La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Libro áureo de Marco Aurelio

Capítulo XXXVII
Cómo prosigue el Emperador su plática y avisa a Faustina que quite a su hija de las occasiones, y que no la fíe aun de sus muy propinquos parientes, y nótese bien todo.


Por aventura dirásme, Faustina, que ninguno puede hablar a tu hija Lucilla sin que tú los oyas, ni verla sin que tú los veas, ni asconderse sin que tú los halles, ni hazer conçierto sin que tú lo sientas. ¿Y agora sabes que los que mal se quieren con la lengua se deshonran, y los que de coraçón se aman sólo con el coraçón se hablan? El amor nuevo en la sangre nueva que retoñece en la primavera de la iuventud es ponçoña que luego se derrama por las venas, yerva que luego prende en las entrañas, pasmo que luego torpeçe los miembros, landre que luego mata los coraçones y fin que da fin a todos los cuerdos.

No sé lo que digo, aunque siento lo que quiero dezir, porque jamás blasoné del amor con la lengua que no estuviese muy lastimado de dentro en el ánima. Dize Ovidio en el libro Del arte de amar: «Amor es un no sé qué, viene por no sé dónde, embíale no sé quién, engéndrase no sé cómo, conténtase no sé con qué, y siéntese no sé quándo, y mata no sé por qué; y finalmente, el enconado amor sin romper las carnes de fuera nos desangra las entrañas de dentro.» Yo no sé qué se quiso dezir aquí Ovidio, pero sé que quando dixo estas palabras, tan desterrado estava su coraçón de sí, quanto yo estoy agora de mí. ¡O!, Faustina, los que bien se quieren dende las atalayas de sus coraçones ahuman, entre sueños razonan y por señas se entienden. Las muchas [149] bozes de fuera es señal del poco amor de dentro, y el mucho amor de dentro pone silençio de fuera. Las entrañas abrasadas de dentro en amores hazen enmudesçer de fuera las lenguas, y el que passa en amores su vida ha de tener cosida la boca.

Y porque no pienses que te digo hablillas, quiero probar esto por muy antiguas historias. Hallamos por nuestras antigüedades que el año de dozientos y setenta que Roma se fundó, Ethrusco, moço romano, era mudo, y Verona, linda dama latina, era muda; los quales dos, de verse en el Monte Celio en unas fiestas se enamoraron, y no de burla, porque fueron tan derretidos sus coraçones para los amores quan atadas sus lenguas para las palabras. Cosa maravillosa entonçes de ver y espantosa aquí de contar, que la moça venía de Salon a Roma y él yva de Roma a Salon muchas vezes por espaçio de treinta años sin que alguno lo sintiese ni jamás ellos se hablasen, hasta que murió el marido de la latina y la muger de Ethrusco. Y, descubierto el negoçio, tractaron entre sí casamiento. Estos dos mudos huvieron un hijo del qual descendió el venturoso linaje de nuestros Scipiones, los quales fueron más sueltos en las armas que sus padres en las lenguas. Pues mirad esta cosa tan alta, que a estos dos mudos para remediar sus amores poco aprovechara si les cortarán sus lenguas y no les sacaran sus coraçones.

Pues más hos diré, que Massinisa, noble cavallero numidano, y Sophonisa, noble señora de Carthago, de verse solos en una escalera, él declarando su deseo a ella y ella cognosçido su deseo dél, quebrados los remos del temor y alçadas las áncoras de la vergüença, luego las velas de los coraçones amaynaron y las naos de sus personas una con otra envestieron. Podemos de aquí collegir que la primera vista de los ojos y el cognosçimiento de sus personas y la liga de sus coraçones y el matrimonio de sus cuerpos y la perdiçión de sus estados y la infamia de sus famas en un día, en una hora, en un momento y en un paso de escalera se conçertó.

¿Qué más queréis que diga a este propósito? ¿No sabéis [150] que Helena griega y Paris troiano, siendo ambos de estrañas naçiones y de tan remotas tierras, de sola una vista que se vieron en un templo quedaron sus voluntades tan conglutinadas, que para él la captivar y ella ser su prisionera, en Paris paresçió poca fuerça y en ella menos resistençia? De manera que estos moços, el uno procurando vençer y la otra dexando ser vençida, Paris fin para su padre y Helena infamia para su marido, y ambos muerte para sí, perdición para sus reynos y escándalo para todo el mundo de una sola vista causaron.

Quando el Magno Alexandro quiso dar la batalla a las amazonas, viniendo la reyna capitana dellas, no menos hermosa que esforçada, a vistas con él a riberas de un río, por espaçio de una hora se miraron con los ojos sin se hablar palabra con sus lenguas, y tornados a sus reales la feroçidad de capitanes tornaron en regalo de enamorados.

