La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Libro áureo de Marco Aurelio

Capítulo X
Cómo Marco Emperador criava a las infantas sus hijas, y quánta diligençia ponía en buscar graves matronas para enseñarlas.


Caso que Marco el Emperador hijos no tuvo más de dos (conviene a saber: a Cómmodo, el príncipe, y a Veríssimo, el infante), las hijas fueron quatro, de Faustina, su legítima muger y heredera del Imperio. Fue estremado este Emperador en criar las hijas, porque, en nasciendo la infanta, luego la llevavan a criar en alguna aldea fuera de Roma. Jamás dexó criar hijo ni hija dentro de los muros de Roma, ni consintió que mamasen pechos de muger delicada. Aborrescía mucho amas regaladas y amava labradoras rústicas y sanas, y a éstas y no a aquéllas dava a criar sus infantas. Assimesmo, desde que nascía la hija y la davan al ama, no consentía que tornasen a casa. Solía él dezir burlando: «Más me fatiga contentar las amas que casar las hijas.»

Homero cuenta que en Grecia murió Arthemio, que era rey de los argivos, y sin hijo heredero, y el ama que le avía criado pidió en todo su seso el reyno para un su hijo que era hermano de leche del rey muerto, allegando que, pues avían entrambos mamado una leche, entrambos heredassen un reyno. Esto dezía Homero por reprehender a las amas grecianas, las quales tenían más presumpción por criar los príncipes que no las reynas por parirlos.

Pues el noble Marco Emperador no sólo quería que sus hijas mamasen leche gruesa, pero no consentía que les hiziesen aquellos acatamientos y servicios que a hijos de tan altos príncipes suelen hazer; acontesçió que, estando çenando un [57] día el Emperador Marco, díxole un parásito por nombre Galindo con quien él tomava plazer: «Señor, ayer vine de Salon, y del puerto de Hostia, y vi a los hijos del Emperador andar como labradores, y veo aquí en tu casa a los hijos de los labradores andar como emperadores. Dime: ¿qué es esto?; que tú dissimúlaslo como sabio, pero yo no lo entiendo, que soy loco.» Respondió el Emperador: «¡O, Galindo!, y aun por eso Roma ya no es Roma, aunque en todo el mundo era nombrada por Roma. Yo hallo para mí más seguro que mis hijos comiençen como labradores pobres y acaben como emperadores ricos, que no que comiençen como emperadores ricos y después acaben como escuderos pobres. ¿No sabes por qué está perdida oy Italia? Quieren criar sus hijos en mucho regalo y que bivan en mucho trabajo y que dexen a sus herederos en mucha pobreza y ellos acaben en mucho peligro.» Fue esta respuesta tan affamada, que quedó por proverbio en Roma.

Passados dos años desde su nasçimiento, luego a las infantas destetavan y de ayas las proveýan. Dize Sexto Cheronense que buscavan las matronas romanas que fuesen en años ancianas, en vida muy limpias, en fama estimadas, en sangre generosas, en seso reposadas, en la vida retraídas, y en criar hijos de altos señores exercitadas. Fue tan mirado este buen Emperador en dar sus hijas a doctrinar, que jamás fió hija de matrona que no tuviese a lo menos cinqüenta años de edad, y diez de biudez, y cien hijas criadas de senadores; imaginando que la que avía acertado en tantas agenas no erraría en las suyas proprias. Proveídas, pues, las ayas, traýan las infantas del lugar donde eran criadas y entregávanlas a las ayas en sus casas proprias.

Desde el día que nascía la infanta hasta el día que le davan marido, jamás ninguna dellas consentió entrar en palacio. Acaso acaesció que Faustina, la Emperatriz, parió una infanta; y como le dixessen todos que le parecía mucho en ser muy hermosa, movida con el coraçón blando de muger y con el amor visçeral de madre, rogó al emperador le dexase criar aquella niña en su presencia, pues le dezían todos que le parecía y era hermosa. Respondióle estas palabras: [58]

Mira, Faustina, por lo que otros te han dicho y tú has visto, te abalançaste a esto me pedir. Pues yo, por lo que en este caso he leído y en otros he visto llorar, en ninguna manera lo tengo de conçeder. ¿Y tú no sabes que el día que se criare la hija en casa ha de cargar en el padre cuidado, en la madre regalo, en los hermanos imbidia, en la hija soltura y en su ama locura? Pregúntote: si se crían en casa, ¿qué aprovecha que su aya le enseñe honestidad con palabras y nosotros la combidemos a liviandades con nuestras obras? ¿Qué aprovecha que, mereçiendo castigo la hija, le dé regalo su madre? Más razón terná tu hija de imitar las obras de ti, que eres su madre, que no las palabras de la matrona estranjera que es su aya.

Mira, Faustina, si lo has por gozar de sus niñerías, acuérdate que los plazeres de los niños al fin son de niños y de burla; mas si bien no los criares, quando fueren grandes, como los plazeres fueron de burla, los enojos serán de veras. Pues si eres cuerda, perdona las burlas de agora por las veras de entonces. Quiérote dezir una cosa, y es que yo más quiero que mis hijas en mi absencia sean discípulas de virtudes que en mi presencia sean maestras de liviandades. Y pues que assí es, pídote que no lo pidas, quiero que no lo quieras, importúnote que no me importunes, ruégote que no lo ruegues, y si no, mándote que no lo mandes.

Oída la áspera respuesta del padre, çessó la importuna (aunque piadosa) petición de la madre. Y quedó tan atemorizada Faustina que, estando el padre dentro de los muros de Roma, no osava ir a ver sus hijas si no era ascondida. [59]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Libro áureo de Marco Aurelio (1528). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo I, páginas 1-333, Madrid 1994, ISBN 84-7506-404-3.}

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Antonio de Guevara
La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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