La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Reloj de Príncipes / Libro I

Capítulo XXI
Quién fue el philósopho Bías, y de la constancia que tuvo quando perdió todo lo que tenía, y de un razonamiento que hizo a los que lo consolaban de su trabajo, y de diez leyes que dexó a los príncipes, las quales para los príncipes son leyes muy notables.


Entre todas las naciones y géneros de gentes que se preciaron tener consigo sabios fueron los griegos, los quales por excellencia no sólo tuvieron para leer en sus achademias grandes philósophos, pero aun los eligieron por príncipes de sus reynos; porque, según dize Platón, en aquellos tiempos y en aquellos reynos, o eran philósophos los que imperavan o los que imperavan philosophavan, según escrive Laercio, libro ii De antiquitatibus grecorum. Précianse mucho los griegos aver tenido de todas las condiciones de gentes muchas y muy notables personas, conviene saber: siete mugeres muy sabias; siete reynas muy honestas; siete reyes muy virtuosos; siete capitanes muy esforçados; siete ciudades muy insignes; siete edificios muy sumptuosos; siete philósophos muy doctíssimos, que fueron éstos: Thales, que fue el primero que halló el norte para navegar; el segundo fue Solonino, el qual dio las primeras leyes a los de Athenas; el tercero fue Chilón, el qual fue a Oriente por embaxador de los athenienses; el quarto fue Phítaco, el qual no sólo fue philósopho, pero aun fue capitán de los mitilenos; el quinto fue Cleóbolo, el qual descendía del antiguo linage de los Hércoles; el sexto fue Periandro, el qual por mucho tiempo governó el reyno de Corintho; el séptimo fue Bías Perineo, el qual fue príncipe de los perinenses. [158]

Hablando, pues, deste Bías qué haze a mi propósito, es de saber que en los tiempos que reynava Rómulo en Roma, Ezechías en Judea, avía en Grecia muy gran guerra entre los metinenses y entre los perinenses; y destos perinenses era philósopho y príncipe y capitán Bías, el qual por ser sabio leýa en la academia, por ser esforçado era capitán de la guerra y por ser muy prudente era príncipe que governava la república. Y no se maraville desto ninguno, porque en aquellos tiempos dávanse a tanta virtud los sabios, que el philósopho que no tenía abilidad más de para una cosa en muy poco le tenían en su república. Después de muchas contiendas entre los metinenses y perinenses, diose una cruda batalla, de la qual fue capitán el philósopho Bías, y uvo la victoria della, y ésta fue la primera batalla que por manos de filósofo se dio en Grecia, de la qual victoria Grecia tomó mucha sobervia, por ver que sus philósofos eran tan venturosos en las lanças como dulces en las lenguas. Y acaso como le truxessen muchas donzellas vírgines captivas para que las vendiesse, y dellas y del precio dellas se aprovechasse, el buen philósofo Bías no sólo no las corrompió ni vendió, mas aun libertólas y vestiólas; y, libres de toda infamia, las hizo llevar a su tierra. Y no se tenga en poco esta liberalidad de soltar a los cativos y no corromper a las vírgines, porque muchas vezes los vencidos son vencidos con las armas de los vencedores y los vencedores se pierden en los regalos y vicios de los vencidos. Fue este fecho tan loado entre los griegos y fue en tanto tenido de sus enemigos, que luego los metinenses embiaron embaxadores a pedir paz a los perinenses, y ordenaron entre sí paz perpetua con tal condición que al filósofo Bías fiziessen una immortal estatua, pues por sus manos y más por sus virtudes avía entre ellos cessado aquella guerra. Y de verdad ellos tuvieron razón, porque más merece el que alcança la paz ganando los coraçones de los enemigos, que no el que alcança vitoria derramando sangre por los campos. Los coraçones de los hombres son generosos, y vemos cada día que muchas vezes ante uno vence a muchos por bien, que muchos vençan a él por mal, y assí dizen que dezía estas palabras el Emperador Severo: «Por bien, atado por un cabello me llevará el menor esclavo de Roma; [159] y por mal aun no me podrán mudar todos los poderosos de Ytalia, porque mi coraçón más quiere ser siervo de los buenos que no ser señor de los malos.» Cuenta Valerio Máximo que, como una vez fuesse tomada de los enemigos la ciudad de Periene, y fuesse saqueada, de manera que al filósofo Bías le avían a su muger muerto, a los fijos le avían cativado, la hazienda le avían robado, la su ciudad avían derrocado y a su casa avían puesto fuego; Bías fuesse a Atenas escapada la vida. En este tan lastimoso caso, el buen filósofo Bías no sólo no mostrava tristeza, pero aun yva por el camino cantando con gran alegría, y como se espantassen todos de aquella alegría, díxoles esta palabra:

Habla de Bías el philósopho

«Los que dizen que por carecer yo de mi ciudad, por carecer de mi muger, por carecer de mi casa, por carecer de mis hijos, por esto he perdido quanto tenía, los tales ni saben qué cosa es fortuna, ni sienten bien de philosophía; porque perder hijos y hazienda no se puede llamar pérdida quando queda la vida sana y en la fama no ha hecho estrago la pestilencia. Que sea verdad esta sentencia, pensemos profundamente esta cosa: si permitieron los dioses justos que viniesse esta ciudad a manos de tyranos crudos, la permissión fue muy justa; porque no ay cosa más conforme a justicia que aquéllos que no gustan la buena doctrina de los sabios que sientan el áspero castigo de los tyranos.

