La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Oratorio de religiosos y ejercicio de virtuosos

Capítulo XLV
De cómo la obediencia ha de tener las condiciones de la oveja, y de muchos ejemplos y dichos de los padres antiguos.


Qui regis Israel intende, qui deducis velut ovem Joseph, decía el santo rey David hablando con Dios en el salmo LXXIX, y es como si dijera: Oh tú que riges en paz el pueblo de Israel, oh tú que tienes en justicia la casa de Jacob, y oh tú que con la [LXXXVIIv] facilidad que llevan ado quiera una oveja, haces que José haga todo lo que la obediencia le manda, oye mi Dios lo que te digo: y dame señor lo que te pido. No vaca de alto misterio, y aun misterio muy alto, querer la escritura sacra comparar la virtud de la obediencia a la condición de la oveja simplicísima: la condición de la cual es, ir ado quiera que la llevan, y no resistir a cosa que le mandan. La oveja y la obediencia, y la obediencia y la oveja pareadas andan en la escritura sacra, y siempre suponen por una misma cosa: y de aquí es que quien no tuviere las condiciones de la oveja, no podrá tener las de la obediencia: porque así como en la condición de una oveja no hay más que pedir, así en un buen obediente no hay que reprehender. La oveja no acornea como el toro, no emponzoña como culebra, no muerde como perro, no acocea como caballo, no araña como gato, ni aun mata como oso: y lo que más en ella de loar es, que si para ofender le faltan armas, para obedecer no le faltan fuerzas. Mira pues cómo la simple obediencia, se va en pos de la oveja santa: pues en casa del verdadero obediente, no hay ojos con que desdeñen, no hay pies con que huyan, no hay manos con que resistan, no hay lengua con que respondan, ni aun hay corazón con que desamen: sino que ado quiera le llevan como a una oveja, sin mostrar tristeza aun en la cara. De las carnes de la oveja hacen cecinas, de la leche hacen quesos, de los cueros hacen zapatos, de las lanas hacen paños, y de ellas se engendran corderos: de manera, que la simplicísima oveja con ninguna cosa daña, y con todo cuanto tiene aprovecha. La verdadera obediencia, a manera de oveja santa, con los ojos se apiada, con la hacienda da limosna, con las manos trabaja, con los pies peregrina, con la lengua consuela, y con el corazón ama: de manera, que en casa de la obediencia no hay cosa ociosa para ocuparla, ni aun superflua para cercenarla. ¿Qué más diremos de la oveja? sino que con tan buen semblante va a ser muerta a la carnicería, como va a la dehesa a ser apacentada. Mira cómo la obediencia santa se va todavía en pos de su simple oveja: pues el verdadero obediente, no huye aunque le encierren, no se venga aunque le injurien, no se azora aunque le castiguen, no murmura aunque le infamen, ni resiste aunque le maten: sino que todo lo que hace de una oveja el carnicero, hace del buen súbdito su prelado.

San Gregorio en el Pastoral dice: Por eso este nombre de oveja es tan nombrado en la sagrada escritura, porque en él se representa la gran virtud de la obediencia: en que así como la oveja es el animal que menos al hombre daña, y más a la república aprovecha, así la virtud de la obediencia, es la que más aprovecha al que la tiene: y que más daño hace al que le falta. ¿Qué se le da a Dios que seas humilde, limosnero, casto, sobrio, abstinente, y paciente, si con todo esto eres a Dios rebelde, y a tu prelado inobediente? Ya que tengas todas estas virtudes, podrás tu ser de los hombres loado, mas no serás de Dios remunerado: porque siendo como es anexa la soberbia a la inobediencia, ninguna obra puede ser meritoria, ado entrevenga inobediencia, o soberbia. Abel no guardaba sino ovejas, José no guardaba sino ovejas, a Cristo no comparan sino a las ovejas: de lo cual podemos inferir, que Dios, ni sus santos no se encargan de guardar cabrones rebeldes, sino de ovejas simples. Oveja es por cierto [LXXXVIIIr] simple el que simplemente obedece: y al tal huélgase Cristo de comparar, y al tal plácele a Cristo de apascetar, y al tal oblígase Cristo de guardar, y aun al tal oblígase Cristo de premiar. Todo lo de suso es de Gregorio.

