos dicen, que hubo estos brutos en el mundo; pero que se extinguió la especie, y que de los que hubo un tiempo nos quedaron estos despojos. Otros responden, que los cuernos que se muestran son artificiales, hechos de huesos de Ballenas. A este sentir le da no poca probabilidad el que los más famosos que hay en Europa son bastantemente varios en la figura. El que tiene el Monasterio de S. Dionisio de París, largo siete pies, es torneado en forma espiral; el que se muestra en el tesoro de la Iglesia Catedral de Estrasburgo, casi del mismo tamaño, es seguido sin espiras.

22. Otros en fin dicen que los animales que producen esas astas no son terrestres, sino marinos. Esta sentencia tengo por muy probable. Olao Magno, Gesnero, Miguel Etmulero en el Colegio Farmacéutico; y últimamente Francisco Willugbeyo en su Historia de los Peces, que se imprimió en Londres de orden, y a expensas de la Sociedad Regia, aseguran que hay en los Mares Septentrionales un Pez del género cetáceo, armado de un cuerno muy largo, en todo semejante a aquellos que en los tesoros de los Príncipes se muestran con el nombre de astas de Unicornios. Jacobo Primerosio dice que vió dos cabezas de estos Peces, traídas de la Groelandia a Inglaterra. Así no me inclino a que hay Unicornio, o Monoceronte, no en las selvas, sino en las ondas. [35]

{(a) Monsieur Picard en la Relación del viaje que hizo a Dinamarca, y se halla estampada en el tom. 7. de la Historia de la Academia Eeal de Du-Hamel, confirma la opinión que proponemos en el citado número. En Rosemburg, dice, que es un Castillo de recreación de su Majestad, hay un trono hecho enteramente de estos que llaman cuernos de Unicornios, de los cuales hay uno en Francia en el Tesoro de S. Dionisio. La verdad es, que este es cuerno de un Pez, que se halla en el Mar del Norte.

2. Pero en el Diccionario Universal de Trevoux leemos, que no es cuerno, sino diente de aquel Pez. Llámase este Pez en unas partes Narval, en otras Roart. Cítanse en dicho Diccionario la Peirere en su Relación de la Groenlandia, y Charras en su Farmacopea. Este diente [35] sale de la delantera de la mandíbula superior del Pez, y le sirve de arma para atacar las mayores Ballenas, porque le mueve con tan fuerte impulso, que es capaz de romper un gran Bajel. Añádese en el lugar citado, que no son otra cosa los que con nombre de cuernos de Unicornio se muestran en varios Gabinetes de curiosos, y que tal es el celebrado, que se guarda en el Colegio de los Jesuitas de París. Este sale de la parte de la mandíbula superior que hemos dicho, donde tiene un palmo de raíz. Creo que eso sea lo más seguro que hay en la materia.}

23. En cuanto a la virtud Alexifármaca, o contra veneno, son muchos los Autores Médicos, que habiendo probado Unicornios celebrados, dicen, que no hallaron tal virtud en ellos. Los que la defienden responden, que como el Unicornio legítimo es rarísimo, todas esas experiencias se hicieron con los adulterinos. Este litigio no puedo yo determinarle. Sólo diré que no puedo creer que el Unicornio sea antídoto universal contra todo género de venenos, como comúnmente le suponen los que defienden su virtud alexifármaca. Tan imposible es antídoto universal para todos los venenos, cono remedio universal para todas las enfermedades; porque como las enfermedades son diversas, y aun encontradas, también los venenos son distintos, y aun opuestos en el modo de obrar; v. gr. unos coagulan la sangre, y otros la disuelven.

§. III
Basilisco

24. De la triaca, invirtiendo el orden, pasamos al veneno. No me opongo a que haya una sabandija llamada Basilisco, de tan activa ponzoña, que con sólo el vapor que exhala infeccione a alguna distancia: que sea enemigo de toda la naturaleza, que tale los campos, marchite las selvas, rompa los pedernales, ahuyente, o mate todos los demás animales ponzoñosos (exceptuando únicamente la Comadreja, que dicen le acomete intrépida; pero quedan entrambos muertos en la batalla, como Petreyo, y Juba): que tenga en la cabeza una especie de corona, por cuya razón se llama Régulo, como en señal de superioridad [36] a todos los demás vivientes venenosos;

25. Pero negaré constantemente, por más que lo afirmen muchos Autores, que mata con la vista, y con el silbo. La vista no es activa, sinó dentro del propio órgano. El objeto le envía especies; pero ella nada envía al objeto. El silbo tampoco imprime cualidad alguna, ni en el ambiente, ni en otro cuerpo: sólo mueve con determinadas ondulaciones el aire, las cuales propagándose, llegan a producir un movimiento semejante en el tímpano del oído.

26. Ninguna Historia fidedigna testifica la experiencia. Gaspar de los Reyes, citando a un tal Porta, a quien califica Coleta del Sacro Palacio dice, que, estando Alejandro en el sitio de una Ciudad de la Asia, un Basilisco, animado en un agujero del muro, enfrente del Ejército, le mató con su vista mucha gente, de modo que había día, que a las flechas que vibraba de sus ojos morían 200 Soldados. Quisiera que me dijera Porta, pues no estuvo presente al hecho, en qué Autor antiguo le leyó: pues ni Plutarco, ni Arriano, ni Q. Curcio, que son los tres Escritores famosos de las Conquistas de Alejandro, le refieren. Fuera de que un Basilisco en la Asia sería cosa peregrina; porque los Naturalistas los suponen nacionales de la África; y aun algunos los estrechan a la Provincia de Cirene. Así esta Historia no tiene más verdad que la que se lee en Alberto Magno de los dos Dragones metidos entre unos montes de Armenia, que infeccionando a larga distancia el ambiente, mataban muchos caminantes, sin que se supiese la causa del estrago, hasta que Sócrates, de orden de Filipo, Rey de Macedonia, la examinó, y descubrió, fabricando una altísima torre, y colocando en su mayor altura un espejo de metal, donde se representaron los dos Dragones. Esta narración evidentemente es fabulosa, pues Sócrates no fue contemporáneo de ninguno de los Filipos de Macedonia.

27. Volviendo al Basilisco, digo, que con más razón se debe repudiar como falso, que esta sabandija sea veneno de sí misma, mirándose en un espejo, como algunos quieren [37] decir; pues sobre la imposibilidad de que la vista mate, se añade la de que sea al sujeto propio.

28. Jerónimo Mercurial dice, que vio el cadáver de un Basilisco entre las cosas raras del Gabinete del Emperador Maximiliano. Acaso sería como el que se muestra en la Biblioteca Regia de Madrid, el cual es artificial, aunque el Vulgo le juzga natural. Y cuando fuese natural el de Maximiliano, sólo prueba que haya una sabandija de tal figura, cual se pinta el Basilisco, lo cual no negamos, sí sólo que sea tan eficaz su veneno como se dice. Levino Lemnio de occultis naturae miraculis {(a) Lib. 4 cap. 12.}, nos da la noticia de que en Sajonia hay un género de serpenzuelas semejantes en la figura, pero muy inferiores en la ponzoña, al Basilisco, pues los rústicos del País las acometen, y matan a cada paso. Puede ser que de una de estas fuese el cadáver que vió Mercurial.

29. La que vulgarmente se cuenta de que el gallo anciano pone un huevo, del cual nace el Basilisco, no es sólo hablilla de Vulgares, también tiene por patronos algunos Autores, sin dejar por eso de ser cuento de viejas. Si la vejez del gallo nos hiciese tan mala obra, y el Basilisco fuese tan maligno como se pinta, ya el mundo estuviera poblado de Basiliscos, y despoblado de hombres. Es verdad que el gallo en su última vejez pone un huevo; pero es falso que este huevo sea de tan malas consecuencias como aquel, que según la fábula puso Leda, mujer de Tíndaro, y del cual nació la Famosa Helena, verdadero Basilisco de aquella edad.

30. La fábula del Basilisco puede ser que haya engendrado la de la Catoblepa, que es correlativa suya en la ponzoña; porque así como los ojos del Basilisco matan a quien miran, los de la Catoblepa matan a quien los mira. Esto es lo que dice Plinio; aunque algunos Autores modernos, citando infielmente a Plinio, le atribuyen la misma actividad que al Basilisco de matar mirando. Entre los [38] cuales Fracastorio la engrandece tanto, que dice, que a mil pasos de distancia son mortales las heridas de sus ojos. ¡Oh cuánto mayores monstruos produce el hombre en su fantasía, que la naturaleza en los desiertos de la África!

§. IV
Rémora

31. Aquel pez llamado Rémora, o Echeneis, que haciendo presa en un Navío, le detiene, a pesar del mayor ímpetu del viento, es asimismo un ente de razón. La pintura que hacen de él los Autores es muy varia, y consiste en que nadie le vió sino en sueños. Unos le hacen pequeñísimo, y no mayor que una limaza: otros de un palmo de largo, otros de un codo, otros algo mayor; y no falta Autor que asegure que es el mismo pez que nosotros llamamos Lamprea, explicando mecánicamente, para mayor persuasión, este prodigioso efecto; porque dice, que haciendo presa del timón, y coleando fuertemente a uno, y otro lado, induce un movimiento de titubación en el Navío, conque interrumpe su curso. Si esto fuese verdad, no tuvo Hércules tanta fuerza como tiene la Lamprea. Valentía es del que lo finge dar a un pequeño pez tanta valentía.

32. La experiencia más decantada de la virtud prodigiosa de la Rémora es la de la Capitana de Marco Antonio, que se dice fue detenida por este pececillo en la batalla Acciaca; pero esta noticia sólo la da Plinio. En los demás Autores no se halla otra Rémora de Antonio que la hermosura de Cleopatra. Y de hecho lo fue en aquel conflicto; pues detuvo en el Mar aquel ciego enamorado, para que en combate naval decidiese de su fortuna, contra todos los esfuerzos de la razón, que le persuadía a salir a tierra, por ser tan superior en fuerzas terrestres, como inferior en las marítimas, a Augusto.

33. Otras dos Naves detenidas por Rémoras refiere el mismo Plinio, una de Periandro, Tirano de Corinto, otra en que navegaba Calígula desde Astura a Antio. Estos son todos los experimentos que se cuentan de tan rara maravilla. [39] ¡Notables espíritus de pez, que parece emula los del grande Alejandro! pues como este Príncipe no quería lidiar sino con Reyes en los Juegos Olímpicos, así la Rémora sólo se tira a Naos Imperatorias, o Capitanas.

