La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Reloj de Príncipes / Libro II

Capítulo XX
Que las princesas y grandes señoras deven mucho parar mientes qué tales son las amas que toman para dar a mamar a sus hijos, y de siete condiciones que han de tener las amas para que sean buenas. Prueva el auctor estas siete razones con muchas y muy famosas historias, dignas de saber y sabrosas de leer.


Los que ordenaron leyes para vivir las gentes fueron éstos, conviene a saber: Prometheo dio leyes a los egipcios; Solón Solonino, a los griegos; Moysén, a los ebreos; Ligurgo, a los lacedemonios; Numa Pompilio, a los romanos; porque de antes que estos príncipes viniessen, no se regían sus pueblos por leyes escriptas, sino por buenas costumbres antiguas. La intención destos excellentes príncipes no fue dar leyes a sus antepassados; porque todos eran ya muertos, diéronlas no sólo para los que vivían en su tiempo, los quales eran malos, pero aun para los que avían de venir, con presupuesto que no serían buenos; porque el mundo quanto más cresce en los años tanto más carga de vicios y de viciosos.

Por esto que he dicho quiero dezir que si las princesas y grandes señoras cada una dellas quisiesse criar a su hijo, escusaría yo el trabajo de darles consejo; pero, imaginando que las mugeres que parirán después de nuestro siglo serán no menos presuntuosas que las de nuestro tiempo son regaladas, no dexaremos de poner algunas leyes y avisos cómo la señora se ha de aver con el ama y cómo el ama con la criatura; porque muy justo es que si la madre fue cruda y atrevida en dexar a la criatura, sea piadosa y cuerda en elegir a la ama. Si un hombre hallasse un gran thesoro y no se atreviesse a [467] guardarlo, si el tal depositasse aquel thesoro en poder de un hombre sospechoso, de verdad que le llamássemos al tal loco; porque muy de veras se guarda lo que muy de veras se ama. De buena razón en más ha de tener la muger el thesoro de sus entrañas que no el thesoro de las Indias, y la madre que haze lo contrario (conviene a saber: que da a su hijo en poder de una ama, no la que buscó por más buena, sino la que halló más barato), no la llamaremos loca que es algo feo, pero mudaremos la l y la c en b y b, que es algo más honesto. Una de las cosas que más hazen creer estar ya el mundo muy al cabo es ver quán poco amor tiene la madre a su hijo en la niñez y ver el desamor que muestra el fijo a la madre en la vejez, y esto que haze el hijo con el padre y la madre justo juyzio es de Dios, en que assí como el padre no quiso criar a su hijo en casa quando era niño, que el hijo no reciba a su padre en casa quando es ya viejo.

Veniendo, pues, al caso, ya que se determina la muger de cerrar y secar las fuentes de la leche que le dio naturaleza, deve poner muy gran diligencia en buscar una muger para ama, la qual no sólo se ha de contentar con que tenga la leche sana, pero aun que sea de buena vida; porque de otra manera no hará tanto provecho al hijo con la leche blanca, quanto daño hará a la madre si es muger de mala vida. Aviso a las princesas y grandes señoras que tengan gran vigilancia en saber qué tales son las amas antes que les encomienden a sus criaturas; porque las tales amas, si son malas y infames, son como las serpientes, que muerden con la boca a la madre y hieren con la cola al hijo. A mi parescer menos mal le sería a la madre morírsele el hijo al tiempo del, parir que no llevar por ama a su casa una mala muger; porque el dolor de la muerte del hijo el tiempo le cura, pero la infamia de su casa durará quanto durare su vida. Sexto Cheronense dize que Marco Aurelio el Emperador dio a criar a una ama un fijo suyo, la qual era más hermosa que virtuosa, y, como lo supiesse el buen Emperador, no sólo la echó de su casa, mas aun la desterró de Roma, jurando y perjurando que si no uviera criado a su hijo a los pechos, él la mandaría hazer pedaços; porque la muger de mala fama justamente la pueden justiciar por justicia. [468]

