La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Gómez Pereira

Teófilo González Vila
La Antropología de Gómez Pereira

1. Perspectiva general


La antropología de Pereira supone indiscutible un hecho: que el hombre es esencialmente superior al bruto, y que esta esencial superioridad se debe a que el hombre no es sólo un cuerpo viviente, sino, ante todo, un alma espiritual e inmortal. No podrá descubrir el sentido y la contextura sistemática del pensamiento pereirano quien no lo entienda como un gran movimiento explicativo-probatorio de este hecho.

La esencial superioridad del hombre sobre el bruto, eminentemente expresada en la inmortalidad del alma racional, constituye para Pereira una evidencia imperturbable hasta el punto de que funciona como piedra de toque definitiva de la viabilidad de cualquier afirmación antropológica. Negar la inmortalidad supondría incurrir en un absurdo. Y en la «impiedad», añadirá Pereira, que acepta como impuesta por la fe esta misma inmortalidad. Es más: Pereira quiere para su atrevida indagación inmortalista una motivación expresamente apologético-misionera.{12} Dato éste último sin duda interesante para su biografía «espiritual» –y conviene por eso anotarlo–, aunque para nuestro inmediato propósito investigador resulte de importancia secundaria.

La originalidad de Pereira no está en las anteriores afirmaciones acerca del hombre, acordes con el común sentir ortodoxo de su momento, sino en la pretensión de haberles encontrado unas apoyaturas racionales incontrovertibles. La inmortalidad del alma humana no sería algo sólo garantizado por la fe y en dependencia de la potentia Dei absoluta –según algunos querían y por emplear el instrumental terminológico que les era familiar–, sino algo entrañado en la naturaleza misma del alma–donde «naturaleza» [22] es expresión de la potentia Dei ordinata–; algo, por lo mismo racionalmente demostrable. Esta demostración racional incontrovertible de la inmortalidad natural del alma humana (en cuya elaboración se empeña Pereira tras dar por fallidos los más importantes intentos históricos de conseguirla), le exige un análisis de la naturaleza humana mediante el cual se patenticen como radicadas en la esencia misma del alma las condiciones de posibilidad y los títulos de exigencia de la inmortalidad. De este modo el pensamiento pereirano es ante todo una antropología que atiende principalmente al problema de la naturaleza y destino del hombre. Pereira se propone expresamente determinar con rigor la diferencia antropológica específica{13} que resultará ser no ya «rationale» sino simplemente «congnoscens». De ahí que haya de negar cualquier modo de conocimiento al bruto si no quiere hacerlo específicamente igual al hombre. Por lo demás, las categorías y el «modelo» que maneja para pensar al hombre son los «tradicionales», como «tradicional» es su terminología.

El «ordo rationum» deductivo de la inmortalidad es el siguiente:

1) puesto que la naturaleza del acto de conocimiento exige un principio indivisible, sólo el alma, único principio indivisible en el hombre, conoce; al cuerpo no le corresponde en el conocimiento, ni siquiera sensitivo, papel causal alguno, ni siquiera instrumental; es decir, el alma, en sus «funciones principales» (que son las cognoscitivas) goza de una total independencia y de una plena autosuficiencia operativas frente al cuerpo.

2) Esta independencia operativa funda lógicamente la independencia entitativa que posibilita la subsistencia del alma separada. Pereira no niega en absoluto, sino que tiene muy en cuenta los condicionamientos «corpóreos» a los que se halla sometido el conocimiento, según lo atestigua incontestable la «experiencia» (a la que quiere ser insobornablemente fiel); pero aun cuando el alma «pro status isto» esté de algún modo condicionada, en sus «operaciones de sentir y entender», por la unión con el cuerpo, éste más que ayuda o concausa, es un lastre, un estorbo, para la original y absoluta espontaneidad cognoscitiva del alma; y los hechos experimentales presuntamente contrarios vendrán siempre, en último término, explicados por Pereira de manera que quede por completo a salvo la independencia que considera necesario reconocerle al alma si quiere probarla inmortal.

3) Sentada la independencia operativo-entitativa del alma y la consiguiente posibilidad de subsistencia separada, la perpetuidad de esta subsistencia separada no le ofrece dificultad, puesto que en el alma, indivisible, no hay ningún principio intrínseco de corrupción. Este último momento se encuentra en Pereira simplemente sugerido como algo que, por obvio, no necesita demostración ni especial desarrollo. [23]

Determinado por esta finalidad inmortalista, el pensamiento pereirano se halla sometido a una angustiosa tensión entre las exigencias «racionalistas», dualistas, por un lado, a las que ha de dar satisfacción si quiere ver lograda «su» prueba de la inmortalidad, y las inclinaciones «positivistas», por otro, que más bien te llevarían a un monismo antropológico de signo materialista. Triunfarán en último término los intereses dualistas.

Y en la perspectiva marcada por estos intereses, la antropología pereirana es, ante todo, psicología, ésta entendida más como «ontología» que como «descriptiva» del conocimiento. El camino de acceso a la prueba inmortalista quedaría bloqueado, a juicio de Pereira, no sólo en el supuesto que confiere al cuerpo una función co-causal en el acto formal de conocimiento, sino también en la tesis tradicional que concibe el conocimiento como accidente. Su enemiga implacable contra el conocimiento-accidente se corresponde positivamente con su insistencia en que el conocimiento no es entitativamente sino un modo. El desarrollo de esta tesis nuclear del conocimiento-modo supone un contexto metafísico cuya explicitación será necesaria –Pereira se mueve en este ámbito sin una expresa consideración del mismo– para alcanzar plena inteligencia del sistema. [24]


Notas

{12} 610, 14-28. {volver}

{13} «proprium hominis, quo a caeteris brutis distinguitur, explicabo» (5, 26-28). «Proprium» vale aquí tanto como «specificum». {volver}


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Teófilo González Vila, La Antropología de Gómez Pereira (1974)

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