La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Reloj de Príncipes / Libro I

Capítulo XLI
Que los príncipes y grandes señores no se han de preciar por ser dispuestos y hermosos; y de cómo los thebanos heran enemigos de los que en estremo eran hermosos y de las mugeres que en estremo eran feas; y que ningún príncipe dexó de sí fama inmortal por aver sido de hermoso rostro, sino por aver hecho grandes hazañas con la lança en el puño.


En el tiempo que Josué triumphava entre los ebreos, y en el tiempo que Dárdano desde la Gran Grecia passó a Samothracia, y en el tiempo que los hijos de Agénor fueron en busca de su hermana Europa, y en el tiempo que Sículo reynava en Trinacria, la qual después de su nombre se llamó Sicilia; en Asia la mayor, en el reyno de Egipto, fue edificada una gran ciudad llamada Thebas, la qual edificó el rey Busiris, de quien Diodoro Sículo en su Bibliotheca habla muy largo. Plinio, en el xxxvi de su Natural hystoria, y Homero, en el segundo de su Helíada, y Stacio por todo el libro de su Thebayda, cuentan grandes maravillas desta ciudad de Thebas, lo qual se ha de tener no en poco sino en mucho; porque de autores tan graves no es de creer que hablando de veras escrivirían fictiones. Dizen que tenía Thebas en torno de sí para andar la andadura de quarenta millas, y que los muros en alto tenían treynta estados y en el ancho tenían seys. Dize también que tenía la ciudad cien puertas además fuertes y sumptuosas, y en cada puerta dozientos de cavallo en guarda. Passava por medio de Thebas un río poderoso, el qual en moliendas y pescado a la ciudad hazía mucho provecho. Quando Thebas estava en su prosperidad, dizen que llegó a [290] tener dozientos mill huegos y, lo que más es, que se enterravan allí todos los reyes egypcios; y, según dize Strabo, De situ orbis, quando Thebas fue destruyda de los enemigos hallaron en ella lxxvii sepulcros de reyes antepassados. Y es de notar que todos aquellos sepulcros eran de reyes virtuosos; porque era inviolable costumbre entre los egypcios que al rey que avía sido malo en la vida en la muerte no le diessen sepultura. Ante que fuesse la valerosa Numancia fundada en Europa, y la rica Carthago en África, y la venturosa Roma en Italia, y la hermosa Capua en Campania, y la gran Argentina en Germania, y la muy conquistada Helia en Palestina, sola Thebas en todo el mundo era la más nombrada. Fueron estos thebanos entre todas las naciones muy nombrados, assí por sus riquezas como por sus edificios, y aun porque en sus leyes y ritos tuvieron muchos estremos (y todos los hombres estremados, aunque no quieran, sus estremos los hazen ser conocidos). Dize Homero que los thebanos tenían cinco costumbres, por las quales se estremavan de todas las otras naciones.

La primera era que, en llegando a edad de cinco años, a todos los niños con un fierro ardiendo hazían en las frentes una señal a manera de thau, porque querían ellos que doquiera que estuviesse el thebano por aquella señal de thau fuesse entre todos conocido. La ii era que en Thebas a todos los niños que avían dos años luego les sacavan las chuecas de las rodillas porque tuviessen para andar más ligeras las piernas. La ocasión que tenían para hazer esto era que los egypcios tenían a los animales por dioses, y a esta causa quando algún egypcio yva camino jamás yva cavallero, porque no pareciesse que él yva sobre su dios assentado. La iii era que los vezinos de Thebas no sólo no se casavan con gente de estrañas naciones, mas aun los hazían casar parientes con parientes; porque casándose deudos con deudos fuessen más firmes los matrimonios y tuviessen ocasión de ser mayores amigos. La iiii costumbre era que ningún thebano podía hazer casa para do morasse, sin que primero hiziesse la sepultura do se enterrasse. No me parece que en esto los thebanos eran estremados, sino hombres cuerdos; y aun a ley de verdad juro que lo eran más que nosotros, porque si nosotros siquiera de [291] pensamiento gastássemos dos horas al día en fabricar nuestra sepultura, impossible es que no corrigiéssemos algún día la vida. La v costumbre era que a todos los niños que en estremo eran hermosos a todos los ahogavan en las cunas, y a todas las niñas que en estremo eran feas a todas las matavan y sacrificavan a las diosas, diziendo que quando estavan los dioses descuydados entonces se engendravan los hombres hermosos y las mugeres feas; porque el hombre muy fermoso no es sino muger hombruna y la muger fea no es sino bestia montesina.

