La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Reloj de Príncipes / Libro I

Capítulo XXXVII
Que assí como en la cabeça están los dos sentidos del oler y del oýr, assí el príncipe, que es cabeça de la república, ha de oýr a todos los agraviados y ha de conoscer a todos para pagarles los servicios; y que los cuerdos príncipes han de ser en el oýr a todos prontos y en el determinar han de ser graves.


Dicho emos cómo el príncipe es cabeça de la república; es de saber agora una cosa muy notable, y es que, assí como en la cabeça están todos los sentidos, assí en el príncipe deven estar todos los estados; porque las virtudes que están entre muchos derramadas han de estar en un príncipe recogidas. No tienen por oficio los pies de ver, sino de caminar; no tienen por oficio las manos de oýr, sino de trabajar; no tienen por oficio los ombros de oler, sino de sustentar; todos estos oficios no a los miembros que son los vassallos, sino al rey solo pertenesce exercitarlos. No es otra cosa la cabeça sola tener ojos, y no ninguno de los otros miembros, sino que el príncipe y no a otro como señor de todos pertenesce conocer a todos; porque Julio César a todos los de sus huestes conoscía y por sus proprios nombres los llamava. Amonesto y mucho amonesto a los príncipes que esto oyeren y leyeren, que huelguen de visitar y ser visitados, ver y ser vistos, comunicar y ser comunicados; porque las cosas que no vemos con los ojos no las podemos amar con las entrañas.

Ítem es de saber que la cabeça sola tiene oýdos para denotar que al rey y no a otro pertenesce oýr a todos y tener abiertas las puertas a los que tienen negocios; porque no es pequeño bien para la república tener con su príncipe fácil audiencia. [246] Helio Esparciano loa mucho al Emperador Trajano que, como estuviesse ya en el cavallo para yr a la guerra, se tornó apear sólo para oýr una querella que le dava una muger pobrezita, la qual cosa fue muy notada en Roma; porque si los hombres no fuessen vanos más honra darían a un príncipe por una obra de justicia que no por aver vencido una batalla. No sólo es justo, mas antes digo que es trabajoso para él y enojoso para el vulgo que el príncipe se esté siempre encerrado; porque de cerrar las puertas los príncipes a sus vassallos viene no abrir las entrañas los súbditos a sus señores. ¡O!, quántos y quántos escándalos se levantan en la república sólo por no dezir los príncipes una palabra. Julio César era emperador muy virtuoso, pero de que ya estava en la cumbre del Imperio, en el negociar era algo pesado y, por no oýr a uno que le quería dezir cómo yva vendido, le dieron xxiii puñaladas en el Senado. Lo contrario se lee de Marco Aurelio Emperador, el qual era con todos tan familiar que, como fuesse monarcha y los negocios que están agora repartidos entre muchos dependían dél solo, jamás tuvo portero en su casa, ni camarero, ni jamás por negociar solo con él se tuvo algún negociante de un día arriba. De verdad que es el príncipe muy corto, y aun aýna diría indigno de ser amado, que a los que le sirven con muchas y buenas obras él sea escasso aun de buenas palabras; porque los cuerdos príncipes han de ser en el oýr a todos promptos y en el determinar los negocios graves. Muchos vienen a hablar a los príncipes con presupuesto que ni han de aceptar sus consejos, ni conceder sus ruegos; y, con todo esto, quieren y importunan de ser oýdos; y a la verdad deven ser de su señor oýdos, porque el coraçón preñado y lastimado mucho descansa en ser oýdo.

