Filosofía en español 
Filosofía en español


Aprobación
del Dr. D. Francisco Manuel de la Huerta y Vega, Cronista del Reino de Galicia, y Académico Numerario de las Reales Academias Española, y de la Historia

M. P. S.

He visto, y leído con la debida atención la Carta que el Rmo. P. M. D. Fr. Benito Feijoo, del Consejo de su Mag. escribe a un amigo con título de Justa repulsa de inicuas acusaciones, y me manda V.A. que censure; y para poder con fundamento decir mi dictamen, es forzoso apuntar brevemente lo que siento del Autor, y de la Obra.

Ninguno, aun entre sus émulos, ha negado a este Escritor una vastísima erudición en varias ciencias, ilustrada con la noticia de las bellas letras, y fecundada con una amena elocuencia, que naturalmente numerosa persuade al asenso de sus discursos. Tampoco es dudable, que es el primero, y acaso el único entre nuestros Españoles, que ha querido dirigirnos, abriendo un nuevo, ancho, y deleitoso camino para las ciencias, poblando de deleitosas flores las áridas sendas que nos dejaron los antiguos. Creo que fuese éste su objeto; y que lastimado de ver florecer entre las otras Naciones las ciencias naturales con deliciosa fecundidad, cuando en España se adquirían con seco, y trabajoso estudio de términos, y voces abstraídas, quiso comunicarlos aquel bien, y hacernos apetecible la tarea.

No me parece que Español ninguno puede negar su reconocimiento a tan noble idea, que aunque le adquirió contrarios, tuvo ya en grandísima parte su efecto; pues muchos, aun de sus opuestos, lograron, empeñados en contradecirle, saludar las ciencias sin aquella aspereza de sus principios; pero algunos creyendo era improperio a la Nación lo que realmente era ilustración y doctrina, tomaron la pluma con indiscreto celo, y abusaron injustamente de la defensa. [*XII]

No es negable la dulzura con que el célebre Teatro Crítico corrige y enmienda los errores comunes; y la compostura y modestia con que está escrito, pedían de justicia unos contrarios que civilmente modestos esgrimiesen los aceros de la razón, sin el bastardo orín del dicterio, la maledicencia, y la impostura. Este vicio, enemigo no sólo de la Religión, sino de la policía y buena crianza, tiene más lugar en nuestras plumas que en las extranjeras, en cuyos idiomas se leen y admiran ardientes disputas, apologías, y controversias, guardándose recíprocamente el debido decoro a las personas.

Bien notorio es cuanto ha padecido este Héroe de la República Literaria cuando por inventor, y original de este nuevo medio (que no puede negársele este título) era dignísimo de eternas alabanzas.

Ya descansaba quieto, y al parecer en el puerto, cuando una furiosa repentina tormenta le saca del abrigo, y le obliga a ponerse en alta mar, para evitar naufragio. Publicó el R.P. Fr. Francisco Soto y Marne, Cronista General de la Religión Seráfica, dos volúmenes en cuarto contra varios Discursos del Teatro, con bastantes noticias; pero enorme e infelizmente manchados con tal exceso de palabras, e imposturas, que hicieron de su Apología una corrosiva sátira contra lo justo, y debido: así lo han sentido los doctos.

A medicar esta llaga es la presente Carta, tan colmada de razones, que persuaden es fábula ridícula cuanto del plagio se vocea, sin ser necesaria otra prueba, que ver, además de la que han hecho los Españoles, la estimación que hacen de esta Obra los sabios Extranjeros que saben distinguir entre original, y copia.

