La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Una década de Césares
Comiença la vida del Emperador Juliano,
el que compró el Imperio,
copilada por el señor don Antonio de Guevara,
Obispo de Mondoñedo, predicador y chronista y del Consejo de su Magestad.


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Una década de Césares / El Emperador Juliano
Capítulo primero

Del linage y naturaleza del Emperador Juliano.

El Emperador Didio Juliano tuvo por visabuelo a un romano que uvo nombre Saliano, que fue jurisconsulto y dos vezes cónsul y pretor de la ciudad, y murió en el segundo año del Imperio de Nero, y dizen que murió de pura tristeza por ver en poder de tan gran tyrano como era Nero la república. Llamóse su abuelo Salbio Juliano, y éste diose más a las armas que no a las letras, y anduvo en las guerras de Dacia con Trajano y fue capitán de la segunda legión y repartidor de los bastimentos mucho tiempo, y al fin murió en su officio, es a saber: en la guerra contra el rey daco. Su padre se llamó Didio Petronio, el qual ni se dio a la sciencia ni siguió la guerra como sus passados, sino que residió y bivió siempre en Roma trabajando en su hazienda y teniendo officios en la república, y fue muy gran amigo de Antonino Pío y murió so el imperio del buen Marco Aurelio. Su madre se llamó Clara Emilia, noble y generosa romana, y muy gran amiga y parienta de Domicia Lucilla, madre que fue de Marco Aurelio, y assí ella le tractava y favorescía como a hijo y él obedescía a ella como a madre.

El primero officio que tuvo en la república Didio Juliano fue decemvirato, es a saber: ser uno de los diez visitadores del pueblo. Y, dado caso que le faltava edad para tenerle, no le faltó favor para alcançarle, porque Domicia, madre de Marco Aurelio, pidió este officio para él en el Senado. Fue también qüestor dos años arreo, y esto dos años antes que conforme a las leyes romanas lo pudiesse tener, porque avía de tener cumplidos treynta años, y no tenía edad más de veynte y [630] ocho; mas assí como el officio de decemvirato alcançó por ruego de la madre, assí este otro concedieron por favor del hijo, es a saber: de Marco Aurelio.

Ya que Didio Juliano passó de los treynta años, nunca le faltaron en la república officios, porque hasta aquella edad más querían los romanos que se occupassen los mancebos en aprender que no en mandar y governar. Fue Juliano edil y pretor y censor diversas vezes y en diversos años y en interpolados tiempos; mas el officio en que duró él más tiempo fue pretor romano, porque tenía letras para governar y era executivo en el justiciar. Naturalmente era amigo de guerra, y con este desseo fuese una vez a la guerra de Germania, en la qual ni alcançó fama ni augmentó hazienda, porque a la verdad él tenía mejor manera en governar que ardid en pelear. Governó por espacio de tres años la provincia Bélgica, que agora se llama la Suiça, en la qual governaçión se uvo tan venturosamente, que alcançó en ella lo que avía perdido en la guerra, es a saber: mucha reputación en la república y gran hazienda para su casa.

En el segundo año del imperio de Marco reveláronse los que moravan a las riberas del río Albo, que es en el reyno de Bohemia, a la qual commoción acudió Didio Juliano y, como era sabroso en el hablar y sagaz en el negociar, dentro de muy breve tiempo los reduxo al servicio del Imperio Romano. Como se supo en el Senado lo que Juliano en Bohemia avía hecho, túvose dello el Emperador por muy servido y el Senado por muy contento, mayormente que lo avía hecho sin ser rogado ni mandado, y en recompensa deste tan señalado servicio embiáronle el consulado sin ser por él pedido ni menos solicitado. Quando le llegó a Juliano la nueva del consulado, dizen que dixo: «A los immortales dioses juro que ni solicité el consulado, ni aun de alcançarlo me passava por pensamiento, mas en esto paresce claro que solicita más el bueno con buenas obras que no el malo con muchas mañas.» Después que cumplió el año de su consulado, fue embiado a la inferior Germania por pretor, y esta tierra es la que agora se llama Flandes, en la qual estuvo dos años, y dende tornó a Roma, y allí tuvo cargo de los bastimentos, el [631] qual officio era más provechoso que honrroso entre los romanos.

