La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Menosprecio de corte y alabanza de aldea

Capítulo VI
Que en el aldea son los días más largos y más claros, y los bastimentos más baratos.


Es privilegio de aldea que el que morare en ella tenga harina para cerner, artesa para amasar y horno para cocer, del cual privilegio no se goza en la corte ni en los grandes pueblos, a do de necesidad compran el pan que es duro, o sin sal, o negro o mal lludido, o avinagrado, o mal cocho, o quemado, o ahumado, o reciente, o mojado, o desazonado, o húmedo; por manera que están lastimados del pan que compraron y del dinero que por ello dieron. No es así, por cierto, en el aldea, ado comen el pan de trigo candeal, molido en buen molino, ahechado muy despacio, pasado por tres cedazos, cocido en horno grande, tierno del día antes, amasado con buena agua, blanco como la nieve y fofo como esponja. Los que viven en el aldea y amasan en su casa tienen abundancia de pan para su gente, no lo piden prestado a los vecinos, tienen que dar a los pobres, tienen salvados para los puercos, bollos para los niños, tortas para ofrecer, hogazas para los mozos, ahechaduras para las gallinas, harina para buñuelos y aun hojaldres para los sábados.

Es privilegio del aldea que el que mora en ella pueda hacer más ejercicio y tenga más en que embeber el tiempo, del cual privilegio no se goza en los grandes pueblos, porque allí ha de presumir cada uno de ser muy medido en las palabras, recogido en la persona, honesto en la vida, ejemplar en las obras, apartado de conversaciones, paciente en las injurias y no muy visitador de las plazas; por manera que tanto es más tenido uno en la república cuanto menos sale de casa. ¡Oh!, bienaventurada aldea y bienaventurado el que mora en ella, a do cada uno se puede poner libremente a la ventana, mirar desde el corredor, pasearse por la calle, asentarse a la puerta, pedir silla en la plaza, comer en el portal, andarse por las eras, irse hasta la huerta, beber de bruces en el caño, mirar cómo bailan las mozas, dejarse convidar en las bodas, hacer colación en los mortuorios, ser padrino en los bateos y aun probar el vino de sus vecinos. Todas estas cosas se pueden en el aldea hacer sin que nadie pierda su autoridad ni aventure su gravedad.

Es privilegio del aldea que vivan los que viven en ella más sanos y mucho menos enfermos, lo cual no es así en las grandes ciudades, a do por ocasión de ser las casas altas, los aposentos tristes y las calles sombrías, se corrompen más aína los aires y enferman más presto los hombres. ¡Oh!, bendita tú, aldea, a do la casa es más ancha, la gente más sincera, el aire más limpio, el sol más claro, el suelo más enjuto, la plaza más desembarazada, la horca menos poblada, la república más sin rencilla, el mantenimiento más sano, el ejercicio más continuo, la compañía más segura, la fiesta más festejada y sobre todo los cuidados muy menores y los pasatiempos mucho mayores.

Es privilegio del aldea, en especial si es un poco pequeña, que no moren en ella físicos mozos, ni enfermedades viejas, del cual privilegio no gozan los de los grandes pueblos; porque de cuatro partes de la hacienda, la una llevan los locos por chocarrerías que dicen, la otra llevan los letrados por causas que defienden, la otra llevan los boticarios por medicinas que dan y la otra llevan los médicos por sus curas que hacen. ¡Oh!, bendita tú, aldea, y bendito el que en ti mora, pues allí no aportan bubas, no se apega sarna, no saben qué cosa es cáncer, nunca oyeron decir perlesía, no tiene allí parientes la gota, no hay confrades de riñones, no tiene allí casa la ijada, no moran allí las opilaciones, no se cría allí bazo, nunca allí se calienta el hígado, a nadie toman desmayos y ningunos mueren de ahítos. ¿Qué más quieres que diga de ti, ¡oh, bendita aldea!, sino que si no es para edificar alguna casa no saben allí qué cosa son arenas ni piedra?

