La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Oratorio de religiosos y ejercicio de virtuosos

Capítulo XVIII
De cuánta obligación tiene el prelado de mirar lo que se hace en su monasterio: y de corregir con caridad los defectos de sus súbditos.


Ecce constitui te super regnum: ut evelas, destruas, edifices, et plantes: dijo al profeta Jeremías en el II Capítulo. Y es como si le dijera: Tú Jeremías eres profeta de doce reinos que hay en Israel, y eres predicador del gran pueblo de Jerusalén: y el fin porque te di este oficio, y te encargué este tan gran cargo fue, para que de raíz arranques y destruyas todo lo que es malo, y en su lugar edifiques y plantes todo lo que es bueno. Muy a la clara dice aquí Dios al prelado el fin para que le hizo prelado, y que tales son las condiciones del pastor al oficio: y el pastor de Cristo que esto quisiere entender y rumiar, ni tiene más que saber, ni a nadie que preguntar: pues en estas palabras verá a la clara: qué es lo que ha de hacer, y qué es de lo que se ha de guardar. [XXXVIIIr]

Mucho es de ponderar, que enviando Dios a Jeremías por arrancador, por destruidor, por disipador, y por derramador, no le dice qué es lo que ha de arrancar, destruir, disipar, y derramar: de manera, que sin señalarle huerta, le manda ser hortelano. Danos Dios en este mandato a entender, que nacen cada día en este mundo tantos hombres malos, y se levantan en la república tantos delitos, que apenas se pueden contar, cuanto más remediar: a cuya causa los deja al albedrío de los prelados, a que como fueren naciendo y creciendo, los vayan ellos arrancando y disipando. Hoc mare magnum et espaciosum, reptilia quorum non est numerus, decía el salmista en sus salmos, y es como si dijera: Poniéndome a considerar las cosas desta vida, vi que es más peligrosa la tierra que no la mar: y que se pierden más de los que por ella andan, que no de los que por los golfos navegan: y vi que en las aves del cielo había cuenta, y las que rastreaban por la tierra no tenían número. Por las aves del cielo son significados los justos, y por los animales de la tierra los pecadores: y decir el profeta que vio más animales que no aves, es decirnos, que sin comparación son muchos más, los malos que por las cosas terrenales andan por el suelo, que no los buenos que en el servicio del señor andan volando. Durante la Iglesia militante no se excusa de estar el salvado con la harina, y el oro que se tome del orín, que la rosa esté cercada de las espinas, y que la caña esté encarcelada en el hueso, y que el vino esté dentro del hollego, y que el hombre malo y perverso esté junto cabe el bueno y virtuoso. No para más de para remediar estos daños, hizo Dios en su Iglesia prelados: es a saber, para que en el horno del castigo aparten el orín del oro, y para que con las disciplinas aparten la rosa de las espinas, y para que con su pastoral cuchillo saquen la caña del hueso, y para que con el cedazo de su buena vida aparten el salvado de la harina. El que en el remedio destos daños no se ocupa, para que el tal se encarga de la prelacía: Al que hace Dios hortelano, y él se torna mundano, y al que manda arrancar ortigas y él se ocupa en cosas profanas, y al que manda enterir su huerta y él no cura sino de desfructarla, y al que manda que le guarde mucho su huerta y él no la ve más de cuanto coge su renta: ¿no llamaremos antes a este ladrón corsario, que no pastor verdadero?

No vaca tampoco de misterio, que no manda Dios a Jeremías simplemente, que arranque y disipe, y asuele lo que es malo: sino que de tal manera lo arranque, que no quede rastro ni señal dello: de manera, que de aquellas yerbas malas no quede raíz para crecer, ni queden semillas para sembrar. Deste tan notable aviso pueden tomar aviso los prelados: para que tan de veras castiguen los grandes delitos, y tan de raíz extirpen los enormes excesos: que todos los que los cometieren queden hostigados, y todos los que lo vieren vayan avisados, y todos los que lo oyeren queden espantados. Cuando los delitos son muchos, y que por personas calificadas son cometidos, si de veras no se pueden castigar y muy de raíz arrancar, más vale por entonces disimularlos, que no castigarlos: porque si del castigo no se espera sacar fruto, no es justo que se levante escándalo. No es pastor sino prevaricador el prelado que gasta sin hacienda, y arrisca su persona, no por remediar sus súbditos, sino por vengarse de sus enemigos: y lo que es peor de todo, que todas las injurias de Dios disimula, y ninguna de las suyas perdona. Lo contrario desto [XXXVIIIv] nos enseñó el hijo de Dios: el cual con sus propias manos azotó a los que en el templo a su padre ofendían, y rogó en la cruz por los que le crucificaban: por el cual hecho tan heroico, obligó a los prelados a que vengasen sus injurias: y atóles también las manos, a que no hagan caso de las suyas propias.