Non sum missus nisi ad ones quae perierunt domus Israel, decía Cristo a sus discípulos en el XV capit. de San Mateo, y es como si dijese: No me importunéis por la madre Cananea, ni por su hija la endemoniada: pues yo no vine al mundo sino por las ovejas que perecieron de la casa de Israel: y por las que están predestinadas de la casa de Jacob. Oh cómo tiene mucha malaventura, el que en la casa de Dios no fuere oveja: pues el hijo de Dios jura y afirma, que no vino al mundo sino a buscar ovejas, y que no guarda sino ovejas, y aun que no sana sino a las ovejas. En decir Cristo non sum missus nisi ad oves, excluye de fuera a los leones superbos, a los tigres invidos, a los rinocerontes furiosos, a los puercos inmundos, a los lobos voraces, a los topos avaros, y a los erizos perezosos: sin que solamente admite a su rebaño, y toma sobre su amparo a la simple oveja, que es a la obediencia santa. Mucho es aquí de ponderar, que a más pecar, no puede una oveja a su pastor ofender, de desmandarse algún poco del rebaño, o a entrarse a comer de algún trigo: de manera, que no peca sino en la acidia, y no ofende sino en la gula. Pecar en la gula y pecar en la acidia, es pecar por flaqueza, y no pecar por malicia: quiero por lo dicho decir, que decir Cristo non sum missus nisi ad oves Israel, es decir que no cura ni se entiende con los que por alguna flaqueza caen: porque en el riguroso juicio de Dios, mucho alivia o mucho agravia al pecado, la poca o mucha ocasión de pecar. El que con extrema necesidad toma algo peca como oveja, el que de pereza va tarde a misa peca como oveja, y el que con hambre quebranta el ayuno peca como oveja: mas el que del bien de su próximo tiene envidia, y el que a su hermano roba la fama, y el que de puro maligno revuelve la república: este tal no peca de flaqueza, sino que peca de pura malicia: del cual pecado muy tarde el hombre se enmienda, y muy más tarde Cristo le perdona.

Oh buen Jesús, oh amores de mi alma, yo confieso que contra ti he errado, mas mira que erravi sicut ovis que periit: y pues tú no buscas sino ovejas erradas, busca a mí que soy tu oveja, y aun la oveja que más ha errado en esta vida. Pues es verdad que erravi sicut ovis que peritt, quere, oh buen Jesús, quere servum tuum, pues buscaste a David cuando adúltero, y buscaste a San Pedro cuando te negó, y buscaste al ladrón cuando te ofendió: los cuales pecados si estaban en ellos derramados, hallarse han en mi ahora todos juntos. Mire pues cada uno por si, para ver si es oveja, o si es cabra: es a saber, si es obediente, o si es rebelde: porque si es rebelde ponerle han a la mano izquierda con las cabras: y si es obediente ponerle han a la mano derecha con las ovejas: porque en la casa de Dios no se dan los asientos según lo que presumimos, sino conforme a lo que merecemos. En cuanto tenga Dios a la obediencia santa, que es significada en la oveja simplicísima, podémoslo muy claramente ver, en la obediencia estrecha que muchos santos tuvieron, y como de ella más que de otra virtud se preciaron: y por cierto ellos tuvieron muy gran razón: porque es tan heroica la virtud de la obediencia, que nadie sin ella puede en esta vida ser santo, ni aun en la otra ser salvo. [LXXXVIIIv] Del abad Juan dice Casiano, que sirvió a un viejo treinta años sin traspasar ninguno de sus consejos: y al fin para probarle el viejo si aquella obediencia era ficta, o era verdadera, mandóle regar un árbol seco, y que trajese a cuestas el agua bien media legua: lo cual el santo monje hizo por espacio de un año, sin poner en ello ninguna excusa, y aun sin preguntar que porque se lo mandaba.

En las vidas de los padres dijo el abad pastor: Cuando yo era novicio en el yermo de Tebaida, nunca me mandaron cosas a derechas sino torcidas, ni cosas que llevaban razón, sino opinión, ni cosas que me aplaziesen sino que me contristasen, ni aun agibles sino imposibles: porque era ley muy usada en el monasterio, que no recibiesen para monjes a los que en las cosas ásperas no fuesen obedientes. Como en un monasterio de Tebas no hubiese más de una aceitera de aceite de que todos comían, y con que de noche todos se alumbraban, mandó el abad Simeón al santo monje Juan que la trastornase, y de una ventana abajo la echase: el cual mandamiento apenas le fue puesto cuando fue cumplido, y esto sin decir que no había otro aceite en casa, y sin alegar que el derramarla era consciencia. De un monje llamado Mucio dice Casiano, que viníendole a ver un hijo suyo que había habido en el mundo, queriendo su abad probar que tanta era su paciencia, y a qué se extendía su obediencia, díjole medio burlando, que aquel hijo suyo daba mucha turbación en el monasterio: y que por quitarse de aquel trabajo sería bueno, que le echasen en el río: la cual cosa apenas le fue dicha, cuando da con su hijo dentro del agua. Luego aquella noche fue revelado al abad del monasterio, que tan acepto había sido a Dios aquel sacrificio del monje Mucio, como el que Abraham había hecho: porque tanto sintió el buen monje llevar a su hijo a ahogar, como sintió Abraham en llevar a Isaac a degollar. En el yermo de Palestina tomó el hábito otro monje que en el siglo era en hacienda rico, en sangre generoso, y en ciencia asaz docto, queriendo pues su abad probarle de paciencia, y avezarle a la obediencia, mandóle que tomase diez espuertas acuestas, y se fuese por toda Tebas una a una a venderlas, y que no las vendiese todas juntas: porque tardándose más la venta, se alargase más su afrenta y vergüenza: lo cual él luego hizo, sin poner en ello impedimento. Como el abad Sisoy tuviese muchos discípulos, y en uno que había nombre Malcho, pusiese más los ojos que en todos los otros, dijo un día uno de ellos: Dime padre bendito, por qué en tanto perjuicio nuestro amas más que a todos a nuestro compañero Malcho: Oídas Sisoy estas palabras callando se va a las celdas de todos los monjes, y como llamase a las puertas de ellas, unos callaron, otros respondieron, otros salían, y otros no salían ni respondían: y como llamase a la puerta de Malcho, y saliese muy presto, hallaron que a la sazón él estaba escribiendo en un libro, y que por cumplir con la obediencia había dejado una letra empezada.