Ítem, si me mataron a mi muger los enemigos, soy cierto que no fue sino con acuerdo de los dioses, los quales en nasciendo una criatura luego le tassan los días de la vida. Pues ¿por qué lloraré yo su muerte, si hasta allí tenían los dioses tassada su vida? Lo mucho en que tenemos la vida nos haze parecer que la muerte es repentina, y que la vida sin tiempo y sazón es de la muerte salteada; pero ésta es plática de los hijos de vanidad, porque con voluntad de los dioses nos visita la muerte y contra voluntad de los hombres se nos despide la vida. [160]

Ítem, mis hijos son philósophos virtuosos, y aunque estén en poder de los tyranos, no por esso los llamaremos captivos; porque no se llama captivo el que está cargado de hierros, sino el que está arrodeado de vicios.

Ítem, si el fuego quemó a mi casa, ni por ello tengo de tomar tristeza, que a la verdad ella era ya vieja y los vientos combatían los tejados, los gusanos roýan las maderas, las aguas desmoronavan las paredes, de manera que un día cayera y allí a trayción me matara; porque la embidia y la malicia y la casa vieja sin llamar a la puerta acometen a la persona. Vino, pues, el elemento del fuego, y hízolo en tres cosas como generoso: la una, que me quitó el cuydado de la hazer; la segunda, que me quitó la costa de la derribar; la tercera, que quitó de pleytos a mis erederos de la eredar; porque muchas vezes con lo que se gasta sobre la erencia de una casa pobre se haría otra muy rica.

Ítem, dezir que me tomaron mi hazienda en carecer que carezco de los bienes de fortuna, no tienen razón los que tal piensan, ni menos los que tal dizen; porque la fortuna estos bienes temporales jamás a ninguno los da por cosa propia, sino que en los que ella quiere y por quanto ella quiere los deposita. Pues como la fortuna vee que a los hombres que ella tenía por depositarios se le alçan por erederos, al tiempo que piensan tener por más suya la hazienda, entonces se la quita y da a otra persona. Con razón yo no puedo tener quexa que aya perdido ninguna cosa, porque los bienes temporales la fortuna encoméndolos a otro, pero la paciencia y philosofía llévola comigo, de manera que me descargaron de lo ageno y ya no tengo cargo sino de mí solo.»

Cuenta Laercio, libro v De dictis grecorum, que este filósofo Bías acordó de yr a los juegos del monte Olimpo, a do concurrían de todas las naciones del mundo, y mostróse allí de tan alto ingenio, que entre todos los filósofos él quedó por único y llevó la fama de verdadero filósofo. Estando, pues, en aquellos juegos Olimpos, preguntáronle algunas preguntas otros filósofos, y aunque las preguntas fueron muchas y de diversas cosas, no porné aquí sino las más substanciales, que son las siguientes. [161]

Preguntas hechas al filósofo Bías

La primera pregunta fue ésta: «Di, en este mal mundo, ¿quién es el hombre más desdichado?» Respondió Bías: «En este mundo aquél es más desdichado que en la desdicha no puede tener sofrimiento; porque no matan a los hombres las adversidades, sino la impaciencia que tenemos en ellas.»

La segunda pregunta fue: «¿Quál es la causa que de juzgar es más enojosa?» Respondió Bías: «No ay cosa de juzgar más enojosa que es juzgar entre dos amigos una contienda; porque juzgar entre dos enemigos, el uno queda por amigo, más juzgar entre dos amigos, el uno queda por enemigo.»

La tercera pregunta fue: «¿Qué cosa es más dificultosa de medir?» Respondió Bías: «No ay cosa en el mundo do se requiera tan gran tiento como quando se mide el tiempo; porque el tiempo se ha de medir tan justo, que ni le falte a la razón tiempo para fazer bien, ni le sobre a la sensualidad tiempo para hazer mal.»

La quarta pregunta fue: «¿Quál es la cosa en el cumplimiento de la qual no ha de aver escusa para cumplirla?» Respondió Bías: «Lo que se prometió, porque do ay coraçones generosos y rostros vergonçosos, todo lo que por voluntad se prometió de necessidad se ha de cumplir, que de otra manera más perdería el que perdiesse el crédito de su palabra que no el que perdiesse la promessa a él fecha.»

