La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Oratorio de religiosos y ejercicio de virtuosos

Capítulo VI
De cómo deben ser muy examinados los que del mundo vienen a tomar el hábito en los monasterios: y de cómo los apartamientos que hizo Noé en su arca, fueron figura de las religiones en la Iglesia.


Fac tibi arcam de lignis levigatis, et mansiunculas facies in ea: et bitumine linies eam intrinsecus et extrinsecus: génesis sexto capítulo, dijo Dios a Noé estas palabras, y es como si le dijera: Sabe si no lo sabes, oh amigo mío Noé, que estoy tan harto de los males que los malos hacen, y estoy tan enojado de ver que jamás ninguno dellos se enmienda, que quiero enviar sobre todo el mundo un general diluvio: del cual no escape ningún malo: y en el cual no peligre ningún bueno. Y porque es estilo de mi casa, que de nadie se haga justicia, sin que vaya mezclada con ella alguna misericordia, ante todas cosas quiero que hagas una muy grandísima arca, a manera de carraca: en la cual se salven tú y los otros buenos que en mí habéis creído: y escapen algunos animales de los que yo he criado. Has de hacer esta arca, no sólo como yo te mandare, mas aun de lo que yo te ordenare: y será de unas maderas muy finas, que no se puedan podrecer, y de unas tablas tan ligeras: que se pueda sobre ellas navegar: y tardarás en labrarla ciento y veinte años enteros, [XIIv] para ver entretanto si hay en los malos alguna enmienda: mediante la cual haya yo dellos misericordia. También te aviso amigo mío Noé, que en la arca que labrares hagas unas moradas algo anchas, y otras mansiúnculas a manera de celdas muy estrechas: las cuales todas aforrarás y abetunarás por de dentro y por de fuera con un betún que sea recio y muy bien confeccionado: de manera, que tú ni los otros mis escogidos, no sólo no os podáis anegar, mas aun ni mojar.

Viniendo pues al propósito, amados hermanos, en esta figura se nos da a entender, en cuánto peligro viven los que andan por el mundo: y cuánta merced Dios hace a los que de él saca, y trae a servirse dellos en el monasterio: en el cual como a otro patriarca Noé, nos quiere salvar con los buenos, y no nos quiere ahogar en el mundo con los malos. ¿Qué otra cosa es el arca en que se salvó el santo Noé y su familia, sino la religión santa y bendita: ado cada uno viene a salvar su ánima? ¿Qué otra cosa es mandar Dios a Noé que el arca se haga de tablas ligeras para navegar, y de maderas recias que no se puedan podrecer, sino que los novicios de que se ha de componer la religión, ante todas cosas han de ser unos muy macizos cristianos, y de servir a Dios muy deseosos? ¿Qué otra cosa es mandar Dios a Noé, que las moradas y celdas del arca fuesen bajas y angostas, sino que se ha de tener por dicho el que viene a ser religioso y a morar en el monasterio, que no ha de pedir allí muchas delicadezas, ni se le han de permitir muchas libertades? ¿Qué otra cosa es mandar el señor que el arca de Noé fuese de dentro y de fuera muy bien betunada, sino que el buen religioso ha de arder de dentro de caridad, y relucir de fuera con humildad? ¿Qué otra cosa es mandar Dios a Noé que en su arca no hubiese más de sola una puerta, y que aquella fuese baja y muy pequeña: sino que en toda la congregación y monasterio, no ha de haber más de un querer sólo, y éste ha de ser el querer de nuestro prelado? ¿Qué otra cosa es mandar Dios a Noé, que el que no se hallase en el arca se ahogaría, y el que de allí saliese se perdería: sino que el religioso que por su apetito, se sale del monasterio, y se anda vagamundo, permite Dios, que el tal caiga en los peligros del mundo: y que no se pueda valer con las tentaciones del demonio?

