La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Oratorio de religiosos y ejercicio de virtuosos

Capítulo IX
De cómo el siervo del señor debe negar su propria voluntad: y para esto probar, se prosigue la figura arriba tocada.


Lo tercero que mandaba Dios en la ley era, que al tal animal, no se le sacrificasen si primero no le degollasen: en lo cual nos daba a entender, que el mancebo que deja el mundo y viene al monasterio a tomar el hábito, lo primero que ha de hacer es, del su propio querer y parecer, se desangrar: y por Cristo, y con Cristo se morir. No querer Dios que le ofrezcan sacrificio que vaya vivo, sino que esté degollado: es darnos a entender, que si queremos ser buenos cristianos y perfectos religiosos, nos conviene ante todas cosas, romper nuestras propias entrañas, y abrirnos todas las venas: ofreciendo al señor, no la sangre con que vivimos, sino la propia voluntad que tenemos. Oh tú que viniste a la religión a buscar la perfección, lo primero que en ti ha de hacer el prelado es, degollarte sin ninguna piedad: sacándote la sangre de los ojos, para que ya no veas cosas vanas: la sangre de los pies, para que no andes en cosas livianas: la sangre de la lengua, para que no hables cosas viciosas: y la sangre del corazón, para que no ames cosas deshonestas. Y tú no sabes que de la hora que pusiste los pies en el monasterio, y renunciaste las liviandades del mundo, el corazón ofreciste a Cristo, y el cuerpo entregaste al prelado: Pues diste el tu querer a Cristo, y te dejaste en manos de tu prelado: ¿porqué procuras demorar ado quieres, y porqué tienes lo que a ti te place, y porqué haces lo que a ti se te antoja? ¿No sabes que estás degollado, no sabes que eres ya muerto, no sabes que no eres ya tuyo, ni tienes que ver contigo? Al monje que no hace sino lo que quiere en el monasterio, muy justamente le pueden llamar ladrón corsario: pues hurta el corazón que había ofrecido de su grado a Cristo, y se alza con la propria voluntad que había ya dado al prelado: Manus habent et non palperunt, pedes habent et non ambulabunt, non clamabunt in gutture suo: et ideo speret Israel in domino: decía el santo rey David, y es como si dijera: En la casa y monasterio, ado los [XXr] monjes y monjas tienen ojos y no ven, tienen orejas y no oyen, tienen pies y no andan, tienen lengua y no hablan, tienen manos y no dañan, y tiene corazón y no le desmandan: seguramente pueden creer, que es perfecta su religión, y van camino de salvación.

Mucho y muy mucho es de ponderar, que primero dijo el profeta, que no tenían pies ni manos, que no que los monjes eran buenos y perfectos: en lo cual nos dio a entender, que el cegar los ojos, el cortar los pies, el atar las manos, el cerrar la boca, el encarcelar el cuerpo, el irnos a la mano, y el no esperar en otro que en Cristo: nos hace ser religiosos, y nos da esperanza de ser salvos. El cirujano, médico del cuerpo, si en el enfermo siente que está la sangre dañada, luego le manda sangrar a la hora, y lo mismo debe hacer el prelado con su súbdito: en que si siente del que es algo temeroso, y voluntarioso, le vaya mucho a la mano, y no le deje salir del monasterio: porque a nadie hace tanto daño la sangre podrida, cuanto hace en la religión la voluntad propia. Creedme padres y no dudéis, que si os queréis salvar, y por el camino de la perfección ir, que os han de atar, que os han de sangrar, y que os han de degollar: lo cual se cumplirá, cuando os dejásteis enterrar en una celda estrecha, y os consintiéreis a mortajar con una regla áspera. Mortui enim estis, et vita vestra abscondita est cum Cristo, decía el apóstol, y es como si dijera. No os contristéis hermanos míos: porque si os parece que estáis muertos al mundo, sabed que vuestra vida os la tiene guardada Cristo: de manera, que cuando no catareis, a los mundanos se les acabará la vida, y les vendrá la muerte: y a vosotros cuando no pensareis, se os acabará la muerte, y os tornarán la vida. Si eres verdadero cristiano, no te ha de espantar tanto el decirte el apóstol que eres muerto, cuanto te ha de alegrar, el certificarte que tu vida te tiene guardada Cristo: porque fielmente puedes confiar del buen Jesús tu vida, pues él por ella puso la suya.