Muerto ya el Emperador Marco, siendo emperador Cómodo su hijo, fue Juliano accusado de traydor, es a saber: que él y Silvio, su tío, tenían concertado de matar a Cómodo, y el que depuso dél fue un noble cavallero que avía nombre Severo; mas, como no pudo provar lo que dezía, dieron por libre a Juliano y cortaron la cabeça a Severo. En un tiempo estuvo Juliano en gracia de Cómodo y en otro tiempo en desgracia, mas después que de la conjuración fue accusado, siempre le tuvo mortal odio, y como conosció esto de Cómodo, assí en las obras que le hazía como en las palabras que le dezía, estávase lo más del tiempo en su casa y excusávase de los officios de la república.

Fue Juliano jurisconsulto, es a saber: en las letras muy doctíssimo, y dízese dél que avía pocos que le sobrepujassen en la sciencia y ninguno que ygualasse con él en la oratoria, porque nunca abogó en el Senado por alguna causa que no alcançasse la victoria della. Era prompto en el hablar, agudo en el proponer y grave en el determinar, y en la estatura del cuerpo fue algo baxo y el rostro tenía blanco y colorado, y començó a canescer desde moço, y en este caso se puede dezir que fue monstruo a natura, porque ni tenía pelo blanco en la barba ni cabello negro en la cabeça. Su muger se llamó Malia Escántila, y no tuvieron más de una hija, la qual uvo nombre Didia Clara, y también en esto como en lo otro se quiso extremar natura, porque la madre fue la más fea romana que jamás se vio en Roma y la hija fue la más hermosa dama que nunca se vio en Ytalia.

Como avía Juliano governado muchos pueblos, y como avía tenido cargo de los bastimentos, y como era el mayor abogado que avía en Roma de pleytos, alcançó a tener muchas joyas y athesorar gran summa de dineros, por cuya occasión desseavan todos los principales romanos ser sus hijos y yernos, lo uno por casar con la hija, que era tan hermosa, y lo otro por heredarle la hazienda, que era tan grande.

Fue Juliano delgado y seco, y de su natural condición colérico, adusto. Nunca bevía vino, y a esta causa comía mucho, [632] aunque es verdad que era tan curioso y tan costoso en las maneras que tenía para bever el agua, que a menos costa pudiera bever vino. Como era ya viejo y rico, y no tenía más de una hija, y aquélla estava ya casada, dávase Juliano a muy buena vida, es a saber: que ya no se occupava sino en yrse a las riberas, passearse por las plaças, recrearse con sus amigos, hablar de los tiempos passados, buscar manjares exquisitos y tener siempre nuevos combidados, por manera que todo lo que le podía dar enojo huýa y todo lo que le podía dar plazer procurava. Mucho tiempo perseveró Juliano en esta manera de bivir en Roma, según la qual vida ni tenía amigos verdaderos ni enemigos formados, porque si le amavan algunos, era porque les dava parte de sus dineros; y si le querían mal otros, era porque no partía con ellos sus riquezas. [633]


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Una década de Césares / El Emperador Juliano
Capítulo II

De cómo se vendió a pregones el Imperio Romano y le compró Juliano.

A la hora que las pretorianas cohortes mataron al Emperador Pértinax, acordaron de hazerse a una y occupar los muros y tomar las puertas de Roma, y esto manu armata, lo uno porque no se levantasse contra ellos el pueblo, lo otro por eligir de su mano emperador romano. Aunque los del pueblo vieron cercada la casa imperial, no pensaron que mataran al Emperador, porque fue fama entre ellos que Pértinax avía salido y que con sus mansas palabras los avía amansado. Mas como succedió después que se retiraron los muchos y fue muerto por los pocos, quando la muerte de Pértinax vino a noticia de la república, ya estava puesta en armas toda Roma. Muy grande era la confusión que aquel día avía en toda Roma, lo uno por ver a Pértinax muerto, lo otro porque el exército estava contrario al pueblo y cada hora estavan para se matar, sino que no sabían quiénes contra quiénes avían de pelear, porque el pueblo quería tomar vengança de los que fueron a su príncipe traydores, mas los del exército no querían entregarlos, por manera que ya eran en el hecho todos culpados, los unos en hazerlo y los otros en aprobarlo.

Los más principales del Senado y muchas matronas romanas y los que se tenían por hombres ricos y los que se presciavan ser mansos y no bulliciosos, de que vieron occupados los muros, tomadas las torres, cerradas las puertas y atajadas las calles de toda Roma, fuéronse a las heredades que tenían en el campo hasta ver en qué parava aquel tan peligroso y escandaloso tumulto, porque tenían ya experiencia que ninguno [634] podía estar en su casa seguro hasta que uviesse emperador nuevo, y que la electión de uno se avía de consagrar con las cabeças de muchos. Visto por las pretorianas cohortes que los más del pueblo avían huydo, y que no avía quien osasse la muerte de Pértinax vengar ni a ellos resistir, perdieron el miedo y cobraron nuevo ánimo, no para enmendar el aviesso que avían hecho, sino para dar y vender el Imperio Romano.