34. Pero lo que no deja duda en que estas narraciones son fabulosas, es, que en mil y setecientos años que ha corrido después acá, cruzándose cada día los Mares con innumerables bajeles, rara, o ninguna Historia fidedigna nos repite este prodigio ¿Dónde se ha metido este contrapeso de los vientos, que no embarazó a navegante alguno en tantos siglos? ¿Se habrán retirado las Rémoras a hacer vida solitaria en algunas remotas cavernas del Océano? Más de creer es que no habitan, ni habitaron jamás sino en el espacio imaginario.

§. V
Salamandra

35. Aunque ha mucho tiempo que los Naturalistas dieron el privilegio de incombustible a la Salamandra, nunca esta pobre lagartija pudo entrar en el goce de la posesión: pues habiéndose hecho varias veces la experiencia de entrarla en el fuego, sin embargo del salvo conducto que llevaba firmado por Aristóteles, Plinio, Eliano, y otros, la fiereza de aquel elemento, perdiendo el respeto a tan venerables nombres, atropelló sus inmunidades (a). [40]

{(a) En la Historia de la Academia Real de las Ciencias del año de 29, sobre las observaciones experimentales de Monsieur Du Fay, se refiere que la Salamandra, bien lejos de ser tratada del fuego como elemento favorable, vive muy cómodamente, y por mucho tiempo en la agua helada. Es verdad que los experimentos de este Físico no nos aseguran, que todas las Salamandras tengan esta propiedad, supuesto que las haya, como parece cierto, de diferentes especies. Las que observó Monsieur Du Fay eran animales anfibios, que se acomodaban muy bien a uno, y otro elemento, Tierra, y Agua.

2. El Marqués de S. Aubin en su Tratado de la Opinión, tom. 4, lib. 4, sect. 3, cuenta, que habiendo Monsieur de Maupertuis arrojado muchas Salamandras al fuego, la mayor parte de ellas luego [40] murieron, otras salieron del fuego medio quemadas, de modo, que no pudieron resistir segunda prueba. Es verdad que el mismo Autor refiere otro experimento muy opuesto del Caballero Corvini con una Salamandra, que le habían traido de las Indias. Esta, arrojada al fuego, se hinchó, y vomitó un licor espeso, que apagó las brasas vecinas, lo que repitió por espacio de dos horas, así como iban sucesivamente volviendo a encender las brasas, sin que todo esto obstase a que la Salamandra viviese después de nueve meses.

3. Muchos hallarán oportuno este experimento para salvar el crédito de los Naturalistas, que aseguran la indemnidad de la Salamandra en medio de las llamas; diciendo, que hablan de Salamandras de otra especie muy distinta de las que tenemos acá, y de la misma de aquella con quen hizo experiencia el Caballero Corvini. Mas yo hallo notable repugnancia en convenir en ello. No sé quién es el Caballero Corvini, pero sé que es un testigo sólo. Por lo menos el Autor citado no dice que la experiencia se hiciese en presencia de otros; y un testigo solo es poca cosa para obligar a creer un prodigio de esta clase. Totalmente inverosímil parece, que dentro de la Salamandra hubiese tanta cantidad de humor, cuanta era menester para ir apagando sucesivamente el fuego, que sucesivamente se iba volviendo a encender, aunque entre en la cuenta toda su sangre con los demás humores, que había menester para la conservación de la vida.}

36. Dicen algunos Autores, que luego que la Salamandra entra en el fuego exprime de sí un licor frío conque le apaga; pero esto se ha hallado no tener más misterio, que el que un pez, o un pedazo de carne cruda apagan unas pocas brasas, poniéndolos sobre ellas. Aquel licor que voluntariamente se dice frío, en consideración del efecto que hace, es con el que se alimenta, y vive la Salamandra; de suerte, que así este animal, como otro cualquiera, si le ponen sobre poco fuego, mata al fuego; pero si el fuego es mucho, el fuego le mata a él.

37. Otros limitan la prerrogativa de la Salamandra precisamente a la singularidad de conservarse su cadáver entero entre las llamas, de modo que no se deshace en cenizas, como los de todos los demás animales, pero es cierto que el fuego no prestó su consentimiento al privilegio, aun con toda esta rebaja: testigo Gesnero, que hizo la experiencia. Y Galeno, que entre los remedios de la lepra puso las [41] cenizas de la Salamandra, debía de saber que también la Salamandra se hace ceniza.

38. Con más razón se debe condenar por fabulosa aquella especie de moscas, que Plinio llama Pyraustas, y otros Pyrigonos, de quienes, como arriba dijimos, afirma Aristóteles, que nacen, se crían, y conservan en el fuego, tan dependientes de él, que pierden la vida al apagarse la llama. Tan imposible es componer esto a la Filosofía, como creerlo a la prudencia.

§. VI
Carbunclo

39. Está extendida en el Vulgo la persuasión de que hay un animal adornado en la frente con la más preciosa de todas las piedras, a quien se da el nombre de Carbunclo. Esta riquísima piedra (que mejor se podrá llamar Astro elemental) dicen que arroja tan copiosa luz, que alumbra de noche una dilatada campaña. Fueron autores de esta fábula algunos de los primeros Viajeros del Oriente, que escribieron que el Rey de Pegú tenía uno, y el Emperador de la China también era dueño de algunas piedras de este género. Pero después acá no han aparecido, ni en los tesoros de estos Príncipes, ni en el de otro alguno de toda la Asia. Sábese, que las piedras más preciosas de todas son los diamantes, y entre estos el más rico el que posee el gran Mogol del tamaño de la mitad de un huevo grande de gallina, estimado en poco menos de doce millones de libras Francesas. Sin embargo, cualquiera Carbunclo, si le hubiese, valdría por doce diamentes como aquel.

40. El nombre de Carbunclo, Carbunculus, se halla en Plinio, en Francisco Rueo, y otros Autores latinos, que tratan de piedras preciosas; pero esta voz no significa otra cosa que el Rubí (a quien se dio tal nombre, porque representa un carbón encendido); y con más propiedad el Rubí mayor, y más brillante. Así esta voz Latina viene a ser como versión de la Griega Pyropus, usada ya también entre los Latinos, derivada de Pyr, que en Lengua Griega [42] es fuego. Por esta imitación del fuego, que resplandece en el Rubí, dijo Ovidio, colocándole por adorno en la casa del Sol: Flammasque imitante pyropo.

41. En el Diccionario Histórico de Moreri, con ocasión de hablar de Dolomieu, Aldea del Delfinado, se lee haberse esparcido, y creído la voz de que un vecino de ella llamado Jacobo Tirenet, había muerto a un Dragón volante, en cuya frente halló la luciente piedra de que hablamos, digo el Carbunclo; mas que al fin se halló ser todo ficción. En el mismo artículo se da noticia de un Carbunclo que hay en España, sacado también de la frente de otro Dragón: pero en España es cierto que no hay tal piedra. No ignoro que en más de una parte se muestra alguna, que se dice ser Carbunclo, y que por no sé qué accidente perdió la luz; pero estos son cuentos de viejas. La pintura que se hizo del Dragón de Dolomieu, le representaba con cabeza de gato. No sé si de esta fábula vino la hablilla vulgar (que oí muchas veces) de que el animal que tiene el Carbunclo en la frente es de la figura de un gato.

§. VII
Antipatías de animales

42. En lo que más se han apartado de la verdad los Historiadores de la Naturaleza, es en las admirables antipatías que atribuyen a algunos animales: pues cuanto se halla escrito en este punto, todo es mentira. Dícese que el León huye despavorido del canto del Gallo; pero Camerario testifica que experimentó lo contrario en el Palacio del Duque de Baviera. También el Ilustrísimo Caramuel en su Teología Fundamental, núm. 405, depone de muchas experiencias que tuvo de lo mismo en Madrid, Valladolid, Gante, y Praga; y añade con gracejo, que no se aterra el León con la voz del Gallo más que si le mostraran un trozo de ternera. Asimismo se ha vulgarizado que huye del fuego, amedrentándole la vista de la llama. Juan Bautista Tabernier vio ser falso esto en el País de los Cafres, donde quedándose unos Soldados de noche en una selva, hicieron una grande hoguera, tanto para [43] repararse del frío como para defenderse de los muchos Leones que había en aquel sitio. Sucedió, que durmiéndose los más, llegó un León, e hizo presa de un Soldado, que estaba junto al fuego, a quien se hubiera llevado, y comido, si por dicha suya un Sargento, que estaba despierto, no hubiera derribado a la fiera de un fusilazo. ¡Qué fuerza le hace al León el fuego, cuando se acerca tanto a él por interés del pasto!

43. Eliano atribuye al Tigre la propiedad de enfurecerse cuando oye el ruido del tímpano, Es muy natural que sea así, y que no sólo al Tigre le suceda esto, por ser aquella voz horrísona, y desagradable; pero el que tenga antipatía con todo género de consonancia música, y huya de la armonía de la lira, como se lee en algunos Autores, se inventó, y extendió, por ser oportuna esta ficción para conceptos poéticos.

44. Lo mismo decimos de la voz popular, de que el lobo viendo al hombre, sin ser visto de él, le causa ronquera. El Padre Kircher {(a) Lib. I, Musurg. Univ., cap. 15.} dice que en muchos Lobos domesticados experimentó que no tiene tal propiedad la vista del Lobo. Puede juntarse a esto lo de que la sombra de la Hiena enmudece los perros: que la Hiena con algún vapor nocivo que exhale, produzca este efecto, no parece imposible; pero la sombra es nada, o pura carencia de ente, y así no puede hacer este efecto, ni otro alguno.

45. Fingida es también la antipatía de la Culebra con el Fresno; pues no huye más de las ramas de este árbol, que de las de otro cualquiera. Puedo dar testigo fidedigno, que con ocasión de hacer la experiencia, la vio abrigarse, y esconderse en ellas, sin que recibiese el menor daño: ¡qué traza de meterse antes por las llamas, que por las ramas del Fresno, como cree el Vulgo!

