La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Libro áureo de Marco Aurelio

Capítulo III
De las muchas sçiençias que aprendió Marco Aurelio Emperador, y de una carta que escrivió a un amigo suyo llamado Polión.


Preguntado Apollonio (según dize Philóstrato) quién fuese el más rico del mundo, respondió: «El más rico es el más sabio.» Tornando a preguntar quién fuese el más pobre, respondió: «El más pobre es el más simple.» Fue por çierto sentencia digna de tal persona, la verdad de la qual cada hora vemos por experiençia. El hombre sabio, resvalando en muy varios casos de la fortuna se tiene, y el hombre simple en las muy pequeñas occasiones de la vida, aun no tropeçando, cae. No ay caso, por perdido que sea, que puesto en mano de un sabio dél no esperemos remedio; y no ay caso, por ganado que sea, puesto en mano de algún simple que no se espere perderlo. Preguntado Xenophonte philósopho de dos cosas quál eligirían: ser simple y sublimado o ser sabio y abatido, respondió: «Yo tengo muy gran compassión al loco sublimado, y tengo muy gran embidia al sabio abatido, porque el sabio, sólo que le den el pie, subirá para no caer, y el loco, sólo que le dé un baibén la fortuna, caerá para no se levantar.» El padre que muere dexando a su hijo pobre y sabio piense que le dexa mucho, y el que le dexa rico y loco piense que le dexa nada.

Estas cosas considerando Annio Vero, padre del Emperador, como padre que de coraçón amava a su hijo, no fue contento con darle un maestro que lo hiziese virtuoso y deprendiese una sciencia con que occupase su juizio, pero diole muchos maestros que le refrenasen de viçios y mandó que deprendiese [32] muchas sciencias porque tuviese más exercicios. Quánto aya trabajado en deprender, y quántas sciencias y con quánta voluntad las deprendió, y qué es lo que siente en este caso, escrívelo él mesmo desde Agrippina, que agora es Colonia, a Apolión su amigo por estas palabras:

Maravíllaste, amigo, porque al cabo de mis días no dexo de deprender nuevas cosas. El que sólo tiene un manjar y no puede comer dél, dexado aquél que por aventura le era sano, acomete comer otros, aunque vee que le son dañosos. Esta excellencia tiene el que se vee con diversos manjares: que, teniendo hastío de uno bueno, puede comer de otro mejor. El que fuere sabio, sin más declararlo me avrá entendido.

Como todas las artes al fin harten, y todas las sciencias, por dulçes que sean, al fin al fin empalaguen, el que no sabe más de una sciencia, aunque sea sabio, corre mucho peligro; porque, teniendo hastío de aquella, occupa en otras cosas dañosas la vida. Los varones heroicos que, sacudida la pereza, dexaron de sí eterna memoria, no sólo quisieron aprender una sciencia con que azerasen sus juizios, pero trabajaron no menos de deprender otras muchas con que los aguzasen desque se le parasen botos. En todas las cosas naturales con muy pocas dellas naturaleza se arta si no es el juyzio y el entendimiento, que aun con muchas se siente ambriento. Y pues el entendimiento tiene tal condición que con la libertad se desmanda, con la ligereza se encumbra, con la sotileza penetra, con la biveza cognosce y con la ignorancia se derrama, necessario es con tiempo remontarle a cosas muy arduas antes que se abata a cosas civiles. Todos los daños corporales que a los mortales pueden succeder, o las medicinas los sanan, o la razón los remedia, o el tiempo largo los cura, o la muerte los ataja. Sólo al entendimiento offuscado en errores y depravado en malicias ni medicina le sana, ni razón le encamina, ni consejo le aprovecha. Los antiguos philósophos, en aquel siglo glorioso y en aquella edad dorada, no sólo deprendían una cosa con que sustentasen su vida y augmentasen [33] su fama, pero sudavan por saber todo lo que se sabía y de nuevo buscavan más que saber.

En la Olympiada septuagésima quinta, ayuntadas muchas gentes a las vertientes del monte Olimpo a celebrar sus juegos, acaso vino allí un philósopho thebano que todo lo que traýa consigo por sus manos proprias avía sido labrado: los çapatos él los avía hecho; el sayo él le avía cosido; la camisa él la avía texido; los libros él los avía escripto; y assí de todas las otras cosas. Espantadas todas las gentes que allí estavan iunctas de tan gran mostruosidad en un hombre, fue por muchos muchas vezes preguntado dónde tantas cosas avía deprendido. Respondió: «La pereza de los hombres ha causado que una arte se dividiese por muchas artes. Lo que agora saben todos era obligado a saber sólo uno.» Cierto respondió muy altamente este philósopho, y por cierto los que lo oyeron avían de quedar tan afrontados destas palabras quanto el philósopho vanaglorioso de sus vestiduras.

