Obras de Aristóteles Moral a Nicómaco 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 Patricio de Azcárate

[ Aristóteles· Moral a Nicómaco· libro octavo· I· II· III· IV· V· VI· VII
VIII· IX· X· XI· XII· XIII· XIV ]

Moral a Nicómaco · libro octavo, capítulo XI

Relación entre los sentimientos de amistad
y de justicia bajo todas las formas de gobierno

La amistad reina en cada uno de estos Estados o gobiernos en la misma forma que la justicia, y así el rey ama a sus súbditos a causa de su superioridad, que le permite ser benéfico con ellos; porque hace felices a aquellos a quienes gobierna, una vez que, gracias a las virtudes que le distinguen, se ocupa en hacerlos dichosos con el mismo esmero que el pastor cuida de su ganado. En este sentido Homero llama a Agamemnon: «el pastor de los pueblos.» Tal es igualmente el poder paterno, consistiendo la única diferencia en que sus beneficios son mayores aún. El padre es el autor de la vida, es decir, de lo que se mira como el mayor de los bienes; el padre es el que proporciona alimento y educación a los hijos, cuidados que pueden correr igualmente a cargo de los ascendientes de más edad que el padre; porque la naturaleza quiere que el padre mande a sus hijos, los ascendientes a sus descendientes, y el rey a sus súbditos. Estos sentimientos de afecto y de amistad dependen de la superioridad de una de las partes, y esto es lo que nos obliga a honrar a nuestros padres. La justicia, como sucede con el afecto, no es igual en todas estas relaciones; pero se proporciona al mérito de [232] cada uno, absolutamente del mismo modo que lo hace la afección. Y así, el amor del marido por su mujer es un sentimiento semejante al que reina en la aristocracia. En esta unión, las principales ventajas se atribuyen al mérito y recaen en el más digno, y cada cual tiene lo que le corresponde. De este modo también se distribuye en estas relaciones la justicia. La amistad de los hermanos se parece a la de los camaradas: son iguales y poco más o menos de la misma edad; y por tanto tienen de ordinario la misma educación y las mismas costumbres. En el gobierno timocrático, el afecto que se tienen entre sí los ciudadanos se parece al que existe entre los hermanos, los ciudadanos tienden todos a ser iguales y hombres de bien, el mando es alternativo y perfectamente igual, y tal es igualmente el afecto que los ciudadanos se tienen mutuamente.

Pero en las formas degeneradas de estos gobiernos, como la justicia decrece por grados, la afección y la amistad muestran igualmente las mismas fases; y donde menos se encuentra aquella es en la peor de todas estas formas políticas. Así en la tiranía no hay, o por lo menos apenas se encuentra la amistad; porque donde no hay algo de común entre el jefe y los subordinados no hay afección posible, ni tampoco justicia. Entre ellos no hay otra relación que la del artesano con los instrumentos de su trabajo, la del alma con el cuerpo, la del dueño con el esclavo. Todas estas cosas son muy útiles sin duda para los que se sirven de ellas; pero no hay amistad posible con las cosas inanimadas, como no hay justicia para ellas, como no la hay de parte del hombre para el caballo o para el buey, ni de parte del dueño rara el esclavo, en tanto que es esclavo. Esto nace de que no gay nada de común entre estos seres; el esclavo no es más que un instrumento animado, lo mismo que el instrumento es un esclavo inanimado. En tanto que esclavo no puede existir amistad con el; y sólo puede tener lugar en tanto que hombre. En efecto, se establecen relaciones de justicia entre un hombre y otro con tal que puedan ambos tomar parte en la formación de una ley o de una convención; pero las relaciones de amistad son posibles sólo en tanto que son hombres los que la contraen. En las tiranías, los sentimientos de amistad y de justicia tienen escasa expansión. Por el contrario, en la democracia se desarrollan todo lo posible, porque son muchas las cosas comunes entre ciudadanos que son todos iguales.

<< >>

www.filosofia.org Proyecto Filosofía en español
© 2005 www.filosofia.org
  Patricio de Azcárate · Obras de Aristóteles
Madrid 1873, tomo 1, páginas 231-232