Fue, pues, el caso que se subió encima del muro que estava a la puerta Salaria un hombre darmas, el qual en nombre del exército dava pregones, y a grandes bozes dezía: «¿Ay quien dé más por el Imperio Romano? ¿Ay quien le ponga en prescio? Porque quien diere por él más dineros se le daremos por suyo.» De quantas injurias y affrentas y calamidades que los gallos y los assirios y los hunnos y los godos y los longobardos hizieron a Roma, ninguna se le yguala con ésta, es a saber: poner en pública almoneda la grandeza y magestad romana. Gran lástima fuera de verlo, que aun agora la pone escrevirlo, ver y oýr pregonar quién dava más dinero por el Imperio Romano, al qual en otro tiempo dava todo el mundo tributo. Deste tan notable exemplo deven los príncipes y grandes señores tomar exemplo de ver quánta mutabilidad ay en las cosas deste mundo, pues los mismos que vieron a Roma ser señora de tantos y tan grandes reynos, la vieron vender y pregonar y comprar por dineros.

Todos los veteranos y los patricios y los antiguos romanos no se hartavan de llorar en sus casas de que veýan los pregones que se davan encima de las almenas, y lo más que sentían era la gran infamia que de ponerla en prescio se le seguía a Roma, y que por ventura no comprasse algún tyrano el señorío de la república. Los que quisieran comprar el Imperio no tenían dinero, a causa que Cómodo se lo avía tomado todo, y los que le podían comprar de lástima y vergüença no lo querían hazer, porque según la injuria que hazían a su madre Roma no se podía dezir que la compravan por dineros, sino que la vendían a sus enemigos.

Anduvo, pues, el señorío de Roma y la grandeza del Imperio en públicos pregones por espacio de tres días, el qual ninguno quiso comprar ni aun en prescio poner, sino que los [635] pretorianos estavan desesperados porque no le compravan y los de la república estavan tristes porque le vendían. El quarto día después que Pértinax fue muerto, como Didio Juliano estuviesse con mucho plazer cenando y le dixessen que andava en pregones el Imperio, la muger y la hija y el yerno persuadiéronle que se atreviesse a comprarle, pues los pretorianos se desvergonçavan a venderle. Visto por Juliano lo que por una parte dezían los pregones y por otra lo que le persuadían los suyos, dexó de comer y abaxó la cabeça, y púsose a pensar muy profundamente en aquella empresa, es a saber: si era poquedad dexarla o si cometía vileza en comprar por dineros el señorío de la república. Estando, pues, Juliano consigo mismo muy pensativo y indeterminado, tornó la muger y la hija y los parientes a dezirle que no era tiempo ya de cevarse de pensamientos, sino de aprovecharse de los dineros, y que mirasse también que menos mal era comprar él el Imperio con sus thesoros proprios, que no como le alcançaron otros con vidas agenas, y que no curasse de poner más dilaciones en la venta, pues los pretorianos se enojavan y los pregones se acortavan.

Como de su natural era Juliano superbo, y se halló rico, y se vio de los suyos importunado, acordó de comprar el Imperio, y para esto vase luego al pie de la muralla y da bozes a las guardas que estavan encima, diziendo que ya sabían cómo él era en sangre patricio y en riquezas el más rico y que él les daría tanto dinero por el Imperio, que se espantassen de verlo y se cansassen en contarlo.

El cónsul Sulpiciano, suegro que fue del Emperador Pértinax, solicitava de secreto que los pretorianos le diessen el Imperio, y esto no que le comprasse él, sino que le eligiessen ellos; mas los pretorianos aunque veýan que era romano generoso y que cabía muy bien en él el Imperio, no osavan ponerse en sus manos, porque después acordándose de la muerte de Pértinax, su yerno, no hiziesse en ellos algún riguroso castigo. Era Sulpiciano varón cuerdo, sabio, reposado y anciano, y a voluntad del Senado y a petición del pueblo a él y no a otro se diera el Imperio; y cierto si no fuera por el gran parentesco que con Pértinax tuvo en aver sido su [636] suegro, más quisieran dársele a él de balde que a otro por dineros.

