La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Reloj de Príncipes / Libro I

Capítulo XXXVIII
De la gran fiesta que celebravan los romanos al dios Jano el primero día de enero, y de una gran largueza que hizo el Emperador Marco Aurelio en el día de aquella fiesta, y que los príncipes virtuosos tienen necessidad de ser muy sufridos quando saben que son murmurados, y que es de tener gran compassión a los príncipes, porque si son malos están en desgracia de los buenos, y si son buenos luego son murmurados de los malos.


Entre las fiestas celebérrimas que inventaron los antiguos romanos fue una la fiesta del dios Jano, y ésta celebrávanla el primero día del año que agora es en el mes de enero; porque los ebreos començavan su año en principio de março y los romanos començavan el año el primero día de enero. A este dios Jano pintavan los romanos con dos caras para demostrar que era fin del año passado y principio del año presente. A este dios Jano estava dedicado un templo sumptuosíssimo en la ciudad de Roma, y llamávanle el templo de paz, y era tenido en muy gran reverencia, y ofrecíanle muchos sacrificios todos los ciudadanos romanos, a causa que los guardasse de sus enemigos; porque no ay gente a quien aya tan prósperamente sucedido la guerra, que no se ovieran mejor hallado con paz. Quando los emperadores romanos yvan a la guerra o venían de la guerra, lo primero visitavan el templo de Júpiter, lo segundo el templo de las vírgines vestales, lo tercero el templo de Jano; porque era ley en Roma que el emperador lo último que visitasse a la partida fuesse el templo de Júpiter, y a la buelta lo primero que visitasse fuesse el [250] templo de Jano. Y sepan aquí los curiosos y amigos de antigüedades que a los emperadores quando yvan a la guerra en el templo de las vírgines vestales les echavan la muça sobre los ombros, y en el templo de Júpiter le besavan el pie los senadores, y en el templo de Jano le besavan las muñecas los cónsules; porque desde el tiempo que el cruel Silla mató a tres mill vezinos que le besavan la mano derecha, jamás le besaron más las manos a ningún emperador de Roma. Pues si los emperadores gentiles no salían de Roma sin visitar los templos malditos, ni tornavan a Roma sin primero tomar la bendición de aquellos dioses descomulgados, mucho mejor deven hazer esto los príncipes christianos, los quales saben que sus templos son al Dios verdadero consagrados y están dedicados a los oficios divinos; porque el príncipe que, olvidado Dios, encomienda sus hechos a los hombres, él verá cómo sus negocios se expiden como por manos de hombres.

Prosiguiendo, pues, el propósito, el día que se celebrava la fiesta del dios Jano holgavan en todos los barrios de Roma, porque las fiestas de Mars, de Júpiter, de Jano, de Venus, de Verecinta holgavan en toda Roma, y las fiestas de los otros dioses como eran muchos holgávanse por barrios. Vestíanse los romanos aquel día sus mejores ropas, porque tenían en costumbre que el romano que no tuviesse vestidura diferenciada para honrar la fiesta, o se avía de salir aquel día de Roma o estarse encerrado en casa. Ponían aquel día muchas luminarias encima las casas, y encendían a las puertas muchas hogueras, y hazían muchas farsas los pantomimos y muchos juegos los juglares, porque las fiestas de los hombres vanos más son para regozijar sus cuerpos que no para reformar sus espíritus. Velavan toda la noche en los templos, soltavan aquel día a todos los presos que por deudas estavan presos, y del erario público eran las deudas pagadas, y sin esto tenían por costumbre en Roma que a todos los patricios que venían a pobreza los sustentavan de los bienes de la república. Tenían aquel día puestas mesas de comer a las puertas con muy gran abundancia de manjares, de manera que avía de valer más lo que sobrasse que no lo que se gastasse; porque los hombres vanos en los semejantes regozijos más loan lo que se desperdicia [251] que no lo que aprovecha. Pesquisavan aquel día por todos los pobres, para que de todas cosas fuessen muy proveýdos; porque era ley entre los antiguos que ninguno osasse hazer fiesta en público sin que primero proveyesse a todos los pobres de su barrio. Pensavan los romanos que si en aquel día gastassen con mucha largueza, el dios Jano, que era dios de los temporales, los sacaría de toda penuria, diziendo que el dios Jano es dios muy agradecido, y que si gastassen por él poco, él les daría mucho. Hazíanse muchas processiones en la fiesta del dios Jano, no todos juntos, sino que el Senado yva por sí, los flámines por sí, los censores por sí, los plebeyos por sí, las matronas por sí, y las donzellas por sí, y las vírgines vestales por sí, y todos los embaxadores estrangeros yvan en processión con los captivos. Era costumbre en Roma que aquel día el Emperador se vistiesse la toga, que era la insignia imperial, y todos los captivos que le podían tocar con la mano eran libres, y todos los malhechores eran perdonados, y todos los desterrados eran absueltos; porque los príncipes romanos jamás se hallaron en alguna fiesta que no hiziessen algún acto de clemencia o hiziessen merced de alguna notable cosa.

