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Antonio de Guevara 1480-1545

Reloj de Príncipes / Libro II

Capítulo XXIV
De una carta que embió Marco Aurelio Emperador a un amigo suyo llamado Dédalo, en la qual le responde a doze puntos que al Emperador avía escripto en otra carta. En especial habla en el fin de la carta contra las mugeres que crían o sanan de las enfermedades con hechizerías a sus criaturas.


Deven las princesas y grandes señoras mirar mucho en que sus amas no sean hechizeras, ni permitan que a sus hijos desde niños los avezen a medicinas; porque la medicina pone en peligro la vida de la criatura, y la hechizería no sólo haze daño al cuerpo de la criatura, mas aun al ánima de la ama que la cría. Para mayor alabança de los passados y mayor confusión de los presentes, quiero que los que esto leyeren lean una carta de Marco Aurelio Emperador embiada a un amigo suyo, en fin de la qual parece quán enemigos fueron los antiguos de criar con hechizos a sus hijos; porque a la verdad no sé quál fue mayor: la templança que ellos tuvieron para ser gentiles, o el atrevimiento que nosotros tenemos siendo christianos. Síguese, pues, la epístola, en fin de la qual habla contra la muger hechizera.

Epístola

Marco, Emperador romano, juntamente collega con su hermano Annio Vero en el mismo Imperio, salud a la persona y buena fortuna contra su mala fortuna a ti, Dédalo, su especial amigo, dessea. Desde el día que embarcaste en [491] el puerto de Ostia, ni letra tuya hasta agora leý, ni persona de tu casa jamás vi; y (lo que más es) que ninguna persona sabía de cierto si eras vivo o si eras muerto, a cuya causa imaginávamos tus amigos que tú y tu nao uviesses dado al través con fortuna, o que con el descontentamiento de la tierra serías ya de buelta; porque los hombres que navegan como tú van en peligro de ahogarse con la tempestad, y, si no se ahogan, desesperan en la tierra estraña con la soledad. De que vi a Frontón, tu criado, uve mucho plazer, y mucho más de que supe cómo eras vivo después de aver andado tan peligroso camino, y no menos tomé plazer en que dizes por tu carta tener contentamiento de la tierra; porque para mí cosa es muy nueva hombre criado en los regalos de Roma hallarse contento en otra tierra.

Quando Roma era Roma y Italia se llamava la Gran Grecia, de todas las naciones concurrían a ella, los unos para deprender virtudes y noblezas, y los otros para darse a vicios y plazeres; porque, si Tito Livio no me engaña, Roma empleó todos sus thesoros en Asia y Asia empleó todos sus vicios y regalos en Roma. Escrívesme tantas cosas en tu carta, y dízeme Frontón, tu criado, tantas novedades de la tierra, que por los dioses inmortales te juro ni sé a ti qué escriva, ni a tu criado qué le responda; porque las estremadas nuevas quanta alegría dan a las orejas, tanta incredulidad traen consigo de creerlas. Los hombres generosos y que aman mucho que los otros los tengan a ellos por verdaderos, aunque ayan visto muchas maravillas con sus proprios ojos, quando las contaren han de ser muy medidos en sus lenguas; porque el hombre vergonçoso gran vergüença es que diga alguna palabra en la qual puede aver sospecha si es o no verdadera. En breve quiero responder a todas las cosas de tu letra, y será la respuesta no según tu gusto, sino según lo que de ti y del mundo yo siento. Y, ante que diga cosa, ruégote que tu mucha cordura perdone si se desmandare mi pluma; porque tus pocos años aun no te dexan conocer al mundo, y a mí mis muchas canas me dan autoridad para avisar a ti y sentenciar a él. [492]

Dizes que en la mar passaste mucho peligro, y que por aleviar la nao echaste mucha de tu hazienda a lo hondo. En este caso paréceme a mí que deves dar muchas gracias a las bravas mares, que, podiéndote quitar la vida, se contentaron con sola la ropa; porque los hombres que navegan por la mar deven mirar, desque se vieren en salvo, no la hazienda que perdieron, sino la vida que escaparon.