Muy desesperados estavan los pretorianos de ver que no les davan por el Imperio dineros, aunque avía ya quatro días que públicamente le pregonavan y desvergonçadamente le vendían; mas como vieron que Juliano se avía llegado al muro y ponía en prescio el Imperio, echan luego las escalas y súbenle encima de las almenas. Ya que Juliano se vio en gracia de los pretorianos y los pretorianos le tuvieron en sus manos, ellos le pidieron mucho de lo que posseýa, y él les offresció más de lo que tenía. Fue, pues, el caso que ellos con él y él con ellos capitularon entre sí quatro cosas, ninguna de las quales fue en honrra de Roma y menos en provecho de la república. Lo primero que capitularon fue que les diesse luego trezientos mil sextercios, y lo segundo que ni vengasse la muerte ni substentasse la fama del Emperador Pértinax. Lo tercero, que tornasse las estatuas y renovasse la memoria de Cómodo. Lo quarto, que libremente pudiessen hazer so su imperio lo que hazían en el tiempo de Cómodo, por manera que Juliano no sólo compró el Imperio por dineros, mas aun les dio licencia para que fuessen viciosos.

Esto hecho y capitulado, rematóse la venta del Imperio en Juliano y tomáronle luego los pretorianos en medio, y llévanle por toda la ciudad diziendo a grandes bozes: «¡Biva! ¡Biva el Emperador Juliano, Cómodo semper Augusto!» Quiso Juliano tomar el sobrenombre de Cómodo por hazer plazer a los que le avían vendido el Imperio, los quales en la criança eran de Cómodo criados y en las costumbres y vicios como naturales hijos. [637]


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Una década de Césares / El Emperador Juliano
Capítulo III

Del grandíssimo odio que tomaron los romanos contra Juliano porque compró el Imperio.

Criado en emperador Juliano, lo primero que hizo fue offrescer a los dioses sumptuosos sacrificios, porque ésta era la costumbre de los nuevos emperadores romanos. Embió luego por el dinero que tenía en su thesoro para pagar a los que le avían vendido el Imperio, y fue cosa monstruosa de ver las joyas que sacava y la diversidad de monedas que tenía, y la causa desto era que, como él avía sido governador en diversos reynos, tenía de todos ellos dineros.

Luego que Juliano alcançó el imperio, traxo a su muger y a su hija a palacio, las quales tomaron el nombre de Augustas y començáronse a servir no como emperatrizes, sino como diosas, porque, según el fausto que mostravan y la presumpción que tenían, más querían que las adorassen, que no que las sirviessen. El cónsul Sulpiciano, a la hora que supo aver Juliano comprado el Imperio, fuese a una heredad que tenía en el campo, y Juliano dio su officio a Cornelio Repentino, yerno suyo, el qual dezían parescer mucho a Cómodo, es a saber: en la dispusición del cuerpo y en la corrupción de las costumbres.

Dio Juliano immensas gracias a los del exército por averle dado el Imperio lo uno y porque llamaron Augustas a su muger y hija lo otro, y aun porque le llamaron sin él lo pedir «Padre de la Patria», el qual título era el más famoso que dava a sus emperadores Roma. Otro día después que le llamaron Pater Patrie, amanescieron escriptas en sus puertas estas letras: «P. U. E. P.» En latín quieren dezir: [638] «Proditor, venditor, emptor patrie.» Como si en romance dixesse: «Tú eres el traydor y el vendedor y el comprador de la patria.»

Inextinguible fue el furor y odio que tomaron todos los del pueblo con Juliano, no por más de porque avía comprado el Imperio, y este rencor y aborrescimiento no lo tenían tan abscondido en sus coraçones, que no lo pregonavan con las lenguas y aun le mostravan con las manos, porque el día primero que salió por Roma, no sólo contra él por las calles blasfemavan, mas aun desde las ventanas le apedreavan. Ni comían, ni cenavan, ni caminavan, ni hablavan de otra cosa en Roma y en toda Ytalia sino de la trayción que avían hecho los pretorianos en vender el Imperio y de la maldad que avía cometido Juliano en comprarlo.

Yendo el Senado al alto Capitolio a visitar al nuevo Emperador, hiziéronles resistencia, no los consintiendo yr allá. Y esto no fue con gente armada, sino que los mochachos por las calles los apedreavan y las mugeres desde las ventanas los maldezían, lo qual visto por el Senado acordaron por entonces de tornarse a sus casas, no menos corridos que temerosos y temerosos que corridos. Lloravan todos en sus casas muchas lágrimas y offrescían a los dioses muchos sacrificios, pidiéndoles y rogándoles que tuviessen por bien de quitar a Juliano muy en breve la vida y de los que mataron a Pértinax tomassen vengança.