Conforme a lo que dice el santo profeta real David, si el señor no guardase el homenaje de nuestra alma, ¿dime que sería della? Si el señor no nos mitigase la carne, y no nos apartase del mundo, y no nos defendiese del demonio: los cuales andan rabiosos por nos engañar, y solícitos por nos matar: no habría ya días que nuestra vida fuese acabada, y nuestra ánima condenada: A ti hermano que vienes a la religión aconsejo y amonesto, que a la hora que te degollare tu prelado quitándote el tu querer propio, secrestes y abscondas tu vida en el regazo de Cristo: porque muy mejor está ella en él secrestada, que estaba en ti empleada. Dime yo te ruego, si el día que entraste en la religión, renunciaste en manos de tu prelado, y echaste en el regazo de Cristo todo lo que sabías, todo lo que podías, todo lo que valías, todo lo que tenías, y todo lo que querías: ¿qué puedes de todo esto perder, pues al doblo te lo ha él de tornar? Mira que no dice el apóstol, que nuestra vida nos la tiene Cristo robada, ni tomada, ni saqueada, sino que está en él abscondida, y depositada: y si está depositada, por ventura no nos la tornará cuando le fuere pedida: Prosiguiendo pues nuestro primer intento, no querer el buen señor que le ofrezcan animal vivo sino degollado: es decirnos, que el perfecto religioso se debería tener por muerto, y hacer cuenta que está ya sepultado: lo cual él hará cuando no tuviese réplica a lo que el abad le quisiere mandar, ni mostrare [XXv] resistencia a lo que de él quisiere hacer. El monje que con su prelado se pone en altercar, sobre si es lícito o no es lícito lo que por él le es mandado: el tal no sólo no está muerto, mas aun ni bien degollado: y en tal caso, no sería malo que le pusiesen a la garganta otra vez el cuchillo, y le sangrasen de la vena del corazón un poco: dándole con la disciplina a entender, que en la religión bien ordenada: no hay necesidad de hombres que disputen, sino de monjes que obedezcan. Vino ego, jam non ego, decía el apóstol, como si más claro dijera: Vivo yo, mas ya no yo: porque las adversidades que padezco de los enemigos, y las tentaciones que sufro de los demonios, unas sufro como cristiano, y otras disimulo como discreto. Vivo yo cuando mis miembros mando, vive en mí Cristo cuando los empleo en su servicio: vivo yo cuando peco, y vive en mí Cristo cuando le sirvo: vivo yo si soy rebelde, y vive en mí Cristo cuando obedezco: vivo yo cuando me amo, y vive en mí Cristo si me aborrezco: por manera, que entonces tengo más segura la vida, cuando no tengo ninguna parte en ella. Oh cuán bienaventurado será el que con el apóstol dijere, vivo yo mas ya no yo: es a saber, vivo yo cuando he hambre, no vivo yo pues ayuno: vivo yo cuando he sueño, no vivo yo pues velo: vivo yo cuando he frío, no vivo yo pues ando descalzo: vivo yo cuando voy al mundo, no vivo yo cuando estoy encerrado: finalmente digo, que vivo yo cuando hago lo que quiero, vive otro en mí cuando me van a la mano.