Dizes que fueste por la mar muy acompañado de estrangeros, y que tardaste en el viaje más días de los que pensavas, y aun de los que quisieras. A esto te digo, mi Dédalo, que, aunque fueron muchos los días que tardaste, todavía serían más los enojos que rescebiste; porque el hombre que navega mucho es impossible que no aya enojo con los marineros y que no esté siempre con temor de los vientos. Y a lo que dizes que llevavas contigo gran compañía, a esto te respondo que, quanto más yvas cargado de compañeros, tanto menos te pesarían los dineros; porque regla general es que do la jornada es larga y la compañía es mucha, de necessidad ha de afloxar la bolsa.

Dizes que, con las humidades de la mar, luego que tomaste tierra luego te sentiste enclavado de gota. A esto te respondo que o tienes la gota en el pie, o la tienes en la mano; si la tienes en el pie, será ocasión que guardes la casa, y assí no osará nadie robarte tu ropa; y si la tienes en las manos, será ocasión que ya no andes jugando como solías por los tableros, y assí no perderás como perdías tus dineros y aun los ajenos; y, si no has mudado la condición que tenías, yo soy cierto que sólo porque crezca tu hazienda ternás en ti por bien empleada la gota.

Dizes que en essa tierra para el remedio de tus males has hallado muchos y muy famosos médicos, los quales son doctos y esperimentados. A esto te respondo que, según dize Platón, en la tierra do ay muchos médicos, ay muchos vicios y muchos viciosos; porque el hombre con el sobrado regalo enferma y con el mediano trabajo sana. Nuestros antiguos padres, quanto tiempo estuvieron en Roma sin médicos, que fueron cccc años, tanto y no más en el comer y bever se mostraron sobrios; porque assí [493] como a la salud precede la templança, assí a la medicina precede la glotonía.

Dizes que es muy abundosa essa tierra, y que entre otras cosas ay mucha leña, de la qual ay aquí falta en Roma. A esto te respondo que, si tienes mucha leña, ternás poco pan; porque antiguo proverbio fue: «do los fuegos son grandes, los graneros son pequeños.» E si dizes que estás muy contento con la leña dessa tierra, hágote saber que yo no estó descontento con el pan de Italia; porque al fin al fin más aýna se halla leña para cozer el horno que no trigo para llevar al molino. Por cierto que es bueno tener leña para el invierno, pero muy mejor es tener pan para el invierno y para el verano; porque no llaman hambre quando falta leña para los viejos, sino quando falta pan para los niños.

Dizes que en essa tierra ay mucha agua, y que la agua es muy clara y muy fría, y que es tanta la abundancia que ay una fuente en cada casa. A esto te respondo que todos los naturales dizen que do la agua sobra quasi siempre la salud falta; y no me maravillo desto, porque todos los lugares muy frescos siempre se tienen por malsanos. Si fuera en el tiempo de la edad dorada, quando los hombres no sabían qué cosa era vino, sino que todos bevían agua, sin comparación fuera muy mejor essa tierra que no ésta; porque quan infame es la borrachez del vino, tan suave y provechosa es la borrachez del agua. Bien sabes tú que una fuente de agua que yo tenía en la huerta, vía Salaria, fue ocasión que en un verano muriessen siete personas de mi casa, y si no hiziera una sangradera por la qual eché el agua reposada, pienso que diera fin a mí y a toda mi familia, por lo qual te ruego pongas más los ojos en conservar la salud de tu persona, que no en gozar la frescura dessa tierra; porque para mí aquél sólo tengo por bienaventurado que tiene el cuerpo sano y junto con esto tiene el coraçón con reposo. Loa quanto quisieres la tierra, y huélgate quanto mandares por su frescura, y hártate de su agua fría, y escrive a tus amigos cómo es desopilativa; que al fin yo te juro, mi Dédalo, que más dineros saldrán de Roma para yr por el vino de Candia que no entrarán en Roma botas de agua fría dessa isla. [494]

Dizes que en essa tierra ay tales y tantas frutas, que jamás piensas verte harto dellas. A esto te respondo que la cosa que yo mejor como son unas frutas de invierno, pero sin verlas ni comerlas yo me doy por contento; porque la tierra do sobran frutas para el invierno, siempre es achacosa con calenturas de verano. Octavio, el Emperador de felice memoria, viendo que Roma los veranos era muy enferma, mandó so graves penas que las frutas de Salon no entrassen a venderse en ella. Fue cosa maravillosa, que Roma no sólo se halló en esto sana, mas aun los médicos por su voluntad se fueron de Roma; porque gran indicio es que el pueblo sea sano quando el médico no es rico.