Era en aquel tiempo emperador en Roma Marco Aurelio, marido que fue de la hermosa Faustina, el qual un día en la fiesta de Jano dexada la processión de los senadores, sin llevar guarda consigo metióse en la processión de los cativos, los quales fácilmente le tocaron la ropa, y assí fácilmente alcançaron la libertad por ellos muy desseada. Digo muy desseada porque, a la verdad, el hombre que está cativo de muy pocas cosas tiene contentamiento. Y porque no ay cosa buena hecha por algún bueno que luego no sea contrariada de otro malo, fue aquel hecho tan retraýdo de los malos quanto fue alabado de los buenos; porque no ay cosa de buena obra que no la cerque la espina de alguna intención mala. De una cosa he visto larga esperiencia en esta mísera vida, conviene a saber: que assí como entre los buenos se señala uno por bueno, assí entre los malos se señala uno por malo, y lo peor que hallo en esto es que no tiene tanta gloria el virtuoso de la virtud quanta desvergüença tiene el malicioso de su maldad; porque naturalmente la virtud haze al hombre recogido y el [252] vicio torna al hombre dissoluto. Esto se dize porque en el Senado de Roma avía un senador por nombre Fulvio, el qual era muy blanco por las canas y muy obscuro por las malicias, de manera que por la ancianidad era honrado en Roma de muchos y por la malicia era en el Imperio aborrescido de todos. Trabajava este senador Fulvio en los tiempos de Adriano a suceder en el Imperio, y a esta causa siempre tuvo por competidor a Marco Aurelio, y doquiera que se hallava siempre hablava dél como de enemigo; porque el coraçón toxicado de embidia no puede consigo dezir aun una palabra. Estava tan lastimado este senador de ver que Marco Aurelio siendo moço, y él siendo viejo, le avía llevado el Imperio, que jamás hazía Marco cosa buena en público que no la desfiziesse y anichilasse él en secreto; porque natural cosa es a los que tienen dañadas las entrañas por ocasión de muy pequeñas cosas derramar sus malicias.

Muchas vezes me paro a pensar quál es mayor, la obligación que tienen los buenos a contradezir el mal o la osadía que tienen los malos para contradezir el bien; porque no ay bestia en el mundo tan osada como el malo después que a las gentes pierde la vergüença. Oxalá y pluguiesse a Dios fuesse tanta la liga y esfuerço de los buenos en las cosas buenas, como es la hermandad y desvergüença de los malos en las cosas de maldad; porque un virtuoso para una obra de virtud no aya quien ge la ayude a obrar, y después que la ha obrado bien tiene mil a se la contradezir. Querría que todos los que leéys en esta escriptura encomendássedes mucho a la memoria esta palabra, y es que en los malos el summo mal de sus maldades es quando, olvidados de ser hombres y acoceada la razón, a la verdad y a los virtuosos van a la mano, y del todo afloxan las riendas al vicio; porque si es malo ser uno malo, muy peor es no querer que sea otro bueno. Aviso a los príncipes y a los grandes señores, que en haziendo alguna obra virtuosa no les ha de faltar quien diga que es mal hecha, y si han menester esfuerço para ser virtuosos, tienen necessidad de paciencia para sufrir a los hombres malignos; porque el coraçón generoso más siente la embidia agena que no el sudor que sudó su carne flaca. No se deven espantar los [253] príncipes y grandes señores aunque les digan que de sus buenas obras son murmurados, que al fin al fin son hombres y tratan con hombres, y no pueden escaparse de las miserias de los hombres; porque jamás uvo príncipe en el mundo tan exento que con lenguas de malos no fuesse açotado. Por cierto, es de tener gran compassión a los príncipes, agora sean buenos, ora sean malos; porque si son malos, están en enemistad de todos los buenos; y si son buenos, luego son retraýdos y murmurados de todos los malos. El Emperador Octavio fue muy virtuoso y fue de émulos muy perseguido, y como le dixessen que por qué sufría haziendo bien a todos ser murmurado de muchos, respondió: «Mirad, amigos, quien libertó a Roma de los enemigos, también libertó las lenguas de los hombres malos; porque no es justo se loen de libertad las piedras y se quexen las lenguas que están atadas.» De verdad que este buen Emperador Octavio se mostró en estas palabras príncipe de coraçón generoso, y que de las superfluas murmuraciones de los malos tenía poco cuydado, como a la verdad no lo ha de tener el hombre virtuoso; porque regla general es que los vicios siempre paren defensores y las virtudes siempre crían émulos. En el libro De legibus dezía el divino Platón (y dezía bien) que los malos siempre son dobladamente malos, porque traen armas defensivas para defender sus males proprios y traen armas ofensivas para ofender los bienes agenos. Deven los hombres virtuosos velar mucho por buscar a los buenos y dévense mucho desvelar por guardarse de los malos; porque un hombre bueno con un dedo puede mandar a todos los virtuosos, y para guardarse de un solo malo ha menester pies y manos y amigos. Dezía Temísthocles, el thebano, que no sentía él otro mayor trabajo en el mundo que su honra propria dependiesse de parescer ageno; porque rezio caso es la vida y honra de un bueno esté a medida de la lengua de un malo. Assí como en la fragua las prunas ignitas no pueden estar sin centellear, ni lo corrupto puede estar en los muladares sin heder, assí el que tiene las entrañas sanas prorumpe en palabras amorosas y el que tiene las entrañas dañadas sobresale en palabras lastimosas; porque si de hornija podrida arde el fuego, es impossible ser el humo claro. En [254] los amores profanos, poco tiempo el amor del enamorado se puede refrenar; quiero dezir que mucho menos tiempo la passión del coraçón apassionado se puede asconder, porque los sospiros son los que hazen alarde del coraçón lastimado y las palabras son las que descubren al hombre malicioso.

