Filosofía en español 
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Luis de Molina

Concordia del libre arbitrio. Parte tercera

Sobre los auxilios de la gracia

Traducción, introducción y notas de Juan Antonio Hevia Echevarría
Biblioteca Filosofía en Español, Fundación Gustavo Bueno, Oviedo 2007, páginas 301-388



Luis de Molina, Concordia del libre arbitrio, Oviedo 2007, parte tercera

Disputa XXXVI. Sobre los múltiples auxilios particulares y cuáles de ellos se denominan en particular «auxilios de la gracia»

1. Hasta aquí hemos hablado del concurso general de Dios y de la manera en que este concurso puede conciliarse con la libertad de arbitrio. Lo mismo debemos hacer a propósito de los auxilios particulares con que se nos asiste para que alcancemos la salvación espiritual y la vida eterna. Pero estos auxilios son múltiples y variados. Aunque todos ellos, en la medida en que Dios los confiere gratuitamente y los ordena y prepara con providencia eterna, puedan recibir el nombre de «gracia», no obstante, sólo suelen denominarse «auxilios de la gracia» aquellos en virtud de los cuales nuestras obras son de orden sobrenatural y aquellos que, como disposiciones para alcanzar la gracia que convierte en agraciado o como disposiciones para alcanzar su incremento o el merecimiento de la vida eterna, son guía para alcanzar la felicidad eterna. Por esta razón, ni la predicación externa de la palabra de Dios, ni la promulgación del Evangelio, ni los reproches, ni las exhortaciones –tanto si se hace de palabra, como por escrito–, ni finalmente el impulso por el que toda la Iglesia trabaja para mover a los hombres hacia la fe o el arrepentimiento o para conservar y hacer progresar a sus hijos, deben denominarse «auxilios de la gracia» en relación a los hombres que, por estos medios, reciben asistencia para alcanzar la salvación espiritual, como diremos en las siguientes disputas a propósito de los auxilios de la gracia. Más aún, ni los propios milagros, ni el don profético, ni la diversidad de lenguas, ni el discurso del saber, ni el de la prudencia, ni otras gracias conferidas gratuitamente a algunos miembros de la Iglesia para utilidad y provecho de otros, deben incluirse entre los auxilios de la gracia, como ahora decimos de ellos en relación a los hombres que, por medio de estos dones, reciben asistencia para alcanzar la fe o el arrepentimiento. Asimismo, ni las inspiraciones o pensamientos píos a los que incitan los santos ángeles –sin otro auxilio de Dios–, ni los terrores u otros sentimientos que estos mismos ángeles provocan –agitando los humores del cuerpo y los espíritus animales–, a través de los cuales se nos atrae hacia el bien y se nos disuade del mal, deben incluirse entre los auxilios de la gracia, como ahora decimos, al igual que tampoco la represión por la que impiden que el demonio nos asedie y provoque en nosotros pensamientos y sentimientos contrarios.

 

Parte tercera. Sobre los auxilios de la gracia

Disputa XXXVI. Sobre los múltiples auxilios particulares y cuáles de ellos se denominan en particular «auxilios de la gracia», 301

Disputa XXXVII. De qué modo concurre Dios con nuestro libre arbitrio en los actos sobrenaturales, 303

Disputa XXXVIII. En la que, como apéndice de las disputas anteriores, resolvemos algunas dudas a propósito de los actos de creer, de tener esperanzas, de amar, de arrepentirse y de otros actos sobrenaturales, 306

Disputa XXXIX. En la que ofrecemos una mayor explicación sobre los auxilios particulares de Dios y excluimos las opiniones de Soto y de Vega, 321

Disputa XL. Apéndice de la disputa anterior, en el que explicamos aún más esta cuestión, 326

Disputa XLI. En la que presentamos dos diferencias entre el concurso general con el libre arbitrio con vistas a los actos naturales y el auxilio de la gracia previniente con vistas a los actos sobrenaturales, así como una explicación más detallada de lo que hemos dicho, 342

Disputa XLII. Sobre las diferencias entre gracia previniente, operante, cooperante y subsecuente, 346

Disputa XLIII. Cuál es el parecer de San Juan Crisóstomo sobre la gracia previniente, 353

Disputa XLIV. ¿Puede percibirse el movimiento de la gracia por propia experiencia?, 355

Disputa XLV. En la que nos preguntamos si el entendimiento y la voluntad concurren de manera eficiente con los movimientos de la gracia previniente y, de igual modo, sobre el orden y el modo en que se generan, 360

Disputa XLVI. ¿Los actos de creer, de tener esperanzas, de amar y de arrepentirse emanan de modo eficiente de los hábitos teologales en el instante último en que disponen para estos hábitos? Además, ¿qué es la justificación?, 369

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