La quinta pregunta fue: «¿Quál es la cosa en que los hombres buenos y malos han de ser más solícitos?» Respondió Bías: «En ninguna cosa han de ser los hombres tan solícitos como en buscar consejos y consejeros; porque no se pueden sustentar los prósperos tiempos, ni se pueden resistir a los muchos enemigos si no es con hombres maduros y con consejos anejos.»

La sexta pregunta fue: «¿Quál es la cosa en la qual los hombres son loados por ser perezosos?» Respondió Bías: «En una sola cosa tienen los hombres licencia de ser perezosos, y es en elegir los amigos; porque el amigo muy tarde se ha de elegir y jamás por jamás se ha de dexar.» [162]

La séptima pregunta fue: «¿Quál es la cosa que más dessea el hombre abatido?» Respondió Bías: «Es mudança de fortuna, y la cosa que más aborrece el próspero es pensar que es mudable la fortuna; porque el hombre abatido piensa que si muchas mudanças haze fortuna, siempre le cabrá alguna parte della, y el hombre próspero piensa que por una mudança que haga fortuna, luego le ha de despedir de su casa.»

Estas cosas fueron las que preguntaron y respondió el philósopho Bías en los juegos del monte Olimpo, en la Olimpiada lx. Vivió el philósopho Bías noventa y cinco años, y, como llegasse a la muerte, los perinenses mostrando mucho pesar de carecer de tan gran varón, rogáronle afectuosamente tuviesse por bien de ordenarles algunas leyes, mediante las quales supiessen elegir caudillo y príncipe que a él le sucediesse en el reyno. Oýdas estas cosas por el philósofo Bías, dioles las siguientes leyes en breves palabras, de las quales leyes y del autor dellas haze mención el divino Platón en el libro De legibus, y Aristótiles en los libros de las Yconómicas.

Las leyes que dio el philósopho Bías a los perinenses

Ordenamos y mandamos que ninguno sea elegido por príncipe de todos los pueblos si no uviere a lo menos quarenta años; porque de tal edad han de ser los governadores, que ni la poca edad y experiencia les haga errar los negocios, ni la mucha edad y flaqueza les estorve a sufrir los trabajos.

Ordenamos y mandamos que ninguno sea elegido por governador del pueblo si universalmente por todo el pueblo no fuere aprovado por bueno; porque nunca será bien obedecido el que de todos fuere tenido por malo.

Ordenamos y mandamos que ninguno entre los perinenses sea por governador elegido si no fuere en las letras griegas muy docto; porque no ay mayor pestilencia en la república que faltar sapiencia y prudencia en el que la govierna.

Ordenamos y mandamos que ninguno sea entre los perinenses por governador elegido si no fuere a lo menos diez años en las guerras criado; porque aquel solo sabe conservar [163] la paz desseada que supo por experiencia qué cosa son los trabajos de la guerra.

Ordenamos y mandamos que ninguno que fuere en crueldad notable tomado sea por governador de algún pueblo elegido; porque todo hombre que fuere de crueldades amigo es impossible sino que pare en tyrano.

Ordenamos y mandamos que si el governador de los perinenses fuere osado a quebrantar tres leyes antiguas del pueblo, en tal caso sea de la governación privado y del pueblo expelido; porque no ay cosa que más destruya a la república que hazer leyes nuevas y quebrantar las buenas costumbres antiguas.

Ordenamos y mandamos que al príncipe o governador de los perinenses les sean muy bien pagados los tributos, y, si acaso en casa del tal governador fuere mayor el gasto que no el tributo, luego el tal sea del govierno privado; porque el príncipe que tiene poco y gasta mucho, o ha de perder el reyno o él ha de tornarse tyrano.

Ordenamos y mandamos que el governador que uviere de governar a los perinenses sea muy cultor de los immortales dioses y muy amigo de los sacros templos; porque de otra manera el príncipe que a sus dioses no tiene reverencia no esperen los hombres alcançar dél justicia.

Ordenamos y mandamos que el príncipe de los perinenses se contente con las tierras que le dexaron sus passados y no invente guerras para tomar reynos estrangeros, y, si acaso lo quisiere hazer, ninguno con dineros ni persona sea obligado a le seguir ni servir; porque el dios Apolo me dixo que el hombre que tomasse lo ageno los dioses le tomarían a él lo suyo proprio.

Ordenamos y mandamos que el governador de los perinenses vaya cada semana dos vezes a orar a los dioses y a visitar a los templos, y, si lo contrario hiziere, no sólo de la governación sea privado, más aun después de muerto carezca de sepulchro; porque el príncipe que no honrra a los dioses en la vida no es razón que sus huessos sean honrrados después en la sepultura. [164]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Relox de Príncipes (1529). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo II, páginas 1-943, Madrid 1994, ISBN 84-7506-415-9.}

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La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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