46. Cuanto se refiere de antipatías de animales, cuya oculta fuerza vive, y se conserva en los cadáveres, parece invención de filosofastros, que dieron por hecho todo aquello, [44] que por su mala filosofía juzgaron debía suceder. Dícese que el instrumento músico compuesto con cuerdas de intestinos de Lobos, espanta con su sonido los Venados, y hace romper en otro instrumento las cuerdas de intestinos de Ovejas: que el tímpano de la piel de Lobo enmudece el que se hace de la piel de Oveja: que ningún ganado pasa por más que le hostiguen, por sitio donde estén enterrados los intestinos, u otra parte del Lobo. Todo esto experimentó el citado Padre Kirker ser falso, habiendo gastado en los experimentos algún dinero. Más hizo. Ató el corazón del Lobo al cuello de una Oveja; de lo cual esta no concibió el más leve pavor, si se resintió en alguna manera. Dice también que vio un cachorrillo de Lobo habituado a vivir con las Ovejas como si fuese perro: por lo cual concluye asegurando, que desde entonces hizo propósito de no creer cosa de estas que oyese, o leyese, hasta hacer la experiencia por sí mismo: Unde ab illo tempore nihil unquam hujusmodi me crediturum proposui, nisi primo relationis factae me certiorem propria rederent experimenta {(a) Musurg. Univ., lib. 9, cap. 8.}. Pero de la materia de simpatías, y antipatías trataremos en adelante filosóficamente en Discurso separado, con el auxilio divino.

§. VIII

47. Por ser imposible reducir a determinadas clases otras muchas vulgarizadas falsedades de la Historia Natural, las iré apuntando según el orden conque fueren ocurrriendo. Ni aquí se puede observar otro método, ni es menester para el desengaño.

Sangre menstrua

48. Los menstruos femíneos no tienen la ponzoña que tantos libros les atribuye; ni esterilizan los campos, ni hacen rabiar los brutos. De esto hay mil experiencias. Generalmente hablando, no tienen más, ni menos que otra cualquier sangre evacuada naturalmente, que sea de varón, que de hembra. Si las mujeres menstruadas manchasen [45] los espejos, a cuatro días ninguno estaría de servicio. Esto convence que aquellas manchas, que en algunos se muestran, dependen de causa más rara, y oculta. Gaspar de los Reyes, que asiente a todos los males que se cuentan de la sangre menstrua, citando a Suetonio, dice, que Cesonia, mujer de Calígula, enfureció a su marido, dándole a beber esta ponzoña; pero Suetonio no dice tal cosa, sinó que se creyó que le había dado una poción amatoria, que tenía la propiedad de enfurecer, sin determinar qué poción fuese esta. Cita también Reyes a Aristóteles para comprobación de la venenosa actividad del menstruo; pero en Aristóteles no he hallado tal, antes sí, que son de la misma naturaleza la sangre menstrua, y la leche; y esto muy mal se compone con lo otro (a).

{(a) A los Autores, conque en la Ilustración Apologética hemos confirmado, que la sangre menstrua carece de toda malignidad, añadimos al famoso Anatómico Monsieur Littre, de la Academia Real de las Ciencias, el cual, fundado en muchas observaciones, certifica que aquella sangre es muy pura.

2. Él mismo descubre otro error comunísimo en la misma materia; y es, que el feto en el claustro materno se nutra de aquella sangre. Monsieur Littre, habiendo hecho la disección de muchas mujeres que murieron en tiempo de la preñez, notó, que los conductos por donde viene la sangre de las reglas, están muy apretados en todo el periodo de la preñez, y no dan entonces sangre alguna, sí sólo un poco de licor blanquecino: concluyendo, que la sangre que nutre al feto le viene inmediata, y copiosamente de las arterias de la matriz. Véase la Historia de la Academia Real de las Ciencias del año de 1720, pág. 16.}

Animales venenosos

49. En materia de venenos hay otro error comunísimo. Créese que todos los animales que son ponzoñosos con la mordedura, lo son asimismo tomados en comida, o bebida por la boca; y no es así. A varios perros, y gatos se han dado a comer cabezas de víboras, sin que les hiciesen daño alguno. Cónstame que no ha mucho tiempo, el perro de un Boticario, habiendo tenido la dicha de encontrar con un perol donde estaba en infusión de aceite gran cantidad de Escorpiones, se los comió todos, y le hicieron muy [46] buen provecho. Así la experiencia conque algunos de aquellos droguistas, que llaman Agirtas, o circunforáneos, acreditan la eficacia de sus antídotos, dando a comer a un perro, o comiendo ellos mismos alguna de estas cosas, y tomando después sus confecciones, es engañosa; pues el no resultarles daño, no depende de la fuerza del antídoto, sino de la nulidad del veneno.

50. Sienten algunos Físicos modernos que toda la venenosidad de estas sabandijas está en el acto de morder, y que aquella violenta agitación de los espíritus, que en estos animales produce su rabiosa saña cuando muerden, es la que hace todo el estrago. Esto se puede comprobar con la experiencia que hay, de que tal vez los mismos animales que no son venenosos, emponzoñan con la mordedura, si están agitados de una extraordinaria ira. En las Memorias de Trevoux {(a) Año 1719, art. 41.} se refiere, que un Gallo, que estaba en choque actual con otro, picando a un hombre, le causó una hidrofobia, o mal de rabia mortal; y lo que es más, que un joven en un exceso de cólera, mordiéndose el dedo segundo de la mano, se envenenó del mismo modo que se le hubiese mordido un perro rabioso.

51. La sentencia dicha, acaso por lo común será verdadera; pero por lo menos en la Víbora se ha hallado veneno que obra como tal, sin dependencia de su cólera, y aun de su vida. Este es un licor rojo, o intensamente amarillo, depositado en unas vejiguillas que tiene la Víbora en la boca. Este licor, si después de hacer en cualquier animal una pequeña llaga, se aplica a ella, le mata en aquel día, o en el siguiente. Es verdad que tomado por la boca no es pernicioso. De donde se infiere, que para ejercer su actividad, es preciso que toque inmediatamente a las venas, o a los nervios (b). [47]

{(b) Dos grandes Físicos, Francisco Rhedi, y Moisés Charras, Italiano el primero, Francés el segundo, están discordes sobre el veneno de la Víbora. Dice el primero, que este consiste en el licor depositado en las vejiguillas de las encías; y el segundo, que aquel licor en [47] ninguna manera es venenoso. Estas dos opiniones parece se podrían conciliar con el medio que propusimos arriba, esto es, diciendo que es venenoso derramado en cualquiera llaga, y comunicándose por ella a la masa de la sangre; mas no tomado por la boca. Mas a la verdad esta conciliación no es posible, pues Monsieur Charras (según refiere, citando al mismo Charras, el Autor de las Observaciones curiosas, sobre todas las partes de la Física, tom. 3, pág. 543.) hizo muchísimos experimentos en prueba de que aquel licor de ningún modo es maligno. Vertióle en las llagas de muchos animales, a quienes para este efecto había herido, sin que les hiciese daño alguno. Hizo morder a otros con Víboras muertas que retenían aquel licor, clavando él mismo los dientes de ellas, y exprimiendo el jugo de las vejiguillas, sin que tampoco los ofendiese. Al contrario, irritó algunas Víboras, a quienes había hecho exprimir aquel licor, para que mordiesen algunos animales, los cuales tardaron poco en morir.

2. De estos, y otros experimentos infiere Monsieur Charras, que el veneno de la Víbora consiste en los espíritus irritados; añadiendo, que no siempre la mordedura es venenosa, sí sólo cuando muerde irritada, de cuyo sentir también es Boyle: lo que yo entiendo de irritación intensa, pues alguna irritación parece que no le faltará cuando quiera que muerda. Acaso esto es común a otras sabandijas ponzoñosas. No me acuerdo donde leí de un sujeto, que experimentó la mordedura de los Escorpiones en varios animales, la cual unas veces era mortal, otras no; lo cual pudo pender de estar más furiosos unos que otros, y aun el mismo Escorpión más, o menos irritado en diferentes tiempos. Acaso también no hay animal alguno, cuya mordedura no sea venenosa, si está extremadamene irritado. Sobre lo cual véanse dos ejemplares que alegamos en el número 50 de este Discurso.

3. Por lo que mira a la conciliación de Rhedi, y Charras no veo cómo puede hacerse, sino discurriendo, que las Víboras de Florencia, de donde Rhedi era natural, y donde residía, tengan ese particular veneno líquido, que él afirma; y que carezcan de él las de Francia, que experimentó Charras.

4. En lo que fácilmente convienen los dos, es, en que ninguna parte de la Víbora comida, ni comida la carne de otro animal, que ella haya mordido, no bebida la agua de que ella bebió, o donde se ahogó, son venenosas; esto es común a todo género de animales ponzoñosos. [48] Y este desengaño no era menester que nos le diesen los Físicos modernos, pues ya ha diez y siete siglos que estaba escrito. Lucano, refiriendo la fuga de Catón con sus vencidas Tropas por los arenosos desiertos de la Libia, inundados de todo género de serpientes ponzoñosas, dice, que llegando el Ejército fatigadísimo de sed a una copiosa fuente, única en aquella soledad por donde caminaban, no se atrevían los Soldados a beber, porque la vieron circundada de muchas especies de sabandijas venenosas, que en la misma fuente saciaban su sed. A cuyo mal fundado miedo acudió Catón diciéndoles, que las bestias ponzoñosas sólo dañaban mordiendo; que aquella agua por consiguiente carecía de toda infección; y arrojándose intrépido a beberla el primero:

Ductor, ut aspexit perituros, fonte relicto,
Alloquitur vana specie conterrite lethi,
Ne dubita miles tutos haurire liquores:
Noxia serpentum est admixto sanguine pestis:
Morsu virus habent, & fatum dente minantur:
Pocula morte carent. Dixit, dubiumque venenum
Hauxit.
(Luc. lib. 9.)

5. Es muy digno de notar, que este desengaño filosófico, estampado en la Historia Poética (llámola así, porque fue el único Poeta que no mintió, o que mintió poco) de Lucano, a quien tanto leen, y han leído, no haya atajado el error común, que padece el Mundo en esta materia. Pero así está hecho el común de los hombres. Las falsas preocupaciones extendidas en el Vulgo, son como ríos impetuosos, que van corriendo de una generación a otra, de un siglo a otro, por más obstáculos que pongan a su curso. Bien lejos de desengañarse el Mundo de que sólo con la mordedura dañan las Serpientes, está en el error de que no sólo sus carnes comidas son mortíferas, mas también las de otros animales inocentes, que hayan tenido concúbito con ellas. Así subsiste en muchos Países la ridícula patraña, de que habiendo sido pescada, y comida una grande Anguila, acostumbrada al coito de un Culebrón, mató gran número de gente. Y este es un cuento de N, en que se varía mucho en quento al sitio. Aquí señalan un lago, allí otro; acá un río, acullá otro.

