Filosofía en español 
Filosofía en español


5 de Julio

Mahoma

El pueblo árabe, de raza semítica pero dividido en dos ramas, la de los Sabeos, de costumbres sedentarias, y la de los Beduinos, de vida nómada, ni figuró entre los pueblos de la Historia antigua, ni formaba todavía verdadera nacionalidad en los primeros siglos de la edad Media, sino que aun vivía en estado de tribu, sin que la idea religiosa estableciera vínculos más estrechos entre sus individuos; pues el sabeísmo, el judaísmo y el cristianismo se disputaban el imperio de las conciencias. Tal era la situación de la Arabia cuando apareció en ella un hombre extraordinario que iba a cambiar sus destinos y a revolucionar el mundo.

Este hombre era Mahoma, en árabe Mohamed (laudable). Nació en la Meca hacia el año 570 y en el seno de una familia noble perteneciente a la tribu de los kreichitas, que era de las mas importantes del país: su padre se llamaba Abdalah, y habiéndole perdido a los cinco años, quedó primero al cuidado de su abuelo Motaleb y, luego que este faltó, al de su tío Abu-Taleb, que era príncipe o gobernador de la Meca, quién le destinó al comercio de las caravanas, ocupación favorita de los árabes. En ella sirvió el joven Mohamed a una parienta suya, llamada Kadidja, mujer muy rica, que, viendo acrecentado su caudal en las especulaciones mercantiles dirigidas por aquel, y estando viuda, le ofreció su segundo tálamo. Desde entonces el fundador del Islamismo dejó de hacer viajes y se retiró al desierto a meditar en la soledad sobre una idea que, nacida en controversias suscitadas durante sus viajes con hombres de diferentes religiones, le preocupaba hacía mucho tiempo: la de sacar a su pueblo del estado, verdaderamente caótico, en que se hallaban las conciencias en punto a religión, dándole una que fuese acomodada a su carácter y condiciones sociales. Inspirándose al efecto en tradiciones judaicas y cristianas, y amalgamándolas con otras del país, formó una doctrina quo él juzgó superior a la de Moisés y a la del Evangelio; y exaltada su ardiente fantasía con la soledad y la meditación, llegó a creerse el profeta destinado por Dios para revelar al mundo una ley más perfecta que todas las anteriores, anunciando su misión con estas palabras: “No hay más Dios que Dios, y Mahoma es su profeta.”

Tenía entonces Mahoma 40 años, y aunque por el pronto nadie le hizo caso más que los individuos de su familia, Abu-Becker su suegro y Alí su primo, después le escucharon --como siempre acontece a todos los reformadores-- los desheredados de la fortuna, los esclavos de la Meca, los pobres de todo el país y luego los peregrinos que iban a visitar el templo de la Kaaba; mas los antiguos sacerdotes y los miembros de la aristocracia, esto es, las fuerzas conservadoras, los intereses creados y los elementos hostiles a toda innovación, los mismos enemigos que había tenido Jesús, desencadenaron contra él una persecución furiosa. Y como, según ya antes había dicho el Evangelio, nadie es profeta en su patria, Mahoma tuvo que salir huyendo de la suya y acogerse a la de Yatreb, que, por haberle recibido con entusiasmo, cambió dicho nombre por el de Medina-al-Nabí, que quiere decir ciudad del Profeta. La fecha de este suceso, que fue el 16 de Julio del año 622, constituye la Hegira (huida) o era mahometana. Poco tiempo había trascurrido cuando el expulsado de la Meca, revestido ya por los medinenses de una doble autoridad espiritual y temporal, y apoyado por numerosos sectarios de todas partes, venció a sus perseguidores en el valle de Beder (623); y aunque derrotado luego (624) en el monte Ohud, rechazó victoriosamente a más de 10.000 enemigos que sitiaron a Medina (626). Más tarde emprendió diferentes viajes a los pueblos de mayor importancia, predicando en ellos su doctrina; y como estaba dotado de palabra fácil, brillante imaginación y persuasivo acento, fueron tantos los prosélitos que hizo en tales peregrinaciones, que se encontró ya en disposición de ir sobre la Meca, donde entró victorioso y aclamado en 630. Dos años después le sorprendió la muerte en Medina y cuando ya su religión estaba extendida por toda la Arabia y en vías de propagarse por la Siria y otras regiones de Asia y África; pues en 629 había ya enviado Mahoma una expedición contra el Imperio griego y embajadas a Constantinopla, el Egipto y la Persia, intimando la aceptación de su doctrina.

Esta se halla expuesta en el Corán o Alcorán, el libro sagrado de los musulmanes o muslimes, nombre derivado de Islam conque se designa la religión mahometana y que vale tanto como salvación o confianza en la voluntad de Dios: dicho libro no fue escrito por Mahoma sino formado por los discípulos que recogieron sus predicaciones y en él se proclama, como principio fundamental, el más puro monoteísmo, o sea la unidad de Dios, y el dogma de la predestinación absoluta, o sea el fatalismo; se admite un infierno para los malos y un cielo de sensuales placeres para los buenos: se prescriben ciertas reglas de carácter higiénico-religioso, como las ablaciones, la circuncisión y la prohibición de bebidas alcohólicas y sustancias grasientas; se recomienda mucho la oración y principalmente la hospitalidad y la limosna; pero se restablece el despotismo político, que embrutece al hombre, y la poligamia, que degrada a la mujer. Por eso el Mahometismo, como todas las doctrinas morales y religiosas que ligan su suerte a un determinado régimen político, cierra el camino al progreso y deja a los pueblos estacionarios.