Obras completas de Platón | Madrid 1871-1872 |
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Obras completas de Platón, tomo 7, Medina y Navarro, Madrid 1872, págs. 61-104.
Sócrates.
Fuí ayer al Pireo con Glaucon, hijo de Aristón, para dirigir mis oraciones a la diosa, y ver cómo se verificaba la fiesta que por primera vez iba a celebrarse. La Pompa de los habitantes de aquel punto, me pareció muy preciosa; pero a mi juicio, la de los tracios no se quedó atrás. Terminada nuestra plegaria, y vista la ceremonia, tomamos el camino de la ciudad. Polemarco, hijo de Céfalo, al vernos desde lejos, mandó al esclavo que le seguía, que nos alcanzara y nos suplicara que le aguardásemos. El esclavo nos alcanzó, y tirándome por la capa, dijo:
–Polemarco os suplica, que le esperéis.
Me volví, y le pregunté, que dónde estaba su amo.
–Me sigue, respondió; esperadle un momento.
–Le esperaremos, dijo Glaucon.
Un poco después llegaron Polemarco y Adimanto, hermano de Glaucon, Nicerates, hijo de Nicias, y algunos otros que volvían de la Pompa. Polemarco, al alcanzarnos, me dijo:
–Sócrates, me parece que os retiráis de la ciudad.
–No te equivocas, le respondí.
–¿Has reparado cuántos somos nosotros?
–Sí.
–Pues o sois más fuertes que nosotros, o permaneceréis aquí.
–Hay otro medio, que es convenceros de que tenéis que dejarnos marchar.
–¿Cómo podremos convencernos, si no queremos escucharos?
–En efecto, dijo Glaucon, entonces no es posible.
–Pues bien, replicó Polemarco, estad seguros de que no os escucharemos.
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