El dios mayor de los thebanos era Ysis, y éste era un toro bermejo criado en el río Nilo, y tenían por ley que todo hombre que fuesse bermejo le matassen y sacrificassen a su dios Isis en el templo. En contrario desto hazían con los animales, ca como su dios era un toro bermejo, ninguno era osado matar algún animal bermejo, de manera que les era lícito matar los hombres y no a los animales. Yo no alabo que era bien hecho que los thebanos matassen a sus niños, ni apruevo que hazían bien en sacrificar a los hombres rufos, ni me parece bien que reverenciassen a los animales bermejos, pero espántome porque tenían aborrecimiento con las mugeres feas y con los hombres fermosos, pues de fermosos y feos estuvieron y están poblados todos los siglos presentes y passados. Pues si aquellos bárbaros, viviendo como vivían en ley de mentira, al hombre que los dioses davan hermosura ellos le quitavan luego la vida, más razón es que nosotros que somos christianos tengamos en poco la hermosura del cuerpo, pues las más vezes della se sigue la fealdad del ánima.

Debaxo del christalino yelo está el cenagal peligroso, en la muralla labrada se cría la culebra maldita, en lo interior del diente blanco taladra el neguijón importuno, en el paño muy fino haze la polilla mayor estrago, el árbol más frutífero es más perseguido del gusano. Quiero dezir que debaxo de lindos cuerpos y de muy fermosos rostros se asconden muchos y muy horrendos vicios. Por cierto en los moços no muy cuerdos, sino que son un poco livianos, no es otra cosa la buena disposición y fermosura sino madre de muchos vicios y madrastra de todas las virtudes. Créanme una cosa los príncipes y grandes [292] señores (digo a los que presumen de hermosos y bien dispuestos), que do ay mucha abundancia de gracias corporales, para sostenerlas ha de aver muy gran hueste de virtudes; porque los árboles más altos de más importunos vientos son combatidos. Tomar vanagloria de alguna cosa deste mundo, por muy perfeta que sea, digo que es vanidad de vanidad, pero tener presunción de fermosura del cuerpo digo que es liviandad de liviandad. Entre todas las cosas agradables que naturaleza dio a los mortales, no ay cosa más superflua en el hombre y menos necessaria que es la buena disposición o hermosura; porque a la verdad por ser hermosos o por ser feos ni somos más amados del Criador, ni por esso dexamos de ser aborrecidos de la criatura. ¡O!, ceguedad mundana, ¡o!, vida que nunca vive, ¡o!, muerte que nunca acaba, yo no sé por qué del acidente desta hermosura ningún hombre osa tomar vanagloria, pues sabe que toda la gentileza de su carne está secrestada para la triste sepultura y toda la delicadez de sus miembros se ha de confiscar para los hambrientos gusanos.

Burlen y mofen los grandes de los pequeños, los fermosos de los feos, los sanos de los contrahechos, los blancos de los negros, los derechos de los corcobados, los gigantes de los enanos, que al fin al fin todos han de aver fin. Por cierto, a mi parecer por ser los cipreses muy derechos, los laureles muy altos, los plátanos muy sombrosos, los cedros muy hermosos, los nebros muy odoríferos, los álamos muy altos y ventosos, no por esso estos árboles son más fructíferos. Por esta comparación quiero dezir que aunque un hombre generoso sea muy derecho en el cuerpo, muy alto por el linaje, muy sombroso por el favor, muy hermoso en el rostro, muy odorífero en la fama, muy alto y muy poderoso en la república, no por esso es de mejor vida; porque a la verdad no se rebuelven los pueblos por los simples labradores que trabajan en los campos, sino por los hombres regalados y viciosos y vagabundos. Si no me engaño, debaxo de las enzinas secas se mantienen los animales gruessos, el árbol enano da la fructa primera, entre las pungentes espinas se crían las odoríferas rosas, el castaño erizado nos da las castañas sabrosas. Quiero dezir que los hombres feos y pequeños a las vezes en la república [293] son más provechosos, porque los rostros pequeños y los rostros morenos indicios son de coraçones esforçados.

Dexemos los ombres vanos, que son de carne que presto se acaba, y hablemos de los hedificios superbos y generosos que son de piedra, en los quales si andamos a mirar qué tales fueron, podremos alcançar el vestigio de su grandeza, pero no alcançaremos la manera de su fermosura; porque es el tiempo tan privilegiado, que a lo más hermoso quita de súbito la hermosura, y lo que parece perpetuo en breve espacio faze que no aya dello memoria. También quiero dexar los edificios antiguos, sino que vengamos a los edificios de nuestros tiempos, y veremos que no ay hombre que haga una casa muy fuerte y muy hermosa que por poco que viva no vea perdido el lustre della; porque hartos hombres ancianos desde los cimientos vieron fazerse una grande y hermosa casa, y después la vieron caýda y despoblada. Que sea todo esto verdad parece muy claro en que o desdizen los cimientos, o se desmoronan las paredes, o blandea la madera, o se abren las junturas, o nascen nuevas goteras, o se levantan los suelos, o se podrecen las ventanas, o se quebrantan las puertas, en manera que por el menor de estos casos se pierden los edificios. Pues ¿qué diremos de los retretes enluzidos, de las salas pintadas y de los corredores blanqueados, lo qual todo en muy breve espacio o carbón de niños, o candelas de moços, o hachas de pajes, o clavos de reposteros, o humo de chimineas, o telas de arañas causan que las paredes estén más feas que ante estavan hermosas?