Queriéndose un día jugar los juegos circenses, como estuviesse puesta en lo más alto del theatro la silla imperial do se avía de sentar Juliano, atreviéronse unos del pueblo no sólo a quitarla, mas aun a quebrarla, y él como era sabio y cuerdo, sintiólo como hombre y dissimulólo como discreto. Allende de lo que dezían dél en absencia, le desacatavan en presencia, y muchas vezes le acontescía oýr con sus proprias orejas palabras no poco lastimosas y injuriosas, sino que era él tan astuto en lo que dezía y tan dissimulado en lo que oýa, que todas las injurias que le dezían y hazían, o las tomava de burla, o dissimulava que no las oýa.

Naturalmente era Juliano príncipe muy urbano, es a saber: cortés, bien criado, affable, gracioso y regozijado, y honrrava y acatava a cada uno según el merescimiento de su persona y [639] el estado que tenía; mas con todas estas cosas ni podía ganar amigos ni aplacar a los enemigos. Ni Catilina con sus tyranías, ni Silla con sus sediciones, ni Nero con sus crueldades, ni Cómodo con sus vicios fueron universalmente tan malquistos en el Imperio Romano como lo fue este Didio Juliano, y fue este aborrescimiento tan excessivo, que cerravan los ojos por no le ver y se abstenían de murmurar por no le nombrar. De que veýan por la calle passar algún cavallo en que él andava, todos rogavan a los dioses que le arrastrasse, y de que llevavan a su despensa algo que comiesse, todos dezían que con ello se ahogasse. Finalmente todos aborrescían su vida y todos desseavan su muerte.

Los que querían mal a Juliano sembraron por el pueblo que el día que mataron los pretorianos a Pértinax él avía hecho en su casa un generoso y curioso combite en el qual dio a comer ostras del mar Adriático y capones de Capua, y dio a bever vino de Creta y agua de Cantabria, y lo peor de todo, que tuvo música quando comía y baylaron y dançaron después de comer. Otros dizen que esto fue falso, sino que aquel día él se estuvo en su casa y de pura tristeza de ver muerto a Pértinax no comió aquel día hasta que al cuerpo muerto dieron sepultura.

También dizen que Juliano, aunque era regozijado, plazentero y vicioso, no se desmandava en gastar extraordinario, y que era impossible aver él hecho combite tan sumptuoso, porque muchas vezes fue a todos notorio no comerse en su casa más de una liebre por espacio de tres días, y ésta con que se la uviesse alguno embiado, que no porque él la uviesse comprado. Era tan mísero en el gastar y tan desseoso de ahorrar, que si no era en días de sacrificios o tenía combidados, no se comía bocado de carne en su casa, sino que se passava con sola ortaliza. Muchas costumbres malas que avía quitado Pértinax de la república, las quales avía introduzido en su tiempo Cómodo, consintió que los pretorianos y otros hombres viciosos se tornassen a ellas, y esto hazía él no porque avía gana que los exércitos fuessen viciosos, sino por no cobrarlos por enemigos.

Todas las vezes que delante él se offrescía a hablar de Pértinax, [640] su predecessor, ni dezía bien ni dezía mal, sino que mudava la plática o dissimulava lo que oýa. Preguntado por qué nunca aprobava o condenava lo que de Pértinax delante dél dezían, respondió: «Por una parte fue tan sancto Pértinax, que no ay en él qué reprehender, y por otra fue tan malquisto de los pretorianos, que no le oso delante dellos loar.» [641]


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Una década de Césares / El Emperador Juliano
Capítulo IV

De dos capitanes romanos que se revelaron contra él, es a saber: Severo y Pescenio.

En los tiempos que Juliano compró el Imperio en Roma, era pretor de los exércitos en Assiria uno que avía nombre Pescenio Nigro, al qual sobrepujava Juliano en riquezas, mas él excedía a Juliano en virtudes. Era Pescenio hombre gruesso, robusto y animoso, y naturalmente era más dichoso en las cosas de la guerra que no fortunado en la governación de la república, y todo esto le procedía de no tener temor en los peligros y de no tener suffrimiento en los trabajos.

A las primeras letras que rescibió Pescenio del Emperador Juliano dizen que respondió: «El Imperio Romano no suele dexarse governar por tan mal hombre como es Juliano. Por esso, si el mandato es solamente del Emperador, obedézcole; mas si lo manda Juliano, apello de su mandamiento.» Fue, pues, el caso que dende en adelante, quando de Roma se embiava algún mandato a Pescenio, no se nombrava en la firma por su nombre Juliano, sino que solamente firmava «Emperador de Roma». Después que esto fue descubierto, hazíanse en Roma grandes apuestas sobre quál era más de loar: el ánimo de Pescenio en tal cosa intentar o la paciencia de Juliano en quererlo dissimular.