6. Como nos importa mucho más saber cómo se cura la impresión del veneno de la Víbora, que en qué consiste el veneno; propondré [49] aqui algunos remedios que se refieren en la Historia de la Academia Real de las Ciencias de Du-Hamel, tom. 10, con ocasión de haber sido mordido de una Monsieur Charras en la Asamblea que aquellos Académicos tuvieron el día primero de Enero de 1693, para hacer diversas experiencias sobre las Víboras. Monsieur Charras, como más acostumbrado a este manejo, era quien las tenía, las abría la boca, &c. y habiendo ya manejado once, descuidándose algo con la duodécima, fue mordido de ella en la mano izquierda en el dedo del medio, entre la primera, y segunda articulación. Todos se asustaron, sino el mismo Charras, que dijo que no había que temer. El remedio de que inmediatamente usó fue chupar la llaga; pero sorprendido al momento de un grande asco, retiró el dedo de la boca, contentándose con apretarle un poco con la mano derecha, para hacer salir algo de sangre. Después hizo dos ligaduras fuertes, la una cerca de la primera articulación del dedo herido, la otra en el puño. Aunque Monsieur Charras, como se dice en el lugar mismo, estaba en la persuasión de que una ligadura sola, hecha un poco más arriba de la herida, basta para atajar el progreso del veneno, no contentándose aún con dos, para mayor seguridad, tomó en un vaso de vino veinte y cuatro granos del sal volátil de Víboras, con cuyo remedio había muchos años antes salvado la vida a un Caballero Alemán, mordido de una Víbora; pero viendo que no se le había excitado el sudor, como esperaba, tomó un caldo compuesto con yemas de huevos, y nuez moscada, con lo que empezó a sudar; y tomando otros veinte y cuatro granos de sal de Víboras, sudó copiosamente, y quedó del todo bueno.

7. En el mismo lugar se cuenta, que Ambrosio Paréo, siendo también mordido, se curó del mismo modo, ligando fuertemente el dedo, y poniendo sobre la herida algodón mojado en agua ardiente, en la cual se había desleído triaca añeja.

8. Luego sucede el remedio de Boyle, que es un hierro caliente, cuanto se pueda sufrir, aplicado a la llaga. El suceso que a este propósito se refiere, copiado de un libro del mismo Boyle, no acredita lo que otros dicen de la grande humanidad de este célebre Filósofo, y es como se sigue. Estando Boyle discurriendo con un Médico sobre los venenos, le dijo que le habían asegurado ser remedio para el veneno de la Víbora el que acabamos de insinuar, y que él creía que sería bueno. Haciendo el Médico burla de la propuesta, se remitió [50] Boyle a la experiencia. Era natural que esta se hiciese en algún bruto; pero Boyle no sé por qué quiso que se hiciese en un hombre. Convínose en precio señalado para el caso con un pobre, que quiso ganar algún dinero al riesgo de su vida, el cual se dejó morder de una Víbora en presencia del Médico. Hinchóse luego mucho la mano. Estaba de prevención puesto en el fuego un cuchillo. Tomóle Boyle, y acercándole a la herida lo más que el pobre pudo sufrir, y teniéndole así por espacio de diez o doce minutos, la hinchazón, que hasta entonces se había ido aumentando, paró, aunque sin disminuirse. Desde que el hombre (que en todo mostró ser bárbaro) vio que no se hinchaba más la mano, pidió que le diesen su dinero, y volvió muy contento las espaldas. Añádese de testimonio del mismo Boyle, que aquel hombre ganó después mucho dinero, dejándose morder de Víboras, siempre que alguien curioso le quería pagar bien, teniendo seguro su remedio en el hierro caliente.

9. Finalmente se da noticia de otro remedio, que se usa en la América contra las mordeduras de las Serpientes, el cual sólo en el modo se distingue del de Boyle. Los que van a la caza en aquellas Regiones están muy expuestos a este riesgo, porque en los Países poco poblados hay grande cantidad de sabandijas venenosas. El remedio de que usan es fácil. Luego que son mordidos, echan pólvora en la llaga, danle fuego, y dicen que en la llama se disipa el veneno.

10. Monsieur Blondel dio noticia de este remedio en la Academia. Y con esta ocasión Monsieur Du Clos dijo, que él había curado un cáncer, poniendo sobre él una como bocina de papel mojado en espíritu de vino; de modo, que la extremidad ancha sentaba sobre el cáncer, y dándole fuego por la otra extremidad, que terminaba en punta.

11. El intento de chupar la otra herida que tuvo Charras, inmediatamente la mordedura, y de que desistió por asco, muestra que tenía esto por remedio. Y Rhedi, citado en el tercer tomo de las Observaciones Curiosas, concuerda en esto; añadiendo, que los Marsos, y Psylos, a quienes admiró la Antigüedad, porque curaban a los mordidos de sabandijas venenosas chupando las llagas, no hacían más que lo que cualquiera puede hacer, usando la misma diligencia. Dice también, que lo que aseguran algunos Autores, que la saliva del hombre en ayunas hace morir a la Víbora, es fabuloso.}

Piedra de la Serpiente

52. El contraveneno más celebrado (que aquí viene por su orden natural después del veneno la triaca) contra las mordeduras de sabandijas venenosas, es la que llaman Piedra de la Serpiente. El error no está en la virtud que le atribuyen, [48] porque de hecho es eficacísima; sino en el nombre que le dan. Los Bramines de la India (que son los Sacerdotes de aquellos Idólatras) fueron los inventores de este remedio, y también lo fueron de la mentira, de que es piedra, [49] que se halla en la cabeza de cierta Serpiente; no siendo en la verdad otra cosa que un poco de cuerno de Ciervo levemente tostado al fuego. La codicia de vender el remedio más caro, fue el motivo de inventar aquella mentira; [50] pues sabiéndose lo que es, como en cualquiera tierra puede fabricarse, no es menester traerle de la India Oriental a peso de oro. Poco ha se descubierto este engaño; y así no hay que extrañar que Boyle, y otros Naturalistas modernos estuviesen en el contrario error. Creo que ya saben [51] este secreto algunos Boticarios; pero es bien que deje de ser secreto, pues conviene al público que lo sepan todos.

Lince

53. No hay animal alguno, ni puede haberle de vista tan penetrante, que registre lo interior de los cuerpos opacos; porque no puede verse el objeto, sino según la superficie de donde la luz hace reflexión. Por tanto es fábula que tenga aquella actividad la vista del Lince. Lo mismo decimos de los que llaman Zahoríes. Estos son unos solemnes patarateros. Y si se hallare alguno que verdaderamente registre cuanto está escondido debajo de tierra, se debe creer que interviene pacto diabólico.

Elefante

54. La especie vulgar de que el Elefante no tiene junturas en las piernas, y así una vez echado en tierra no puede levantarse, consta ser falsa por las deposiciones de infinitos testigos que los vieron en la Asia. En diferentes partes se valen de diferentes industrias para cogerlos; pero en ninguna del artificio de serrar el tronco del árbol donde se arrima a dormir, dejándole entero en la apariencia, para que al arrimarse, cayendo el tronco, caiga también el Elefante, como comúnmente se dice. En algunas partes del continente de la Asia los cogen haciendo unos hoyos, que artificiosamente ocultan en la selva por donde suelen andar, para que caigan en ellos. En la Isla de Ceilán se valen de Elefantes domesticados para coger los silvestres, y les quitan la ferocidad, teniéndolos tres días sin dormir.

Ballena

55. Otro error nacido, y conservado en el Vulgo es, que las Ballenas tienen tan angosto el canal de la garganta, que no puede entrar por él más que una sardina. Las viejas cuentan a los niños que esta es pena conque Dios la castigó por haber tragado a Jonás. Este animado monte tiene la garganta proporcionada a su estatura. Más de treinta Autores se hallan en Gesnero, que hacen descripción de la Ballena, notando cuanto tiene de particular este pez, sin que alguno de ellos hable de la estrechez de su garganta: lo que no era para omitirlo siendo verdad. Sólo uno dice, no que tiene la garganta estrecha, sino que tiene atravesada en ella una membrana agujereada por varias partes, y los [52] agujeros sólo son proporcionados para que entren por ellos pececitos pequeños. Mas también esto se falsifica, no sólo por el silencio de los demás Autores, sí también con las noticias positivas de haberse hallado en el estómago de algunas Ballenas peces grandes enteros. El mismo Gesnero dice, que el año de 1545 se cogió en Gripsuvald, Lugar de la Pomerania, una Ballena, en cuyo ventrículo se halló gran copia de peces aún no cocidos, y entre ellos un salmón vivo de una vara de largo. Otro Autor citado en el Diccionario Universal de Trevouz afirma, que dentro de algunas se han hallado hasta cuarenta, o cincuenta abadejos.

Torpedo

56. Lo que se cuenta del pez llamado en Latín Torpedo, y en Castellano Trimielga, en parte es verdad, y en parte fábula. Es verdad que si le tocan con una asta, o báculo, produce en el brazo del que le hiere una leve sensación dolorosa, mezclada con algo de estupor, la cual es ocasionada de la repercusión que hace el pez contra el báculo, con un movimiento expansivo muy pronto. Pero que cogido en el anzuelo por el hilo, y la caña comunique alguna cualidad capaz de entorpecer el brazo del Pescador, o que haga el mismo efecto el contacto de la red, en que le cogen, es fábula; de modo, que aquí no interviene alguna cualidad oculta, sino mero mecanismo. He leído las experiencias que se hicieron sobre este punto; no me acuerdo bien si fue en las Memorias de la Academia Real de las Ciencias, o en otra parte.