Las princesas y grandes señoras no deven hazer mucha cuenta en que para elegir las amas sean feas o sean fermosas; porque si la leche que tiene es dulce y blanca, poco haze al caso que el ama tenga la cara negra o hermosa. Dize Sexto Cheronense en el libro De criar niños que assí como la tierra negra es más fértil que no la blanca, por semejante la muger que tiene la cara baça siempre tiene la leche más sustanciosa. Paulo Diácono cuenta en su Mayor Historia que el Emperador Odoacer casó con una hija de otro emperador predecessor suyo llamado Zeno; y llamávase la Emperatriz Arielna, la qual, como pariesse un hijo, traxo para criarle a una muger de Pannonia en estremo muy hermosa. Y sucedió el caso de tal manera, que el ama por ser hermosa parió del Emperador tres hijos uno en pos de otro, y la triste de la muger no parió más del primero. Bien es de creer que la Emperatriz Arielna no sólo se arrepintió de aver traýdo ama hermosa a casa, pero aun no quisiera aver parido aquella criatura; porque la manceba se quedó por señora y ella estuvo descasada toda su vida. No lo digo porque no ay muchas mugeres feas que sean viciosas y muchas hermosas que no sean virtuosas, sino que las princesas y grandes señoras, según la calidad de sus maridos, assí eliian las amas para criar los fijos; porque ay algunos hombres en este caso de tan mala yazija, que, en viendo un poco de agua clara, luego mueren por bever della. Sea, pues, el primero aviso que tengan las señoras en la eleción de las amas, que el ama antes que entre en casa sea examinada si es de honesta y virtuosa vida; porque en ser fea o hermosa va muy poco y en que sea de muy buena vida va muy mucho.

Lo segundo, es necessario que el ama que cría al niño no sólo sea buena en las costumbres de su vida, pero aun es necessario que sea muy sana quanto a la salud corporal de su persona; porque regla infalible es que de la leche que mamamos en la infancia depende toda la salud de nuestra vida. No es más dar a un niño a criar que a un árbol de una parte a otra trasponer; y, si assí es (como de hecho lo es), conviene en todas maneras que, si no fuere mejor la tierra do fuere traspuesto, a lo menos no sea peor que la tierra de do uvo [469] nacido; porque gran crueldad sería ser la madre rezia y sana, y que dé a criar a su fijo a muger flaca y enferma.

Muchas vezes las princesas y grandes señoras eligen para criar a sus hijos a mugeres flacas y enfermas; y en esto si yerran no es porque querrían errar, sino que las mugeres con vanidad de ser amas de grandes señoras, dizen por una parte que quieren pocos dineros y por la otra echan infinitos rogadores. Qué cosa es ver, quando ha de parir una princesa o una gran señora, la armonía que traen las mugeres entre sí sobre quién será su ama, y cómo las que nunca criaron a sus proprios fijos se disponen y conservan la leche para criar hijos ajenos. Procurar esto las mugeres me parece sobra de locura, y condeceder a sus ruegos es falta de cordura; porque harta malaventura es quando eligen a una muger por ama para criar a una criatura, y esto no por abilidad que tiene para criar al niño, sino por el favor y solicitud que tuvo en alcançarlo.

Y no hagan cuenta las princesas y grandes señoras diziendo que si no fuere buena la ama primera, que tomarán otra segunda; y, si no saliere tal la segunda, que tomarán otra tercera, y assí harán hasta que topen buena ama; porque les hago saber que más peligroso es en los niños mudar muchas leches que no es en los viejos comer de muchos manjares. Por experiencia lo vemos cada día sin comparación morir más de los fijos de las grandes señoras que no de los fijos de las mugeres plebeyas, y esto no diremos que es porque hazen a los fijos más regalos, ni porque las labradoras comen manjares más exquisitos, sino que acontece muchas vezes que un niño de una muger pobre no mama sino de una leche en dos años, y un hijo de una gran señora en dos meses muda tres amas.