Governava assimesmo los exércitos del Yllírico en aquel tiempo un capitán que avía nombre Septimio Severo, nascido en Áffrica y criado que fue en Roma, el qual era en la justicia recto, en la condición áspero y en las cosas de la guerra varón fortunatíssimo. Este Septimio Severo, desde la hora que supo ser muerto el Emperador Pértinax y que avía succedido [642] en su lugar Juliano, ni letra quiso rescebir ni mandamiento obedescer que le viniesse por parte de Juliano, ni tampoco del Senado, diziendo que ellos por lo consentir y él por el Imperio comprar se avían inabilitado para poder mandar y governar. Y dixo más: «Mal amigo fue Juliano de Pértinax, pues vendió su sangre a los enemigos y compró su Imperio por dineros.»

Fue, pues, el caso, que Pescenio en Assiria y Severo en el Illírico se amotinaron y revelaron con todos sus exércitos contra Juliano, lo qual, como fuesse sabido por él, dizen que dixo: «Conserven los dioses en mi servicio a los que están en paz, que poco se me da se despidan los que están en la guerra.» Aunque Juliano esto dixo en público, otra cosa sentía en lo secreto, y conosciósele después más en las obras que hizo que no en las palabras que dixo.

Si Severo aborrescía a Juliano, no por cierto Juliano amava a Severo, porque a la hora que supo que contra él se avía revelado, acabó con el Senado que Severo fuesse pregonado por enemigo público del Pueblo Romano y fuessen despedidos y condennados todos los de su exército. Proveyó el Senado a ruego de Juliano que fuesse a Assiria y al Illírico Vespertino Cándido, varón viejo y consular, el qual no sólo no fue obedescido de los exércitos, mas aun ni oýdo, y la causa desto fue por la infame embaxada que llevava y porque fue en otro tiempo muy malquisto, siendo pretor en la guerra. De que se bolvió a Roma Vespertino Cándido, tornaron a embiar al Illírico a Valerio Catulo, mas poco les aprovechó, porque si desobedescieron las provisiones de Cándido, corrieron a lançadas a Valerio.

Tornados a Roma Cándido y Valerio, tornó Juliano a embiar a Aquilio Centurio, el qual llevó mandato de matar a Severo, y esto en qualquier manera que pudiesse, es a saber: peleando con él en el campo o dándole veneno en secreto. Avisado Severo de cómo el Senado y el Emperador Juliano embiavan la tercera vez a Aquilio contra él, determinóse de sacar sus huestes del Yllírico y de venir a Roma a buscar a Juliano, y diose en el camino tanta priessa, que quando Aquilio salió de Roma, ya Severo estava en los confines de Ytalia. [643] Increýble fue el espanto que cayó sobre los romanos de que supieron que Severo venía contra ellos con todos sus exércitos, y púsoles más espanto ver que era capitán de Roma y hasta allí avía sido gran deffensor de la república, y aun porque se apressuró tanto en el camino y traxo tan recogido su exército, que en un mismo día supieron su venida y le vieron la cara. Los capuanos embiaron una solenne embaxada a Severo para saber dó yva y a qué yva y a offrescerle socorro y ayuda, a los quales Severo rescibió con mucha benignidad y les dixo estas palabras en mucha poridad:

Yo no vengo a destruyr a Ytalia, ni he tomado las armas para yr contra mi madre Roma. A lo que vengo son a tres cosas, es a saber: a rescatar el Imperio de manos del tyrano Juliano que le compró; y a vengar la muerte del Emperador Pértinax, viejo que fue y honrrado; y a reformar el Senado de los que se atreven en él a dar mal consejo, porque no menos pienso que sirvo a mi república en alimpiarla de viciosos que en echar della a sus enemigos.

Lo que Severo dixo a los embaxadores de Capua en secreto, luego ellos lo dixeron en público, lo qual sabido en Roma tomaron los del Senado mucho pesar y los del pueblo muy gran plazer, porque los unos esperavan libertad y los otros temían el castigo. Juntó toda la más gente que pudo de guerra Juliano y embióla contra Severo, y crió por capitán de su campo a Tulio Crispino, el qual, como supo que ya Severo avía tomado a Rávena y a toda la tierra circunvezina, tornóse a Roma, el qual femenil hecho hizo desmayar a Juliano y poner mayor ánimo a Severo. Mandó assimesmo Juliano que hiziessen alarde en el campo Marcio todos los exércitos pretorianos, y salió él mismo a verlos y contarlos. Mas, cotejados los que allí vinieron con las nóminas de los que estavan escriptos y llevavan del sueldo dineros, de tres partes no acudió la una; y de allí colligió Juliano que no venía Severo en confiança de solos los que traýa consigo de la guerra, sino de los que estavan también en Roma.