Es privilegio de aldea que los días se gocen y duren más, lo cual no es así en los soberbios pueblos, a do se pasan muchos años sin sentirlos y muchos días sin gozarlos. Como en el campo se pase el tiempo con más pasatiempo que no en el pueblo, parece por verdad que hay más en un día de aldea que no hay en un mes de corte. ¡Oh!, cuán apacible es la morada del aldea, a do el sol es más prolijo, la mañana más temprana, la tarde más perezosa, la noche más quieta, la tierra menos húmeda, el agua más limpia, el aire más libre, los lodos más enjutos y los campos más alegres. El día de la ciudad siéntese y no se goza, y el día del aldea gózase y no se siente, porque allí el día es más claro, es más desembarazado, es más largo, es más alegre, es más limpio, es más ocupado, es más gozado; y finalmente digo que es mejor empleado y menos importuno.

Es privilegio del aldea que todo hombre que morare en ella tenga leña para su casa, del cual privilegio no gozan los que moran en los grandes pueblos, en los cuales es la leña muy trabajosa de haber y muy costosa de comprar; porque los baldíos a do cortan están lejos y los montes cercanos están vedados. ¡Oh!, cuánto va de invernar en la ciudad a invernar en el aldea, porque allí nunca falta roble de la dehesa, encina de lo vedado, cepas de viñas viejas, astillas de cuando labran, manojos de cuando sarmientan, ramas de cuando podan, árboles que se secan o ramos que se derronchan. Estas cosas son de voluntad, mas cuando se ven en necesidad, pónense a derrocar bardas, a quemar zarzas, a rozar tomillos, a escamondar almendros, a remudar estacas, a partir rozas, a arrancar escobas, a cortar retama, a coger orujo, a guardar granzones, a secar estiércol, a traer cardos, a coger serojas y aun a buscar boñigas.

Es privilegio del aldea que esté cada uno proveído de la paja necesaria para su casa, lo cual no es así en los pueblos ni en la corte, porque allí la leña y la paja y la cebada son las tres cosas que a los señores son menos costosas de pagar y más enojosas de haber. Es necesaria la paja para las mulas que carretean, para los bueyes en invierno, para las ovejas cuando nieva, para el potro en que andan, para las potras que paren, para las muletas que crían, para el horno a do cuecen, para las camas en que duermen, para el fuego a do se calientan y aun para enviar al mercado una carga. El que para todas estas cosas hubiese de comprar la paja, sentirlo había al cabo del año en la bolsa.

Es privilegio del aldea que todos los que moran en ella coman a do quisieren y a la hora que quisieren, lo cual no es así en la corte y grandes pueblos, ado les es forzado comer tarde y frío y desabrido, y aun con quien tienen por enemigo. ¡Oh!, bendita tú, aldea, a do comen al fuego si es invierno, en el portal si es verano, en la huerta si hay convidados, so el parral si hace calor, en el prado si es primavera, en la fuente si es Pascua, en las eras si trillan, en las viñas si plantan majuelo, a solas si traen luto, acompañados si es fiesta, de mañana si van camino, olla podrida si vienen de caza, todo cocido si no tienen dientes, todo asado si quieren arreciar, a la tarde si no lo han gana, o muy temprano si tienen apetito. Tres condiciones ha de tener la buena comida, es a saber: comer cuando lo ha gana, comer de lo que ha gana, comer con grata compañía; y al que faltaren estas condiciones, maldecirá lo que come y aun a sí mismo que lo come.

Es privilegio de aldea que todos los que moran en ella tengan que se ocupar y con quien se recrear; lo cual no es así en la corte y grandes ciudades, a do son muy pocos los de quien nos fiamos e infinitos los que tememos. ¡Oh!, felice vida la del aldea, a do todos los que allí moran tienen sus pasatiempos en pescar con vara, armar pájaros, echar buitrones, cazar con hurón, tirar con arco, ballestear palomas, correr liebres, pescar con redes, ir a las viñas, adobar las bardas, catar las colmenas, jugar a la ganapierde, departir con las viejas, hacer cuenta con el tabernero, porfiar con el cura y preguntar nuevas al mesonero. Todos estos pasatiempos desean los ciudadanos y los gozan los aldeanos.


{Antonio de Guevara (1480-1545), Menosprecio de corte y alabanza de aldea (1539). Edición preparada por Emilio Blanco, a partir de la primera de Valladolid 1539, por Juan de Villaquirán.}

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