Cocodrilo

57. No tiene fundamento alguno lo que se dice del simulado llanto del Cocodrilo. Paulo Lucas, en la relación de viaje que hizo costeando el Nilo, dice que vio muchos Cocodrilos, y oyó su voz, la cual se parece mucho (son voces del Autor) a los aullidos de perros, cuando los irrita el estrépito de las campanas. ¿Qué semejanza tendrá esto con los gemidos humanos, los cuales dicen finge el Cocodrilo, para que el incauto pasajero, juzgando que va a socorrer a un afligido, se meta en la emboscada donde le espera aquel bruto? [53]

Víbora

58. De Herodoto, Nicandro, Plinio, y otros antiguos dimanó a todo el mundo la voz, de que la Víbora da la vida a sus hijos a costa de la propia, porque no los pare de otro modo, que rompiéndole estos las entrañas para salir a luz; pero ya muchas experiencias mostraron ser falso esto. Pierio, citado por Gesnero, dice que muchos que han tenido la curiosidad de encerrar las Víboras en vivares para observar todas sus operaciones, vieron que parían sin dispendio suyo, y cuidaban de sus hijuelos como las demás madres. Lo mismo certifica, como testigo de vista, Amato Lusitano en su Comento sobre Dioscórides. Lo mismo otros muchos.

Alción

59. No tengo por imposible que la ave llamada Alción presienta el tiempo sereno, pues vemos que alcanza a lo mismo el instinto de otros brutos; pero me ocurren no pocas, ni leves dificultades para creer lo que cuentan los Naturalistas, que previendo los días que ha de estar el mar tranquilo, se aprovecha de ellos para el coito, para el parto, para la incubación, y para la educación de sus polluelos. La primera, porque catorce dias de tranquilidad, que señalan los Naturalistas que más liberales están para este efecto, son muy corto plazo para todas aquellas operaciones, en las cuales la naturaleza observa más largos periodos en todos los demás animales, que los que caben en tan breve espacio de tiempo. La segunda, porque el Alción podrá presentir el tiempo sereno de la región donde vive, mas no de otras distantes; y el mar, por la continuidad de sus aguas, muchas veces está inquieto: pongo por ejemplo, en esta orilla donde se goza serenidad, en fuerza de la agitación que dan a sus ondas los vientos, o huracanes que se revuelven en alguna región remota. La tercera dificultad se funda en la gran variedad, y discordia conque hablan de esta maravilla los Naturalistas. Unos dicen, que pone el nido, y pare sobre las ondas: Pendentibus aequore nidis, como cantó Ovidio, lo que parece increíble: otros, que en la última extremidad de la orilla. Unos señalan catorce dias, que es la sentencia más común: otros siete, y [54] otros nueve. Unos colocan los dias Alcióneos, y parto de los Alciones cerca del solsticio hiberno, diez, o doce días antes de Navidad; pero Columela los retarda hasta el mes de Marzo. Donde es bien advertir, que ni en un tiempo, ni en otro se observa constante todos los años algún determinado número de días serenos.

60. A algunos oí decir en conversación, que los días Alcióneos son aquel tiempo, que vulgarmente llamamos Veranillo de S. Martín. Creo que en algunas partes de Francia hay la misma opinión, especialmente en Normandía, donde llaman a este pájaro Martinet, y Ave de San Martín. Y a la verdad, es muy regular en aquel tiempo, aun en los Países más lluviosos, el intersticio de algunos días serenos, y apacibles; pero no tienen número fijo todos los años, ni por lo común son los que bastan para la larga obra de concebir, empollar, y criar los Alciones.

Canto del Cisne

61. Que el Cisne canta estando próximo a la muerte, afirman muchos Autores; niéganlo otros. Entre estos Alejandro Mindio, citado en Gesnero, dice que tuvo la curiosidad de observar muchos Cisnes cuando estaban para morir, y a ninguno oyó cantar. Un sujeto fidedigno me aseguró, que en el Real Sitio de S. Ildefonso se había hecho con un Cisne moribundo la misma observación, y murió, como dicen, sin que nadie le oyese despegar su pico. Los Autores del Diccionario Universal de Trevoux absolutamente pronuncian, que todo lo que se dice del canto del Cisne es un error popular; y yo me conformo, sin la menor perplejidad, a este sentir (a).

{(a) No sólo no canta el Cisne estando vecino a la muerte, mas se puede decir que no canta jamás, si el cantar pide, o incluye alguna dulzura. Luciano en el Diálogo de los Cisnes dice, que navegando por el Po, donde se criaban estas aves, preguntó a los pescadores sobre el canto de los Cisnes; y le fue respondido, que era tan ingrata su voz, como la de otras aves acuáticas. Así, en vez de llamar Cisnes a los buenos Poetas, debieran simbolizar en esta ave a los malos.}

Huesos del León

62. Que los huesos del León no tienen médula, ni concavidad capaz de ella, fue invención de alguno a quien [55] se le antojó que toda esta solidez, y firmeza de huesos era correspondiene a la gran valentía de esta fiera. El docto Médico Olao Borrichio en su Apología de Hermetis Aegyptiorum, & Chemicorum sapientia, testifica, que en Copenhague (donde fue profesor el mismo Borrichio) pocos años antes se había hecho disección Anatómica de dos Leones, y a entrambos se había hallado bastante copia de médula. Él mismo cita a Severino, el cual refiere, que a un León, que había criado Tiberio Carrafa, se le encontraron los huesos tan huecos, y tan llenos de médula como a otra cualquiera bestia.

Rosa de Jericó

63. La rosa que llaman de Jericó, ni es rosa, ni es de Jericó, ni tiene la propiedad que se la atribuye de abrirse la noche de Navidad, y conservarse abierta hasta el día de la Purificación. Esta es una especie de arbusto, que no nace en Jericó, ni en sus contornos, sino en la Arabia desierta, y con sus ramas duras, y leñosas se compone en figura de ramillete. La propiedad que tiene es, que con la humedad se abre, y con la sequedad se cierra: por tanto es un excelente higrómetro natural. Alguna vez que el tiempo empezaría a humedecerse la noche de Navidad, y continuaría hasta el día de la Purificación, debió de observarse que estuvo abierta precisamente en aquel espacio de tiempo, y esto daría principio al error vulgar de que siempre hace lo mismo. Poniéndola en agua, especialmente caliente, nunca deja de abrirse. Por lo cual el uso que hacen de ella las mujeres próximas al parto, es ridículo, y puede ser supersticioso. Que no nace este arbolillo en otra parte que la Arabia desierta, asevéralo Juan Ray en el Tomo segundo de la Historia de las Plantas, y lo confirman algunas Relaciones de Viajes.

Palma

64. El mismo Ray nos enseña, que es fabulosa aquella admirable propiedad, que desde Teofrasto acá se celebra en la Palma de no ceder a peso alguno; antes levantarse por la parte que más la oprimen; y así pueden buscar los Simbolistas otro jeroglífico para la virtud de la constancia. [56]

Árbol de la Isla del Hierro

65. Casi cuantos Geógrafos, e Historiadores han escrito algo de las Islas Canarias, aseguran que en una de ellas, llamada Isla del Hierro, donde no hay fuente alguna, son socorridos los naturales por el beneficio de un Árbol maravilloso, único en su especie, que está puntualmente en medio de la Isla, y de quien cada hoja es una fuente, porque está siempre cubierto de una espesa nubecilla, la cual, cuajándose en las hojas, destila diariamente diez, o doce toneles de agua sumamente sutil, y cristalina en dos pilones de pidra, fabricados para recibirla. Sin embargo Thomas Cornelio, en su Diccionario Geográfico, dice que algunas Relaciones modernas, dignas de toda fe, y escritas por sujetos que han estado en aquella Isla, testifican que este Árbol es soñado, y sólo es verdadera la carestía de fuentes, la cual se suple con la agua que cae del Cielo, recogida en cisternas. Lo mismo certifica el Padre Tallandier, Misionero Jesuita Francés (citado en las Memorias de Trevoux año de 1715, art. 97.), que visitó curiosamente aquella Isla. Así no dudo que este Fénix de las plantas es tan fingido como el de las aves.

Montaña de Fraemont

66. Entre los errores de Geógrafos que pertenecen a la Historia Natural, podremos contar lo que dicen de algunos Lagos, donde arrojando una piedra, prontamente se levanta de ellos un nublado tempestuosísimo. Tales son uno que hay en el monte Canigó en el Rosellón, y otro en la montaña de Fraemont en los Suizos, cerca de Lucerna, llamada Montaña de Pilatos; porque en la plebe del País corre la patraña de que una vez cada año se aparece Pilatos vestido de Juez en aquella cumbre. También se atribuye la misma propiedad a un pozo que hay en la Provincia de Chiapa, de que dimos noticia en el primero tomo, Dis. III. En cuanto al Lago de Fraemont, el Diccionario de Moreri cita a Cendrelo, que dice haber hecho por sí mismo muchas experiencias, y que por más piedras que echó, no se levantó nublado alguno. Acaso serán igualmente pacíficos los otros dos. Verdaderamente es demasiada impaciencia resentirse el agua tanto del golpe de una piedra, [57] que alborote el Horizonte, y apedree en desquite todo el territorio vecino.

Oro

67. He oído asegurar a tantos, que el Oro no ocupa lugar en la agua, de los cuales algunos me decían haber hecho la experiencia, que estuve cerca de creerlo. Mas al fin, habiendo resuelto experimentarlo por mí mismo, hallé que ocupa tanto lugar en igualdad de masa como otro cualquiera metal. Debe hacerse la experiencia con cantidad proporcionada, y no con un doblón, o dos, los cuales sólo pueden dar una insensible elevación a la agua.