Muy gran plazer tomavan todos los populares de ver cómo [644] a Juliano los capitanes le desamparavan y los pretorianos no le acudían, porque cada día les crescía el odio contra él y el amor con Severo. No por esso dexava Juliano de procurar bastimentos, reparar los muros, hazer fossos, adereçar los ingenios y echar corredores por los campos; mas todo esto le aprovechava muy poco al triste Emperador Juliano, porque si él tenía los muros de Roma, su enemigo Severo tenía los coraçones de los romanos. Tuvo Juliano sospecha que Leto y Marciano, dos varones consulares que eran y de gran reputación, se carteavan con Severo, a los quales mandó matar sin que los accusassen ni ellos se excusassen. [645]


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Una década de Césares / El Emperador Juliano
Capítulo V

De cómo por mandado del Senado fue muerto el Emperador Juliano.

Hasta que Juliano mató a los dos varones consulares no le tenían los romanos sino por cobdicioso y ambicioso; mas dende en adelante infamávanle de cobdicioso y ambicioso y sospechoso y cruel, porque era ley entre ellos muy usada de no quitar al ciudadano romano la vida sin primero oýr la disculpa de su culpa. De que vio Juliano que por aver muerto a Leto y a Marciano el Senado se avía entristescido y el pueblo escandaliçado, vínole muy gran arrepentimiento, mas aprovechóle muy poco, porque ya no era en su mano de dar a los muertos la vida, ni reconciliar a los bivos en su gracia. Mucho se deven guardar los príncipes y los ministros de justicia de no se fiar en sus sospechas ni ser coléricos ni acelerados en las execuciones dellas, porque les acontesce después que lo que hizieron en un día tienen que remediar y aun que llorar toda su vida.

Con mucha instancia rogó Juliano al Senado que ellos y los sacerdotes y las vírgines vestales saliessen en processión contra el exército de Severo, para ver si aplacarían con ruegos lo que él no podía resistir con armas. A este ruego resistió el cónsul Faustio, diziendo que no convenía saliessen los del Sacro Senado ni los sacerdotes de los templos, ni las sanctas vírgines vestales a entender en cosas de guerra, porque el officio de los tales era entrevenir con los dioses para que les diesse paz. Y dixo más el cónsul Faustio: «El que possee el imperio y no sabe deffender el Imperio indigno es del imperio.» Quanto desplugo esta respuesta a Juliano, tanto plugo a [646] todos los del Senado, y assí fue que él no alcançó lo que desseava y ellos le dixeron lo que querían.

No contento Juliano con lo hecho, llamó en secreto a ciertos capitanes amigos suyos, a los quales mandó que se armassen y de súbito entrassen en el Senado y dixessen a todos los senadores que escogiessen una de dos cosas, es a saber: perder las vidas o obedescer sus mandamientos. Entre los otros capitanes, avía uno que se llamava Crispino, el qual dixo a Juliano:

Gran enemigo devía ser tuyo el que te dio este consejo, porque si bien te acuerdas, por tu amor declaró el Senado por su enemigo a Severo, y si agora los intentas matar, responderán que te quieren obedescer, y por otra parte a Severo declararán por amigo del pueblo y a ti por enemigo suyo. (Y dixo más.) Nunca los dioses manden que tal tú mandes ni que yo haga, porque si es malo el que mal aconseja, muy peor es que el mal consejo executa.

Mudó, pues, de parescer Juliano, y tractó con el Senado que él partiría con quien ellos quisiessen el Imperio, lo qual ellos amaron oýr, mas no osaron al presente en ello hablar, porque estava ya Severo tan cerca de Roma, que era más en su mano de tomar el Imperio que no darse por manos del Senado. Acordó Juliano de embiar a su capitán Crispino contra Severo, y Severo embió contra Crispino a otro capitán suyo que avía nombre Julio Lacio, el qual venció el exército y mató a Crispino.