Pues si esto es verdad como es verdad, pregunto agora yo: ¿qué esperança terná el hombre que será firme la fermosura de su cuerpo, pues vemos tal destroço por aquella hermosura que es de piedra y madera y de cal y de ladrillo? ¡O!, príncipes descuydados, ¡o!, hijos de vanidad atrevidos, no se os acuerda que toda vuestra loçanía está subjecta a la opilación del baço, al calor del hígado; al dolor del estómago, a la hinchazón de los pies; a la discordia de los humores, a los movimientos de los cielos; a las conjunciones de la luna, a los eclipsis del sol; al enojoso verano, al importuno invierno. Por cierto y por verdad, no sé yo cómo entre tantos sobresaltos [294] estáys tan vanagloriosos los hombres hermosos, pues una pequeña calentura no sólo quita la hermosura, pero aun para la cara amarilla. De una cosa estoy maravillado, y aun aýna diría escandalizado, conviene saber: que todas las cosas del cuerpo quieren los hombres que estén limpias, la ropa limpia, el sayo limpio, la cama limpia, la mesa limpia; sola la triste ánima sufren que esté suzia. Osaré dezir, y a fe de christiano afirmar, que querer tener la casa limpia (la qual hizo el hombre) y querer sufrir el ánima suzia (la qual plasmó Dios), o es por falta de cordura, o por sobra de locura.

Querría yo saber qué excellencia tienen aquellos que están dotados de hermosura sobre aquellos que naturaleza privó della. ¿Por ventura tiene dos ánimas el hombre hermoso y no tiene más de una el hombre feo? ¿Por ventura los hermosos son los sanos y los feos son los enfermos? ¿Por ventura los hermosos son los sabios y los feos son los simples? ¿Por ventura en los hermosos está el esfuerço y en los feos la covardía? ¿Por ventura los hermosos solos son bien fortunados y los feos son los abatidos? ¿Por ventura solos los que son hermosos están esentos de vicios y los que son feos están privados de virtudes? ¿Por ventura solamente los que son hermosos tienen de juro perpetuo la vida y los que son feos son obligados a poblar la sepultura? Digo que no, por cierto. Pues si esto es verdad, ¿por qué burlan los gigantes de los enanos, los blancos de los negros, los derechos de los corcobados, los hermosos de los feos; pues saben que la hermosura de que tienen vanagloria se les acabará oy o mañana? Uno que es hermoso y dispuesto no por esso es más virtuoso, y uno que es feo y mal aliñado no por esso es más vicioso, de manera que ni la virtud depende de la gentileza del cuerpo ni tampoco el vicio procede de la fealdad del rostro; porque cada día vemos la fealdad ser hermoseada con virtudes y la hermosura ser afeada con vicios.

No todo aquél que es derecho en las espaldas es recto ni derecho en las obras, porque a la verdad peor es tener una corcoba en las costumbres que tener quatro corcobas en las espaldas. Ítem digo que por ser uno grande no es por esso de mayor esfuerço y por ser uno pequeño no por esso es menos [295] esforçado; de manera que no es regla general que el cuerpo alto arguya coraçón animoso ni que el hombre pequeño arguya coraçón desmayado; porque por experiencia lo vemos que muchos hombres quanto son mayores, tanto son más covardes, y otros quanto son de cuerpos más pequeños, tanto son de coraçones más finos. Dize la Divina Escriptura del rey David que era roxo en la cara y en el cuerpo no grande, sino de mediana estatura, pero a Golías, el valentíssimo gigante, como ambos viniessen en pelea matóle de una pedrada y con su misma espada le cortó la cabeça. E no se deve nadie maravillar que un pastorcico pobre matasse a un valentíssimo gigante, porque muchas vezes del pedernal muy pequeño sale centella muy viva, y de la roca muy grande no sale ni una centella. Pues más hazía el rey David, que siendo él en el cuerpo pequeño y en la edad muy moço, descarrillava a los leones, quitava los corderos a los ossos de la boca y, lo que más es, uvo día que por su propria mano y lança mató ochocientos hombres en una batalla. Aunque no nos hallamos en aquel tiempo, bien podremos adevinar que en ochocientos hombres que matava, por lo menos más de trezientos dellos serían más presumptuosos que no él en linage, más ricos en la hazienda, más hermosos de rostro y más altos de cuerpo; pero ninguno dellos fue tan esforçado, pues él escapó vivo y ellos quedaron muertos en el campo.