Si fue grande el beneficio que Dios hizo a Noé, en no quererle ahogar con los malos: por ventura no es tan grande y aun mayor, el que hace Dios al religioso, que saca del mundo a salvarse con los buenos: En remuneración de aquel notable beneficio del diluvio, edificó Noé a Dios un altar de piedras, ado le ofrecían de todos los animales: para darnos a entender, que pues el señor nos escapó del diluvio del mundo, le ofrezcamos en el arca de la religión, no sólo el corazón con que le amamos, mas aun los miembros con que le firmamos. Débese mucho aquí de notar, en que no de cualesquiera maderas mandó Dios hacer el arca de Noé, sino de solas las que él señaló: en lo cual se nos da a entender, que no de cualesquiera personas se han de henchir las religiones, ni poblar los monasterios, sino que han de ser personas sin carcoma, y hombres sin malicia: de los cuales se presuma que los escoge el señor: para más dellos se servir, y no el demonio para más dellos se aprovechar. Entonces se hace el arca de la religión de maderas sanas y no podridas, cuando los que vienen a ella son en la fe católicos, en el corazón limpios, en los miembros recios, y en el seso sanos: de [XIIIr] manera, que la recepción de los tales, al mundo edifique, y a la religión aproveche. Tan hijo de Adán fue Caín como Abel, y también estuvo en la cruz el mal ladrón como el bueno, y también estuvo en el apostolado Judas, como el apóstol San Pedro: mas vemos y sabemos que los unos fueron santos y los otros fueron demonios: de lo cual podemos inferir: que no todos los que piden el hábito son dignos de le recibir, ni todos los que quieren ser religiosos son para en la religión entrar. Nadie edifica casa si no es de buena madera, ni hace cuchillo si no de buen acero, ni pone árbol si no es de buen viduño, ni planta huerta si no es de buenos árboles, ni aun fía su nao si no es de buenos pilotos: porque de otra manera, ni sabrían navegar, ni en la tormenta se valer. El que quiere levantar algún edificio generoso y superbo, lo primero que hace es, sacar los cimientos muy hondos, y henchirlos de piedras muy recias: porque a no lo hacer así, podría ser que al mejor tiempo de su sabor, se le cayese en el suelo la casa: y aun perdiese allí con ella la vida.

Todo esto decimos hermanos muy amados, para avisar a los abades, y advertir a los priores y prelados de los monasterios, a que tengan muy grande advertencia, en la recepción de los novicios, antes que los incorporen con los otros religiosos: pues todo el bien de la religión consiste, en que se reciban varones espirituales que la sustenten, y no mancebos disolutos que la derramen. Un huevo huero estraga una tortilla, un poco de mala levadura corrompe toda una masa, una uva podrida pudre todo un racimo, una cabra sarnosa inficiona un rebaño, y un novicio malo, abasta para estragar a todo un monasterio. Después que el malvado Judas apostató del apostolado, no osaron los apóstoles dar el hábito apostólico, ni meter en su colegio a ningún otro novicio hasta que el glorioso San Matías fue dellos elegido, y de Dios confirmado. En el sexto capítulo de los actos de los apóstoles se lee, que para recibir los apóstoles a su monasterio y colegio a unos siete novicios: que fueron los siete diáconos, no sólo tomaron los votos de todos los otros discípulos, mas aun se pusieron en oración los unos y los otros: para que el señor les revelare si sería de admitirlos servido, y si sería por ellos su apostolado más honrado. En el séptimo capítulo del libro de los jueces se lee, que de treinta mil hombres que vinieron a Gedeón para ir con él a la guerra de los gabaonitas, solos trescientos dellos fueron por Dios escogidos, y de Gedeón admitidos: y éstos fueron, no los que bebieron el agua de rodillas en el suelo, sino los que la gustaron en pie con la mano. Sobre seiscientas mil almas sacó Dios de Egipto, y las puso en salvo de la otra parte del mar Bermejo: mas de todas ellas a solos Josué y Calef dio licencia el señor, que el río Jordán pasasen, y la tierra de promisión poseyesen.