Dizes que ay en essa tierra muchos juglares y hombres que saben hazer farças y cosas de burlas. A esto te respondo que no será tanto el plazer que tomarás en ver sus burlas y juegos, quanto pesar y tristeza tomarás de que te cohechen los dineros; porque los truhanes y juglares hazen los juegos de burla y quieren ser pagados de veras.

Dizes que en essa tierra ay mucha copia de viñas, y que el vino es oloroso para oler y muy suave para gustar. A esto te respondo que no avrá tanta abundancia de viñas en el campo, quanta muchedumbre avrá de borrachos en el pueblo, que, como sabes tú, el día que desposamos a Topina, mi sobrina, mi tío Getulio, aunque no tenía en Salon más de una viña, con el vino della emborrachó a sí y a toda su casa, y aun a todos los que fueron a la boda. No sin lágrimas lo digo esto que quiero dezir, y es que antiguamente en Roma Mars era el dios más acatado, que era el dios de las batallas; agora en Roma Baco, que es dios del vino, es el dios más acatado y servido; porque el tiempo que solían gastar en el campo Marcio a jugar con las armas, agora lo consumen en jugar y bever en las tavernas. Dize Tito Livio en sus Annales que los de Galia Transalpina, oyendo que los ítalos avían plantado viñas, fuéronles a conquistar las tierras, de manera que si en Italia no plantaran viñas, no fueran por los franceses destruydas las tierras. Los antiguos romanos, que en todo eran proveýdos, visto por el Sacro Senado que de su perdición era causa el vino, proveyó que [495] se descepassen las viñas de todo el Imperio. Fue cosa maravillosa que, después que cessó la guerra, no quedó francés en toda Italia de que supieron que ya no avía viñas en ella.

Dizes que ay en essa tierra muchos hijosdalgo, y ay muchos y muy honrados patricios con los quales hablas y tienes tus passatiempos. A esto te respondo que, si esso es verdad, en essa tierra ay muchos hombres ociosos y aun no muy verdaderos; porque los libertos o escuderos que emplearon sus mocedades en las guerras, ya que son viejos no gastan tiempo sino en oýr nuevas y dezir mentiras.

Dizes que ay en essa tierra mugeres muy hermosas en los gestos y muy dispuestas en los cuerpos. A esto te respondo que si ay muchas hermosas, avrá muchas mal casadas; porque la muger hermosa, si con la hermosura no es cuerda, a sí misma pone en peligro y a su marido pone en cuydado.

Dizes que ay en essa tierra unas mugeres phetonisas o hechizeras, las quales se precian de curar y destetar a los niños. A esto te respondo que ternía por mejor los niños nunca convalesciessen ni sanassen que no por manos de tan malas hembras se curassen; porque no es tanto el provecho que hazen con sus esperiencias en lo público, quanto es el daño que hazen con sus hechizerías en secreto.

Torcato Laercio, mi tío, tenía una hija no menos regalada que hermosa, y, como no tenía más de a ella, era de todo su patrimonio única eredera. Fue, pues, el caso que como la niña un día llorasse mucho, la ama que la criava por acallar la criatura, pensando que le echava unos hechizos para la adormecer, echóselos para la matar, por manera que, cessando las lágrimas de la innocente hija, començaron los gritos de la muy triste madre. Calígula, fijo que fue del buen Germánico, aunque fue entre los Césares el quarto y entre los tiranos el primero, como se diessen en Roma unas cédulas para quitar quartanas y para curar a las criaturas, proveyó por edicto público que el hombre o muger que las hiziesse muriesse por ello, y el que las comprasse o truxesse por Roma fuesse açotado y para siempre desterrado. [496]

Hame dicho Frontón, tu criado, unas nuevas de que yo he tomado harto plazer, y son que te nació un hijo muy bonito, y junto con esto me dixo que le criava una muger de Samnia, la qual como mal vino tiene una punta de hechizera. Por los inmortales dioses te conjuro, y por el amor que te tengo te ruego, luego la eches de tu casa y tan mala muger no coma pan en ella ni solo un día; porque toda criatura que se cría con hechizos o terná la vida corta, o le será contraria la fortuna.