A este propósito dice el glorioso Bernardo: Si te riñere el prelado calla, si te pidiere algo dáselo, si te castigare súfrelo, si te mandare algo hazlo, y si te llamare ven luego: porque entonces es la obediencia acabada, cuando dejas lo que haces por acabar. De estos tan notables ejemplos podemos colegir, cuán gran excelencia es el obedecer, y cómo del obedecer viene el merecer: porque de otra manera, habiendo de ir cada día [LXXXIXr] más aprovechando, tanto torna atrás el camino, cuanto no anda a la voluntad de su prelado. Confundantur omnes qui repugnant ei, dijo Dios por Isaías, y es como si más claro dijera: Todos los que le contradijeren serán confundidos, y todos los que le resistieren serán castigados, y aun todos los que se les amotinaren serán afrontados: pues hombre soberbio, no puede quedar sin castigo. Decir Isaías, que el que resistiere al prelado, será de Dios castigado, y de los hombres confundido: es decir, que todo aquello que el súbdito procurare para su consolación, se le tornará en desconsolación y confusión: porque muchas veces acontece, que las consolaciones y recreaciones que se otorgan a los obedientes súbditos, las niegan los prelados a los monjes mal domados. San Bernardo a este propósito dice: ¿Cómo quieres tú hermano que tu abad te deje ir al pueblo a negociar, ni al huerto a pasear, ni al hospicio a recrear: pues ni haces lo que te manda, ni aun condesciendes a lo que te ruega? Si murmuras porque consuela a otros más que a ti, mira que los otros le obedecen mejor que tú: y no puede ser cosa más justa, que si el prelado halla en el súbdito toda sujección, que el súbdito halle en su prelado alguna recreación.

El monje que hace lo que quiere y no lo que debe, ha de tener fe por dicho, que será de todos sus hermanos notado, será de los prelados perseguido, vivirá desconsolado, andará como corrido, no será como los otros reverenciado: y aun será más que todos castigado. En otra epístola dice también San Bernardo: Cosa es muy cierta, que el monje rebelde e inobediente, ha de andar afrentado, y ha de ser confundido más que todos en el monasterio: porque el prelado le habla de mala gana, huyen todos de su compañía, él mismo trae consigo tristeza, y aun en él más que en todos se emplea la disciplina. Entre los príncipes del mundo, ninguna cosa tanto se castiga, como es el desacato que se hace a su justicia: y así en la religión ninguna cosa debe ser tan agramente castigada, como es el delito de la obediencia: porque no hay tan gran señal de irse la religión a perder, como es cuando los monjes osan en público desobedecer. San Basilio en su regla dice: Podrán los abades de nuestra orden condescender y dispensar en algunas flaquezas, según la calidad de las personas, y según las pocas y muchas fuerzas: excepto en caso de obedecer o desobedecer: en lo cual no queremos que nadie ose dispensar. Casiano en las instituciones de los monjes dice, que era tan grande la obediencia que tenían a sus abades los monjes de Tebaida: que si había necesidad de mandar al monje dos veces una cosa, le echaban luego de su compañía. En las colaciones de los padres dijo el abad Sisoy: No se excuse nadie del cumplimiento de la obediencia: diciendo que nadie puede perfectamente cumplirla: porque si lo que te mandan es cosa ligera, puédesla cumplir, y si es cosa recia cumples con la probar: mayormente que en tal caso, no menos recibe el señor lo que el buen obediente comienza, que lo que comienza y acaba. Y porque concluyamos en una palabra todo lo que arriba hemos dicho de la obediencia: decimos, que el término del obedecer no ha de tener tiempo, sino que se ha de acabar con el mismo tiempo: por manera, que entonces ha de ser el fin de la obediencia, cuando fuere el fin de tu vida. [LXXXIXv]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Oratorio de religiosos y ejercicio de virtuosos (1542). El texto sigue la edición de Valladolid 1545, por Juan de Villaquirán, 8 hojas + 110 folios.}

<<< Capítulo 44 / Capítulo 46 >>>


Edición digital de las obras de
Antonio de Guevara
Proyecto Filosofía en español ~ www.filosofia.org