Destos tan notables ejemplos podemos colegir, que no todos los que vienen a ser monjes, deben ser luego todos admitidos, y a la hora recibidos: porque la alteza de la perfección, y la aspereza de la religión, muchos son los que se ofrecen a guardarla, y muy pocos los que después vemos ser perfectos en ella. Si en el mundo, y para cosas del mundo, nadie quiere comprar caballo sin que primero le corra, ni vino sin que lo pruebe, ni paño sin que lo tiente, ni joyas sin que las vea, ni aromatas sin que las huela, ¿por qué el prelado osa recibir algún novicio, sin que primero tenga de él entero conocimiento? ¿No quiere el prelado admitir a su celda, ni tomar en su [XIIIv] servicio, sino al monje que él conoce ser religioso y laborioso, y por otra parte osa recibir para el servicio del señor, a los que él no ha probado para lo que son: ni aun está informado de dónde son? El prelado que inconsideradamente recibe luego a los que vienen del siglo, engaña a sí mismo pues yerra en su oficio: y afrenta al novicio pues no es para el monasterio, y escandaliza a sus monjes pues les da mala compañía: y aun ofende a su religión pues la planta de tan mala fruta. Miento si no ví en un lugar a unos pacíficos vecinos, pagar una casa que se alquilaba de vacío, no por mas, de porque no entrase a morar entre ellos un vecino malo: diciendo, que querían más sentir la pérdida de la hacienda, que admitir en su vecindad, a quien los pusiese en discordia. El glorioso San Basilio dice en su regla estas palabras: No queremos que sin parecer de todo nuestro claustro, sea osado el abad, de recibir algún novicio, y si después de examinado y aprobado acordaren de recibirle en el monasterio, ponerse han todos en oración delante el señor: para que el tal novicio persevere en lo que toma: y guarde lo que promete. Muy gran razón tenía el buen Basilio de encomendar la recepción de los novicios a sus prelados tanto, pues el mayor mal que el prelado puede hacer a su monasterio es, dar a sus monjes mala compañía, y traer a la religión hombre que la pierda.

Capítulo: que para servir al señor, en los monasterios no se han de tomar los que en el mundo son más desechados.

Debe pensar el prelado avisado y cuerdo, que no todos los que vienen a tomar el hábito, vienen guiados del espíritu santo: pues vemos que vienen algunos porque les hicieron en el mundo alguna afrenta, otros porque les falta allá la moneda, otros porque cometieron alguna travesura, otros porque eran mancos de sus miembros, y aun otros porque eran para el mundo tontos y bobos. A estos y a otros semejantes, no podemos decir que los trae la caridad, sino que vienen constreñidos de necesidad: pues no ellos al mundo, sino el mundo a ellos desecho. El prelado que está en el lugar del señor, no ha de permitir, que la religión sera muladar del mundo, habiendo de ser el mundo muladar de la religión: lo cual él hace cuando recibe en el monasterio a los que no eran para el mundo: habiendo él de remitir al mundo los que no son para el monasterio. Los que en la vieja ley habían de recibir para servicio del templo, no los admitían ni recibían, si eran tuertos, o jibosos, o cojos, o lagañosos: de lo cual podemos colegir, que los novicios que vienen del mundo a la religión deben ser muy examinados y mirados, así de las fuerzas que tienen como del fervor que traen: pues el servicio del señor no se ha de dar al que le quiere probar, sino al que piensa que ha de perseverar. Muchos padres por sus hijos, y muchas madres por sus hijas importunan a los prelados, que se los reciban en los monasterios, ora porque no los pueden casar, ora porque no los pueden mantener: de manera, que las religiones que para salvar las ánimas plantó la Iglesia, han tomado ya los del mundo por granjería.

El prelado que esto sintiese, y lugar a ello diese, no sería padre sino padrastro, no reformador sino disipador: pues osa meter en la casa de la religión, no a los que el señor escoge, sino a los que el mundo le presenta. Con gran sagacidad debe el prelado inquirir y examinar la habilidad que tienen los que vienen del mundo a tomar el hábito religioso: en especial, si traen algún espíritu [XIVr] para orar, y si tienen algunas fuerzas para trabajar: porque después que entran en la religión si no son devotos, paran en disolutos, y si son flacos para los trabajos, son después a la orden muy penosos. Ora movidos de piedad, ora constreñidos de importunidad, muchas veces los prelados reciben a la religión algunos novicios: los cuales ni tienen ciencia para predicar, ni devoción para orar, ni fuerzas para trabajar, ni aun seso para se gobernar: de la cual recepción se les siguen después a ellos muchos enojos, y en los monasterios se engendran grandes escándalos. El curioso sastre primero señala con el jabón el paño, y aun mide a palmos la ropa, que ose cortar ni meter en ella la tijera: del cual ejemplo pueden los prelados colegir, que a los que vienen del mundo a tomar el hábito en el monasterio, los examinen y tienten, si vienen de Dios llamados, o si vienen del mundo desechados: porque en tal caso, no sería justo, tomasen en los monasterios los salvados, y se quedase para el mundo la harina.