Diamante

68. Es falso que el Diamante se ablanda con la sangre caliente del cabrito, ni con otra alguna. Si fuese así, cualquiera labraría fácilmente los Diamantes. Bien lejos de eso, el Diamante sólo se deja pulir por polvos de otro Diamante. Esta invención se debe a Luis de Berquen (creo que fue natural del País Bajo), que empezó a ponerla en práctica el año de 1476. Antes de este tiempo no se usaban sino Diamantes brutos. También es falso que resista al golpe del martillo; pero es verdad que no le rompe el más activo fuego, y así en cuanto a esta parte tuvo razón Plinio para decir de él: Ignium victrix natura. [58]

{(a) La resistencia, que atribuimos al Diamante respecto del fuego, se debe limitar. El Padre Regnault en el 2º tomo de sus Coloquios Físicos, coloq. 4, dice, citando al Padre Casati, que el rubí resiste hasta cinco días a la acción del fuego, el diamante hasta nueve. Pero a esto debemos añadir, que conforme fuere el fuego resistirán más, o menos esas piedras. Si el fuego de que usó el Padre Casati en sus experimentos, y a que resistió el diamante hasta el nono, o décimo día, era, pongo por ejemplo, intenso como cuatro, a un fuego intenso como ocho no resistiría más que hasta el quinto, y acaso ni aun hasta el segundo. D. José Gutierrez, Músico Presbítero de la Capilla Real, sujeto muy advertido, y curioso, me escribió, que habiendo sido comprehendido el Relicario de la Capilla Real en el grande incendio del Palacio de Madrid, muchos diamantes, que entre otras piedras preciosas le adornaban, fueron hallados entre las ruinas enteramente deslustrados, y aun uno se encontró hendido, lo que pareció deber atribuirse a la actividad del fuego, y no al golpe que hubiese recibido. Esto último parece de difícil prueba, mas no lo juzgo [58] imposible, porque es portentosa la actividad de un gran volumen de fuego, cual fue el que abrasó el Real Palacio. La rama pequeña de un árbol encendida apenas quema otra rama igual en media hora, pero encendida una selva, apenas toca el fuego a un grande árbol, cuando le consume enteramente.}

Margarita

69. Las Margaritas no se engendran del rocío. Convéncese esto de que las otras, donde se crian, jamás se levantan del fondo del mar. Afírmalo Juan Bautista Tabernier, que se enteró bien de esta verdad, informándose de los mismos que asisten en la pesquería de las Perlas. Viaje de Indias, lib. 2, cap. 21. [59]

{(a) Lo que decimos de las Margaritas, o Perlas, siguiendo el testimonio de Juan Bautista Tabernier, confirma Gemelli en el segundo Tomo de su Viaje en torno del Mundo.

2. Ahora entraremos en el desengaño de otros errores comunes pertenecientes a la Historia Natural, sin colocarlos con otro orden, que aquel conque fueren ocurriendo a la memoria; pues no es posible dividirlos en clases que pidan determinado método, o funden alguna antelación de unas a otras.

3. Hay un error muy recibido en orden al Camaleón, y es, que muda el color, tomándole de los objetos cercanos. En la Academia Real de las Ciencias mostró la experiencia lo contrario; pues habiéndole colocado en paños de diferentes colores, de ninguno tomó el color. Sólo una vez le vieron blanco, habiendo estado dos, o tres minutos sobre un poco de lienzo. Pero no habiendo después sucedido esto jamás, habiéndole puesto muchas veces sobre lienzo, se hizo juicio que el frío, que era grande a la sazón, le había hecho poner pálido. Es cierto que muda muchas veces de color; pero dicen aquellos sabios Académicos, que esto proviene de varias pasiones que le agitan, porque abunda mucho de humor bilioso. Añaden que la mudanza de color no se extiende por toda la piel, sí sólo sobre unas pequeñas eminencias que están sembradas en ella.

4. Varios Autores modernos impugnan lo que dijeron los antiguos de la actividad que tiene el Avestruz para digerir el hierro. Confiesan que le traga algunas veces, como también guijarros, y otras cosas durísimas; pero dicen que todo lo excreta incocto, y que si es mucho el hierro que traga, viene a enfermar, y aun a morir. Yo no pude hacer observación alguna sobre el punto. Pero puedo certificar que es prodigiosa la virtud disolutiva estomacal de algunas aves, con la experiencia de un Buitre, que tuvo en su casa D. Joaquín Velarde, Canónigo de esta Santa Iglesia de Oviedo, el cual tenía la propiedad de tragar cuanto le arrojaban, o podía coger. Engullía huesos [59] muy grandes, y muy duros, los cuales digería sin embarazo. Tragó en una ocasión una bola de trucos, matáronle pasadas veinte y cuatro horas, y abierto, hallaron consumida una cuarta parte de la bola, o algo más. Hablo como testigo de vista. Si la disolución del alimento en el estómago se hace (como a mi parecer es más que probable) en virtud de un licor ácido, no hay dificultad en que el Avestruz, u otra alguna ave, posea un ácido capaz de disolver el hierro. Las aguas fuertes, que disuelven los metales, no son más que unos ácidos valientes.

5. El Castor, animal anfibio, es uno de los más sagaces que hay en todas clases de brutos. Su industria en fabricarse habitación cómoda, con cuantas precauciones son necesarias para los accidentes que pueden sobrevenir, es una de las mayores maravillas que hay en la naturaleza. Igualmente admirable es la ejecución que la inventiva. Pero muchos Naturalistas, no contentos con referir de este bruto lo que es admirable, se avanzaron a lo que es increíble. Tiene el Castor, no en los testículos, como vulgarmente se dice, sino en unas bolsas cercanas a ellos, aquel apreciado medicamento, a quien con denominación tomada del mismo bruto, llaman Castoreo. Dicen, pues, que cuando el Castor se ve acosado de los Cazadores, conociendo que la ansia de cogerle es por lograr aquella preciosidad que le dio la naturaleza, con los dientes se arranca los testículos, y dejándolos en presa a los Cazadores, los cuales por eso sólo le perseguían, logra escapar la vida. Esta noticia, aunque vulgarizada por innumerables Escritores, no tiene fundamento alguno.

6. Cuantos Modernos se hallaron en los países donde hay Castores, y especialmente los Franceses, que estuvieron en la Canadá, donde es copiosa su caza, la desmienten. Aun la suposición que se hace de ser los testículos los continentes de aquel remedio, es fabulosa. Sonlo, como ya se advirtió, unas bolsas vecinas a los organos de la generación. Así también se hallan aquellas bolsas en las hembras. Mucho tiempo ha tengo hecha reflexión de que las fábulas pertenecientes [60] a la Historia Natural se extienden mucho en el Vulgo, por el uso que hacen de ellas Autores de libros Místicos, y Morales. La oportuna aplicación, que muchos pueden tener a asuntos de esta clase, las hace verter a cada paso en los libros, y en los púlpitos, y por este medio llegan a la noticia de la multitud, de quien es casi imposible arrancar después su errada creencia. Si la fábula de arrancarse los testículos el Castor por salvar la vida, no tuviera una tan bella alusión a los que por no perder la vida del alma, o por lograr la eterna, se despojan aun de aquellos bienes, conveniencias, o deleites, a que sienten más adherencias; en Plinio, Andrómaco, Solino, Eliano, y otros pocos Naturalistas se hubiera quedado la patraña, sin que tuvieran noticia de ella sino los Eruditos. No por eso se debe reprobar el uso de aquellas noticias en los asuntos morales, a quienes dan hermosura, y fuerza; pues los símiles se pueden tomar aun de las cosas que ciertamente son fabulosas.

7. La reflexión que acabo de proponer, me hace acordar del Pelícano, ave acuática, de quien se cuenta, que cuando le falta qué dar que comer a sus hijuelos, rompiéndose el pecho con el pico, los alimenta de su propia sangre: lo que algunos Autores antiguos, que cita Gesnero, adelantan diciendo, que muertos violentamente, después de llorarlos por tres días, los resucita vertiendo su sangre sobre los cadáveres. ¡Qúe especie tan hermosa para ejemplo de la piedad paterna, y aun para símbolo de la Sagradísima Pasión de Cristo Señor nuestro! Mas no por eso deja de ser falsísima, y como tal la desprecian los Autores de mejor nota.

8. Juan Jorge Bolkamer, citado en el Diccionario de Trevoux, descubrió el origen de esta fábula, examinando un Pelícano, que vio en Leide. Tiene esta ave una notable singularidad; y es, que el espacio que hay entre sus dos clavículas, no está contiguo, y cubierto de piel, como en todas las demás aves, sino contiguo, teniendo allí abierto un grande agujero, a manera de falso esófago, de modo, que Bolkamer entrando por él la mano, tocó, y manejó los alimentos [61] que el Pelícano tenía en el estómago. Por este agujero saca esta ave los alimentos del estómago ya preparados para dar a sus hijuelos; y esto motivó la falsa creencia de que se rompe el pecho para alimentarlos con su sangre.

9. El uso que se dice hacer la Golondrina de la Celidonia, restituyendo la vista a sus pollos con ella, se lee en muchos Autores, y está muy propagado en el Vulgo. Dicen unos, que nacen ciegos, y esta hierba les quita el impedimento que tienen para ver: otros, que los sana, si alguno los cegó hiriéndoles los ojos: otros, que les hace renacer los ojos, habiéndoselos arrancado. Todo es falso. Lo que hay de verdad, y lo que en parte dio ocasión a la fábula, es, que si a los pollos de la golondrina les pican los ojos, pierden el uso de la vista; pero dentro de muy breve tiempo le recobran. Aristóteles esto sólo dice, aunque algunos falsamente le hacen Autor de la curación con la Celidonia. Lo mismo asegura Cornelio Celso; y muchos modernos extienden esto generalmente a todas especies de animales, asegurando que a cualquiera a quien piquen la túnica córnea, aun hasta hacer destilar algunas gotas del humor cristalino, en menos de una hora vuelve a ver claro. He leído en alguno, que con más facilidad recobran el uso de la vista los animales tiernos, o de muy corta edad.

10. Eliano escribe, que los huesos del León carecen de médula, y aun de cavidad donde puedan contenerla. Aristóteles dice, que es poquísima, y que esto dio motivo para juzgar que es ninguna. Pero Olao Borrichio refiere, que habiéndose hecho anatomía de dos Leones en Copenhague, la primera el año de 1658, la segunda el de 1672, se halló, que la mayor parte de sus huesos tenía mucha médula, copiosam medullam. Cita también a Severino, el cual refiere, que a un León, que tenía Tiberio Carrafa, se le hallaron los huesos tan llenos de médula, como los de las otras bestias.

11. La inmunidad del Laurel contra las iras del Rayo no está fundada en algún auténtico privilegio. Ríense de ella los Autores de más juicio, y ríense también de Tiberio, que cuando tronaba se [62] coronaba de Laurel, juzgando precaverse de los fuegos celestes con este defensivo. Véase a Vosio de Idol. lib. 3 cap. 6, 7, y 8. y al Padre Regnaut tom. 4, convers. 4. Lo mismo digo de la piel del Becerro Marino, conque juzgaban defenderse los Emperadores Augusto, y Severo. ¿Cómo se pudo observar tal particularidad? ¿Ni en qué física cabe el crédito de ella? El fuego del Rayo es de la misma especie que otro cualquiera, porque la diversidad de la materia combustible no diversifica el fuego: luego si así el Laurel, como la piel del Becerro Marino, se dejan abrasar del juego de acá abajo, con mayor razón cederán al del Rayo, como más violento.

