Filosofía en español 
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17 de enero

Calderón

Entre los hijos ilustres de Madrid se cuenta D. Pedro Calderón de la Barca, que nació en 17 de Enero de 1600, como estatua que corona el siglo de oro de nuestra literatura, que es el siglo XVI, y prolonga su luz por casi todo el XVII, deteniendo, nuevo Josué, el sol de nuestras glorias dramáticas, que tuvo por ocaso la tumba de este portentoso genio.

Educado en su primera infancia por los P. P. Jesuitas de la Villa y Corte, pasó luego a Salamanca, donde, según cuentan sus biógrafos, compuso a los trece años una comedia titulada El carro del Cielo, que se recibió con grande aplauso y fue 1a revelación del genio dramático del joven estudiante. Las atracciones son proporcionales a los destinos, como ha dicho Fourier; y por eso todos los grandes hombres han mostrado desde luego la vocación irresistible hacia aquellas cosas en que más tarde habían de hacerse famosos.

Terminados sus estudios en la citada Universidad, que era entonces la más famosa del mundo, trocó el poeta los hábitos escolares por el uniforme de soldado, sirviendo como tal a su patria en las muchas guerras que por entonces sostenía Felipe IV. Llamado por este monarca, volvió Calderón a Madrid para encargarse de la dirección de unas fiestas en el Buen Retiro, recibiendo como recompensa el hábito de Santiago; y cumpliendo los deberes que esta orden imponía a sus individuos, se alistó enseguida para sofocar la insurrección de Cataluña, torpemente fomentada por el Conde Duque de Olivares.

Regresó nuevamente a la Corte; y después de haber sido galanteador y pendenciero, como los personajes de sus comedias, estudiante bullicioso y soldado valiente, se hizo sacerdote, según costumbre de la época, dedicándose ya desde entonces al cultivo del teatro y muy especialmente de aquel género dramático sagrado, que se conoció bajo el nombre de Autos Sacramentales, y cuya representación se hacía el día del Corpus en todas las ciudades. Sus dramas, el último de los cuáles lo terminó a los 81 años y pocos días antes de su muerte, ocurrida en 25 de Mayo de 1681, pasan de ciento; y entre ellos se cuentan por mejores los que llevan por título: La vida es sueño; El Alcalde de Zalamea; El Médico de su honra; Casa con dos puertas mala es de guardar; y A secreto agravio, secreta venganza.

En todos ellos se retrata fotográficamente la sociedad española de aquel siglo con sus virtudes y sus defectos; y por tal circunstancia, por la hábil disposición del plan, por la elevación del pensamiento, la galanura del lenguaje y la fluidez, sonoridad y pompa de la versificación, es considerado unánimemente D. Pedro Calderón como el príncipe de los dramaturgos españoles, el más aplaudido entre nosotros y el más admirado de los extranjeros y con especialidad de los alemanes, que han hecho elocuentes panegíricos del poeta y esmeradas ediciones de sus obras. Hoy se hallan éstas vertidas a casi todos los idiomas, pudiendo afirmarse que el renombre de Calderón, lejos de olvidarse con el trascurso del tiempo, se extiende y agiganta. Hora era ya de que Madrid, cuna del gran poeta, le erigiese algún monumento digno de tan alta gloria nacional. Hoy, en efecto, se alza su imagen a la contemplación de los vivos frente al Teatro Español, como significando que el genio de nuestra gloriosa dramática extiende sobre la escena el augusto protectorado de su sombra, y custodia su entrada para que no penetren jamás en aquel cielo del arte los autores indignos de que se representen sus obras allí donde está escuchando el autor de la Vida es Sueño. Nos parece muy acertado que, así como Cervantes guarda aquel recinto en que la rica habla castellana resuena triunfalmente sobre la tribuna política, así Calderón debe ser el ángel custodio de nuestras glorias teatrales; como también nos lo parecería –y ya de ello por fortuna comienzan a notarse indicios– que los aniversarios del nacimiento o muerte de Calderón, –y lo propio decimos de Lope de Vega y de otros grandes genios,– se solemnizaran por el mundo literario, como se hace con Cervantes; que si este es el Príncipe de nuestros Ingenios, Calderón es el rey de nuestro teatro.