De que vio Juliano que prevalescían sus enemigos y le desamparavan sus amigos, acordó de tomar lengua de los agoreros y encantadores para saber qué fin era el suyo y qué ventura la de Severo. Fue, pues, el caso que, después de aver juntado muchos agoreros en su casa, hízoles hazer muchas agorerías y cantar y rezar muchas cosas torpes y espantables y feas, y según contavan después los que allí se hallaron, a él mismo se le demudava la cara y se le espeluznavan los cabellos y mostrava tener grandes temblores. Entre otros encantamentos, hizieron uno en torno de unos espejos, es a saber: que, atapados los [647] ojos y puesto a las espaldas un espejo y dichas ciertas palabras, veýan en el espejo puesto a las espaldas como si le tuvieran en las manos, y allí vio un agorero cómo Severo entrava en Roma y a Juliano desamparavan todos.

Fuese Juliano a los senadores y rogóles que le diessen su parescer en lo que avía de proveer y hazer, porque Severo se allegava y la fortuna a Severo favorescía y a él contradezía. Ninguno de los del Senado le respondió palabra si no fue el cónsul Geminio, el qual le dixo: «Ni eres digno de consejo ni merescedor de remedio, pues dexaste a los senadores que te avían de aconsejar y te fuyste a los agoreros que no te podían sino engañar, porque en tal caso, si la fortuna sentías siniestra, más sano y más seguro consejo era yrte a los sacerdotes que aplacassen a los dioses con sus sacrificios que no a los agoreros que los indignassen con hechizos.»

Embió Juliano a Capua la gente toda de su guarda y a todos los gladiatores de Roma, y embió por capitanes a Lelio Ticiano y a Claudio Pompeyano, y esto hizo él porque pensasse Severo que, pues tenía ánimo para embiarle a offender, mejor le ternía para le esperar. Era consuegro de Juliano uno que avía nombre Atratinense, al qual rogó y persuadió Juliano que tomasse la mitad del Imperio, por manera que ambos a dos se intitulassen emperadores romanos, y junto con esto jurávale y perjurávale que no lo hazía por remediar la necessidad en que estava, sino por el amor que le tenía, el qual respondió:

Esso que me dizes, Juliano, sey cierto que ni lo tengo de hazer ni aun lo amo oýr, porque para governar el Imperio soy ciego, para trabajar soy flaco y para le gozar soy ya viejo; quánto más que, según la edad que tengo y los trabajos que he passado, más estoy para hazer paz con los dioses que no emprender la guerra con los hombres.

Toda la gente de la guerra que estava en Etrucia se passó al servicio de Severo y nunca quiso rescebirlos hasta que juraron no aver sido en la muerte de Pértinax culpados. Amanesció una mañana Severo dos leguas de Roma con todo su [648] exército, lo qual sabido por el Senado, juntáronse todos y determinaron dos cosas, es a saber: que a Juliano se le quitasse el imperio y le privassen de la vida, y que en su lugar fuesse Severo emperador. Salió, pues, uno de los senadores del Senado y dixo a altas bozes a todos los del pueblo se tuviessen por dicho que por auctoridad del Sacro Senado era Juliano privado del imperio y en su lugar era Severo por su emperador eligido.

Immenso fue el plazer que tomó todo el pueblo de oýr que a Juliano avían privado del imperio y luego a la hora quien más podía, más presto salía a rescebir al nuevo emperador, y ninguno passava por casa de Juliano que no apedreasse las ventanas o no escupiesse en las paredes. A la hora que salió el Senado a rescebir a Severo, embiaron un cavallero que matasse a Juliano, el qual como le dixesse la triste embaxada que le traýa, con muchas lágrimas le rogó Juliano que no le matasse hasta que se viesse con Severo, mas aquel cavallero no osó hazer menos de cortarle la cabeça, porque el Senado estava esperando a la puerta Salaria y avía jurado de no salir a rescebir a Severo hasta que supiessen de cierto cómo quedava ya muerto Juliano.

Muerto el infelice Emperador Juliano, su muger Malia y su hija Escutila tomaron el cuerpo y enterráronle en un sepulchro de su visabuelo, a la mano derecha del camino Lavicano. Fue Juliano muy notado de goloso, y de jugador, y de cobdicioso y ambicioso, y por otra parte fue piadoso, amoroso y eloqüente, grave y astuto. Bivió cinqüenta y seys años y quatro meses. Imperó onze meses y cinco días. Después de muerto ni hizieron honrra funeral a su cuerpo ni tampoco hizieron desacato a su sepulchro. Éste, pues, fue el fin de Juliano, el qual siendo viejo y honrrado y rico quiso a trueque del Imperio dar la hazienda, aventurar la fama y perder la vida.

Fin.


{Antonio de Guevara (1480-1545), Una década de Césares (1539). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo I, páginas 335-904, Madrid 1994, ISBN 84-7506-404-3.}

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Antonio de Guevara
La versión de la Década de Césares, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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