La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Reloj de Príncipes / Libro II

Capítulo XII
De quién fue el philósopho Pisto, y de las sentencias que dixo, y de las reglas que dio para las mugeres preñadas.


En los tiempos de Octavio fue un philósopho llamado Pisto, y fue de la seta pitagórica, y en el tiempo que él florescía en Roma fue muy privado del Emperador Octavio y fue muy amado del pueblo, lo qual no es de tener en poco; porque comúnmente el hombre que con el príncipe tiene mucha cabida siempre es aborrescido de la república. Era el Emperador Octavio príncipe muy amoroso, por manera que, quando comía, siempre con los capitanes hablava cosas de guerra; y, quando cenava, con los philósophos siempre hablava cosas de sciencia; y era enemigo que en su presencia se hablasse palabra desonesta ni ociosa.

Fue este Pisto hombre muy grave en las cosas de veras, y muy gracioso en contar facecias y cosas de burlas, y en diversas vezes fue por el Emperador preguntado de diversas cosas, de las quales preguntas y respuestas porné aquí unas pocas, que son las siguientes:

«Di, Pisto: de los que biven en este mundo, ¿a quién tienes tú por más loco?» Respondió el philósopho: «En mi opinión, aquél tengo yo por más loco de la habla del qual no se sigue provecho; porque a la verdad no es tan loco el que echa piedras como el que dize palabras ociosas.»

«Di, Pisto: ¿a quién con razón le podemos rogar que hable, y a quién con razón le podemos mandar que calle?» Respondió el philósopho: «Entonces es bueno hablar quando el [407] hablar ha de aprovechar, y entonces es bueno callar quando el hablar ha de dañar; porque de querer los unos tornar por lo bueno y de querer los otros defender lo malo se levanta la guerra en todo el mundo.»

«Di, Pisto: ¿qué cosa es de la que más han de apartar los padres a sus hijos?» Respondió el philósopho: «A mi parecer, sobre ninguna cosa deven más velar los padres sobre sus hijos que es que no se le hagan viciosos; porque el buen padre más ha de querer que su hijo muera bien, que no que biva y que biva mal.»

«Di, Pisto: ¿qué hará un hombre destos dos estremos, en que si dize verdad se condena y si dize mentira se salva?» Respondió el philósopho: «El hombre virtuoso ante ha de elegir ser vencido con verdad que no vencer con mentira; porque es impossible que en el hombre mentiroso dure la prosperidad mucho tiempo.»

«Di, Pisto: el hombre cuerdo ¿qué hará para alcançar el reposo?» Respondió el philósopho: «A mi parecer, no puede tener reposo sino el hombre que huye de mucho bullicio y tráfago; porque los hombres de muchos negocios no pueden tener sino muchos cuydados y los muchos cuydados siempre acarrean grandes enojos.»

«Di, Pisto: ¿quál es la causa en que más se parece uno ser sabio?» Respondió el philósopho: «No ay mayor prueva de que uno sea sabio que si tiene paciencia para sufrir a un necio; porque para sufrir una injuria más se aprovecha el coraçón de la cordura que no de la sciencia.»

«Di, Pisto: ¿quál es la cosa la qual del hombre virtuoso lícitamente puede ser desseada?» Respondió el philósopho: «Todo lo que fuere bueno y sin perjuyzio de tercero, honestamente puede ser desseado, pero a mi parecer sólo aquello se deve dessear que sin vergüença y públicamente se puede pedir.»

«Di, Pisto: ¿qué harán los hombres con sus mugeres preñadas para que no aborten las criaturas?» Respondió el philósopho: «No ay en el mundo cosa más peligrosa que tener el hombre cargo de una muger preñada; porque si el marido la sirve tiene trabajo y si acaso la descontenta, ella corre peligro. En este caso devrían las mugeres romanas y sus maridos [408] ser muy cuydadosos, y en las cosas siguientes ser más solícitos, las quales yo las digo más por consejo que no por precepto, aunque en el hombre virtuoso tanta impressión ha de hazer el consejo sano como en el hombre malo haze el mandamiento rezio. Tú, Octavio, como eres emperador clementíssimo y tienes a tu sobrina Cossucia preñada, querrías que uviesse agora buen preñado y que fuesse después alumbrada en el parto, lo qual todo verás assí, si guardares esto que te digo.

Lo primero, guárdese la muger preñada de baylar y saltar ni correr en ninguna fiesta; porque el saltar muchas vezes quita a los hombres la habla y a las mugeres preñadas les quita la vida, y no es justo que la locura de la madre ponga en condición la vida del hijo.

Lo ii, guárdese la muger preñada no sea osada de entrar en huerta do uviere mucha fruta; porque por ocasión de comer mucha fruta no malpara la criatura, y no es justo que la golosina de la madre se pague con perder el innocente hijo la vida.

Lo tercero, guárdese la muger preñada de ceñir cinta muy apretada; porque muchas señoras romanas por ocasión de parecer hermosas traen las ropas tan apretadas, que son ocasión de matar a sus criaturas, y no es justo que pierda el niño la vida sólo porque parezca la madre hermosa.

Lo quarto, guárdese la muger preñada no sea osada de yr a cenar en alguna gran fiesta; porque muchas vezes viene repentinamente un parto peligroso no más de por aver comido demasiado, y no es justo que por una breve cena la madre y el hijo pierdan para siempre la vida.

Lo quinto, guárdese la muger preñada que por ninguna manera de súbito oya alguna mala nueva; porque más peligro corre en oýr una cosa que le dé pena que no en sufrir una enfermedad larga, y no es justo que por saber una cosa que va muy poco en saberla, la madre que está por parir y el hijo que está por nacer no sin gran lástima de todos en un momento ayan de peligrar.

Lo sexto, guárdese la muger preñada que por ninguna manera vaya a las fiestas do estuviere mucha gente junta; porque muchas vezes de verse una muger preñada apretada, sin [409] dezir «aquí estoy» pierde la vida, y no es justo (sino muy injusto) que ninguna muger con apetito de ver fijos ajenos dexe huérfanos a sus fijos proprios.

Lo séptimo, guárdese el marido que tuviere muger preñada no niegue a su muger quando le pidiere alguna cosa honesta, porque en concedérselo puede yr poco y en negárselo puede recrescer en daño, y no sería justo que, pues ella con su parto honra y aumenta la república de Roma, Roma consintiesse que ninguna muger preñada rescibiesse afrenta.»

Esto es lo que el philósopho Pisto respondió a las preguntas, y éstas son las reglas que dio al Emperador Octavio para las mugeres preñadas, las quales, si fueren guardadas, prometo y oso dezir que las señoras generosas se librarán de muchos peligros y los maridos escaparán de muchos enojos. Concluyendo, pues, todo lo sobredicho, digo que deven las princesas y grandes señoras en el tiempo que están preñadas andar muy recatadas mucho más que las mugeres comunes y plebeyas; porque do se espera mayor provecho, allí se deve poner muy mayor recaudo. Es auctor de lo sobredicho Pulio, libro tertio De moribus antiquorum, y Sexto Cheronense, libro quinto De legibus domesticis, y deste philósopho Pisto escrivió muchas cosas Plutharco. [410]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Relox de Príncipes (1529). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo II, páginas 1-943, Madrid 1994, ISBN 84-7506-415-9.}

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