Ítem pregunto: ¿por qué en sola la cabeça está el sentido del olfato para oler, y no en las manos, ni en los pies, ni en otra parte del cuerpo, sino que al príncipe que es cabeça de todo pertenesce conocerlo todo y ser informado cómo vive cada uno? En las grandes y espessas montañas los castizos canes más por el oler que no por el ver descubren la caça. Quiero dezir que es impossible que un príncipe siendo solo pueda conocer a todos y oýr a todos, y por esso es necessario [247] que sea informado de la vida de todos; porque no puede el príncipe governar bien a su república si no conoce las particularidades della. Necessario es que el buen príncipe conozca a los buenos para los honrar; porque infame es la república do los malos no son conocidos y los buenos no son honrados. Necessario es que el príncipe conozca a los malos para los corregir; porque gran mal ay en la república do sin ninguna vergüença la maldad de los malos es solapada. Necessario es que el príncipe conozca a los sabios para con ellos se aconsejar; porque los antiguos romanos no llamavan ni tenían por consejo sino al que de philósophos y de viejos estava poblado. Necessario es que el príncipe conozca a los que son hábiles para hazerlos enseñar; porque en las cortes de los príncipes romanos siempre uvo capitanes que enseñavan las armas y varones doctos que enseñavan las sciencias. Necessario es que el príncipe conozca a los pobres de su reyno para los socorrer; porque de tal manera han de compassar los príncipes a la república que ni sobre a los ricos para los vicios, ni falte a los pobres para las necessidades. Necessario es que el príncipe conozca a los presumptuosos y maliciosos para los humillar; porque los pobres con la embidia y los ricos con la sobervia en breve espacio suelen destruyr a una generosa república. Necessario es que el príncipe conozca a los pacíficos para en paz y quietud los conservar; porque oficio es del buen príncipe desplumar los altos pensamientos de los bulliciosos y dar alas de favor a los pacíficos. Necessario es que el príncipe conozca a los que le han hecho servicios, para que por sus servicios sean gualardonados; porque el generoso coraçón con muy pequeñas mercedes se obliga a hazer muy grandes hazañas. Es necessario que el príncipe conozca a los nobles de su reyno, para que avida oportunidad los tome en su servicio; porque muy justo es que el hombre que está dotado de virtudes y nobleza sea preferido a todos los otros en la república. Finalmente digo que el príncipe deve conocer a los murmuradores para jamás los creer y a los que le dizen las verdades para siempre los amar; porque acerca del buen príncipe ninguno ha de estar tan privado como el hombre verdadero y ninguno ha de ser tan aborrecido como el hombre mentiroso. [248]

¡O, quánto es necessario al príncipe tener buen conocimiento de todo su reyno porque no le engañen como le engañan a cada passo! Al fin al fin, los más de los príncipes todos son engañados no por más de por no querer ser avisados y informados de hombres discretos; porque muchos hablan con los príncipes y dizen tales palabras, que parescen sonar a su servicio, y por otra parte es su fin de engañarlos y guiar el negocio a su provecho. Helio Esparciano dize que Severo Alexandre, xxv Emperador romano, fue hombre muy virtuoso, y entre las cosas de que le loan es que tenía en su cámara un familiar libro do tenía escritos a todos los nobles del Imperio, y quando vacava algún oficio no le dezían más de quanto estava vacuo; porque el buen emperador no le proveýa porque se le pidiesse uno ni otro, sino por la información que tenía en su libro secreto. Yo juraré que juren los príncipes que en el repartir de las mercedes si yerran no yerran porque querrían errar, pero no podré negar que gravemente yerran en no se querer informar, y si se informan valdría más no se informar; porque nunca al príncipe dará sano consejo el que pretiende en el consejo algún interesse proprio. Todo el bien de los príncipes está en saber elegir lo mejor de las prosperidades y lo más seguro de las adversidades, y saber repartir las mercedes entre los buenos, y en este caso deven los príncipes tener más consideración a los que le han hecho muy buenos servicios que no a las muchas importunidades de privados, porque de otra manera agradecería la merced al criado que la procuró y no al príncipe que la dio. Todo esto que dezimos no presta más de persuadir que, pues el príncipe es señor de todos, es mucha razón esté informado del estado y condición de todos, porque de otra manera a cada passo le engañarán mil maliciosos que ay en la república. Concluyendo, torno a dezir que si el príncipe no es informado de la vida de todos, la corteza se le fará substancia; el huesso, cañada; el salvado, harina; la escoria, oro; la paja, grano; las hezes, vino; la hiel, miel. Quiero dezir que, al tiempo de repartir las mercedes, pensando de dar en el blanco desarmará en el terrero. [249]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Relox de Príncipes (1529). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo II, páginas 1-943, Madrid 1994, ISBN 84-7506-415-9.}

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Edición digital de las obras de
Antonio de Guevara
La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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