La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Libro áureo de Marco Aurelio

Capítulo XXXIV
Cómo Marco Emperador vio a Faustina y a Lucilla, su hija, andar en unas fiestas no bien honestas. Reprehéndese aquí el poco retraimiento de las matronas.


Y es de saber que tenían por costumbre los romanos en el mes de enero dar los triumphos a sus emperadores. Acontesçió en este tiempo que se aparejava el triumpho que Faustina la Emperatriz hechó muchos rogadores al Emperador diese liçençia a una hija suya que, quitada de las ayas, viniese a palaçio a gozar de las fiestas. La hija llamávase Lucia o Lucilla, la qual era mayor que el prínçipe Cómmodo, muy hermosa en el gesto y muy proporçionada en el cuerpo y muy querida de su madre, a la qual paresçió no sólo en la hermosura, pero aun en la vida. Pues como la demanda era muy piadosa, y los que la pidían privados, y a quien se pedía era padre, y quien lo rogava era madre, y para quien se pedía era su hija, conçediólo el Emperador no sin mucha gravedad. Fue Faustina por ello muy alegre, y luego como alcançó la liçençia, luego truxo a su hija a casa.

Pues venidos los días de tan grandes fiestas y el día del muy alto y famoso triumpho, la infanta Lucilla, escapando de tanta estrechura y viéndose en tanta largueza, confiando en la ignorancia propria, no recatándose de la malicia agena, reýase con los que reýan, hablava a los que la hablavan, mirava a los que la miravan, estando descuidada que ninguno la iuzgaría, pues ella a ninguno iuzgava. Era en aquellos tiempos reírse con los hombres una donzella de Roma tanto como cometer adulterio con los sacerdotes una muger de [135] Grecia. Era en tanto tenida la honestidad de las mugeres romanas, y era tan infame la liviandad entre las donzellas, que mayor castigo se dava por una liviandad pública que por diez culpas secretas.

Entre las otras cosas de estas siete se guardavan mucho las mugeres romanas, conviene a saber: hablar mucho en las fiestas, comer demasiado en los combites, beber vino estando sanas, hablar aparte con los hombres, alçar los ojos en los templos, estar mucho en las ventanas y salir fuera sin sus maridos. La muger que en estas cosas era tomada para siempre por infame era tenida. Muchas cosas se suffren en las personas de poca manera, ninguna de las quales se permitten en las que están puestas en honra, porque las señoras generosas no pueden conservar la reputaçión de su estado sino teniendo a sus personas en mucho retraimiento.

Todas las cosas, quando se desmandan de su natural, meresçen culpa, pero la muger desonesta siempre queda con infamia. Las generosas señoras, si de verdad quieren ser tenidas por señoras, quánto más exçeden a las otras en riquezas, tanto menor liçençia han de tomar para andar vagabundas. Por cierto, la opulençia de los bienes y la libertad de las personas no ha de ser espuela para andar por las calles, sino freno para detenerlas en sus retretes. Esto se á dicho porque, passadas las fiestas, la infanta Lucilla, como era moça, y su madre Faustina, que no era muy vieja, a vezes a pie, a vezes cavalgando; agora públicas, agora secretas; quando muy solas, quando muy acompañadas; unas vezes de día, otras vezes de noche; ývanse a ruar por las calles de Roma, ver los campos vulcanos, holgar por las riberas de Tíberim, a coger fruta en las huertas saturninas, a çenar en los aqüeductos neronianos, y a otros passatiempos yvan, los quales su edad demandava y aun el tiempo de la primavera les combidava, aunque en gravedad de tan grandes señores no se suffría.

Quiero dezir una cosa, porque muchas nobles señoras tomen aviso della, y es que no sé quál fue mayor: la dissoluçión que trayan Faustina y Lucilla en andar por las calles y plaças, o la osadía que tomavan los malos en hablar de sus personas y famas. El retraimiento de las mugeres es un freno para las [136] lenguas de todos los hombres. La muger no retraída mucho peligro corre su fama. Por cierto la muger de mala fama no devía ser nascida. Açerca de los romanos es tenido por muy fortunado el linaje de los Cornelios, porque jamás entre los hombres hallaron Cornelio covarde ni entre las mugeres Cornelia infame. Dizen los historiadores que a una señora de aquel linaje sólo porque era profana por mano de sus parientes la pusieron en la horca. De verdad ello fue bien hecho, y hecho bien de romanos, porque a una muger mala no le han de suffrir infame a toda una parentela. Donde ay nobleza y vergüença, las cosas que tocan a la honra no han de aguradar remediarlas por iustiçia, sino al hombre o a la muger que a todos quita la fama todos quiten a ella la vida. No abasta que una persona sea buena, sino es neçessario quite las occassiones que la tengan por mala. Todas las pérdidas que los hombres pueden aver de los bienes temporales en esta vida no se pueden igualar con la menor pérdida de la fama. El hombre que pone por blanco en el terrero de este mundo su fama, de çien saetas apenas tirará una aviesa, y por el contrario el hombre que, perdida la vergüença, no quiere tener en reputaçión su persona, no se espere dél jamás buena obra.

Pues el buen Emperador, como mareante cossario que en la mayor serenidad sospira, temiendo la tempestad entre las fiestas de su mayor gloria, estava en sobresalto de aquellas mugeres no se les siguiese alguna infamia. Y por cierto tenía razón, porque es regla infallible de la invidiosa fortuna que la presente felicidad nos da por agüero de alguna repentina desdicha. En las cosas naturales pocas vezes se vee calma en la mar a la qual no se sigua luego peligrosa fortuna, y por consiguiente el gran buchorno entre día es señal de truenos a la tarde. Quiero dezir que quando la fortuna nos regala con algunos presentes deleites, es señal que ado no catáremos nos terná armados los lazos. El molinero quando está más seguro entonçes adereça la presa, y el labrador quando no llueve trasteja la casa, con pensamiento que algún día se turbarán las nubes y lloverá en ella. Por semejante manera, el hombre cuerdo ha de pensar que mientras viviere en esta [137] vida que la felicidad tiene por empréstido y la adversidad por su natural patrimonio. Entre todos los que supieron gozar de la prosperidad y valerse en la adversidad fue este Marco Aurelio Emperador, el qual por muchos halagos que le hiziese la fortuna nunca la creyó, ni por muchos reveses que resçibiese en esta vida jamás desesperó. [138]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Libro áureo de Marco Aurelio (1528). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo I, páginas 1-333, Madrid 1994, ISBN 84-7506-404-3.}

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Antonio de Guevara
La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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