La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Reloj de Príncipes / Libro II

Capítulo VII
Que las mugeres, en especial las princesas y grandes señoras, deven mucho advertir en que de andar fuera de sus casas no sean notadas, y que por ser muy visitadas y freqüentadas se guarden de no andar por lenguas agenas.


Entre todos los consejos que se pueden y deven dar a las princesas y grandes señoras es que tengan reposo en sus casas y no anden derramadas por casas agenas; porque, si las tales señoras son buenas, ganan mucha reputación, y, si por caso son malas, quitan de sí las ocasiones. Hora el marido esté presente, hora esté absente, cosa es necessaria y honesta que se esté la muger en su casa; porque desta manera las cosas de su casa yrán bien governadas y del coraçón del marido se quitarán muchas sospechas. Como el oficio del marido sea allegar la hazienda y el oficio de la muger sea conservarla, la ora que ella sale de casa ha de pensar que las moças se han de derramar, los hijos se han de dissolver, los moços se han de desmandar, los vezinos han de tener que dezir y (lo que es peor de todo) que unos meten las manos en la hazienda y otros pornán huego a su fama. ¡O, quánta merced haze Dios al hombre al qual le cupo una tal y tan buena muger en suerte, que de su proprio natural huelga de estarse en casa! Digo que el tal escusa muchos enojos y aun ahorra muchos dineros, porque ni gasta la hazienda en se vestir ni da ocasión a las gentes de mal juzgar.

La más doméstica renzilla que ay entre el varón y la muger es sobre que él querría guardar la hazienda para comer y para a sus hijos criar, y por contrario ella no querría sino [384] gastarla toda en vestir; porque en este caso las mugeres son tan curiosas y tan amigas de se vestir, que ayunarían y se absternían de los alimentos de la vida sólo por sacar una ropa nueva para un día de fiesta. Naturalmente las mugeres son amigas de guardar y son enemigas de gastar, excepto en caso de se vestir; porque de veynte y quatro oras que ay en la noche y día para cada hora querrían una ropa nueva. No es mi fin de hablar aquí de las vestiduras, sino para persuadir a las señoras que, si quisiessen ellas estarse recogidas en sus retraimientos, escusarían estos superfluos gastos; porque de ver una muger que su vezina va mejor vestida que no ella se torna contra su marido como una leona. Acontece muchas vezes lo que pluguiesse a Dios que no viéssemos acontescer, y es que, si viene una inopinada fiesta o una regozijada justa, no da la muger a su marido vida hasta que le saca para aquel día una ropa; y, como el pobre señor no tuvo dineros para la pagar, uviéronsela de necessidad de fiar; y, como se passasse la vanidad de la fiesta y se llegasse el tiempo de la paga, oviéronle de afrentar la persona y dar a executar la hazienda, por manera que tuvieron bien que remediar y que llorar en un año lo que gastaron y rieron en un solo día. Pocas vezes tiene una muger embidia de otra muger porque es más hermosa, o porque es más generosa, o porque es más valerosa, o porque es mejor casada, ni mucho menos porque es más virtuosa, sino sólo porque la otra anda mejor vestida que ella; porque en caso de vestir no ay muger que tenga paciencia en que otra menor se le yguale ni que otra su igual le sobrepuje.

So graves penas proybió Ligurgo a los lacedemonios que las mugeres no saliessen fuera de sus casas si no era entre año los días señalados de fiestas, ca dezía él que las mugeres o avían de estar en los templos orando a los dioses, o avían de estar en sus casas criando a sus hijos; porque andar las mugeres por los campos a passear o por las plaças a ruar, ni a ellas es honesto, ni a sus casas provechoso. Diría yo que son obligadas las princesas y grandes señoras a residir y estarse en sus casas mucho más que no las mugeres baxas y plebeyas, y esta obligación les viene por alcançar más auctoridad y tener menos necessidad. Y no sin causa digo que consiguirán más [385] auctoridad; porque no ay virtud con que una muger alcance tanta reputación en la república con que vean todos que se está retraýda en su casa. Digo también que una señora deve estar muy retraýda a causa que bive con menos necessidad que otra; porque la muger pobre y plebeya, si sale, no sale sino a buscar de comer, pero la muger rica y generosa, si sale, no sale sino a se passear y regalar. No se maravillen las princesas, no se maravillen las grandes señoras, si en soltando ellas los pies a andar y en derramando los ojos a mirar, luego los enemigos y vezinos con coraçones dañados las juzguen y con lenguas enconadas las infamen; porque de los hechos que las mugeres hazen absolutos nacen en los hombres los juyzios temerarios.

Loo y apruevo los maridos a sus mugeres que las amen, que las consuelen, que las regalen y que dellas fíen, pero aféolo y condénolo que las mugeres se anden de casa en casa a visitar, y que sus maridos no osen o no quieran en esto las contradezir; porque, dado caso que de hecho ellas en sus personas sean buenas, mucha ocasión dan a que las tengan por vanas. Dize Séneca en una epístola quel gran romano Catón Censorino ordenó que ninguna matrona romana saliesse de su casa sola; y que, si fuesse de noche, no pudiesse salir sola ni acompañada; y la compañía no avía de ser qual ella escogiesse, sino qual su marido o el pariente más propinco la señalasse; por manera que con los ojos que miramos agora a una muger dissoluta, con aquéllos miravan entonces a la que andava mucho fuera de su casa. Las señoras generosas y que son de su honra zelosas deven mucho mirar y considerar los grandes inconvenientes que de mucho visitar se les puede seguir, ca las tales han de gastar mucho para se vestir, han de perder mucho tiempo en se adereçar, han de sustentar familia para las acompañar, han de aver enojo con los maridos sobre si han de yr, han de acontescer malos recaudos en sus casas por ellas se absentar, a todos los amigos y enemigos han de dar que dezir; finalmente digo que la muger que anda mucho fuera de su casa, yo le tengo más embidia a la honra que pierde que no a la consolación que toma. Presumiendo como presumo de escrevir con gravedad, digo que he vergüença de [386] lo dezir, pero al fin no dexaré de escrevir la granjería que traen unas señoras con otras de se visitar y procurar de ser visitadas. Y a las vezes nascen entre ellas unos pundonores tan fríos, que hazen a los maridos estar enemistados, y por otra parte más vezes traen a la memoria las visitaciones que han de hazer, que no los pecados que han de confessar. [387]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Relox de Príncipes (1529). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo II, páginas 1-943, Madrid 1994, ISBN 84-7506-415-9.}

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La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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