12. Aquel famoso símbolo de enamorados, y engañoso ejemplar de simpatías, la flor, digo, Heliotropia, o Girasol, sólo debe sus créditos a exageraciones poéticas, y a inadvertencias filosóficas. Dícese que sigue constante los pasos del Sol desde su Oriente a su Ocaso, girando siempre en un perfecto paralelismo con el curso del Astro. Yo he observado lo contrario varias veces. Es verdad que el Sol, en virtud de un puro mecanismo, les hace inclinar; mas no siempre hacia sí, sino con alguna variedad, según el vario modo conque las hiere, la varia cantidad de humor que tienen, y variamente repartida, y la varia construcción de los canales donde habita el jugo nutricio. Esto no tiene más misterio, que el Sol haga mover, y encorvarse una correa mojada, y aun a otros cuerpos más firmes. Así yo he notado en un jardín, al ponerse el Sol, unos Girasoles que miraban al Mediodía, otros al Norte, &c. Todo lo que puedo considerar de particular en el Girasol, respecto de otras flores, es, que sus fibras sean más flexibles, y acaso su jugo más prontamente disipable, o por delicadeza del mismo jugo, o por ser más abiertos los poros de la planta.

13. Creyóse mucho tiempo, y aún cree lo más del mundo, que aquel medicamento purgativo, que llamamos Maná, es una especie de rocío que en la Calabria, cayendo sobre los Fresnos, se cuaja. Ya ha cerca de doscientos años, que dos, o tres Autores, con [63] observaciones oculares, reconocieron que no es rocío, sino jugo que destila el mismo árbol. Monsieur de Renaumé, de la Academia Real de las Ciencias, adelantó este descubrimiento, observando que otras muchas plantas, y en todos Países, destilan este apreciado licor, el cual con bastante fundamento juzga ser la porción más exaltada, y purificada del jugo nutricio. Dice en la Memoria, que sobre este asunto presentó a la Academia año de 1707, que habiendo suelto en agua el jugo de que estaban humectadas las hojas de varias plantas, que señala, usando de él, le halló purgativo, y de un gusto más grato que el Maná de Calabria. Añade que apenas hay flor que no dé algo de Maná; lo cual se reconoce chupando el fondo del tubo de las flores de una pieza sola, como el jazmín; pero que entre todas, la flor de la Centaura mayor es la que le da más copiosamente. Añade más, que supo por la relación de un amigo, que el Maná de Brianzón, de que también se usa en la Medicina, se halla en la mayor parte de los árboles de aquel País; pero principalmente en los nogales.

14. La piedra del rayo (en latín Ceraunia) se llama así, por creerse que baja en el Rayo, y es el principal instrumento de los estragos que hace aquel meteoro feroz. Pero es poco creíble, que de las materias de las exhalaciones se forme semejante piedra; y mucho menos, que de la tierra suba así formada a las nubes. Así este es un error del vulgo, a que no dan asenso los Filósofos reflexivos. Monsieur Lemeri en una Disertación presentada a la Academia Real de las Ciencias el año de 1700, dice que no se halla esta piedra en los sitios que fueron heridos del Rayo, cuya observación prueba invenciblemente nuestro intento. Que en la tierra se formen piedras de aquella determinada figura, no tiene más dificultad que la formación de otras muchas piedras figuradas que se hallan en varios Países. Sobre que se puede ver el Discurso 2, del Tom. 7, donde explicamos el mecanismo conque la naturaleza las figura de tal, o tal modo.

15. A la piedra de la Águila sin fundamento se dio este nombre. [64] Es invención de antiguos Charlatanes (que en todos tiempos hubo esta casta de gente) así que se halle en el nido de la Águila, como que tenga las virtudes que ellos preconizaron, y que los Charlatanes modernos continúan en preconizar. En el tomo 2. de las Memorias de las Misiones, pag. 75, se da noticia exacta de estas piedras por un Misionero Jesuita, que vio, y tocó muchos millares de ellas en el sitio donde se crían. Hállanse en gran copia en una llanura del Reino de Fejam, una de las Provincias de Egipto, ya a dos, o tres dedos debajo de la superficie de la tierra, ya en algunas pequeñas Canteras. Advierte el citado Misionero, que en el sitio donde se encuentran no son sonantes; pero a pocos días después que se recogen, empiezan a serlo: lo que proviene, según discurro, de que aquella arenosa masa, que tiene dentro, mientras está húmeda ocupa toda la cavidad, y desecándose, ocupa menos espacio; conque a las concusiones de la piedra puede moverse, y hacer sonido; lo cual es sin duda así, porque las ficticias, que tal vez venden por acá algunos embusteros peregrinos, se forman de cualquiera tierra barrosa, y su sonido no depende de otro principio, sino que desecándose el meollo, que incluyeron en la cavidad, queda recogido a menor espacio, conque puede moverse, y sonar.

16. Sobre la fe de Plinio, y otros Naturalistas se cree, que el Coral es blando debajo del agua, y luego que sale de ella adquiere no sólo dureza, mas también el color rubicundo, del cual asimismo dicen, que carecía antes. Pero el famoso Conde Marsilli, que hizo estudio particular en la observación de las plantas marítimas, se aseguró de lo contrario con repetidas experiencias. Es el Coral rubicundo, y duro dentro de la agua, como fuera, a excepción de las extremidades de las ramas, las cuales están blandas al salir de la agua, conteniendo entonces el jugo, que aún no se ha solidado.

17. Hasta principios del siglo en que estamos creían unos, que el succino, o ámbar amarillo, era una concreción de la espuma del [65] Mar: otros, que era goma de algunos árboles colocados en sus orillas. El año de 1704, o el siguiente, el Marqués de Bonnac, Enviado Extraordinario de la Francia al Rey de Suecia, habiendo hallado en un territorio cerca de Dantzik, Succino fósil, o mineral, totalmente semejante al que se encuentra sobre el borde del Mar, de acuerdo con el Cardenal Primado de Polonia, en cuya compañía se hallaba a la sazón, escribió el caso a la Academia Real de las Ciencias, pidiéndola le comunicase lo que tenía averiguado en la materia. La respuesta de la Academia, cual se halla en su Historia del año de 705, fue, que en una montaña de Languedoc, muy distante del Mar, y separada de él por otras montañas, se había hallado Succino el año de 1700. Asimismo se había hallado en Provenza en las cisuras de unas rocas, donde no había árbol, o planta alguna. Añadía, que le constaba por Relaciones fidedignas, que en la Isla de Córcega, en varias partes de Sicilia y de Italia, se encontraba Succino en tierras desnudas de árboles, y distantes del Mar.

18. Añado a estas observaciones, que pocos años ha he visto Succino mineral, el cual se extrajo en un sitio distante siete, u ocho leguas de esta Ciudad de Oviedo.

19. De lo dicho se colige, que el Succino es una especie de betún, el cual siendo al principio fluido, después se condensa, y en el estado de líquido, el que se cría en algunas tierras marítimas, o parte de él, fluye al Mar, donde condensado, le restituyen las olas a la orilla. Dejan dudoso los Académicos, si en el Mar adquiere el Succino algún aumento de perfección. Pero noto, que no todos los Antiguos ignoraron la verdad que acabamos de estampar. Plinio cita dos Autores Antiguos, Teofrasto y Filemón, que habían descubierto ser mineral el Succino, lib. 37, cap. 2.

20. Las Manzanas de Sodoma son una maravilla de la Tierra Santa, que refieren innumerables Autores. Dicen que estas Manzanas se crian alrededor, y a las márgenes del Lago Asfaltites, situado donde estuvo la maldita Ciudad de Sodoma. Su singularidad es, [66] que siendo muy hermosas a la vista, abriéndose, nada se halla dentro sino ceniza. Henrico Maundrell, que visitó con curiosidad aquel Lago, y sus contornos, dice en la Relación de su viaje de Alepo a Jerusalén, que no hay alrededor del Lago árbol alguno, que pueda producir aquellas manzanas, ni otras. Añade, que es también falso lo que escribió Josefo; e infinitos creen a Josefo, que nadie puede sumergirse en aquel Lago, porque las aguas, sin diligencia alguna de parte del que quiere hacer la prueba, le sostienen. Dice Josefo, que el Emperador Vespasiano hizo arrojar en el Lago dos hombres atados pies, y manos, y que no se sumergieron. Niega el asenso a esta Historia Maundrel, que nadó en aquel Lago, y experimentó lo contrario; aunque confiesa, que sus aguas ayudan a sostener el cuerpo algo más que las de otros Lagos, y Ríos. Por lo que mira a las Manzanas de Sodoma es de creer, que la bella alusión que tiene esta especie a la engañosa apariencia de los bienes mundanos, y deleites terrenos, la hizo inventar, y extender. Aunque también es posible que hubiese un tiempo a las márgenes del Lago, árboles que diesen las expresadas Manzanas, y que falten hoy.

21. Concluyo con dos errores de la historia Natural pertenecientes a fuentes situadas dentro de España. El primero es verisímil que sea común en otras Naciones; bien que en España no es posible haya difundido mucho. El Padre Regnault en el Tomo 2, conversac. 12, citando a la Biblioteca Natural, dice que en la Ciudad de Orense, situada en Galicia, una parte del Pueblo todo el año goza las delicias de la Primavera, y los frutos del Otoño, a causa de sus aguas hirvientes, cuyos vapores, y exhalaciones calientan el aire; entre tanto que la otra parte, por estar colocada al pie de una montaña friísima, que la priva del calor del Sol, padece los rigores de los más prolongados Inviernos. Todo lo dicho es muy contrario a la verdad. No hay tal montaña friísima inmediata a Orense: no hay montaña que estorbe el goce del Sol a parte alguna de la Ciudad, ni hay tal Primavera, u Otoño continuos en parte alguna [67] de aquel territorio; ni las aguas hirvientes de Orense distinguen en orden a calor, y frío una parte del Pueblo de la otra. Las fuentes de agua hirvientes, famosas desde el tiempo de los Romanos, por quienes Orense tuvo en la antigüedad el nombre de Aquae calidae, están fuera de la Ciudad, aunque muy inmediatas a ella. Yo siendo niño de diez a once años, pasé junto a ellas en el rigor del Invierno, sin que sintiese menos frío a veinte, o treinta pasos de distancia de ellas, que a un cuarto de legua de distancia. Es cierto que se levantan de las fuentes, y de un estanque donde se vierten, vapores muy calientes, y muy visibles; pero el ambiente frío, que por todas partes los opugna, prontamente los despoja del calor. Lo que puedo asegurar es, que mucho más se extiende el mal olor, que el calor de los vapores.