Julio César, aunque no fue pequeño de cuerpo, fue muy mal proporcionado, ca la calva tenía toda pelada, la nariz además muy aguileña, una mano más corta que otra, la cara (aún siendo moço) la tenía arrugada, la color algo amarilla, y, sobre todo, andava siempre desabrochado, y el ceñidero medio floxo y caýdo; porque a la verdad los hombres de ingenio delicado pocas vezes le emplean en componer el cuerpo. Fue Julio César en su cuerpo tan mal ataviado, que después de la batalla de Pharsalia dixo un vezino romano al gran orador Tulio: «Dime, Tulio, ¿por qué tú, siendo tan sabio, seguiste las parcialidades de Pompeyo y no alcançaste que Julio César avía de ser señor y monarcha del mundo?» Respondió a estas palabras Tulio: «Dígote de verdad, amigo, que a Julio César ver como le vi en la mocedad tan mal ceñido me hizo [296] tenerle en poco.» Mejor le conoció el viejo de Silla, el qual, como veýa a Julio César andar mal ceñido y peor ataviado siendo moço, muchas vezes dezía Silla en el Senado: «Guárdaos de este moço mal ceñido, porque si no le atajan los passos con tiempo, éste ha de matar y acocear al pueblo romano.» Según dize Suetonio Tranquillo in libro De Cesaribus, aunque Julio César era de gesto feo, temían tanto sólo de nombrar su nombre en el mundo, que si acaso los reyes y príncipes hablavan de Julio César sobre cena, de miedo aquella noche no podían dormir hasta la mañana. Como en la Galia Góthica Julio César diesse una batalla, acaso un cavallero galo prendió a un cavallero cesarino, y, llevándole preso, dixo el prisionero «Chaos, César», que quiere dezir «dexa a César», lo qual oýdo tomóle tan gran pavor de oýr el nombre de César, que, dexado el prisionero, sin más ocasión se cayó del cavallo.

Vean agora aquí los príncipes que para ser hombres valerosos quán poco al caso haze que sean feos ni que sean hermosos; pues Julio César, siendo feo, sólo con nombrar su nombre a todos hazía perder el color del rostro; porque a la verdad más feos eran los príncipes de su tiempo por covardía, que no era Julio César en la cara por naturaleza. Aníbal, venturoso capitán y príncipe que fue de carthaginenses, llámanle monstruo no sólo por las hazañas que hizo en el mundo, pero aun por la mala proporción de su cuerpo, ca de dos ojos le faltava el ojo derecho, y de dos pies echava tuerto el pie yzquierdo; junto con esto era muy cejunto y, sobre todo, era pequeño de cuerpo y muy feroz en el rostro. Las hazañas y conquistas que hizo Aníbal con el pueblo romano largamente las cuenta Tito Livio; solamente diré una, la qual cuenta un historiador harto aficionado a las cosas de Roma, y es ésta. Frontón, libro De magnitudine penorum, cuenta que en xvii años que Aníbal conquistó a Italia fueron tantos los romanos que mató, que si los hombres muertos se tornaran vacas y la sangre derramada se tornara vino, abastara para dar en su exército a comer y bever a ochenta mil peones que tenía en su campo y diezisiete mil de cavallo que tenía en su exército.

Pregunto agora yo: ¿quántos y quántos fueron en aquellos [297] tiempos dispuestos en los cuerpos, hermosos en los rostros, de los quales está oy tan olvidada su fermosura, quanto ay y avrá destos capitanes inmortal memoria?, porque ningún príncipe dexó de sí eterna fama sólo porque fue de hermoso rostro, sino porque emprendió grandes cosas con la lança en el puño. El Magno Alexandre no fue más dispuesto ni hermoso que otro, porque dizen dél sus coronistas que tenía la garganta pequeña, la cabeça grande, la cara verdinegra, y los ojos un poco turvios, y el cuerpo pequeño, y los miembros no muy bien proporcionados. Con toda esta fealdad destruyó a Darío, rey de los persas y medos, y sojuzgó a todos los tiranos, apoderóse de todos los castillos, prendió a muchos reyes, degolló y desposseyó a señores de altos estados, saqueó a todos los ricos pueblos, despojó a todos los erarios y, sobre todo, temblava delante dél toda la tierra sin osar contradezirle una palabra. [298]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Relox de Príncipes (1529). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo II, páginas 1-943, Madrid 1994, ISBN 84-7506-415-9.}

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La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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