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Moral a Nicómaco · libro octavo, capítulo IX

Relaciones de la justicia
y de la amistad bajo todas sus formas

Al parecer, como ya se dijo al principio, la amistad y la justicia afectan a unos mismos objetos y se aplican a los mismos seres. En toda asociación, cualquiera que ella sea, se encuentran a la vez la justicia y la amistad hasta cierto grado. Se tratan como amigos los que navegan juntos, los que juntos combaten en la guerra, en una palabra, todos los que están asociados de uno u otro modo. A todo lo que se extiende la asociación, se extiende la amistad, porque estos son los límites de la justicia misma. El proverbio que dice: «todo es común entre amigos», es muy exacto, puesto que la amistad consiste principalmente en la asociación y en la mancomunidad. Todo es común igualmente entre hermanos y hasta entre camaradas. En las demás relaciones, la propiedad de cada cual está separada, pero se comunica por otra parte un poco más a estos, un poco menos a aquellos; porque las amistades son también más o menos vivas. [228] Las relaciones de justicia y de derecho no difieren menos; pues que no son unas mismas las que tienen los padres con los hijos, los hermanos entre sí, los camaradas con sus compañeros, ni los ciudadanos con sus conciudadanos. Estas reflexiones se pueden aplicar a las demás especies de amistad. Las injusticias son igualmente diferentes en estas relaciones, y adquieren tanta más importancia según que recaen sobre amigos más o menos íntimos. Por ejemplo, es más grave despojar a un camarada de su fortuna que a un simple ciudadano; es más grave abandonar a un hermano que a un extraño, y golpear a un padre que a cualquiera otra persona. El deber de la justicia se aumenta naturalmente con la amistad, porque una y otra se aplican a los mismos seres y tienden a ser iguales.

Por lo demás todas las asociaciones particulares no son sino porciones de la gran asociación política. Se reúnen los hombres siempre para satisfacer algún interés general, y cada cual saca de la asociación una parte de lo que es útil para su propia existencia. La asociación política tiene evidentemente como único fin el interés común, lo mismo en el principio al constituirse, que después al sostenerse. Este es el objetivo único de los legisladores; y lo justo, según ellos, es lo que conforma con esta utilidad general. Las demás asociaciones sólo tienden a satisfacer partes de este interés total. Así los marinos sirven al Estado en todo lo concerniente a la navegación, sea con relación a la producción de las riquezas, sea bajo cualquier otro aspecto. Los soldados le sirven en todo lo referente a la guerra, ya los mueva el deseo de lucro o de la victoria, ya lo hagan por puro amor patrio. Otro tanto puede decirse de los asociados de una misma tribu, de un mismo cantón. Algunas de estas asociaciones sólo tienen al parecer por objeto el placer; por ejemplo, las de los banquetes solemnes y las de las comidas en que cada cual contribuye con su parte. Se forman para ofrecer un sacrificio en común o por el simple placer de verse juntos; pero todas estas asociaciones están comprendidas en la asociación política, puesto que esta última no busca simplemente la utilidad actual, sino que busca la utilidad entera de los ciudadanos. Haciendo sacrificios, se tributa homenaje a los dioses en estas reuniones solemnes; y al mismo tiempo se da a todos un rato de solaz que es muy grato. Antiguamente, los sacrificios y las reuniones sagradas tenían lugar después de la recolección de los frutos, [229] por ser la época más desocupada del año, y eran como el ofrecimiento de las primicias que se hacia al cielo.

Resulta, pues, que todas las asociaciones especiales son partes de la asociación política; y por consiguiente todas las relaciones y amistades revisten el carácter de estas diferentes asociaciones.

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  Patricio de Azcárate · Obras de Aristóteles
Madrid 1873, tomo 1, páginas 227-229