El abad Casiano dice que los monjes del yermo de Escitia, no daban luego el hábito al que venía del siglo, sino que le tenían muchos días a la puerta del monasterio: ado los monjes le decían palabras injuriosas, y le hacían tratamientos rigurosos: no más de para ver si podrían sentir de él, si traía espíritu de perseverar: y si tenía fuerzas para trabajar. En las colaciones de los padres decía el abad Panucio, hablando en la recepción de los novicios: Guárdense mucho los abades, de recibir luego a los que vienen a los monasterios, sin que primero les digan cosas ásperas, y los ocupen en ejercicios penosos: mediante los cuales conozcan dellos, si serán adelante tales sus obras, cuales entonces lo son sus palabras. En el libro de la vida solitaria se lee, que era costumbre entre los monjes palestinos, tener al que venía del mundo un año a la puerta del monasterio, y tenerle después tres años en el hábito de novicio: para que en estos cuatro años tuviese espacio el novicio de probar, si podía aquella vida llevar: y viesen también los monjes, si les convenía en su compañía le recibir. De dos maneras de gentes debe el prelado poblar su monasterio: es a saber, de hombres doctos y avisados, y de hombres simples y recios: de los cuales tomarán los que son doctos para regir la orden, y encomendarán a los simples los trabajos della. Cuando decimos que en la religión reciban hombres idiotas y simples, ha de entenderse, que su simplicidad sea mansa y discreta, y columbina: de manera, que sepan lo que prometen, y cumplan lo que les mandan: y guárdense mucho los prelados de no admitir a la orden: al que sobre color de simplicidad y sinceridad suple con malicia, lo que le falta de discreción.

De culpar es el prelado que recibe en la orden, al que notablemente es bobo, y tonto: el cual por ventura llevaron sus parientes al monasterio, no a fin que pudiese allí mejor al señor servir, sino por de él ahorrar, y de sí le descargar. Muy mucho viven engañados, los que pueblan los monasterios de frailes tontos y bobos: pues han de saber si no lo saben, que son tan recias de sufrir las asperezas del monasterio, y son allí tan espesas las tentaciones del demonio, que a poder de devoción se han de tolerar: y a pura discreción se han de llevar. El monje que no es devoto, o no es discreto, no puede mucho en el monasterio perseverar: y si perseverare, será para la orden revolver: porque no hay para las religiones cosa más perniciosa, que cuando el necio se aforra de malicia. También son de culpar [XIVv] los religiosos súbditos, que con inmensa importunidad importunan a sus prelados por la recepción de algunos novicios sus deudos y sobrinos: los cuales quieren ellos a la religión traer, no con celo de los salvar, sino por dellos mejor se servir, y de su mano allí los tener. Ve qui edificatis in sanguine, decía Dios por el profeta, y es como si dijera: Ay de vosotros los pastores, que gobernáis mis ovejas y greyes: los cuales queréis plantar la viña de mi Iglesia, no de los que son por mí escogidos, sino de los que son vuestros parientes y deudos. Muy grande yerro hace, y en mucho trabajo se mete, el prelado que osa dar el hábito de la religión al que es hijo de su amigo, o que es sobrino de algún monje que está en el monasterio: porque después al tiempo de su profesión, si por ventura el novicio ha salido avieso y travieso, no deja de admitirle a la orden: posponiendo antes su consciencia, que no su vergüenza. No es por cierto de las pequeñas tentaciones del demonio, procurar el religioso, de tener algún pariente o sobrino en el monasterio consigo: porque por defender sus liviandades, o por procurarle algunas libertades, dará que decir a todo el monasterio: y aun se tomará muchas veces con su prelado.


{Antonio de Guevara (1480-1545), Oratorio de religiosos y ejercicio de virtuosos (1542). El texto sigue la edición de Valladolid 1545, por Juan de Villaquirán, 8 hojas + 110 folios.}

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