Dize Pulio, libro i De Cesaribus, que Marco Aurelio el Emperador era virtuoso en el obrar, sabio en el conoscer, justo en el sentenciar y zeloso en el castigar, pero sobre todo era muy prudente en el dissimular, y en esto era él muy cuerdo; porque hombre bien sufrido jamás fue sino bien librado. Con el sufrimiento y cordura vemos que de negocios malos se hazen razonables, y de razonables se tornan buenos, y de buenos se tornan muy buenos. Por el contrario contesce en los que sobresalen más de lo que es menester; porque hombre que no es bien sufrido, aun en las cosas muy justas no se espere buen tratamiento. Muchas vezes solía dezir Marco Aurelio el Emperador: «Julio César alcançó el Imperio con la lança, Augusto fue emperador por erencia, Calígula lo alcançó porque su padre venció a Germania, Nero sostuvo el Imperio con tyranía, Tito fue emperador porque sojuzgó a Judea, el buen Trajano alcançó el Imperio por su esfuerço y nobleza; pero yo no alcance el Imperio sino por sola paciencia, porque mayor excelencia es sufrir las injurias de los maliciosos que no disputar en las achademias con los sabios.» Y dezía más este buen emperador: «En la governación del Imperio mucho más me ha aprovechado la paciencia que no la sciencia; porque la sciencia aprovecha sólo para descanso de la persona, mas la paciencia aprovecha a la persona y a la república.» Julio Capitolino dize que el Emperador Antonio Pío fue príncipe muy sufrido, en tanta manera que muchas vezes estando en el Senado veýa a los que le amavan y otros que con el pueblo le rebolvían, y era tanta su templança que ni los amigos por el desagradescimiento quedavan tristes ni los enemigos por algún disfavor quedavan quexosos.

Queriendo, pues, en este capítulo juntar el fin con el principio, digo que como el Emperador Marco Aurelio se metió entre los captivos, y este hecho romano fuesse por todos loado, aquel senador Fulvio no pudo tener prudencia para sufrirlo [255] y dixo al emperador estas palabras, medio burlando: «Señor Emperador, maravillado estoy; ¿por qué te das a todos, como la reputación de los emperadores no se pueda conservar sino siendo esquivos?» Oýdo por Marco lo que en presencia de todos le dixo el senador Fulvio, tuvo muy gran sufrimiento y con un rostro alegre dixo: «La demanda que oy me pone el senador Fulvio quédese para mañana, porque será más madura mi respuesta y estará más mansa su cólera.» Venido, pues, otro día al Senado en el Capitolio, según lo dize Pulio en la Vida de Marco, este buen emperador en presencia de todos dixo estas palabras. [256]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Relox de Príncipes (1529). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo II, páginas 1-943, Madrid 1994, ISBN 84-7506-415-9.}

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Antonio de Guevara
La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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