Hágote saber, mi Dédalo, que yo estoy no poco maravillado de muchos romanos, los quales permiten (y aun procuran) que sean curados sus hijos con hechizos, y esto digo porque yo para mí averiguado tengo los hombres que enferman por voluntad de los dioses no sanarán por muchas diligencias que hagan los hombres. O los niños enferman porque son de complesión mala, o los niños enferman porque los dioses les quieren quitar la vida. En tal caso, si su mal es de umor malo, recurran por medicinas naturales al médico; y, si su daño viene porque los dioses están injuriados, entonces sus padres aplaquen a los dioses con sacrificios; porque al fin al fin impossible es las enfermedades de los coraçones que sanen con ningunas medicinas de los cuerpos.

No te maravilles, mi Dédalo, si he aplomado más en este artículo que no en los otros, conviene a saber: en persuadirte mucho a que quieras guardar a tus criaturas de hechizerías; porque de otra manera más le dañará al niño el hechizo malo que no le aprovechará la leche buena. Hame movido a escrevirte esto lo uno el mucho amor que te tengo, lo otro acordándome que, quando estavas en el Senado, muchas vezes me dezías que morías por tener un hijo; y, pues tú le compraste a desseo y tu muger Pertusa le tiene pesado a lágrimas, no querría que ensañasses a los dioses con hechizerías; porque a ley de bueno te juro que quando los padres están bien con los dioses no tienen los hijos necessidad de hechizeros.

Otras muchas cosas avía que te escrevir, algunas de las quales con Frontón tu criado las quise comunicar, más que no por letra te las escrivir; y no te maravilles desto, porque son [497] las cartas tan peligrosas que, si el hombre es discreto, no escrevirá más en una carta cerrada de lo que dirá públicamente en la plaça de Roma. Perdóname, mi Dédalo, que a la verdad no te escrivo como lo querría tu apetito, ni aun como lo dessea mi desseo; porque muchas cosas tienes tú necessidad de saber y no tengo yo licencia para en carta las fiar.

De mí no sé qué te escriva, sino que la gota todavía me aquexa, y lo peor de todo es que, quanto más crezco en la edad, tanto disminuyo en la salud; porque ya antigua maldición es de la flaqueza humana que por do pensamos yr más seguros, por allí hallamos mayores atolladeros. El papagayo que me embiaste, luego se apoderó dél mi Faustina, y a la verdad es cosa monstruosa ver lo que parla; pero al fin al fin son las mugeres tan poderosas, que quando ellas quieren ponen silencio a los vivos y hazen que en los sepulchros hablen los muertos.

Según lo que yo te quiero, y según lo que yo te devo, y aun según lo que yo suelo, es muy poco lo que te embío. Y dígolo porque al presente no te embío sino dos cavallos mauritanos y doze espadas alexandrinas, y a Frontón tu criado en albricias de la buena nueva le he dado un oficio que le valdrá xx mil sextercios en Sicilia. Faustina me ha dicho que embía a Pertusa, tu muger, una arca llena de olores de Palestina y otra arca llena de ropas de su persona, y a mi parecer no lo deves tener en poco; porque naturalmente las mugeres de la hazienda propria son escassas y en gastar lo ageno son muy largas. Los dioses poderosos sean en tu guarda y a mí aparten de la siniestra fortuna, y ruego a essos mismos dioses a ti y a mí, y a mi Faustina y a tu muger Pertusa, nos dexen con salud a todos juntos vernos en Roma; porque jamás el coraçón recibe tan gran gozo como quando se vee con el amigo muy desseado. Marco del Monte Celio te escrive de su propria mano. [498]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Relox de Príncipes (1529). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo II, páginas 1-943, Madrid 1994, ISBN 84-7506-415-9.}

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Edición digital de las obras de
Antonio de Guevara
La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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