Si las princesas y grandes señoras mirassen si son sanas y ábiles las amas que toman para criar a sus hijos, y no mirassen a condescender a ruegos de hombres importunos; las madres se escusarían de muchos enojos y los niños serían muy mejor criados. Uno de los príncipes que en los tiempos passados fueron llamados gloriosos fue Tito, fijo de Vespasiano y hermano que fue de Domiciano. Dize Lampridio que este buen Emperador Tito todo lo más de su vida tuvo subjecta a graves enfermedades su persona, y fue la causa que, [470] siendo niño, le dio a mamar una ama muy enferma, por manera que a este buen Emperador por aver mamado un poco de leche podrida, le hizo passar toda su vida con pena.

Lo iii, deven las princesas y grandes señoras saber y conocer las complesiones de sus criaturas, para que conforme a ellas les busquen las amas, conviene a saber: si el niño es colérico, o es flemático, o es sanguino, o es malencónico. Y esto se dize porque tal qual fuere el humor de que peca el niño, tal sea la leche que le procure la madre. Si a un viejo podrido conforme a sus humores le aplican las medicinas para le curar, ¿por qué al niño, que es inocente, conforme a su complessión no le buscarán leche para le criar? E si tú dizes que es justo las carnes podridas de los viejos que se sustenten, siquiera para dar consejo, yo digo también que es muy justo y aun más necessario que los niños se ayan bien de criar para renovar el mundo; porque al fin al fin no dezimos «tiempo es que este niño dexe el pan para los viejos», sino al revés, que es ya tiempo los viejos dexen el pan para los niños.

Aristótiles, libro De secretis secretorum, y Junio Rústico, libro décimo De gestis persarum, dizen que el muy infortunado rey Darío, el qual fue muerto por el Magno Alexandro, tuvo una fija en estremo grado muy hermosa, y dizen que la ama que crió a esta infanta todo el tiempo que la criava no comía sino ponçoña, y al cabo de tres años que destetaron a la niña no comía otra cosa sino culebras y otras cosas ponçoñosas. Muchas vezes he oýdo que los emperadores antiguos usavan criar a sus hijos (los que eran príncipes erederos) con ponçoña porque después no le matasse ponçoña, y este error viene de los que presumen mucho y saben poco, y a esta causa digo que lo he oýdo, pero no digo que lo he leýdo; porque muchos blasonan en el contar de las historias más por lo que han oýdo a otros que no por lo que han leýdo ellos.

La verdad en este caso es que los reyes y grandes señores de los tiempos passados, assí como agora los christianos traen una bolsica colgada de los pechos con alguna reliquia, assí los gentiles traýan un anillo en los dedos o un joyel en los pechos lleno de ponçoña; y, como los príncipes gentiles ni tenían infierno, ni esperavan paraýso, tenían aquella costumbre; [471] porque si alguna vez en alguna batalla se viessen en aprieto, más querían con aquella ponçoña matarse y perder la vida que no por manos de sus enemigos rescebir una afrenta. Pues si fuera verdad que estos príncipes se criavan con ponçoña, no traxeran ponçoña para matarse con ella. Declarándome más, digo que tenían por costumbre los príncipes de Persia que quando les nascía algún infante o infanta conforme a la complisión que tenía, tal era la leche que mamava y tales manjares comía. Como aquella hija del rey Darío pecava de humor malencónico, acordaron crialla con ponçoña y venino; porque todos los que son puros malencónicos, con enojos viven y con plazeres mueren.