Quando Pyrrho, fiel defensor de los tarentinos y famoso rey de los epirotas, estava en Italia, vino a la ciudad de Partínoples, en la qual se probó jamás antes ni después aver estado más de un día. A la sazón era señora de aquella çiudad Gemellina, de alto linaje en sangre y muy estimada en hermosura. De solo aquel día, la triste quedó preñada, y en toda Italia infamada, y de la ciudad fue expellida, y aun después que parió por manos de un su hermano fue muerta.

Cleopatra en la provinçia de Bithynia, en el bosque de Scethin hizo un muy famoso combite a Marco Antonio, su amigo, y aunque ella no era muy honesta, pero traýa a las suyas muy retraídas. Pues como durase el combite hasta gran parte de la noche, y en el bosque huviese mucha espessura, diéronse tan buena maña las moças en asconderse y la iuventud romana en descubrirlas, que de sesenta hijas de senadores, las çinqüenta y çinco entre las espinas se hizieron preñadas; la qual cosa puso mucho escándalo en el pueblo y augmentó la infamia de Cleopatra y desminuyó el crédito de Marco Antonio. Pues como digo de estas pocas, podría dezir de otras muchas.

No todos los hombres son hombres, ni todas las mugeres son mugeres. Dígolo por lo que quiero dezir, toque a las [151] que tocare y entiéndanme las que pudieren. Ay unas naos tan livianas, que con muy poco viento navegan; y ay unos molinos tan sotiles, que con muy poca agua muelen. Quiero dezir que ay unas mugeres tan peligrosas, que como vidrio de un papirote las quiebran y, tentadas, en muy poquito lodo resbalan. Dirásme, Faustina, que a tu hija no la dexas hablar sino a sus tíos y acompañar sino a sus primos. Dígote en este caso que tanto engaño tiene la madre como peligro corre la hija. ¿Y agora sabes que el fuego de brasas vivas no sólo no perdona la leña verde ni seca, mas aun las piedras duras consume? ¿No sabes que la repentina hambre de los animales a los hijos que parieron de sus entrañas despedaçan con sus dientes? ¿No sabes que en todas las cosas los dioses dadores de la ley pusieron ley, sino en los amores, porque no suffren ley los enamorados? Y por cierto es iusto que pues Roma no condemna a los locos porque careçen de juizio, los dioses no den pena a los enamorados, pues los privaron de sentido.

¿No sabes que, siendo yo censor, una hija parió de su padre, y una madre de su proprio hijo, y una sobrina de su proprio tío, y di por sentençia que los padres fuesen echados a los leones, y a los hijos enterrasen vivos, y lo que dellos nasció quemasen en el campo Marcio? Fue el caso tan horrendo de oýr, que de mis ojos aquellos malditos hombres no pude ver, y por mis edictos mandé que ninguno en ello más osase hablar. Y si a los hombres fue este caso en espanto, por cierto a las matronas romanas deve ser castigo, pues si el fuego del padre xamuscó a la hija, ahumó los parientes y quemó a sí mesmo, ¿entiendes si se hallara çerca alguna prima o cuñada, aquellas llamas tan vivas de la concupisçençia dexaran de envestir en ella por ser parienta?

Si esta carne rixosa se subiectase a la razón, bien sería que tu hija libremente hablase con sus primos, pero pues la passión de la carne en tal caso da coçes a la razón, aconséjote que no la fíes ni aun de sus hermanos. Verás por experiencia que en la madera seca se cría la carcoma que desentraña la mesma madera, y en la ropa nasce la polilla que roe la mesma ropa. Quiero dezir que a las vezes el [152] hombre en su mesma casa cría a quien después le quita la honra. Todo lo sobredicho toma, Faustina, por aviso, y estas últimas palabras te doy por consejo. Si quieres quitar de ti cuidado y de tu hija peligro, occúpala siempre en algún trabajo. Quando las manos están occupadas en algunos buenos exerçiçios, entonçes los coraçones están vazíos de vagabundos pensamientos. Cada liviandad cometida en la iuventud derrueca una almena del omenaje de nuestra vida, mas la ociosidad do entra es enemigo que abre a todos los vicios la puerta.

¿Quieres ver, Faustina, de dónde viene oy la perdición en las donzellas romanas, que no son nascidas y ya presumen de enamoradas? Pues oye, que yo te lo diré. Las cuitadas, con el descuido del padre y con el regalo de la madre, dexando el iusto trabajo y tomando la iniusta holgança, de los ociosos momentos y demasiados pensamientos, desmándanseles los ojos, altéraseles el iuyzio, estragáseles la voluntad; y finalmente pensando ser blanco do assestan los enamorados, quedan hechas terrero común para todos los traviesos. Y concluyo que no ay cosa que más rechaçe en este iuego la pelota del pensamiento que es la mano puesta en la obra. [153]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Libro áureo de Marco Aurelio (1528). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo I, páginas 1-333, Madrid 1994, ISBN 84-7506-404-3.}

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Edición digital de las obras de
Antonio de Guevara
La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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