Cuando se habla de los Escritores famosos antiguos, y modernos, se debe por justicia citarlos con la veneración y respeto que corresponde a sus méritos, y tareas; pero es lícito, y más en cuestiones naturales y profanas, disentir de sus dictámenes y opiniones, sin que el contradecirlas sea deslucir ni ofender levemente la alta sabiduría que poseyeron. [*XIII] Así vemos prácticamente en las Universidades disputadas, impugnadas, y defendidas variedad de opiniones en la Física y otras ciencias, sin que sea ofensa mínima al Doctor la vehemente instancia del arguyente. De suerte, que aun cuando el Teatro (que lo niego) disintiese voluntariamente, y sin fundamento de la opinión de los antiguos, y en materias indiferentes y libres los impugnase, esto sólo se atribuiría, en el Tribunal de los doctos, a falta de razón; pero nunca a ofensa del respeto.

Llámase novedad el método del Rmo. Feijoo, y por tanto se quiere que sea ligereza, y falacia. Pero éste es un sofisma impropio, y opuesto a la racionalidad; porque si así en general se concibe esta máxima como verdadera; ¿en qué clase, y estimación tendremos a los inventores de las cosas? ¿Será justo que les demos el nombre de novelistas y falaces? Ningún juicioso creo que asentirá a ello; de suerte, que la novedad por sí ni es mala, ni dañosa, antes sí muchas veces utilísima, y conveniente, si el fin, y motivos que la persuaden, no la vician. Hasta ahora los émulos del Teatro no han descubierto algún riesgo, o peligro religioso, o político en su método; con que se deja persuadir, que es útil y digno del mayor aprecio. Ni aun cuando lo que enseña el Teatro se quiera notar como novedad, hallo por donde sea reprehensible, pues lo más notable es tomado de la Física, que se quiere llamar moderna; pero examinado su origen con verdad, y sin pasión, se halla ser más antigua que Aristóteles; de suerte, que los modernos han despertado aquellos principios en que los antiguos fundamentaban sus sistemas. Estos los han resucitado, vistiéndolos, y adornándolos con las flores de un nuevo método, y enriqueciéndolos con los frutos de gran multitud de útiles experimentos, haciendo con la mecánica visibles los teóricos axiomas de su ciencia.

¿Cómo, pues, podremos excusarnos de tributar al Rmo. Feijoo los más eminentes debidos elogios por Autor original de este nuevo camino de las ciencias naturales, a lo menos en nuestra España; cuando vemos por la experiencia, que [*XIV] ha sido el que ha enriquecido los más áridos terrenos de las Naciones extrañas, con ópimos frutos, aun en lo civil, y económico de sus tareas?

Acúsesele en buena hora, que a este fin ha compuesto sus Discursos de ajenas noticias. Nadie pidió a un Jardinero hábil que fabricase flores: que cultive sus semillas, las multiplique, hermosee, y forme de ellas vistosos, y agradables ramilletes, es cuanto puede pedirse del Arte. En esta Obra escogió el Rmo. Feijoo del jardín de las ciencias las más curiosas y apreciadas cuestiones; y con ellas en varios ramilletes, y discursos nuevos, ha brindado a los ingenios de su Nación a imitarle; y siendo dirigida principalmente a darlo así a conocer, y a satisfacer el injusto y temerario cargo del plagio esta Carta, me parece es justo que logre la licencia que solicita.

En ella se verá la estimación que su Obra ha merecido al Supremo Pastor de la Iglesia, a quien le sobra el sublime lugar que ocupa, para que nuestra veneración le reconozca por Héroe de las Letras; la que ha debido a nuestro Monarca, y al mismo tiempo el aprecio de otras insignes plumas, libres de la contemplación, odio, o lisonja.

No encuentro cosa que desdiga a la Fe, ni se oponga a las Leyes de estos Reinos.

Madrid 3 de Septiembre de 1749.
D. Francisco Manuel de la Huerta y Vega.


{Benito Jerónimo Feijoo, Justa Repulsa de Inicuas Acusaciones (Madrid 1749). Texto tomado de la edición de Madrid 1777 (por Pantaleón Aznar, a costa de la Real Compañía de Impresores y Libreros), páginas *XI-*XIV.}