Obras completas de Platón
 
Madrid 1871-1872

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Obras completas de Platón
puestas en lengua española por Patricio de Azcárate
 

Obras completas de Platón, Madrid 1872

Platón

Las Leyes
Libro quinto

Obras completas de Platón, tomo 9, Medina y Navarro, Madrid 1872, págs. 229-260.

Ateniense

Vosotros, que habéis oido lo que he dicho acerca de los dioses, y de aquellos a quienes debemos la existencia, prestadme de nuevo vuestra atención. Después de los dioses, el alma es lo más divino que el hombre tiene, y lo que le toca más de cerca. Hay en nosotros dos partes; la una, más poderosa y mejor, está destinada a mandar; a la otra, inferior y menos buena, le toca obedecer. Es preciso dar siempre la preferencia a la parte que tiene derecho a mandar sobre la que debe obedecer. Y así, tengo razón para ordenar, que nuestra alma ocupe el primer lugar en nuestra estimación después de los dioses y de los seres que les siguen en dignidad. Se cree hacer al alma todo el honor que se merece, pero en realidad casi nadie lo hace; porque el honor es un bien divino, y nada malo es digno de ser honrado. Por lo tanto, el que cree ensalzar su alma por medio de los conocimientos, las riquezas, el poder, y no trabaja en hacerla mejor, se imagina que la honra; pero no hay nada de eso.
Desde la infancia se persuade todo hombre de que está en estado de conocerlo todo; cree que las alabanzas que prodiga a su alma, son otros tantos honores que le hace y se apresura a concederle la libertad de hacer todo lo que quiera. Pero nosotros decimos, por el contrario, que obrar de esta manera es perjudicar a su alma en lugar de honrarla; al alma que, como hemos dicho, merece ocupar el primer puesto después de los dioses. Tampoco es honrar a su alma, por más que nos hagamos la ilusión de creerlo así, achacar siempre a los demás sus propias faltas y la mayor parte de sus defectos, hasta los más graves, y creerse absolutamente inocente; lejos de esto, se le causa un grande mal. Tampoco se la honra, cuando a pesar de las razones y de las indicaciones del legislador, se abandona uno a los placeres; entonces más bien se la deshonra, llenándola de males y de remordimientos.

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