Como no sea otra cosa el oficio del prelado, sino el fiel que iguala el peso, y la regla que hace ir derecho el edificio, mucho sería el tal digno de culpar, y no menos de castigar, si sus súbditos conociesen en él alguna sobrada pasión, o alguna desordenada afección: porque no hay cosa con que más aina merezca ser un prelado de su prelacía depuesto, que por ser en su convento banderizo. En el santo colegio de Cristo, los sus más familiares y amigos eran su discípulo San Pedro, y su primo San Juan: mas al fin como el uno le pidiese lo que no debía, y el otro le dijese lo que no convenía, a San Juan llamó necio, diciéndole nescitis quid petatis: y a San Pedro llamó demonio, diciéndole vade retro sathana. Tomen pues aquí ejemplo todos los prelados, de cómo se han de haber con los sus más familiares amigos: es a saber, que en caso de osar hacer a Dios una ofensa, o atreverse a quebrantar la regla, no han de guardar con ellos ninguna amistad: sino que se han de tener por dicho, que a aquel han de tener por mayor amigo, que fuere más virtuoso en todo el monasterio.

Conforme pues a lo que mandó Dios a Jeremías, debe el prelado arrancar de su corazón toda afección y toda pasión: porque para decir la verdad, y aun hablar con libertad, con más razón le llamaran tirano que no prelado, al que quisiese ser de todos sus súbditos obedecido: y de solos tres, o cuatro ser amado. Como ninguno pueda ser buen prelado, si de pasiones y afecciones no está libertado: ha de tener el tal por dicho, que a la hora que toma a uno por su familiar amigo, se hace del mancipio y esclavo: porque sin comparación es muy más recio, el yugo que el amor nos hecha, que no el yugo que la obediencia nos carga. Ya que el prelado tiene su corazón corregido, y que de toda afección y pasión está libertado, debe muy de veras entender en la corrección de su monasterio: es a saber, si guardan sus súbditos el evangelio que en el bautismo juraron, y si quebrantan la regla que en la profesión prometieron: porque en estas dos cosas ningún delito deben disimular, ni dejar de castigar. Otra vez tornamos a decir, que de veras inquiran los delitos, y muy de raíz arranquen los pecados: porque si lo supiesen y no lo remediasen, a la hora dirían todos que los aprobaba, pues no los castigaba. Así como con poca levadura se corrompe mucha masa, y con una gota de aceite se mancha toda una ropa, y con una pequeña centella se enciende toda una casa: asi con una costumbre remisa, o con una culpa solapada, se echa a perder toda una familia. San Ambrosio sobre los salmos dice: En mucho ha de tener el prelado lo que allá en el mundo tienen los mundanos en poco: es a saber, el perdimiento del tiempo, el parlar sin licencia, el comer demasiado, el vestir curioso, y el andar disoluto: porque todas estas cosas tan necesarias son al siervo del señor para ser perfecto, como son los mandamientos para que sea uno cristiano.

En la vida solitaria están escritas estas palabras: Debe el buen pastor arrancar de su compaña toda costumbre nueva, toda pasión antigua, todo vicio envejecido, y a todo monje incorregible: porque cualquiera destas cosas abastan a asolar toda una orden junta, cuanto más a un monasterio [XXXIXr] solo. In pectore Aaron erat rationale: et nomina duodecim tribuum scripta in eo: dice la sagrada escritura en el Éxodo XXXVIII. Capítulo. Y es como si dijese: Nunca el gran sacerdote Aarón osaba entrar en el tabernáculo a ofrecer sacrificios, sin que llevase el racional sobre sus pechos, y los nombres de los doce patriarcas allí escritos. San Gregorio en el Pastoral sobre estas palabras dice: Entonces el prelado pone el racional sobre su corazón, cuando todo lo que hace lo hace conforme a razón: y entonces tiene los nombres de los doce tribus escritos sobre sus pechos, cuando no se guía sino por reglas de sus antepasados: lo cual él haciendo así, ni se ahogará navegando, ni se perderá caminando.

El gran filósofo Licurgo so graves penas prohibió a los lacedemonios, a no sólo que no admitiesen costumbres peregrinas, mas aun que ellos no osasen peregrinar por tierras extrañas: diciendo, que nunca en las repúblicas se levantaban disensiones, sino por los que intentaban en ellas de introducir algunas novedades. Ni porque sea uno en la sangre generoso, ni porque sea otro en edad anciano, los debe consentir el prelado que se extremen en el vivir, o se singularicen en el vestir: de manera, que pretendiendo libertad, se eximan de la comunidad: porque el generoso debe se contentar con ser honrado, y el viejo sobrellevado. Guárdese pues el prelado, de dar poca ni mucha audiencia, al que quiere poner alguna costumbre nueva en su familia: porque las tales novedades nunca las inventan, sino el ambicioso por subir, el apasionado por se vengar, el bullicioso por más valer, o el necio por más no saber. Séneca en una epístola a Lucilo dice: No seas amigo de hombres bulliciosos, porque te levantarán: ni te aficiones a novedades, porque te alterarán: que para decirte la verdad, nunca vi novedad en nuestra república que no engendrase escándalo, o que no la inventase algún loco. Cuando uno viene a tomar el hábito a la orden, no dice que viene a reformar el monasterio, sino a reformarse a sí mismo: ni cuando hace en la orden profesión no promete la regla que él ha de hacer, sino la que en la orden halla hecha: de manera, que si el tal intenta de hacer después alguna novedad, no puede la tal proceder sino de mucha liviandad, o de sobra de necedad. Cumque minasset Moyses grege ad interiora deserti, apparvit ei dominus: exodi III Capitulus. Dice la sagrada escritura, y es como si dijese: Andando el santo Moisés apacentando el ganado de su suegro Jetro, como amenazase las ovejas, a que entrasen a pacer a lo más secreto del desierto aparecióle allí el señor en un zarzal ardiendo: y como de antes era pastor aun no de mil ovejas, hízole pastor de seiscientas mil almas.