22. He dicho que este error será acaso común en otras Naciones. Son leídos de casi todo el Mundo los libros que le contienen. Será creída la noticia, y está muy lejos del desengaño. Pero esto mismo debe hacer cauta nuestra credulidad en orden a los prodigios naturales, que se leen en varios Autores, o que nos cuentan los Viajeros. Los dos sentidos vista, y oído, son en una cosa muy diversos. En aquél tanto más se abulta la representación de los objetos, cuanto están más próximos; en éste tanto más, cuanto están más distantes.

23. El segundo error se halla esparcido en innumerables libros; y si no fuese error, sería el mayor prodigio de la naturaleza entre cuantos contiene el ámbito del Orbe. En Portugal, cerca de la Villa de Tentugal, dos leguas de Coimbre, en un Lugar que llaman Cadima hay una fuente (con más propiedad se puede llamar Lago) que ocupa el ámbito de una pequeña casa. De este Lago escriben innumerables Autores, que atrae, y sorbe cuanto a corta distancia se acerca a él. Yo, dificultando el asenso a tan extraña maravilla, solicité noticias más seguras de Portugal, y aun del mismo sitio donde está la fuente. Lo que hallé cierto es, que la agua está en continuo movimiento, como de hervor, por cuya razón los naturales la llaman a Fonte Fervenza; [68] y que cualquiera cosa que cae en ella, al momento es sumergida, de modo que no parece más. Lo de atraer lo que se acerca, es falso enteramente. Este fenómeno se explica facilísimamente, suponiendo allí una oculta catarata, o precipicio, que vulgarmente llaman Olla.

24. Con la ocasión de solicitar la noticia dicha, adquirí la de que a corta distancia de la Fuente Fervenza hay un Lago profundísimo, a cuya superficie se han visto a veces salir pedazos de Navíos, lo que arguye que tiene comunicación con el Océano. Plinio da noticia de estos dos Lagos, aunque exagerada la repulsión que hace el segundo, lib. 2, cap. 103. Estas son sus palabras: In Carininsi Hispaniae agro duo fontes juxta fluunt, alter onmia respuens, alter absorbens. El salir a la superficie del Lago maderas, u otras materias leves, que se le comunican del Mar, daría motivo a la exageración de omnia respuens. En algunos ejemplares antiguos de Plinio se lee, en lugar de Carinensi agro, Catanensi; y Jacobo Dalecampio, siguiendo esta lección, puso al texto esta glosa: Fons ille Caltanensis absorbens omnia, hodie Ferventia vocatur: ager Cadima vicinus municipio Tentugallensi. Lo que concuerda perfectamente con la noticia que yo tuve en orden al sitio.}

Esmeraldas

70. El mismo Autor nos avisa, que la división que hacen los Lapidarios de las Esmeraldas en Orientales, y Occidentales, no tiene fundamento alguno: asegurando que ni en el Continente, ni en isla alguna de la Asia hay mineral de Esmeraldas; ni en todo el Oriente se halla piedra alguna de estas, que no haya ido de la América (ibi. cap. 19). Un hombre que hizo seis viajes a la India Oriental, y casi toda su vida, que fue muy larga, traficó en pedrería, es de creer, que tendría bien estudiada esta materia. [60]

§. IX

71. Concluyo este discurso con algunas advertencias sobre la elección que se debe hacer entre los Escritores de las maravillas de la naturaleza.

72. La primera es, que se prefieran los modernos a los antiguos; no porque estos sean más veraces que aquellos, sí porque escriben sobre más seguros informes. Antiguamente era poco, o ninguno el comercio entre Naciones muy [61] distantes. Uno, u otro muy raro, que salía a peregrinar por tierras remotas, cuando volvía a la suya, mentía lo que quería, porque no había testigos conque comprobarle la falsedad; y por otra parte el deleite de tener suspensos, y admirados a sus compatriotas con la relación de cosas nunca vistas, ni oídas, le estimulaba a referir prodigiosas ficciones. Esta fue la causa principal de llenarse la Historia Natural de tantas fábulas. El día de hoy están las cosas muy de otro modo. No hay Región tan remota, que por razón [62] del comercio, o de las Misiones, no sea frecuentada de muchos Europeos. Así ahora no es tan libre el mentir como antes; porque se halla a mano uno que desengañe de lo que otro miente, y en consideración del riesgo de ser cogido en mentira, cada uno procura conservar su buena fama. Por esta razón, entre tantas Relaciones impresas de Viajes como ha habido en estos tiempos, rarísima oposición contradictoria se halla.

73. La segunda, que entre dos relaciones hechas por [63] testigos de vista, una que asegura alguna cosa prodigiosa, otra que la niega, caeteris paribus se debe dar más fe a la segunda. La razón es, porque el que afirma el prodigio, se interesa en la admiración y gusto conque es leído, u oído. Pero el que le niega, prescindiendo de particulares circunstancias, no es movido de interés alguno.

74. La tercera que entre los mismos modernos se prefieran las relaciones posteriores a la primera que hicieron los descubridores de alguna Región, o Provincia. La razón [64] es, porque la admiración, que es compañera de la novedad, alucina en alguna manera la vista, y la hace representar los objetos algo distintos de lo que son. Este riesgo le tienen los primeros descubridores, no los que, enterados de las noticias de estos, registran las mismas cosas. Añádese, que aquellos, como no suponen en los sujetos, a quienes hacen la relación, noticia alguna anterior a la suya, libremente pueden fingir lo que quieren; y así pueden mentir, o por malicia, o por equivocación. Daremos ejemplos de uno, y otro.

75. Habiendo Magallanes arribado a una de las Islas Filipinas, salieron los Españoles a comer en tierra. Un Indio enviado para explorarlos, los estuvo acechando escondido en un cañaveral, el cual contó luego a los suyos, que aquellos Extranjeros comían primero piedras, y después fuego. En esta mentira, con ser tan extravagante, no intervino malicia, sino equivocación. Es el caso, que el Indio había visto a los Españoles comer bizcocho de Mar, y después tomar tabaco de humo, y como uno, y otro fuese [66] incógnito para él, y lo mirase también con admiración, y sobresalto, se le representó ser lo mismo que después dijo a los suyos.

76. Otro Indiano, diputado de la Provincia de Pampanga a la Isla de Luzón, para persuadir a sus compatriotas, que se sujetasen a la dominación Española, ponderándoles las espantosas máquinas, y prodigiosos efectos de la Artillería, les dijo, que aquellas bolas de hierro que disparaban los cañones, iban saltando de montaña en montaña, [67] sin parar, hasta que tropezando con algún hombre, le mataban. Esta mentira fue dicha con estudio, y malicia, para aterrar aquella gente, que nunca había visto la artillería, pues el Indio no había visto cosa alguna que pudiese imprimirle semejante especie.

77. Algunos de los primeros Españoles, que pasaron a la América, no fueron más fieles en la noticia que dieron de los Indios, que estos Indios en la que dieron de los Españoles, pues los Gigantes del Estrecho de Magallanes ya [68] se han desaparecido, y asimismo otras cosas que habían contado acá los primeros Viajeros.

78. La cuarta, y última advertencia es, que en orden a las cosas naturales no se debe hacer juicio por las noticias que se hallan en libros Expositivos, o Morales, aunque sean de los más excelentes, y acreditados Autores. La razón es, porque para traer las cosas naturales para símbolo, explicación, o símil de las morales (que es el uso que tienen en semejantes Libros) no se examina en la noticia la verdad, sino la proporción. Así, aun en los Santos Padres se leen aplicados, como símiles el Fénix, el Pelícano, los Grifos, las Sirenas, sin que por eso se constituyesen fiadores de la existencia de tales animales. Aun las ficciones manifiestas se admiten al uso de la moralidad, como los Apólogos, y las Parábolas.

79. Aun cuando los Santos Padres hablan asertivamente en las cosas naturales que ellos mismos no han visto, o experimentado, no es en esta parte su autoridad de tanto peso, que deba sujetar nuestro dictamen contra cualquiera argumento [69] que haya en contrario; porque algunas veces les faltaron medios para descubrir la verdad, y creyeron a este, o el otro Autor antiguo con buena fe. Sirva de ejemplo el Fénix, cuya existencia creyeron S. Zenón, S. Ambrosio, y S. Cipriano, y usaron de él como argumento, los dos primeros para persuadir la resurrección de los hombres, y el tercero para probar el concepto de la Virgen sin concurso de varón. S. Zenón: Phoenix, avis illa pretiosa resurrectionis evidenter nos edocet jura, quae cum maturi laethi tempus advenerit, a semetipsa incitatis sacris ignibus libentissime concrematur: Sepulchrum nidus; illae favillae nutrices. Denique post monumentum festo exultat in tumulo, non umbra, sed veritas, non imago, sed Phoenix {(a) Serm. de Resurrct.}. S. Ambrosio: Doceat nos haec avis (Phoenix), vel exemplo sui resurrectionem credere, quae & sine exemplo, & sine rationes perceptione, ipsa sibi insignia resurrectionis instaurat {(b) Lib. 5, Hexaem. cap. 23}: Y mucho más largamente en la Oración de Fide Resurrectionis. S. Cipriano: Quied mirum, si Virgo conceperit, cum Orientis avem, quam Phoenicem vocant, in tantum sine conjuge nasci, vel renasci constet, ut semper & una sit, & semper sibi ipsi nascendo, & renascendo succedat {(c) In Symbol. Apost.}. Con todo, pienso que no hay hoy hombre erudito que asienta a la historia del Fénix.


{Feijoo, Teatro crítico universal, tomo segundo (1728). Texto según la edición de Madrid 1779 (por D. Joaquín Ibarra, a costa de la Real Compañía de Impresores y Libreros), tomo segundo (nueva impresión, en la cual van puestas las adiciones del Suplemento en sus lugares), páginas 27-70.}