Quéxese cada uno de su descuido, y ninguno culpe al tiempo, que es breve, y a nuestra naturaleza, que es flaca; porque no ay cosa tan dura que no se ablande, ni tan alta que no se alcançe, ni tan apartada que no se vea, ni tan sotil que no se sienta, ni tan obscura que no se aclare, ni tan profunda que no se descubra, ni tan entera que no se desmiembre, ni tan desmembrada que no se ayunte, ni tan perdida que no se gane, ni tan impossible que no se conserve, si de todo coraçón en buenos exerçiçios occupamos las fuerças y nuestro entendimiento empleamos en cosas altas. No niego que es para poco nuestra naturaleza, pero también confiesso que muy para menos la haze nuestra pereza.

Querría yo preguntar a los hombres malos que rogamos sean buenos, y ellos luego appellan de nuestros consejos para la carne, diziendo ser flacos, cómo para inventar males tienen juizio, para ponerlos en obra tienen fuerças y para perseverar en ellos jamás les falta constançia. Esto se causa que en los vicios y miserias nos llamamos naturales para los cometer, y en las virtudes y proezas nos llamamos [34] estraños y flacos para las obrar. Ninguno infame a la naturaleza que es flaca, ni levante a los dioses que son crueles, porque no menos habilidad tenemos para lo bueno que promptitud para lo malo. No diga alguno «Quiero y no puedo apartarme del vicio», que mejor dirá «Puedo y no quiero seguir la virtud». No quiero infamar reynos estraños, sino hablar de nuestros latinos, y por ellos verán quiénes fueron en los males y qué tales pudieran ser en los bienes.

Pregunto los gastos que hizo Marco Antonio con Cleopatra, la proscripción que hizo Sylla de los nobles de Roma, la coniuraçión que inventó Catilina contra su patria, la sangre que se derramó por causa de Pompeyo en los campos de Pharsalia, el robo que hizo Julio César del erario, las crueldades que usó Nero el cruel con su madre, los strupos que cometió Calígula con sus hermanas, la traición que hizo Bruto contra su padre Gayo, las liviandades y crueldades de Domiciano con las vírgines vestales, las traiciones que usó Julio Patroclo con los sículos, los insultos que hizo Vulpio Lemarino en los templos de Campania. Querría yo saber éstos que aquí cuento y otros muchos que dexo, las fuerças y mañas que emplearon en tantos males, quién les quitó las empleasen si quisieran en otros bienes.

Esto todo he dicho, amigo mío Polión, por responderte a lo que me preguntas, y es en qué sciencias he gastado mi tiempo. Pues oye, que a mí plaze dezírtelo. Annio Vero, mi padre, a mí me dio no más de ocho años de infançia, los quales pasados hasta los diez a leer y escrevir anduve en el escuela; desde los diez a los treze, en el estudio de Eufornión aprendí Grammática; desde los treze hasta los diez y siete con Alexandro Greco Orador deprendí eloqüencia; dende aquel tiempo hasta cumplir veinte y dos años oý con Sexto y Calcedón Natural Philosophía. Passados estos años, fuime a Rhodas y allí leý hasta los treinta y dos años Oratoria. A los treinta y dos años de mi edad torné a la ciudad de Partínople, donde estuve quasi tres años con Frontón griego, deprendiendo las letras griegas, y dime tanto a ellas de coraçón, y ellas a mí entregáronseme de tan buena [35] voluntad, que más fácil orava en griego que escrivía en latín. Estando ya yo de assiento en Roma, levantóse la guerra de Dacia, a la qual Hadriano, mi señor, me embió en persona. Y como en los reales no pudiese traer libros de sciencia, acordé deprender con Gémino Cómmodo Música, porque con la dulcedumbre de los instrumentos se desapegase mi cuerpo de algunos viçios que ya por mi casa se me entravan desapoderados. Todo el restante de mi vida tú sabes que se á empleado en tener officios en Roma hasta que a mis manos los hados traxeron la Monarchía.

Hasta aquí habla el Emperador. Pues por esta carta que escrivió a su amigo parece bien quán sin ociosidad pasó su tiempo. Razón es de creerle en todo lo que dize, porque tan excellentes obras que él obró y tan grandes sentençias que escrivió, no podían proçeder sino de hombre muy sabio y de juizio muy subido. [36]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Libro áureo de Marco Aurelio (1528). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo I, páginas 1-333, Madrid 1994, ISBN 84-7506-404-3.}

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La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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