Obras de Aristóteles Metafísica 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 Patricio de Azcárate

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Metafísica · libro undécimo · Κ · 1059a-1069a

I
Dificultades relativas a la Filosofía

La filosofía es una ciencia de principios, y esto resulta evidentemente de la discusión que hemos sostenido al comenzar relativamente a las opiniones de los demás filósofos sobre los principios{400}. Pero podría suscitarse esta duda: ¿Debe considerarse la filosofía como una sola ciencia o como muchas? Si se dice que es una sola ciencia, una sola ciencia sólo abraza los contrarios, y los principios no son contrarios{401}. Si no es una sola ciencia, ¿cuáles son las diversas ciencias que es preciso admitir como filosóficas? Además, ¿pertenece a una sola ciencia o a muchas el estudiar los principios de la demostración? Si es éste el privilegio de una ciencia única, ¿por qué dar la preferencia a ésta y no a cualquiera otra? Si corresponde a muchas, ¿cuáles son estas ciencias? Además, ¿se ocupa la filosofía de todas las esencias? [296] Si no se ocupa de todas, es difícil determinar de cuáles debe ocuparse. Pero si una sola ciencia las abraza todas, no se ve cómo una ciencia única pueda tener por objeto muchas esencias. ¿Recae sólo sobre las esencias o recae igualmente sobre los accidentes? Si es la ciencia demostrativa de los accidentes, no es la de las esencias. Si son objetos de dos ciencias diferentes, ¿cuál es una ciencia y cuál otra, y cuál de ellas es la filosofía? La ciencia demostrativa es la de los accidentes; la ciencia de los principios es la ciencia de las esencias{402}.

Tampoco deberá recaer la ciencia que buscamos sobre las causas de que hemos hablado en la física{403}, porque no se ocupa del fin, y el fin es el bien, y el bien sólo se encuentra en la acción, en los seres que están en movimiento, como que es el principio mismo del movimiento. Tal es el carácter del fin. Ahora bien, el motor primero no se encuentra en los seres inmóviles{404}. En una palabra, puede preguntarse si la ciencia que en este momento nos ocupa es o no la ciencia de las sustancias sensibles, o bien si recae sobre otras esencias. Si recae sobre otras, será sobre las ideas o sobre los seres matemáticos. En cuanto a las ideas, es evidente que no existen{405}; y aun cuando se admitiera su existencia, quedaría aún por resolver esta dificultad: ¿por qué no ha de suceder con todos los seres de que se tienen ideas lo que con los seres matemáticos? He aquí lo que yo quiero decir. A los seres matemáticos se les convierte en intermedios entre las ideas y los objetos sensibles, formando una tercera especie de seres fuera de las ideas y de los seres sometidos a nuestros sentidos. Pero no hay un tercer hombre, ni un caballo fuera del caballo en sí y de los caballos particulares. Por lo contrario, si no tiene esto lugar, ¿de qué seres debe decirse que se ocupan los matemáticos? Evidentemente, no es de [297] los seres que conocemos por los sentidos, porque ninguno de ellos tiene los caracteres de los que estudian las ciencias matemáticas. Y, por otra parte, la ciencia que buscamos no se ocupa de los seres matemáticos, porque ninguno de ellos se concibe sin una materia.{406} Tampoco recae sobre las sustancias sensibles, porque son perecederas.

También podría preguntarse: ¿a qué ciencia pertenece estudiar la materia de los seres matemáticos? No a la física, porque todas las especulaciones del físico tienen por objeto los seres que tienen en sí mismos el principio del movimiento y del reposo. Tampoco corresponde a la ciencia que demuestra las propiedades de los seres matemáticos, porque sobre la materia misma de estos seres que da por supuesta, funda sus indagaciones{407}. Resta decir que nuestra ciencia, la filosofía, es la que se ocupa de este estudio.

Otra cuestión es la de saber si la ciencia que buscamos debe considerarse con relación a los principios que algunos filósofos llaman elementos. Pero todo el mundo admite que los elementos están contenidos en los compuestos. Ahora bien, la ciencia que buscamos parecería ser más bien la ciencia de lo general, porque toda noción, toda ciencia, recae sobre lo general y no sobre los últimos individuos. Será, pues, la ciencia de los primeros géneros: estos géneros serán la unidad y el ser, porque son los que principalmente abrazan todos los seres, teniendo por excelencia el carácter de principios, porque son primeros por su naturaleza: suprimid el ser y la unidad; todo lo demás desaparece en el instante, porque todo es unidad y ser. Por otra parte, si se les admite como géneros, las diferencias participarán necesariamente entonces de la unidad del ser; pero ninguna diferencia participa del género, en vista de lo cual no debe considerárselos, al parecer, como géneros ni como principios{408}.

Luego lo que es más simple es antes principio que lo que lo [298] es menos. Las últimas especies comprendidas en el género son más simples que los géneros, porque son indivisibles, mientras que el género puede dividirse en una multitud de especies diferentes. Por consiguiente, las especies serán, al parecer, principios más bien que los géneros. Por otra parte, en tanto que la supresión del género lleva consigo la de las especies, los géneros tienen más bien el carácter de los principios, porque es principio aquello que todo lo arrastra tras de sí.

Tales son las dudas que pueden ocurrir, y, como éstas, otras muchas de la misma naturaleza.

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{400} Véase lib. I, 3.

{401} Véase lib. III, 2.

{402} Véanse los Últimos Analíticos, II, 3.

{403} Los cuatro primeros principios de que se trata en el primer libro, cap. III, y que Aristóteles había enumerado en la Física, II, 3.

{404} Aristóteles ha respondido ya en parte a la objeción que presenta aquí con relación al objeto de la filosofía primera. El lib. XII resolverá las dificultades relativas a la naturaleza del primer motor. La verdad es, como observa Santo Tomás con motivo de este pasaje, que la filosofía trata de las cuatro causas en cuestión, y singularmente de la causa formal y de la causa final, y que el fin supremo de las cosas, que es el motor primero de todas ellas, es absoluta y eternamente inmóvil. Santo Tomás, tom. IV, pág. 136, a.

{405} Véase lib. I, 7, y lib. XIII, 4, 5.

{406} El texto dice χωριστóν... ουθεν. Recuérdese que, según Aristóteles, hay dos clases de esencias, dos clases de definiciones: el σινολον que no es χωριστóν, y la esencia propiamente dicha que existe de suyo y se concibe sin materia. Los seres matemáticos entran en la primera clase, sólo que su materia no es una materia sensible, sino una materia inteligible. De esta materia inteligible es de la que no se les puede separar.

{407} Hemos parafraseado el texto, extremadamente conciso en este punto. La traducción literal hubiera sido completamente ininteligible.

{408} Véase lib. III, 3.


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  Patricio de Azcárate · Obras de Aristóteles
Madrid 1875, tomo 10, páginas 295-298