En el mundo al resollar llaman vivir, y al no resollar llaman morir: no es por cierto así entre los siervos de Dios: los cuales tienen por cierto, que no vive el que bien no vive, y ni llaman vivir sino al bien vivir: de manera, que no hemos de llorar por los que acaban su vida bien, sino por los que emplean su vida mal. Déjate pues hermano mío degollar, deja a la voluntad del prelado todo tu querer: porque siendo como es teniente de Cristo, si eres remiso, él te despertará: si eres flaco, él te esforzará: si eres avieso, él te corregirá: y aun si eres bueno, él te honrará. Otras y otras mil veces te aconsejo amigo mío, te consientas degollar, y te dejes al ajeno parecer y querer: porque el día del juicio, al prelado pedirán cuenta, si supo mandar: y a ti pedirán cuenta si le quisiste obedecer. ¿Por ventura en aquella postrera hora no holgarás tú, que de aquella estrecha cuenta, de por ti otro cuenta? Es también aquí de notar, que la sangre que sacaban del animal, no la podían echar a los perros, ni llevarla a su casa, ni aun derramarla en la plaza pública, sino que la guardaban y ofrecían en el templo de la sinagoga: por manera, que si los sacerdotes llevaban la carne para sí, se quedaba la sangre para Dios. Dásenos en este misterio a entender, que no hay cosa a Dios tan acepta, como es nuestra voluntad propia: lo cual podemos muy bien creer, en que si le era grata la sangre que sacaban al animal de las venas, mucho más le será acepta la que sale de nuestras propias entrañas. ¿Qué igual presente puedo yo presentar al que es Dios de mis entrañas, si no son mis proprias entrañas? Dime yo te ruego, ¿qué sería de nosotros míseros, si el señor no hiciese cuenta de nuestras voluntades, sino que nos pidiese siempre buenas obras? Ellas por cierto son tan pocas en número, y tan sin tomo en mérito: que no sólo no las querría aceptar, mas aun ni mirar: porque si nos acordamos de él en alguna hora del día, le [XXIr] estamos ofendiendo toda nuestra vida. Dime cristiano, dime religioso, ¿qué le ofreces, si tu voluntad no le ofreces? Si le ofreces el cuerpo, no es tuyo sino de los gusanos: si la honra, tampoco es tuya sino de los mundanos: si la hacienda, ésta es de tus deudos: si la vida, ésta la muerte te la quitará hoy o mañana: no tienes pues qué darle, sino son algunos pocos servicios, envueltos en algunos santos deseos.

Factus est sudor eius, sicut gutte sanguinis decurrentis in terram, dice San Lucas de Cristo, y es como si dijera: Estando el bendito Jesús postrado en el huerto, fue tan inmensa la caridad con que al padre oraba, y tan grande el temor que a la muerte su humanidad tenía, que sudaba sangre por los poros, y salían arroyos de agua por los ojos. ¿Qué es esto oh buen Jesús, qué es esto, oh amores de mi alma: antes que los hebreos pongan pleito delante Pilato a tu sangre, sudas tú en el huerto sangre? Guárdala oh buen Jesús, guárdala, que según la poca que tienen tus carnes delicadas, y según las muchas heridas que han de dar en ellas: mucha más has menester, si con todos has de cumplir. En aquella triste hora, muy grande fue tu agonía, oh redentor de mi alma: pues tus ojos lloraban lágrimas, tu cuerpo sudaba sangre, tu corazón se entristecía, tus discípulos se dormían, Judas es espiaba, la gente ya se allegaba: y todo por culpa mía, que no cierto por la tuya. Bien dice el apóstol, en decir que fuimos comprados con gran precio: pues el tesoro de su sangre, le formó el espíritu santo, le crió la virgen, le sudó el cuerpo, nos le dio su corazón, le acusó la sinagoga, le condenó Pilato, le derramaron los gentiles, y le cogieron y guardaron para sí los cristianos. Querer primero Cristo sudar, y ofrecer al padre la sangre de su corazón en el huerto, antes que la de sus venas en la cruz: es darnos a entender, que el verdadero y perfecto monje, primero debe echar de su corazón la propia voluntad que trae del mundo, que no tomar el hábito monacal en el monasterio: porque la perfección que él viene a buscar, no consiste en el hábito que se viste, sino en la voluntad de que se despoja. Oh cuánto es bienaventurado, el que la sangre de su voluntad y apetito pone en las manos de su prelado: porque no hay en el hombre otro mayor sacrificio, que sacrificarle a Dios a sí mismo.