Pues no hay en la escritura sacra ninguna palabra escrita, que no sea provechosa y misteriosa, mucha razón será, de ejemplo tan glorioso saquemos algún provecho. Mucho es de notar, que no apareció el señor a Moisés, sino cuando andaba solo, y cuando estaba en el desierto, y cuando apacentaba su ganado: que no se comunica el señor con los que están acompañados de vicios, ni con los que se andan vagamundos, ni con los que no apacientan a sus prójimos: porque Dios nunca comunica su gracia, sino al ánima que con él y no con otro tiene cuenta. El prelado que no apacienta su ganado, y que se anda todo el día ocioso, y que se está zahondando en el mundo: nunca al tal aparecerá el señor desde la zarza, ni le hará pastor de [XXXIXv] su Iglesia: lo cual parece claro, en que al santo viejo Moisés, nunca le fió la gobernación de su pueblo, hasta que le halló solo, y apartado, y ocupado. Guardando ovejas estaba David, cuando le ungieron en rey de Israel: apacentando ovejas estaba Moisés, cuando le hicieron príncipe de la sinagoga: velando ovejas estaban los pastores, cuando les apareció el ángel: repasatando estaba ovejas el buen Amos, cuando le hizo Dios profeta: de lo cual podemos inferir, que a hombres ociosos y vagamundos, no quiere Dios que en su Iglesia se los hagan prelados. También es mucho de ponderar, que no apareció el señor a Moisés en la zarza, ni le hizo prelado de su sinagoga al tiempo que del desierto sacaba el ganado, sino cuando a lo muy interior lo metía: de lo cual podemos inferir, en que así como el labrador no fía del pastor que es dormilón y es perezoso sus ovejas que tampoco se deben de él que es flojo y remiso confiar las ánimas. No es la intención de Cristo que le saquen a sus ovejas del desierto, sino que se las apacienten en lo más secreto y guardado: queremos por lo dicho decir, que el oficio del buen pastor y prelado es, celar y guardar a sus súbditos en el monasterio, y no enviarlos a vaguear y a perderse por el mundo: porque según el mundo es halagüeño, y el demonio es malicioso, y la carne es apetitosa, mucho más pierde el siervo del señor en un día que sale al mundo, que gana en diez que está encerrado.

Hugo de claustro anime sobre estas palabras dice así: A lo interior del desierto guía el prelado a su ganado, cuando ocupa más tiempo en las consolaciones del espíritu, que no en las recreaciones del cuerpo: y que trabaja con sus súbditos más de aprovecharlos, que no de contentarlos: porque los pastos secretos del ánima, cuanto son sabrosos de gustar, son muy más dificultosos de alcanzar. A lo interior del desierto guía el prelado a su ganado, cuando trabaja de tener a su convento muy recogido, y a su monasterio bien concertado: porque los siervos del señor no menos son obligados a relucir delante los hombres con buena fama, que a parecer delante de Dios con buena consciencia. A lo interior del desierto guía el prelado a su ganado, cuando a sus súbditos no los mete en cosa de hacienda, ni les manda cosa contra consciencia, ni los pone en ocasión de pecar, ni aun los consiente por el mundo vaguear: porque tanto más será el siervo del señor más estimado, cuanto de menos mundanos fuere conocido. A lo interior del desierto guía el prelado a su ganado, cuando enseña a sus súbditos cómo han de tener humildad en los oficios, paciencia en los trabajos, abstinencia en los manjares, resistencia en las tentaciones, y constancia en las virtudes: sin las cuales cosas todas, no se podrá el siervo del señor con sus hermanos sustentar, ni con el demonio apoderar. Oh cuántos prelados hay hoy en la Iglesia de Dios: los cuales tienen harto ganado, mas no tienen cuidado de apacentarlo en lo secreto del desierto: y si algún cuidado tienen es, de cómo les ordeñarán la leche, y de cómo les trasquilarán la lana, y aun de cómo les desollarán el cuero: de manera, que a la oveja que no les renta queso y lana, no la cuentan por su de su Iglesia. Todo lo sobredicho es de Hugo.


{Antonio de Guevara (1480-1545), Oratorio de religiosos y ejercicio de virtuosos (1542). El texto sigue la edición de Valladolid 1545, por Juan de Villaquirán, 8 hojas + 110 folios.}

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