Dize Ygnatio Véneto en las Vidas de los cinco Emperadores Paleolos, los quales fueron emperadores en Constantinopla y muy valerosos, que el segundo dellos, que se llamó Paleolo Ardace, que después de los quarenta años cargáronle tantos males que de doze meses del año, los nueve estava en la cama enfermo. Y, a la verdad, estando como estava él malo, expedíanse muy mal los negocios del Imperio; porque no puede tener el príncipe quartana senzilla sin que la tenga la república doblada. Tenía por muger este Emperador Paleolo a una que se llamava la Emperatriz Huldovina, la qual después que traxo para su marido a todos los médicos de Asia y hizo en él todas las experiencias que se requerían en medicina, viendo que todo no le aprovechava ninguna cosa, acaso díxole estas palabras una muger vieja y griega que presumía de herbolaria: «Señora Emperatriz Huldovina, si quieres que tu marido el Emperador viva muchos años, ten proveýdo que cada semana por lo menos le hagan dos muy graves enojos; porque el Emperador peca de humor puro malencónico, y el que le haze plazer y le procura descanso aquél le dessea ver más aýna muerto.» Tomó Huldovina el consejo que le dio la muger griega y fue ocasión de vivir el Emperador tan sano, que, de nueve meses que estava en el año malo, después en veynte años no estuvo tres meses enfermo; porque, aviéndole aconsejado la muger que no diesse a su marido sino dos enojos cada semana, ella tomó por oficio de enojarle quatro vezes al día. [472]

Lo quarto, deve la buena madre mirar que la muger que cría a su fijo sea muy templada en el comer, de manera que de muchos manjares coma poco y de pocos no coma mucho. Para entendimiento desto es de saber que la leche blanca no es otra cosa sino sangre cozida, y tener la sangre buena o tenerla dañada no proviene las más vezes sino de ser la persona en el comer templada o ser glotona, y por esta causa es cosa muy saludable (y aun necessaria) que la muger que de hecho cría que de solo un manjar coma, y aquél que sea bueno; porque general regla es en todos los hombres y mugeres que en el comer poco no ay peligro y en el comer mucho no ay provecho.

Según cuentan todos los naturales, el lobo es uno de los animales más voraces y de quien más se temen todos los pastores, pero dize Aristótiles, libro iii De animalibus, que la loba, después que una vez se siente preñada, jamás se dexa tomar del lobo en toda su vida; porque de otra manera, si la loba pariesse cada año siete o ocho lobos y la oveja no pariesse como no pare más de un cordero, sin comparación serían muchos más los lobos que no son las vacas ni los carneros. Junto con esto tiene otra cosa la loba, y es que como sea animal tan vorace, en el tiempo que está parida sobre manera en el comer es muy templada, y esto a fin de tener para criar a sus hijos leche buena; y (lo que más es) que no comerá más de una vez al día, y esto halo de caçar el lobo para sí y para ella. Cosa es por cierto monstruosa de verlo, y espantosa de oýrlo, y aun escandalosa de dezirlo: ver a una loba que cría a ocho lobos y come de un solo manjar, y a una muger que cría un solo hijo quiere comer de ocho manjares; y esto procede porque aquel animal no come sino para sustentarse y la muger que cría no come sino para se regalar.

Las princesas y grandes señoras muy gran vigilancia deven tener en saber qué comen y qué tanto comen las amas que crían a sus hijos; porque es el niño tan tierno y es la leche tan delicada, que con comer de muchas cosas se corrompe y con comer mucho se engruessa. De mamar los niños leche gruessa vienen a ser enfermos, y de mamar leche corrompida los niños viene que muchas vezes anochecen sanos y amanecen muertos. [473]

Dize Ysidoro en sus Ethimologías que eran los hombres de la provincia de Thracia tan crueles, que se comían unos hombres a otros; y no sólo tenían esto, pero aun por mostrar más su ferocidad, en la calavera blanca de un hombre muerto bevían la sangre reziente de un hombre vivo. Aunque los hombres eran tan crueles en comer carnes humanas y bever sangre de las venas, eran las mugeres que criavan a los niños tan templadas en el comer, que no comían sino hortigas cozidas en leche de cabras, y a fama de ser las mugeres de Thracia tan templadas llevó el gran philósopho Solón Solonino dellas a Athenas; porque los antiguos no menos buscavan buenas mugeres para la república que esforçados capitanes para la guerra. [474]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Relox de Príncipes (1529). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo II, páginas 1-943, Madrid 1994, ISBN 84-7506-415-9.}

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Antonio de Guevara
La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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