Mandaba también Dios en la ley, que el animal que le hubiesen de ofrecer en el templo, no sólo fuese degollado, sino que fuese también desollado: y esto sin que le quedase en el cuerpo ninguna señal del cuero o pellejo. En las divinas letras, algunas veces se toma el cuero, o la piel, por la vida que tenemos, o por la salud que deseamos: y a este propósito dijo el demonio a Dios hablándole del santo Job: Cuncta per pelle dabit homo, y es como si más claro dijera: Yo he saqueado la casa de tu amigo Job, en que hice quemar sus ovejas, prender sus bueyes, capturar sus pastores, robar sus camellos, y matar a sus hijos: mas como no me has dado licencia para que le toque en el cuero de su carne: es a saber, en la vida y salud de su persona, no tiene a mí ni a todas las otras tentaciones en nada. Otras veces se toma el cuero, o piel por los bienes y riquezas desta vida: así como cuando Adán y Eva pecaron, que luego a la hora tomó el señor unas pellejas de animales, con que les albergó las carnes, y cubrió sus verguenzas; de lo cual podemos colegir, que no es otra cosa tener necesidad de los bienes temporales, sino una general penitencia por ser pecadores. Ora se tome por la vida que [XXIv] vivimos, ora se tome por los bienes que tenemos, téngase por dicho el que viene del siglo al monasterio, que ante todas cosas te han de degollar y le han de desollar: es a saber, vistiéndole de un hábito viejo, y desapropriándole de lo que traía del mundo. El bendito Jesús, sudado el corazón, abiertos los poros, molidos los huesos, rompidas las venas, desolladas las carnes, y despojadas las ropas, subió al ara de la cruz: para darnos a entender, que antes que entremos en la cruz de la religión, nos conviene ir sin pellejos de dineros, y sin carga de pecados. Al que viene del mundo a la orden, no basta que le degüellen y saquen la voluntad propia, sino que también es necesario, le desuellen, y quiten la hacienda que traía: porque repugna al estado de perfección, pensar el monje poder al señor servir, si primero no se quiere desapropriar.

Non potestis servire deo et mamone, decía Cristo; y es como si dijera: Como los bienes temporales sean amorosos para tener, sabrosos para gustar, dificultosos para dejar, y enojosos para repartir: no puede el corazón del varón perfecto cumplir con lo que Dios le manda, y con lo que las riquezas quieren. Dime yo te ruego, siendo como eres bursario y propietario: cómo tienes cara para pedir alguna cosa a Cristo. Cuándo te pones a orar delante un crucifijo, si estás tú vestido: ¿qué pides al que está allí desnudo? Estando tú libre y exento, ¿qué pides al que está allí enclavado? Tú que estás sano y gordo, ¿qué quieres del que ves allí despedazado? Estando tú harto y contento, ¿qué pides al hambriento, y qué de pura sed dice sitio? Teniendo hábito y túnica y bolsa: ¿qué le pides al que no tiene sobre sus carnes, ni sólo un hilo de ropa? En el mundo el que es rico, hace limosna al pobre: ¿y quieres tú en la religión, que el pobre crucificado haga limosna a ti que eres rico? Déjate pues hermano mío despojar, déjate desapropiar, déjate desollar, y déjate de lo que tienes desnudar: porque siendo como es el camino de la religión tan áspero, y el camino del cielo tan estrecho: si quieres ir por ellos cargado, sey cierto, que ni por el uno podrás andar, ni por el otro tampoco caber. Si te quieres salvar, y quisieres perfecto monje ser, has de seguir desollado al desollado, pobre al pobre, desnudo al desnudo, y crucificado al crucificado: porque si en la vieja ley no aceptaba Dios los animales que no iban desollados, menos le será acepto el monje que está cargado de apetitos. Mandar Dios en su ley, que desollasen el animal de pies a cabeza: es avisarnos, que nadie se encone en tener alguna niñería o bujería: porque es el demonio tan sutil y malicioso, que muchas veces hace al religioso poner más afección en un cuchillo, o en un libro: que ponía en el mundo en traer una cadena de oro. Debe pues el maestro de mancebos desollar de pies a cabeza a sus novicios y discipulos: es a saber, que no sólo no les consienta tener cosas que sean superfluas, mas aun les cercene algo de las que son necesarias: porque el monje que pretende ser perfecto, no basta que se abstenga de lo que no puede tener, sino que ha de quitar de lo que ha menester. Entonces está el monje desollado, y va camino de ser perfecto: cuando no tuviere en su celda cosa superflua, ni en sus arcas cosa escondida, ni sobre su persona cosa curiosa: porque en el mundo alabase el mundano de lo que le sobra: mas el religioso en la religión, hase de preciar de lo que le falta. [XXIIr]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Oratorio de religiosos y ejercicio de virtuosos (1542). El texto sigue la edición de Valladolid 1545, por Juan de Villaquirán, 8 hojas + 110 folios.}

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